Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 26 de mayo de 2024

Política, sangre y odio en Arija (1934-1941)

 
 
Ninguna guerra surge de la nada. Los factores son múltiples y, muchas veces, cada persona que empuña un arma en cualquiera de los bandos tiene razones, venganzas o rencores que cobrarse. No hay nada bonito en ello, ni en sus causas. Ni existió lo que la leyenda rosa sobre la II República Española cuenta -al menos no como lo cuenta- ni la equivalente con el franquismo. O al revés.

 
Para comprenderlo mejor nos centramos en una localidad que llevaba poco como municipio independiente, Arija, constituido en 1928 y formado por dos barrios: el Barrio de Arriba o núcleo tradicional y el Barrio de Abajo o Vilga, construido en 1906 al instalarse allí la empresa vidriera "Cristalería Española”. Con ello, tenemos un centro industrial comunicado con Bilbao y León a través del ferrocarril de La Robla. Además, cerca pasaba la carretera entre Burgos y Santander. Esto llevó a que en 1930 estuviesen censadas 2.187 personas de las cuales unos 600 eran obreros empleados en la "Cristalería Española" y otros estaban en una cantera de arenas silíceas. La mayor parte de ellos estaban sindicados, principalmente en la UGT.
 
Era un núcleo rojo e industrial en una provincia conservadora y agrícola. Allí vencían las candidaturas de izquierdas en todas las convocatorias electorales. Y, en esa población se disfrutaba de la tensión política común en el pútrido aire político de la segunda república española. El 9 de abril de 1934 hubo una pelea entre Serafín y Ángel Sedano Jerez y Eugenio Javier Sedano llevándose este último la peor parte. 

El cinco de octubre de 1934 la Guardia Civil detuvo a Aquilino Hidalgo Hidalgo, Sabino Fernández García, Urbano Ruiz Ceferino y Ángel Rodrigo Lucio que dispararon contra Adolfo Sierra Fernández de 27 años, Gregorio Ruiz Lucio de 20 años y Gregorio Argüeso Castañeda de 24 años. Esta guerra política llevó a que se solicitase la construcción de una casa-cuartel de la Guardia Civil para 25 familias. Hasta ese momento había seis números y un sargento solamente.

 
Durante el golpe de estado socialista de octubre de 1934 -que ha pasado a la historia como la “Revolución de Asturias”, aunque hubo levantamientos por toda España- fue apuñalado el día siete el miembro de la Falange Española Jesús Sainz Hierro de 20 años, que murió a los diez días en Burgos. Un hermano suyo resultó herido. Aunque este caería combatiendo durante la guerra civil de 1936. Situémonos en el 25 de enero de 1935, en esta sangrante Arija, donde se ha producido otra riña entre obreros con el resultado de un herido muy grave por arma blanca, Ángel Rodrigo. 


El 8 de abril, al salir de una taberna, surge una encerrona más entre facciones políticas -se acometieron dos grupos rivales a tiros y puñaladas- donde muere Manuel Villapún López, antiguo alcalde socialista de Arija hasta su destitución tras octubre de 1934 y presidente de la Casa del Pueblo, y quedan heridos graves Félix Zamanillo Diez, Celestino Villapún López (que morirá fusilado por los sublevados de 1936) actual presidente de la Casa del Pueblo, Cesáreo Quevedo Ruiz y su hermano. Otras fuentes añaden a Cesáreo González y Ceferino Hidalgo.



El 23 de octubre, en plena nevada, se originó otra pelea con arma blanca entre afiliados socialistas y derechistas, en la que Guillermo Madrigal y Florencio Sendino apuñalaron a José Calle Abad que fue curado de urgencia por el médico de Arija y luego fue trasladado a Burgos. Lo terrible es que los agresores tenían veintiuno y diecinueve años respectivamente. ¡¿Quién les había envenenado el alma?!
 


La cosa estaba que ardía. La lucha por el control de las calles entre las facciones políticas era a muerte. No solo aquí sino en toda España. Pero, ¿Cuál era la proporción de voto en Arija para tanta sangre? En las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931, el bloque de derechas obtuvo 447 votos (un 18`69 por ciento) frente a los 1.944 votos de la izquierda, es decir, un 81`30 por ciento). En 1933 la derecha obtuvo un 37`26 por ciento de los votos y la izquierda un 62`73 por ciento. En las elecciones de febrero de 1936, la derecha obtuvo un 42`15 por ciento frente al Frente Popular votado por un 55`71 por ciento y el centro con un 2`12 por ciento. Vemos que la izquierda estuvo perdiendo en Arija apoyos durante los cinco años de la segunda república española.
 
La crisis económica iniciada en 1929 y cuyas reverberaciones siguieron durante la década de 1931 a 1940 redujo ostensiblemente la mano de obra. De 601 obreros en 1931, se pasó a 471 en 1933. Las reformas en el derecho republicano aumentaron la tensión social originada por la falta de trabajo. Por ejemplo, hubo numerosas huelgas en las obras del Pantano del Ebro y en el aumento de la conflictividad social durante el periodo republicano (1931-1936).

 
La Agrupación Socialista contaba con 128 miembros en la primavera de 1936 y los dirigentes de los sindicatos cristaleros de la fábrica de vidrio eran afiliados del PSOE. También hubo anarquistas y agrupaciones del Partido Radical de Lerroux (centroderecha). En 1931, se creó en Arija la Juventud Católica Masculina muchos de cuyos miembros pasarán a la Falange Española. Los enfrentamientos entre ambos extremos se iniciaron rápidamente y, como ya hemos leído, fueron abundantes.
 
Tanto la agrupación socialista como la Juventud Católica contaban con cuadros artísticos que ponían en escena obras de teatro para adoctrinar, distraer y reforzar los vínculos del grupo. Otras actividades fueron la organización periódica de charlas y conferencias y las veladas recreativas. En estas últimas tras la lectura de poemas, discursos alusivos a la causa obrera se cantaban himnos socialistas como Proletarios Unidos, La Internacional... Se realizaban también excursiones y comidas de confraternización.

 

Tras el golpe de estado fallido del verano de 1936, los republicanos montañeses mantuvieron el control de esta zona del norte de Burgos y dispusieron el frente en las parameras de Bricia y La Lora. Concretamente, el Burgos republicano comprendía los ayuntamientos de Arija, Valdebezana, Valle de Mena, Merindad de Montija, valle de Zamanzas, Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea. Las personas encuadradas en sindicatos, rápidamente, organizaron la columna de Arija, formada por voluntarios locales junto a efectivos del Regimiento Valencia de Santander. Con el tiempo la columna de Arija pasó a formar parte de la División núm. 3 y luego de la división 54, mandada por el piloto Navamuel. Para hacer frente a las necesidades militares y reforzar las defensas se construyó un aeródromo y se instaló un destacamento de defensa antiaérea contra aeronaves (D.C.A).
 
Las autoridades renovaron el Consejo Municipal de Arija en enero de 1937 compuesto por los dirigentes del PSOE y la UGT. El alcalde-presidente era Demetrio Arnaiz Gómez (PSOE y UGT); vicepresidente primero Isaac Martínez Gutiérrez (PSOE y UGT); Eusebio Blanco Blanco (UGT); Celestino Villapún López (UGT); Jesús López Jarcia (UGT); Gabino García Alonso (UGT); y Jesús Ruiz Guerra (UGT). ¡Y se incorporaron temporalmente a la provincia de Santander!

 
La Cristalería Española de Arija, cuya sede social se encontraba en Bilbao, fue incautada por el Gobierno. Los componentes del Comité de Control de la "Vidriera" fueron Celestino Villapún López (presidente), Gabino García (secretario), Marcelino Tamayo, Valerio Vigo, Adolfo Sierra, Porfirio Róscales, Pablo Montes, Isaac Martínez, José Lafuente y Pelayo Millán. Además, la Sociedad de Obreros Cristaleros del barrio de Vilga, en Arija, contaba con 80 milicianos de la UGT, con Pablo Montes como comisario de guerra, dispuestos para la defensa frente al fascismo.
 
La cercanía a territorio rebelde, los enfrentamientos precedentes y la alta afiliación a ambos lados del arco ideológico produjeron un alto número de voluntarios… y de prófugos y evadidos desde el lado republicano durante la guerra. Un estudio pormenorizado, elaborado a partir de una "Relación de movilizados en Arija", muestra que hubo 64 voluntarios republicanos, es decir, más de un 23 por cien del total de 482 movilizados. De estos últimos, 2 eran prófugos, 28 evadidos, 88 en paradero desconocido y 12 detenidos, lo que suponía un 26`94 por cien del total de movilizados. Una cifra considerable de mozos ajena a las querencias bélicas o a la causa republicana. Los índices mayores tanto de voluntarios como de contrarios, opositores, indiferentes o desafectos pertenecían a los segmentos de población más joven (18 a 23 años), llamados a filas en enero de 1937, mes en el que fueron militarizadas las quintas de 18 a 45 años.

Escuelas de la "Cristalera Española".
 
La escuela junto a la fábrica se convirtió en un Hospital compuesto por cuatro cabos y setenta y nueve soldados. No sus sótanos que fueron cárcel, claro. El Hospital acogía a soldados con heridas de menor consideración. En abril de 1937 ingresaron 180 enfermos y hubo una media diaria de ingresos de 20 a 25 enfermos. Se cerró tras la retirada de agosto de 1937. Podemos hablar del director del Hospital que fue el médico Fidel Hoyos Merino nacido en Reinosa el 24 de abril de 1880 y que pudo continuar ejerciendo su labor hasta su jubilación en 1958. También se empleó como cárcel el edificio de telégrafos. Debían ser unos lugares muy eficientes porque continuaron sirviendo en la represión franquista. Alguna de las dinámicas que emplearon los “Rojos” y, quizá, después los “azules” fue la que refería la Causa General franquista. Escribió que los vecinos de Arija Aniceto Altuna, Arsenio García, Andrés Arbaiza, Antonio Jorner, Marcelino Real y Francisco Pérez "fueron maltratados de obra, siendo sacados de los calabozos de noche para simular su fusilamiento, siendo algunos colgados de las barandillas del puente sobre el río Vilga y otros amarrados a los árboles, siendo brutalmente apaleados". Cositas de la guerra, el odio y el rencor.

 
En este fervor revolucionario también participaron las mujeres. No solo las que posaron en unas fotos propagandísticas como impolutas milicianas sino las que lucharon como de cocineras y camareras del comedor popular para atender a los refugiados de las comarcas limítrofes. Por cierto, posar en estas fotografías trajeron consecuencias penales al llegar a Arija los franquistas. Así Bernardeta García Campos fue condenada a 8 años, cuando tenía 24 años y Basilisa Salcedo Sedano, de 21 años, encarcelada desde el junio de 1938 a marzo de 1940. Las condenas no solo eran de prisión, sino que, a las que se habían destacado por mitinear o cosas similares, fueron detenidas, rapadas el pelo, insultadas y exhibidas de forma humillante. Curiosamente es lo mismo que sufrieron las colaboracionistas cuando se liberó Francia. En este grupo estuvieron Hilaria García Ruiz que fue apaleada y condenada a 30 años; Ester Martínez Calvo; Matilde Pérez García o Teopista Gallaga Bárcena.

 
Como muchos otros niños del frente norte republicano hubo algunos que fueron alejados de la guerra española trasladándoles al norte de Europa. De Arija salieron noventa niños en dos expediciones, el 12 de mayo y el 19 de junio de 1937. Fueron a ciudades flamencas (Lovaina, Meenen, Zandrliet) y algunos continuaron viaje hasta la Unión Soviética. La mayoría retornaron a mediados de 1939 aunque otros como Antonio Espeso, Herminia Pérez, José María Saiz, Mariano Puente Ruiz, Josefa de Villacorta o Angélica Picos no volvieron.
 
Ese año de control republicano tuvo sus represaliados (algo que parece tabú decirlo) y “paseados” dándonos la cifra de unos diecinueve muertos. Y, es que, el frente se mantuvo estable en Las Merindades por diversas razones. El norte se desmoronará con la caída de Bilbao y el avance franquista por la costa que amenazaba con embolsar a los republicanos de la provincia de Santander. La puntilla llegó con la ofensiva de los sublevados del sábado 14 de agosto que hundió el frente de La Lora y los arijeños vieron la marcha de los soldados republicanos y de los simpatizantes de izquierdas a Reinosa primero y, posteriormente, a Asturias. Buscaban embarcarse para salvar la vida o continuar la guerra en el mediterráneo. Evidentemente esa afortunada posibilidad se concedió de arriba hacia abajo y muchos ciudadanos comprometidos con el Frente Popular fueron capturados y juzgados o asesinados. El lunes 16 de agosto, las Brigadas de Navarra tomaron Reinosa, mientras los italianos de la agrupación "Celere" entraban en Arija y seguían en dirección a Reinosa, cerrándose así la bolsa de tropas republicanas en Valderredible.

 
Con la entrada de las tropas Nacionales, se volteó la tostada y se inició la represión franquista que costó la vida al menos treinta y dos vecinos de Arija "paseados", fusilados en Santander y Burgos, fallecidos en prisión en la posguerra, etc... Arija fue destinada por los rebeldes como punto de recepción de prisioneros junto con Barruelo y Aguilar, es decir, como campos de concentración inmediatos para clasificar a los combatientes republicanos. Esos treinta y dos vecinos muertos representan un porcentaje de 14`6 por mil sobre el censo municipal de 1930, muy elevado pero inferior al de otros municipios de la comarca de Las Merindades, como Sotoscueva y Montija.
 
Pasado este trago de la guerra, la Casa del Pueblo pasó a ser la sede de Falange, en tanto se reactivaba la producción industrial de la Cristalería Española. Las antiguas escuelas -hospital y cárcel- serán una preceptoría para nuevos seminaristas del Arzobispado de Burgos.

 
Doscientos cincuenta y ocho presos de Arija, Valdebezana, Campoo y otras zonas de Cantabria y de España redimieron penas y fueron utilizados como mano de obra en el Destacamento Penal de Arroyo para finalizar las obras del Pantano del Ebro, que fue inaugurado por el propio Francisco Franco, “Caudillo de España por la Gracia de Dios” como decían sus monedas, el 6 de agosto de 1952.
 
Por supuesto, tras la victoria los ganadores instruyeron la poco imparcial Causa General sobre la dominación roja en España instruida por el Ministerio Fiscal por Decreto del 26 de abril de 1940. Esta posee relaciones de nombres de personas represaliadas. Las zonas de Burgos que estuvieron bajo control republicano tuvieron una pieza aparte.

 
Según la Causa General, los vecinos de Arija asesinados en prisión o por la calle y desaparecidos por los republicanos fueron: Elías Ruiz Lucio, Gregorio Ruiz Ruiz, Daniel Diez Zubelzu, Francisco Pérez, Aurelio Ruiz Saiz, Orencio García Terradillos, Heliodoro García, Celestino Rapp Diez, (16 años), Honorato García, Gerardo José Hermosa Valderrama, (16 años), Julián Alonso Crespo, Braulio Viñas, Antonio Benito, Heraclio Gómez Bustamante, (16 años), José Calle Abad -falangista fallecido en el frente de Bilbao en febrero de 1937-, José Caro Huertas, Amaro Ruiz Saiz y Armando Miguel Fuenturbe -religioso-. He señalado la edad de los más jóvenes que en aquella época eran ya hombres hechos y derechos pero que hoy les llamamos “niños”.
 
Los supuestos responsables, según la Causa General, fueron: Demetrio Arnaiz, Pablo Montes, Adolfo Sierra, José La Puerta, Celestino Villapún, Joaquín Rodríguez, Joaquín Domínguez, Manuel Bueno, Porfirio Roscales, Valeriana García, Valerio del Vigo, Rogelio Rodríguez, Mariano Rodríguez, Isaac Martínez, Agustín Martín, Tomás Recio, Tomás Gutiérrez, Jesús López, Benito Gutiérrez, Ángel Sedano, Serafín Sedano, Antonio García, Demetrio Hidalgo, Julio Hidalgo, Aquilino Hidalgo, Emilio Puente, Demetrio Puente, Engraciano Puente, Pedro Álvarez, Constantino Galán, Saturnino García, Alfredo Santos, Felipe Santos, Ramón Gutiérrez, Pedro Orejas, Gabino García, Sabino Fernández, Heraclio Ruiz, Raimundo Fernández, Felipe García, Lorenzo García, Victoriano Saiz, Pelayo Millán, Marcelino Tamayo, Urbano Ruiz, Aquilino Ruiz, Pedro Fernández y Alfredo Santos. La represión franquista afectó con resultado de muerte a 22 de ellos, acusados de haber colaborado, desde sus cargos en las organizaciones sociales y sindicales, o por ser miembros de los comités de guerra de Arija, el Gobierno republicano de la zona norte, además de su presunta participación en el asesinato del capitán Sanjurjo en Corconte.

 
Además de los anteriormente citados, otros arijanos como Fidel Puente y Emilio Lucio Saiz, fueron acusados en la Causa General de desmanes, saqueos y robos ocurridos en la localidad durante el poco más de un año de ocupación republicana de la villa, así como de la destrucción de los ornamentos de culto de la iglesia del pueblo y de la capilla de la fábrica de la Cristalería Española del barrio de Vilga, con añadidos como ser también los presuntos responsables del saqueo y robo total de veintiuna viviendas y parcial de seis viviendas de dicha localidad.
 
De manera complementaria a la represión física contra las personas imputadas {ejecuciones, cárcel, destierro, etc.), consolidado el Gobierno franquista, y una vez normalizados los órganos ordinarios de Justicia, se pone en marcha la represión económica, o lo que es lo mismo, se realiza una reforma de la legislación para que se aceleraran los trámites de liquidación de responsabilidades políticas. A tal propósito se promulgó la Ley de 9 de febrero de 1939. En su virtud, se atribuía a la jurisdicción ordinaria el enjuiciamiento de las Responsabilidades Políticas, para "liquidar las culpas contraídas por quienes contribuyeron con actos u omisiones graves a forjar la subversión roja, a mantenerla viva durante más de dos años y a entorpecer el triunfo del Movimiento Nacional". En el caso de Arija, afectó a 77 personas. Miren los anexos, aunque sea solo por recordar su nombre.

 
Arija, durante la posguerra, vio decaer su esplendor industrial que se vio reflejado en el descenso de ciudadanos censados: de 2.187 habitantes en 1930, a los 490 del año 1960.
 
Parece que existieron, al menos, un par de fosas comunes: la de la finca cercana a las escuelas de la cristalera y la del colegio de León de Argüeso. En esta última deben estar enterrados unos milicianos capturados allí a la entrada de los franquistas. Se habla de una tercera bajo el pantano dado que, al parecer, la draga de "Arenas de Arija” extrajo huesos humanos que volvieron a ser enterrados para evitar complicaciones alrededor del 2005, pero podría tratarse de una necrópolis medieval.
 
 
Bibliografía:
 
“Vida y muerte en el norte de Burgos y Palencia en la Guerra Civil y posguerra (1936-1950)” Jesús Gutiérrez Flores.
“Arija (Burgos). Causa general, represión y responsabilidades políticas en la Guerra Civil (1936-1945)”. Isaac Rilova Pérez.
Periódico “La libertad”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “el Cantábrico”.
Periódico “La voz de Cantabria”.
www.arija.org
Revista digital “El Catoblepas”
 
 
 
Anejos:
 
Controlada la comarca de Arija por los nacionales, aplicaron su represión -activa o reactiva- y así, en los meses finales de 1937, el Juzgado Militar de Ejecuciones de Burgos, presidido por el juez José Guindos Rodríguez, capitán de Caballería, en el Sumarísimo num. 1.600/37, procedió judicialmente.
 
Condenados por auxilio a la rebelión a 20 años de reclusión menor: Juan Gil Ontavilla.
 
Condenados por auxilio a la rebelión a 15 años de reclusión menor: Salustiano Ruesga Lombrana, y Domiciano Rodríguez Ruiz.
 
Condenados por auxilio a la rebelión a 12 años y un día de reclusión menor: José Pradera Pérez, Miguel Saiz Pérez, Hipólito Carretón Fuentes, Urbano Sedano Fernández, y Elías Salcedo Ibáñez.
 
Condenados a ocho años de prisión mayor: Paulina Salcedo Sedano, Bernadeta García Campos, y Pedro Rodríguez Mata.
 
Condenados a seis años y un día de prisión mayor: Macario Sainz Peña, Crescencio Cuesta Cuesta, Juan Alonso Vélez, Fortunato López Saiz, y Felicitas Montes y Montes.
 
Condenados a dos años de prisión menor los siguientes: Domingo Montilla Rodríguez, Máximo Terán García, Emiliano Blanco Gutiérrez, Faustino García Ruiz, Donato Saiz Alonso, Ursicino Bustamante González, José Montes González y Eloy Salcedo Sedano.
 
Penalizados de Arija bajo la Ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas:
 
Laura Alonso García, “asidua concurrente a mítines y manifestaciones, durante el dominio rojo en Arija insultó groseramente y pegó a las detenidas Julia Calle y Asunción Rodríguez”.
María Paz Alonso Ortega, de 55 años, “izquierdista y de ideología extremista, propagandista del marxismo y denunciadora de personas de derechas de la localidad”.
Pedro Álvarez Blanco, "durante la dominación roja intervino en la detención del capitán Sanjurjo, más tarde asesinado, participando también en varias muertes de personas de orden".
Fermín Argüeso Fernández, "quien, con el coche que conducía, transportaba detenidos, que posteriormente eran fusilados en las montañas, participando en saqueos y requisas, etc.”.
Luis Argüeso Manzanedo, “que fue uno de los que formaron parte del grupo de revoltosos que marchó a Corconte”.
Inocencio Arnaiz Saiz, “quien participó en cacheos y requisas, especialmente de 120 vacas en Quintanilla Rucandio”.
María Ayala Jorde, “de extrema izquierda y gran propagandista, que con frecuencia escarnecía e insultaba a personas de derechas”.
Claudia Balín Blanco, “afiliada al Hogar Femenino Antifascista, participó en manifestaciones y colaboró en los comedores de los rojos”.
Claudia Hilario Bueno Rodríguez, “participó en las voladuras de los puentes de Soncillo y Bezana”.
Florencia Bustamante Sierra, “hizo guardias y luego huyó a la zona roja, donde prestó servicios”.
Domingo Bustamante Vallejo, “formó parte de los grupos que salieron para Corconte y, nombrado por el Comité rojo secretario del juzgado municipal de Arija, participó en registros y requisas”.
Román Bustamante Vallejo, “hizo guardias y practicó detenciones”.
Daniel Díaz Argüeso, “hizo guardia, requisas, etc., incorporándose posteriormente al ejército rojo”.
Julián Díaz Pérez, “prestó servicios siendo vocal del Comité de Abastecimientos y practicando. Requisas”.
Aquilino Diez Arnaiz, quien “colaboró con el Frente Popular de Arija haciendo guardias y custodiando a los presos de la localidad”.
Feliciano Díez Arnaiz, “antiguo secretario de la Casa del Pueblo, hizo guardias y custodió a presos de la localidad”.
Sebastián Espiga Nubla, “durante el dominio rojo en la localidad prestó servicios con armas”.
Damián Espeso Marina, “participó en detenciones en Arija y en la del capitán Justo Sanjurjo en Corconte y luego en Reinosa, donde dieron muerte a 19 guardias civiles y varios paisanos, contribuyendo también a la quema de iglesias e imágenes”.
Liborio Fernández del Campo, “se presentó en casa de Victoriano López exigiéndole la entrega de una pistola, que efectivamente realizó aquel”.
Aníbal Fernández Ortiz, “efectuó detenciones de personas de derechas, y posiblemente actuase en el saqueo de la iglesia, puesto que se le ocuparon unas vinajeras”.
Constantino Galán Diaz, “prestó servicios de enlace y fue activísimo propagandista. También ejerció cargos en los comités rojos martirizando a los detenidos”.
Casimiro García Diego, “tomando parte de las fuerzas que se opusieron a las que trataron de salvar al capitán Sanjurjo”.
Lorenzo García Fernández, “al mando de una patrulla de forajidos, saqueó y profanó el templo parroquial, ordenando el derribo de la ermita de las Ánimas, y desvalijó el domicilio del cura párroco y el almacén del Sindicato Católico Agrario, llevándose géneros alimenticios. Se le acusa de haber intervenido en detenciones e incluso en asesinatos de personas de derechas”.
Hilaria García Ruiz, “de malísima conducta y antecedentes, propagandista incansable del marxismo en cuantos mítines y actos de carácter político tuvieron lugar en el pueblo. Organizadora del Hogar Femenino Antifascista, al que logró afiliar a muchas jóvenes de la localidad, tomando parte personalmente en la detención de las jóvenes Julia Calle, Ascensión Fernández y Ángeles Sainz, a las que apaleó cobardemente en su prisión”.
Saturnino García Ruiz, de 26 años, secretario de las Juventudes Socialistas en Arija, y comisario de una compañía del Batallón rojo.
Concepción Gutiérrez Ayala, vocal de la directiva del Hogar Femenino Antifascista “donde hacía propaganda exaltada de sus ideas, asistiendo a mítines y manifestaciones”.
Teófilo Gutiérrez Ayala, chofer, “por su participación en detenciones de personas de derechas, como: Daniel Díez, Gregario Ruiz, Heliodoro García y Celestino Rad, que fueron asesinadas el 28 de diciembre de 1936”.
Máximo Gutiérrez Mata, “quien organizaba guardias nocturnas y saqueos contra personas de derechas”.
Benito Gutiérrez Manzano, “propagandista en Arija, de ideas socialistas y luego en Bárcena, donde tomó las armas al frente de partidas que perseguían a personas de derechas”.
Marcos Gutiérrez Fuente, “destacado marxista, era padre del delegado de guerra e hizo guardias nocturnas en el pueblo”.
Emilia Gutiérrez del Vigo, trabajadora en los comedores antifascistas del pueblo.
Saturnino Hidalgo Peña, “prestó servicios de guardia y hacía continuas manifestaciones contra los nacionales, a los que había que exterminar por fascistas”.
Pilar Iglesias Saiz, “informaba para que hubiera detenciones de personas de derechas y fue responsable del saqueo de la casa de Ismael Lara Martínez, vecino de Arija”.
Jesús López García, “que fue concejal del Ayuntamiento, comisario político y miembro del Comité de Guerra del pueblo”.
Julio López Gómez, “requisó a sus vecinos una vaca, un ternero y hierba”.
Nicolás Lucio Gómez, “intervino en una incursión al pueblo de San Felices de Rudrón, donde se produjeron varios asesinatos, entre ellos el del cura párroco”.
Emilio Lucio Sáez, “Desvalijó la iglesia de Arija y de Montejo de Bricia, donde hizo guardias”.
Agustín Martín Andrés, “presidente de la Casa del Pueblo y miembro del Comité de guerra, participó en detenciones y requisas de objetos”.
Isaac Martínez Gutiérrez, ejecutado el 18 de junio de 1938, “afiliado a Socorro Rojo Internacional, fue teniente de alcalde y presidente de la Comisión de Abastos. Ordenó la recogida de plata y la quema de iglesias, imágenes y la persecución de personas de derechas, entre ellas la del Sr. Sobrino, que fue asesinado”.
Marciano Mediavilla Fernández, “requisó escopetas, acreditándose que detuvo al vecino Aurelio Ruiz, quien más tarde sería asesinado en el barco prisión Alfonso Pérez, destacando también en el saqueo de la iglesia”.
Graciano Miguel Fuente, “era dueño del establecimiento de bebidas donde se reunían los dirigentes del Frente Popular”.
Mauricio Miguel Martín, fallecido, “colaboró en el asesinato de un sacerdote miliciano incorporado obligatoriamente por su quinta al Batallón 108”.
Pelayo Millán Martínez, ejecutada el 15 de diciembre de 1937, “presidente del Comité revolucionario de guerra de Arija, presidente de la Casa del Pueblo, de la Cooperativa Obrera y del control obrero de la Cristalera”.
Antonino Montejo Sainz, “afiliado a Socorro Rojo Internacional, hizo guardias armado y custodió a los presos de derechas”.
Ildefonso Pérez Sanz, “se apoderó de munición existente en la tienda de Varona para hacer frente a las fuerzas del ejército”.
Félix Pérez Ortiz, “perteneciente al Comité rojo de Arija, fue custodio de presos de derechas, participó en el despojo de la iglesia parroquial y practicó varias detenciones”.
Bernardo Puente González, “acusado de haber efectuado varias detenciones como las de Antonio Torner, Arturo Ruiz y Damián Díez, éste último asesinado en Cañeda (Santander)”.
Tomás Recio González, ejecutada el 20 de marzo de 1941, “antiguo secretario de la Casa del Pueblo de Arija, tomó parte en el asalto del balneario de Corconte, donde fue detenido el capitán Sanjurjo. Asaltó igualmente la fábrica de la Cristalería Española, apoderándose de cuatro o cinco pistolas y un rifle. Participó, también, en el asesinato de un labrador de Montejo y en septiembre de 1936 sacó al vecino de Arija Gregario Ruiz de la prisión en que se hallaba y lo mató en la carretera de Santander, efectuando el crimen junto con Pablo Montes, Manuel Bueno y Juan Oslet”.
Pelayo Revuelta Hortigüela, “afiliado a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FTE), actuó en el pueblo de Arija formando parte del Comité rojo. En la escuela infiltraba ideas extremistas a los niños y voluntariamente envió a su hija al extranjero, previsiblemente a Rusia”.
Ángel Rodrigo Fraile, “quien intervino en la detención del capitán Sanjurjo y en el saqueo de casas y detención de personas de derechas”.
Rogelio Rodríguez Campillo, “miembro del Partido Comunista de Arija, fue uno de los que detuvo en Corconte al capitán Sanjurjo y a varios guardias civiles en el balneario; participó en saqueos de casas de particulares e iglesias y quemas de imágenes y es cómplice de la desaparición de algunos derechistas”.
Francisco Rodríguez Fernández, “requisó géneros en el establecimiento de Aurora Ríos y procedió a la detención del joven Celestino Rap, puesto en libertad, pero más tarde detenido y asesinado”.
Pedro Rodríguez Fernández, “por haber hecho guardias y requisas y haberse incorporado a un regimiento rojo”.
Ulpiano Rodríguez Fernández, “perteneciente al batallón "Lenín" y más tarde al 110, formaba parte de grupos que se dedicaban a apalear a personas de derechas, colaborando en cacheos y detenciones de las mismas”.
Ubaldo Rodríguez Martínez, “prestó servicios de vigilancia con armas y custodia de presos”.
Pedro Rodríguez Ruiz, “intervino en la detención de algunas personas de derechas y se le vio transportar en un carro objetos sagrados robados en las iglesias”.
Dominica Rodríguez Vázquez, “de muy mala conducta y antecedentes, insultaba a las personas de derechas, y arengaba a los milicianos, señalando constantemente a varios vecinos como peligrosos para el marxismo”.
Dámaso Roldán Sebastián y José López Marina, “el Dámaso hizo guardias y denunció a personas de derechas, concretamente a Andrés Arbaiza, Arturo Ruiz y un hermano de este último, interviniendo también en el saqueo de iglesias”. “José López, empuñó armas de fuego y prestó toda clase de cooperación y ayuda a los comités rojos de la localidad”.
Guillermo Ruiz Peña, “se incorporó a la academia republicana de oficiales, saliendo de ella con la graduación de teniente”.
Heraclio Ruiz Ruiz, “realizó detenciones, amenazas e insultos, además de incendios y profanaciones de iglesias”.
Valentín Sainz Peña, “en los primeros días del Movimiento se pasó a la zona roja”.
Aniceto Sainz Sainz, “prestó servicios como conserje en el edificio donde funcionaba el Comité de Abastos”.
Moisés Ruiz Gómez, “Durante la dominación roja en el pueblo hizo objeto de insultos y amenazas a personas de derechas”.
Joaquín Rodríguez González, “formó parte del Comité Agrario”.
Alfredo Santos Rodríguez, “participó en la detención del capitán Sanjurjo y en el saqueo de iglesias y detención de personas de orden”.
Juan José Sedano Jerez, “formó parte de la cuadrilla que detuvo en Corconte al capitán don Justo Sanjurjo”.
Francisco Serna Fernández, “efectuó requisas y se llevó enseres de la casa del párroco”.
Leonardo Serna Gutiérrez, “prestó servicios de custodia de presos y ocupó la casa de su convecino Benjamín Cuesta, cuya familia fue encarcelada”.
Evencio Serna Rodríguez, “colaboró, también, en la detención del capitán Sanjurjo”.
Avelina Terradillos Mata, “por ser activa propagandista, asistente a mítines y manifestaciones”.
Serafín Torres Celeiro, “realizó guardias y vigilancias”.
Florentino Vázquez Castaños, “practicó requisas de ganados y prendas de vestir. Huido a Santander alcanzó el grado de teniente de artillería”.
Isabel del Vigo Guadalupe, “tomó parte en actos de propaganda marxista y se gloriaba de tener tres hijos oficiales en el ejército rojo”.
Agustín Villacorta García, “ingresó voluntario en las milicias rojas, desempeñando el grado de teniente en el frente”.
Celestino Villapún López, casado, jornalero, condenado a la pena de muerte, ejecutada el 2 de julio de 1938, “presidente de la Casa del Pueblo y del Socorro Rojo Internacional. También fue presidente del Comité de Guerra, desde el que ordenó la detención del capitán Sanjurjo. Fue nombrado por los marxistas director de la fábrica de cristales y miembro del control obrero. Abusaba de las jóvenes de derechas después de detenidas. Intentó huir embarcado”.
José Lafuente López, jornalero, ejecutado. “formó parte del control obrero de la fábrica de Arija, fue presidente del Frente Popular de Santander y uno de los principales responsables por instigación de cuantos actos vandálicos incluso asesinatos se cometieron en aquella comarca. Condenado a la pena de muerte, fue ejecutado”.
 
Concretando, los vecinos de Arija que fueron ajusticiados o murieron en prisión por la represión de los vencedores de la guerra fueron: Timoteo Alonso Millán (Muerto en el Campo Nazi de Hartheim), Pedro Álvarez Blanco, Emiliano Blanco Gutiérrez, (presidente de la Casa del Pueblo y hermano del alcalde de Valdeolea en Cantabria), Juan Bustamante Martínez, Damián Espejo (o Espeso) Marina, Fulgencio Fernández Cano, Sabino Fernández García, Pedro Álvarez Blanco, Juan Bustamante Martínez, Gabino García Alonso, Valeriano García Ramírez, Eduardo Gómez López, Justino de Guerra y de Lucas, Máximo Gutiérrez Mata, Benito Gutiérrez Vigo y su hermano Casimiro Gutiérrez Vigo, Pedro Hoyos Santiago, Ángel Jerez Fuente, José Lafuente López, Isaac Martínez Gutiérrez, Mauricio Miguel Martín, Pelayo Millati Martínez, Pablo Montes Montes, Bernardo Onís García, Martín Puente Ruiz, Tomás Recio González, Mariano Rodríguez Alonso, Eduardo Rodríguez Campillo, Guillermo Ruiz Peña, Cástor Ruiz Saldaña, Urbano Ruiz Tejerina, Gonzalo Sainz Díaz, Aurelio Saiz Diez, Aurelio, Emeterio Saiz Santiago, Elías Salcedo Ibáñez, Eleuterio Sedano Jerez, Serafín Vega Franco, Valerio Vigo Peña, Celestino Villapún López (afiliado al PSOE, miembro del comité de guerra y presidente del control obrero de la “Cristalera Española” de Arija).

 
Los caídos de Arija en el frente con los llamados Nacionales fueron: Julián Alonso Crespo, Federico Álvarez Sainz o Saiz, Arturo Cuesta García, Julián Fernández Isla, Jesús López Fernández, ángel Marina Álvarez y Salvador Sainz Hierro. Frente a ellos, siendo su espejo tenemos a los que cayeron con los republicanos: Ricardo Fernández Postigo, Emiliano García Sainz, Pedro Gutiérrez Martínez, Vicente Alejandro Maestro González, Julio Manjón Hidalgo, Afrodisio Pérez Barriuso, Julio Rodríguez Alonso, Agustín Rodríguez Pérez, José Santos Rodríguez.
 

domingo, 19 de mayo de 2024

Fernando IV de Castilla: lo que diga mamá.

 
Tenemos a María de Molina de 36 años, viuda del rey castellano Sancho, que será regente del reino hasta que a Fernando le hagan mayor de edad. Sancho IV ha muerto en 1295 dejando un heredero de diez años y otros seis hijos. ¡Seis! Ella luchará por impedir que Castilla se disuelva en la anarquía y la guerra civil. El nombre de la reina madre es María Alfonso de Meneses y desde 1293 ostenta el título de señora de Molina de Aragón. Por eso es María de Molina. De niña vivió en la Corte. Allí conocerá al futuro Sancho IV pero, antes que ser su esposa fue su tía. Aunque un año menor, pero su tía. Y ese parentesco era una baza cuando murió el heredero de Alfonso X, el infante Fernando de la Cerda, y se luchó por ver quién era el sucesor al trono. Recordemos que los cambios legales introducidos por Alfonso X inclinaban la corona hacia los descendientes del De la Cerda. En medio de ese caos, la corte celebraba el bautizo de una bastarda, hija natural del infante Sancho y de Meneses. Oficiaba como madrina una prima de esta dama... ¡María de Molina! El infante Sancho, el padre de la niña a bautizar, quedó prendado de ella. Sancho y María se casaron en 1282.

 
¿Triunfó el amor? Pues… María era tía de Sancho; Sancho estaba legalmente casado con Guillerma de Montcada, aunque nunca habían consumado. Por consiguiente, todo el mundo consideró nulos los esponsales de María y Sancho. El Papa los excomulgó. A partir de ese momento, María se lanzó a conseguir la dispensa papal. Cuando muera Alfonso X, en 1284, Sancho y María serán reyes, pero sufrirán las intrigas de los nobles castellanos, y en particular de la casa de Lara; las aspiraciones de los infantes De la Cerda, que no renunciaban a la corona; la traición del infante don Juan, hermano del rey; la amenaza de los benimerines en el sur...
 
María trabajó entre bambalinas: convenció a su marido para arreglarse con los Lara; y salvó la vida del vencido infante Juan. Buscaba así la anuencia del papa y la neutralidad de Francia para conseguir la dispensa matrimonial. ¿Tan necesario era ese documento papal? Sí. Sancho y María volverían al seno de la Iglesia, a la corona, y su descendencia sería legítima.
 
La muerte de Sancho en 1295 colocó a María al mando para salvar la corona de su hijo Fernando de diez años. Este tipo de situaciones muestran el carácter de la gente. Jaime II de Aragón anuló el compromiso matrimonial de su hija Isabel con el heredero de Castilla; y los Lara, los Haro y los De la Cerda afilaban sus lanzas. Por su parte el infante Juan, aquel hermano traidor de Sancho, se mueve y otro hijo de Fernando III, Enrique el Senador, exige la tutoría del heredero.

María de Molina.
 
Y todas esas fuerzas pelearon por quedarse con el trono de Castilla con las armas en los campos. Aragón, Portugal y Francia jugaron también sus bazas por uno u otro partido. El infante Juan ataca Badajoz y toma Coria y Alcántara. Alfonso de la Cerda, con apoyo aragonés, ataca León. Juan llegará a proclamarse rey de León, Sevilla y Galicia. Alfonso de la Cerda hará lo propio en Castilla, Toledo, Córdoba, Murcia y Jaén. El niño Fernando ya ha sido proclamado rey, pero nadie cree en el futuro del heredero. María de Molina actúa con rapidez. Para derrotar a los grandes linajes recurre a las ciudades y a la Iglesia, que siempre optarán por el poder público de la corona frente al poder privado de los magnates.
 
María convoca Cortes en Valladolid y allí obtiene el apoyo de las principales ciudades castellanas para frenar a los nobles. Los municipios de Castilla constituyen una hermandad con su propio ejército. Pero no es suficiente, además hay que romper el frente nobiliario formado por los De la Cerda, los Lara, el infante Juan y Enrique el Senador. ¿Cómo? El lado más débil es Enrique. El Senador ha exigido quedarse con la tutela oficial del heredero Fernando. Las Cortes de Valladolid le reconocen esa exigencia, pero María, a cambio de una cierta cantidad de oro, conserva la custodia de su hijo: Fernando, pues, seguirá con María de Molina.

Enrique "el senador"
 
Dionisio de Portugal había visto en el jaleo castellano una excelente ocasión para arañar territorios fronterizos. María hace acopio de entereza, cita al rey portugués y le propone un acuerdo: cederá determinadas plazas de la frontera, pero las casas portuguesa y castellana quedarán unidas por acuerdos matrimoniales entre los respectivos herederos; el de Castilla se casará con una portuguesa y el de Portugal con una castellana.
 
Hay un momento, a la altura de 1296, en el que todo está cabeza abajo: el infante Juan campa a sus anchas por tierras de Palencia, Alfonso de la Cerda sitia Sahagún y Diego López de Haro hace su guerra en Vizcaya; Jaime II de Aragón, más para protegerse que otra cosa, ataca en Murcia y Soria sin que los castellanos puedan hacerle frente, porque en ese mismo momento están ocupados tratando de frenar a los moros de Granada, que también quieren sacar tajada. Son meses críticos en los que María y su hijo Fernando están al borde del naufragio. ¿Qué hacer? María convoca Cortes en Cuéllar y agrupa a sus partidarios. Todos saben que les va la vida en el envite. Las milicias de las ciudades expulsan de Sigüenza a las mesnadas del señor de Lara. El infante Juan también es derrotado en Ampudia (Palencia) y terminará cayendo preso poco después. Pero María no ha apostado solo por la guerra, sino que al mismo tiempo ha intensificado la acción diplomática.

"María presenta a su hijo a las costes de Valladolid"
Antonio Gisbert Pérez
 
La cuestión clave la dispensa papal. ¿Cómo conseguirla? Pagando al nuevo papa Bonifacio VIII que, ahora, es enemigo de Francia. Las Cortes de Valladolid reunieron una buena cantidad de oro con destino a Roma. El papa cedió: el matrimonio de María y Sancho ya era válido. Esto hizo que la causa de los rebeldes perdiese toda razón de ser. El infante Juan prestó juramento de vasallaje al niño rey Fernando. Además, Fernando llegaba, ese año, a la mayoría de edad. Juan Núñez de Lara bajó la cabeza y fue admitido en la corte.
 
Alfonso de la Cerda, por su parte, intentó hacerse fuerte en Almazán (Soria). Tenía el secreto apoyo del infante Enrique el Senador, el único que no ganaba nada con la paz. Pero Enrique murió al poco. En 1303 la guerra civil en Castilla había terminado. Fernando IV de Castilla, se casó con Constanza de Portugal, la hija del rey Dionisio, según lo acordado por la madre del rey. Los moros de Granada, viendo el paisaje, optaron por avenirse a una tregua que implicaba prestar vasallaje a Castilla. Así María de Molina salvó al reino.

 
Y, en esta, aparece el infante Juan Manuel, conocido por ser autor de la colección de cuentos moralizantes “El conde Lucanor” pero que era un trepa con muchos dobleces, duro y ambicioso, protagonista destacado del caos castellano. Este escritor, y otros magnates, vieron la debilidad de carácter del monarca al que le gustaban la caza, las damas y las juergas. Un rey “despistado” es fácilmente manipulable. Y para hacer eso había que separar al rey de su madre. ¿Cómo? Acusando a María de Molina de corrupción.
 
En las Cortes de Medina del Campo, en mayo de 1302, los infantes Enrique y Juan y el señor de Lara denunciaron que María había malvendido las joyas que le legó su marido Sancho IV. ¿Cómo lo refutó María? Luciendo las joyas. Después acusaron a María de Molina de haberse quedado con los subsidios que las Cortes habían destinado a la corona. Para salvarla, intervino Nuño, abad de Santander y canciller de la reina, con las cuentas regias para demostrar que no solo no se había quedado con dinero de la corona, sino que incluso había contribuido con su propio patrimonio a sostener a la monarquía.

Don Juan Manuel
 
A estas alturas, la política castellana solo podía consistir en tres objetivos: apaciguar las relaciones del reino con sus vecinos, fortalecerse frente a la amenaza musulmana y contener las ambiciones nobiliarias. Lo de los vecinos no fue difícil: Fernando IV estaba casado con Constanza, una portuguesa, y las relaciones familiares entre Portugal y Castilla eran fluidas. Con Aragón fijó las fronteras, singularmente en Murcia, con unos tratados: Torrellas en 1304, Elche en 1305, Alcalá de Henares en 1308.
 
María, frente a los nobles, tenía un problema mayor: eran muy ambiciosos y olían sangre. De hecho, hubo una dura guerra civil en Vizcaya. Los protagonistas: el señor de Haro Diego López V y el infante Juan (otra vez él), cuya esposa era precisamente de la casa de Haro, María II Díaz.
 
Sin olvidar la Reconquista. Castilla atacará las bases benimerines en Algeciras y Gibraltar. Esta campaña de Algeciras fue producto de los pactos de Castilla con Aragón: los dos reinos necesitaban limpiar el mar de bases musulmanas, y el único modo de hacerlo era apoderarse de puntos fuertes como Algeciras y Gibraltar y someter a vasallaje al reino de Granada. Fue en 1309. Conquistaron Gibraltar, pero no Algeciras porque algunos nobles abandonan al rey.

 
Juan Manuel no era un erudito dedicado al cultivo de las artes, sino que, más bien, era un maquiavélico personaje aliado al partido de los nobles, pero miembro exclusivo del partido de Juan Manuel. Diríamos que como alguno de los políticos de más alto nivel de la España actual: sin palabra, mentiroso (bueno, que cambiaba de opinión) egoísta… Juan Manuel era nieto del rey Fernando III, el Santo. Sus padres, el infante Manuel y Beatriz de Saboya, ostentaban el título de adelantados del reino de Murcia, un lugar donde Castilla rozaba con los musulmanes de Granada y los aragoneses. Su padre murió cuando él tenía dos años y su madre seis años después. Así, Juan Manuel, fue adelantado del reino de Murcia con ocho años de edad. Se crio en la corte de Castilla con Sancho IV, que era su sobrino, pero que le doblaba en edad, y allí se ganó fama de ingenioso e inteligente. Pero… en 1298, los aragoneses, ante el caos castellano, ocuparon Murcia, y el joven Juan Manuel, de dieciséis años, quedó sin tierras. María de Molina le entregó el marquesado de Villena (Alarcón, Belmonte, etc.), pero él quería Murcia. Y se enfadó y se alejó de la corona.
 
Sabía que para recuperar -y ampliar- su Murcia debía acercarse a Aragón. En 1299 pactó un matrimonio con la infanta Isabel de Mallorca, pero Isabel morirá antes del enlace. En 1303 intentó arreglarse directamente con Jaime II, rey de Aragón, y le pidió Murcia; solo obtuvo la mano de una hija de Jaime, Constanza... una niña de tres años. Cuando se enteró Fernando IV de Castilla intentó liquidarle. Juan Manuel buscará protectores y se acercará a los nobles que conspiraban contra el rey, en especial a Enrique el Senador, y, tras la muerte de este, al infante Juan. La paz entre Aragón y Castilla acabó con las esperanzas de Juan Manuel, porque Murcia era ya legalmente aragonesa.
 
Juan Manuel cambió su plaza de Alarcón por Cartagena y llevó a vivir consigo a la infanta Constanza, si bien bajo palabra de no consumar el matrimonio hasta que la niña hubiera cumplido los doce años. ¡Toma!

 
Gibraltar capitula en septiembre de 1309. En ese mismo momento el rey de Aragón está sitiando Almería. Solo queda Algeciras. Juan Manuel ha acudido allí con su hueste. Forma junto al infante Juan. En ese punto, Juan Manuel, Juan y otros señores abandonan la partida porque, decían, el rey Fernando IV les adeudaba varias soldadas. Naturalmente, Fernando IV se tomó muy a mal la traición y multiplicará las maniobras para liquidar a su molesto tío Juan. María de Molina frustró un intento de asesinato del infante. Juan Manuel, viendo lo malo de la amistad con el infante Juan, buscó reconciliarse con el monarca. Fernando IV nombrará a Juan Manuel mayordomo mayor, cargo de enorme relieve en la corte.
 
¿Era leal ahora Juan Manuel? Quizá sí, o quizá no. Fernando IV, centrado en la Reconquista, cedió y cedió. En eso se le parecen los actuales Gobiernos de España. Volvamos a la edad media. En aquel momento había una guerra civil en el reino nazarí: el rey de Granada luchaba contra el gobernador de Málaga. Buena ocasión para meter la cuchara y sacar provecho. En el verano de 1312, tras solventar en Martos (Jaén) el juicio y ejecución de los hermanos Carvajal, Fernando IV marchó hacia el frente. Pero murió el 7 de septiembre de 1312, de noche, con veintiséis años. Parece que la culpa fue de una trombosis coronaria.

 
María se encontraba con su “día de la marmota” al repetírsele lo que ya había vivido: Fernando IV dejaba un heredero de poco más de un año, Alfonso. María, de unos cincuenta años, luchará por su nieto. Si le deja la viuda de Fernando, Constanza, dispuesta a apoyarse en las casas de Lara y de Haro. Por si fuera poco, aparecen en escena el infante Pedro, hermano del difunto rey Fernando IV -e hijo de María-, de poco más de veinte años que ve llegado su momento y su hermano el infante Felipe. Siguen zascandileando el veterano infante Juan “el de Tarifa”, que desea cortar las ambiciones del infante Pedro, y el infante Juan Manuel, que sigue obsesionado por acrecentar sus dominios en el sureste, a caballo entre Castilla, Granada y Aragón.
 
Todos quieren ser el tutor del pequeño Alfonso. Tutelar al heredero otorga al beneficiario un enorme poder en el reino. Y, si algo irreparable le ocurriera al niño, nadie mejor situado que el tutor para cortar el bacalao. ¡Y necesitamos un regente! Ambas funciones podían coincidir, pero no tenía por qué. Pero, ¿quién tenía que decidir sobre la identidad del tutor y del regente? Las Cortes. María de Molina encomendó la protección de su nieto Alfonso al obispo de Ávila mientras se decidía quién asumiría el poder. Un bando quería que la regencia fuera para el hermano del rey muerto, el infante Pedro, y ahí estaban María de Molina y Constanza; otro partido buscaba la regencia para el infante Juan, y ahí estaban el infante Juan Manuel y otros magnates. El partido de Pedro iba a ganar, pero Constanza cambió de bando y alteró el equilibrio de poder. En 1313 se llegó a un acuerdo: la regencia sería compartida por los infantes Pedro y Juan, pero la custodia física del niño rey quedaba en manos de María de Molina.
 
Durante seis años, los infantes Pedro y Juan disputaron por aparecer como la primera espada del reino. Juan, perro viejo, tenía a los magnates: Juan Núñez de Lara, Juan Manuel, Tello de Molina, incluso el infante Felipe, hermano de Pedro. Y Pedro se apoyaba sobre María de Molina y los concejos de Ávila y Valladolid, que no eran poca cosa. Hubo Cortes en Palencia en 1313 y la división llegó al extremo de que allí se dictaron dos ordenamientos distintos, uno por cada bando. Los maestres de las órdenes militares tuvieron que hacer de mediadores, sin gran resultado.

Fernando IV
 
En eso murió la viuda Constanza y se refuerza María de Molina. ¿Resultado? Pedro actuaría como regente en los territorios que le eran fieles, y Juan haría lo propio en los suyos, mientras María se quedaba con la custodia del pequeño heredero Alfonso. Eso fue la “Concordia de Palazuelos” (1314), ratificada en las Cortes de Burgos al año siguiente. El principal problema político del reino quedaba solucionado. Pero eso no fue óbice para que la violencia siguiera adueñándose de Castilla en un sinfín de disputas territoriales.
 
Y llegamos al verano de 1319 donde en una razzia por las tierras moras morirán el infante Pedro junto al infante Juan. Las consecuencias políticas del llamado desastre de la Vega de Granada fueron amplísimas. Al morir los dos hombres más importantes del reino se levantó la veda para los magnates: Juan Manuel, Juan el Tuerto, Tello de Molina, el infante Felipe, etc. rompieron a conspirar. Hubo sublevaciones en toda Castilla y nadie parecía capaz de detener el caos. María de Molina, terriblemente afectada por la muerte de su hijo Pedro, pero no hundida, pidió ayuda al papa, que envió a un cardenal para poner orden. Se llegó a una solución de compromiso: que la tutoría del niño rey Alfonso quedara compartida por los infantes Juan Manuel y Felipe y la propia María.
 
Lo último que hizo María de Molina fue llamar a los caballeros del concejo de Valladolid y pedirles bajo juramento que defendieran con su vida al pequeño rey Alfonso. Y hecho esto, expiró el 1 de julio de 1321.
 
Sin María de Molina todo se vino abajo. El infante Juan Manuel, el infante Felipe y Juan el Tuerto se quedaban con la custodia del heredero mientras guerreaban entre sí. Fueron años de pesadilla: entre los nobles, en el norte, y los moros en el sur, no hubo paraje de León y de Castilla que no conociera el saqueo. Y así seguirán las cosas hasta 1325, cuando Alfonso, con solo quince años, sea declarado mayor de edad. Será Alfonso XI y pasará a la historia como “el Justiciero”.
 
 
 
Bibliografía:
 
“¡Santiago y cierra, España!” José Javier Esparza.
“Atlas de la historia de España”. Fernando García de Cortázar.
www.reyesmedievales.esy.es