Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 16 de junio de 2024

Por supuestos parricidas.

 
Rebuscando en la prensa del siglo XIX y principios del siglo XX me encontré con unos detenidos en la cárcel de Villarcayo, al parecer, el 13 de noviembre de 1906 porque la noticia aparecía el día catorce de ese mes. El texto decía: “Por supuestos parricidas. En Villarcayo (Burgos) fueron encarcelados Enrique Huidobro y su esposa Paula Ruiz; por sospecharse que ahorcaron a la madre de Enrique con objeto de robarla”. Levantada la liebre rastreamos el tema en otro periódico del mismo día enterándonos que la víctima se llamaba Lorenza Marquina de 70 años (fallaron en la edad y el apellido para algunos periódicos es Martínez y para otros Marquina). Los que vieron el cadáver dijeron que presentaba “señales de estrangulación y de haber puesto sobre él cuerpos pesados”. Supimos que había muerto el día cinco de noviembre.
 
Pierdo la pista a este matrimonio hasta el año 1908. No sé si permanecieron en prisión preventiva o les dejaron ir a casa. ¡A saber! No lo dijo la prensa. Pero si pegamos un rápido repaso a la situación de la libertad provisional, con fianza y sin fianza, en la España de principios del siglo XX, vemos que podías estar en la calle a la espera de juicio si el delito era inferior a seis meses y un día; que no te fueses a fugar; y que te presentases al llamamiento del juez o tribunal que conociere de la causa. Aun así, seguirías en la calle, con fianza siempre, cuando el delito tuviera señalada pena superior a seis años de prisión; tener buenos antecedentes penales o nulo riesgo de fuga; y que el delito no hubiera producido alarma. En todo caso, el procesado debía comparecer los días que le fueren señalados en el auto respectivo, y además cuantas veces fuere llamado ante el juez o tribunal que conociera de la causa. ¿Qué creen ustedes? ¿Qué estuvieron en su casa esperando el juicio? ¿Qué matar a tu madre no causa alarma? Igual no. Hoy en día con cosas peores estas en la calle -o en la televisión-.

Ayuntamiento y juzgados de Villarcayo
 
Saltemos a abril de 1908 cuando en la Audiencia Provincial de Burgos se inició el juicio por jurado procedente del juzgado de Villarcayo. En el banquillo estaban Enrique Huidobro, Paula Ruiz Terán -su esposa-, Eusebia Terán Marquina -su suegra- y Toribio Ruiz Huidobro –un vecino-. Los dos primeros como autores y los segundos como encubridores de un delito de parricidio.
 
¿La víctima? Fue Lorenza Martínez Ruiz, viuda, de 60 años de edad, vecina de Huidobro y perteneciente a una clase media rural. Vivía sola asistida por una vecina cuando la necesitaba y rehuyendo la ayuda de sus hijos. Madrugadora, llevaba su ganado al campo y, al anochecer, se encerraba en casa abriendo solo a conocidos cercanos. Durante todo el día 6 de noviembre de 1906, nadie vio a Lorenza, pero al anochecer Paula Ruiz Terán observó que a la puerta de la casa se hallaba la vaca de Lorenza como esperando a que la abriesen. Paula fue a contárselo a Toribio Ruiz que ya lo había visto, extrañándole.
 
Ambos guardaron la vaca en su cuadra y Paula propuso a Toribio que subiera a ver si ocurría alguna novedad, contestando este que subiera ella. Paula replicó que no se atrevía a subir, porque antes había llamado y no la habían contestado; Toribio, en vista de esto, y temiendo que hubiese ocurrido alguna desgracia, la aconsejó que diera parte al alcalde, pero al final lo hizo él.

 
El alcalde de Huidobro lo comunicó al juez municipal de Villaescusa del Butrón, y este, a las once de la noche, llegó ante la casa de Lorenza. El juez, el alcalde y varios testigos entraron con Paula y vieron que, al final de la escalera, y a la mitad del pasillo, se hallaba el cadáver de Lorenza Martínez atravesado con una de las piernas saliendo por entre los barrotes de la barandilla. Estaba vestida con “ropa de diario” y tenía las medias puestas. Pero estaba descalza y sin el pañuelo del pelo. El cuerpo tenía al cuello una soga que le daba tres vueltas, anudada la última, y el resto de la soga suelta.
 
Revisaron toda la casa encontrando solo revueltas las ropas de la cama y pudo comprobarse que habían sido robadas las ropas contenidas en un arca. ¿Dinero? No se encontró nada en la casa cuando Lorenza debía tener unas 250 pesetas fruto de la reciente venta de un novillo.
 
En la autopsia se indica que las tres vueltas de la cuerda dejaron en la piel del cuello tres surcos horizontales, sin que por la parte correspondiente al primer nudo estuviera más elevado, lo cual demuestra que el cadáver no había estado suspendido del cordel. El cuerpo tenía una contusión en el ala izquierda de la nariz, la oreja izquierda, región temporal y parte superior del cuello del mismo lado. Otra en la parte lateral derecha del cuello, y cuatro en la lateral izquierda, observándose perfectamente las huellas de uñas y dedos. En el abdomen se encontraron señales de haberse ejercido una violenta presión, quizá con las rodillas, y en el muslo izquierdo huellas de dos dedos.

 
El informe médico concluye que la muerte de Lorenza Martínez fue debida a asfixia por estrangulación. Que participaron dos personas dada la presión sobre el vientre y la estrangulación hecha con las manos. La cuerda se colocaría postmortem para simular un suicidio. Se afirma que la muerte no debió de ocurrir en el sitio donde se encontró el cadáver. Conjeturan que la víctima fuese sorprendida en la cama durante el sueño y luego dejada en las escaleras. El crimen debió tener lugar entre las ocho y las once de la noche del día anterior.
 
El principal sospechoso será Enrique, hijo de Lorenza, y su mujer Paula Ruiz. La muerta solía decir que deseaba saber con anticipación el día de su muerte, para quemar todos sus bienes y no dejarles un cuarto a sus hijos. A pesar de que Enrique y Paula pasaban estrecheces económicas. Cuentan que dijo a las vecinas que sus hijos eran muy malos y por ello rechazó siempre el auxilio que la ofrecían aquellos. Sus vecinos declararon que Paula había insultado una vez a su suegra, apedreándola hasta obligarla a refugiarse en su casa, y que otro día la había querido estrangular.
 
Enrique y Paula fueron procesados junto a Eusebia Terán, madre Paula. Los indicios en que se basó el juez fueron:
 
  • La actitud de turbación de Paula al descubrirse el cadáver de Lorenza y las palabras que dijo a Isidra: “¿qué va a ser de mí? ¿Dónde me meteré yo?”
  • La circunstancia de haber desaparecido Enrique del pueblo el mismo día en que se descubrió el delito, diciendo que iba a Sedano a vender unos yugos.
  • El haber reconocido los procesados como suya la cuerda que se encontró en el cuello de Lorenza. Dijeron que se la habían cambiado por otra a Lorenza, la señora que no quería estar con ellos.
  • El haber escrito Eusebia, valiéndose de su vecino Toribio, a Susana Fonturbel, de Sedano, para qué diese la noticia del suceso a Enrique.
  • Una segunda carta de Eusebia a Enrique, tras la detención de Paula, advirtiéndole que le buscaba la Guardia Civil y aconsejándole que entregase su dinero al esposo de Susana Fonturbel, como hizo.
  • Otros indicios reflejados en cartas y declaraciones de testigos.
 
La fiscalía calificó los hechos con los delitos de parricidio y de robo. Con los agravantes de nocturnidad y abuso de superioridad respecto a Enrique Huidobro Martínez y Paula Ruiz Terán, pidiendo para ellos la pena de muerte y para Eusebia Terán y Toribio Ruiz la de tres años de prisión y de presidio correccional, respectivamente. La defensa negó la participación de los procesados en el delito solicitando su absolución.

 
Las sesiones se sucedieron desde el día siete de abril de 1908 hasta los primeros días de junio cuando se resolvió el juicio. La prensa comentó que en aquella primera sesión hubo un numeroso público. Supongo que porque todavía no existía la telebasura para retrasmitirlo. Presidía el Tribunal el presidente de la Audiencia provincial, Zumalacárregui y los magistrados Pelayo -que actuaba como ponente- y Larrumbide. Sostenía la acusación el teniente fiscal García Alonso y de la defensa estaba encargado el señor Revilla; procurador, Miegimolle; y secretaría del Licenciado Capua. Los acusados aparecieron templados. Bueno no. Paula Ruiz estaba enferma y le dieron quinina para bajarle la fiebre y aguantar el juicio. Por ello, declaró sentada. Y, aun así, hubo un receso para que descansase. Todos negaron las acusaciones. En la sesión de la tarde comparecieron varios testigos.
 
En la sesión del día ocho de abril comparecieron otros once testigos, pero no los peritos por lo cual el ministerio fiscal solicitó la suspensión de la vista hasta nuevo señalamiento. El tribunal accedió porque, además, faltaban más de treinta testigos que por efecto del temporal de nieve, no pudieron llegar a Burgos. ¡Aquellos abriles anteriores al cambio climático!
 
Volvieron las sesiones en junio. Y volvieron a la pasarela todos los testigos. La novedad era la extinción de la responsabilidad penal de Paula Ruiz Terán. ¿Falta de pruebas? No: defunción. Falleció en la cárcel. ¿Recuerdan que en las primeras sesiones estaba enferma? Pues eso. Por su parte Enrique Huidobro contestó al fiscal que, a las siete y media de la noche, y contra costumbre, fue a casa de su madre encontrándola sana. Sabía que tenía el dinero de la venta del novillo. Dijo que se llevaba bien con su madre y que cuando ella estaba enferma le llamaba. Afirmó que le desagradaba que Gregoria entrase en casa de su madre. Dice que no tenía noticia alguna de que su difunta mujer hubiese cambiado la soga con que apareció ahorcada Lorenza; que su madre se recogía pronto cerrando sus puertas; que no recuerda haber ido a llamar a la puerta de su madre ninguna noche; que el día del asesinato volvió de Villaescusa de Butrón con Pedro de Diego y se fue a su casa. Allí encontró un pobre al que dio albergue en el pajar. Luego marchó a afeitarse. Afirmó que marchó de Huidobro con Sebastián Corrales; que desde hacía unos 15 días había proyectado, con Federico Marquina, ir a Burgos; que llevaba unos 45 duros por la venta de una vaca; que entregó esa cantidad a Federico, por haber recibido una carta donde se le decía que su madre había aparecido ahorcada y que cuando fuese a Huidobro le detendría la guardia civil. Negó haber dicho “estoy perdido” al leer aquella carta. Desconocía que hubiesen apresado a su mujer y que no proyectaron asesinar a Lorenza para robarle. Negó que desde la casa del barbero marchase con Paula a la casa de su madre para matarla. Tampoco conocía al pobre que hospedó, pero recordó que dijo ser de la zona de Villadiego. Habiendo contradicción entre lo declarado ante la policía y lo declarado en el juicio el presidente del tribunal mandó leer la primera declaración que Enrique reconoció.

 
Eusebia Terán dijo que tenía buenas relaciones con Lorenza y que la vio el día de su asesinato en la fuente del pueblo. Que sabía que había vendido un novillo. Desconocía que su yerno Enrique hubiese pedido dinero a su madre, y que cuando este vendió el ganado ya habían matado a Lorenza. Añadió que cuando salió del pueblo con dirección a la cárcel de Villarcayo, se despidió diciendo “adiós para siempre” pero porque era ya una mujer mayor y que los disgustos del juicio la matarían. Reconoció que le dijo a Enrique Huidobro que entregara el dinero a Federico Marquina.
 
Toribio Ruiz vivía en la casa junto a la de Lorenza y reconoció que se escuchan los ruidos y conversaciones. Sabía lo de la venta del novillo, que su vecina no vivía con estrecheces y que, en ocasiones, discutía con sus hijos. Que el día cuatro de noviembre fue el último que vio a Lorenza, no notando nada extraño en la casa de ella al día siguiente. Dijo que el día seis, cuando vino del campo, Paula fue a su casa preguntando por su esposa. Como no estaba Paula le pidió que bajase y juntos ataron la vaca de Lorenza en su cuadra. Luego ella le pidió que subiera al cuarto de Lorenza. Se negó diciendo que subiese Paula que dijo que no lo hacía porque tenía miedo. Toribio terminó su declaración diciendo que en la carta que escribió a Enrique le decía que entregase todo su dinero a Federico Marquina incluido lo obtenido por la venta de los yugos. No asistió al reconocimiento del cadáver de Lorenza.
 
La siguiente sesión, la del día dos de junio de 1908, estaba dedicada a los peritos. Estos fueron Manuel y Julián Gallo. Escucharon la lectura de su informe pericial donde decían que la muerte debió ser intencionada y que esta debió ocurrir unas cinco horas después de comer.

 
Tras ellos siguieron las declaraciones de los testigos. Así, Pablo Corrales dijo que la puerta de la escalera se hallaba abierta y que en un pasillo estaba tendida Lorenza, con una soga al cuello y las ropas revueltas. Dijo que conocía a Lorenza y su situación económica. Que una tal Gregoria entraba en casa de Lorenza, y que Enrique había discutido con esa señora. Comentó que cuando entró Paula en la habitación, al encontrar allí el cadáver de su suegra, hizo un gesto y se quedó tranquila; que se decía en los pueblos limítrofes que los procesados habían matado a Lorenza.
 
El testigo Andrés Huidobro era sobrino de Enrique, y confirmó lo dicho por Toribio sobre la negativa a subir a la planta de la casa de Lorenza (¿cómo lo sabía si no estaba con Toribio y Paula cuando se produjo esa conversación?). Cuando subieron arriba encontraron el cuerpo de Lorenza y, Andrés, dijo que Paula pronunció las frases “dónde me iré”, “dónde me meteré yo”. Andrés recordó que en el pasado Gregoria se enfrentó con Paula y Enrique en casa de Lorenza, diciéndoles que se fuesen. Añade que la puerta que había en la escalera estaba cerrada por fuera y que la muerta debía tener unos mil reales (250 pts.) en casa de los que solo se encontraron cuarenta céntimos de peseta.
 
El testigo Casimiro Campillo, pariente de Enrique, dice que tenía buenas relaciones con Lorenza; que no sabía si los hijos de Lorenza le habían pedido dinero y que supo de la muerte de Lorenza al día siguiente; que la difunta tenía miedo de la nuera y no solía abrir la puerta a desconocidos. A preguntas del letrado dice desconocer cuando había vendido el ganado Lorenza. Otro testigo: Dámaso Marquina sabía de la mala relación de Lorenza y sus hijos y que Paula parecía tener miedo.
 
Isidra Díez, testigo, era la esposa de Toribio, recuerda que su casa comparte tabiques con la de Lorenza; que la muerta tenía un escondite en el desván y que no la había visto desde el día de Todos los Santos. Dijo que el día seis marchó a casa del maestro a donde la fue a buscar Toribio para preguntarle si sabía algo de Lorenza; que en el reconocimiento del cadáver no oyó decir nada a Paula y que estando en su casa oyó pisadas. A preguntas del defensor dijo que su marido tenía buenas relaciones con los hijos de Lorenza; y que la puerta de abajo estaba cerrada y la de arriba abierta.

 
Hubo más testigos que no añadieron nada a la investigación como fueron Carlos Huidobro, Francisca Alonso, Pilar Terán, Álvaro Huidobro (primo de Enrique), Joaquín Gómez, Córdula Ruiz o Victoriana Terán. Tampoco los careos concluyeron nada.
 
Galo Diez recalcó que escuchó a Paula decir “¡ay, Isidra!, ¿dónde iré yo? ¿dónde me meteré yo?”. Manuel Huidobro contó que le preguntó a Enrique porqué se afeitaba a la noche y este le respondió que pensaba ir de viaje. (¡Ya está! Tenía pensado largarse con el dinero). Pues… Sebastián Corrales testificó que tenían confirmado el viaje quince días antes; que fue a avisar a Enrique para ir juntos a Sedano (¿pero no volvió enrique de Burgos?), vendiendo una vaca que le valió 40 duros, regresando, Sebastián, al día siguiente.
 
Luego se interrogó al maestro del pueblo que dijo que Eusebia (¿no sería Isidra?) estuvo en su casa hasta que la llamaron para ir a casa de Lorenza; dijo que vio la puerta de la escalera cerrada; que una vez Paula llegó a apedrear a Lorenza hasta que la señora llegó a su casa.
 
Antonio Alonso Terán, secretario del juzgado municipal, dijo que encontraron a Lorenza tendida en el suelo; que en las ropas de la cama en que dormía observaron algún desorden; y que cuando subió Paula dijo que la soga había sido suya. Añade que el juez determinó procesar al matrimonio al percibir que Paula no demostraba sentimiento por la muerte de Lorenza; que al preguntar el juez a Paula si tenía dinero dijo ésta que tenía 900 reales, pero en su domicilio no encontraron nada. Al interrogar a Paula sobre dónde estaba ese dinero, contestó que su marido se lo debía haber llevado.

 
El juicio se reanudó a las cuatro de la tarde del día siguiente, ya comidos y dispuestos para la siesta, con las declaraciones de Vicenta Martínez, Pedro de Diego y Francisca González. Después declaró Julián Ruiz, alcalde del pueblo, que manifestó que Lorenza se quejaba del mal trato de sus hijos y le contó los disgustos que le proporcionaban sus descendientes.
 
La tabernera del pueblo, Paula Marquina, conocía a Lorenza porque acudía allí a hacer compras y a realizarle confidencias, llorando y lamentándose de lo mal que la trataban sus hijos. Añadió que vio a Paula apedrear e insultar a Lorenza diciéndola: “¡Que te mato!”. Para la tabernera los asesinos eran Enrique y Paula. Claro que su testimonio pudo haber estado desvirtuado porque un hijo suyo había matado a otro de Enrique y Paula.
 
Saturnina Marquina, pariente de Toribio, oyó como Enrique insultaba a Gregoria porque ayudaba a Lorenza cuando estaba enferma. Juan González, otro primo de Toribio, dijo que, tras la bronca de Enrique y Paula con Gregoria, Lorenza les echó de casa diciéndoles: “Ya que no queréis asistirme vosotros, dejad a Gregoria que lo haga”.
 
Testificó también Hilario Cerezo que era el jefe de la cárcel de Villarcayo. Dijo que había escuchado a la difunta Paula decir: “Enrique, por Dios, no me descubras”. Este empleado público preguntó a otros presos -como Guillermo García- si habían escuchado algo y declara que le dijeron que Paula dijo a Enrique que no dijese nada o la perdía. Hilario dijo que Enrique escribió una carta a su mujer con el texto: “Ten cuidado con el pico, pues lo que hablamos ayer ya lo sabe el jefe”. Ese papel figuraba como prueba de cargo.
 
Otro recluso -deseoso de colaborar con la justicia- declara que escucho decir a Paula: “No me descubras que me pierdes, y si te preguntan si la rompí el vestido, dices que no”.
 
El fiscal, en sus conclusiones, instó al jurado a que decidiese el veredicto en función de los rumores vertidos por los testigos. Que se fijase en la mala relación entre los acusados y Lorenza para declararles culpables -ya solo a Enrique- y que añadiesen como elemento inculpatorio el deseo de alejar a Gregoria del lado de su madre. Recordó que la muerte fue por estrangulamiento y que, no habiendo hallado ningún otro al que cargarle el muerto (supongamos ese vagabundo) y siendo claros beneficiarios de la muerte… ¡¡¡Tenían que haber sido ellos!!! ¿Cuándo lo hicieron? Después de que se afeitase Enrique. Sobre los cómplices las pruebas de cargo se derivan de la carta que envió a través de los hijos de Toribio a Enrique -presente en el sumario- indicándole que quitase de en medio el dinero. 

 
El abogado defensor, en su alegato, no dudaba de la inocencia de Enrique (Paula ya no importaba, diría que incluso podía ser más útil muerta que viva). Aun así, descartó que las frases de la difunta Paula pudiesen significar reconocimiento de la culpabilidad siendo muestras de su angustia e incertidumbre. Igualmente desechó las frases contadas por los reclusos de Villarcayo. Incluso la carta enviada por Enrique a Paula que, dijo, se refería a Gregoria. El defensor Revilla hizo notar al jurado que Enrique salió de Huidobro el día 5 a las once de la noche, en compañía de Sebastián Corrales y Federico Marquina, y cuando regresaban de Burgos para Sedano, Enrique recibió una carta en que le decían que su madre había aparecido muerta. Al saberlo sollozó y dijo “¡Ay, madre de mi alma!”
 
¿Cuál fue la sentencia? Les presento las conclusiones que se publicaron en el “Diario de Burgos”, pero les indico que el fiscal solicitó la repetición del juicio con un nuevo jurado:
 

 
Bibliografía:
 
Periódico “El Noroeste”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El Pueblo”.
Periódico “Heraldo Alavés”.
Periódico “El Castellano”.
“Pasado y presente de los fines de la prisión provisional en España”. José Antonio Alonso Fernández.
Dibujos de José María Bueno.
Blog “Tierras de Burgos”.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.