Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 14 de febrero de 2021

Fiestas de Guardar en Villarcayo allá por el siglo XV

 
 
Cierto. Pero que muy cierto que nos fijamos al inicio del año en el calendario laboral que pactan los sindicatos y las diversas administraciones o empresas. ¡Qué tiempos aquellos en que eso –eso- era una decisión de la Iglesia (Católica, por supuesto)! Y no fue hace mucho tiempo pero nosotros nos remontaremos hasta el año 1636. La relación de fiestas de ese año fue fruto del trabajo de los licenciados Francisco López y Fernando de Mena, curas de la parroquia de Villarcayo.
 
Decidieron esta relación de fiestas:
 

Enero:

17

San Antonio Abad

 

20

Santos Fabián y Sebastián

 

22

San Vicente

 

28

San Tirso

Febrero:

3

San Blas

 

5

Santa Águeda

 

14

San Valentín

Marzo:

1

El Ángel de la Guarda

 

19

San José

Abril:

16

Santo Toribio

Mayo:

6

San Juan de Porta Latina

 

8

La aparición de San Miguel

 

15

San Isidro Labrador

 

31

Santa Petronila

Junio:

2

San Juan de Ortega

 

13

San Antonio de Padua

 

30

San Marcial

Julio:

2

La Visitación de Ntra. Señora

 

26

Santa Ana

 

29

Santa Marta

Agosto:

1

Las Cadenas de San Pedro

 

5

Nuestra Sra. de las Nieves

 

16

San Roque

 

29

La Degollación de San Juan

Noviembre:

11

San Martín

 

21

La Presentación de Nuestra Sra.

Diciembre:

8

Nuestra Sra. de la Concepción

 

13

Santa Lucía

 

18

Nuestra Sra. de la O

 

29

Santo Tomás Cantónense

 
Como gente de Iglesia, previsores y pensando a largo plazo, determinaron que se guardasen “perpetuamente todo el día como sy fuesse depreceto, y habersse guardado asta aquí, porque nadie se escusse ni trabaxe en semexantes días”. Traducido: en esos días se debía guardar el correspondiente descanso laboral y la obligatoria asistencia a los oficios religiosos. Son un total de 30 días –como unas vacaciones- que no nos resultan del todo conocidos porque algunos corresponden a fiestas que ya no figuran como de guardar en el calendario general de la Iglesia.


¿Les he dicho que eran como unas vacaciones? ¿Sí? Analicémoslo: el año tipo tiene 52 semanas con sus correspondientes domingos a los que añadiremos las festividades del ciclo del señor, más las del ciclo de la Virgen, San Juan Bautista, los apóstoles Pedro y Pablo, Todos los Santos, Fieles Difuntos… más la treintena propuesta por Francisco y Fernando son unas cien fechas festivas. Si quitamos un diez por ciento de coincidencias nos quedan noventa días que son una cuarta parte del año. Bien ¿No? ¡Hombre! Si lo comparamos con el calendario romano donde, en el bajo imperio, uno de cada dos días es festivo…
 
Claro que no eran unos juerguistas impenitentes y durante los meses de fuerte trabajo en el campo por la recolección no hay fiestas. En cambio en los meses de trabajo más tranquilo –enero, febrero, mayo y agosto- hay más días de fiesta.

San Antonio Abad
 
Las fiestas escogidas no tienen una especial vinculación con Villarcayo y son bastante generales en el mundo castellano. Empiezan con San Antón –San Antonio Abad-, santo copto (m. 356), hoy conocido por ser la noticia de cierre de telediarios donde aparecen personas que llevan a las iglesias homónimas a su mascota para ser bendecida. En Puente Arenas de Valdivielso tiene altarcito propio y cuando le sacan en procesión le ponen trapo blanco a guisa de capa, para que nieve. ¡Algo que en su país jamás hizo! Primero fue monje, luego ermitaño, y en el desierto tuvo tentaciones como nos recoge la “Leyenda Dorada” de Santiago de la Vorágine. Él las vencía con una cruz muy egipcia: empleaba el signo egipcio de la vida. Fue muy mortificado, y según nos cuenta su biógrafo Atanasio, profesó un santo horror al agua, que jamás profanó su cuerpo si no en caso de enfermedad. Supongo que espantaba a las tentaciones con el olor.

San Sebastián
 
El 20 de enero es el día de los santos Fabián y Sebastián, que no tienen nada que ver el uno con el otro y que son amontonados en días aleatorios, aunque aparecen juntos en la invocación de las letanías generales. San Fabián fue un Papa de Roma, que trató de ordenar las confusas actas de los mártires logrando formar parte de sus obras de la forma más siniestra: fue decapitado y ascendido al martirologio. ¡Vamos, como para que Stephen King piense algo similar!... Si vamos a Tartalés de los Montes (Valle de Valdivielso, Las Merindades) pueden llegar a ver una buena tabla del taller de Oña donde el cuerpo de San Fabián, con sus atributos pontificales, se sostiene de rodillas pero su cabeza ya ha rodado en una muestra del gusto “gore” que anidaba en las manos de los artistas de antaño. Un remedo serían las películas de casquería que ven los jóvenes mientras comen palomitas. El otro mártir del día, San Sebastián de Milán, no necesita presentación. ¡¿Quién no ha visto un sansebastián atravesado como un acerico?! Incluso hay páginas en internet que lo presentan como un santo gay.
 
El aragonés san Vicente fue diácono del obispo de Zaragoza, San Valero, a quien sustituía –y superaba- en la predicación. Ambos fueron detenidos y llevados a Valencia a declarar. Vicente provocó su martirio en el potro aunque se ha llegado a difundir que se le torturó en la parrilla como san Lorenzo.

San Vicente
 
San Tirso fue uno de los santos que buscaron el martirio en una especie de suicidio asistido al provocar al prefecto Cumbricio. Su “victoria” fue un combate dialéctico con su torturador a quien fue reduciendo literalmente a pedazos; hasta que, asustado de su resistencia física (que achacaba a trucos mágicos) le devolvió a prisión. A aquel primer asalto sigue un segundo, esta vez a cargo del nuevo prefecto Silvano, y un tercero, a cargo de Baudo. Este último prefecto manda que lo partan con un par de sierras, pero en una larga jornada laboral de nueve horas nada se consigue. Al contrario, el propio verdugo sufre de golpe en su carne todos los tormentos. De pronto, Tirso es “llamado al cielo”, y el clero cristiano se hace cargo del cadáver del mártir. Si van a San Bernabé (Sotoscueva) verán una imagen de este mártir siendo torturado.

San Tirso (en Sotoscueva)
 
Febrero lo empezamos con San Blas de Sebaste que tiene mucha tradición en Bilbao donde se llevan sus cordones como prevención de los males de garganta. Este obispo armenio, cual laboratorio moderno, ensayó sus virtudes sanadoras con animales. Entre sus éxitos se cuenta la extracción de una espina de pescado del gaznate de un niño, pero se supone que también cura las toses y catarros de temporada. Realmente, era un pequeño precio para conseguir la santidad.
 
Dos días después era la festividad de Santa Gadea –Santa Águeda-, la virgen mártir de Catania (Sicilia), cuya pasión se centró en atacar su virginidad y sus senos, cuya iconografía nos los presenta en una bandeja. No hay que ser un doctor de la iglesia para ver en ella un ejemplo contra los placeres de la carne y su advocación como defensora contra la actividad sísmica resulta una muestra de humor negro.

Santa Águeda o Gadea
 
El 14 de febrero se celebrará San Valentín. Hoy en día es un santo muy comercial y deseado por vendedores de perfumes, lencería y bombones. No hay uno solo sino dos apretujados el mismo día: un obispo del que nada se sabe, y un presbítero que nunca existió. Este es, precisamente, el patrono de los enamorados. Sin embargo, nada en su leyenda da pie a ese patronato. Más bien se le presenta como sesudo razonador que casi convierte al cristianismo con sus discursos y argumentos al emperador Claudio II el Gótico (siglo III).
 
Marzo y abril no necesitaban de muchas fiestas votivas, porque ya la liturgia cuaresmal y pascual iba bastante recargada. Así, en abril sólo tenemos a Santo Toribio de Liébana, aunque lo correcto es decir de Astorga, pues de esta ciudad fue obispo. Su mérito principal fue haber sido uno de nuestros inquisidores más antiguos, si no el primero, dedicado a perseguir a los herejes priscilianistas que pululaban por Galicia y el Bierzo.

Santo Toribio
 
La fiesta de San Juan ante Portam Latinam recuerda un episodio tradicional de la vida del apóstol y evangelista, discípulo amado del Señor, para mostrar que padeció martirio, como los demás apóstoles, aunque no murió de ello. Por orden imperial se le introdujo en aceite -dicen que hirviendo-, delante de la Puerta llamada Latina, de Roma. De aquel baño salió no sólo vivo e ileso, sino rejuvenecida la piel, como si de un cosmético se tratara. Luego le desterraron a la isla de Patmos, en el mar Egeo, donde tuvo las visiones del Apocalipsis. Y las escribió.
 
En el mismo mes de mayo, el día 8, se conmemora una aparición de San Miguel Arcángel. Este espíritu puro se ha hecho visible repetidas veces, hasta cuatro, según la Leyenda dorada que hemos citado antes. La fiesta que nos ocupa corresponde a la tercera aparición, vista en Roma durante unas rogativas organizadas por el Papa San Gregorio con motivo de una peste. Al pasar la procesión por delante del mausoleo de Adriano levantó el Papa los ojos y vio en lo alto al ángel exterminador que limpiaba y envainaba su espada, dando por concluida su faena. De ahí el nombre de castillo del Santo Ángel que lleva desde entonces el edificio.

San Miguel Arcángel
 
San Isidro Labrador procede de un oscuro relato tardío de autor desconocido que parece haber vivido en los siglos XI-XII en Torrelaguna y Madrid. Era siervo labriego, aunque le tiraba más lo contemplativo, hasta el punto de tener que echarle una mano el ángel de la guarda con los bueyes, alguna vez que Isidro se arrobó. Sus restos fueron “identificados” con una momia que desde Carlos III está en la iglesia homónima de Madrid. En 1619 Felipe III consiguió, de la Santa Sede, la beatificación de Isidro. Tres años después fue canonizado junto con Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Destacamos esto porque era santo nuevo cuando se compuso este catálogo (1636).
 
De Santa Petronila, supuesta hija del apóstol San Pedro, sabemos que su madre y suegra del apóstol estuvo mala de calentura, y fue curada por Jesucristo. Relatos apócrifos informan de que también Petronila lo estuvo. Quizá su culto en la zona de Villarcayo se deba a ser una enfermedad muy común esta.

Santa Petronila
 
San Juan de Ortega pudo ser incluido en esta relación por el origen burgalés de este santo agustino, natural de Quintana Ortuño. Su maestro fue Domingo de la Calzada que le enseñó a construir caminos en la ruta jacobea. En el siglo XV se lo apropian los frailes jerónimos, promotores de su culto en la provincia.

San Juan de Ortega
 
San Antonio de Padua fue franciscano de los de la primera hornada. Y un santo de rápido ascenso porque, muerto en la flor de la edad, resultó canonizado al año siguiente de morir (1233). Sus dotes se han mezclado con las de San Antonio abad (San Antón) llegando a confundirse en funciones tan personales y delicadas como son la protección de los animales, o la de las personas contra el “fuego de San Antón”. Fuego de San Antón, o de San Marcial - siguiente santo de la lista- que protegía frente a un mal que recorrió Europa entre los siglos XI y XVI. Se lo ha identificado con formas graves de erisipela, o bien con el ergotismo: intoxicación por harina contaminada de cornezuelo. San Marcial tiene una hagiografía cambiante que tanto nos dice que fue enviado a Limoges por el Papa Fabián como por el mismo San Pedro. Tampoco nos tomemos muy en serio esas biografías.
 
Metidos en julio tenemos la fiesta de la Visitación de María a Santa Isabel. Hay ermita y romería famosa en lo alto de la cuesta de La Hoz, en El Almiñé. La siguiente, al final del mes, era la de Santa Ana que fue la madre de la Virgen María, junto a San Joaquín. De Ana solo tenemos noticias por los escritos apócrifos. Pero su leyenda no paró de enriquecerse y todavía en el s. XIII la Leyenda Dorada explica su triple matrimonio y maternidad de las Tres Marías. En efecto, viuda de su primer marido, San Joaquín, se habría casado primero con Cleofás por quien fue abuela del apóstol Santiago el Menor, y finalmente con Solas con el que tuvo a Salomé que la hizo abuela de los apóstoles Santiago el Mayor y San Juan Evangelista. El Concilio de Trento repudió tanto dislate, sin mucho éxito, a decir verdad.
 
El culto de Santa Marta (29 de julio) se importó del mediodía francés. Marta era hermana de María y de Lázaro. Los relatos apócrifos nos cuentan que, con otros refugiados, arribaron a Marsella. La proeza más conocida de Santa Marta fue capturar el último dinosaurio -¡milagro!-: la gran Tarasca, terror y gloria de la ciudad de Tarascón (todavía no localizada, je, je). Este monstruo fue muy popular en la fiesta del Corpus como símbolo del diablo vencido. Ahora que vivimos la lucha por la igualdad de los sexos podríamos reubicarla frente a San Jorge en la faceta de mata dragones.


El mes de agosto lo abría la fiesta de las Cadenas de San Pedro. Tiene la basílica de San Pedro “ad vincula”, muy visitada por causa del Moisés de Miguel Ángel. El título se refiere a la prisión del apóstol y su milagrosa libertad, según se narra en los Hechos de los Apóstoles. Un capitel de la iglesia de San Pedro de Tejada ofrece una recreación románica del suceso.
 
Como una ironía tenemos la celebración de la Virgen de la Nieves en el cinco de agosto. Patrona de Vitoria y celebrada en Las Machorras. Como ya se ha comentado en otra entrada su festividad se debe a la basílica romana de Santa María la Mayor, erigida sobre un solar que apareció nevado en tiempos del papa San Liberio (siglo IV).
 
Roque es otro santo venido de Francia por la ruta jacobea. En su juventud pasó a una Italia asolada por la peste. Pronto se le conoció por su capacidad sanadora. Se le figura en traje de peregrino, remangada la túnica para mostrar una llaga que padeció en su pierna, dicen que de un flechazo. A su lado aparece un perro que, según la leyenda, le lamía la herida, tal vez por asimilación con el pobre Lázaro del Evangelio según San Lucas. Desde el siglo XV en muchos lugares sustituyó a San Sebastián como abogado contra la peste.

San Roque
 
La Degollación del Bautista, que cierra el ciclo de este santo, es uno de los episodios más dramáticos de los evangelios. La cabeza de Juan, puesta en un plato para satisfacción de la impúdica Herodías, ha sido objeto de representaciones realistas en el arte cristiano.
 
De importación francesa fue también San Martín, obispo de Tours. Su discípulo y diácono Sulpicio Severo escribió de él una Vida colmada de episodios sobrenaturales. A falta de noticias en los Evangelios auténticos, el calendario recurrió mucho a los apócrifos como en el caso de la presentación de María en el Templo, que relata el Protoevangelio de Santiago. Sería cono una duplicación del episodio de la Presentación de Jesús, recordado en la fiesta de la Candelaria.

San Martín y el pobre
 
Llegamos ya a diciembre y lo inauguramos con la fiesta de la Concepción de María que fue colocada el 8 de diciembre. La fiesta dobla la de la Anunciación, o concepción de Jesucristo. La fiesta llevó a que en el siglo XIX (1854) la concepción inmaculada de la Virgen, esto es, sin pecado original se convirtiese en dogma de fe.
 
La virgen Santa Lucía, perteneciente como San Águeda al panteón siciliano, padeció martirio a comienzos del siglo IV, poco más de medio siglo después que su paisana, cuando esta ya gozaba de un culto bien acreditado. Incluso llegó a verla en uno de sus sueños, que todavía se hacían en los santuarios, a la manera de las incubaciones paganas, para conseguir la salud propia o ajena. Águeda y Lucía entraron en el canon de la misa de la mano de San Gregorio Magno, y Lucía en el folclore religioso como abogada de la vista y patrona de los ciegos. El porqué de esto se ignora, aunque la leyenda dice que ella misma se los sacó por no seguir viendo a un pesadísimo pretendiente. Radical, excesivo y en nada ejemplar en nuestra sociedad. Es un rasgo de automutilación insoportable.

Santa Lucía con sus ojos 
en una bandeja
 
El último de los santos votivos de Villarcayo fue Santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, primero amigo y protegido del rey Enrique II, que le nombró canciller y primado de Inglaterra; mas luego, cuando el santo se le enfrentó, le hizo matar. Un clásico inglés. En 1173, a los tres años de su muerte Becket ya era canonizado con rango de mártir, siendo su sepulcro atracción de peregrinos, como los que pinta Chaucer en sus Cuentos de Canterbury. De él se contaban milagros bastante curiosos como el de un pájaro de esos que hablan, perseguido por un ave de presa, exclamó: “¡Santo Tomás, ayúdame!” y, al punto, la rapaz cayó a tierra fulminada.

Santo Tomás Becket
 
Quizá este somero recorrido por los santos que se resaltaban en aquel Villarcayo nos haga reflexionar sobre las preocupaciones de esta pequeña comunidad hace tres siglos y medio. Tocante a fiestas y santos, salta a la vista el predominio de la leyenda. Aún no se había producido la irrupción avasalladora de los nuevos santos “históricos” y tridentinos. Lo que aquí vemos es un santoral utilitario. Son figuras elegidas por su poder milagrero contra los problemas de su vida cotidiana: la enfermedad de hombres y animales, los efectos del rayo, el pedrisco o la sequía, y toda la maraña de peligros oscuros proyectada en los espíritus del mal.


 
 
Bibliografía:
 
“Papeles Viejos de Castilla-Vieja”. Crónicas de Ayer en el archivo de Villarcayo”. Jesús Moya.
Periódico "La Vanguardia".

A Jesús Moya.
 

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