El verano del 36 parecía haber atemperado las
cuitas políticas que estrangulaban España. Nadie de los que escaparon del calor
madrileño o del de otras grandes ciudades podía esperar el caos. Caos que llegó
pausado como un atardecer de verano y brutal como un león. Lentamente España se
partía sin que muchos habitantes lo percibiesen por mor de las imperfectas
comunicaciones.
Esos primeros días hubo mucha incertidumbre y
desconcierto dadas las informaciones contradictorias que se escuchaban. La
única cosa clara es que Burgos era de los sublevados porque los que se habían
acercado en busca de noticias no habían regresado.
Merindad de Montija con los montes que separan Burgos de Cantabria al fondo. |
Además, no había signos aparentes de guerra ni
disturbios generalizados. Algunos alborotadores habían tomado en Ayuntamiento
de Villarcayo –cabeza del partido judicial- y el 19 de julio difundían un decreto
del Gobierno Civil (a cargo del general golpista Fidel Dávila Arrondo)
ordenando el cese de todas las gestoras municipales de la provincia y la
constitución de las corporaciones de 1931 con exclusión de todos los concejales
pertenecientes al Frente Popular (las izquierdas). Pero, para los más listos,
era el momento de cambiar de aires, sin preguntar ni despedirse. Algunos
alcaldes y concejales pusieron tierra de por medio hacia la zona que entendían
les permitiría mantener la libertad. Y la vida, sospechaban. Ese paraíso era la
provincia de Santander (Cantabria). Muchos escaparon los primeros días de la
guerra, cuando todavía no había un frente consolidado, destacando la fuga de
los integrantes de la banda municipal de música de Espinosa de los Monteros. Lo
que registró el acta municipal ¡por incumplimiento de contrato!
El alcalde de Espinosa de los Monteros, Serapio
López Alonso, de Izquierda Republicana, reunió en el ayuntamiento a los
gestores del Frente Popular y otras personas afines para tratar de evitar una
sublevación en el municipio. Sin embargo el lunes 20 de julio la Guardia Civil
se presentó en la casa consistorial y destituyó pacíficamente a la corporación.
Esto tan extraordinario para la visión actual de la guerra civil de 1936 a 1939
fue muy común en muchos municipios de España por diversas razones entre las que
seguramente estaban la sensación de seguridad física y la ignorancia de lo que
pasaría.
En cambio, en Reinosa, el martes 21 de julio la
Guardia Civil entró en el ayuntamiento matando al alcalde y a un dirigente
cenetista. ¡Cruel estupidez! La turba enfurecida que rodeaba el local entró y
linchó a los diecinueve guardias civiles lo que derivó en que no triunfase el
golpe en la ciudad. Por el contrario ese día se celebró en el Ayuntamiento de
Espinosa una sesión extraordinaria convocada por el secretario municipal a la
que fueron citados los concejales monárquicos que habían sido elegidos en las
elecciones municipales del 12 de abril de 1931. El secretario apuntó que el
anterior alcalde republicano y otros concejales "ya se habían ausentado de la localidad, no se sabe si en previsión
de posibles acontecimientos".
La nueva corporación la presidió el monárquico
Sergio Gutiérrez-Sola Fernández. No realizó un discurso agresivo porque no las
tenía todas consigo. ¡Igual perdían los sublevados! El avance de la guerra presentará
actas municipales más proclives al bando faccioso y a Franco. Pero, al principio, todo era más –cómo les diría- más de “guante blanco”: "De aquí subimos a Bárcenas a cantar la misa el día de La
Magdalena, que es el 22 (de julio), empezaron a decir que se había sublevado
Franco, que por la parte de Bercedo había cuadrillas de izquierdas... Fueron
voluntarios (derechistas) de aquí y les cogieron allí, a algunos les hicieron
prisioneros, los que pudieron vinieron corriendo por el ferrocarril (de La
Robla), a los otros les cogieron y les llevaron presos a Santoña, al Dueso,
allí les tuvieron hasta que se liberó en agosto del .37 y vinieron los
primeros, pero a alguno le llevaron a Asturias, esos vinieron más tarde".
Recordaba un testigo.
A este trajín de personas añadamos los
izquierdistas que escaparon al norte. El 5 de agosto de 1936 el diario
santanderino "El Cantábrico" cifraba en unos 50 los vecinos de la
Merindad de Valdeporres que habían llegado huidos cruzando los montes pasiegos.
En este lío no había límites entre una zona y
otra y las fuerzas republicanas de Cantabria habían logrado llegar hasta Bercedo.
Y, una vez fijado qué territorio era de cada cual, se organizaron dos Españas.
Por emplear un torpe silogismo tendríamos a la derecha el “estado Nacional
Español” y a la izquierda la “República Popular Española” que empezarían la
fase caliente de la guerra empleando lo que mejor saben aplicar los países: la
coacción y la fuerza. El gobierno republicano y los partidos de izquierdas crearon
milicias de entusiastas voluntarios que marchaban al frente. Idílica estampa
del pueblo en armas que llevaba la contrapartida de la fractura del monopolio
de la violencia por parte de las autoridades legalmente constituidas. En el
Burgos republicano la movilización fue dirigida por las autoridades locales y
las de Santander. También participó en su control el joven gobierno vasco.
Los “ejércitos” republicanos de Santander
estaban formados por una mezcolanza de soldados, guardias civiles y de Asalto,
carabineros y afiliados a sindicatos y partidos que recibían un arma,
aprendían una rápida instrucción y se convertían en milicianos. Empezaron por
apagar los focos de la rebelión dentro de Cantabria para luego desplazarse a la
cordillera que les separaba de la meseta. Se les denominó columnas y, para su
gestión, se las numeraron.
La número 1 fue destinada al puerto de El Escudo
bajo el mando del teniente del Regimiento de Valencia Aníbal Palacios Gómez,
primero, y del alférez Joaquín Barba del Río, después. La columna 4 se estableció
en el puerto de Piedrasluengas. En el Portillo de la Sía, a 1235 metros de
altitud, se asentó la Columna n° 5 dirigida por el capitán Bernardo Sacedón que
posteriormente fue reconvertida como Batallón 127, descendiendo por Las
Machorras y Bárcenas hasta las inmediaciones de Espinosa de los Monteros. En
esa zona de los Cuatro Ríos Pasiegos se encontraron con la Columna n° 3 o de
Trueba (por su mando José Imaz Trueba), que primero se estableció en el Puerto
de las Estacas de Trueba, a 1166 metros de altitud, aunque pronto descendió
igualmente a Las Machorras. La columna 6 estaba destinada en Reinosa y se
dividía en distintas unidades menores.
Y la "Columna Villarías" que estaba
formada por soldados del regimiento acantonado en la localidad, carabineros,
guardias y milicianos procedentes de Santoña. La encabezó el ex diputado
republicano santoñés y ex gobernador civil de Burgos, Gregorio Villarías López.
Después de cruzar Los Tornos y llegar al cruce
de Bercedo, las fuerzas de Villarías descendieron hasta Villasana de Mena,
donde neutralizaron a la Guardia Civil local. Al teniente y al cabo los
encarcelaron y al resto los mandaron a la zona de Orduña desde donde la mayoría
se cambiaría de bando. Subieron después hacia Villarcayo y Medina de Pomar pero
al ser frenados la línea del frente quedó establecida a la altura de Villasante
de Montija. Ni siquiera llegaron a Espinosa de los Monteros, se pararon en Quintana
de los Prados. Lo recogen las actas de Espinosa: "Como hecho histórico de la guerra civil actual se consigna: que
en el día de ayer llegaron a la localidad Milicias de "Acción
Popular"; que por la tarde, unidas a las de la Organización Local y
Guardia Civil, ésta integrada por unos nueve números, subieron en dirección a
Bercedo al solo fin de explorar la existencia de enemigo por hallarse la
población bajo el pesimismo de la venida de éste procedente de la llamada "Columna
Villarías" situada en Los Tornos; que le encontraron en las proximidades
de la estación de Bercedo entablando combate en el que causaron muertos y
heridos cogiendo prisioneros, entre estos, un capitán de Carabineros, sufriendo
aquellos las bajas que se detallan al margen".
El capitán de Carabineros apresado por los
sublevados era Francisco Camps Gordón, de 43 años, jefe del puesto de Castro Urdiales,
que fue fusilado en Burgos el 28 de julio. Por el otro lado –el republicano- hicieron
bastantes prisioneros como el dirigente derechista José María Pereda Helguera,
de 56 años, vecino de Madrid y veraneante en Espinosa, y dos guardias civiles
adscritos al puesto de Quisicedo, quienes serían condenados a muerte por el
Tribunal Popular de Santander y fusilados en el cementerio de esa ciudad el 22
de octubre de 1936.
Espinosa quedó franquista: "Dio cuenta la Presidencia de los hechos desarrollados en la
localidad con motivo del actual Glorioso Movimiento Nacional, salvador de la
Patria, informando de haberse instalado en ella un destacamento militar
integrado por fuerzas de la Guardia Civil y Milicias, de haber atendido de
momento a su alojamiento y alimentación distribuyéndolas en varios cuarteles
por Agrupaciones y en las diversas fondas y casas de comidas a los precios de
seis pesetas de pensión en las primeras y de cuatro en las últimas".
Los rojos –Villarías- se establecieron en Noceco
de Montija, inmediato al cruce de Bercedo. Permanecerán allí durante los 13
meses de frente estable. Un testigo recuerda que “allí la mayoría de los días había combates, bombardeos, el cuartel de
los republicanos estaba en la iglesia de Noceco, a mi madre la mandaban hacer
la comida de los oficiales en el cuartel que habían preparado los de la
República, la comida que sobraba nos la llevaba a nosotros, porque allí no
teníamos nada. El cuartel estaba a unos 100 metros de mi casa, no se podía
encender la luz porque te tiraban en seguida con el fusil, fue una casualidad
que a ninguna ventana de las nuestras le dieran. Desde que instalaron un campo
de aviación en Villarcayo venían a bombardear Noceco los fascistas, allí cogían
la campana de la iglesia y empezaban a tocar cuando divisaban los aviones, los
vecinos a todo cisco a un refugio que habían hecho debajo de un puente, allí
nos metíamos a resguardo, casi todos los días venían a bombardear". La
Columna Villarías evolucionará hasta ser la División 52 del Ejército Popular de
la República.
Era un frente estable pero no tranquilo porque
los republicanos lanzaron varios ataques, tratando de ocupar localidades como Espinosa
de los Monteros o Soncillo. Así el 29 de agosto de 1936 se atacó Espinosa apoyados
por un avión desconocido que bombardeó la población matando a Rosendo López
García de 12 años. Los Nacionales de Espinosa fueron reforzados por tropas de
Villarcayo y Medina de Pomar. Las tropas del Frente Popular atacaron por el
Norte, Este y Oeste desde las 8 de la mañana hasta las 15:30 h. A las 5 de la
tarde el avión desconocido arrojó 5 bombas de metralla.
Pero en lo que eran activos y, de alguna manera,
efectivos los soldados republicanos eran en las incursiones: cortaban la vía
del tren de La Robla a Valmaseda cerca de Espinosa de los Monteros; volaban puentes;
destrozaban tramos de carreteras; o colocar banderas republicanas en las
alturas.
Tenían previsto un ataque sobre Loma de Montija para
el día 10 de octubre pero la víspera hubo movimiento en ese lado –el rojo-. En
palabras de Felipe Matarraz González, miliciano de Torrelavega: "El día 9 de Octubre a las once de la
noche nos comunicaron cambiar todas las consignas y reforzar la guardia, pues
un teniente traidor (militar) se había pasado al enemigo con ciertos planos.
Este traidor era un teniente llamado Churriaque que estaba con Los Aguiluchos
antes de llegar nosotros. Precisamente el día diez, o sea, al día siguiente, al
amanecer íbamos a atacar al enemigo para mejorar nuestras posiciones. Lo lógico
es que el traidor comunicara al enemigo nuestras intenciones y este se
reforzaría, como así sucedió. Toda la noche la pasamos vigilando y
preparándonos. A las seis de la mañana salimos de nuestras trincheras en
dirección a las del enemigo. Queríamos sorprenderle, pero ya estaba preparado,
pues apenas nos acercamos un poco empezó a disparar en un fuego graneado, pero
nosotros, arrastrándonos y como podíamos, seguíamos acercándonos poco a poco para
sacarle de sus guaridas”.
Este teniente Churriaque sería Facundo
Churriaque de la Herrería nacido el 27 de noviembre de 1902. Se había
incorporado al ejército el 6 de febrero de 1919, fue ascendiendo poco a poco (fue
sargento en el regimiento Sicilia y en el Isabel II), en 1930 era Alférez y en
1935 estaba destinado en el regimiento de infantería número 23 como teniente y
destinado en Santoña bajo las órdenes del coronel Ángel Prats y Souza. Por si
no se han dado cuenta, este es el mismo municipio de Villarías.
Será desplazado a Torrelavega con su regimiento
de infantería y él actuará como juez militar instructor de las causas por la
revuelta de octubre de 1934. Llegó, incluso, a ejercer de Comandante Militar de
la plaza ante la ausencia del Capitán Carlos Medialdea. A principios de 1935 la
mayor parte de estos soldados retornarán a su acuartelamiento. A finales de
1935 se encontraba ultimando las causas. Su despacho estaba en el Palacio
municipal por el que desfilaban defensores y testigos. Y se preveía, en ese
momento, que pronto tuviesen lugar los Consejos de guerra. De hecho, el
periódico local, en la línea de la Corporación Municipal, se adhería a la
solicitud de indultos.
El periódico “La Región” presenta a Facundo Churriaque
con cariño. Al fin y al cabo este había sido el abogado militar defensor de su
corresponsal en Santoña en un caso de incitación a la rebelión contra la
República Española que estaba sujeto a la justicia militar.
Y llegamos golpe de estado del año 1936. Implicados
en la trama de julio tenemos, o creemos tener, a los siguientes oficiales del
batallón de Santoña: capitanes Espejo, Medialdea, Mirones, Guerra y López Clavo;
y tenientes Churriaque, Ruiz Molina, Larios y Ulibarri. Vamos que era de
derechas. Este grupo de militares estaban en contacto con el teniente coronel
de Caballería Marcelino Gavilán, miembro de la Junta Militar burgalesa. Según
el plan, los oficiales del regimiento de Santoña proclamarían el Estado de
Guerra y una de sus compañías marcharía a Santander con algunas piezas de
artillería. A su llegada Argüelles sublevaría las fuerzas del cuartel del Alta
y entregaría armas a los voluntarios de derechas. El resto de los soldados de
Santoña avanzaría hasta los límites con Vizcaya, con el fin de hacer frente a
los efectivos que los republicanos pudieran enviar desde aquella provincia, mientras
la Guardia Civil se haría con el control de las zonas rurales.
Algo que era fácil, en teoría, fracasó.
Disponían de la mayoría de los guardias civiles, de asalto, municipales y
carabineros; con el apoyo de voluntarios de derechas; y con los carlistas. Pensaban
que sólo tendrían que superar la resistencia que pudiesen ofrecer el comandante
García Vayas en Santoña y los seguidores del Frente Popular en los núcleos urbanos.
Pero los partidarios del gobierno del Frente Popular se adelantaron al saberse
la sublevación africana. Pillaron a los golpistas fuera de juego gracias a las columnas
irregulares organizadas por las autoridades y el chivatazo de algunos de los
futuros sublevados que jugaban a dos bandas. Para algunos autores Churriaque
podría ser de estos.
Pensemos que el teniente Churriaque es
incorporado a la "Columna Villarías" y termina en la Merindad de
Montija. Vemos que se libró del barco prisión “Alfonso Pérez”, de ser “paseado”
o de desaparecer en la checa de Neila. Pero es todo un éxito que nos hace
pensar que supo nadar y guardar la ropa en todo el proceso. ¿Tenía buenos amigos?
¿Se cobró algún favor? Pues, encuadrado en esta unidad irregular buscará cómo unir
ideología y bando. En cuanto puede se fuga a la zona nacional llevándose además
los cerrojos de las piezas de artillería que tenían los republicanos en aquel
sector, de modo que toda la batería quedó inutilizada.
Incorporado a las fuerzas franquistas será
ascendido a Capitán – junio de 1937- en el regimiento San Marcial 22. Este
regimiento que tradicionalmente había estado acuartelado en Burgos actuó en el
frente norte para, después, trasladarse al de Cataluña. Facundo Churriaque también
dirigió unidades de milicias de F. E. T. y de las J. O. N. S. como refleja el
BOE en 1940. Evidentemente sobrevivió a la guerra y para 1955 tenía la
graduación de teniente coronel y era condecorado por la república Portuguesa
con la cruz de mérito militar de segunda clase.
Pero no voy a dejarles con la duda sobre el
desarrollo de la operación de aquel lejano 10 de octubre de 1936. Siguiendo al
miliciano Felipe Matarranz González les presento su descripción del combate:
“Avancé
con mi escuadra, cuatro hombres y yo. (…)
Nos pusimos los cinco a la cabeza de la compañía y, ¡cómo cantaba mi
ametralladora! Luchamos con todo coraje. Roncos de gritar ¡Viva la República! Y
¡Adelante!, llegamos a las trincheras enemigas. Eran dos casas de campo y las
llamaban las Cabañas de Noceco. Nos situamos detrás de ellas y como por delante
no podíamos entrar, por el fuego que hacía el enemigo, con el machete, hicimos
un agujero para colarnos dentro, y una vez dentro, aquello fue un infierno. El
enemigo se encontraba en otro departamento contiguo al que entramos y también
estaba en el piso superior. Nosotros pensábamos que se se habían retirado, pero
nos salvó el que, por suerte, hicimos el agujero por la cuadra y ellos se
encontraban en la cocina y en el piso de arriba. Después de un gran tiroteo por
ambas partes nos hicimos dueños de la posición. Yo disparaba para todas partes,
porque paredes y sala estaban como un colador. Los enemigos que quedaron no se pudieron
retirar, porque había un prado liso y como tenían que pasar al descubierto los
ametrallaba la compañía que estaba parapetada cerca”
Frente a los republicanos estaba la recién
creada, en Espinosa de los Monteros, Primera Centuria Montañesa de Falange. En
palabras de Jesús Fernández Fernández, vecino del Valle de Soba que, como Facundo
Churriaque, se pasó a los nacionales y que se integró en dicha centuria:
"La
Centuria Montañesa tenía su cuartel en el palacio de Chiloeches (en la plaza de
Espinosa de los Monteros), propiedad de un montañés, el conde Isla, y, durante
el mes de Septiembre, hicieron mucha instrucción, manejo de armas y efectuar descubiertas
por las sierras de El Caballo y La Herbosa -cota muy estratégica al norte de
Espinosa- y desplazamiento al sector de Soncillo, para efectuar un amago de
ataque al monte de Carrales, cerca de Cabañas de Virtus. El 10 de Octubre fue
su bautismo de fuego en el sector de Loma de Montija, en una altura que domina
el páramo entre Villasante y Noceco. En esta fecha tuvo la unidad las primeras bajas,
con muertos y heridos, entre éstos el sobano Gonzalo Zorrilla Sainz, herido de
gravedad, quien quedó inútil o mutilado permanente."
Bibliografía:
Periódico “La región”.
Anuario Militar de España de 1930 y 1935
“República, Guerra Civil y Posguerra en Espinosa
de los Monteros y Merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”
por Fernando Obregón Goyarrola.
Periódico “Diario de Burgos”.
B.O.E.
“La sublevación frustrada los inicios de la
guerra civil en Cantabria” Solla Gutiérrez, Miguel Ángel.
“Informe-resumen del Juez Instructor de la Causa
General Militar instruida en la provincia de Santander, actualmente Cantabria.
Archivo Histórico Nacional, signatura FC CAUSA GENERAL, 1582, EXP.1, folios 1 al
101”
Periódico “La Vanguardia Española”.
“Inicio de la guerra civil en Cantabria” José
Luis Ibánez Salas.
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