Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 15 de diciembre de 2019

¿Mi lema?:“Ave María veritas vincit”



Conoceremos hoy algo de la vida de un pariente menos llamativo de la casa de los Velasco. Nos acercamos a la casa de La Revilla a través de uno de sus miembros: Alonso de Velasco, Salinas, Hurtado de Mendoza y Sainz de Angulo. ¡Toma!

Nació en San Llorente de Losa, parte del mayorazgo de La Revilla, donde residían sus padres en el año 1558. Fue hijo de Pedro de Velasco y Hurtado de Mendoza, VIII señor de La Revilla, comendador de Hornachos en la Orden de Santiago, y Capitán General del Ejército de Andalucía en el año 1596, y de Juana de Salinas y Sáenz de Angulo, señora de Trespaderne. Además de sobrino del VI Condestable de Castilla, Juan Fernández de Velasco y Tovar. Tuvo como hermanas a Ana y Petronila, esta monja en el monasterio de San Quirce.

Parentesco de Alonso de Velasco y Salinas

Entró al servicio del Rey Felipe II como paje el año 1572, en la etapa posterior a la victoria en Lepanto, siendo después gentilhombre de Cámara y miembro del Consejo Real.

En 1576, con dieciocho años, siendo teniente de capitán de la Guardia del Rey, se casó en el Valle de Mena con su prima Casilda de Velasco, señora de la casa y torre de Ungo, y heredera de Francisco del Campo y Velasco y de Ana de Velasco. Del matrimonio, nacieron tres hijos: Pedro, II conde de La Revilla; Alonso, que falleció sin sucesión; y Ana, que casó con Jerónimo de Medinilla, corregidor de Valladolid.

Alcanzó el grado de general de Galeras, y Felipe II le nombró Veedor General del Reino de Portugal en el año 1586. En el año 1587, tomó el hábito de la Orden Militar de Santiago, de la que fue administrador de la encomienda de Villahermosa, hasta que en el año 1598, fue nombrado por el Rey comendador de la orden en Mérida que dejaba libre el marqués de Denia -¿quién?-. Ese mismo año estaba Alonso al mando de las Galeras en Nápoles. Y fallecía su padre. En 1589 recibió el nombramiento de veedor de los Ejércitos y Armadas Españolas. Tuvo el mando de las Galeras del Reino de Nápoles, bajo las órdenes del príncipe Carlos, duque de Saboya y capitán general.

En el año 1600, ya bajo el reinado de Felipe III, el príncipe Filiberto de Saboya, sobrino del monarca español, le nombró mayordomo mayor y sumiller de corps, de su casa.

Durante los últimos años del siglo XVI tuvo mucha relación con Francisco de Sandoval y Rojas, Marqués de Denia, que sería luego Duque de Lerma y gran valido -caído en desgracia al final de su vida- del Rey Don Felipe III, coronado en 1598. En 1602, el Rey le nombró Capitán General del Mar Océano.

Duque de Lerma (Rubens)

Alonso acudiría junto a su primo, el Condestable de Castilla, a la firma del Tratado de Londres en agosto de 1604 por el que se lograba una paz con Inglaterra. Diego Sarmiento y Acuña, años después primer Conde de Gondomar, fue amigo de Alonso de la que queda constancia en su correspondencia. Un filón para conocer algunos aspectos de esa época. La biblioteca de la Real Academia de la Historia conserva treinta y dos cartas de Alonso a Diego fechadas entre los años 1601 y 1613. Alonso avisaba en alguna de ellas del meteórico ascenso de Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias; del ocaso del Duque de Lerma; también le pide acuda junto con su primo el Condestable a visitar las casas de Argüello; en otras le da noticias de la Corte etc. Las cartas están fechadas en San Lorenzo del Escorial, Madrid, Valladolid, Alcalá de Henares, Londres, etc.

El rey Felipe II le nombró embajador ante la Corte de Jacobo I Estuardo, Jacobo VI de Escocia, el cuatro de junio de 1609, sustituyendo en el cargo a Pedro de Zúñiga, marqués de Flores-Dávila que renunció por enfermedad. Permaneció en Inglaterra hasta octubre de 1613. Influyó -¿sobornó a…?- en la corte inglesa para proteger a los católicos perseguidos duramente por los anglicanos. (¿Pero no prometió el Rey Jacobo I a Felipe II la conversión al catolicismo de Inglaterra y Escocia, cuándo llegara al Trono? Ja, ja, ja.)

Intentó relanzar el Tratado de Londres, firmado en 1604, y buscar la colaboración inglesa, necesaria para el éxito de la política exterior española. La Paz de Londres no podía restañar antiguas heridas y ambos países mantenían el recelo y la suspicacia por las acciones del pasado. Los españoles consideraban a los ingleses corsarios que habían tratado de desestabilizar a la Monarquía hispánica además de —según circulaba en muchos escritos de la época— “favorecer los rebeldes de los Estados de Flandes y de las islas, sino también en las Indias y en la misma España”.

Mapa de Velasco

Evidentemente, una alianza anglo-española produciría importantes efectos positivos para ambos países. Por ello, entre las instrucciones recibidas por Alonso de Velasco estaban las de aproximar posiciones entre las Cortes de Madrid y Londres. Un hipotético acuerdo permitiría: aprovechar la estratégica posición de Inglaterra en la costa, especialmente en el Canal y en el Mar del Norte; el reclutamiento de tropas en el ámbito militar, particularmente católicos irlandeses, ingleses y escoceses, así como el comercio de suministros militares, pólvora y barcos de guerra mediante buques mercantes ingleses; la preservación de los territorios españoles en las Indias de los ataques ingleses, con la erradicación, al menos en teoría, del corso inglés de los mares; y mejorar las condiciones del catolicismo en Inglaterra, según las predicciones de los teólogos españoles.

España debía intentar explotar un viejo filón: las rivalidades comerciales anglo-holandesas que ya venían de antaño, fundamentalmente, para dirimir los derechos pesqueros en aguas inglesas, en el área del Ártico en torno a Spitzbergen y en el comercio con las Indias Orientales.

De la embajada en Londres de Alonso también quedan escritos de algunas de las penurias económicas por las que atravesó. En cartas al Consejo de Estado se lamenta de haber prácticamente dilapidado su fortuna y la de su esposa al servicio de la embajada, “con apretado estado en que se halla de hazienda”, solicitando mantener el cargo de veedor para su hijo Alonso con el sueldo anual asignado.

Allí continuó con las pesquisas comenzadas por Zúñiga sobre los movimientos ingleses en sus colonias de Norteamérica, que chocaban con los españoles en la explotación del Nuevo Mundo. En este aspecto, Alonso de Velasco enviaba, como buen embajador, mapas de las posesiones británicas en Norteamérica. Estos mapas, algunos de los cuales se encuentran en el Archivo General de Simancas, incluían zonas como la Bahía de Chesapeake, el Lago Ontario, el río Hudson, el río Canadá y el Golfo de San Lorenzo. Como ejemplo mencionamos el conocido como “Mapa Velasco”, el único de la época sobre la costa atlántica de Norteamérica, en concreto, el territorio de Virginia, que Alonso de Velasco consiguió y envió desde Londres a Felipe III el 22 de marzo de 1610.

Jacobo I

Durante su periodo de embajador las relaciones entre las dos monarquías fueron deteriorándose al continuar las tensiones religiosas, los problemas financieros y la competencia mercantil.

En 1613 Alonso de Velasco era relevado de su misión en Inglaterra, siendo cubierta la embajada de Londres por Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar. En octubre de 1613 este escribió a Rodrigo de Calderón, Marqués de Siete Iglesias, valído del Rey, “(...) Don Alonso de Velasco llegara pronto a la Corte pues ha salido ya de Bruselas luego de tomar las aguas en Fuente de Aspe y sé que ha tenido mucho bien por su salud (...)”. El embajador de Flandes consoló a Diego Sarmiento de Acuña con las palabras de que sería breve su asistencia, “porque las cosas están en estado que es imposible que pasen seis meses sin romperse la guerra con España”. Vaticinios que el conde de Gondomar evitaría, al menos, en los próximos diez años.

Escudo en Barrio de Díaz Ruiz (Tierras de Burgos)

De regreso a España, con 55 años y un delicado estado de salud, Alonso de Velasco hizo cesión de sus mayorazgos y posesiones a su hijo Pedro, que había casado con su prima Ana María de Velasco y Velasco, hija de su hermana Ana.

En 1618 y como agradecimiento a una vida de servicio a la Corona, el hasta entonces IX señor de La Revilla se convirtió, por merced de Felipe III, en el primer conde de La Revilla por Real Carta dada en El Pardo en enero de 1.619. Alonso de Velasco establecerá como su divisa personal, el lema “Ave María veritas vincit”.

Claro que ya existió antes otro conde de la Revilla. ¿Cómo se quedan? Pues el Título de Conde de La Revilla fue creado por los Reyes Católicos en octubre de 1.481 para Hernando Sánchez de Velasco, II Señor de La Revilla, de los Palacios de Valmaseda, de la Casa de la Torrecilla, de San Julián, y del Monasterio de San Juan en Rozas. Caballero de la Orden de Santiago, primo hermano del primer Conde de Haro, quien falleció antes de que se le expidiese el privilegio. Y se canceló todo.

En julio de 1620, pocos días antes de su fallecimiento, todavía se ocupaba de los asuntos del Duque de Saboya, ya que consta en el archivo de La Revilla, un poder otorgado por él, a Alonso, Conde de La Revilla, “(...) Mi Mayordomo Mayor y Sumiller de Corps... para el cobro de censos y rentas (...)”.

Iglesia de Barrio de Díaz Ruiz (Cortesía de Tierras de Burgos)

Murió en Madrid el 13 de julio de 1620 y fue enterrado en el Monasterio de la Victoria, de la orden de Santiago, en Madrid. Posteriormente, su hijo y sucesor, Pedro Fernández de Velasco, II conde de La Revilla, los trasladó al panteón de los condes de La Revilla, en Barrio de Díaz Ruiz (Burgos).


Bibliografía:

“Historia genealógica de la casa de Lara justificada con instrumentos y escritores de inviolable fe” por Luis de Salazar y castro.
“Apuntes sobre la historia de las antiguas Merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Nobiliario Genealógico de los reyes y títulos de España” por Alonso López de Haro.
“La casa de la Revilla. Siete siglos al servicio de la monarquía española”. Francisco de Arróspide y Ruiz de Arana.
Real Academia de la Historia de España.


2 comentarios:

  1. Estimado amigo, como siempre, un excelente trabajo histórico.
    Gracias.
    Y aprovecho para desearos a ti y los tuyos, unas felices fiestas y un próspero año nuevo.

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    1. Gracias, Manuel. Lo mismo deseo para usted y los suyos y, lo extiendo, a todos sus lectores.

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