Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 24 de noviembre de 2024

Alfonso XI, el Justiciero.

 
 
Por fin Alfonso XI, el rey niño que dejábamos en el anterior capítulo rodeado de lobos, alcanza su mayoría de edad. Más joven incluso de lo que piden corpúsculos de extrema izquierda en España que abogan por que la edad de voto sean los 16 años. ¡Ya saben lo maduro que se es con esos años! Pero la realeza debe ser de otra pasta o, al menos la de hace casi mil años donde se dejaba poco espacio al infantilismo. Con 15 años dispondrá Alfonso XI de todo el poder. ¿Qué hizo? ¿Se lanzo a una vida de placer y lujuria?
 
Empezó por ajustar cuentas con los mangantes magnates que habían vampirizado los reinos de Castilla y León. Tras la muerte de su abuela, María de Molina quedaron al frente del reino el infante Felipe (tío de Alfonso XI), Juan el Tuerto (hijo de Juan el de Tarifa) y el infante Juan Manuel, peleados entre sí. Los dos primeros intentaron asesinar al tercero. Lo que lleva a Juan Manuel a encerrarse en su villa de Belmonte y a dedicarse en serio a la literatura. Ya saben, “El conde Lucanor” y eso. Sentado ya en el trono, Alfonso XI tenía una buena lista de agravios que empezaría a saldar. En 1326 Juan el Tuerto es emboscado por los hombres del rey en Toro y asesinado. ¡Un mensaje muy claro! El infante Felipe dejó de intrigar y se sometió al joven monarca: fue nombrado mayordomo mayor y murió poco después, en abril de 1327, a los treinta y cinco años… de muerte natural. El infante Juan Manuel recibió “una propuesta que no podía rechazar”: ser el suegro de Alfonso XI. ¡Genial! Salvo que el rey cambió de parecer y encerró a Constanza -la hija de Juan Manuel- y se prometió con una hija del rey de Portugal. La corona de Castilla estaba en paz. En su vida resolverá Alfonso XI de forma expeditiva sus problemas, por eso se le llamará “el Justiciero”.

 
En el exterior, los sarracenos habían aprovechado el caos castellano para desestabilizar la frontera. ¿Quién echaba leña al fuego? Los benimerines africanos conocidos por sus ataques a Algeciras, Gibraltar y Tarifa. Su objetivo era mantener el control sobre las dos orillas del estrecho de Gibraltar, para lo cual contaban con el apoyo implícito del reino nazarí de Granada. Este reino peninsular podía permitirse una guerra permanente contra Castilla y Aragón siempre que estuviese apoyado por los benimerines. Lo bueno para los cristianos es que los benimerines debían hacer frente a episódicas revueltas en los montes del Rif, lo cual les impedía sostener una ofensiva prolongada en la península.
 
En 1329, el rey de Aragón, Alfonso IV, ha declarado la cruzada contra el reino de Granada porque quiere controlar el sureste de la península para frenar a los piratas berberiscos y asegurar su dominio en el Mediterráneo. El aragonés, también, trata de firmar treguas con los sultanatos independientes de Bugía y Túnez, en la costa norteafricana. Y, claro, resuelto el problema rifeño, los benimerines deciden atacar. Con los granadinos atacando el sur de Andalucía, toman Algeciras y asedian Gibraltar.

 
Alfonso XI de Castilla reacciona atacando Teba, al oeste de Málaga, uno de los puntos fuertes de la estructura defensiva de Granada. Era agosto de 1330. Esta es la batalla en la que combatieron un grupo de escoceses con el corazón del rey Roberto I. Alfonso XI de Castilla ganó la batalla y obtuvo un ventajoso acuerdo: Castilla, Aragón y Granada firmaban una paz de cuatro años y los granadinos quedaban obligados a pagarle tributo. Se mantenía abierto el frente benimerín en Algeciras. En 1333 Abu Malik, hijo del califa benimerín, asedia y toma Gibraltar. En esta defensa fracasada tiene parte de culpa el infante Juan Manuel que, escocido por el maltrato del rey a su hija, se ha negado a aportar sus tropas. Con Gibraltar en su poder, el califa benimerín Abul Hassan enviará tropas desde Marruecos. Durante meses el estrecho disfruta de un intenso tráfico de tropas con continuas refriegas navales. La armada castellana no consigue bloquear el estrecho al no tienen ni la cantidad ni la capacidad para frenar a esta de marabunta mora. Al acabar la década de 1330, Alfonso XI se enfrentó a la mayor invasión musulmana desde los almohades.
 
Estaba aliados con el benimerín el reino de Granada, mudéjares bajo autoridad cristiana y las flotas de centros costeros norteafricanos. El plan era atacar simultáneamente Cádiz y Valencia. Los reyes de Castilla y Aragón pactan mutua asistencia y deciden una acción naval contundente que elimine el flujo de tropas a la península.

 
Los musulmanes intentan varios movimientos tácticos en busca de víveres en Lebrija, Jerez, Arcos, Tarifa, Siles... que son frenados por Alfonso XI. En Jerez muere Abu Malik, el hijo del sultán. El sultán Abul Hassan envía nuevos refuerzos. ¡Es preciso taponar cuanto antes el estrecho! El almirante de la flota castellana, Alonso Jofre Tenorio, dispone a sus naves para frenar el inminente desembarco sarraceno. Cuenta con el refuerzo de la flota aragonesa al mando del almirante Jofre Gilabert. El plan era bueno, pero todo se torció. Cuando llegaron a Algeciras, Gilabert resultó seriamente herido y se dispersa la flota aragonesa. Jofre Tenorio, viéndose solo ante las naves moras, atacará de frente a la flota de los benimerines. Fue un desastre. Solo cinco navíos cristianos lograron escapar hacia Cartagena. Jofre Tenorio fue capturado, torturado y decapitado por los moros.
 
El 14 de agosto de 1340, Abul Hassan desembarca en Algeciras y se reúne con el rey moro de Granada, Yusuf I, y juntos se dirigen contra Tarifa. Alfonso XI pidió ayuda a su suegro el rey de Portugal, Alfonso IV. El rey portugués le recordó al joven rey castellano que tenía abandonada a su esposa María de Portugal  en beneficio de su amante, Leonor de Guzmán. Del lío entre la esposa, la concubina y los hermanastros Pedro y Enrique hablaremos en el futuro. Alfonso XI, entonces, se arrastró ante su suegro. Tras lo cual el rey de Portugal se puso en camino hacia Sevilla con sus mesnadas y envió a aguas de Cádiz una flota al mando del genovés Manuel Pezagno. Allí los portugueses se fueron reuniendo con las naves supervivientes de la dispersa flota aragonesa y con varios barcos genoveses comprados a toda prisa por Castilla. De hecho, será un genovés quien mande la flota castellana: Egidio Bocanegra.
 
A primeros de octubre de 1340, la flota cristiana lograba cortar la línea de suministro de los moros, pero había 60.000 musulmanes, entre benimerines y granadinos, sitiando Tarifa. El 29 de octubre los cristianos, desde la Peña del Ciervo, determinaran su orden de combate: Alfonso IV de Portugal atacará a los nazaríes de Yusuf y Alfonso XI atacará el contingente benimerín. La batalla se librará en las orillas del río Salado. Con el rey de Portugal forman tropas de Castilla y de León, varios concejos extremeños y los caballeros de las órdenes militares. Con el rey de Castilla se alinean todos sus magnates varios concejos andaluces, las milicias de Zamora y tropas venidas de León, Asturias y las tierras vascas.
 
Alfonso XI se entera de que los moros están desbordando la línea de Tarifa y manda una columna de socorro allí para, después, avanzar en varias direcciones simultáneas para sorprender a los sarracenos. El choque tuvo lugar el 30 de octubre. La estratagema castellana salió bien. Cuando el sultán benimerín maniobraba para hacer frente al aluvión, se encontró con que también su retaguardia era atacada por una columna enviada días antes a Tarifa, que reaparecía ahora para sembrar el caos en las filas moras.

 
El sultán Abul Hassan huyó a lomos de una yegua, llegó a Algeciras y zarpó hacia Marruecos. Mientras tanto, sus huestes eran masacradas por las vanguardias de Castilla y Portugal. Los benimerines seguirían dando guerra, pero nunca más intentaron una invasión. ¿Cuál es la situación ahora? Los castellanos han reconquistado el valle del Guadalquivir hasta Huelva y Cádiz, los portugueses han liberado por completo su territorio, los aragoneses han llegado hasta Murcia y acosan Almería. El poder islámico en la península es el reino de Granada (las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería, más parte de Jaén, Sevilla, Murcia, Córdoba y Cádiz) y su fracción entregada a los benimerines, el reino de Algeciras y Ronda, una franja desde las sierras de Málaga hasta Gibraltar. Este reino benimerín protege el flanco occidental de Granada y es la puerta de los norteafricanos en la península.
 
Tras la victoria en el río Salado, Alfonso XI toma Alcalá la Real, Priego, Carcabuey, Rute y Villamartín. La presión en toda la frontera comprime a los benimerines y los empuja hacia el sur. A Algeciras. Por su parte, la flota cristiana se reúne en la bahía de Getares. Barcos de Castilla, genoveses -de Egidio Boccanegra-, aragoneses al mando de Pedro de Moncada y las naves portuguesas del almirante Carlos Pezano. Los reyes de Inglaterra y Francia apoyan la empresa y de Europa empiezan a llegar cruzados. Para pagar esta aventura las Cortes castellanas aprueban en Burgos implantar la alcabala, un impuesto sobre las compras y ventas en el territorio de la corona.
 
La flota bloquea Algeciras para evitar que a la ciudad lleguen socorros por mar y las tropas de vanguardia -los almogávares castellanos- hacen incursiones en terreno enemigo, capturan prisioneros y recaban información sobre la situación de la ciudad. Sobre el río Barbate se construyen dos puentes; por ahí pasarán las tropas. Una cadena de barcazas en el Guadalete asegurará su avituallamiento. Alfonso XI sale de Jerez el 25 de julio de 1342. Con él 4.000 soldados de a pie y 1.600 de a caballo. A primeros de agosto, el rey planta su cuartel general en lo que hoy se conoce como Torre de los Adalides, al norte de Algeciras. En el interior de la ciudad sitiada 30.000 habitantes y, entre ellos, unos 13.000 soldados. El propósito de los sitiadores es que Algeciras caiga por hambre.
 
Los benimerines atacan tratando de desmantelar el tapón. Los castellanos logran cortar la comunicación de Algeciras con Gibraltar. A primeros de septiembre Aragón se ve envuelto en una guerra en Mallorca y sus naves abandonan el cerco. Alfonso XI improvisa y coloca nuevas máquinas de asedio en la muralla oeste, donde la ciudad se abre al camino gibraltareño. Las huestes cristianas se van aproximando a los muros a través de galerías cubiertas y torres móviles. Los benimerines usan un arma nunca antes vista en Iberia: los “truenos”, artefactos que escupen pesadas bolas de hierro propulsadas con pólvora. Había aparecido la artillería. En octubre, un gran temporal inunda el campamento cristiano; los benimerines aprovechan el caos y atacan causando graves daños.
 
Pero Alfonso XI está decidido a mantenerse en el campo: el arzobispo de Toledo y el prior de San Juan viajan a Europa para recabar apoyo del rey de Francia y del papa. El uno prestará 50.000 florines y 20.000 el otro. El propio rey Alfonso ordenará fundir sus joyas de plata. En diciembre de 1342 llegan refuerzos cristianos: son las milicias de los concejos de Castilla y Extremadura. Pronto aparecen también las mesnadas de Juan Núñez de Lara y del ya anciano infante Juan Manuel. Además, retorna la escuadra aragonesa, esta vez al mando de Mateo Mercer. El cerco vuelve a estrecharse. Justo a tiempo, porque Granada prepara una expedición de socorro. A la altura de mayo de 1343, Algeciras se ha convertido ya en uno de los principales campos de batalla de Europa. Un fuerte ejército nazarí ha llegado desde Granada. Toma posiciones en el río Palmones y amenaza a los sitiadores. En el campo cristiano aparecen más cruzados de Alemania, Inglaterra y Francia. También ha acudido nada menos que el rey de Navarra, Felipe III, con abundancia de hombres y víveres. Sigue el asedio, el desgaste y la ocasional escaramuza. Aun así, cae el rey de Navarra.

 
Los benimerines redoblan la apuesta y concentran una gran flota en Ceuta para romper el bloqueo naval. Aragón manda diez galeras al mando del valenciano Jaime Escribano. En octubre de 1343 la flota marroquí zarpa desde Ceuta, pero van a Gibraltar. Las flotas mora y cristiana quedan una frente a otra. Todos esperan la batalla. Menos lo genoveses que abandonarán si no se les paga lo que se les adeuda. Génova y los benimerines estaban en buenas relaciones y esos barcos pueden cambiar de bando. Alfonso XI paga. Para colmo los barcos de Marruecos soltaron en Gibraltar 40.000 peones y 12.000 jinetes. Y se anunciaba la llegada de nuevos refuerzos moros de Granada. ¿Qué hará en castellano? Esperar y ver. El desenlace fue el 12 de diciembre de 1343 cuando la presión cristiana sobre los muros de Algeciras abre una leve brecha. Los de Algeciras, temiendo un asalto inminente, hicieron señales a los ejércitos de Granada y Gibraltar. Pero estos, al ver las señales, interpretaron que el asalto cristiano había comenzado ya, de manera que ordenaron reunir a todas sus tropas en sus posiciones del río Palmones. El asunto es que los cristianos no entraban en Algeciras y, al ver la maniobra mora, lanzó a su ejército contra los que intentaban pasar el río.
 
Los nazaríes y los benimerines, incapaces de reorganizarse en el trance de vadear el Palmones, flaquearon ante el ataque cristiano. Los nazaríes volvieron como pudieron a su campamento, acosados sin tregua por los cristianos, y los benimerines se desperdigaron por las colinas cercanas, donde se convirtieron en blanco fácil de sus perseguidores. A primeros de marzo, el rey de Granada envía un emisario al campamento castellano: entregará Algeciras con la condición de que se deje salir a sus habitantes con sus pertenencias. Granada pedía una tregua de quince años y en prenda pagaría a Castilla un tributo anual de 12.000 doblas de oro (cada dobla pesaba 4`6 gramos). Alfonso aceptó, pero redujo la duración de la tregua a diez años.
 
El 26 de marzo de 1344, los moros de Algeciras abandonaban la ciudad. El 28 se celebraba misa en la mezquita, convertida en catedral. Alfonso XI organizó la repoblación de la ciudad y promovió la llegada de colonos repartiendo tierras y concediendo derechos a los nuevos habitantes. Castilla tenía ahora el control del estrecho de Gibraltar y el reino benimerín en la vieja Hispania quedaba reducido a su mínima expresión: el peñón de Gibraltar.

 
A la altura de 1350, Alfonso XI de Castilla, treinta y ocho años, se dispuso a ejecutar en Gibraltar lo mismo que había conseguido en Algeciras: un asedio decisivo. Aún contaba con el apoyo naval de Aragón y Génova. Además, la tregua con Granada seguía en vigor, de manera que los benimerines estarían solos. En marzo de 1350, con el asedio recién establecido, una epidemia de Peste Negra se declaró en la región. La Peste, que se inició en 1348, penetró en la Meseta Superior por los puertos de Bayona y Tuy a través del Camino de Santiago. Entró en Andalucía por Sevilla y Almería con manifestaciones virulentas en Granada, Córdoba, Sevilla y Gibraltar, donde murió por su causa el monarca Alfonso XI.
 
 
Bibliografía:
 
“¡Santiago y cierra España!”. José Javier Esparza.
“Historia de Castilla: de Atapuerca a Fuensaldaña”. Juan José García González.
“Atlas de la historia de España”. Fernando García de Cortázar.
“Historia de España” Enciclopedia de Salvat.
 
 

domingo, 17 de noviembre de 2024

Una serie de catastróficas desgracias.

 
¿Quién no ha estado perdiendo el tiempo mirando gatitos haciendo monerías en la internet? ¿A que son una cucada? Y, también, son asesinos de personas. ¿Qué no? El 30 de octubre de 1924, en el pueblo de Montejo de cebas del Valle de Tobalina, hallaron el cadáver de “un niño de dos meses de edad, hijo del vecino de ese pueblo Victoriano Herrán, y al parecer le causó la muerte un gato, mordiéndole en la boca y nariz”. No dudemos de este breve de “Diario de Burgos” porque esas adorables bolas de pelo ocultan un “terriblito asesinín” que espera agazapado a clavarte las uñas.

 
Rastreando por la red encontré la respuesta que daba Quora a esta situación: “Sin embargo, siempre es importante supervisar las interacciones entre gatos y niños, especialmente los bebés que aún no pueden controlar sus movimientos. Los bebés pueden herir accidentalmente al gato, lo que podría desencadenar una respuesta defensiva por parte de éste. Además, los gatos pueden percibir a los bebés como presas debido a su pequeño tamaño y a sus movimientos imprevisibles”. Todo pudo ser. Quizá el gato se acercó a curiosear y reaccionó como un depredador. Una pena. La primera.
 
Siguiendo con nuestras noticias trágicas en Las Merindades debemos pararnos, a causa de la lluvia, en el pueblo de Bocos. Situémonos en el 28 de junio de 1901 cuando sobre la zona de Villarcayo cayó durante hora y media un tormentón que concluyó en un ciclón espantoso: Abundante pedrisco y agua con viento que oscureció el cielo. El texto decía “También hemos tenido la desaparición del vecino, de Bocos llamado Fernando Ayala, que venía del mercado de Medina de Pomar a su casa, en la que se presentó el caballo que montaba muy estropeado, lo que indica que hubo de cogerle la tormenta en el camino, pagando el desgraciado con la vida, esperando sea esta la última que tengamos que lamentar”. La tormenta debió ser terrible.
 
Seguimos con el tema acuático. En Barcina del Barco -¡del Barco!- desapareció en el Ebro el joven Hermógenes Fernández Montejo. El periódico “Diario de Burgos” del 21 de enero de 1905 lo da por ahogado, aunque, continua, deja constancia de que el juzgado de Villarcayo es el encargado de buscar el cadáver.
 
Dejemos estos temas aparte y conozcamos una tragedia de corte regio. No por los protagonistas de Las Merindades sino porque recuerda al caso que afectó a Juan Carlos I cuando era niño. Nuestra noticia se produce el primero de julio de 1907 aunque se juzga a Anastasio Alonso a finales de mayo de 1908 en la Audiencia Provincial y con jurado. ¿Los cargos? Homicidio imprudente. La nota de prensa del día 1 de junio de 1908 nos cuenta:


La pregunta era ¿Cómo tenían un revolver? No una escopeta de caza sino un revólver. Suponemos que alguno de ellos tendría licencia para usar ese arma porque no se comenta ninguna pena asociada a su posesión. Claro que podía ser del difunto Benito que estuviese “limpiando el arma” en busca de un “accidente” y su hermano intentó evitarlo.
 
Y, ahora, nos vamos hasta el pueblo de Huidobro para conocer lo que le ocurrió a Vicente Huidobro, vecino del lugar de su apellido. Bueno, por lo menos hasta el 16 de agosto de 1912 cuando se declaró un incendio en su casa. Al notar el fuego fueron en su auxilio vecinos y “autoridades”. La fortaleza del incendio hizo que este se propagase a otras tres casas y tres pajares. Las perdidas fueron de… ¡10.450 pesetas! (unos 62`80 euros). Y, cierto, no hemos contado la inflación. La causa del siniestro fue la imprudencia de Enrique al colocar en la planta baja de la casa carbón vegetal recién elaborado. No sé si tendría seguro, pero, una vez apagado el incendio, el ambiente seguiría muy caliente.

 
Y, por continuar con los accidentes, nos paramos en Medina de Pomar, plaza del corral, agosto de 1904. Visitaremos el incendio de la casa de Balbina Ortiz. Un incendio que tardaron en extinguir dos horas, pero del que salvaron el ganado de la cuadra y los principales muebles de la señora. Los daños ascendieron a 825 pesetas. Para que comparen: un billete a Montevideo en tercera clase costaba unas 120 pesetas, más o menos. Y un periódico no pasaría de los tres céntimos de peseta.
 
Y, por cerrar el capítulo de los incendios. Lean el siguiente breve del periódico “La Acción” del 21 de agosto de 1918:
  

Nos da a entender que hay una epidemia de incendios entre el trigo y el centeno. Yo pienso que no fue casualidad ¿Ustedes?
 
Cambiemos de tercio: “Un cochero de Medina de Pomar (Burgos) se ha suicidado arrojándose desde el puente de dicha población, llamado de la Oradada, al río, sin que hasta ahora haya sido encontrado”. Es curiosa la referencia, escueta, a un suicidio en un momento -5 de agosto de 1892- en que el peso de la Iglesia era tan fuerte. Claro que no existía el acuerdo que parece tener la prensa actual española con respecto a esta desgracia personal. De todas formas, es un breve demasiado breve que no explica mucho. Más bien nada. Salvo una ubicación. También lo publicó el periódico “La Almudaina”, del 12 de agosto de 1892, de forma más extensa: “Dicen de Burgos que, al regresar á Medina de Pomar una familia que había ido á Oña á las fiestas de San Ignacio que celebran los Padres jesuitas, cayó del carruaje el hermano del diputado señor Arnaiz. Y como el cochero no pudo, ó no quiso, detener las yeguas que tiraban del coche, se arrojaron á tierra dos señoritas y una señora que lo ocupaban, sufriendo algunas heridas. En vista de esto, el cochero, en el puente llamado de la Orada (sic), se tiró al río, sin género de duda atemorizado por el accidente que acababa de ocurrir”. Aquí ya tenemos “el contexto” y vemos que venían de Oña; que el cochero llevaba “gente de orden y posibles”; y podríamos deducir -a partir del miedo insuperable del cochero- que tenían una actitud agresiva ante los errores de los criados. Aunque, quizá, lo que sufrió este hombre fue un brote psicótico. Claro que no tenemos suficiente información. Tal vez fue un anarquista de pueblo.
 
Para poder aclararnos debemos tener más información. La encontramos rebuscando entre amarillentos periódicos encontramos este otro texto:
 
 
La publicación “el Oxomense, un Diario Católico con censura eclesiástica, se extendía, como hemos leído, más en este asunto. Lo cual es sorprendente dada la línea editorial del semanario. Vemos que ya no tenemos a la señora que se tira del carruaje -mala señal- y que el cochero no se suicidó inmediatamente, sino que escapó del lugar y se refugió en la caseta de un caminero. Regresó al día siguiente y ayudando a la Guardia Civil algo le ocurre que le empuja a saltar al río. Sobre que los dos últimos fallan al nombrar el puente sobre el río Ebro mejor ni hablamos: es la Horadada. Si se han fijado, nadie ha dado el nombre del cochero, ni de las señoras. Ciertamente, sólo tiene nombre el teniente de la benemérita porque el señor Arnaiz lo es por ser hermano del Arnaiz diputado.
 
Mucho más lacónico es el breve que referimos sobre un suicidio: “Burgos 8. En el vecino pueblo de Medina de Pomar se ahorcó en un corral de su propiedad Bernardo Zorrilla Martínez, de setenta y cuatro años”. Lo publicó el “Heraldo de Madrid” el 8 de agosto de 1929. En este caso sólo sabemos el nombre y nada de las circunstancias que le llevaron a tomas esa decisión.

 
Y cerramos la jornada con un accidente de tráfico de noviembre de 1905 en Gayangos. Lo pueden leer en el recorte que adjunto del “Diario de Burgos”. La noticia está acompañada de otra relativa a un robo de un tapabocas que era una bufanda de gran tamaño y no una forma de anticiparse en el uso de las mascarillas que nos ocultaron durante demasiados meses.
 
Cosas de la vida.
 
 
Bibliografía:
 
Periódico “Diario de Burgos”.
Periódico “El día de Palencia”.
Periódico “La Acción”.
Periódico “El País”.
Semanario “el Oxomense”.
Periódico “La Almudaina”.
Periódico “El Heraldo de Madrid”.
 
 
 
 

domingo, 10 de noviembre de 2024

La amante “montera” del Fénix “pasiego”.

 
 
Lope de Vega y Carpio fue lo que definiríamos hoy en día como… ¡un pichabrava! De acuerdo, no parece un término adecuado. Lo sustituiremos por los de un libertino, un conquistador… y un gran literato. Se le conocen numerosas amantes -extramatrimoniales- y, por supuesto, sus dos esposas.

 
No todos sus romances tuvieron el mismo peso en su corazón y, por tanto, en la historia de este autor y de la literatura castellana. Tenemos a María de Aragón; Elena Osorio, casada con el actor Cristóbal Calderón; Antonia Trillo de Armenta; Jerónima de Burgos que fue madrina del bautismo de Lope Félix, uno de los hijos que el poeta tuvo con Micaela de Luján; Lucía de Salcedo, alias “la loca de Nápoles”; Marta de Nevares Santoyo; varias amantes desconocidas más; y, por supuesto, Micaela, o Michaela, de Luján.
 
Todas las biografías de Lope describen a Micaela, -o Camila Lucinda, Lucinda Serrana o solo Lucinda- como de una belleza extraordinaria, pero inculta o analfabeta incapaz de firmar en documentos notariales. De este hecho se ha deducido que Micaela de Luján debió de ser ignorante y actriz mediocre. Algunos destacan que Lope sólo resaltaba su apariencia física: sus ojos azules, sus cabellos, sus manos blancas...
 
"Belleza singular, ingenio raro,
fuera del natural curso del cielo,
Etna de amor, que de tu mismo hielo
despides llamas, entre mármol Paro.
Sol de hermosura, entendimiento claro,
alma dichosa en cristalino velo,
norte del mar, admiración del suelo,
émula al sol, como a la luna el faro;
milagro del autor de cielo y tierra,
bien de naturaleza el más perfecto,
Lucinda hermosa en quien mi luz se encierra:
nieve en blancura y fuego en el efecto,
paz de los ojos y del alma
dame a escribir, como a penar, sujeto".
 
Cristóbal Suárez de Figueroa, en su libro “Plaza universal de todas ciencias y artes” la coloca entre las mejores actrices de su momento. Lope no solo exaltó su belleza, sino que ponderó su inteligencia con epítetos como: “ingenio raro” y “entendimiento claro”, que hablaba “con palabras tan graves y prudentes que es gloria oíllas, (…) con vivo ingenio y tono regalado”. Además, si era analfabeta, ¿cómo se aprendía los textos a recitar? Signo de su ferviente amor, Lope anteponía en la firma de sus escritos una “M” mayúscula, “porque es uso en corte usado, cuando la carta se firma, poner antes de la firma la letra del nombre amado”. La última vez que aparece esa “M” en la firma de sus obras es el 18 de abril de 1608, en la comedia “La batalla del honor”.

 
Nuestra dama era de unos treinta años, dicen que de apariencia aniñada, cuando se conocieron Lope y ella en Toledo, según se deduce de unos versos de “Serrana Hermosa”. Lope rondaba los treinta y siete años. La fecha de ese encuentro se fija en la víspera de la Asunción, el 14 de agosto de 1599, según Américo Castro:
 
“cuando Amor me enseñó la vez primera
de Lucinda en su sol los ojos bellos,
y me abrasó como si rayo fuera”
 
 
El encuentro pudo producirse con motivo de alguna representación que la compañía en que actuaba Micaela de Luján realizara en el Mercado de la Fruta de Toledo. Dicen los lopistas que las composiciones dedicadas a Lucinda se cuentan entre las mejores de la lírica española y que dejó huella en la obra de Fénix de los Ingenios. Señala Américo Castro, además, que personajes con el nombre de Lucinda y caracterizados como serrana se reiteran junto a Belardo, que representa a Lope, en las comedias de esos años, por ejemplo, “Las pobrezas de Reinaldos”, “Los tres diamantes” o “Lucinda perseguida”.

 
Los inicios de Micaela en la profesión teatral datan de 1594, cuando entró en la compañía de Alonso de Cisneros junto con su marido, el actor y representante Diego Díaz de Castro, para actuar, encargarse del cobro de las entradas y aderezar los teatros para las representaciones. Estarían hasta que en 1596 su marido dirigiese su propia compañía. Esta formación es con la que participaría en las fiestas del Corpus de Segovia de 1598. Lope, a pesar de esta relación con Micaela, contrajo matrimonio en Madrid el 25 de abril de 1598 con Juana de Guardo, mujer vulgar, hija de un rico abastecedor de carnes que nunca hizo efectiva la dote que había prometido a su hija.
 
Micaela y Diego tuvieron dos hijas -Agustina y Dionisia-. La relación con Lope de Vega se inició tras la muerte de la primera esposa de este, Isabel, en 1594. Aunque, al parecer, Micaela había sido protagonista de algunos versos del Fénix en 1593. Hacia 1600 o 1601 Micaela se trasladó a Sevilla con su marido, mientras que Lope vive entre Toledo y Madrid junto con su esposa. Sin embargo, no tardó mucho Lope en seguir a Lucinda y, al año siguiente, fue a vivir a Sevilla con Micaela, cuyo marido se había marchado a Perú. Quizá la distancia fue la mejor cura para una infección de cuernos.
 
Micaela seguía trabajando como actriz de la compañía de Baltasar de Pinedo y representó obras, en 1602, en Sevilla y Granada y participó en las fiestas del Corpus de la capital hispalense. Se desvincularía de esta compañía cuando se trasladó a representar a Córdoba. Al parecer, Micaela ya nunca más volvió a trabajar como actriz profesional.

 
En octubre de 1603 nació en Sevilla Félix, hijo de la actriz y de Lope de Vega. Poco después Micaela recibió la noticia de que su marido había fallecido ese verano en Perú y en enero de 1604 llevó a cabo los trámites necesarios para obtener la tutela de sus hijos y poder administrar sus bienes y los de su difunto marido, un proceso burocrático en el que Lope de Vega actuó como su fiador. En julio Micaela se marchó a vivir a Toledo, donde Lope convivió con su esposa y visitaba a su amante. Con este motivo, arrienda, en agosto de 1604, una casa en el barrio de San Justo para su mujer legítima, que está a punto de dar a luz, y otra en el cercano barrio de San Lorenzo para vivienda de Micaela y sus hijos.
 
Hacia mayo de 1605 nació Marcela y, en enero de 1607, nació Lope Félix de Vega Carpio (el único reconocido como hijo de Lope y Micaela en la partida de bautismo dado que la esposa del autor residía en Toledo y el bautizo fue en Madrid). Fueron padres también de Ángela, Mariana, y Félix. Los preferidos del escritor fueron Marcela (1606) y Lope Félix (1607) quizá porque fueron los supervivientes.
 
La relación amorosa entre los dos llegó a su fin hacia 1608, última fecha en la que se hallan testimonios literarios de la relación de Lope con Micaela. Al fallecer Juana de Guardo en 1613 Lope llevó a su casa a Marcela (con ocho años) y a Lope Félix, los dos hijos más pequeños de Micaela de Luján. Marcela permaneció con su padre hasta 1622, en que entró en el vecino Convento de las Trinitarias Descalzas ganando fama de gran escritora. Por su parte, Lope Félix tras haber probado suerte en la poesía participando en el certamen que se realizó con motivo de la beatificación de san Isidro en 1620, cambió las letras por las armas y en 1621 siguió al marqués de Santa Cruz, hijo del ilustre Álvaro de Bazán. Luchó contra holandeses y turcos, pero, fascinado por la riqueza, abandonó las armas y se embarcó en una expedición a la isla Margarita, en la costa de Venezuela, famosa en aquel tiempo por su pesquería de perlas. El barco naufragó y el hijo de Lope se ahogó.
 
Hay sospechas de que una Micaela Luján seguía viviendo en 1612 en Toledo, en la parroquia de San Miguel, porque en su libro de difuntos aparece que “Micaela Luján, sola, que vive en el callejón de Córdoba…” El documento revela que esta Micaela Luján tenía una criada negra de nombre Elvira, cuya hija muere el 24 de septiembre de 1612, por lo que Micaela hace una donación para la compra de ornamentos fúnebres destinados al sepelio. Cuando la carrera como actriz de Micaela era ya un recuerdo del pasado, era todavía evocada por Suárez de Figueroa en su Plaza universal (1615) como una de las prodigiosas “mujeres en representación” que España había tenido.

 
Hemos podido esbozar la vida de esta amante, concubina o querida de Lope de Vega, pero, de entre todo lo dicho, no hemos dado a conocer el lugar de nacimiento de la muchacha. Que es la razón para referirnos a Micaela de Luján en una bitácora sobre Las Merindades. Este dato ha generado polémicas culturales por siglos. Las opciones son varias y muchos apoyan la idea de que nació en las estribaciones manchegas de Sierra Morena. También lo sitúan en Membrilla (Ciudad Real) o Madrid.
 
El origen manchego parte de un poema titulado “Serrana hermosa”, escrito a modo de epístola autobiográfica en un viaje de Lope de Sevilla a Toledo en 1602:
 
Llegué, Lucinda, al fin, sin verme el sueño
en tres veces que el sol me vio tan triste,
a la aspereza de un lugar pequeño
a quien de murtas y peñascos viste
Sierra Morena, que se pone en medio
del dichoso lugar en que naciste.
 
Los partidarios de esta opción la hacen venir al mundo en el entorno del Viso del Marqués al estar en la antesala del puerto de Despeñaperros. Pero hay pegas: dicho puerto se abrió en el siglo XVIII, por lo que Lope transitaría por el Camino Real de Sevilla a Madrid que pasaba por Almodóvar del Campo y atravesaba Sierra Morena por la zona de Fuencaliente. N habría razón para deducir lo deducido de ese poema. Una pena. O no.
 
José María de Cossío Martínez-Fortún (1892-1977), escritor y académico de la Real Academia Española, conjeturó, en 1928, que la, patria de Micaela pudo ser Espinosa de los Monteros, en Las Merindades. ¿Por qué? Por un pasaje de “Los esclavos libres”:
 
Belaida: ¿De dónde eres?
Lucinda: Española.
Bel.: (…) ¿De qué parte?
Luc.: De Castilla.
Bel.: ¿De qué lugar?
Luc.: De Espinosa de los Monteros.
Zarte: Es villa por sus hidalgos famosa.
Bel.: ¿Tienes padre?
Luc.; Un capitán.
Bel.: ¿De qué apellido?
Luc.: Luján.
 
¡Más claro: agua! ¿Alguna duda? Bueno, podemos decir que esta alusión explícita se halla en una obra de ficción donde el personaje de Lucinda encarna la hidalguía castellana y, por lo tanto, se le adorna con la raigambre de la villa hidalga por excelencia. El carácter de ficción es lo que hace que Espinosa pierda peso frente a la versión manchega incluida en un contexto autobiográfico.

 
¡Oigan! que Cossío no era un indocumentado porque su discurso de entrada en la R.A.E. el 6 de junio de 1948 se tituló “Lope, personaje de sus comedias”. La única forma de conciliar “Serrana Hermosa” con “Los esclavos libres” es suponer que, si bien había nacido en la Mancha, su patria familiar era Las Merindades. Quizá algo similar a lo que había sido la historia de Lope de Vega cuyos padres eran de Carriedo (Cantabria) y él había nacido en Madrid porque su padre se había escapado del hogar en una aventura amorosa. Su madre lo siguió a la Corte donde se reconciliaron. Lope recordará sus orígenes en numerosas de sus obras y -¡quién sabe!-, podría haber sido esta comunión de orígenes familiares otro de los factores que le hubiera atraído de Micaela Luján.
 
 
 
Bibliografía:
 
 
Casa Museo de Lope de Vega.  
“Las mujeres de Lope de Vega”. Tatiana Domínguez.
“Real Academia de la Historia”.
Periódico “ABC”.
“Reseña sobre “Los dos Quijotes” de Justo García Soriano””. Juan Bautista Avalle Arce.
“La vida amorosa de Lope de Vega”. José F. Acedo Castilla.
“Roteiro o Século de Ouro en Madrid”. Francisco Juez Juarros.
“Lope y La Montaña”. José María de Cossío Martínez-Fortún.
 
 
 

domingo, 3 de noviembre de 2024

Morirás por una Patria ingrata.

 
 
“Querido [padre]:
 
[Cuando pongan] ésta en sus manos [habré pasado a mejor] y mejor estado en [el que seré feliz. Creo que he] de poderle el asunto [mío] que es el que [me preocupa. El afecto que le profeso es obligación conso]lidar del que pase [a la vida eterna]; pero, en fin, lo [exige] la Patria y, ella, en el momento que sus hijos le reclaman la [ayuda se lava las] manos para la salvación de muchos [cobardes y nos] abandona, como el hijo que morirá su padre de hambre y lo consiente, teniendo elementos para ello. Esto es horroroso para nuestra España que tiene laureles de la historia y que pasa la derrota por una nación que está sin civilizar y sin elementos de guerra.

 
Padre, reciba el último beso que le dedica este su hijo que no le olvida ni un momento, hasta que le quede el último suspiro de su vida que será de un momento a otro. Aunque en este momento que le escribo me encuentro en el mejor estado de salud sé fijamente que mi vida, y la de los compañeros, no hay que contar con ella.
 
Llevamos ocho días de fuego en los que hemos sufrido infinidad de bajas. Para qué contar si da vergüenza decirlo. Compañías enteras han muerto. De nuestra compañía han muerto de cuatro partes las tres y media y yo he tenido la suerte de haber salvado [la vida].
 
Adiós, Padre querido, reciba el último cariño de su hijo en compañía de mi tía y hermanos y toda la familia de este desventurado que, si tiene la desgracia de morir, es por la Patria.

 
Si en alguna cosa le hecho pasar algún disgusto, me perdone; es lo último que le pide su hijo; y al mismo tiempo dicen una misa en la ermita de la Virgen de Pilas [el periódico dice del Pilar].
 
La vi [por última vez al partir para aquí] donde… [dándo]nos tranquilidad, [aunque sé que hemos de morir pronto] y que muero tranquilo. Sé que usted tiene suficiente para pasar la vida.
 
Padre, también me hará el favor de estar alumbrando a la Virgen de Pilas [repiten “del Pilar”] un mes entero de día y de noche, si puede ser. Es lo último que le pido.
 
Su hijo le dedica el último abrazo.
 
 Gabriel Sainz García. (Rubricado)
 
[Debajo en gruesos caracteres, escribió]
 
¡Viva España! Aunque muero por ella sin darnos defensa.
 
[Más abajo como en Posdata]
 
El que tenga la bondad de encontrar esta carta, haga el favor de dirigir este papel a las señas que a continuación se expresa. Señas, provincia de Burgos por Villarcayo, Puente Arenas. Señor don Emeterio Sainz Martínez, Comercio”.

 
Este muchacho que murió en monte Arruit se llamaba Gabriel Sainz García y cumplía su servicio militar en el regimiento de infantería de línea número cuatro. El padre, Emeterio Sainz Martínez, tenía un comercio de alimentación en Puente Arenas desde, al menos, 1894.
 
La carta se salvó porque, según relata el artículo del periódico “La correspondencia de España”, fue escondida en un horno de cal. Cuando se recuperó estaba arrugada y con zonas borrosas. Estaba escrita con lápiz en el resguardo de un parte del auxiliar de Intendencia señor Royo fechado en 1914. Le faltaba un pliego por lo que está incompleta. Hemos recurrido para completarla al texto de Ana Ruiz en el programa de Joaquín Rivera Chamorro.

 
El salvador del documento fue el sacerdote Emiliano Revilla, religioso capuchino, aviador destinado en el Rif que remitió la carta a Emeterio Sainz. La única que, al parecer, encontraron. En esas líneas se constata el amor a su familia, su fe y su desesperación por el abandono sufrido por parte del Gobierno de España y de sus Fuerzas Armadas. Me parece que es lo mismo en este octubre de 2024. El periodista Cándido Lobera intentó, en su artículo de “Ejército y Armada” introducir la idea de que los altos mando del protectorado no pudieron ayudar con la suficiente celeridad a los muchachos de monte Arruit. El toque sensiblero y catártico que tenía la carta de Gabriel fue repetido por otros periódicos deseosos de recuperar el orgullo nacional. Nada raro en casos como este, el 11-M o el asesinato de Miguel Ángel Blanco por ETA.
 
Pero… ¿Qué fue eso de Monte Arruit? Pues, una derrota en la cual miles de rifeños degollaron, dispararon y mutilaron a unos 3.000 soldados que se rindieron en esa posición del protectorado marroquí, a solo 30 km de Melilla. Arruit era un pequeño fuerte que no pudo ser auxiliado. Las escasas unidades del ejército bastante tenían con defender el perímetro de Melilla.

 
Todo empezó el 22 de julio de 1921, con el llamado “Desastre de Annual” y la pérdida de unos doce mil soldados españoles bajo el mando del general Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla. La mayoría fallecidos mientras huían presas del pánico. Todo el protectorado oriental era una ola de rifeños al ataque bajo la batuta de Abd el-Krim. Una tras otra fueron cayendo las posiciones y los pequeños blocaos quedaron aislados en territorio enemigo.
 
En el campamento de Dar Drius se amontonaban restos de guarniciones aniquiladas que se ponían bajo las órdenes del general Felipe Navarro, máxima autoridad en el territorio tras la muerte de Silvestre. Ante la proximidad de los rebeldes rifeños, Navarro dudaba entre permanecer en Drius, una plaza bien pertrechada, o emprender la retirada hacia Melilla. Decidió mantenerse allí, pero todos los automóviles de mando salieron hacia Melilla con gran número de oficiales, enfermos o personal autorizado. Salvaguardaron a los oficiales.

 
Pero el 23 de julio, el general cambió de opinión y ordenó la evacuación de la plaza. Con la tropa totalmente desmoralizada, la retirada se convierte en un nuevo desastre, dejando en su marcha gran número de soldados muertos, a pesar de la protección prestada por el regimiento de caballería de Cazadores de Alcántara. Por cuyo sacrificio en esas jornadas se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando como Laureada colectiva… ¡en 2012!
 
Tras seis días de infernal marcha, los restos de la columna de Navarro alcanzaron las murallas de Monte Arruit. Deben recomponer sus fuerzas para afrontar el inminente ataque rifeño. Tarde, muy tarde. El dos de agosto cayó Nador y el tres Zeluán, dejando el fuerte de Arruit condenado en medio de territorio enemigo. El general aún podía haber intentado una huida desesperada hacia Melilla, pero se negó a abandonar a los heridos. Frente a Felipe Navarro estaban tropas agotadas y desmoralizadas al borde de la insurrección. Además, la fuente de agua estaba a una distancia de quinientos metros del fuerte, a tiro del cerco de los moros. Dos aviones con base en Melilla sobrevolaban el cerro arrojando bloques de hielo, municiones y víveres, pero los envíos casi siempre caían fuera del alcance de los españoles. Supongo que el presidente del gobierno, el de entonces, repetiría frases como esa que escuchamos también en 2024 de: “no os vamos a dejar solos”. Y, como aparecen en estas fotografías, las autoridades aparecieron tarde y cuando la posición estaba asegurada. La ventaja es que no escucharon abucheos por su incompetencia. Sólo había muertos.

 
Nadie desde tierra les socorrerá. En la capital de la Comandancia contaban con dos mil soldados, casi sin experiencia. En breve se esperaba la llegada desde la península treinta y seis mil hombres para protegerles. Sin embargo, los sitiados de Arruit tenían los días contados. Y la angustia de ser conscientes de su destino. Los rifeños ya tenían artillería pesada y la aviación española no era la de hoy. No pudo apoyar bien a los defensores de Monte Arruit. Además, las casas desde las que disparaban los rifeños estaban muy cerca del perímetro de Monte Arruit. Todo eso hizo imposible su defensa.
 
El nueve de agosto, ante la imposibilidad de seguir resistiendo, el general Navarro pactó la capitulación: los españoles entregarían todo su armamento y se les permitiría retirarse hacia Melilla. Las armas se amontonaron y los heridos y enfermos comenzaron a alinearse en la puerta del fuerte, preparándose para la evacuación en un tenso silencio. Pero cuando se dio la orden de partir, los rifeños asaltaron el campamento asesinando a una tropa desarmada y enloquecida por el terror. Dijeron que Abd el-Krim no ordenó el asesinato de los españoles, que eran soldados que actuaban por su cuenta.

 
Al menos 2.668 restos humanos fueron encontrados esparcidos por los alrededores de Arruit. Unos seiscientos hombres, junto al general Navarro, sobrevivieron para ser tomados como rehenes. Y en cautiverio permanecieron hasta que se pagó su rescate, aunque para entonces muchos de ellos ya habían muerto.
 
Esta acción podría haber influido en el posteriormente titulado Caudillo de España. Francisco Franco estaba en Melilla y quería socorrer Monte Arruit. Cuando se reconquistó la zona, vio la precaria situación en la que habían quedado los cadáveres españoles. Esto le influyó en 1936 cuando estaba avanzando sobre Madrid y decidió que las tropas acudieran al Alcázar de Toledo para poder ayudar a los defensores. Aquella decisión prolongó la guerra porque, si hubiera marchado sobre Madrid, era muy posible su conquista. Pero probablemente tenía todavía esa visión de los muertos y seguía recordando que no había podido salvar Monte Arruit.

 
Una vez consumado el descalabro de Monte Arruit, Melilla era la única plaza segura que España mantenía en el Rif oriental. Hasta la capital no cesaban de llegar supervivientes, militares y civiles de las matanzas de Nador, Zeluán o de los numerosos blocaos que habían quedado aislados en medio de las zonas controladas por las harkas de Abd el-Krim, contando espeluznantes relatos. En mayo de 1922, aun llegaban refugiados.
 
Tras el desastre, se encargó al prestigioso General Picasso que iniciara una investigación para depurar responsabilidades… con la advertencia de que no debía implicarse a ningún miembro del alto mando como responsable de lo acontecido. ¿No les parece que hablamos de 2024 y no de 1921? Alfonso XIII, las cúpulas militar y política, la prensa censurada… -¡todos!- como los políticos de hoy, renegaron de los muertos en el Rif. Tampoco pagaron por su responsabilidad los empresarios españoles implicados en la venta de armas a los rifeños.

 
La crisis iniciada en 1921 tras el “Desastre de Annual” quedó parcialmente olvidada el 8 de septiembre de 1925 -con el dictador Primo de Rivera- cuando, por primera vez en la historia, un contingente perfectamente coordinado de fuerzas de tierra, mar y aire llevaron a cabo un desembarco masivo en el norte de África. El objetivo militar: la cábila de Beni Urriagel, sede de Abd el-Krim que era la más belicosa y molesta.
 
La operación fue tan exitosa, y estuvo tan bien coordinada (participó incluso la novísima Aviación Naval con el portaaeronaves “Dédalo”), que Alhucemas fue estudiado por los norteamericanos para llevar a cabo las operaciones similares de la Segunda Guerra Mundial (entre ellas, el famoso Día D).

 
Aclarado lo que sufrió Gabriel al saberse abandonado por su Patria y, sobre todo, por los representantes de la misma recordaremos su referencia a la Virgen “del Pilar”. En realidad, y dentro de toda lógica, se refería el muchacho a la Virgen de Pilas que está en el límite de los pueblos de Puente Arenas y de Quecedo de Valdivielso. En la superficie amesetada en la que se sitúa está localizado el Castro Viejo que separaba los términos del Alfoz de Tedeja con Valdivielso, por lo que consideraríamos que la ermita está cristianizando un asentamiento protohistórico que se reusó en la Alta Edad Media. Esta zona era atravesada por un camino que se empleó cuando el aumento del caudal en el Ebro no permitía el paso por el desfiladero de los Hocinos. Por cierto, no hay que descartar que la etimología de Pilas provenga del griego “puerta”, puesto que en este caso tiene un sentido muy apropiado y acorde a la geografía. Aunque me parece cogido “por los pelos”.
 
Pero nada de esto importaba a Gabriel cuando escribía su despedida terrenal, cuando rogaba a cualquiera que enviase su carta, cuando miraba la desesperación de muchos muchachos arrancados de sus aldeas para... ¡¡¿Para qué?!! ¿Recordó las romerías y la sencilla fe que tenían en esta virgen sus convecinos y su familia? En la ermita de Virgen de Pilas se conserva una copia de esta carta con una la foto del muchacho.

 
Y, quizá, solo quizá, recordaba que no tuvo el dinero para evitar el servicio militar en África. No pudo ser un soldado de cuota que, pagando 1.000 o 2.000 pesetas, hubiera tenido el privilegio de elegir destino, pernoctar en su domicilio y permanecer menos meses en el cuartel.
 
Por eso estuvo tres años luchando por una Patria Ingrata.
 

En recuerdo de los muertos por la Gota Fría (DANA) en Valencia en 2024. 
 
Bibliografía:
 
Canal de You Tube de Joaquín Rivera Chamorro.
“Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración”.
“Anuario Riera y Sans”.
“Indicador general de la industria y el comercio de Burgos (1894)”.
Periódico “La Correspondencia de España”.
Periódico “Ejercito y Armada”.
Periódico “Religión y Patria”.
Periódico “ABC”.
Sociedad Geográfica Española.
Blog “Tierras de Burgos”.
“Las siete Merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urría”. María del Carmen Arribas Magro.
“El servicio militar en la sociedad española”. Román Hierro Roldán