Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 8 de septiembre de 2024

Papeles y puentes en Las Merindades. (I)

  
Cedemos, agradecidos, este espacio a nuestro colaborador Ricardo San Martín Vadillo que ha elegido esta bitácora para presentarnos un largo artículo, que presentaremos en dos partes, sobre puentes de Las Merindades. Les dejo con él:

 
Mi estancia, un año más en mi pueblo natal, me ha resultado ampliamente satisfactoria y provechosa: además de disfrutar de la presencia de mis hijos, nietos y amigos, me ha permitido acudir al Archivo Municipal de Villarcayo y estudiar una diversidad de documentos relacionados con los ríos (Ebro, Nela, Trueba, Jerea…), caminos, calzadas y puentes de Las Merindades entre los siglos XVII y XVIII.
 
En alguno de mis libros ya estudié los valiosos testimonios de aquellos intrépidos viajeros de muy diversa procedencia que a lo largo de los siglos nos acompañaron y dejaron su visión de Las Merindades en libros, cartas y otros documentos. Esto supone una relación histórica de gran valor sobre los habitantes de los pueblos y ciudades del norte de la provincia de Burgos, así como sobre sus iglesias, casas nobles, montes, ríos, puentes, calzadas, medios de transporte y vida cotidiana de nuestros antecesores. A través de este artículo podrán conocer el estado de caminos, calzadas, ríos y puentes, las penalidades de quienes transitaban por ellos y los denodados esfuerzos de los Concejos locales para mejorar su estado, reparando los puentes viejos y construyendo otros nuevos. También sabrán quiénes fueron aquellos maestros canteros y arquitectos que llevaron a cabo la traza de puentes, caminos y sus reparaciones. Y dineros.
 
Los maestros canteros que se nombran en los documentos de Las Merindades aquí analizados son: Antonio del Castillo, Diego de la Riva (o de Rivas), Pedro del Real, Francisco del Prado, Juan González, Fernando la Riva, José de Biesca, Juan de la Puente Liermo, Andrés de la Puente, Pedro del Río, Martín de Carasa y Pedro de Saravia. Pero hubo otros maestros canteros que construyeron o realizaron reparos en los puentes de Las Merindades: Gonzalo de Rivas, a quien se le adjudicó la reparación del puente de Trespaderne por precio de 75.000 mrs. en 1576; Pedro del Río, el puente de Quintanilla Pienza, en 1583; Juan de Naveda del Cerro, de quien Losada Varea nos dice: “El 6 de agosto de 1597, los maestros Juan de Naveda, Francisco de la Sierra, Juan de la Sierra y Juan de la Riva visitaron el puente de Valdivielso, realizaban las oportunas mediciones y “la declaración y tanteo y condiciones” para su reparación, informando sobre la calzada de Los Hocinos”. En el puente de Quintanilla de Pienza intervino en 1584, Sebastián de Alvear; en el puente de Oña hizo reparos el maestro cantero Francisco de la Lastra en 1645; Antonio de Rivas, en 1654, en el puente de Trespaderne; y en 1679, García de Rivas, Juan de Rivas Ribero y Sebastián Andrés de la Peña. Asimismo, en ese puente de Trespaderne trabajaron los maestros canteros Juan García de la Cárcoba, Simón Cordero y Tomás Gil; Juan López del Campo, en el puente de Moneo (1786); Tomás del Cotero Poza y Tomás de Labarrieta, en Sedano; Agustín Ruiz y Pedro Fol, en el puente de Agüera; Juan de la Dehesa, en el puente de Bercedo; Juan González y Fernando de la Peña, en el puente de Bocos (1734); Francisco Antonio Pérez del Hoyo, trabajó en el puente de Frías en 1776, deteriorado por las inundaciones de 1775; Pedro de Bercedo Velasco y Francisco del Hoyo Toroya, en el puente de Rampalay en el s. XVIII; Juan de la Cueva, labró el puente del Ribero; Juan Ruiz de la Lastra, que era natural del Valle de Hoz; José de la Vega Ruiz, natural de las Pilas; Fernando González de Lara, proyectó el puente de Moneo, que luego construyó Juan de Gandarillas; Bartolomé Goiri que presupuestó el reparo del puente de Villarías en 27.800 reales. Por su parte, el aclamado Fray Antonio San José Pontones, intervino en varias obras de Las Merindades: “once puentes y cinco pontones de nueva planta en las cercanías de Villarcayo”. Puentes en Loma, Espinosa de los Monteros, Agüera de Montija, San Martín de Porres, La Cerca, Quincoces de Yuso, San Llorente, Bocos, Cigüenza, Nofuentes y Quintanilla-Sotoscueva, entre otros. Además, Fray Antonio ejecutó pontones en el valle de Manzanedo, Lastras, San Pantaleón de Losa y dos cerca de Villarcayo.

 
Muchos de esos maestros canteros procedían de la comarca de Trasmiera (Cantabria). Ejemplos de ello son Fray Lorenzo de Jorganes; Sebastián Álvarez, que trabajó en Medina de Pomar y en el puente de Quintanilla de Pienza; Bernardo de Alvear, que hizo la fuente de Medina de Pomar, de 1606; Juan de Naveda Sisniega, que en 1616 estaba trabajando en la capilla mayor de las clarisas de Medina; y Juan Alonso de Cajiga y Pedro de Zuñeda, que labraron en Frías y Quintana en 1654.
 
Comenzaré mi estudio con el documento con signatura 25, Fondo Corregimiento, que está datado el 14 de julio de 1722, “Reparos del puente de Puente Arenas”. Son ocho folios que comienzan con una provisión real de Felipe V dirigida al licenciado don Vasco de Parada y Castillo, corregidor de las Siete Merindades de Castilla la Vieja, referida a los reparos del puente de Puentearenas sobre el río Ebro, caminos y calzadas de los Hocinos, cuesta del Almiñé y vega de Villarcayo. Las obras fueron rematadas en Antonio del Castillo, vecino de Secadura, en precio de 11.400 ducados, pagaderos entre los pueblos de veinte leguas a la redonda. Antonio del Castillo era maestro de obras del convento de las Huelgas. Las condiciones se fijaron en 1696, luego con añadidos en 1717, porque “en los empedrados no llevauan lo que se necesitaua para que quedase el camino en la seguridad, permanencia y comodidad de los trajinanttes, y // vna peña […] en los referidos Ozinos hacía sombra al camino, parecía preciso se cortase con pólbora o pico porque demás de salir su punta casi al margen contrario del camino, en la parte superior de ella, que es muy alta, se veía vn pedazo muy endido y separado que qualquiera juzgaría amenazaua ruina […] que impedía el fázil huello y passo de los carros, la zitada que caya sobre el camino no se decía se cortase pareciendo más precisa…”

 
Se recomendaba poner “antepechos” en la cuesta del Almiñé, diseñada entonces como camino nuevo para el paso de todo género de carruajes por donde antes sólo había una senda penosa para los bagajes. Se mandaba hacer dos puentes y “gastar una peña” por “el camino de la Hoz, que dirigía a la hermita de Nuestra Señora de la Visitación” por “cuesta tan agria”. Se acuerda que, aunque en la postura se había aprobado que no hubiese mejoras en el proyecto de la obra, éstas se terminaron incluyendo para facilitar el tránsito por el nuevo camino. Se nombró a Pedro del Real y a Francisco del Prado, vecinos de Dobro, para hacer esas mejoras y se tasaron en 32.500 reales, “y el que dirigía a el paraje que llamauan el Zepo, inclusso en el cuerpo de la obra del puente de Arenas” costaría 1.000 ducados. El maestro de la obra consideró más conveniente “el camino que dirigía a la hermita por más breue y se allanaua a executarlo en el precio tasado sin alguna // vaja por no poder seruir a camino real la obra de piedra seca executada por el hermitaño que oy sostenía el que se vsaua…” A continuación, se precisaban ciertos pueblos que debían entrar en el repartimiento de costos entre ellos la ciudad de Nájera, Madrigal del Monte, Palenzuela, la villa de Laredo y la Merindad de la Bureba, con sus 406 vecinos. Provisión real fechada en Madrid, el 16 de junio de 1722.
 
El documento con signatura 27 del Fondo del Corregimiento nos habla sobre el Puente de Rampalaiz (Rampalay). Se trata de una Real Provisión ganada por José de Biesca, o Viesca, vecino de Somo, contra Diego de la Riva, vecino de Setién, por el Puente de Rampalay. En otros sitios este puente es llamado de Hernán Peláez. El pliego está fechado en el 23 de julio de 1737. Es un legajo de 22 folios: “Reparos que se han de hacer en el Puentte que llaman Rampalaiz, caminos y calzadas, sitto en términos del lugar de Quintanilla y Colinas”. Se remató en 80.000 reales en Diego de la Riva, “maestro de arquittectto y de canttería” y el coste se repartió entre ciudades y villas en un radio de veinte leguas. Al parecer lo ejecutaron Juan González y Fernando de la Riva, maestros canteros, pero figura, a su vez, que fueron multados con 50 ducados de vellón cada uno. Desconocemos la causa aunque nos consta que se presentó al concurso Joseph de la Biesca, maestro en cantería y puentes, a quien se le asignó la obra por mucho menos precio (60.000 reales, una cuarta parte menos), realizando la obra del puente “con la calidad de la adjudicación que se pedía”. Presentó fianzas para “los reedifizios, reparos y calzadas de el Puente de Ranpelaez (sic), sitto sobre el río Hebro, en sesentta mill reales vellón”, salieron fiadores Joseph de Viesca y su mujer, Clara de la Llama, con su casa y corralada, una huerta de limones y naranjos, un solar, una viña, otra casa, otros solares, un molino, etc. La apuesta era fuerte y lo que arriesgaban era mucho pues quedaban hipotecados hasta que se acabase la obra del puente con toda perfección.

 
Ya con anterioridad había habido un pleito por ese puente de Rampalay (doc. Signat. 141, Fondo Corregimiento) de 14 de noviembre de 1662 titulado “Pleito interpuesto por Juan Rodríguez, vecino de Covanera, por el repartimiento para el Puente de Hernán Peláez, se acompaña vecindario de Sedano de 14 de noviembre de 1655”. Es un legajo de 21 folios. Alega y protesta Juan Rodríguez, en representación de los vecinos, que en el repartimiento hecho para reparar dicho puente a los 294 vecinos de Sedano se les ha incluido en el repartimiento y solicita se les deje fuera del mismo. Presentaron el censo para probar su protesta. Juan de Arce, escribano de Sedano certificó que tienen 225 almas de vecindad. El texto aclara que Juan Rodríguez pide que se les bajen sesenta y tantos vecinos en el repartimiento, pero se dictamina en el auto “no auer lugar a su pretenssión” por no presentar poder legítimo para representar a los vecinos, no señalar los lugares incluidos en aquella jurisdicción, no probar tener 225 habitantes y porque de hacerles la rebaja solicitada se debería hacer nuevo repartimiento. Vuelve a escribir Juan Rodríguez contradiciendo lo anterior y a su vez Andrés de la Puente, cantero. El juez del caso, Juan Buelta de Velasco, dicta que se debe hacer baja de sesenta y nueve vecinos, por no tener más que 225 almas. El maestro de cantería para esa obra fue Juan de la Puente Liermo (¿?).
 
Este deseo de eximirse del repartimiento para la construcción y reparo de un puente también ocurrió en 1676 y en 1677 con el Puente de Trespaderne. Del año 1667 es el legajo con signatura 195, del Fondo Corregimiento, de 56 folios (faltan algunos folios, portada incompleta por paso del tiempo): “Pleito entre los Concejos de Trespaderne y Reinosa, por los repartimientos a pagar para el reparo y mejora del puente sobre el río Nela”. Diego Fernández, en nombre del lugar de Trespaderne, dice que “por el dicho lugar pasaba el río Nela, en que ay vna puente de piedra por la qual hera paso y camino real para nuestra Corte y para los puertos de Vilbao, Santander, Castro de Vrdiales, Logroño, Vitoria, Orduña y otras partes porque no hauía otro camino ni vereda para los pasajeros, biantes, arrieros y trajineros […] (roto) hera preciso luego y sin dilación alguna adereçar y reparar la dicha puente y calçada de las labores y reparos que vbiese menester hasta dejar vno y otro firme y en toda perfección, para lo qual sería menester más de veinte y seis mil ducados (26.000 ducs) y porque el dicho lugar hera de poca vecindad y no tenía propios ni rentas y sus vecinos estauan muy pobres y alcançados sin caudal…” Dada en Madrid, el 23 de mayo de 1676 y dirigida al corregidor de las Siete Merindades de Castilla la Vieja, don Alonso de Tinoco de Castilla (Véase el artículo de Lebato de Mena, “¿Corregidores?”, en 7 MERINDADES, de 23 de diciembre de 2014). Los gastos de reparos anteriores se habían repartido “entre los lugares del contorno de la dicha puente”, pero ahora se proponía se repartiese entre las villas y ciudades del entorno de 30 leguas, pero la villa de Reinosa, presidida por don Jerónimo Pelegrín, corregidor, alegó “no es de vtilidad […] ni se deue hacer el repartimiento entre sus vecinos por ser solo de vtilidad para para el lugar donde está sita (Trespaderne)…” (en 1 de enero de 1677). Siguen una diversidad de documentos de los pueblos de Villarcayo, Trespaderne y Reinosa defendiendo sus posturas. Hay un informe interesante con detalles de los destrozos en el puente y el lugar, redactado por los maestros canteros, en que lo vieron junto con el corregidor de Villarcayo: “por el camino y calçadas reales que lleuan de la Oradada, que están pegantes a el río Ebro y entre vnas peñas muy yncunbradas, y abiendo llegado a el sitio que se nonbra Santa Evlalia, junto de vna ermita, reconozió su merçed a estar llebado vn gran pedazo de paredón que pegaba con dicho río Ebro de bara y media de alto, y aviéndose medido parezió thener de largo dicho paredón duzientos y veinte y ocho pies y de ancho tres pies asta ygualar con la calçada...” Prosiguen viendo el lugar y “se reconozió que el dicho río abía llebado dicho pedazo de paredón que está pegante vna peña y dicho río Ebro, el qual parezió thener veinte y siete pies de largo y diez de alto y por en medio del dicho paredón corre vna fuente que baja de las peñas y sierras […] tanbién se alló y reconzió estar llebado y caydo otro pedazo de paredón de quarenta y dos pies de largo y ocho de alto, según la medida que se yço, de forma que el paso está peligroso […] y aviendo llegado a el sitio que dijeron se nonbraba el vallejo de Balde San Julián se reconozió que desde orillas del río Ebro sale vn paredón alto a ygualar con la calçada del qual dicho río se a llebado la metad de dicho paredón, como cinco pies de alto. Y aviéndose medido parezió thener de largo çiento y ochenta y tres pies; y prosiguiendo por dicho camino y calçada, abiendo llegado a el sitio que se dize el primer orado, reconozió su merçed estar llebado vn gran pedazo de paredón que sale desde el mismo río a ygualar con la calçada nueba, pagada a vnas peñas, y aviéndose medido parezió thener de alto veinte y siete pies y de largo noventa pies, y tanbién está llebada la calçada, y porque no çesase el paso dichos rejidores y personas dijeron que el dicho Conzejo de Trespaderne lo abía conpuesto con vnas maderas en el ynterin que se mandaua por su magestad conponerse en toda forma y seguridad, lo qual está con mucho riesgo y peligroso”. Prosiguió la inspección del lugar en “el sitio que se dize la Esilla” (¿Dehesilla?), allí el Ebro se había llevado otro paredón desde sus cimientos de unos 157 pies de largo y 14 de alto, “y por dicho sitio se vio que pasa vn arroyo, baja y deziende de las sierras”. Más adelante vieron que el río Ebro se había llevado un antepecho que estaba sobre la calzada, como de tres pies de alto y 40 de largo.

 
Asimismo, vieron el camino y calzada de la Horadada en el sitio que llamaban “el Espolón de Tartalés”, donde el Ebro se había llevado un pedazo de pared de 26 pies de largo y 14 de alto, “y echo los demás daños, abía crezido de tal calidad que abía sobrepuesto al dicho camino y calzada // más de diez y ocho pies en alto…” y se había llevado los antepechos de dicha calzada y se ha llevado el río Ebro otro pedazo de paredón de 45 pies de largo y 10 de alto, que estaba debajo de dicho río, “y en dicha cascada y camino, a do dizen el Prado de Barzenillas, asimesmo está llebado otro pedazo de paredón que pega con dicha calçada y tiene 130 pies de largo y ocho de alto”. Más adelante dice que “legado junto avna puente de piedra que se nonbre la Puente Nueba de la Oradada reconozió su merçed estar llebado otro gran pedazo de paredón que sale y está fundado sobre vna peña y pegado con dicho río  Ebro, de forma que por aber llebado dicho paredón y calçada se a quedado solo la dicha peña y no se puede pasar por dicho sitio sino con mucho riesgo y peligro por estar dicha peña muy pendiente y auiéndose medido lo que así está llebado parezió thener duzientos y diez y seis pies de largo […] tanbién está llebado otro paredón de seis pies de alto y 63 de largo; la qual dicha calçada declarada // es de la dicha Puente Nueba, ques donde acaba y feneze asta la de dicho lugar de Trespaderne que enpieza, tendrá de largo legua y media, poco más o menos, y por algunas partes tanbién está descalzada y de calidad que su paso es peligroso”.

 
En Trespaderne se juntan en 1676 los vecinos en Concejo abierto y toman cuentas de las obras en el puente a Francisco Fernández de Quintanilla y Andrés García Saravia, regidores. Al primero se le hace cargo, de forma muy detallada, de 1.433 reales y medio; siguen los descargos. Al segundo se le computan y cargan los gastos en ese puente y su reparo por un total de 1.855 reales y bajados 1.450 reales.
 
Prosiguen los documentos dando detalles del estado del puente y los destrozos causados por la fuerza del agua del río Ebro en sus crecidas:  “… a bisto el testigo que el estribo questá pegante a la zepa vltima de dicha puente se a rrajado y echo bizio y está peligro de aplanarse, de que resultará vndirse toda la puente, cuyo peligro está amenazando, y tanbién las dichas crezidas se an llebado gran cantidad de terreros de la otra parte de dicha puente y el río se está ynclinando azia aquel sitio, lo qual separe ser nezesario // atajar con vn fuerte paredón, que de otra forma es fázil el dejar dicho río la puente exsenta y sin agua, y tanbién dichas crezidas se an llebado muchas piedras de las manguardias y antepechos de dicha puente, todo lo qual es necesario y muy preziso se adereze y conponga con toda brebedad porque de lo contrario cada día serán mayores los daños; y tanbién sabe que ará como veinte y quatro años , poco más o menos, que las dichas crezidas socabaran las cepas de dicha puente y bieron otros daños, por lo qual este dicho lugar pareçió ante su magestad y señores de  su Real Consejo y pidió que se rreparase como se mandó así y se rrepartió su costo entre las çiudades, villas y lugares de algunas leguas en contorno…”

 
El día 14 de julio de 1677, en Trespaderne, ante el señor corregidor, comparece Juan García del Campo, vecino de Villapanillo, y dice “Sabe que junto a este dicho lugar está vna puente de piedra antigua que tiene ocho arcos, por la qual pasa el río Nela que ba a juntar con el de Ebro como vn tiro de arcabuz de dicha puente, la qual con las grandes avenidas de dicho  río Nela que a bido  en los años antezedentes la a puesto muy maltratada, y más las quatro çepas prinzipales por la parte de azia la uilla de Oña que por los cimientos y parte que está dentro del agua las a socabado y sacado muchas piedras de calidad que a bydo el testigo que se an hecho concabidades que los pescadores entran dentro, por lo qual el estribo de la zepa vltima, ques en la parte donde bate más el agua, se a tajado y querido se aplanar y está con mucho peligro de vndirse, y tanbién el dicho río se [ha] ynclinado azia aquella parte y llebado vnos pedados (¿pedazos?) de terreros y tierra, y si no se ataja con vn fuerte paredón a poca dificultad puede acabar a ronper dichos terreros y dejar dicha puente en seco y asimismo a llebado // muchas piedras de los antepechos y manguardias de dicha puente…”
 
El testigo Pedro Saravia, vecino de Arroyuelo, dice que “sabe que desde dicha puente sale vna calçada muy antigua que ba por orillas del río Ebro, que llaman de la Oradada, que será como legua y media de larga asta llegar a la Puente Nueba, que se nonbra de la Oradada, la qual dicha calçada hestá fundada sobre paredones rezios, que muchos de ellos entran el dicho río Ebro y los está batiendo el agua y arrimados a vnas peñas de mucha altura y en partes por ser tan angosto el sittio están picadas las peñas para en // ellas fundar dichos paredones a los quales y dichas calçadas las dichas avenidas de dicho río Ebro a llebado muchos pedazos y otros socaba los que solo en partes las dichas peñas que pegaban con el río, por lo que algunos días estubo dicho paso sin nabegazión, y los arrieros dethenidos con sus requas por lo qual se les obliga a los vezinos a conponer dichos pedazos los más prezisos con ramón, leña y remata (sic) (retama), con que desde entonzes ha corrido así, pero se pasa con mucho peligro respecto de la poca seguridad de la dicha retama y [a] los arrieros les obliga a pasar a pasar cada macho de por sí y con mucho miedo, y abrá cerca de dos años que pasando vn pasajero con vna mula ensillada y enfrenada se le cayó y despeñó y mató porque los dichos paredones están en alto y aber muchos despeñaderos y así es muy vtil y conbeniente el que vno y otro se adereze y conpon- // ga con toda brebedad de no cesará el comerzio y trajinería por ser la dicha puente y caminos de la Oradada tan preziso y nezesario para los puertos de Laredo, Bilbao, Castro, Santander y toda Bizcaya y de ella a la Corte de su magestad, l´Andaluzía, la Estremadura, Mancha y Valladolid, Burgos y todo el reyno…” Se dice que es cierto que hay otro posible paso hacia la Corte por los Hocinos: (…) sin que aya otro camino más conbeniente y a propósito porque, aunque ay otro passo que es el que se nonbra de los Ozinos, que ay del uno al otro cuatro leguas de ystanzia (sic) y son dos puertos cerrados, mas es muy mexor, más brebe el de la dicha Oradada, y más en tienpo de niebes que el dicho de los Ozinos ser zerrado muchos días y no se puede nabegar…”

 
Siguen similares declaraciones y testimonios de otros vecinos de lugares próximos al puente de Trespaderne sobre el Ebro (Juan Gil de Celada, Juan González de Obregón, Matías de la Hoya -¿Olla?-, Toribio Bragado, Juan López Frías, Pedro Martínez, etc.), todos ellos describen con detalle el mal estado del puente, las grandes avenidas causadas por el río Ebro, los destrozos que éste causa en el puente y en la calzada, los perjuicios que se le siguen a los arrieros y otros mercaderes.
 
A continuación, se especificaban las condiciones que se debían cumplir en los reparos en el Puente de Trespaderne. Desgraciadamente la información es incompleta por estar dos folios rotos e imposible conocerlas con detalle. Leemos que se deberá hacer de buena piedra con su argamasa hasta rellenar el hueco de lo que está socavado; se ha de demoler la parte que está rajada y volver a hacer conforme a la traza (habría sido un valioso documento que se encontrasen los planos de la obra), se deberán de mirar las demás cepas (pilones) del puente. Se han de usar estacas de madera de haya de siete pies haciéndolas entrar en la tierra; la piedra labrada con toda perfección; el maestro o maestros canteros en quien se remate la obra han de hacer y fabricar pegado a el río Ebro en el sitio de la Horadada, en donde dicen Santa Eulalia un paredón de 228 pies de largo y tres de grueso; y en el Vallejo de Valde San Millán se deberá hacer otro paredón de 183 pies de largo, dándole el mismo grosor que tenía; se ha de hacer en el camino de la Horadada y lugar del Primer Orado (¿Horadado?) otro paredón pegando al río Ebro, sacándole desde los cimientos con piedra firme y una longitud de 90 pies y 27 de alto, que es el sitio cerca de Trespaderne que se ha arreglado de madera de forma provisional.

 
En el lugar de la Esilla del Arenal del pollino (?) se hará otro paredón de 157 pies de largo y un arco de dos pies de hueco, de piedra, cal y arena, con sus tirantes, para que pasen las aguas que bajan de la sierra. Tendrá cuatro pies de grueso y la altura a nivel de la calzada. Se debe hacer asimismo un paredón en las viñas de Tartalés de 36 pies de largo y, más adelante, se han de fabricar tres pedazos de paredón de 40 pies de largo y tres de alto. Donde el texto dice el Espolón, pegando al río Ebro, debían construir un paredón de seis cimientos de 26 pies de largo y 14 de alto. No terminaban ahí las condiciones al figurar que había que construir otro paredón de 240 pies de largo con sus calzadas y cobijas en forma adecuada y en el sitio conocido como Valdeciervos se han de reforzar unos 100 pies de largo y cuatro de alto y se hará un portillo entre dos peñas, que levantará tres pies y 27 de largo. Como vemos todo estaba detallado y -no lo olvidemos- tasado. Siguiendo el pliego tenemos que en el arenal, que llaman la Valluezca Salada, hay otro pedazo de paredón que se debe levantar de 18 pies de largo y 12 de alto; en el término que llaman la Callejuela se ha de hacer un paredón de 26 pies de largo y alto; en la calzada que comienza en el oriente se ha de abrir camino por donde hoy está, de unos 500 pasos de largo; en el Espolón del Prado de Barcenillas hacer un paredón unos 200 pies de largo y 14 pies de alto; un paredón de 129 pies de largo desde la Peña hacia el meridiano elevando su calzada a nivel de la Peña y bajando y rebajando la dicha peña a pico y con barrenos; donde dicen Lastrilla se ha de picar la peña, donde hay una enebrilla seca, con pólvora o a pico rebajándola todo lo que fuere posible y en la falda de la peña se ha de picar para asentar un paredón de 54 pies de largo y 20 de alto; en el esconce hacia el calero del último “orado” (¿horadado?) hacer otro paredón de 75 pies de largo y 21 de alto. Otra condición es que al principio del “orado”, junto a la peña nueva, se levantaría un paredón y calzada de 63 pies de largo y 6 de alto.
 
No solo había que hacer muros de contención, sino que el pliego de condiciones los maestros contratados deberán empedrar ciertos pedazos de la calzada de la Horadada que están socavados, terraplenándolos con toda perfección. A quien realice las obras de la Horadada se le dará los montes, canteras y pastos francos para extraer piedra y conseguir forraje para los animales. También recibirán pan, vino y demás mantenimientos para los trabajadores.
 
El pago de los maestros canteros era mediante tercios: una parte para comprar materiales de madera, piedra, cal y demás; otra parte para la fábrica de dicho puente y calzadas que se deberán entregar acabadas a la perfección (habrá un control final de lo realizado por parte del Concejo de Trespaderne); y la última parte se destinará a pagar a los oficiales y trabajadores del puente y calzadas. El último apartado establece que se pagará la traza pero que se debe ir contra don Juan Antonio de Cubillas que es quien cobró los diferentes repartimientos, la traza y condiciones que se hagan de la futura obra. Se firma todo ello en Villarcayo, a 30 de marzo de 1677.

 
Otro de los documentos que he tenido ocasión de consultar en el Archivo Municipal de Villarcayo, referente a los Puentes de Las Merindades, es el que tiene por signatura 248, Fondo Corregimiento, es del año 1696 y se titula “Petición de Pedro del Río, vecino de Liérganes, y maestro de cantería que fue de la obra de Quintanilla, sobre pago efectos del puente”. Son diez folios y se refieren al reparo del Puente de Quintanilla de Pienza, sobre el río Trueba. Se ordena al comienzo del documento que los 13.300 ducados que sobraron de la construcción de los puentes de Hijar y Carcaval, sitos en Matamoros, se empleasen en el de Quintanilla. Manda el corregidor de las Siete Merindades de Castilla la Vieja, don Antonio de Cubillas Venero, que de esos 13.300 ducados se les dé a los maestros canteros del puente de Quintanilla 5.054 reales y se proceda al cobro de lo repartido para la obra de ese puente (orden de Gabriel de Aresti en septiembre de 1682). Curiosamente dentro del mismo documento se hace referencia a las obras en el Puente de Frías, ejecutadas por el mismo Pedro del Río, con dinero librado del Puente de Matamoros, todo ello inserto en diversos escritos de libramientos, y cobros, interviniendo don Juan Antonio Cubillas, el pagador Bartolomé de Cárcamo, vecino de Torres, y depositario del dinero para el Puente de Quintanilla; así como Simón de la Torre, Miguel de Noriega, Pedro Gómez de la Barrena, abogado de los Reales Consejos, etc.
 
Alega Pedro del Río que se está procediendo judicialmente contra él pero que se debe ir contra don Juan Antonio de Cubillas que fue el receptor del dinero de los repartimientos del Valle de Val de San Vicente (1.200 reales), Valle de Villaescusa (600 reales), “que es contra quien se debe prozeder y no contra mí por tener pagado el libramiento, pues así es de Justicia”. Ordena don Pedro Gómez de la Barrena – el abogado de los Reales Consejos- que se pague al maestro cantero Pedro del Río y que el depositario, Bartolomé de Cárcamo, rinda cuentas de lo recibido y abonado para el puente de Quintanilla Pienza. Añade que el citado maestro consintió que los 5.054 reales se pagasen a don Juan Antonio de Cubillas, corregidor de las Siete Merindades. ¡Un lío de cobros y pagos en que no se sabe bien quién recibió esos 5.054 reales! El 9 de septiembre de 1696, el corregidor de Villarcayo, don Felipe de Valdivielso, constata que hay 13.300 ducados prevenidos para las obras en el Puente de Frías y que en efecto consta que el que fue corregidor de las Siete Merindades, don Juan Antonio de Cubillas, cobró ciertas cantidades del repartimiento para el puente. Después de leído todo el documento desconozco el final del embrollo y no tengo datos claros para saber lo acontecido en torno al pago que se debió hacer al maestro cantero Pedro del Río. ¿Recibió o no recibió los 5.054 reales por su trabajo? A veces, los puentes y los dineros se los lleva la corriente…

 
Como bien dice Ricardo, los dineros se los lleva la corriente tanto ayer como hoy. Continuaremos con el mundo de los pontifex -constructores de puentes en latín- la próxima semana. 
 
 
Bibliografía:
 
Álvarez Llopis, E. 2018: "Un itinerario histórico: el camino Laredo-Burgos en la Edad Media" en Caminería Histórica. Actas del VIII Congreso Internacional, Madrid, Minist. de Fomento, CEDEX-CEHOPU, 2008, pp. 1-18
Aramburu-Zabala, M.A. 1991: La arquitectura de puentes de Castilla y León 1575-1650 Valladolid.
Cadiñanos Bardeci, I. 2002: “Los puentes del norte de la provincia de Burgos (I)”. BIFG, nº 224, pp. 375-400
Cadiñanos Bardeci, I. 2002: “Los puentes del norte de la provincia de Burgos (II)”. BIFG, nº 225, pp. 375-400
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Cazando Puentes, página web con información sobre muchos puentes: el medieval de Frías, el de Valdivielso (Puentearenas), el de Medina de Pomar sobre el Trueba, el de Trespaderne, el de Oña en la Horadada, el de Santa Marina, en Villarías, el puente del Aire, en Valdenoceda, etc.
Domingo Mena, D. 2015: Caminos de Burgos: Los caminos del norte (siglos XV y XVI). Burgos: Universidad de Burgos. Tesis Doctoral.
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Con mi agradecimiento a María Arce Fueye y a Gustavo Gómez Santamaría por su ayuda y facilidades para realizar mi investigación.
 
 

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