Asumo
que los temas que tratamos en esta bitácora durante las celebraciones de los
días de Difuntos y de Todos los Santos -hoy asociados a una distorsionada idea
del Halloween o Samain- suelen ser más abiertos en cuanto al área sobre el que
pongo el ojo. Y, por ello, reconozco que el título es tramposo. Las dos
localidades que creemos no son tales sino los apellidos de un inquisidor.
¡Hostia! ¡¿Un inquisidor de la sanguinaria, genocida y brutal Inquisición Española?!
Pues sí. Y ya sé que alguno pedirá que me cancelen, como si esto fuese Twitter.
Pues no.
Casa del pueblo de Salazar
Sabemos
que la palabra "inquisidor" evoca intolerancia, tortura y crueldad y
no modernidad, racionalismo o compasión. Y, por supuesto, está asociado a “La
Inquisición” y a ríos de sangre. Pero en el mundo de hoy, lo que no se cuenta
no existe, aunque sea la verdad. Y, desgraciadamente, en temas relacionados con
esta institución de la Iglesia Católica hay mucha desinformación o, por decirlo
llanamente, mentiras. Irónicamente, el Imperio Español tenía “diarrea procesal”,
como diría Ángela Rodríguez Martínez, alias “Pam”, y una vocación de
conservación de sus archivos. Así sabemos mucho de muchas personas y casos como
el de las brujas de Zugarramurdi y el inquisidor Alonso de Salazar y Frías. No
sabemos todo de este episodio brujeril, porque una parte de la documentación,
la del lado francés, se quemó en Burdeos en 1710. En palabras de Emilia Roca
Barea: “con ese arte que han demostrado a lo largo de los siglos los
incendios franceses para achicharrar, con puntería milagrosa, aquello de lo que
no conviene dejar rastro”.
Frías (Burgos)
Este
brote de brujería navarra procedía de Francia donde hubo una terrible
persecución bajo la dirección de Pierre de Lancre. A primeros de julio de 1609,
hace su aparición en el Labort, territorio del País Vasco francés, en calidad
de juez comisionado por el rey, el mentado Pierre. Entre el 1 de julio y el 1 de
noviembre de ese año la justicia francesa quema 80 brujos. Lancre asegura que
ha visto la marca del demonio en más de 3.000 niños. Por el contrario, al foco
de brujería navarro, que en reinos al norte de los Pirineos se solventaba con
olor a carne quemada, fue enviado Salazar y Frías por el inquisidor general
Bernardo de Sandoval y Rojas para solucionar de histeria colectiva surgida, con
grave riesgo para el orden público.
Alonso
de Salazar y Frías gozaba de una merecida reputación de abogado brillante y
honrado. En un año desactivó aquella espiral de delaciones y acusaciones. Recorrió
el territorio aldea por aldea, ofreció perdón y comprensión, pero exigió
respeto a las vidas y las haciendas ajenas. A Lancre le hubiera dado un
patatús, convencido como estaba de que la cúspide de la perfección brujeril era
el disimulo y de que por tanto el trabajo más difícil era detectar al brujo.
Por ello, el francés se explayó en su tratado sobre brujería en la descripción
pormenorizada de las formas, marcas y actividades preferidas por los brujos,
sin desdeñar un minucioso análisis de los síntomas de la licantropía. Puro
racionalismo francés (es una ironía). Alonso de Salazar y Frías solía hacer un
estudio previo de las cuestiones que se le proponían. Valoraba las pruebas
documentales considerando que sin ellas no se podía seguir adelante en ningún
proceso.
No
se recordaba a Alonso -cosa normal entre nuestros purgadores de la historia-
hasta que en 1907 el historiador estadounidense Charles Lea habló de él en su “Historia
de la Inquisición de España” al tratar el proceso de Zugarramurdi celebrado en
Logroño entre 1610 y 1614. Luego lo estudiaría Julio Caro Baroja en 1933, Luis
Coronas Tejada y el danés Gustav Henningsen en “The Papers of Alonso de Salazar
Frías. A Spanish Witchcraft Polemic 1610-1614” y en “El Abogado de las Brujas
(1983)”.
No nos olvidemos del que será Inquisidor General Bernardo de
Sandoval, erudito y mecenas, que fue protector de Cervantes, el cual le
menciona en el Quijote. Sandoval encargó a Alonso trabajo tan problemático y lo
apoyó en todo. Excepcionales
debieron de ser también el resto de los inquisidores de la Suprema, órgano
rector de la institución, que recibieron los memoriales y documentos escritos
por Alonso y mantuvieron sus criterios inalterados en el tiempo. Estos principios
legales adoptados ante la brujería hicieron que España fuese el país de Europa
donde menos brujas condenaron. Según Henningsen, unas 50.000 personas murieron
en la caza de brujas en Europa. La mitad en los territorios germánicos. Apenas
una veintena en España.
Llevamos
un rato leyendo sobre este hombre, recibiendo información de lo que hizo o
creemos que hizo y parece el momento para conocerlo. Lo que nos atrae del
personaje a los miembros de esta bitácora son sus apellidos que le asocian con
familias y poblaciones de Las Merindades. No llegaremos al nivel de la
Auñamendi que, directamente dice: “Miembro de la Inquisición, de gran
importancia para el País Vasco y originario del mismo, nacido en Burgos en 1564”,
palabras firmadas por Ainhoa Arozamena Ayala, pero sí nos sorprendemos del
origen de sus apellidos y la presencia de los mismos en nuestra comarca. Sabemos
que nació en Burgos, en 1564, en una familia hidalga con capilla y
enterramiento en la parroquia de San Esteban de Burgos. Su padre, Bernardino de
Salazar, su tío Antonio (familiar del Santo Oficio) y su abuelo paterno, Tomás
Ortiz de frías Salazar, fueron letrados, con antecedentes familiares de
mercaderes de lana en el Consulado de la ciudad. Tomás Ortiz había servido a Condestable
de Castilla Pedro Fernández de Velasco como regidor, gobernador y administrador
de sus estados. (¿Vale esto como vínculo con Las Merindades? Buff, no nos
volvamos locos, por favor). Dicho esto, con este ejemplo familiar dejamos
constancia de que la mayoría de los inquisidores de los siglos XVI y XVII,
procedía del mundo universitario.
Eugene Grasset, "Brujas".
Los
niños con parientes en la clerecía, en la magistratura o bien protegidos por
alguna dignidad, solían perfeccionar sus estudios de latinidad sin salir del
ámbito familiar, aprendiendo a leer y escribir, y a estudiar algo de gramática y
latín. A los catorce años, quienes valían para el estudio emprendían estudios superiores
en la universidad. Después de perfeccionar los latines oían los “Derechos” por
un tiempo de cuatro a cinco años, tras los cuales obtenían el grado de
bachiller. Aquellos con vocación y con medios económicos continuaban sus
estudios como colegiales hasta hacerse licenciados en leyes, y si tenían la
oportunidad, en doctores. Alonso de Salazar comienza sus estudios universitarios
en Salamanca con quince años de edad y se gradúa en 1584. Las relaciones
familiares fueron las que le llevaron a Jaén en el séquito de clérigos del
obispo Francisco Sarmiento de Mendoza
En
1588 se consagró sacerdote y ese mismo año el obispo
Francisco Sarmiento de Mendoza lo nombró racionero del Cabildo de la
Catedral de Jaén y se graduó de licenciado en Cánones en la económica, y rápida
en otorgar títulos, Universidad de Sigüenza. Fue también visitador y vicario de
las ciudades de Baeza y Úbeda para implantar en ellas la reforma tridentina. Sus
estudios le abrirían una puerta para ascender en las altas esferas eclesiásticas,
pero, también, harían de él un gran humanista y un hombre muy instruido para su
época con una vasta formación en derecho, historia o teología. Muestra de ello
fueron los 1.161 volúmenes de su biblioteca personal y la variada colección de
obras pictóricas incluidas en su inventario post mortem. Trescientos sesenta y
cinco de esos libros eran de humanidad, teología moral e historia.
Recreación de Alonso Salazar Frías.
De
1588 a 1595 maduró jurídicamente al lado del obispo Sarmiento, que había sido
catedrático en la Universidad de Salamanca y oidor en la Chancillería de
Valladolid. La confianza del obispo es tal que, al morir en 1595, deja nombrado
a Alonso como albacea. Tras cumplir con el testamento, Salazar y Frías es
enviado a la Corte como jurista del cabildo para defender los negocios del obispado.
Allí conoce a Bernardo Sandoval y Rojas, a quien comienza a servir cuando le
nombran obispo de Jaén, y más tarde cardenal y arzobispo de Toledo, el Primado
de las Españas.
El
obispo Sarmiento encargó a Alonso, junto con el racionero Gil Dávalos Zambrana,
escribir un episcopologio que se inició con el primer obispo de la diócesis
Jaén-Baeza en tiempos de Fernando III hasta el año 1595. Fue un trabajo que eliminó
leyendas y tradiciones para dejar solo los nombres que consideraron ciertos.
En
julio de 1600 le designaron procurador de la Iglesia de Jaén en la Congregación
del Estado Eclesiástico de la Corona de Castilla (1602-1603); participó en las
deliberaciones con tal éxito que, en 1602, por unanimidad, esta institución lo
nombró procurador general ante la Corte; en 1607, una nueva Congregación lo
mantiene en tal puesto, que le permite entrar en contacto con el duque de Lerma
y consejeros de distintos Consejos.
"Vuelo de Brujas" (Francisco de Goya)
Cuando
Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, accede al cargo de
inquisidor general en 1608, nombró inquisidor para el Tribunal de Logroño a Alonso
Salazar y Frías (23 de marzo de 1609), sin que este perdiese la canonjía de
Jaén. Señalemos que este nombramiento solo fue posible tras la muerte del anterior
Inquisidor General Juan Bautista Acevedo. Tenía tanto poder el inquisidor
general que a pesar de contar Alonso con el apoyo del arzobispo de Toledo y de
las cartas de recomendación de los papas Clemente VIII y Pablo V no se le
concedió el cargo.
Alonso
de Salazar y Frías era un hombre trabajador, retraído, hogareño, puntual en sus
obligaciones y lector incansable. También lo tacharon de tozudo, de carácter áspero
e individualista, reservado para sus asuntos, descreído y con pocos amigos.
Al
llegar a Logroño, encontró iniciado el que se conoce como “proceso de las
brujas” donde habían descubierto 31 brujos sentenciados a salir en un auto de
fe que se celebraría los días 7 y 8 de noviembre de 1610, en los que 11
morirían en la hoguera. No se pudieron quejar porque el espectáculo registró un
lleno total: hubo unos 30.000 espectadores. Salazar no estuvo conforme con la
sentencia ni con el modo de llevar los otros inquisidores el proceso, y
consiguió del inquisidor general, su patrono, ser comisionado para estudiar in
situ el fenómeno de la brujería navarra. No había pasado mucho tiempo cuando Alonso
Becerra Holguín y Juan Valle Alvarado (los otros dos inquisidores logroñeses) insinuaron
que su colega debía de estar compinchado con el demonio. Aseguraban que
solamente Satanás podía haber arreglado las cosas de modo que Salazar fuese
enviado a Logroño y lo acusaron de defender a las brujas cegado por Satanás.
Obra de Francisco de Goya.
El
22 de mayo de 1611 Alonso de Salazar parte hacia Zugarramurdi para propagar el
edicto de gracia entre sus habitantes y recoger cuanto testimonio fuera posible
sobre la aparición de brujas. Durante ocho meses reúne pruebas basadas en
testimonios de encausados y testigos del proceso, con el fin de deshacerse de
simples conjeturas y sospechas sin fundamento y formarse un juicio sobre el
problema. El resultado fue más de 11.000 folios de intenso trabajo y la
creencia firme de que no habían existido brujas hasta que no se había empezado
a hablar de ellas.
Como
si fuese el terror de Salem (Massachusetts), Salazar se encontró con un pozo de
hostilidad, de personas aterradas, venganzas, rencillas, odios, delaciones y
falsos testimonios familiares, vecinales, acusaciones forzadas, sobornos,
cárceles, ensoñaciones y alteraciones psicológicas individuales y colectivas.
Pero no creyó que el demonio estaba corriendo entre las faldas de las vecinas y
que hubiese que jugar con las teas. Aplicando el humanismo de la Escuela de
Salamanca, para el que la persona es un ser racional y libre, procedió a
estudiar el asunto de forma, diríamos, científica. En marzo de 1612 redactó un
primer informe y luego un segundo, que remitió a la Suprema en octubre de 1613.
Cosa que, reitero, no gustaba a sus compañeros Becerra y Valle. Incluso dejó
constancia de su arrepentimiento por la sentencia que él también había firmado en
1610.
“No
he hallado… ni aun indicios de qué colegir algún acto de brujería que real y
corporalmente haya pasado… Se comprobó… haber sido todo irrisorio, fingido y
falso… Y así todo es demencia que pone horror imaginarlo”.
Salazar
concluyó que los fenómenos de brujería investigados eran historias
inverosímiles y ridículas y “todo lo que la relación de Logroño da como cierto,
cayó como embuste y patraña” ante el método experimental de Alonso de
Salazar. En cuanto a la forma de ir y volver a los aquelarres de los brujos y
brujas -mediante ungüentos y polvos que les permitían acudir volando-, Salazar anotó
que “se verificó por sus mesmas declaraciones o por otras comprobaciones y
algunas también por declaraciones de médicos y experiencias palpables, haver
sido todas y cada una de ellas echas con embuste y ficción, por medios y modos irrisorios”.
¿Cómo poder documentar que una persona, en cualquier momento, vuele por el
aire y recorra 700 km en una hora; que una mujer pueda salir por un agujero por
el que no cabe una mosca; que otra persona pueda hacerse invisible a los ojos
de los presentes o sumergirse en el río o en el mar y no mojarse; o que pueda a
la vez estar durmiendo en la cama y asistiendo al aquelarre... o que una bruja
sea capaz de metamorfosearse en tal o cual animal que se le antoje, ya sea
cuervo o mosca? Estas cosas son tan contrarias a toda sana razón que, incluso,
muchas de ellas sobrepasan los límites puestos al poder del demonio”.
(Francisco de Goya)
El
inquisidor relató con detalle cada una de las “experiencias palpables”, como
recoger veintidós ollas que contenían los “potajes, ungüentos o polvos” con los
que se frotaban las brujas para volar y que utilizaban para sus maleficios, y
pidió a varios médicos que comprobaran su eficacia sobre animales, a los que no
les pasó nada. Los supuestos ungüentos preparados con entrañas de recién
nacido, sangre de sapo y semen de ahorcado fueron certificados por galenos y
boticarios como simples cocciones de hierbas. Él mismo probó, en su perro
primero y luego en su persona, venenos que se decían matarían a 1.000 personas
con un solo frasco, y dejó anotado que ni siquiera había sufrido dolor de
tripas. También pudo comprobar que, en bastantes ocasiones, había sido el miedo
y las amenazas de clérigos y comisarios lo que había obligado a las supuestas
brujas a inventarse sobre la marcha los brebajes.
Había
lugareños que se acercaban a Alonso para retractarse de la confesión previa. Argüían
que confesaron bajo tortura a manos de sus vecinos. Muchos más acudían para ser
reconciliados y perdonados, mientras otros se inculpaban para de inmediato
pedir confesión y retractarse y así protegerse de futuras denuncias, en muchos
casos hechas para arrebatarles sus tierras o por simple venganza. Creo que en
esto último sí había un demonio detrás: el de la avaricia.
Así
que Alonso de Salazar escribió -con mucha retranca- que “si las brujas
existieran la ley debería reclutarlas para el Rey en lugar de perseguirlas”
dadas las capacidades que tenían. Algo así como los experimentos de los EEUU y
URSS con psíquicos y gente de esa ralea. Tampoco hubo jóvenes que acostadas con
el demonio. Las matronas contratadas por el inquisidor examinaron a las mujeres
y comprobaron que seguían siendo vírgenes.
Los
inquisidores dejados en Logroño no quedaban bien en los informes de Alonso. La
disputa pasará por la guerra psicológica o la difamación. Alonso de Salazar
estuvo implicado en un proceso por moneda falsa… resumiendo la lucha entre
salazarístas y los otros no paró hasta la marcha de Alonso de Salazar y Frías
fuera de Logroño.
Gracias
a los memoriales enviados durante cuatro años, con 1.802 declaraciones, el
Consejo dio unas Nuevas Instrucciones en 1614 sobre el modo de entender el
Santo Oficio el delito de brujería. Alonso consiguió así un éxito profesional
que, en cierta forma, compensaba lo que dejaba en Logroño. A partir de
entonces, gozó Salazar de prestigio entre los miembros del Consejo, que le
encomendó varias visitas de inspección a tribunales entre 1617 y 1622.
En
1627, tras regresar al Tribunal de Logroño, la Suprema vuelve a requerir de sus
servicios. No sabemos si para no abrir viejas heridas o para aprovechar su gran
capacidad. Se le envió al tribunal inquisitorial de Toledo. Uno de primer orden.
Tras visitar ese tribunal, abandona el cargo de inquisidor de distrito para
convertirse en promotor y abogado fiscal del Consejo de la Inquisición, y en
1631 en miembro de la Suprema.
En
lo personal, su vida giraría en torno a pleitos y enfrentamientos motivados, en
líneas generales, por el impago de los alquileres de sus viviendas. En el
verano de 1634 Alonso vivía como inquilino en una de las casas principales del
mayorazgo de Pedro de la Barreda, alcalde de los caballeros hijosdalgo de la Corte.
Salazar utilizó sus conocimientos en leyes para evadirse de pagar los
alquileres de la casa durante seis meses por parecerle el precio de 500 ducados
anuales un alquiler abusivo. ¡Todo un okupa contemporáneo! Solicitó una retasa
del precio del alquiler, que se realizaría en septiembre de ese año, tras la
que se confirmaría el precio del arrendamiento. El 19 de junio de 1635
finalmente se ordena a Alonso de Salazar pagar los atrasos del arrendamiento de
la casa.
Ese
mismo año, Alonso, torpedeará la vida del licenciado Agustín Gilimón de la Mota,
miembro del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda, propietario de unas casas
principales en la Calle Mayor de Madrid. Les cuento, a comienzos de 1635, al
fallecer el marqués de Maenza, inquilino de una de las casas propiedad del
licenciado y tras la que andaba Alonso de Salazar seguramente por estar frente
al edificio de los Consejos, Gilimón decide meter a Salazar en ella. Siguiendo
el protocolo de rigor, el alguacil Pedro de Olave procede a hacer la división
de la casa, sin ningún tipo de equidad. Asigna el cuarto principal y de mayor
valor del inmueble a Alonso, dejando a Agustín un cuarto bajo y otro por
edificar, a pesar de ser él el legítimo propietario, aceptando el repartimiento
por no dar pie a pleitos con Salazar.
"El Aquelarre" Fco. de Goya.
Dadas
las circunstancias, Gilimón hace obras de ampliación en su estancia. Alonso de
Salazar, a quien no competía ningún derecho por no ser el legítimo propietario
de la casa y gracias a su favorable situación en la Administración y en la
Corte, logra paralizar las obras de ampliación de Gilimón, iniciándose un
pleito entre ambos. Pues, al final, Gilimón se enfangó en pleitos con el “colmillo
retorcido” de Salazar. A Alonso la obra le estorba el uso y paseo por el patio,
espacio común a todos los inquilinos del inmueble, amén de las molestias durante
la reforma. Pero el verdadero motivo era que Salazar veía que le arrebataban la
luz que le entraba todas las mañanas por la ventana.
Falleció
a las ocho de la tarde del miércoles 9 de enero de 1636 en Madrid y dejaba como
albaceas y testamentarios a Jerónimo de Villanueva, caballero de la Orden de
Calatrava y protonotario de Aragón, y a Miguel Tafalla. Empezaron a elaborar el
inventario, tasación y almoneda de sus bienes el 11 de enero del mismo año ante
la gran cantidad de efectos personales que dejaba a su muerte el inquisidor. Su
heredero fue su sobrino Francisco de Salazar Manrique de Ayala, vecino de
Nogales, quien subastó los bienes heredados por la cantidad de acreedores de su
tío. Y, supongo, dejaría descansar al licenciado Gilimón al cerrar los pleitos.
Bibliografía:
Real
Academia de la Historia.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Periódico
“El Mundo”.
Alumni
CEF-UDIMA.
Revista
“XLSemanal”.
Confilegal.
Periódico
“La tribuna de Ciudad Real”.
“El
Mayor proceso de la historia”. Gustav Henningsen, director de Danish Folklore
Archivs, Copenhague.
Auñamendi
Eusko Entziklopedia.
Periódico
“Diario de Navarra”.
“Los
documentos de Alonso de Salazar Frías. Una polémica sobre la brujería en
España,1610-1614”. Gustav HENNINGSEN.
“¿Brujas
satánicas o príncipes pecadores? Fundamentos “políticos” del escepticismo
demonológico en la temprana Modernidad”. Constanza Cavallero.
“El
sentido moral y entorno social en la construcción de la personalidad de un
inquisidor: Alonso de Salazar y Frías”. Laura Lavado Suárez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.