Nuestro protagonista nació para el mundo en
Espinosa de los Monteros el año del señor de 1508. Excepto para Medina de
Pomar, donde le han erigido una estatua de medio cuerpo diciendo que es oriundo
de la actual pedanía de Pomar y que nació en 1509. En la internet podemos
encontrarnos lugares que siguen esta corriente y algunos autores burgaleses
–Elías Rubio Marcos, por ejemplo- que resultan confundidos por la estatua.
Fray Valentín de la Cruz, en su libro “Burgos.
Capitanes insignes I” de 1981 lo presenta como Medinés pero, en cambio, le hace
afirmar que repetía orgullosamente que su apellido era Espinosa de los
Monteros. Pura contradicción.
Ruy Díaz de Guzmán, en su “Anales del
descubrimiento, conquista y población del Río de la Plata” comúnmente llamada
“La Argentina” (1612) nos dice que es Pomarés:
“Traía
por su maestre de campo un caballero de Ávila, llamado Juan de Osorio, que
había sido en Italia capitán de infantería española, al cual todos querían y
estimaban por su grande afabilidad y valor. Iba por almirante de la armada don
Diego de Mendoza, hermano del adelantado; y por su alguacil mayor Juan de
Oyolas (sic), que a más de la privanza grande que con el adelantado tenía, era
su mayordomo. Por proveedor de Su Majestad, un caballero llamado Francisco de
Alvarado, y junto con él, un hermano suyo llamado don Juan de Carabajal. Entre
los de más cuenta que llevaba, eran el capitán Domingo Martínez de Irala,
natural de Bergara en la provincia de Guipúzcoa; Francisco Ruiz Galán, de la
ciudad de León en Castilla; el capitán Salazar de Espinosa, de la villa de
Pomar; Gonzalo de Mendoza, de Baeza, y don Diego de Avalos”.
Por el contrario en la “Verdadera relación de lo
que sucedió al Gobernador Jaime Rasquín en el viaje que intentó para el río de
la Plata en el año de 1559, hecha por Alonso Gómez de Santoya, Alférez del
Maestre de Campo don Juan de Villandrando” nos dicen que es Espinosiego: “(…) que fue poblada por el capitán Juan de
Salazar que fue de Espinosa de los Monteros (…)”.
Si acertar el lugar de nacimiento fuese fruto de
una votación o de la suma de opiniones afirmaríamos que habría nacido en
Espinosa de los Monteros y no en Pomar. Claro que la internet está plagada de
“corta y pega” con lo cual una versión se multiplica exponencialmente. Yo le
creo de Espinosa de los Monteros por el empleo de este lugar en el apellido de
Juan de Salazar que estaría dentro de la corriente de su época. Otrosí, Rufino
Pereda nos habla de una familia de Monteros del rey con el apellido Salazar. En
Medina de Pomar nacieron Juan “de Medina” y Hernando “de Medina” y siguiendo
esta línea resulta ilógico llamarse “de Espinosa de los Monteros” siendo de
otra población. Pero, a falta de más documentos a mi alcance, confío en lo
dicho por aquellos más cercanos a él en el tiempo, siempre y cuando no
estuviesen equivocados.
Sigamos. Algunas de sus biografías nos lo
presentan en Salamanca para graduarse en Leyes -¡Incluso doctor en leyes!- y
comendador de la orden de Santiago. Pero no nos confundamos, era de carácter
guerrero. Fue descrito como “un oso
peludo, grandullón, centauro si jinete, especie de hóplite macedonio, de paso
lento, si combatiente a pie”.
Este hijo de Las Merindades partió en 1535 desde
Cádiz en pos de la aventura americana y de la eternidad quizá gracias a Juan de
Ayolas que era de Briviesca. Situémonos en Toledo ese 1534 cuando la corona
otorga Nueva Andalucía a Pedro de Mendoza y Nueva León, es decir, el extremo
sur de América, a Simón de Alcazaba.
Mendoza es un gran y leal señor con experiencia
militar y acreditadas dotes políticas. Va a conquistar y a poblar, a crear
colonia. Ha sido nombrado, el 22 de agosto, primer adelantado, gobernador y
capitán general de Nueva Andalucía. Saldrán en 1535 con 14 barcos. Juan de
Salazar y Espinosa de los Monteros manda el galeón “La Anunciada”. Además, hay
una veintena de hidalgos con título, mucho mayorazgo —primogénitos de familia noble—,
caballeros de órdenes militares (nuestro Juan) y oficiales veteranos de las
guerras de Italia. Por ejemplo, el hermano de Santa Teresa de Ávila, Rodrigo de
Cepeda.
Mendoza está muy enfermo: no es un hombre viejo
—no llega a los cincuenta años—, pero su cuerpo quebrantado por la sífilis
apenas aguanta el viaje. Mata en Río de Janeiro a su maestre de campo y a
alguno más. Parece que es estos ajusticiamientos participó nuestro protagonista
(nada extraño si comandaba una nave). Tras estos incidentes y la llegada a
destino en enero de 1536 hubo cierta prematura sensación de alivio. A
principios de febrero se funda formalmente la ciudad de Puerto de Nuestra
Señora Santa María del Buen Aire. Tras pelearse con los guaranís tendrá poco
futuro. El alguacil mayor, Juan de Ayolas e Irala son enviados para explorar
mejores asentamientos. ¡Y le va bien! Recurrió a aliarse con otros guaranís y
funda varias poblaciones. Regresa a Buenos Aires en julio y se encuentra que,
tras un incendio, los bonaerenses se refugian en los barcos. El hambre hace
estragos y “todo sirve de alimento -escribe
Ruy Díaz de Guzmán-: sapos, culebras, carroña y la misma carne humana. Dos
personas a escondidas recortan jirones de carne de un colgado a quien
ejecutaron por robar un caballo y se los comen”.
Para octubre de 1536, Buenos Aires estaba libre
de asedio y funcionando como una ciudad. Juan de Salazar es nombrado veedor interior
por el adelantado don Pedro de Mendoza en la población de Buena Esperanza
(20-10-1536). Claro que Juan de Ayolas está desaparecido río arriba. Para ver
qué pasa se comisiona a Juan de Salazar que llevará consigo 2 bergantines y 60 hombres
el 15 de enero de 1537. Debe encontrar a Ayolas, y a su segundo Irala claro,
porque Buenos Aires está en un páramo con escasos recursos y bajo muy difíciles
condiciones de supervivencia. Lo bueno es que se dispone, río Paraná arriba, de
dos fuertes - Corpus Christi (cerca de la actual Puerto Gaboto de Argentina) y
Buena Esperanza- y más al norte otro asentamiento, el de Candelaria, actual
Fuerte Olimpo a orillas del río Paraguay. La población de Buenos Aires ha
quedado diezmada y la única solución pasa por trasladarse a esos asentamientos
río arriba. Pero necesitan que Ayolas les diga que el campo está libre.
Desgraciadamente cuando Juan llega al puerto de
Buena Esperanza lo encuentra abandonado. Tras dejas equipo en Corpus Christi
siguió remontando el Paraná. Como la estación era poco favorable y los vientos
contrarios, el avance se realizaba por el procedimiento de la sirga, lo que
hacía la navegación fatigosa y tremendamente lenta. Después de habituales
detenciones en las orillas e islas del Paraná, consiguieron pasar las Tres
Bocas e internarse en el río Paraguay. A finales de abril los hombres de
Salazar recalaron en una pequeña bahía de este río.
Durante ese tiempo, en Buenos Aires, se
producirá una serie de hechos surrealistas: Pedro de Mendoza, enfermo, hace
pública su intención de volver a España y pasa todas sus atribuciones a Ayolas,
al que nombra teniente de gobernador y capitán general. ¡A un ausente! Estupendo
para el que dirige Buenos Aires: Francisco Ruiz Galán.
Y Mendoza muere en alta mar. Lo que empuja a
Galán a buscar a Juan de Ayolas. Llegó a Corpus Christi y se entrevistó con Martínez
de Irala, aquel que marchó de segundo con Ayolas, que dice que su superior le
había nombrado lugarteniente en su ausencia y, por tanto, era él quien mandaba.
Y no Galán que se vuelve a la colonia de Buenos Aires a… mandar.
Pero, ¡¿dónde está Ayolas?! Río Paraná arriba, o
río Paraguay arriba. ¿Qué sabemos de este hombre? Salió con Irala pero a este
lo hemos encontrado enfadado con Galán. Por su segundo sabemos que continuaron
río arriba por el Paraguay. En la exploración de los cauces fluviales iban unos
detrás de otros.
Naveguemos en el tiempo para encontrarnos, otra
vez, con Juan de Salazar. Estos necesitaron reparar los bergantines y obtener
alimentos frescos para continuar el viaje. Los indios guaraníes que poblaban esa
área les recibieron bien y a mediados de mayo Salazar de Espinosa continúa río Paraguay
arriba, hallando el 23 de junio a Martínez de Irala 30 leguas arriba de
Candelaria. La situación de Irala y sus hombres era muy precaria, dado que a
duras penas resistían, navegando río arriba y río abajo para proporcionarse
alimentos, según palabras del propio hijo de Vergara.
Estudiante representando a Juan de Salazar y Espinosa de los Monteros en un desfile en la ciudad de Luque (Paraguay) |
Transcurridos ampliamente los cuatro meses
fijados por Ayolas para que Irala le esperase en Candelaria, y debido a lo
deteriorados que estaban los bergantines de éste, los dos capitanes Irala y
Salazar navegaron hacia el Sur hasta un puerto de los indios carios o
guaraníes. Allí ordenó Irala que calafatearan sus bergantines y les repusieran
los remos y jarcias y se volvió a esperar a Ayolas y sus hombres.
Separados los dos capitanes, Juan de Salazar
navegó río abajo. Pasada la desembocadura del Pilcomayo, los castellanos hallaron
una gran bahía, con una mansa rada, grande como para albergar bergantines,
protegida por un banco de tierras bajas que recibió el nombre de Banco San
Miguel. Le había gustado a Martínez de Irala cuando llegó allí. Y, más tarde, cuando
remontaron los dos bergantines de Juan de Salazar y Espinosa, estos también
apuntaron el lugar. Los castellanos construyeron una casa de madera “para asegarse, y poder salir a buscar
comida dexando las espaldas seguras”.
Poblaban el lugar la zona tribus indias de los caciques
Caracará, Abambaré, Cupirani, Timbuai, Mayreru y Moquiracé. Tengamos claro que
los guaraníes eran una tribu numerosa y de cultura relativamente avanzada. Se
extendían desde el Plata hasta el imperio Inca, dividido en múltiples tribus.
Eran sedentarios, agricultores e industriosos, lo que les proporcionaba un
cierto bienestar económico.
Allí es posible plantar, cultivar y compartir recursos
con los indios. El 15 de agosto de 1537 Juan de Salazar y Espinosa funda
solemnemente el fuerte de Nuestra Señora de la Asunción. De forma cuadrangular,
con dos torreones elevados a cierta altura, desde donde se divisaban fácilmente
las tolderías de los guaraníes. La jurisdicción y distrito del asiento se fijó
en cien leguas a su alrededor. La capilla fue bajo la advocación de la
Encarnación. Había nacido Asunción, la que después será capital de Paraguay y
que desde ese momento sería el centro de la conquista del río de la Plata. En
1538 Juan es designado como el primer alcalde de Asunción y, más tarde en 1542,
nombrado gobernador de la misma.
Vista GOOGLE de Asunción con detalles del cauce del Paraguay. Si pinchan aquí conocerán la calle Juan de Salazar y Espinosa. |
Al sur, Irala y Galán siguen discutiendo. Pero en
noviembre de 1538 la cosa evolucionó –para mal- al aparecer Alonso Cabrera, el
veedor de justicia que había zarpado con la expedición de Mendoza y, en algún
momento, se desvió de la ruta. Cabrera estaba loco y metido en el pleito juzga
que debe gobernar Ayolas. Es decir, Irala, que es su segundo. La discusión
seguirá hasta que Cabrera decide destruir Buenos Aires para anular el poder de
Galán y evitar que el nuevo adelantado, que está al caer, le quite el poder. Se
lo ordena a Domingo Martínez de Irala. Era junio de 1541. Todos los colonos
serán alojados en Asunción que se convertía en una ciudad con 600 habitantes.
Una población enorme para el momento.
Y ¿dónde se había metido Ayolas? En Asunción supieron
los colonos algo que Irala y Cabrera sabían ya: que Ayolas había muerto. Así
que Cabrera reinaba como veedor y Domingo Martínez de Irala ejercía como
gobernador provisional. El nuevo adelantado será Cabeza de Vaca, el que se
recorrió América del Norte. El 11 de marzo de 1542 la compañía del adelantado aparecía
en Asunción. Ni Cabrera ni Irala aceptaban de buena gana la aparición de un
nuevo jefe. Pero el adelantado llegaba con 400 hombres.
Fíjense con qué tipo de gente se codeaba nuestro
paisano: Domingo Martínez de Irala era un hombre muy ambicioso. Era hijo de un
escribano real y había abandonado la segura comodidad de un mayorazgo en
Vergara para buscar riqueza y gloria. Nunca se disipará la sospecha de que
abandonó Fuerte Candelaria a sabiendas, para que Ayolas se encontrara allí solo
frente a los indios que acabaron matándole. Y ¡ahora es el jefe! Y no
entregaría el poder a la vieja gloria de Cabeza de Vaca. Hubo juego sucio y
mentiras para conseguir la destitución del veterano explorador pero este lo
descubrió.
El adelantado intentó deshacerse de Irala nombrándole
maestre de campo y ofreciéndole buscar la ansiada sierra de plata. El
guipuzcoano pasó el invierno de 1542-1543 explorando el interior del país.
Irala trajo también piezas de oro y plata, y eso fue suficiente estímulo para
que Cabeza de Vaca decidiera de inmediato partir en búsqueda de las fuentes de
esa riqueza.
¿Dejar el poder? ¿Dejar Asunción? ¿El adelantado
estaba en sus cabales? No lo tengo claro. Piensen que la ciudad fundada por
Juan de Salazar y Espinosa de los Monteros era, a la fecha, una ciudad en crecimiento
gracias a la abundancia de mujeres indígenas, sus intercambios y por la
placentera vida que llevaban sus pobladores. ¡Llamaban a Asunción El Paraíso de Mahoma!
Cuando en 1543 el Adelantado partió en una
expedición hacia el Norte, Salazar, que vivía junto a la iglesia de la Merced,
quedó como teniente gobernador y con el encargo de mantener la paz con los
indios (yapirus, guatacas, huemes), ordenar y reagrupar las casas de la ciudad
y tejar la casa fuerte.
Insistiendo en el desorden pasional, en 1545 el
capellán Francisco González Panlagua escribía al Emperador: “acá tienen algunos setenta [mujeres]; si no
es algún pobre, no hay quien baje de cinco o de seis; la mayor parte de quince
y de veinte, de treinta y cuarenta...”.
Cuando Cabeza de Vaca regresó a Asunción sin
encontrar nada, la conspiración ya era imparable. Para que vean: los
conspiradores se llamaron “los comuneros” y Juan de Salazar actuó, en este
caso, como don Tancredo. Corría el 8 de abril de 1544. El nuevo –viejo- hombre
fuerte será Domingo Martínez de Irala con Ñuflo de Chaves como su
lugarteniente. En marzo de 1545 se factura a Alvar Núñez Cabeza de Vaca a
Castilla acompañado del veedor Alonso Cabrera, y el tesorero, García Venegas.
Estos llevaron las pruebas contra el Adelantado. Al tiempo de partir, dejó Cabeza
de Vaca un poder secreto al capitán Juan de Salazar y Espinosa para que en su
nombre gobernase la provincia. Este levantará hombres en armas pero son
pillados. Juan de Salazar es expulsado y enviado de regreso a España en el
mismo barco que el adelantado. Para ello se fletó un barco que debía alcanzar
el otro navío.
Por un azar el barco en el que retornaban a la
Península se llamaba “Comunero”. No debemos desconocer tampoco, que en la conquista
del Plata intervienen muchos de los hombres que habían militado con los
comuneros castellanos.
Tres años más tarde se permitió a Juan de
Salazar regresar en calidad de Tesorero Real de los territorios rioplatenses y se
le otorgaron nuevos cuarteles para su escudo de armas. Esta autorización le
permitirá explorar vastos territorios y participar en la llegada de ganado para
los nuevos pobladores. Dos años después se le elevó el sueldo y se le otorgó un
cargo de regidor.
Mientras, Irala pasó esos años luchando contra
los indios. Finalmente, en 1549 la corona le denegó el cargo de adelantado. Se
lo concedieron a Juan de Sanabria. Llega con la orden de suspender la conquista
y poblar. Para ello organizarán una “caravana de mujeres” al Río de la Plata.
Los Sanabria han fletado tres barcos al mando
del capitán Juan de Salazar, el de Las Merindades, el espinosiego, el fundador de
Asunción que, parece ser, dicen que se hallaba en Portugal al servicio de duque de Braganza. Vale, me lo creo. En esos barcos viajarán los Sanabria con otras familias, unos 100 matrimonios con
hijos y 100 mujeres solteras. Es el verano de 1549. Pero don Juan de Sanabria,
cuarenta y ocho años, va y se muere. ¡¿Entonces?! ¿Se quedará nuestro bravo
capitán Juan de Salazar en tierra? Será doña Mencía Calderón, la viuda, quien dirija
la expedición. A su vez reclamará para su hijastro Diego el cargo de su difunto
esposo.
Con doña Mencía y las tres hijas de su
matrimonio viajan Salazar, los capitanes Cristóbal de Saavedra y Francisco
Becerra, y el artillero alemán Hans Staden, que dejaría testimonio escrito de
su aventura. En Sevilla queda el joven Diego, reclutando gentes de armas para
zarpar en cuanto le sea posible. Es abril de 1550.
Cuando la expedición todavía navega por la costa
africana, una tormenta dispersa los tres barcos. Es un contratiempo gravísimo:
un barco aislado puede fácilmente ser presa de los piratas. Y efectivamente,
eso es lo que ocurre: frente a las costas de la Guinea queda la nave de Salazar
de Espinosa con 100 labradores, los soldados y las mujeres. A la desgracia
acude el corsario francés Scorcer Normand de la Rochelle. Era el 25 de julio cuando
se proponen despojar a los castellanos. Entonces doña Mencía hace de tripas
corazón y toma el control. Se dirige a los piratas, les amenaza, les habla de
la proximidad de refuerzos, evita el abordaje y finalmente consigue comprar la
libertad —y la integridad— de todo el pasaje.
Mermados de víveres –y de otros elementos- llegaron
a la isla guineana de Annobón donde días antes (25-XI-1550) había fondeado una
de las carabelas perdidas. Juntas se disponen a cruzar el Atlántico hasta la isla
de Santa Catalina, al sur de Brasil.
Reparto de la serie "El corazón del océano" donde le actor Hugo Silva (marrón con camisa blanca) interpreta a Juan de Salazar y Espinosa de los Monteros. |
En una tempestad el barco en el que viaja Salazar sufre daños. La mayor parte de la tripulación consigue ponerse a salvo, pero el accidente hace la situación angustiosa: si ya quedaban pocos víveres después del ataque pirata, ahora tienen que compartirlos entre más gente. Hay disturbios contra Juan de Salazar. Hacia el mes de diciembre de 1550, los dos barcos supervivientes divisan su destino: Santa Catalina o La Vera. Allí no hay rastro de Diego.
Las naves están deshechas; solo uno puede navegar.
Tampoco hay nadie para auxiliarles. No encuentran españoles. Solo a los portugueses
de la isla de San Vicente… Que se dedican al tráfico de esclavos indígenas, que
está prohibido. Doña Mencía, indignada, escribe cartas a la Casa de la Contratación,
en Sevilla, donde no solo da cuenta de su situación y pide socorro, sino que
además denuncia el innoble tráfico de los portugueses. El gobernador portugués intercepta
las cartas y lee su contenido. Decide aislar a los españoles y les priva de
cualquier ayuda y alimento. Solo la intervención de dos jesuitas les librará de
la muerte. Son el portugués Manuel da Nóbrega y el canario José de Anchieta, el
futuro fundador de Sao Paulo y Río de Janeiro.
Estamos ya a mediados de 1553. Por cierto, Diego
no aparece. Doña Mencía decide botar el único barco medianamente útil, el bergantín
Concepción, y trasladarse a un minúsculo asentamiento algo al sur, San Francisco
de Mbiazá. En agradecimiento, construyen una capilla dedicada a Nuestra Señora
de Gracia. Muchos de los expedicionarios solteros contraen matrimonio allí
mismo, en la costa de Mbiazá. El número de damas solteras se reduce de manera
ostensible. En un altercado entre Hernando del Trejo –ahora yerno de doña
Mencía- y Juan de Salazar este pierde su cargo a favor del otro.
Cuando nuestros protagonistas logran reconstruir
el barco, la expedición se divide. Una parte embarca para intentar ir río
arriba, remontando la fuerte corriente, hasta Asunción del Paraguay. Los demás,
con doña Mencía a la cabeza, cubren a pie el camino: casi 1.500 kilómetros de travesía
entre selvas, llanuras y sierras, muchas de ellas inexploradas. La expedición
alcanzará por fin su destino en la primavera de 1556, seis años después de su
partida desde Sevilla. Por cierto, Irala hará como que no recuerda nada de lo
pasado entre Salazar y él.
¿Y Diego? Nunca llegó a Asunción. Tardó
muchísimo en zarpar porque su nombre no ofrecía garantías. Consiguió llegar al
Río de la Plata, pero tarde. La corona, viendo que Sanabria no llegaba, nombró adelantado
a Irala. Otras versiones dicen que naufragó y se le perdió el rastro en la Amazonía.
¿Y Juan de Salazar y Espinosa? Pues falleció el
11 de febrero de 1560 ejerciendo el cargo de tesorero. Tuvo tres hijos mestizos
llamados Agustín, Hipólito y Juan de Salazar. Fue enterrado a los pies del
altar de la primitiva catedral de Asunción.
Bibliografía:
“Anales del descubrimiento, conquista y
población del Río de la Plata”. Ruy Díaz de Guzmán.
“La cruzada del océano” José Javier Esparza.
Burgospedia.
“Los burgaleses en el descubrimiento y formación
de américa” Eufemio Lorenzo Sanz.
“Los Monteros de Espinosa” por Rufino Pereda
Merino.
“Burgos. Capitanes Insignes” por Fray Valentín
de la Cruz.
“Medina de Pomar. Cuna de Castilla” Inocencio
Cadiñanos Bardeci, Emilio González Terán y Antonio Gallardo Laureda.
Para saber más:
La primera fundación de Asunción.
Esta entrada está dedicada a José Antonio San Millán Cobo y al espléndido extinto programa "Huellas en el Tiempo" de Radio Espinosa Merindades.
Para saber más:
La primera fundación de Asunción.
Esta entrada está dedicada a José Antonio San Millán Cobo y al espléndido extinto programa "Huellas en el Tiempo" de Radio Espinosa Merindades.
Una estupenda reseña. Enhorabuena. Lástima que no haya una prueba definitiva de que Juan de Salazar naciera en Espinosa de los Monteros. Creo que habrá que inclinarse por considerarlo espinosiego, que parece lo más probable (mientras no se demuestre los contrario). Que le hayan dedicado un busto en Medina me parece una osadía imperdonable.
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