Nos vamos al periodo final del medievo para ver el ascenso
urbano de un cruce de caminos: Villarcayo. Por suerte, en Las Merindades la
transición a la edad moderna fue rápida en oposición a Medina de Pomar, que en
esos años sigue siendo lugar de señorío y estuvo, en cierta forma, ajena a la
evolución política, social y económica del entorno.
Ayuntamiento y plaza de Villarcayo desde la Calle del Horno. |
En Villarcayo, gracias al Corregimiento, explotarán estos
cambios. De hecho, el plano del centro de Villarcayo procede de este momento, último
tercio del siglo XVI y primer tercio del XVII. De todas las formas, el destrozo
en el XIX, el XX y la mayor parte del XXI transcurrido es tan brutal que poco
se puede sacar de la actual trama urbana. Sólo contamos con descripciones de importantes
edificios desaparecidos y de alguna fotografía.
Y sobre cómo era antes del Corregimiento pues muy poquito. Algunos
datos arqueológicos e históricos para trabajar porque estaban situados en el
entorno de Villarcayo. No dentro del mismo. Estos hablan de una ocupación temprana
y continuada del área. Se ha detectado un taller de sílex neolítico o de los
inicios de la Edad del Bronce en el Ruyal; hay trazas de un establecimiento de
la Edad del Hierro en Palomeras, junto a Santa Cruz de Andino; algunos fragmentos
de térra sigillata romana se encontraron frente a la antigua Residencia
veraniega de la Caja de Ahorros Vizcaína; vestigios de un posible establecimiento
romano en Santa Cruz de Andino; y las necrópolis altomedievales como en Abadía de
Rueda, Bocos o Cigüenza. Sin contar con los eremitorios de principio de la Edad
Media de Cueva Mosquita en Villalaín y Peña Horrero en Fresnedo.
Vista aérea años sesenta. |
Tampoco son muy numerosas las menciones a Villarcayo en la
documentación medieval. Son conocidas las de la fuente y granja de Arcayum, en
el documento de la donación de Da Fronilde a la iglesia de Cigüenza de la “cella Sancti Johannes in fonte Arcayo”,
en Diciembre del 959; en la escritura de fundación de San Salvador de Oña en
1011 por el conde Don Sancho se dona al monasterio “in Fonte Arcayo... nostram portionem”; en 1186 un privilegio de
Alfonso VIII al abad de Quintanajuar da al monasterio cisterciense, origen del
de Rioseco, las hierbas de la Granja de Villarcayo. Posteriormente, en el Libro
Becerro de las Behetrías del año 1362 aparece Villarcayo como behetría de
linaje, este lugar es solariego del monasterio de Rioseco, “e otro del abat de Oña que son yermos e que an por señor de la
behetría a Pedro Fernández... pagan el rey monedas e servicios”.
Así que cuando le toca el “gordo” de la lotería vemos la
locura que es la conversión de una aldea de población escasa y actividad agropecuaria,
en centro político, administrativo y económico de una comarca extensa y
estratégicamente situada. Si a ello añadimos que se constituye como municipio
diferenciado de la Merindad de Castilla la Vieja, quedándose con muy poco suelo
agrícola, es natural que se le despierte una vocación de "ciudad de servicios",
tanto administrativos como comerciales. Como nota les diré que no poseía
colmena alguna en el municipio, cosa sorprendente. Pero tampoco pensemos en una
grandiosa población porque a mediados del siglo XVIII, en el catastro de
Ensenada, se reflejan 58 viviendas. Es decir, cuarenta y cuatro vecinos más
veinticinco estantes y residentes. Y ninguno vive en alquería alguna. Para que
se hagan una idea: en 1850 había 63 vecinos y 268 habitantes. Aun así la
población creció entre 1560 y 1677 con una fuerte caída hacia 1693 y remonte
durante el siglo XVIII con emigración de individuos de las clases pudientes.
Casona superviviente durante 1937. Se aprecia la entrada al pasaje del Soto. (G. Sandri) |
La afluencia de población y cargos administrativos tuvo como
consecuencia la construcción de nuevos edificios donde albergar tanto a las
nuevas instituciones como a las personas que las atendían, amén de los servicios
necesarios que se iban a demandar. El incendio de 1834 destruyó cerca de
cuarenta casas pero, no nos confundamos, ha sido la falta de escrúpulos de
estos munícipes durante los pasados 50 años lo que nos ha dejado esta “joya”
–y, a pesar de ello, es mi muy querido pueblo-. Se ha destruido diligentemente vestigios
de la época del Corregimiento, perdiendo así la villa la personalidad adquirida
a lo largo de los tres siglos más importantes de su historia.
Todas estas construcciones de los siglos XVI y XVII y su
distribución sobre el terreno crean la trama urbana que tenemos. Los edificios
públicos y las viviendas de los funcionarios importantes configuraron la Plaza
Mayor, en tomo a la iglesia parroquial creció el barrio de Santa Marina, ocupado
por algunas familias hidalgas procedentes de las Merindades y labradores a
renta. La población en general se reparte en otros dos barrios, el más
importante al oeste de la plaza, en Carreruela, calle del Horno, camino real de
Medina, etc., donde se agrupan los artesanos, mercaderes y servicios. La zona
del Soto y adyacentes, como queda bien determinado en la Ordenanza Vieja de
Villarcayo del año 1712, tienen un uso comunal, de pastos fundamental mente.
Lo primero que debió construirse fueron los edificios
públicos necesarios: Ayuntamiento General de las Merindades y Casa de Justicia
con su cárcel y torre, que estaban en el mismo lugar que ocupan hoy el
Ayuntamiento de Villarcayo y el Juzgado. Pero lo que tenemos ante nuestros ojos
tampoco son los originales porque este conjunto de construcciones se sustituyó
a finales del siglo pasado por la actual Casa Consistorial (1891) , proyectada,
como el de Medina de Pomar por el arquitecto provincial José Calleja. Hay una
fotografía de la plaza en ese mismo año en la que se ve al ayuntamiento
reluciente y aún sin reloj ni marcos en puertas y ventanas. Los únicos restos
de aquellos edificios que han llegado a nuestros días son la torre del
Corregimiento y el escudo real, conservado milagrosamente, que decora la
fachada del Juzgado. La construcción debió ser lenta ya que en 1595 el Alcalde
Mayor pagaba a la Parroquia por reunirse en la capilla de San Miguel, e incluso
en el libro de visitas se conmina al arcipreste a que no se inmiscuya en las
causas civiles, cosa que al parecer hacía al celebrarse las reuniones en la
iglesia.
En
el Catastro de Ensenada se describe así: “Una
casa en la plaza pública con cuatro cuartos y una cocina que habitan los
corregidores. Sala consistorio, archivo, cuarto bajo donde se hacen audiencias,
cárcel con dos cuartos altos para los presos y el de mujeres con su cocina, que
ocupa el alcaide de ella, capilla y oratorio bajo que cae al patio bajo,
calabozo con otro inmediato y torre del reloj unida y perteneciente todo a
dicha casa con su jardín a espaldas de ella. Por la fachada principal ancho
27,5 varas por 30 de fondo. Limita: Cierzo- calle; Solano- calle pública
Abrego- plaza; Regañón- casa carnicería de esta Villa y Merindad de Castilla
Vieja”.
Plaza de Villarcayo en en cambio de siglo hacia el siglo XX |
Hay
otra descripción en el libro de Nicolás y Andrés Oteo Ortega y Julián García Sainz
de Baranda "Villarcayo y la Merindad de Castilla la Vieja. (Boceto para su
historia)" que la toma del Diccionario de Cortes:
“Tiene la Villa hermosa Casa
Consistorial, situada en la plaza, de piedra sillería, conocida en el país con
el nombre de piedra franca; forma un cuadrilátero de 83 pies de frente por 89
pies de fondo; se levanta sobre arcos chatos, que se muestran sobre seis
columnas redondas, de cerca de una vara de diámetro con sus bases y capiteles;
tiene de elevación 35 pies y adornada simétricamente de tres balcones y dos
ventanas; sobre el del medio, se halla un escudo que contiene las armas reales
con su corona y le circunda el collar del toisón de oro y a sus lados están
colocadas dos columnas en alusión a las de Hércules, y las inscripciones
correspondientes. A los lados del balcón y en dos nichos adornados con dos
columnas redondas y aisladas cada una (las que tienen sus basas y capiteles) y
escuditos con corona y las armas de Castilla están colocadas dos estatuas, una
de Laín Calvo y otra de Ñuño Rasura sentados en sus sillas. En dicha casa
Consistorial hay cómoda vivienda para el Corregidor. Está la cárcel real de la
jurisdicción, que es de mucha reputación por su seguridad, tiene vivienda para
el alcaide. También hay en ella dos estrados para las audiencias públicas.
Contiene igualmente las salas capitulares, en que se celebran los ayuntamientos
de expresadas Merindades y el particular de la Villa. Tiene también sala de
presentados y dos piezas para Archivo general de ellas, habiéndose también
colocado en otra inmediata a las capitulares, el de la Merindad de
Castilla-vieja, cómodas, seguras y en lo dable hermosas. También hay en ella
capilla pública, para que oigan misa los presos y la vivienda del corregidor
disfruta de este beneficio por medio de una tribuna”.
Por
una anotación del año 1585 en el Libro de Fábrica de la parroquia de Santa
Marina sabemos que la capilla de la cárcel "está
bien", lo que nos hace pensar que la construcción del edificio estaría
bastante adelantada y algunas de sus partes estaban ya en uso.
El ayuntamiento desde el barrio de Santa Marina (G. Sandri) |
Era
imprescindible la presencia de una cárcel en la capital del corregimiento. Y
esta debía estar bien equipada. En el inventario de 1759 nos dicen: “Prisiones: item dos cepos, uno de hierro y
otro de madera. Dos cadenas, una pequeña y otra grande. Un potro para dar
tormento, muy viejo. Dos pares de esposas de hierro. Dos candados. Unas barras
de cepo de hierro. Diez garroperas, unas buenas y otras quebradas, para la
cadena. Catorce pares de grillos buenos y cuatro quebrados. Escoplo, martillo y
yunque para poner y quitar los grillos. (Más seis pares de esposas nuevamente
fabricadas)”. Bueno, en unas cuentas de 1739 figuraba un apunte para
naipes. Supongo que para los ratos muertos o para ganarse unos cuartos porque
la vida en la cárcel necesitaba ser “engrasada” y quien tenía dinero vivía
mejor. Por cierto, no nos olvidemos del sacabocados que servía para controlar
las dobles suelas.
Esta
cárcel estaba en la torre del corregimiento. Bueno, en la torre que existió
antes de la que vemos actualmente. Si se fijan estaba junto a la sede de la
autoridad. ¡En el centro del pueblo! Y en un ambiente hogareño donde la mujer
del alcaide (no carcelero) cocinaba –y cobraba-por cocinar para todos.
Y
cuando surge una capital administrativa surgen puestos de trabajo y la
necesidad de ocuparlos. Piensen en Vitoria, capital administrativa de la
Comunidad Autónoma del País Vasco, que ha disparado su población fija y tiene
una gran cantidad de trabajadores flotantes. Lo mismo ocurre en el Villarcayo del
siglo XVI: nuevas gentes que deben encontrar vivienda porque salvo el corregidor
y el alcaide de la cárcel que cuentan con vivienda pública los demás necesitan
sitios para vivir y desarrollar sus actividades. Además sería preciso tener
lugares de acogida para el aumento de transeúntes y visitantes ocasionales.
Detalle casa en la Calle del Horno. |
Y
la villa se lo tomaba en serio. Así disponía de:
- Un mesón para transeúntes obligados a resolver cuestiones administrativas o judiciales. Resultó insuficiente porque surgieron otros privados. La descripción que da el Catastro de Ensenada es: Casa mesón en Carreruela de 7x22x14 varas (alto, largo y fondo). Casa pajar pegante a la anterior de 14x14 (largo y fondo). Limita: al Cierzo y al solano con la tierra de Doña Josefa Gómez; al Ábrego con la Calle Real; y al Regañón el huerto de D José Saravia. La llevaría en renta Lorenza García. Y, además, había dos tabernas particulares que llevaba José de Andino.
- Otra propiedad municipal era el horno, cuya explotación remataba anualmente el Ayuntamiento, y cuya situación debía ser muy similar a la de la actual Calle del Homo. Se describe así: Casa horno de 3x13 varas (altoxlargo) que limitaba al Cierzo con la propiedad de Bernardo de Céspedes; y a Solano, abrego y regañón con la Calle Real.
- También era propiedad de la villa la carnicería, que estaba junto a la Casa de las Merindades y cuya explotación también se subastaba cada año. Hasta los años noventa se mantuvo una carnicería en los bajos de la torre del Corregimiento. De ella dice el Catastro: Caseta para despachar la carne, con portal. De 5x8 varas que Limita al cierzo y solano con la Casa de las Merindades; y a abrego y regañón con el camino al Soto.
- La alhóndiga, situada camino del Soto, para el abastecimiento de los vecinos.
El
nuevo Villarcayo también se preocupó por el espíritu: construyó la iglesia de
Santa Marina. Su cuerpo principal, renacentista, era del último tercio del
siglo XVI, aunque la torre se construye en el XVII, terminándose en 1656, y se le
añaden capillas hasta el siglo XVIII. Seguramente hubo alguna iglesia
parroquial anterior -quizá románica- y, probablemente, en el mismo lugar que la
actual. Sería de pequeñas dimensiones por lo que se habría de sustituir por
otra más adecuada a los tiempos y las necesidades (igual que en la
“ultramoderna” de 1970). En la primera mención documental de Villarcayo se
nombra una cella Sancti Johannes, que
nos hace pensar en una pequeña iglesia familiar, frecuentes en esta zona en la
Alta Edad Media y que dieron lugar, en algunos casos, a las abadías seglares. Además
de una ermita de San Pedro, mencionada en el archivo parroquial (seguramente
arruinada en el siglo XVI), reparada en varias ocasiones y cuyo recuerdo se ha
fosilizado en el término Tras San Pedro.
Volviendo
a la antigua iglesia de Santa Marina vemos que en 1591 se anota la visita del
cuerpo de la iglesia, que el visitador "halló bien reparado". Se
señala también que no hay campanario y que las campanas están metidas en el
cuerpo de la iglesia. Tampoco hay retablo y hay muchas sepulturas y
"cóncavos" en las paredes, con cuya autorización, precio por medio,
se podría financiar la construcción del campanario y encargar un retablo. En
1618 se encarga a Sebastián López de Villapanillo que "haga el retablo con toda brevedad", y en años
posteriores se va completando el mobiliario de la iglesia, tanto litúrgico como
utilitario, por ejemplo en 1620 se encarga un arca archivo y en 1629 se manda
dorar el relicario.
Calle de Nuño Rasura en 1910. Se aprecia el Palacio de Villarán. Esta era la antigua calle Real de Medina de Pomar. |
El
tema es que no solo fue Villarcayo el único lugar donde se construyó una
iglesia nueva. Por ello se puede pensar en un momento de bonanza económica por
Las Merindades que choca con la coyuntura general de los siglos XVI y XVII. Puede
que el librarse de la presión económica de los condestables favoreciese la
tesorería de los pueblos. En el XVI, hay una gran actividad constructiva de
iglesias renacentistas (aunque en los modos de construir perduren algunas
reminiscencias góticas) de gran porte como las de Cigüenza, Horna, Villalaín,
Bisjueces, etc. Por otra parte algunas de las que mantienen la fábrica románica
se amplían o se les añaden capillas.
La
ermita de San Roque es un caso aparte, ya que aunque es un templo, un edificio
dedicado al culto, fue construido y administrado por el Ayuntamiento, con las
limosnas de los vecinos, que tenían contraído un voto, probablemente
relacionado con alguna epidemia.
Nos
falta hablar de las casas y de los barrios. Viviendas para los que llegaban por
el trabajo creado por el corregimiento y para los que les ofrecían servicios.
En aquellos tiempos la población estaba muy estratificada socialmente y esto tuvo
un reflejo en la distribución y la calidad de las construcciones.
Calle Nuño Rasura en la actualidad. |
En
la plaza, cerca del Corregimiento, se agrupaban las casas de mayor tamaño y
superior calidad constructiva. Por el Catastro sabemos que eran propiedad o
estaban habitadas por funcionarios, como escribanos, veredero de la renta del
tabaco y otros, y por los profesionales de más postín, especialmente abogados.
Gente de rentas altas. Todas estas casas construidas entre las postrimerías del
siglo XVI y el siglo XVIII eran de carácter urbano, ya que a pesar de contar
todas con huerta no se parecían en nada a las grandes casa nobles de tipo rural
que hay en otros pueblos de las Merindades y que son un híbrido entre el
palacio y la casa de labor. Eran edificios de notables dimensiones, que
contaban con ciertos lujos como portalones, caballerizas, bodegas,
"cuartos de recibir" y hasta algún jardín. Es lógico suponer que en
todas se lucía el blasón que proclamaba la hidalguía de sus dueños. La
privilegiada situación de Villarcayo en un llano, libre de murallas anteriores
y de fueros anticuados permite que se formara un conjunto arquitectónico de
gran calidad con grandes espacios abiertos y calles anchas para la época además
con una característica única, la comunicación directa entre la plaza y el Soto.
En
este gran espacio abierto nos encontraremos, en 1753, con la casa de las
Agustinas recoletas de la ciudad de Pamplona que estuvo frente a la plaza y que
tenía doce varas de largo por once de ancho y alquilada a un tercero por 110 Reales
de Vellón. (El catastro de Ensenada nos informó de que no había conventos en
Villarcayo); o la casa del escribano Gabriel Antonio Saravia que lindaba por el
noroeste con la Casa Patín; estaba la del procurador de número y audiencia de
las Merindades de Antonio Guernica. Veríamos la casa del caballero calatravo
Diego Herrera Castañeda que se destacaba no por tener dos alturas sino por una torrecilla
sobre ellas. La casa de los herederos de Sebastián Gutiérrez o la de Manuel
Arroyo… en total había quince casa en la plaza. Dieciséis si contamos el
ayuntamiento. El profesor Manuel López Rojo comenta sobre esta situación que,
quizá, no existiesen los famosos escudos nobiliarios -hoy desaparecidos como
las casas- porque no son descritos en sus fuentes.
Detalle del Palacio de Villarán y su escudo. |
El
resto de los residentes se agrupaba en barrios, destacando el de Carreruela,
donde se concentraba la mayor parte de la población y de los servicios y
negocios particulares, como fondas que apoyan al mesón de propiedad pública,
botica, el horno, zapateros, sastres, cirujanos-barberos, etc., además debía
haber otro tipo de servicios, como tabernas, casas de comidas además de otros
locales dedicados a actividades turbias como se puede constatar en las
anotaciones de visita a la Parroquia del año 1657 donde se dice que los curas
lleven hábitos decentes no trajes seglares... y no vayan a tabernas, casas de
juego ni de malvivir.
Las
casas de Carreruela, calle del Horno, Calle Real y Calle Real de Medina eran de
dimensiones más reducidas y de materiales menos nobles, generalmente con planta
y una altura, en muchos casos sin huerta, y adaptadas a los oficios de sus ocupantes:
hay por ejemplo un maestro de primeras letras que en sus ratos libres fabrica
hostias, un escribano que tiene en su casa una tienda de buhonería, un botero
etc. Por incidir en el asunto: en 1794 residían en Villarcayo un médico, dos
cirujanos y un boticario, un herrador-albéitar, dos maestros de obra, un
tornero, un confitero tres tejedores y tres sastres. Y un zapatero remendón. En
La Calle Real de Medina hubo una excepción, quizá el edificio privado más
importante de Villarcayo, la casa-palacio de los Villarán, con sus dos torres
que fue derribado en la segunda mitad del siglo XX para hacer la calle “Obras Públicas”.
Un nombre irónico. ¡Con lo fácil que hubiera sido salvarlo! Este barrio fue
casi destruido en el acontecimiento bélico más destacado que ha sufrido la villa:
el incendio del 18 de septiembre de 1834 cuando se queman 35 casas en
Carreruela, Horno. Ancha, Real, Nueva, Rincón y plaza Mayor.
La iglesia de Santa Marina desde la Plaza. |
En
torno a la iglesia, en el barrio de Santa Marina había viviendas más rústicas en
su mayor parte propiedad de instituciones religiosas, parroquia de Villarcayo,
Cofradía de las Ánimas, monasterios de Rioseco, Santa Clara, Agustinas
Recoletas de Pamplona y algunas propiedades de clérigos originarios de Villarcayo
que ejercen su ministerio en otras localidades. En su mayor parte estaban
arrendadas a los labradores del pueblo. Pero no quita para que, en 1752, vivan
personajes ilustres como un abogado de los Reales Consejos o un boticario. Por
cierto, este abogado, Bernardo de Hoyos habitaba una casa cuadrada de sesenta
pies de lado de dos alturas y que estaba encuadrada entre el camino a Cigüenza,
el pasaje al Soto, la huerta posterior de la casa y supongo –ya que no lo
indica- la casa del vecino. Salvo error, actualmente tenemos ahí una de las
últimas casonas del pueblo.
La
actual calle San Roque lucía escasas las construcciones. Estaba rodeada de
huertas con cabañas para los aperos, alguna cuadra y poco más. Podría ser el
barrio que se menciona en el Catastro como "las Cabañas". Según el
catastro de 1752 en esta área vive, por ejemplo, Bartolomé Bonifaz. En las
proximidades del lugar donde más adelante se construiría la ermita se agrupaba
otro pequeño barrio de labradores.
La fuente de la plaza y el ayuntamiento en 1937 (G. Sandri). |
Habría
otros aspectos que considerar, como la ausencia de molinos. Villarcayo por las
características del tramo de río que le toca, desviado en varias ocasiones
(tanto que a la ciénaga de Rocilla en la documentación se la llama a veces
"Río Viejo de Nela") tiene muy difícil con los medios técnicos de
entonces la construcción de una presa y el correspondiente molino,
imprescindible para el acopio de harina, de la que habría una demanda
creciente, para la tahona. Para solucionarlo entre la Parroquia y los vecinos
disfrutan de un molino de Quintanilla.
Bibliografía:
“Crecimiento
y evolución urbana de Villarcayo en la edad Moderna (1560-1784)” por José Ángel
Churruca García.
“Papeles
viejos de Castilla-Vieja. Crónicas de ayer en el archivo de Villarcayo” por
Jesús Moya.
“Villarcayo.
Capital de la comarca Merindades” por Manuel López Rojo.
Archivo
Histórico de la Ciudad de Bolzano (Italia).
Centro
cartográfico y fotográfico del ejército del Aire de España.
Villarcayo.net
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