Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 11 de febrero de 2018

Villarcayo: un tesoro malbaratado.


Nos vamos al periodo final del medievo para ver el ascenso urbano de un cruce de caminos: Villarcayo. Por suerte, en Las Merindades la transición a la edad moderna fue rápida en oposición a Medina de Pomar, que en esos años sigue siendo lugar de señorío y estuvo, en cierta forma, ajena a la evolución política, social y económica del entorno.

Ayuntamiento y plaza de Villarcayo desde la Calle del Horno.

En Villarcayo, gracias al Corregimiento, explotarán estos cambios. De hecho, el plano del centro de Villarcayo procede de este momento, último tercio del siglo XVI y primer tercio del XVII. De todas las formas, el destrozo en el XIX, el XX y la mayor parte del XXI transcurrido es tan brutal que poco se puede sacar de la actual trama urbana. Sólo contamos con descripciones de importantes edificios desaparecidos y de alguna fotografía.

Y sobre cómo era antes del Corregimiento pues muy poquito. Algunos datos arqueológicos e históricos para trabajar porque estaban situados en el entorno de Villarcayo. No dentro del mismo. Estos hablan de una ocupación temprana y continuada del área. Se ha detectado un taller de sílex neolítico o de los inicios de la Edad del Bronce en el Ruyal; hay trazas de un establecimiento de la Edad del Hierro en Palomeras, junto a Santa Cruz de Andino; algunos fragmentos de térra sigillata romana se encontraron frente a la antigua Residencia veraniega de la Caja de Ahorros Vizcaína; vestigios de un posible establecimiento romano en Santa Cruz de Andino; y las necrópolis altomedievales como en Abadía de Rueda, Bocos o Cigüenza. Sin contar con los eremitorios de principio de la Edad Media de Cueva Mosquita en Villalaín y Peña Horrero en Fresnedo.

Vista aérea años sesenta.

Tampoco son muy numerosas las menciones a Villarcayo en la documentación medieval. Son conocidas las de la fuente y granja de Arcayum, en el documento de la donación de Da Fronilde a la iglesia de Cigüenza de la “cella Sancti Johannes in fonte Arcayo”, en Diciembre del 959; en la escritura de fundación de San Salvador de Oña en 1011 por el conde Don Sancho se dona al monasterio “in Fonte Arcayo... nostram portionem”; en 1186 un privilegio de Alfonso VIII al abad de Quintanajuar da al monasterio cisterciense, origen del de Rioseco, las hierbas de la Granja de Villarcayo. Posteriormente, en el Libro Becerro de las Behetrías del año 1362 aparece Villarcayo como behetría de linaje, este lugar es solariego del monasterio de Rioseco, “e otro del abat de Oña que son yermos e que an por señor de la behetría a Pedro Fernández... pagan el rey monedas e servicios”.

Así que cuando le toca el “gordo” de la lotería vemos la locura que es la conversión de una aldea de población escasa y actividad agropecuaria, en centro político, administrativo y económico de una comarca extensa y estratégicamente situada. Si a ello añadimos que se constituye como municipio diferenciado de la Merindad de Castilla la Vieja, quedándose con muy poco suelo agrícola, es natural que se le despierte una vocación de "ciudad de servicios", tanto administrativos como comerciales. Como nota les diré que no poseía colmena alguna en el municipio, cosa sorprendente. Pero tampoco pensemos en una grandiosa población porque a mediados del siglo XVIII, en el catastro de Ensenada, se reflejan 58 viviendas. Es decir, cuarenta y cuatro vecinos más veinticinco estantes y residentes. Y ninguno vive en alquería alguna. Para que se hagan una idea: en 1850 había 63 vecinos y 268 habitantes. Aun así la población creció entre 1560 y 1677 con una fuerte caída hacia 1693 y remonte durante el siglo XVIII con emigración de individuos de las clases pudientes.

Casona superviviente durante 1937. Se aprecia la entrada
al pasaje del Soto. (G. Sandri)

La afluencia de población y cargos administrativos tuvo como consecuencia la construcción de nuevos edificios donde albergar tanto a las nuevas instituciones como a las personas que las atendían, amén de los servicios necesarios que se iban a demandar. El incendio de 1834 destruyó cerca de cuarenta casas pero, no nos confundamos, ha sido la falta de escrúpulos de estos munícipes durante los pasados 50 años lo que nos ha dejado esta “joya” –y, a pesar de ello, es mi muy querido pueblo-. Se ha destruido diligentemente vestigios de la época del Corregimiento, perdiendo así la villa la personalidad adquirida a lo largo de los tres siglos más importantes de su historia.

Todas estas construcciones de los siglos XVI y XVII y su distribución sobre el terreno crean la trama urbana que tenemos. Los edificios públicos y las viviendas de los funcionarios importantes configuraron la Plaza Mayor, en tomo a la iglesia parroquial creció el barrio de Santa Marina, ocupado por algunas familias hidalgas procedentes de las Merindades y labradores a renta. La población en general se reparte en otros dos barrios, el más importante al oeste de la plaza, en Carreruela, calle del Horno, camino real de Medina, etc., donde se agrupan los artesanos, mercaderes y servicios. La zona del Soto y adyacentes, como queda bien determinado en la Ordenanza Vieja de Villarcayo del año 1712, tienen un uso comunal, de pastos fundamental mente.


Lo primero que debió construirse fueron los edificios públicos necesarios: Ayuntamiento General de las Merindades y Casa de Justicia con su cárcel y torre, que estaban en el mismo lugar que ocupan hoy el Ayuntamiento de Villarcayo y el Juzgado. Pero lo que tenemos ante nuestros ojos tampoco son los originales porque este conjunto de construcciones se sustituyó a finales del siglo pasado por la actual Casa Consistorial (1891) , proyectada, como el de Medina de Pomar por el arquitecto provincial José Calleja. Hay una fotografía de la plaza en ese mismo año en la que se ve al ayuntamiento reluciente y aún sin reloj ni marcos en puertas y ventanas. Los únicos restos de aquellos edificios que han llegado a nuestros días son la torre del Corregimiento y el escudo real, conservado milagrosamente, que decora la fachada del Juzgado. La construcción debió ser lenta ya que en 1595 el Alcalde Mayor pagaba a la Parroquia por reunirse en la capilla de San Miguel, e incluso en el libro de visitas se conmina al arcipreste a que no se inmiscuya en las causas civiles, cosa que al parecer hacía al celebrarse las reuniones en la iglesia.

En el Catastro de Ensenada se describe así: “Una casa en la plaza pública con cuatro cuartos y una cocina que habitan los corregidores. Sala consistorio, archivo, cuarto bajo donde se hacen audiencias, cárcel con dos cuartos altos para los presos y el de mujeres con su cocina, que ocupa el alcaide de ella, capilla y oratorio bajo que cae al patio bajo, calabozo con otro inmediato y torre del reloj unida y perteneciente todo a dicha casa con su jardín a espaldas de ella. Por la fachada principal ancho 27,5 varas por 30 de fondo. Limita: Cierzo- calle; Solano- calle pública Abrego- plaza; Regañón- casa carnicería de esta Villa y Merindad de Castilla Vieja”.

Plaza de Villarcayo en en cambio de siglo hacia el siglo XX

Hay otra descripción en el libro de Nicolás y Andrés Oteo Ortega y Julián García Sainz de Baranda "Villarcayo y la Merindad de Castilla la Vieja. (Boceto para su historia)" que la toma del Diccionario de Cortes:

“Tiene la Villa hermosa Casa Consistorial, situada en la plaza, de piedra sillería, conocida en el país con el nombre de piedra franca; forma un cuadrilátero de 83 pies de frente por 89 pies de fondo; se levanta sobre arcos chatos, que se muestran sobre seis columnas redondas, de cerca de una vara de diámetro con sus bases y capiteles; tiene de elevación 35 pies y adornada simétricamente de tres balcones y dos ventanas; sobre el del medio, se halla un escudo que contiene las armas reales con su corona y le circunda el collar del toisón de oro y a sus lados están colocadas dos columnas en alusión a las de Hércules, y las inscripciones correspondientes. A los lados del balcón y en dos nichos adornados con dos columnas redondas y aisladas cada una (las que tienen sus basas y capiteles) y escuditos con corona y las armas de Castilla están colocadas dos estatuas, una de Laín Calvo y otra de Ñuño Rasura sentados en sus sillas. En dicha casa Consistorial hay cómoda vivienda para el Corregidor. Está la cárcel real de la jurisdicción, que es de mucha reputación por su seguridad, tiene vivienda para el alcaide. También hay en ella dos estrados para las audiencias públicas. Contiene igualmente las salas capitulares, en que se celebran los ayuntamientos de expresadas Merindades y el particular de la Villa. Tiene también sala de presentados y dos piezas para Archivo general de ellas, habiéndose también colocado en otra inmediata a las capitulares, el de la Merindad de Castilla-vieja, cómodas, seguras y en lo dable hermosas. También hay en ella capilla pública, para que oigan misa los presos y la vivienda del corregidor disfruta de este beneficio por medio de una tribuna”.

Por una anotación del año 1585 en el Libro de Fábrica de la parroquia de Santa Marina sabemos que la capilla de la cárcel "está bien", lo que nos hace pensar que la construcción del edificio estaría bastante adelantada y algunas de sus partes estaban ya en uso.

El ayuntamiento desde el barrio de Santa Marina (G. Sandri)

Era imprescindible la presencia de una cárcel en la capital del corregimiento. Y esta debía estar bien equipada. En el inventario de 1759 nos dicen: “Prisiones: item dos cepos, uno de hierro y otro de madera. Dos cadenas, una pequeña y otra grande. Un potro para dar tormento, muy viejo. Dos pares de esposas de hierro. Dos candados. Unas barras de cepo de hierro. Diez garroperas, unas buenas y otras quebradas, para la cadena. Catorce pares de grillos buenos y cuatro quebrados. Escoplo, martillo y yunque para poner y quitar los grillos. (Más seis pares de esposas nuevamente fabricadas)”. Bueno, en unas cuentas de 1739 figuraba un apunte para naipes. Supongo que para los ratos muertos o para ganarse unos cuartos porque la vida en la cárcel necesitaba ser “engrasada” y quien tenía dinero vivía mejor. Por cierto, no nos olvidemos del sacabocados que servía para controlar las dobles suelas.

Esta cárcel estaba en la torre del corregimiento. Bueno, en la torre que existió antes de la que vemos actualmente. Si se fijan estaba junto a la sede de la autoridad. ¡En el centro del pueblo! Y en un ambiente hogareño donde la mujer del alcaide (no carcelero) cocinaba –y cobraba-por cocinar para todos.

Y cuando surge una capital administrativa surgen puestos de trabajo y la necesidad de ocuparlos. Piensen en Vitoria, capital administrativa de la Comunidad Autónoma del País Vasco, que ha disparado su población fija y tiene una gran cantidad de trabajadores flotantes. Lo mismo ocurre en el Villarcayo del siglo XVI: nuevas gentes que deben encontrar vivienda porque salvo el corregidor y el alcaide de la cárcel que cuentan con vivienda pública los demás necesitan sitios para vivir y desarrollar sus actividades. Además sería preciso tener lugares de acogida para el aumento de transeúntes y visitantes ocasionales.

Detalle casa en la Calle del Horno.

Y la villa se lo tomaba en serio. Así disponía de:

  • Un mesón para transeúntes obligados a resolver cuestiones administrativas o judiciales. Resultó insuficiente porque surgieron otros privados. La descripción que da el Catastro de Ensenada es: Casa mesón en Carreruela de 7x22x14 varas (alto, largo y fondo). Casa pajar pegante a la anterior de 14x14 (largo y fondo). Limita: al Cierzo y al solano con la tierra de Doña Josefa Gómez; al Ábrego con la Calle Real; y al Regañón el huerto de D José Saravia. La llevaría en renta Lorenza García. Y, además, había dos tabernas particulares que llevaba José de Andino.
  • Otra propiedad municipal era el horno, cuya explotación remataba anualmente el Ayuntamiento, y cuya situación debía ser muy similar a la de la actual Calle del Homo. Se describe así: Casa horno de 3x13 varas (altoxlargo) que limitaba al Cierzo con la propiedad de Bernardo de Céspedes; y a Solano, abrego y regañón con la Calle Real.
  • También era propiedad de la villa la carnicería, que estaba junto a la Casa de las Merindades y cuya explotación también se subastaba cada año. Hasta los años noventa se mantuvo una carnicería en los bajos de la torre del Corregimiento. De ella dice el Catastro: Caseta para despachar la carne, con portal. De 5x8 varas que Limita al cierzo y solano con la Casa de las Merindades; y a abrego y regañón con el camino al Soto.
  • La alhóndiga, situada camino del Soto, para el abastecimiento de los vecinos. 

El nuevo Villarcayo también se preocupó por el espíritu: construyó la iglesia de Santa Marina. Su cuerpo principal, renacentista, era del último tercio del siglo XVI, aunque la torre se construye en el XVII, terminándose en 1656, y se le añaden capillas hasta el siglo XVIII. Seguramente hubo alguna iglesia parroquial anterior -quizá románica- y, probablemente, en el mismo lugar que la actual. Sería de pequeñas dimensiones por lo que se habría de sustituir por otra más adecuada a los tiempos y las necesidades (igual que en la “ultramoderna” de 1970). En la primera mención documental de Villarcayo se nombra una cella Sancti Johannes, que nos hace pensar en una pequeña iglesia familiar, frecuentes en esta zona en la Alta Edad Media y que dieron lugar, en algunos casos, a las abadías seglares. Además de una ermita de San Pedro, mencionada en el archivo parroquial (seguramente arruinada en el siglo XVI), reparada en varias ocasiones y cuyo recuerdo se ha fosilizado en el término Tras San Pedro.

Volviendo a la antigua iglesia de Santa Marina vemos que en 1591 se anota la visita del cuerpo de la iglesia, que el visitador "halló bien reparado". Se señala también que no hay campanario y que las campanas están metidas en el cuerpo de la iglesia. Tampoco hay retablo y hay muchas sepulturas y "cóncavos" en las paredes, con cuya autorización, precio por medio, se podría financiar la construcción del campanario y encargar un retablo. En 1618 se encarga a Sebastián López de Villapanillo que "haga el retablo con toda brevedad", y en años posteriores se va completando el mobiliario de la iglesia, tanto litúrgico como utilitario, por ejemplo en 1620 se encarga un arca archivo y en 1629 se manda dorar el relicario.

Calle de Nuño Rasura en 1910. Se aprecia el
Palacio de Villarán. Esta era la antigua calle
Real de Medina de Pomar.

El tema es que no solo fue Villarcayo el único lugar donde se construyó una iglesia nueva. Por ello se puede pensar en un momento de bonanza económica por Las Merindades que choca con la coyuntura general de los siglos XVI y XVII. Puede que el librarse de la presión económica de los condestables favoreciese la tesorería de los pueblos. En el XVI, hay una gran actividad constructiva de iglesias renacentistas (aunque en los modos de construir perduren algunas reminiscencias góticas) de gran porte como las de Cigüenza, Horna, Villalaín, Bisjueces, etc. Por otra parte algunas de las que mantienen la fábrica románica se amplían o se les añaden capillas.

La ermita de San Roque es un caso aparte, ya que aunque es un templo, un edificio dedicado al culto, fue construido y administrado por el Ayuntamiento, con las limosnas de los vecinos, que tenían contraído un voto, probablemente relacionado con alguna epidemia.

Nos falta hablar de las casas y de los barrios. Viviendas para los que llegaban por el trabajo creado por el corregimiento y para los que les ofrecían servicios. En aquellos tiempos la población estaba muy estratificada socialmente y esto tuvo un reflejo en la distribución y la calidad de las construcciones.

Calle Nuño Rasura en la actualidad.

En la plaza, cerca del Corregimiento, se agrupaban las casas de mayor tamaño y superior calidad constructiva. Por el Catastro sabemos que eran propiedad o estaban habitadas por funcionarios, como escribanos, veredero de la renta del tabaco y otros, y por los profesionales de más postín, especialmente abogados. Gente de rentas altas. Todas estas casas construidas entre las postrimerías del siglo XVI y el siglo XVIII eran de carácter urbano, ya que a pesar de contar todas con huerta no se parecían en nada a las grandes casa nobles de tipo rural que hay en otros pueblos de las Merindades y que son un híbrido entre el palacio y la casa de labor. Eran edificios de notables dimensiones, que contaban con ciertos lujos como portalones, caballerizas, bodegas, "cuartos de recibir" y hasta algún jardín. Es lógico suponer que en todas se lucía el blasón que proclamaba la hidalguía de sus dueños. La privilegiada situación de Villarcayo en un llano, libre de murallas anteriores y de fueros anticuados permite que se formara un conjunto arquitectónico de gran calidad con grandes espacios abiertos y calles anchas para la época además con una característica única, la comunicación directa entre la plaza y el Soto.

En este gran espacio abierto nos encontraremos, en 1753, con la casa de las Agustinas recoletas de la ciudad de Pamplona que estuvo frente a la plaza y que tenía doce varas de largo por once de ancho y alquilada a un tercero por 110 Reales de Vellón. (El catastro de Ensenada nos informó de que no había conventos en Villarcayo); o la casa del escribano Gabriel Antonio Saravia que lindaba por el noroeste con la Casa Patín; estaba la del procurador de número y audiencia de las Merindades de Antonio Guernica. Veríamos la casa del caballero calatravo Diego Herrera Castañeda que se destacaba no por tener dos alturas sino por una torrecilla sobre ellas. La casa de los herederos de Sebastián Gutiérrez o la de Manuel Arroyo… en total había quince casa en la plaza. Dieciséis si contamos el ayuntamiento. El profesor Manuel López Rojo comenta sobre esta situación que, quizá, no existiesen los famosos escudos nobiliarios -hoy desaparecidos como las casas- porque no son descritos en sus fuentes.

Detalle del Palacio de Villarán y su escudo.

El resto de los residentes se agrupaba en barrios, destacando el de Carreruela, donde se concentraba la mayor parte de la población y de los servicios y negocios particulares, como fondas que apoyan al mesón de propiedad pública, botica, el horno, zapateros, sastres, cirujanos-barberos, etc., además debía haber otro tipo de servicios, como tabernas, casas de comidas además de otros locales dedicados a actividades turbias como se puede constatar en las anotaciones de visita a la Parroquia del año 1657 donde se dice que los curas lleven hábitos decentes no trajes seglares... y no vayan a tabernas, casas de juego ni de malvivir.

Las casas de Carreruela, calle del Horno, Calle Real y Calle Real de Medina eran de dimensiones más reducidas y de materiales menos nobles, generalmente con planta y una altura, en muchos casos sin huerta, y adaptadas a los oficios de sus ocupantes: hay por ejemplo un maestro de primeras letras que en sus ratos libres fabrica hostias, un escribano que tiene en su casa una tienda de buhonería, un botero etc. Por incidir en el asunto: en 1794 residían en Villarcayo un médico, dos cirujanos y un boticario, un herrador-albéitar, dos maestros de obra, un tornero, un confitero tres tejedores y tres sastres. Y un zapatero remendón. En La Calle Real de Medina hubo una excepción, quizá el edificio privado más importante de Villarcayo, la casa-palacio de los Villarán, con sus dos torres que fue derribado en la segunda mitad del siglo XX para hacer la calle “Obras Públicas”. Un nombre irónico. ¡Con lo fácil que hubiera sido salvarlo! Este barrio fue casi destruido en el acontecimiento bélico más destacado que ha sufrido la villa: el incendio del 18 de septiembre de 1834 cuando se queman 35 casas en Carreruela, Horno. Ancha, Real, Nueva, Rincón y plaza Mayor.

La iglesia de Santa Marina desde la Plaza.

En torno a la iglesia, en el barrio de Santa Marina había viviendas más rústicas en su mayor parte propiedad de instituciones religiosas, parroquia de Villarcayo, Cofradía de las Ánimas, monasterios de Rioseco, Santa Clara, Agustinas Recoletas de Pamplona y algunas propiedades de clérigos originarios de Villarcayo que ejercen su ministerio en otras localidades. En su mayor parte estaban arrendadas a los labradores del pueblo. Pero no quita para que, en 1752, vivan personajes ilustres como un abogado de los Reales Consejos o un boticario. Por cierto, este abogado, Bernardo de Hoyos habitaba una casa cuadrada de sesenta pies de lado de dos alturas y que estaba encuadrada entre el camino a Cigüenza, el pasaje al Soto, la huerta posterior de la casa y supongo –ya que no lo indica- la casa del vecino. Salvo error, actualmente tenemos ahí una de las últimas casonas del pueblo.

La actual calle San Roque lucía escasas las construcciones. Estaba rodeada de huertas con cabañas para los aperos, alguna cuadra y poco más. Podría ser el barrio que se menciona en el Catastro como "las Cabañas". Según el catastro de 1752 en esta área vive, por ejemplo, Bartolomé Bonifaz. En las proximidades del lugar donde más adelante se construiría la ermita se agrupaba otro pequeño barrio de labradores.

La fuente de la plaza y el ayuntamiento en 1937 (G. Sandri).

Habría otros aspectos que considerar, como la ausencia de molinos. Villarcayo por las características del tramo de río que le toca, desviado en varias ocasiones (tanto que a la ciénaga de Rocilla en la documentación se la llama a veces "Río Viejo de Nela") tiene muy difícil con los medios técnicos de entonces la construcción de una presa y el correspondiente molino, imprescindible para el acopio de harina, de la que habría una demanda creciente, para la tahona. Para solucionarlo entre la Parroquia y los vecinos disfrutan de un molino de Quintanilla.




Bibliografía:

“Crecimiento y evolución urbana de Villarcayo en la edad Moderna (1560-1784)” por José Ángel Churruca García.
“Papeles viejos de Castilla-Vieja. Crónicas de ayer en el archivo de Villarcayo” por Jesús Moya.
“Villarcayo. Capital de la comarca Merindades” por Manuel López Rojo.
Archivo Histórico de la Ciudad de Bolzano (Italia).
Centro cartográfico y fotográfico del ejército del Aire de España.
Villarcayo.net


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