Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 8 de marzo de 2020

Torre de Loja: más de lo que se ve.



Lloraba Fray Valentín de la Cruz, cronista oficial de la provincia, en su libro “Burgos, torres y castillos” de 1978 por la restauración de esta torre que era conocida como la más bella del Valle de Valdivielso. La encontramos en el pueblo de Quintana de Valdivielso, el cual aparecía como yermo a mediados del siglo XIV aunque en seguida volvió a estar poblado. Nuestro destino se encuentra en sus afueras, a unos 250 metros. Este distinguido y protector alejamiento realza la figura del edificio. Es la torre de Loja o la Penilla.


Debemos remontarnos hasta Juan Sánchez Saravia de Rueda hijo de Rui Sánchez Saravia y de doña Elvira Sánchez de Rueda, señor de la Casa de Villacomparada de Rueda, y de la Roca, en Bocos, quien tuvo pleito con el abad de Rueda sobre la sucesión de abadía, casas y hacienda y convinieron que este Juan Sánchez quedase con las casas de Villacomparada y se le pagasen tres almudes de trigo. Casó con doña María de Villasante, hija de Gonzalo Gómez de Villasante, señor de la casa de Villasante, y tuvo con ella a:

  • Lope García Saravia, que le sucedió en la casa de Villacomparada.
  • Juan Sánchez Saravia de Rueda, de quien proceden los Saravias, señores de la Casa de Loja.
  • Pedro de Rueda Saravia, de quien proceden los señores la casa de Valhermosa.
  • Alonso Díaz de Rueda de quien proceden los señores de la casa de Rueda del lugar de Arroyo.


Juan Sánchez Saravia de Rueda –el hijo del primer Juan- casó con María Fernández, hija mayor de Pedro Ruiz de Beñe, señor de la casa de El Almiñé y de Elvira Rodríguez, su mujer. Este matrimonio fundó el mayorazgo de la casa de la Penilla, también llamada de Loja, en Quintana de Valdivielso, según consta en su testamento otorgado en la misma casa:

“Fundaron el mayorazgo de la casa de la Penilla que también se llama de Loxa en el lugar de Quintana de Valdivielso como consta en su testamento otorgado en la misma ante Antón de Reluengo escribano de la Reyna Nuestra Señora en diez de septiembre del año de 1515. Es el edifico de esta casa muy sumptuoso y fuerte, tiene una bistosa y alta y espaciosa torre coronada por arriba de almenas y cubos y saeteras con fuerte barbacana y cerca guarnecida de almenas con la misma correspondencia, está sobre unas peñas en sitio alto que predomina al lugar donde está, separada como un tiro de ballesta y en medio un arroyo que los divide...”

Fotografía cortesía de "Castillos del Olvido".

Los hijos de Juan Sánchez Saravia de Rueda y de María Fernández fueron el licenciado Juan Saravia de Rueda que sucedió en la Casa, y María Saravia, que casó con Juan López de Medinilla, señor de la casa de los Medinillas en la villa de Bocos.

El hijo varón, primer poseedor del mayorazgo, casó con Elena de Bonifaz de Medinilla, hija de Agustín de Medinilla y de su mujer María Bonifaz, y hermana de Juan López de Medinilla, señor de la casa de Bocos. Parece que todo estaba quedando en familia. Del matrimonio del tercer Juan nacieron Juan Saravia de Rueda (IV), que sucedió en la casa de Loja; Urbana Saravia de Rueda que casó con Francisco Varona, señor de la casa de Arroyo; Bárbara de Saravia que casó en Burgos con el señor de las torres de San Zoles, en quien no tuvo sucesión; y Ana Saravia que casó en Poza y que tampoco dejó hijos.


Juan Saravia de Rueda (IV), señor de la casa y mayorazgo de Loja, casó con Mayor Santiago de Velasco y del Campo, natural de Trespaderne, hija de Francisco del Campo Santiago de Velasco y de Ana de Valderrama, señores de la casa de Trespaderne. Fueron sus hijos Bartolomé, que sucedió en la Casa, y Andrés y Pedro que murieron sin sucesión.

Bartolomé Saravia de Rueda casó con Águeda Ruiz Temiño, hija de Antonio Ruiz Temiño, natural de Santa Olalla y de Ángela de Temiño, natural de la villa de Oña. Tuvieron a Francisco Saravia de Rueda, que sucedió en la Casa; a Pedro Saravia de Rueda, que también sucedió en la casa, y a Bartolomé (II).

Torre de Loja hacia 1930

Francisco Saravia de Rueda, señor de la casa y mayorazgo de Loja fue colegial del Mayor y Viejo de San Bartolomé de Salamanca y obtuvo posteriormente varias cátedras en aquella universidad. En 1629 llevó la de vísperas y cánones y salió del colegio con plaza de oidor de Granada. Murió el mismo año en su casa de Loja. Le sucedió su segundo hermano Pedro Saravia de Rueda.

Pedro Saravia de Rueda fue caballero de la Orden de Santiago, gobernador de las Amilpas y general de la armada de China, siendo Virrey de Nueva España el conde de Salvatierra. Casó en Méjico con doña Mayor de Rivera, hija del Secretario de Gobierno de aquel Reino. Tuvo por única hija a Josefa.

Josefa Saravia de Rueda, señora de la casa de Loja, casó en Méjico con Pedro de Escalante y Mendoza, hijo de Manuel de Escalante de Guevara y Mendoza, del hábito de Santiago, Oidor de Méjico y electo Presidente de Guadalajara, y de Ana Laínez de Morales. Con sucesión. Don Pedro de Escalante de Mendoza y Laínez fue Capitán General, Virrey del Perú y de Nueva España y Conde de Loja (1690).


El tercer hijo, Bartolomé (II) Saravia de Rueda, sirvió de joven en Flandes y casó con María Saravia de Rueda, su pariente, señora de la casa de Saravia del lugar de Valhermosa. Fueron sus hijos Pedro y Juan, que murieron mozos; Petronila y María, monjas en Santa Clara de Medina; y Elena Saravia. Elena casó con el licenciado Alonso Saravia, hijo segundo de la casa de Valhermosa, cuyos hijos fueron: Francisco Saravia, que pasó a Nueva España, donde casó; Alonso Saravia, que residió en Valdivielso; Pedro Saravia, que también pasó a Indias; y Teresa Saravia que casó con Rodrigo Varona, señor de la casa de Villanañe. Los hijos de Teresa y Rodrigo fueron: Melchor Varona, sucesor y cabeza del linaje de Varona; Bartolomé Saravia; y Mariana Saravia que casó con Pedro Ruiz Temiño, señor de la casa de Temiño del lugar de La Puente, poseedor del mayorazgo que fundó don Pedro Fernández Temiño, obispo de Ávila.

La varonía de la casa se perderla en la segunda mitad del siglo XVII. El cinco de noviembre 1753 el rey Carlos III concedió a Francisco José de Landeta y Urtusáustegui, en quien había recaído el mayorazgo, el título de conde de Casa de Loja. Su sucesor fue Manuel Landeta-Primo de Terán a quien le sucedió su hermana María Josefa Landeta y Primo. El cuarto conde de Casa de Loja fue José María Cástulo Díez de Sollano y Landeta padre de José Vicente María de Loreto Ignacio Agustín Diez de Sollano y Dávalos, V Conde de Casa Loja. El siguiente será: Carlos Julio José María de la Soledad Vicente Luis Gonzaga Miguel del Sagrado Corazón de Jesús Diez de Sollano y Peza, VI Conde de Casa Loja. Y que, a pesar de un nombre tan largo no he dado con su descendencia. Y sus familiares, mejicanos como los condes de esta relación no parece que reclamasen el título. ¿Por qué creo eso? Porque la siguiente poseedora del título es María Dolores de la Puente y Soto, VII condesa de Casa Loja por Real Carta de rehabilitación expedida el 2 de abril de 1924.

La sucede su hija María Inmaculada Peláez de la Puente fallecida en 1991 y que estuvo casada con José Navarro Morenés quien fue jefe de la Casa Civil del General Franco. El actual sería el hijo de ambos: Felipe Navarro Peláez IX Conde de Casa de Loja. Solo como curiosidad.

Tras conocer un poco a las gentes que poseyeron la torre y el título nos fijaremos en los aspectos físicos de la misma. Dada la fecha del mayorazgo (1515); las formas en arrabá de sus ventanas; las gárgolas del coronamiento; los cubos de ángulo; y la decoración gótica y góticomudéjar de sus estancias Nos situaríamos en una construcción de principios del XVI.

Cortesía de"Castillos del Olvido".

Para María Luisa Concejo Díez la autoría de la torre de Loja podría llegar a haber sido de Pedro Fernández de Velasco y de su mujer María Sarmiento, Señores de Medina de Pomar y Briviesca (1369-1384). Ella argumenta que la concesión del terreno por el infante Juan a Pedro en el año 1372; la actuación normalizada del mencionado matrimonio a levantar torres o fortalezas en sus propios terrenos tal y como muestran sus villas de Medina de Pomar, Briviesca y Carazo; así como la continua representación heráldica en esta torre de las armas de los Fernández de Velasco parecen indicarlo.

Evidentemente, una vez levantada esta torre, nada nos asegura que fuese, inmediatamente, decorada interiormente. Si sus muros se hubiesen decorado con yeserías y techumbres mudéjares, seguramente formarían parte del mismo taller que intervino en la ornamentación del palacio o alcázar del mismo matrimonio Fernández de Velasco en su villa de Medina de Pomar.

María Luisa entiende que Juan Sánchez Saravia de Rueda y su mujer María Fernández de Beñé debieron reconstruir la primitiva torre, al mismo tiempo que ampliaron su construcción, y es a ellos a quienes debemos considerar, sin duda, los promotores finales de las yeserías y carpintería mudéjar de esta torre, que si bien pudieron estar inspiradas directamente en otras yeserías y obras de carpintería anteriores, éstas datarían de fines del XV, principios del siglo XVI, es decir, en tiempos de los Reyes Católicos (1474-1504), bajo el patrocinio de los mencionados señores de la Casa de Loja. ¿Es por eso que colocaron las armas de los Velascos? ¿No? ¿Sí? ¿Tributarios o familiares?


Para Francisco Oñate Gómez, a juzgar por los detalles descritos, la torre fue levantada muy a principios del siglo XVI. Y sobre el escudo con figuras de veros indica que también fue usado por los Saravia y que los demás escudos, incluidos los del lado Este y el palacio, portan todos las armas de los Ruiz Beñé, como puede comprobarse en la torre del Almiñé de donde procedía María Fernández Beñé. ¿Aclara algo?

Juan de Saravia seguramente patrocinó las nuevas aportaciones renacentistas de su ornamentación, como ciertas molduras de sus ventanas que debiéramos datar ya en tiempos de Carlos I (1516-1556).

Un apeo de fines del siglo XVIII describía la torre como “casa fuerte que se titula de Loja, con su torre fuerte de cantería y almenaje por remate toda muy antigua, con seis escudos en la fachada de hacia cierzo, con foso de cantería y al dicho aire cierzo tiene su puerta principal, y al lado del solano, ábrego y regañón, tiene sus huertas con casas bajas, corrales, sitios de desvanes y servidumbres... Una huerta detrás de ella, cercada de paredes con almenas de cantería, con su era, casa y pajar, dentro de ella dos fanegas de sembradura... estanque...”

Actualizando la terminología vemos que consta de una torre y diversas dependencias al Sur y al Este. Hubo alguna más al suroeste, pero se hallaron tan arruinadas que es difícil saber en qué consistieron. La construcción adosada, palacio, al este de la torre, disponía de una pequeña puerta de arco apuntado. Como observó Inocencio Cadiñanos, al este se abrían diversas ventanas adinteladas y a ras de suelo saeteras. Dice que es de “regular mampostería”. Pudiera ser la parte más antigua, heredada de los Ruiz Beñé, pues únicamente tiene las armas de esta familia.


La torre ocupa la esquina noroeste del conjunto de edificaciones. Es casi cuadrada. Mide escasamente once metros de lado. La entrada principal está al norte, a través de una puerta de arco de medio punto de gran dovelaje perfectamente tallado. La flanquean dos saeteras. Esta fachada es la más lujosa. Sobre la citada puerta se aprecian dos escudos protegidos por visera.

El situado a la izquierda presenta el campo cuartelado repitiéndose las armas en este orden: Superior izquierda e inferior derecha por un lado y superior derecha junto a inferior izquierda por el otro. Las primeras son, de gules, cinco lises de oro, puestos en aspa. Corresponden a las armas de Saravia. Los otros dos cuarteles son, de gules, una rueda de carro de oro: Armas de Rueda. En el de la derecha figura una encina con una caldera pendiente de una rama, por el lado diestro, y un perro o lobo empinado a su tronco, por el siniestro: Armas de Ruiz de Beñe.

Fotografía cortesía de Eduardo Argote

En el primer piso destaca una ventana adintelada, con parteluz encuadrada por molduras típicamente renacentistas y adornada con escudo de los Velasco. En el piso de encima se repite casi el mismo tipo de ventana protegida por un arrabá, en este caso con tres escuditos que recogen las armas de los Saravia Rueda, los Ruiz de Beñe y los Velasco. También aparece alguna saetera, así como un pequeño vano de arco conopial –arco con una escotadura en la clave- en el extremo superior. A su lado una ladronera, bien conservada y con tronera en su frente, defendía el Ingreso.

Cortesía de Eduardo Argote.

La torre se remata con un cuerpo almenado que destaca limpiamente sobre una cornisa que recorre sus cuatro lados abrazando incluso las torrecillas que sobresalen en las esquinas apoyadas en modillones. Las almenas están hendidas por saeteras y acabadas en punta de diamante (son 8 en los lados mayores y 7 en los otros).


En el lienzo del Oeste una línea de canes sobresalen de la pared, en los que posiblemente se apoyó alguna tejavana. En el opuesto destaca un escudo y un ajimez.


Al patio del Sur, que hizo de caballeriza, se pasa a través de una puerta de arco de medio punto que Inocencio Cadiñanos vio encuadrada por escudos. Julián García Sainz de Baranda, en 1930, nos dice que “el arco exterior que da paso al patio, donde se abre la puerta alta de la torre y debieron estar las caballerizas, es casi contemporáneo a la torre, y como los anteriores, de medio punto; se adorna con tres escudos, uno de ellos en su puesto surmontado de yelmo, del cual penden bellos lambrequines con cascabeles; sus armas son las de los Saravia Rueda y Ruiz de Beñe. 


Con la diferencia de que algunas lises son partidas, lo cual podría llegar a indicar sus relaciones con la Casa Real de Francia, y una de las calderas va sobre ondas; el otro, que ha sido desmontado y del que hay una fotografía en el Archivo Provincial, es cuartelado, lleva tres canes, o lobos, coronados (…)” –seguimos la frase- en el cuartel superior izquierda (primer cuartel) dos de ellos alzados sobre sus patas traseras y afrontados y el tercero pasante y sólo dos de la misma forma en el tercer cuartel, con castillo donjuanado y tres bandas en los restantes. En la bordura, un tanto maltrecha, róeles o bezantes, veros, flores de lis y crujes flordelisadas. Le acompañaba una leyenda gótica que sería un lema de batalla:

QUIEN ESPERANÇA PERDIO PUS.
 ...A BIDA LE QUEDO NOBLEÇA MAT...
...ELE A MI BIBA ME DEJO PORQE
MAS PENA SE IO.


Excepto el ingreso el resto es de mala mampostería. Desde el patín se pasaba al primer piso del palacio y a la torre a través de una puerta de arco de medio punto en la que destaca también de buen dovelaje. Antes de la restauración se veían los canes en los que se apoyaba la cubierta de la citada caballeriza. Hoy hay canes con una buharda defensiva volada muy evocadora al que se sale por un portillo preexistente, una ventana de arco rebajado. Y en el extremo superior hay otras dos más pequeñas con repisa que sirvieron, seguramente, de palomar.

Torre de Loja a principios del siglo XX

Adosado al edificio, hay un accesorio casi coetáneo, que, según la tradición, fue cárcel. Se entra en él por puerta ojival y tiene un ajimez con escudo de tres bandas. A continuación, en la parte de Oriente, se abren cuatro amplias habitaciones con grandes ventanas, que fueron añadidas hacía el siglo XVIII.

Fotografía cortesía de Eduardo Argote.

Interiormente constó de planta baja, que comunica con el palacio, y tres pisos más con cubierta de terraza. El agua de esta última se vertía a través de cuatro gárgolas en cada lado acabadas en forma de lobo. Huidobro y García Sáinz de Baranda que recorrieron las estancias cuando estas estaban en ruinas las describieron así: “No menos interesante es el interior, que conserva sus pisos de madera y yeso, su escalera y la decoración de sus estancias. Estas se apoyan sobre fuertes machones de madera, con un gran pie derecho en el centro, provistos de bellas zapatas. En el primer piso hay un gran salón con chimenea para leña al fondo, iluminado por una gran ventana y tres compartimentos, a los cuales se pasa por graciosas puertas de madera góticas, con arco de yesería gótico-mudéjar. 



Una de ellas está adornada con librillos góticos. El segundo es muy semejante al anterior en su distribución, pero sólo una de sus portadas de forma adintelada tiene yesería mudéjar. En algún tiempo debió servir de cárcel. Tal vez algún preso literato puso allí esta leyenda, con caracteres del siglo XVIII: “Optimum (sic) animalium homo est sic separatur et justicia pesimum omnium sebisima justicia est armas”, que puede interpretarse, corrigiendo sus faltas: El hombre es el mejor de los animales y en esto se distingue de los demás, y la justicia cruel el peor de todos, la justicia es las armas.”. En el último piso se mantienen parte de las escaleras de piedra, empotrada en el muro, que daban acceso a la terraza. Las otras escaleras eran de tramo único y de madera. La torre remata en garitas y hermosas gárgolas representadas por lobos y lebreles. Destacan también los escudos señoriales situados en la fachada de la torre, entrada de la ermita y del patio.



Bibliografía:

“El arte isabelino en Burgos y su Provincia”. Luciano Huidobro y Serna.
“Torres castillos burgaleses”. Gonzalo Miguel Ojeda.
B.O.E.
“Apuntes descriptivos históricos y arqueológicos de la Merindad de Valdivielso”. Luciano Huidobro y Serna y Julián García Sáinz de Baranda.
“Apuntes sobre la historia de Las Merindades antiguas de Castilla”. Julián García Sáinz de Baranda.
Web “amigos de los Castillos”.
“Los castillos y fortalezas de Castilla y León”. Carlos M. Martín Jiménez. De la colección “Rutas para descubrir”.
“Hábitat y entorno ecológico II (El Valle de Valdivielso - Burgos)”. María Jesús Temiño Lopez-Muñiz.
Web “Castillos del Olvido”.
“Arquitectura fortificada de la provincia de Burgos”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
“Burgos, torres y castillos”. Fray Valentín de la Cruz.
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. V. Partido judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
Real Academia de la Historia de España.
GENi.com
“El arte mudéjar en Burgos y su provincia”. Tesis doctoral de María Luisa Concejo Díez.


Para saber más:




Anexos:

Francisco José de Landeta y Urtusáustegui: Conde de Casa de Loja (I). San Miguel el Grande (México), ? – c. 1760. Heredero de los mayorazgos de Loja y Valhermosa en Castilla la Vieja, alcalde mayor, regidor, alférez real, alcalde ordinario y procurador general del Ayuntamiento de San Miguel el Grande.

Hijo de Francisco de Landeta y La Hera, y Francisca de Urtusáustegui y Saravia, los cimientos de una de las familias más prestigiosas y acaudaladas del norte novohispano. La importancia que Francisco José de Landeta adquirió en la región, se debió también a su padre, Francisco de Landeta y La Hera, que se trasladó a la Nueva España en la segunda mitad del siglo XVII. En la primera década del siglo XVIII, aparece como uno de los principales propietarios de la villa de San Felipe, lugar en el que adquirió la hacienda de Santa Bárbara.

Desde la década de 1730, Francisco José de Landeta asumió importantes cargos en el Ayuntamiento de San Miguel el Grande, al que se unieron otros nombramientos honoríficos, como el de capitán de Caballos y Corazas. Fue alcalde ordinario de primer voto en 1736, procurador general en 1741, regidor alférez real desde 1732 y alcalde mayor en 1750.

Heredó el prestigio, el caudal y, sobre todo, los vínculos sociales de sus padres, en lo cual se vio sumamente favorecido, cuando en 1749, Manuel Francisco Tomás de la Canal y Bueno de Baeza lo nombró como albacea testamentario y tutor de sus hijos menores.

Según algunos contemporáneos, este hecho le ayudó a incrementar su hacienda, que ascendía a no menos de medio millón de pesos de oro común, que, sumados a los bienes de la familia De la Canal, llegaron a reunir una fortuna incalculable.

El 5 de noviembre de 1753 le fue otorgada una distinguida merced que se extendió, por lo menos, a tres generaciones de sus descendientes legítimos, a través del título de Castilla de conde de Casa de Loja, concedido con el vizcondado previo de Casa Landeta, por el que suministró a las arcas reales 2.250 ducados de vellón. Una honra que portaron sus hijos Juan Manuel y María Josefa de Landeta Primo y Terán, a quien se otorgó una carta real de sucesión lineal como condesa de Casa de Loja en noviembre de 1804.

Francisco José de Landeta y Urtusáustegui fue un comerciante próspero, poseedor de grandes haciendas agrícolas y ganaderas de la jurisdicción de San Miguel, entre ellas, San Nicolás de Buenavista, Alcocer, Santa Catarina de la Ciénega, Ábrego, Sosnabar, Landeta y Rancho Viejo, así como de un obraje textil de diecisiete telares y una enorme casa contigua a la Plaza de Armas de la villa de San Miguel. En el ámbito religioso se declaraba ferviente devoto de la Virgen de Loreto y de san Juan Evangelista. Fue partícipe de las obras constructivas de la Santa Casa de Loreto anexa al oratorio de San Felipe Neri y de la capilla del mismo nombre en el santuario de Atotonilco.

Benefactor de la fundación del Real Convento de la Purísima Concepción, de la fábrica del santuario y casa de ejercicios de Jesús Nazareno de Atotonilco; mayordomo y hermano mayor de las cofradías de las Benditas Ánimas del Purgatorio y del Santísimo Sacramento.


José Navarro Morenés. Conde de Casa Loja (VII). Madrid, 8.XII.1897 – 13.XII.1974. Militar y jinete.

Nació en el seno de una familia de larga tradición militar. Era hijo de Cristina Morenés y García Aleson, baronesa de Casa Davalillos, y de Felipe Navarro Ceballos Escalera, quien, después del Desastre de Annual, tuvo que ponerse al mando de la retirada hasta la posición de monte Arruit, donde permaneció cautivo de Abd-el-Krim año y medio; posteriormente fue ayudante de campo del rey Alfonso XIII y capitán general de Madrid.

José Navarro Morenés ingresó como alumno en la Academia de Caballería de Valladolid el 31 de agosto de 1912, siendo promovido al empleo de segundo teniente de Caballería en julio de 1915. Para entonces ya se había despertado su afición por la hípica y participó en Granada al año siguiente en su primer concurso.

Un año después fue destinado a Marruecos, incorporándose en Larache al Grupo de Caballería, primero en el Regimiento de Lanceros del Príncipe, tercero de Caballería, y después en el Regimiento de Lanceros de Borbón, cuarto de Caballería. Durante este bienio participó como alumno en el curso de la Escuela de Equitación Militar y se le concedió la Cruz de 1.ª Clase al Mérito Militar con distintivo blanco por terminar dicho curso con un diez. Ascendió entonces a primer teniente de Caballería y pasó el 28 de septiembre de 1919 al Escuadrón de la Escolta Real en Madrid. Ese año realizó el segundo curso de la Escuela de Equitación Militar y participó en los concursos hípicos de Ávila, Valladolid, Sevilla y Lisboa. En 1920 fue nuevamente destinado a Marruecos para entrar en combate, primero en el Regimiento de Cazadores de Vitoria, vigésimo octavo de Caballería en Marruecos, participando en la toma de diversas posiciones, y después, con el Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla número 2, se distinguió en la toma de Annual, por lo que volvió a la Escolta Real como capitán de Caballería y se le concedió la Medalla Militar de Marruecos. En octubre de 1924 volvió a combatir en Marruecos, primero en el regimiento de Cazadores de Castillejos y después en el de María Cristina de Ceuta. En 1927 se le concedió la Cruz de Primera Clase al Mérito Militar con distintivo rojo por los servicios prestados en el Protectorado de Marruecos y volvió a la Escolta Real como primer ayudante de campo.

Se casó en junio de 1928 con María Inmaculada Peláez de la Puente, VII condesa de Casa de Loja y V marquesa de Castañiza —hija póstuma de Eduardo Peláez y Quintanilla y de María Dolores de la Puente y Soto, VI condesa de Casa de Loja por Real Carta de rehabilitación expedida el 2 de abril de 1924 y IV marquesa de Castañiza por Real Carta de rehabilitación de 22 de diciembre de 1919—, y un mes más tarde, el 11 de julio de 1928, formando parte del equipo español junto a los capitanes José Álvarez de las Asturias-Bohórques y Goyeneche, marqués de los Trujillos, y Julio García Fernández, ganó la Medalla de Oro en la Olimpíada de Ámsterdam, con el caballo llamado Zapatazo. Se trata de la primera medalla olímpica de oro que se ganaba para España. Ese año se le concedió además la Medalla de la Paz de Marruecos y la Medalla de Plata de Alfonso XIII, conmemorativa de la jura de Su Majestad. Al año siguiente participó en los concursos internacionales de Niza y Roma, ganando entre otros el Gran Premio de Roma. En 1930 participó en el concurso internacional de Berlín y recibió la condecoración de oficial de la Orden Militar de San Benito de Avís. En 1931 volvió al concurso internacional de Niza. Permaneció en Francia una temporada cuando fue acusado de colaborar en la sublevación de Sanjurjo de 10 de agosto de 1932, hasta que le llegó el indulto en 1934. En el ínterin sufrió un accidente y fue aplastado por un camión que le produjo múltiples fracturas y le obligó a abandonar los concursos hípicos, aunque se inventó unas clases de gimnasia que simulaban, sobre una silla, los movimientos del jinete sobre el caballo, que ejercitó para en poco tiempo lograr su rehabilitación. De hecho, en 1936 volvió a España y fue destinado al Regimiento de Caballería de Robledo número uno, como capitán ayudante en Palencia. El 18 de julio se adhirió al levantamiento junto a los jefes y oficiales del regimiento, salvo el coronel, para tomar la cárcel provincial, liberando a los presos, así como la estación de Venta de Baños. Un mes más tarde fue nombrado jefe provincial de milicias del Ejército de Tierra, y como tal inspeccionó los frentes de León, Asturias, Santander y Segovia. En octubre formó y tomó el mando de la primera bandera de la Falange Española Tradicionalista de Castilla, con la que participó en la toma de Pozuelo y Aravaca en el frente de Madrid, por lo que fue ascendido a comandante de Caballería. En enero de 1937 fue nombrado inspector jefe de las milicias nacionales del frente sur de Madrid y fundó la primera bandera de Madrid (segunda de Castilla) y las banderas tercera, cuarta, quinta y sexta de Castilla. A la primera bandera de Castilla se le concedería la Medalla Militar colectiva por tomar parte en la defensa del Cerro del Águila y los Cigarrales en la Casa de Campo, donde murieron en combate los comandantes de la primera y la quinta banderas, Joaquín Crespí de Valldaura y Bolete Silvestre. Para entonces había sido nombrado jefe de las milicias nacionales de Madrid. Por fin, el 28 de marzo de 1939, al mando de la Agrupación de Centurias, entró en Madrid.

En los primeros años de posguerra fue teniente de alcalde del distrito de Chamberí en Madrid, siendo Alberto Alcocer su alcalde. Después, el 4 de enero de 1941, fue nombrado ayudante de campo de Franco. Cuando se presentó como tal al caudillo, llevaba, entre otras condecoraciones, la Medalla de Plata de Alfonso XIII, conmemorativa de la jura de Su Majestad, que llamó la atención de Franco y que José Navarro justificó declarando ser un convencido monárquico. En 1943 ascendió a teniente coronel de Caballería y recibió la Medalla de la Campaña, la Cruz Roja al Mérito Militar, la Cruz de Guerra y la Cruz de la Real Orden de San Hermenegildo.

En el año 1947 fue cuando pudo reanudar su afición por la hípica. Participó en diversos concursos montando a Quórum y Blasón, con los que ganó quince primeros premios nacionales y uno internacional. Al año siguiente participó en los concursos internacionales de Niza, Roma y Lisboa y en la Olimpíada de Londres. Los decimocuartos Juegos Olímpicos volvieron a la senda del espíritu deportivo por ser los primeros que se organizaron tras la Segunda Guerra Mundial y también fueron los primeros en retransmitirse por televisión, en los que todo el mundo pudo apreciar cómo el teniente coronel Navarro, junto con los comandantes Marcelino Gavilán Ponce de León y Jaime García Cruz, ganaba una Medalla de Plata por equipos, a pesar de haber quedado sepultado por el caballo que montaba cuando éste resbaló. Demostró su tesón al levantarse de la cama del hospital, donde había permanecido cuatro días inconsciente, para participar en los individuales de salto, aunque, dadas las circunstancias, no pudo luchar por conseguir la Medalla de Oro. No obstante, se le recompensó con la Cruz de Segunda Clase al Mérito Militar con distintivo blanco en reconocimiento a su actuación en la Olimpíada de Londres, que le convertía en el primer español que obtenía dos medallas olímpicas, aunque en ambas ocasiones fuera en equipo. De hecho, estaba en su mejor momento deportivo, pues en 1949 ganó veinte primeros premios nacionales y nueve internacionales, volviendo a ganar, con veinte años de diferencia, la Loba de Roma. Así continuó, participando y ganando concursos internacionales, hasta que en el concurso Hípico de Madrid de 1951 sufrió otro grave accidente que le retiró definitivamente de la competición tras 35 años de éxitos hípicos, entre los que destacan el Gran Premio de Roma (1929 y 1949), tres Tazas D’Ouro de Portugal, Primer Premio de las Naciones en Roma, Niza, Lisboa o Dublín, y era el único jinete español con dos medallas olímpicas. En cierto modo le compensaron al ascender en julio de 1952 a coronel de Caballería, aunque cesó como ayudante del general Franco, por ser destinado para mandar el regimiento de Caballería de Dragones de Pavía núm. 4, y al año siguiente el regimiento de Caballería Cazadores de Montesa núm. 3. Tres años después, mandando la tercera Brigada Independiente de Caballería de Sevilla, fue ascendido a general de brigada de Caballería, para luego ser nombrado jefe de la Casa Civil de Franco, y poco antes de terminarse la década de 1960 se le ascendió a general de división. Durante esta época despachaba semanalmente con el general Franco y le acompañaba en sus viajes y en la entrega de cartas credenciales, organizaba las audiencias y participaba en la organización y actos de las visitas realizadas a España por distintos mandatarios, entre las que destaca la del presidente David Dwight Eisenhower, de los Estados Unidos de América, actos en los que le fueron concedidas Grandes Cruces por varios gobiernos. El 12 de enero de 1971 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo en atención a toda su trayectoria. En 1973 solicitó el cese, por motivos de salud, como jefe de la Casa Civil de Franco. Un año después, el 13 de diciembre de 1974, falleció en Madrid.


2 comentarios:

Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.