Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 18 de octubre de 2020

Villarcayo, capital de una provincia.



Vamos a conocer el periódico gaditano, cuando Cádiz era el refugio y cuna de la libertad española, llamado “El Amigo de las leyes”. Nació en 1812 pero en septiembre de ese año se trasladó a Madrid. Allí lo tendremos desde el dos de octubre de 1812, en números de cuatro páginas y compuesto a dos columnas, saliendo primero de la imprenta que fue de Fuentenebro, por su regente Manuel García, y después también de la de Francisco de la Parte.

Hartzenbusch (1894) y Gómez Imaz (1910) lo tildan de “periódico político liberal”, y Mesonero Romanos lo tacha de “furibundo” liberal. Tras publicar su número 16 (01/12/1812) se suspende su publicación por hallarse la capital del reino ocupada por las tropas napoleónicas, reapareciendo el 15 de febrero de 1814, con el número 17. Su edición es atribuida al ingeniero de caminos y canales Francisco Javier Barra, que ya había sido acusado en 1813 de afrancesado. Un decreto de la Inquisición, de 22 de julio de 1815, prohibió su lectura y ordenó recoger todos sus ejemplares, siendo condenado a una multa su editor, comisario de Caminos y Canales. Claro que, en la biografía de la Real Academia de la Historia, no aparece esta relación con el periodismo.


Francisco Javier Barra, otro de esos españoles liberales arrumbados a un rincón de una historia de los dos últimos siglos y pico demasiado llena de héroes políticos providenciales merecedores de la “damnatio memoriae”, nació en Madrid en 1764 y era hijo de padres napolitanos. Hacia 1781 ingresó en la Real Compañía de Guardias Marinas y permaneció como ingeniero de Marina hasta 1790 en que pasó al servicio de Hacienda. En 1798, siendo teniente de fragata e ingeniero extraordinario de la Armada, fue agregado a Juan López de Peñalver, para la impresión del catálogo de máquinas del Real Gabinete. El 25 de julio de 1799, al crearse la Inspección general de Caminos y Canales fue nombrado comisario.

Su primer trabajo fue en la carretera de Aragón, donde estudió el paso de la divisoria entre el Tajo y el Ebro, y fue destinado en 1805 a Santander donde dirigió la carretera de Reinosa. En esta demarcación conoció a su mujer María Josefa Gutiérrez. Parece ser que durante la Guerra de la Independencia estuvo al servicio de José I Bonaparte en Madrid. Consta su solicitud para imprimir un Prontuario de monedas francesas, del que no se conoce publicación. Y aparece como ingeniero de sección en el proyecto de cuerpo de ingenieros civiles realizado en 1810 por José María de Lanz.

En 1813 es acusado de afrancesado y en 1814 aparece “El Amigo de las leyes”. Este periódico liberal, que suele atribuirse a Barra, fue uno de los periódicos que Benito Pérez Galdós utilizó como fuente para escribir sus Episodios nacionales.

Francisco Javier debió de pasar por algún proceso de purificación aunque en octubre de 1816 estaba en activo y redactó un proyecto para la reedificación del arco arruinado en el puente de Almaraz, sobre el río Tajo. Durante el trienio constitucional, al reabrirse la Escuela de Caminos y Canales, en 1821, fue nombrado director. Permaneció al frente del centro hasta su cierre, al término del trienio. Durante los años siguientes continuó trabajando en la casi desmantelada Inspección de Caminos y consta que apoyó y colocó a algunos de sus alumnos que, como milicianos nacionales, habían sido defenestrados.


En 1826 escribió un libro sobre pavimentos, que tiene el mérito de ser la primera obra publicada en español sobre la materia, aunque sus ideas sobre los firmes “a la romana” resultaban ya anticuadas en la época. Realizó después un ensayo sobre trazado de canales y unas observaciones sobre el abastecimiento de aguas a Madrid, que le valieron el encargo del ayuntamiento para efectuar el proyecto de traída de las aguas. En abril de 1830 presentó su trabajo, en el que proponía un acueducto desde el río Guadalix y otro con toma de agua en el Manzanares; se imprimió lujosamente, pero el proyecto no llegó a realizarse.

Tras la muerte de Fernando VII, Barra fue inspector general y miembro de la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos. En 1840, pasó a ser director general, hasta su fallecimiento en febrero del año siguiente.

Nos centraremos en las entregas de “El amigo de las leyes” de febrero a abril de 1814 que fueron dedicadas a una nueva división de la nación en provincias. En el periódico se hablaba de la falta de percepción por el pueblo, los ciudadanos, de la nueva realidad constitucional por incapacidad –o viejos vicios- del gobierno o por incapacidad del estado, de la administración, de llegar al ciudadano.

Decide el redactor, quizá el señor Barra, recorrer los problemas que él encontraba y buscarles soluciones. Hablará de “la monstruosa división de Provincias en que está repartida nuestra España, y hasta donde alcancen mis conocimientos diré lo que entienda sobre la nueva división que debe hacerse indispensablemente, si se quiere establecer un gobierno regular siquiera, sea el que fuere”. Optimismo en estado puro.

Explicaba que las órdenes del Gobierno se multiplicaban demasiado: que una disposición particular, o un Decreto, producía después una multitud de órdenes. “La necesidad de dar esta multitud de órdenes la ocasiona en gran parte la absurda subdivisión de nuestras Provincias”. Era evidente para aquellos españoles que había provincias de forma irregular, excesiva extensión e incoherencia interior. Esto dificultaba la comunicación de sus diversas partes con su Capital. Con ello, había pueblos adonde nunca llegaban las órdenes y provincias donde sus jefes delegaban funciones, y responsabilidad, en una miríada de subordinados.


El periódico rechazaba la reforma provincial de José I por no haber tenido en cuenta factores topográficos y geográficos, climáticos, de fertilidad de las tierras, de población… “¿Cómo, pues, podría hacer la subdivisión con acierto un hombre que no había viajado por España, ni tenía medios de adquirir noticias, ya por la incomunicación con las Provincias, y ya porque los que podían dárselas en Madrid se negaban a instruirle en este punto, como en todo lo que intentaba saber aquel Gobierno?”. En esta frase se percibe una disculpa y cierto conocimiento de lo que ocurría en el Madrid de los afrancesados.

Los artículos hablan de la necesidad de un equipo de especialistas que viajase por España y les da ideas. La extensión de terreno era la primera circunstancia a estudiar: ni muy grande -porque el gobierno provincial sería complicado- ni muy pequeña porque habría demasiadas provincias y dispararía los gastos. La clase de terreno también afectaría.

¿Población? Argumentaba que las zonas con poca población requerirían más superficie para satisfacer el cómputo de los gastos necesarios para el gobierno de una provincia.

Hay otro dato que tener presente, y es el de fijar bien los límites de las provincias, y de modo que pudieran resolverse con facilidad las dudas posteriores a la delimitación. Por ello, recomendaba recurrir a las líneas divisorias de aguas sujetando a ellas los límites de las provincias. Añadían que eran límites ya aplicados para delimitar pueblos y dominios. Y quien dice ríos dice sus vertientes.

Y... ya. Hablaremos de Villarcayo y la provincia fantasma:

“Toda la parte de Navarra baja que hay entre la raya de Francia y la cresta de los montes ya expresados, que hace vertientes al Ebro y al Océano, podría agregarse a la provincia de Guipúzcoa, y con ella formar una nueva provincia, cuya capital fuese San Sebastián. Por la parte del Norte debería limitarse en la cresta dicha hasta tocar en la divisoria con el Señorío de Vizcaya; cuya divisoria podría seguirse la actual, que está arreglada por una línea de vertientes. Del Señorío de Vizcaya podría formarse otra provincia, cuyos límites fuesen por el Este la provincia de Guipúzcoa; por el Norte la misma cresta de los Montes ya expresados, y por la parte del Oeste, la línea de aguas vertientes a la ría de Santoña, por la parte de Castro Urdíales, hasta dar con la cresta dicha. La capital debería ser la villa de Bilbao”.

Perdón, esta es el párrafo de Vizcaya y Guipúzcoa. Ahora sí:


“De las Montañas de Santander debería formarse otra provincia, cuya capital fuese aquella ciudad , y sus límites podrían ser los siguientes: Por el Este la línea determinada antes por divisoria con Vizcaya; por el Norte la cresta dicha de los mismos Montes; y por el Oeste la línea de vertientes entre las dos rías de Llanes y Rivadesella. Recordando ahora lo dicho anteriormente acerca del cordón de Montes, que en los altos de Reynosa volvía hacia atrás y formaba la caja del Ebro, tomando pues por divisoria la línea de vertientes que forma hasta el valle de Valdivielso; y .pasado este, tomando por las alturas de Oña a buscar los portillos de Bustos, Miraveche, Trerrobles, dejando a la derecha el puente de Larra; y siguiendo hasta encontrar la línea divisoria por el Norte de Vizcaya: todo el país comprehendido entre estos límites, y cerrado con la divisoria Norte de Santander podría formar otra provincia, cuya capital pudiera ser, o Villarcayo o la villa de Reynosa; y pudiera denominarse Fuentes de Ebro”.

Les dejo con este sueño imposible, con este mero divertimento cultural.


Bibliografía:

Periódico “El amigo de las leyes”.
Hemeroteca digital de España.
Real Academia de la Historia de España. Biografía por Fernando Sáenz Ridruejo.



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