Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 4 de febrero de 2018

El teniente Churriaque cruzó la línea roja


El verano del 36 parecía haber atemperado las cuitas políticas que estrangulaban España. Nadie de los que escaparon del calor madrileño o del de otras grandes ciudades podía esperar el caos. Caos que llegó pausado como un atardecer de verano y brutal como un león. Lentamente España se partía sin que muchos habitantes lo percibiesen por mor de las imperfectas comunicaciones.

Esos primeros días hubo mucha incertidumbre y desconcierto dadas las informaciones contradictorias que se escuchaban. La única cosa clara es que Burgos era de los sublevados porque los que se habían acercado en busca de noticias no habían regresado.

Merindad de Montija con los montes que separan
Burgos de Cantabria al fondo.

Además, no había signos aparentes de guerra ni disturbios generalizados. Algunos alborotadores habían tomado en Ayuntamiento de Villarcayo –cabeza del partido judicial- y el 19 de julio difundían un decreto del Gobierno Civil (a cargo del general golpista Fidel Dávila Arrondo) ordenando el cese de todas las gestoras municipales de la provincia y la constitución de las corporaciones de 1931 con exclusión de todos los concejales pertenecientes al Frente Popular (las izquierdas). Pero, para los más listos, era el momento de cambiar de aires, sin preguntar ni despedirse. Algunos alcaldes y concejales pusieron tierra de por medio hacia la zona que entendían les permitiría mantener la libertad. Y la vida, sospechaban. Ese paraíso era la provincia de Santander (Cantabria). Muchos escaparon los primeros días de la guerra, cuando todavía no había un frente consolidado, destacando la fuga de los integrantes de la banda municipal de música de Espinosa de los Monteros. Lo que registró el acta municipal ¡por incumplimiento de contrato!

El alcalde de Espinosa de los Monteros, Serapio López Alonso, de Izquierda Republicana, reunió en el ayuntamiento a los gestores del Frente Popular y otras personas afines para tratar de evitar una sublevación en el municipio. Sin embargo el lunes 20 de julio la Guardia Civil se presentó en la casa consistorial y destituyó pacíficamente a la corporación. Esto tan extraordinario para la visión actual de la guerra civil de 1936 a 1939 fue muy común en muchos municipios de España por diversas razones entre las que seguramente estaban la sensación de seguridad física y la ignorancia de lo que pasaría.


En cambio, en Reinosa, el martes 21 de julio la Guardia Civil entró en el ayuntamiento matando al alcalde y a un dirigente cenetista. ¡Cruel estupidez! La turba enfurecida que rodeaba el local entró y linchó a los diecinueve guardias civiles lo que derivó en que no triunfase el golpe en la ciudad. Por el contrario ese día se celebró en el Ayuntamiento de Espinosa una sesión extraordinaria convocada por el secretario municipal a la que fueron citados los concejales monárquicos que habían sido elegidos en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. El secretario apuntó que el anterior alcalde republicano y otros concejales "ya se habían ausentado de la localidad, no se sabe si en previsión de posibles acontecimientos".

La nueva corporación la presidió el monárquico Sergio Gutiérrez-Sola Fernández. No realizó un discurso agresivo porque no las tenía todas consigo. ¡Igual perdían los sublevados! El avance de la guerra presentará actas municipales más proclives al bando faccioso y a Franco. Pero, al principio, todo era más –cómo les diría- más de “guante blanco”: "De aquí subimos a Bárcenas a cantar la misa el día de La Magdalena, que es el 22 (de julio), empezaron a decir que se había sublevado Franco, que por la parte de Bercedo había cuadrillas de izquierdas... Fueron voluntarios (derechistas) de aquí y les cogieron allí, a algunos les hicieron prisioneros, los que pudieron vinieron corriendo por el ferrocarril (de La Robla), a los otros les cogieron y les llevaron presos a Santoña, al Dueso, allí les tuvieron hasta que se liberó en agosto del .37 y vinieron los primeros, pero a alguno le llevaron a Asturias, esos vinieron más tarde". Recordaba un testigo.

A este trajín de personas añadamos los izquierdistas que escaparon al norte. El 5 de agosto de 1936 el diario santanderino "El Cantábrico" cifraba en unos 50 los vecinos de la Merindad de Valdeporres que habían llegado huidos cruzando los montes pasiegos.


En este lío no había límites entre una zona y otra y las fuerzas republicanas de Cantabria habían logrado llegar hasta Bercedo. Y, una vez fijado qué territorio era de cada cual, se organizaron dos Españas. Por emplear un torpe silogismo tendríamos a la derecha el “estado Nacional Español” y a la izquierda la “República Popular Española” que empezarían la fase caliente de la guerra empleando lo que mejor saben aplicar los países: la coacción y la fuerza. El gobierno republicano y los partidos de izquierdas crearon milicias de entusiastas voluntarios que marchaban al frente. Idílica estampa del pueblo en armas que llevaba la contrapartida de la fractura del monopolio de la violencia por parte de las autoridades legalmente constituidas. En el Burgos republicano la movilización fue dirigida por las autoridades locales y las de Santander. También participó en su control el joven gobierno vasco.

Los “ejércitos” republicanos de Santander estaban formados por una mezcolanza de soldados, guardias civiles y de Asalto, carabineros y afiliados a sindicatos y partidos que recibían un arma, aprendían una rápida instrucción y se convertían en milicianos. Empezaron por apagar los focos de la rebelión dentro de Cantabria para luego desplazarse a la cordillera que les separaba de la meseta. Se les denominó columnas y, para su gestión, se las numeraron.


La número 1 fue destinada al puerto de El Escudo bajo el mando del teniente del Regimiento de Valencia Aníbal Palacios Gómez, primero, y del alférez Joaquín Barba del Río, después. La columna 4 se estableció en el puerto de Piedrasluengas. En el Portillo de la Sía, a 1235 metros de altitud, se asentó la Columna n° 5 dirigida por el capitán Bernardo Sacedón que posteriormente fue reconvertida como Batallón 127, descendiendo por Las Machorras y Bárcenas hasta las inmediaciones de Espinosa de los Monteros. En esa zona de los Cuatro Ríos Pasiegos se encontraron con la Columna n° 3 o de Trueba (por su mando José Imaz Trueba), que primero se estableció en el Puerto de las Estacas de Trueba, a 1166 metros de altitud, aunque pronto descendió igualmente a Las Machorras. La columna 6 estaba destinada en Reinosa y se dividía en distintas unidades menores.

Y la "Columna Villarías" que estaba formada por soldados del regimiento acantonado en la localidad, carabineros, guardias y milicianos procedentes de Santoña. La encabezó el ex diputado republicano santoñés y ex gobernador civil de Burgos, Gregorio Villarías López.

Después de cruzar Los Tornos y llegar al cruce de Bercedo, las fuerzas de Villarías descendieron hasta Villasana de Mena, donde neutralizaron a la Guardia Civil local. Al teniente y al cabo los encarcelaron y al resto los mandaron a la zona de Orduña desde donde la mayoría se cambiaría de bando. Subieron después hacia Villarcayo y Medina de Pomar pero al ser frenados la línea del frente quedó establecida a la altura de Villasante de Montija. Ni siquiera llegaron a Espinosa de los Monteros, se pararon en Quintana de los Prados. Lo recogen las actas de Espinosa: "Como hecho histórico de la guerra civil actual se consigna: que en el día de ayer llegaron a la localidad Milicias de "Acción Popular"; que por la tarde, unidas a las de la Organización Local y Guardia Civil, ésta integrada por unos nueve números, subieron en dirección a Bercedo al solo fin de explorar la existencia de enemigo por hallarse la población bajo el pesimismo de la venida de éste procedente de la llamada "Columna Villarías" situada en Los Tornos; que le encontraron en las proximidades de la estación de Bercedo entablando combate en el que causaron muertos y heridos cogiendo prisioneros, entre estos, un capitán de Carabineros, sufriendo aquellos las bajas que se detallan al margen".


El capitán de Carabineros apresado por los sublevados era Francisco Camps Gordón, de 43 años, jefe del puesto de Castro Urdiales, que fue fusilado en Burgos el 28 de julio. Por el otro lado –el republicano- hicieron bastantes prisioneros como el dirigente derechista José María Pereda Helguera, de 56 años, vecino de Madrid y veraneante en Espinosa, y dos guardias civiles adscritos al puesto de Quisicedo, quienes serían condenados a muerte por el Tribunal Popular de Santander y fusilados en el cementerio de esa ciudad el 22 de octubre de 1936.

Espinosa quedó franquista: "Dio cuenta la Presidencia de los hechos desarrollados en la localidad con motivo del actual Glorioso Movimiento Nacional, salvador de la Patria, informando de haberse instalado en ella un destacamento militar integrado por fuerzas de la Guardia Civil y Milicias, de haber atendido de momento a su alojamiento y alimentación distribuyéndolas en varios cuarteles por Agrupaciones y en las diversas fondas y casas de comidas a los precios de seis pesetas de pensión en las primeras y de cuatro en las últimas".

Los rojos –Villarías- se establecieron en Noceco de Montija, inmediato al cruce de Bercedo. Permanecerán allí durante los 13 meses de frente estable. Un testigo recuerda que “allí la mayoría de los días había combates, bombardeos, el cuartel de los republicanos estaba en la iglesia de Noceco, a mi madre la mandaban hacer la comida de los oficiales en el cuartel que habían preparado los de la República, la comida que sobraba nos la llevaba a nosotros, porque allí no teníamos nada. El cuartel estaba a unos 100 metros de mi casa, no se podía encender la luz porque te tiraban en seguida con el fusil, fue una casualidad que a ninguna ventana de las nuestras le dieran. Desde que instalaron un campo de aviación en Villarcayo venían a bombardear Noceco los fascistas, allí cogían la campana de la iglesia y empezaban a tocar cuando divisaban los aviones, los vecinos a todo cisco a un refugio que habían hecho debajo de un puente, allí nos metíamos a resguardo, casi todos los días venían a bombardear". La Columna Villarías evolucionará hasta ser la División 52 del Ejército Popular de la República.


Era un frente estable pero no tranquilo porque los republicanos lanzaron varios ataques, tratando de ocupar localidades como Espinosa de los Monteros o Soncillo. Así el 29 de agosto de 1936 se atacó Espinosa apoyados por un avión desconocido que bombardeó la población matando a Rosendo López García de 12 años. Los Nacionales de Espinosa fueron reforzados por tropas de Villarcayo y Medina de Pomar. Las tropas del Frente Popular atacaron por el Norte, Este y Oeste desde las 8 de la mañana hasta las 15:30 h. A las 5 de la tarde el avión desconocido arrojó 5 bombas de metralla.

Pero en lo que eran activos y, de alguna manera, efectivos los soldados republicanos eran en las incursiones: cortaban la vía del tren de La Robla a Valmaseda cerca de Espinosa de los Monteros; volaban puentes; destrozaban tramos de carreteras; o colocar banderas republicanas en las alturas.

Tenían previsto un ataque sobre Loma de Montija para el día 10 de octubre pero la víspera hubo movimiento en ese lado –el rojo-. En palabras de Felipe Matarraz González, miliciano de Torrelavega: "El día 9 de Octubre a las once de la noche nos comunicaron cambiar todas las consignas y reforzar la guardia, pues un teniente traidor (militar) se había pasado al enemigo con ciertos planos. Este traidor era un teniente llamado Churriaque que estaba con Los Aguiluchos antes de llegar nosotros. Precisamente el día diez, o sea, al día siguiente, al amanecer íbamos a atacar al enemigo para mejorar nuestras posiciones. Lo lógico es que el traidor comunicara al enemigo nuestras intenciones y este se reforzaría, como así sucedió. Toda la noche la pasamos vigilando y preparándonos. A las seis de la mañana salimos de nuestras trincheras en dirección a las del enemigo. Queríamos sorprenderle, pero ya estaba preparado, pues apenas nos acercamos un poco empezó a disparar en un fuego graneado, pero nosotros, arrastrándonos y como podíamos, seguíamos acercándonos poco a poco para sacarle de sus guaridas”.


Este teniente Churriaque sería Facundo Churriaque de la Herrería nacido el 27 de noviembre de 1902. Se había incorporado al ejército el 6 de febrero de 1919, fue ascendiendo poco a poco (fue sargento en el regimiento Sicilia y en el Isabel II), en 1930 era Alférez y en 1935 estaba destinado en el regimiento de infantería número 23 como teniente y destinado en Santoña bajo las órdenes del coronel Ángel Prats y Souza. Por si no se han dado cuenta, este es el mismo municipio de Villarías.

Será desplazado a Torrelavega con su regimiento de infantería y él actuará como juez militar instructor de las causas por la revuelta de octubre de 1934. Llegó, incluso, a ejercer de Comandante Militar de la plaza ante la ausencia del Capitán Carlos Medialdea. A principios de 1935 la mayor parte de estos soldados retornarán a su acuartelamiento. A finales de 1935 se encontraba ultimando las causas. Su despacho estaba en el Palacio municipal por el que desfilaban defensores y testigos. Y se preveía, en ese momento, que pronto tuviesen lugar los Consejos de guerra. De hecho, el periódico local, en la línea de la Corporación Municipal, se adhería a la solicitud de indultos.

El periódico “La Región” presenta a Facundo Churriaque con cariño. Al fin y al cabo este había sido el abogado militar defensor de su corresponsal en Santoña en un caso de incitación a la rebelión contra la República Española que estaba sujeto a la justicia militar.


Y llegamos golpe de estado del año 1936. Implicados en la trama de julio tenemos, o creemos tener, a los siguientes oficiales del batallón de Santoña: capitanes Espejo, Medialdea, Mirones, Guerra y López Clavo; y tenientes Churriaque, Ruiz Molina, Larios y Ulibarri. Vamos que era de derechas. Este grupo de militares estaban en contacto con el teniente coronel de Caballería Marcelino Gavilán, miembro de la Junta Militar burgalesa. Según el plan, los oficiales del regimiento de Santoña proclamarían el Estado de Guerra y una de sus compañías marcharía a Santander con algunas piezas de artillería. A su llegada Argüelles sublevaría las fuerzas del cuartel del Alta y entregaría armas a los voluntarios de derechas. El resto de los soldados de Santoña avanzaría hasta los límites con Vizcaya, con el fin de hacer frente a los efectivos que los republicanos pudieran enviar desde aquella provincia, mientras la Guardia Civil se haría con el control de las zonas rurales.

Algo que era fácil, en teoría, fracasó. Disponían de la mayoría de los guardias civiles, de asalto, municipales y carabineros; con el apoyo de voluntarios de derechas; y con los carlistas. Pensaban que sólo tendrían que superar la resistencia que pudiesen ofrecer el comandante García Vayas en Santoña y los seguidores del Frente Popular en los núcleos urbanos. Pero los partidarios del gobierno del Frente Popular se adelantaron al saberse la sublevación africana. Pillaron a los golpistas fuera de juego gracias a las columnas irregulares organizadas por las autoridades y el chivatazo de algunos de los futuros sublevados que jugaban a dos bandas. Para algunos autores Churriaque podría ser de estos.

Pensemos que el teniente Churriaque es incorporado a la "Columna Villarías" y termina en la Merindad de Montija. Vemos que se libró del barco prisión “Alfonso Pérez”, de ser “paseado” o de desaparecer en la checa de Neila. Pero es todo un éxito que nos hace pensar que supo nadar y guardar la ropa en todo el proceso. ¿Tenía buenos amigos? ¿Se cobró algún favor? Pues, encuadrado en esta unidad irregular buscará cómo unir ideología y bando. En cuanto puede se fuga a la zona nacional llevándose además los cerrojos de las piezas de artillería que tenían los republicanos en aquel sector, de modo que toda la batería quedó inutilizada.


Incorporado a las fuerzas franquistas será ascendido a Capitán – junio de 1937- en el regimiento San Marcial 22. Este regimiento que tradicionalmente había estado acuartelado en Burgos actuó en el frente norte para, después, trasladarse al de Cataluña. Facundo Churriaque también dirigió unidades de milicias de F. E. T. y de las J. O. N. S. como refleja el BOE en 1940. Evidentemente sobrevivió a la guerra y para 1955 tenía la graduación de teniente coronel y era condecorado por la república Portuguesa con la cruz de mérito militar de segunda clase.

Pero no voy a dejarles con la duda sobre el desarrollo de la operación de aquel lejano 10 de octubre de 1936. Siguiendo al miliciano Felipe Matarranz González les presento su descripción del combate:

“Avancé con mi escuadra, cuatro hombres y yo. (…) Nos pusimos los cinco a la cabeza de la compañía y, ¡cómo cantaba mi ametralladora! Luchamos con todo coraje. Roncos de gritar ¡Viva la República! Y ¡Adelante!, llegamos a las trincheras enemigas. Eran dos casas de campo y las llamaban las Cabañas de Noceco. Nos situamos detrás de ellas y como por delante no podíamos entrar, por el fuego que hacía el enemigo, con el machete, hicimos un agujero para colarnos dentro, y una vez dentro, aquello fue un infierno. El enemigo se encontraba en otro departamento contiguo al que entramos y también estaba en el piso superior. Nosotros pensábamos que se se habían retirado, pero nos salvó el que, por suerte, hicimos el agujero por la cuadra y ellos se encontraban en la cocina y en el piso de arriba. Después de un gran tiroteo por ambas partes nos hicimos dueños de la posición. Yo disparaba para todas partes, porque paredes y sala estaban como un colador. Los enemigos que quedaron no se pudieron retirar, porque había un prado liso y como tenían que pasar al descubierto los ametrallaba la compañía que estaba parapetada cerca”


Frente a los republicanos estaba la recién creada, en Espinosa de los Monteros, Primera Centuria Montañesa de Falange. En palabras de Jesús Fernández Fernández, vecino del Valle de Soba que, como Facundo Churriaque, se pasó a los nacionales y que se integró en dicha centuria:

"La Centuria Montañesa tenía su cuartel en el palacio de Chiloeches (en la plaza de Espinosa de los Monteros), propiedad de un montañés, el conde Isla, y, durante el mes de Septiembre, hicieron mucha instrucción, manejo de armas y efectuar descubiertas por las sierras de El Caballo y La Herbosa -cota muy estratégica al norte de Espinosa- y desplazamiento al sector de Soncillo, para efectuar un amago de ataque al monte de Carrales, cerca de Cabañas de Virtus. El 10 de Octubre fue su bautismo de fuego en el sector de Loma de Montija, en una altura que domina el páramo entre Villasante y Noceco. En esta fecha tuvo la unidad las primeras bajas, con muertos y heridos, entre éstos el sobano Gonzalo Zorrilla Sainz, herido de gravedad, quien quedó inútil o mutilado permanente."


Bibliografía:

Periódico “La región”.
Anuario Militar de España de 1930 y 1935
“República, Guerra Civil y Posguerra en Espinosa de los Monteros y Merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)” por Fernando Obregón Goyarrola.
Periódico “Diario de Burgos”.
B.O.E.
“La sublevación frustrada los inicios de la guerra civil en Cantabria” Solla Gutiérrez, Miguel Ángel.
“Informe-resumen del Juez Instructor de la Causa General Militar instruida en la provincia de Santander, actualmente Cantabria. Archivo Histórico Nacional, signatura FC CAUSA GENERAL, 1582, EXP.1, folios 1 al 101”
Periódico “La Vanguardia Española”.
“Inicio de la guerra civil en Cantabria” José Luis Ibánez Salas.


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