Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 3 de mayo de 2020

Rabiando.



En contra de lo que podría parecer no hablaremos de la política española contemporánea sino de una enfermedad zoonótica viral (de animales pero transmisible al hombre) que no es el Covid 19 sino de un conocido Rhabdoviridae del género Lyssavirus: la Rabia. Un virus con una mortalidad absoluta. Es decir, que muere casi el cien por cien, si no se trata. El último muerto en España se produjo en el Hospital de Cruces de Baracaldo (Vizcaya) el 13 de diciembre de 2019.

Se encuentra en la saliva y en las secreciones de los animales infectados y se inocula al humano cuando es mordido atacado por aquellos y resulta herido. Además el virus puede ser transfundido también cuando un individuo con algún corte en la piel (vía de entrada del virus) tiene contacto con las secreciones salivales de un animal infectado.

"El Clamor público" (19/06/1863)

¿Vamos conociendo la enfermedad? Pues ahora les comento porqué la traemos a esta bitácora. Para ello debemos leer la noticia que publicaba “La correspondencia de España” el veinticinco de mayo de 1863:

“Una carta de Orduña de 20 de mayo nos dice: “Ninguna cosa que merezca mencionarse ocurre por acá, como no sea el haber aparecido ayer un gran perro procedente, según se dice, de la parte de Izarra, y atacado de hidrofobia: mordió en la cabeza a un niño de unos 10 años, natural de Medina de Pomar, que se mantenía aquí de limosna desde hace algún tiempo.

Inmediatamente se cauterizó la herida, y se aplicaron al niño los remedios y cuidados que se juzgaron conducentes, y, hoy, con persona de confianza y á caballo, ha sido dirigido a Medina, para que el alcalde de aquella villa lo entregue a sus parientes. El perro fué perseguido desde el momento en la dirección de Saracho que había tomado, poro no habiéndole podido dar alcance se ha dejado hoy ver en el pueblo de Délica, donde se dice que ha mordido a una mujer.

Los guardas de campo de esta ciudad, que han salido de orden del señor alcalde a recorrer el terreno, han conseguido verle, y persiguiéndole, se ha dirigido, acosado por cuantos han observado su marcha, hacia esta población, y en sus afueras, en las eras llamadas de San Francisco, ha intentado arrojarse sobra un labrador llamado Ramón de Aguinaro, habitante en un caserío situado allí mismo, quien ha esperado al animal con serenidad y lo ha tendido muerto á sus pies, al golpe del zarcillo que traía y le había servido para escardar el trigo que tenía sembrado en su heredad”.


Vemos cómo la población se organizaba persiguiendo al animal enfermo que podía matar a través de sus mordiscos. Y cómo se resalta la identidad del héroe. Hoy no podemos llegar a entender que esa mascota juguetona que tenemos en casa y que chupetea a nuestros hijos pudiese ser un vector de muerte. Entiéndanme, no existían las vacunas –tan denostadas por algunos grupos cuasicospiranoicos- que les protegen y… nos protegen.

Piensen que la península ibérica, y todo el orbe, ha sufrido, y temido, los efectos de la Rabia. Y se estudiaba cómo salvar a los enfermos desde la antigüedad lejana. Tal vez se deba a su cuadro clínico -tan impresionante- o a que se ve la relación causa efecto pero, esta enfermedad, ha sido ampliamente descrita por la literatura médica desde Babilonia y Asiria.

"El diario de Menorca" (17/07/1863)

Por no irnos muy atrás, Aurelio Cornelio Celso, en el siglo I a.C., escribió “De Medicina” y utilizó el término virus (como sinónimo de veneno) para describir el agente que producía la Rabia, confirmando creencias anteriores de que la saliva del perro rabioso era fundamental para el contagio. Cierto. Celso utilizó por primera vez el término “hidrofobia” para referirse al rechazo del agua en los enfermos, y describió el uso de la cauterización y las sangrías para el tratamiento de las mordeduras y sangrías.

Sobre el origen de la enfermedad los romanos desarrollaron alguna que otra divertida teoría: su causante era la estrella Sirio o estrella del perro (canis) y los días de canícula -dies canicularis o días de perros- los cánidos eran más susceptibles a la Rabia.

Lucio Junio Moderato Columela recomendaba el ajo molido en la mordedura del perro rabioso. Otros “remedios” apuntados eran: agentes cáusticos, el fuego, beber vino (considerado un antiveneno), enemas, escarificaciones y la inmersión del paciente en un baño caliente. Supongo que no les importaba este ensañamiento. Pensarían que, total, se iba a morir.


Galeno (130-201 d.C.) recomendaba la amputación quirúrgica de las zonas heridas para evitar el desarrollo de la enfermedad. Cayo Plinio Segundo (Plinio el Viejo) recomendaba prevenir la Rabia en el perro dándole leche de una nodriza que estuviese amamantando a un niño y recomendaba tratar las mordeduras de los perros rabiosos aplicando en la herida cenizas de una cabeza de perro, o también beber esas cenizas. ¿Más? Se creía que la Rabia estaba causada por un pequeño gusano instalado en la base de la lengua de los animales infestados. Grattio Falistco (siglo I d.C.) mantenía que extrayendo el gusano se curaba el perro, además de que tal gusano poseía poderes curativos mágicos en la prevención de la Rabia cuando era inyectado en la persona mordida, aunque solo después de haber dado tres vueltas alrededor de un fuego. ¿Seguimos con los remedios preventivos “caseros”? Pues comer el cerebro de una gallina joven.

San Isidoro, arzobispo de Sevilla (560 a 636 d.C.) en sus “Etimologías” sostenía que el contacto con la saliva de un perro rabioso era la causa del contagio de la enfermedad y definía la Rabia o hidrofobia como “…el miedo al agua, produciéndose por la mordedura de un perro rabioso o por su baba, caída en la tierra y tocada por un hombre o un animal, que son invadidos por la locura y arrastrados a la Rabia”.

"La correspondencia de España" (02/02/1863)

No andaba descaminado, la pena es que el cristianismo luchó contra la Rabia delegando esa tarea en San Huberto y Santa Quiteria, que calmaba a los perros. San Huberto (637-727 d.C.) es, también, patrono de cazadores, matemáticos y ópticos. Como protección del Santo se utilizaba un anillo de hierro insertado en la pared de la casa. En el medioevo, también, proliferaron las recetas de ajo y emplastos vegetales contra la Rabia sin olvidar el fuego cauterizador.

Los médicos árabes Rhazes (siglo IX) y Avicena (siglo XI) sugerían que la Rabia podía deberse a cambios en la temperatura del ambiente. Maimónides (siglo XII) escribió un “Tratado sobre los venenos y sus antídotos” donde se ocupa de la Rabia proponiendo tratamientos anteriores a su desarrollo clínico, con referencias al largo periodo de incubación, recomendando que la herida permaneciese abierta, sin coser, durante al menos 40 días (lo cual es cierto porque el virus es anaeróbico y cerrando la herida se favorece su multiplicación). Informaba también que una vez que comenzaban los síntomas, la muerte era inevitable.

En el siglo XIII, el médico Arnau de Vilanova (1238-1311) escribió “Regimen Sanitatis ad regum Aragonum, Medicinalium introductionum speculum” donde planteaba que era el consumo de cadáveres de animales muertos de Rabia la causa del contagio de los perros. No es imposible porque hay rastro del virus en las vísceras y tejidos musculares de los infectados.

"La Iberia"  (21/05/1863)

En la Edad Media, las epidemias de Rabia fueron comunes en muchos reinos europeos. Y, por supuesto, los de España. Casi todos los casos registrados procedían del perro y, en menor medida, del lobo y el zorro. Como hemos leído en el artículo de prensa, después de cada episodio, batían con todo tipo de armas, incluyendo el uso de venenos, las zonas aledañas al ataque. En un brote en Madrid se sacrificaron 900 perros en un día. Eran otros tiempos. Y otras prioridades.

En 1786, por un edicto de la Real Junta de Sanidad, de 23 de noviembre, se dictaron en España medidas “para evitar la transmisión de la Rabia, controlar, proteger perros y gatos, estableciendo sanciones contra sus dueños, en caso de incumplimiento”. En la misma publicación se ordenaba “el sacrificio inmediato de cualquier perro hallado en la calle, sin propietario”. Se obligaba a los dueños a llevar los animales provistos de un collar de hierro, latón, cuero u otro material y en ningún caso a dejarles abandonados. La Orden fue ratificada en 1793, por Acuerdo real de Carlos IV, de 13 de septiembre. Está claro que se primaba la teoría de transmisión desde un animal enfermo frente a la -divulgada en aquellos momentos- teoría miasmática y sus emanaciones de suciedad y aguas corrompidas. También es cierto que en Francia, a finales del siglo XVIII, se promulgaban leyes para que no se asesinase a las personas atacadas de Rabia, hidrofobia o cualquier otra enfermedad que provoque accesos, convulsiones o locura furiosa.

"El clamor público" (26/05/1863)

El 28 de noviembre de 1855 se promulgó la primera Ley de Sanidad, en la que se estableció que en el Consejo Nacional de Sanidad figurase un Vocal Veterinario, así como en todas las Juntas Provinciales de capitales de provincias y poblaciones de más de cien mil habitantes. En la Gaceta de Madrid y bajo la forma de Real Orden, de 17 de julio (publicada el 13 de agosto) de 1863, se publicó una Instrucción Preventiva sobre la Rabia. En ella se dan instrucciones precisas en relación con las heridas, “comprimiendo en todas las direcciones para forzar el sangrado y que la saliva no pueda penetrar, la aplicación de una ligadura por encima de la herida, limpieza con lejía, con agua y jabón, con agua de cal, con sal o con cualquier liquido astringente, con agua pura e incluso con orina”. Se indica también “la conveniencia de la cauterización con un hierro al rojo”. La disposición establecía que se recurriera rápidamente “al auxilio del médico, cirujano o, a falta de aquellos, al veterinario... sin tener en cuenta las supercherías de los saludadores...” Este último era, según la R.A.E. un embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia u otros males, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas.

Con el descubrimiento microbiano ocurrido en la mitad del siglo XIX, fue posible dar el gran brinco en el tratamiento contra la Rabia gracias a la vacuna de Pasteur de 1885, logrando la tan esperada posibilidad de tratar a las personas agredidas por animales supuestamente rabiosos, que era uno de los importantes problemas de salud pública de la época. El tratamiento de Pasteur tenía una mortalidad de menos del dos por ciento.

"La correspondencia de España" (06/05/1863)

Pero para nuestro muchacho no llegaron a tiempo todos esos avances. Parecería que los de Orduña lo devolvieron a morir a Medina de Pomar. Nos imaginamos ese viaje en caballo, esa repulsa del jinete por si le infectaba, ese saber que las posibilidades de sobrevivir eran nulas…

La Rabia tiene un periodo de incubación variable que abarca el tiempo que necesita para que el virus alcance el sistema nervioso central (SNC) y comienzan los primeros síntomas. Depende de la distancia entre el punto de infección y el SNC, la densidad de terminaciones nerviosas en el punto de inoculación y la dosis de exposición y cepa del virus implicada. La media es de uno a dos meses pero para un niño mordido en la cabeza seguramente sería inferior. Muy inferior.


El periodo prodrómico, el de los síntomas iniciales, se prolonga hasta que el virus se fija en las neuronas cerebrales. Durante su migración por el sistema nervioso periférico el virus evade el sistema inmune y se replica en los ganglios espinales iniciándose la activación del sistema inmune y la producción de anticuerpos, que llegan demasiado tarde para neutralizar el virus, que avanza y se fija en el cerebro, donde se replica y escapa de las defensas adquiridas. Estos primeros síntomas son inespecíficos, con fiebre, dolor muscular, agitación, ansiedad, vómitos y dolor en la extremidad mordida. Este periodo, en el caso del hombre, suele ser corto, de 2 a 4 días.

La crisis fundamental constituye el periodo neurológico agudo, que tiene lugar rápidamente (en cuestión de horas), con replicación del virus a nivel del tálamo, ganglios basales y médula espinal. Comienza a producirse después la inflamación cerebral (encefalitis) y el enfermo fluctúa entre la consciencia y la confusión. También se inician alteraciones en el comportamiento, que derivan a cambios agresivos, con episodios violentos, con convulsiones y ataques (Rabia furiosa). En el hombre se describen alucinaciones, elevada sensibilidad a la luz, a los sonidos y a los olores. Son visibles los espasmos respiratorios. Dándole un toque morboso, padecerá de parálisis de las cuerdas vocales, fiebre alta, excesiva salivación y dificultada al tragar. Es la combinación de estas dos últimas características lo que produce los espumarajos asociados a la Rabia. A estas alturas a nuestro niño medinés le quedarán un máximo de diez terribles días de vida.


La afectación del núcleo amigdalino genera priapismo y eyaculación espontánea. Gracias a Dios, comienzan a disminuir los espasmos respiratorios que dan paso a episodios de parálisis, arritmias y colapso de los órganos principales, como consecuencia de la encefalitis. Las pupilas no responden a la luz y al final se produce la muerte por fallo respiratorio y multisistémico.

Pero podríamos encontrarnos con que este niño hubiese sido uno de los escasísimos casos de supervivencia –no, olvídense, está muerto, muerto-. Además, de sobrevivir hubiera quedado con importantes secuelas cerebrales. Si son almas que añoran los finales felices pueden creer en el remedio que publicaba el periódico “Diario de Córdoba” del veinte de mayo de 1863 que decía: “Por lo que pueda valer, transcribimos el siguiente medio para curar, usándole a tiempo, la hidrofobia. Este remedio es la aplicación sobre la mordedura, en contacto con la sangre, de un trozo tostado de cuerno de ciervo o de cualquier animal”.

"La Correspondencia española" (21/05/1863)

Hoy la Rabia sigue siendo un problema en todo el mundo. Aunque es cierto que en los Estados Unidos, Canadá y Europa occidental, la Rabia de perros y zorros es un problema controlado. Problema aparte es la Rabia transmitida por murciélagos que está aumentando, principalmente, en Francia, Alemania y Holanda. En el caso de los murciélagos, como resultado de estudios experimentales, se ha determinado la presencia de virus de la Rabia en la saliva casi en una cuarta parte de los casos.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que cada año mueren entre 55.000 y 60.000 personas por la Rabia. Otros informes llegan hasta 100.000. Solo en la India, la Rabia se cobra al año entre 25.000 y 30.000 vidas. Más de la mitad son niños.


Bibliografía:

“Tratamiento contra la Rabia humana: un poco de su historia”. María Cristina Schneider y Carlos Santos-Burgoa.
“Medicina y veterinaria: el impacto Social de la hidrofobia rábica y los ataques de perros en las palmas de Gran Canaria (1872-1908)”. Juan Francisco Martín del Castillo.
“Rabia. Riesgos y control. Análisis de la situación en España”. Dr. Elías Fernando Rodríguez Ferri.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “La Esperanza”.
Periódico “Diario de Córdoba”.
Periódico “El pueblo de Ceuta.es”.

Esta entrada está dedicada a todos los fallecidos por Coronavirus (el Covid 19) que se han producido durante la pandemia en España. Sirva como pequeño y voluntarioso abrazo a todos aquellos que han –hemos- perdido a alguien frente a la enfermedad.


2 comentarios:

  1. En una de esas tardes en las que aún podíamos sentarnos y hablar largo y tendido conocí, de primera mano, la historia de un niño que cogió la rabia y al que su propio padre tuvo que, en lugar de dejarle morir, darle a beber veneno. No consigo olvidarlo, parece como si el dolor flotase en todas las acciones, prudentes o no, que tenemos que tomar en algún momento de nuestra vida. Gracias por esta entrada, como siempre, muy interesante. Saludos.

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