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domingo, 1 de septiembre de 2024

Analizamos la iglesia de Butrera.

  
En Las Merindades tenemos más de cien templos románicos supervivientes al paso del tiempo. Fueron construidos mediante diversos sistemas y el análisis de los materiales empleados, los sistemas auxiliares utilizados en su montaje y la especialización de los grupos de trabajadores que participaron en su construcción, indican que algunas de ellas son estructuras de transición entre el románico y el gótico donde los conocimientos constructivos de los maestros están evolucionando y mostrando una especial destreza en el trabajo de talla, con grupos especializados de canteros.

Foto: ZaLeZ
 
Son años en que se abandonaron los materiales perecederos para adoptar materiales pétreos, transformando el paisaje y la forma de habitar el lugar. El uso de la piedra y el ladrillo sería consecuencia del crecimiento económico y demográfico y a los avances tecnológicos en construcción. Es decir, menos adobe y menos tablazón.
 
Las construcciones medievales de esta comarca fueron ejecutadas con tres tipos de piedra: arenisca, caliza y toba. El uso de una u otra depende del valle en el que nos encontremos; algunas iglesias fueron realizadas en su totalidad en piedra caliza y otras en arenisca, existiendo escasos ejemplos donde se han utilizado ambos materiales mezclados. En buena parte de las iglesias construidas con caliza se ha utilizado también la toba, material muy poroso y ligero. La toba se empleaba fundamentalmente en las partes altas del edificio y no era considerada una piedra de calidad. En el caso de la iglesia de Butrera nos encontramos con que se empleó sillería caliza de gran calidad para sus gruesos muros (1,20 m). Veremos bloques regulares asentados sin argamasa y labrados a hacha en las partes románicas. Por su parte, la sacristía cuadrada, adosada al costado meridional de la cabecera, y cubierta con bóveda de terceletes se aparejó con sillares tallados a cincel y martillo.

Foto: ZaLeZ
 
Dicho esto, Butrera aparece citada en la documentación escrita, por primera vez, en 1099 cuando Elvira Hañez dona al obispo y cabildo de Burgos un solar con su divisa, salidas y entradas, montes y fuentes. Es en esta población donde la Edad Media nos dejó la iglesia románica bajo la advocación a Santa María y su conocidísimo bajorrelieve románico con la Adoración de los Reyes Magos, que salió en un sello de correos de España allá por 1970. 


En la Edad Moderna la iglesia era conocida como Nuestra Señora de la Antigua y, hoy, tiene la declaración de Bien de Interés Cultural. Este templo daba servicio espiritual a lo que se ha interpretado como un despoblado situado en sus alrededores documentado arqueológicamente por materiales constructivos, fundamentalmente teja curva y algún ladrillo macizo y fragmentos de cerámica a torno de pastas ocres con desgrasantes cuarcíticos y calizos de calibre medio elaboradas mediante cocciones oxidantes y mixtas. Tiene a su alrededor un cementerio que fue excavado en la década de 1980 y hoy está cubierto para su protección. Se descubrieron hasta once tumbas de lajas que en algunos casos presentan la roca sobre la que se asientan rebajada para dejar sitio al cuerpo; dos de las tumbas tienen paredes laterales construidas con lajas superpuestas, no hincadas como el resto. Todas las sepulturas estaban tapadas por otras piedras planas, no existiendo tumba alguna con cubierta a dos aguas.

 
El templo se encuentra, hoy, a unos 150 m al este de las casas y próximo al río Trema. Por el costado septentrional de la nave, y con acceso desde el sur, se sitúan las ruinas –luego transformadas en cementerio– de la troje (un granero). No nos enfrentamos a un templo de cruz griega -lo siento- sino a un templo basilical de dos tramos y la presencia de un amplio transepto destacado. Lo que vemos, además, es fruto de dos campañas constructivas románicas, probablemente próximas en el tiempo e, incluso, consecutivas en el último tercio del siglo XII. Pero, distanciadas en cuanto a presupuestos estéticos.

Foto: Entre bosques y piedras
 
A la primera campaña se debe la cabecera, que repite el esquema de ábside semicircular con contrafuertes hasta la cornisa y presbiterio que continúa la línea de paramento del semicírculo. Este ábside tiene un tramo recto presbiterial, cubierto con bóveda de cañón levemente apuntada y reforzada con un arco. Se alza sobre un zócalo corrido y sus paredes están divididas en tres mediante contrafuertes que parten del zócalo y alcanzan la cornisa. Horizontalmente el ábside está dividido por una moldura interrumpida por las pilastras y ventanas. En cada paño del ábside hubo una ventana, de mayor tamaño la central y ciegas las laterales. 

Foto: ZaLeZ

Si nos fijamos en la ventana central por su parte externa, en torno a un estrecho vano rasgado muy alterado y agrandado, tenemos un fracturado arco de medio punto ornado con dos hileras de dientes de sierra que albergan unas molduras decoradas con puntos de trépano, y dos arquivoltas, la interior con diez cabecitas humanas dispuestas bajo serpientes entrelazadas a modo de arquillos. Terminan estos arcos en sillares con voladizo y tres parejas de semicolumnas, coronadas por capiteles con la bestia apocalíptica, en forma de serpiente de siete cabezas; una cara grotesca; una pareja de dragones afrontados; un rostro mostrando los dientes; otro barbado y con gruesos pómulos; y una cabecita de batracio. Las basas de estas columnas presentan perfil ático de grueso toro inferior, sobre plinto. 

Foto: ZaLeZ

El interior de esta ventana es hoy la hornacina de la Virgen, de la que luego hablaremos. La decoración superviviente a los años consta de una cenefa de entrelazos que albergan botones vegetales y las columnas que lo sustentan, rematadas por deteriorados capiteles, el izquierdo ornado con un aspa y el derecho con tres pisos de aves de largos picos.

Foto: ZaLeZ
 
La ventana exterior del muro norte del presbiterio muestra arco de medio punto decorado por fino entrelazo sobre dos columnas acodilladas. El capitel de la izquierda del espectador presenta una máscara humana de enormes orejas mostrando los dientes, y el derecho otra similar que abre grotescamente su boca estirando sus labios con ambas manos. En el correspondiente arco interior tenemos una escena pastoril, con el pastor ataviado con sayón y portando un cayado, ante un perro, cinco ovejas y un carnero, y en la otra parte del arco un personajillo sentado leyendo un libro que sostiene sobre sus rodillas. Disponemos de dos parejas de columnas acodilladas, cuyos capiteles se decoran con un personaje representado en busto que sostiene con ambas manos un objeto circular de difícil identificación, los dos interiores presentan sendas cabezas humanas –una masculina y otra femenina– entre hojas rematadas en volutas, y el exterior de la derecha una figura femenina de cabeza cubierta con un tocado plisado que a modo de barboquejo le cubre la boca, llevándose las manos a las sienes. 

Foto: ZaLeZ

Al exterior tiene un arco achaflanado, un muy deteriorado león en el capitel izquierdo y en el derecho tres pisos de extraños tubos horadados mientras en el tímpano hay un animal indefinido.

Foto: Entre bosques y piedras
 
La tercera ventana fue deteriorada con otra ventana cuadrada que da luz al altar. Queda parte del arco doblado, abocelado y ornado con puntas de clavo en la rosca el interior, y en chaflán con cinco filas de finos tacos el externo, así como la columnilla derecha, coronada por una cesta en la que se afrontan dos toscos cuadrúpedos.

Foto: ZaLeZ
 
Interiormente, los paramentos de la cabecera aparecen recorridos por dos líneas de imposta entre las que están enmarcadas las ventanas, de las cuales quizá sólo la central del ábside albergaba un vano, siendo las otras decorativas.

Foto: ZaLeZ
 
El capitel del lado del evangelio del arco triunfal muestra el combate de jinetes, ambos sobre monturas ricamente enjaezadas y armados con yelmos cónicos, cotas de malla, espadas al cinto y escudos de cometa, sobre los que percuten las lanzas que empuñan. El tambor del capitel se decora con una serie de cabecitas coronadas, que asoman entre formas geométricas en aspa. En el capitel norte del hemiciclo se afrontan dos grifos que vuelven sus cuellos y alzan sus patas sobre el rostro de la máscara humana que hace de fondo, bajo la que pende una especie de armiño. La cesta -o tambor- que corona la semicolumna del lado de la epístola recibe, por su parte, una doble corona de hojitas lanceoladas y cóncavas, sobre la que se dispone una máscara humana entre cuatro grandes volutas.

Iglesia de Butrera a inicios siglo XX
 
Tras construir el ábside se derribaría el resto de la iglesia y, un segundo taller acometería el resto de la obra. Modificó el proyecto original creando una nave corta y un destacado transepto. Vemos un lenguaje arquitectónico más elaborado y tardío, con maña al enlazarse con la obra del ábside. Maña que no perfección: se ve la ruptura de hiladas entre la obra del presbiterio y los pilares y arcos del transepto. La corta nave nueva tiene dos tramos, uno cubierto con una bóveda de cañón apuntado y el del crucero con una bóveda de crucería tipo argevina y clave ornada con un florón de tallos y brotes lobulados. Esta bóveda obligó a crear un cimborrio apenas destacado. Los brazos del transepto -nave transversal- están sobre unos zócalos escalonados y reforzados por contrafuertes en el exterior. Están cubiertos por sendas bóvedas de cañón apuntado, reforzadas por un fajón contra los hastiales, al igual que ocurre en la nave. En el brazo izquierdo mirando al altar se dispusieron dos saeteras de fuerte abocinamiento al interior mientras que al sur debía abrirse un vano de mayor luz, sustituido por el moderno.

 
Destacamos en el transepto las dos capillitas insertas en sus gruesos muros. Estos se adelgazan escalonadamente sobre ellas. Ambas se abren mediante arcos apuntados que descargan sobre columnas adosadas, se cubren con bóvedas de horno y en su eje se abren sendas saeteras encuadradas en dos líneas de impostas con diferentes decoraciones. Los capiteles de la capilla septentrional reciben dos pisos de hojas lisas lanceoladas, las superiores con caulículos, y hojas abiertas en abanico con brotes y en la sur el arco aparece enmarcado por un rehundido a modo de alfiz decorado con sucesión de losanges (rombos), continuándose la decoración vegetal -acanto y bayas arracimadas- de sus capiteles a modo de friso por ambos lados.


Fotos: Tierras de Burgos
 
Una peculiaridad de este templo es su bóveda argevina. No la confundamos con una bóveda aquitana porque “la diferencia entre ambas estructuras estriba en la ejecución de sus superficies de plementería. Las bóvedas aquitanas se construyen con las hiladas de plementos concéntricas mientras que las angevinas presentan sus plementos en hiladas paralelas a los ejes principales de la bóveda”. ¿Cómo se quedan? Plemento es cada una de las secciones en que queda dividida la bóveda. Por no liarles, la de Butrera es argevina y más cercana al gótico que al románico. Esta estructura -y la aquitana- presenta menos empuje horizontal que las bóvedas menos apuntadas, lo que permitió su construcción en iglesias con pequeños contrafuertes adosados a su fábrica, como las iglesias románicas.

Foto: ZaLeZ
 
Los arcos de la bóveda argevina apean hacia el este en triples haces de columnas, el doble de gruesa la central, mientras que hacia la nave reposan en semicolumnas simples. En sus capiteles veremos fauna fantástica: una pareja de trasgos alados, con pezuñas de cabra, cuerpo escamoso de colas enroscadas y cabeza monstruosa de grandes ojos almendrados y saltones, orejas puntiagudas y hocico de cánido, se afrontan en el capitel central, mientras que en los laterales se disponen dos híbridos similares a los anteriores, aunque en uno remata el largo cuello una cabeza masculina de acaracolados y llameantes cabellos, con grotesco gesto de la boca mostrando la lengua. Y decoración vegetal dos de ellos con varios pisos de hojas, las inferiores lisas y picudas y crochets superiores con bayas y brotes en las puntas; y acantos ramificados de espinoso tratamiento. Las ménsulas que recogen los nervios de la bóveda del crucero tienen decoración vegetal, similar a la de los capiteles de la portada.

Foto: ZaLeZ
 
Al exterior, los brazos del transepto se coronan con una cornisa con molduras que reposa en simples canes de nacela y alguno con perfil de proa de nave. En los canecillos de la cabecera se combinan las más toscas figuras del primer taller con los refinados relieves del segundo, por lo que es probable que el remate de estos muros correspondiese al segundo taller. De la primera empresa tendremos animales, entre ellos un cáprido de retorcida cornamenta, un mascarón monstruoso de enormes colmillos, una máscara engullendo a un personajillo y un busto masculino que parece mesarse las barbas. 

Foto: ZaLeZ

Del segundo taller hay un grifo, un cuadrúpedo de cuerpo recubierto por gruesos mechones triangulares, monstruosa cabeza de fauces rugientes y puntiagudas orejas, un infante cabalgando y clavando su espada en un monstruo similar al anterior, una descabezada arpía y un rugiente monstruoso. Además, dos figuras sacadas del repertorio del taller: sobre el muro de la sacristía tenemos un personaje tocado con bonete, sedente, con la pierna izquierda cruzada y apoyada sobre la derecha, y la cabeza ladeada apoyando sobre la mano, en una pensativa o somnolienta actitud que recuerda a la de San José en el frontal de altar; y otra figura, situada en ábside, femenina, sedente y velada que porta en sus manos un pomo esférico del estilo al de los reyes Magos.

Foto: ZaLeZ
 
La portada del templo se abre al sur con un arco apuntado moldurado con tres cuartos de bocel en esquina retraído y una banda de puntas de diamante. Rodean el arco tres arquivoltas separadas por cenefa de puntas de diamante. Descansan los arcos en tres parejas de columnas cubriéndose las más occidentales por una maltrecha imposta de tallos con brotes arracimados y hojitas vueltas. En el lado derecho del espectador la imposta combina la decoración de entrelazo de cestería con hexapétalas (una cosa parecida a una rueda con radios) y hojitas de acanto. Estas impostas continúan sobre los muros. Las columnas se alzan sobre deterioradas basas de perfil ático. En el exterior del lado occidental algunos autores han visto “sobre un fondo vegetal de hojitas trilobuladas, el combate entre un infante ataviado con cota de malla y quizá embrazando un escudo, que con su diestra alza una espada contra un híbrido del que sólo resta su enroscada cola de reptil”. Al centro se insinúan dos figuras sobre un fondo vegetal. En el lado oriental, el capitel interior tiene dos dragones decapitados enfrentados cuya cola de reptil se enreda en sus patas, mientras que en el central había dos cuadrúpedos sobre fondo de acantos. En la última, es reconocible pese al deterioro la escena de la “despedida de la dama y el caballero”, donde, para subrayar la elevada condición de la mujer, esta viste saya encordada en la cadera y entallada por cinturón.

Foto: Entre bosques y piedras
 
No nos olvidemos de la espadaña, seguramente postmedieval, con remate en piñón, dos huecos para campanas de medio punto sobre impostas de filete y campanil. A esta espadaña da servicio una escalera de caracol escondica en el muro occidental del pórtico. En la cornisa exterior se reutilizaron, junto a otras piezas de posterior cronología, varios canecillos románicos con motivos vegetales; un monstruo de aire felino y rugientes fauces; una grotesca cabecita femenina velada y con gran nariz y boca sonriente mostrando los dientes; otra dama con toca con barboquejo; y una cabecita masculina barbada. 

Foto: Tierras de Burgos

El otro cierre del pórtico solapa parcialmente un desgastado relieve del Pecado Original. Centra la escena el árbol prohibido, ocupando su copa –de cuyas ramas penden hojas y frutos– el tímpano superior, enmarcado por una cenefa de puntas de diamante. A ambos lados del tronco y bajo sendos arquillos formados por las ramas se disponen las figuras de Adán -con la mano derecha en su cuello- y Eva tapándose ambos sus partes pudendas.

Foto: ZaLeZ
 
Empotrado en el lado interior del muro norte de la nave, frente a la portada, tenemos el famoso frontal de altar, de 78 cm × 143 cm, recreando una Epifanía. Los dos primeros Reyes se encuentran de pie y en conversación, mientras que el más próximo a la Sagrada Familia realiza la tradicional genuflexión, apoyando su rodilla derecha en un cojín ornamentado. Frente a los magos tenemos a María, coronada con el niño Jesús en su regazo. No es un bebé sino un adulto reducido que, girado hacia los Reyes, sostiene los evangelios con su mano izquierda y bendice con la diestra. En la esquina está San José, con un bonete gallonado, apoyando su mano izquierda sobre un bastón “en tau” y llevándose la mano derecha al rostro con su tradicional gesto de somnolencia.

Foto: ZaLeZ
 
Volviendo al ábside hemos de fijarnos en la escultura de la Virgen María. Está labrada en un bloque de arenisca y es de 152 cm de altura y recrea a la Virgen de la Anunciación que muestra la palma de su diestra ante el pecho. Aparece sentada, coronada y vistiendo velo, túnica y un pesado manto de borde decorado con brocado, que la figura sujeta sobre el vientre con dos dedos. Por su disposición y las similitudes con vírgenes de Santo Domingo, Gredilla de Sedano y en las imágenes marianas de Cerezo de Rio Tirón, Ahedo del Butrón y la riojana de Alcanadre podemos definir el marco general del que participó su escultor.

Foto: Tierras de Burgos
 
El análisis de las realizaciones de los talleres escultóricos que trabajaron en Butrera nos dice, en el caso del primer escultor, que son evidentes sus conexiones con iglesias de los Valles de Mena y Losa y la influencia de los talleres cántabros. El estilo del segundo taller conecta con las realizaciones del tardorrománico burgalés y se asemeja a los artistas de Cerezo de Rio Tirón y Moradillo de Sedano.
 
 
Bibliografía:
 
“Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua”. Texto: JMRM - Planos: JSJG.
“Burgos Edificado”. José Luis García Grinda.
“Petrificación de la riqueza. La construcción medieval en Las Merindades de Burgos”. Rocío Maira Vidal.
“Las siete Merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.
“¿Angevinas o aquitanas? Bóvedas cupuladas protogóticas en Castilla-León”. Esther de Vega García.
 
 
Para saber más y fotografías:
 
ZaLeZ: “Iglesia románica de Nuestra Señora de la Antigua o de Septiembre (Butrera-Burgos)”
Tierras de Burgos: “Iglesia de Butrera”.  
Entre bosques y piedras: “Butrera”.   
Viajando tranquilamente por España y Europa: “La iglesia de Butrera”.  
 
 
 
 
 
 
 

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