Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 13 de abril de 2025

Pedro I de Castilla: “Sólo puedo prometeros Sangre, lágrimas y…”


Pedro era un chico de tez blanca, con un rostro de cierta majestad, “los cabellos rubios, el cuerpo descollado y ceceaba un poco a la manera andaluza. Se veían en él muestras de osadía y consejo. Su cuerpo no se rendía con el trabajo, ni el espíritu con ninguna dificultad. Gustaba principalmente de la cetrería, era muy frugal en el comer y beber, dormía poco, y fue muy trabajador en la guerra. Dicen que en cambio poseyó una desmedida avaricia, que se dejó dominar por la lujuria y que fue cruel y sanguinario”. Esto lo escribió Pero López de Ayala, cronista y canciller de Castilla, pero, ¿era cierto? Hay autores que le han llamado “El Justiciero” reconvirtiéndole en una especie de proto-demócrata o proto-igualitarista que luchó por “los de abajo” contra “los de arriba”. ¿estamos ante una muestra de presentismo histórico?

Pedro I de Castilla.
 
La última entrada en nuestro clásico resumen de la vida de los diferentes reyes de Castilla terminaba con la muerte de Alfonso XI en Gibraltar en 1350. El nuevo rey, Pedro I, era un chaval de quince años criado a la sombra de su madre María de Portugal. Esta tenía el respaldo del noble portugués Juan Alfonso de Alburquerque, que había sido alférez de Alfonso XI. Juan Alfonso era, ahora, el consejero principal de Pedro, o de su madre.
 
Enfrente estaba el bando de Leonor de Guzmán. ¿Quién es esa? La amante durante veinte años del rey muerto, su principal consejera y tenedora de un gran poder territorial gracias a los señoríos que Alfonso fue otorgando a los diez hijos que Leonor le paría. Y, por si fuese poco, también tenemos el bloque de Leonor de Castilla y Portugal, viuda del rey Alfonso IV de Aragón, que tuvo que salir a escape de ese reino cuando subió al trono Pedro “El Ceremonioso”. Esta Leonor era hermana de Alfonso XI de Castilla y tenía dos hijos: Juan y Fernando. Estos también estaban refugiados en Castilla y eran primos del nuevo rey.

 
La viuda María y su hijo Pedro buscaban preservar la corona; los hijos de Leonor, mantener sus señoríos, y los infantes de Aragón -los primos del rey-, apurar las posibilidades de subir a algún trono. Pero, además, María y la concubina Leonor de Guzmán se odiaban. Se odiaban mucho. ¿Por qué? ¿No era normal tener amantes e hijos bastardos en esos tiempos? Creo que la causa era porque la amante y sus hijos habían sido colmados de posesiones y honores en vida del rey Alfonso… en detrimento de la reina y su hijo. ¡Era la hora de la venganza!
 
Y, si esto no fuera poco, las coronas vecinas -Portugal y Aragón- aprovecharán el caos para sacar partido. Si me permiten la digresión: como aprovechan los nacionalistas, Francia y Marruecos el caos partidista español. Aparentemente, el partido de la amante perdía pie. De hecho, la viuda María ordenó el encierro de Leonor y sus hijos. ¿Maldad? Un poco “rencorosilla” sí era María, pero, esta operación, dejaba libres una serie de altos cargos y prebendas que la nobleza castellana acapararía con alborozo. Y agradecería a Pedro I. La pena es que no fue tan sencillo. En el mismo mes de marzo de 1350, mientras los caballeros del difunto Alfonso XI transportaban el cadáver del rey desde Gibraltar hasta Sevilla, el valido Alburquerque ordenó detener a dos hermanastros del rey: Enrique, conde de Trastámara, y Fadrique, maestre de la Orden de Santiago. No los atrapó y se rebelaron. Su madre Leonor, que era muy artera, movió ficha y concertó el matrimonio de Enrique con Juana Manuel, la hija del poderoso -y difunto- infante don Juan Manuel. Ahora la poderosa era Juana Manuel, claro. La viuda María y su valido Alburquerque “recogieron velas” y aceptaron a los vástagos de Leonor dentro de la corte.

 
Pedro -o su madre- cómo todos los que tienen el poder, destinaron la mayor parte de sus esfuerzos en mantenerlo, pero supieron encontrar un hueco para trabajar por la corona de Castilla. Y, en Castilla, había trabajo que hacer. Llevaba reduciéndose la población desde el siglo XIII y esto se aceleró por carestías, guerras y epidemias. La falta de brazos generaba oscilaciones de precios y salarios al alza, problemas recaudatorios que derivaban en alteraciones en el valor de la moneda, bajada de la productividad y bandolerismo. Los distintos estamentos sociales tenían una lucha soterrada para mantener su parte de la tarta, de resarcirse de las pérdidas por la regresión demográfica y productiva.
 
Hacia 1350, Castilla sufrió un brote de peste negra favorecida por las carestías que vivía la debilitada población. Aparte de la mortandad, que despobló zonas de Castilla, tenemos la emigración de campesinos pobres a las ciudades. La mortandad conlleva una reducción de la oferta de trabajo y un incremento de los salarios. Los precios, a su vez, también suben. Aunque los precios de los productos manufacturados y de los salarios subieron más que los precios de los alimentos.
 
Ante la crisis el gobierno decidió emitir moneda creando inflación. ¿Raro? Sí, porque no existía esa capacidad hace setecientos años. Lo que sí podían hacer -y prácticamente es lo mismo- era alterar el valor de la moneda para obtener más monedas con el mismo oro y plata. ¿Por qué? Para eludir las angustias financieras de la corona causadas por el aumento de los precios, por la creciente complejidad de la administración, por la dificultad recaudadora y por la disminución de las reservas de metal precioso. Pero eso es pan para hoy y hambre para mañana.

Pedro IV "El ceremonioso".
 
Tras conocer lo que se cocía fuera de los palacios retomemos el tema del “juego de tronos” castellano. Cuando Pedro I tenía dieciséis años enfermó de gravedad. Era agosto de 1350. Si moría, el candidato mejor colocado era Fernando de Aragón (hijo de Alfonso IV de Aragón y Leonor de Castilla y Portugal) y eso no gustaba al rey de Aragón, Pedro “El Ceremonioso”. Si un tipo con sangre real aragonesa llegaba al trono de Castilla, ¿qué le impedía conquistar luego el trono de Aragón? Otro candidato era Juan Núñez III de Lara, descendiente de Alfonso X por vía de los infantes de la Cerda. Las ambiciones de Fernando y Juan quedaron en evidencia y cuando el rey se recuperó su madre tomó medidas. María suponía que la instigadora de todas las alteraciones era Leonor de Guzmán. ¿Solución? Leonor será ejecutada en Talavera de la Reina en 1351. Su hijo Enrique de Trastámara, viéndose perdido, huye a Portugal. La viuda María se tomaba su venganza.

Leonor de Guzmán.
 
Creyendo resuelto el problema de los -ahora- Trastámara, Pedro I atacó a Juan Núñez de Lara que intentó fortificarse en sus tierras, pero murió -al parecer, por causas naturales- mientras preparaba su defensa. ¿Finiquitado el tema? No. Pedro debía neutralizar al heredero de Juan, Nuño. Un niño de tres años. El pequeño Nuño también moría pocos meses después. Pedro I se apoderó de Las Encartaciones y los vencidos entregaron a las hijas de Juan Núñez de Lara, Isabel y Juana, en las que recaían ahora los derechos de herencia de su casa. Pedro incorporaba a sus dominios las tierras de Vizcaya, Lerma, Lara y un buen número de villas y castillos. Neutralizó, también, a las hijas de Núñez de Lara matrimoniándolas: a Isabel la casó con Juan de Aragón (hermano del infante Fernando) y a Juana con Tello de Castilla (hermano de Enrique de Trastámara). ¿Enlaces de enemigos?
 
Pero, les recuerdo, la guerra, aunque en la superficie nos parece una mera lucha de poder ajena a la población que sufría las consecuencias, hunde sus raíces en la situación socioeconómica de masa que le sirve de yesca. No era un simple “quítate tú para ponerme yo” sino que -dada la situación de Castilla- teníamos un grupo de gente que apoyaba a los bastardos de Alfonso XI porque rechazaban una la política real caracterizada por el personalismo, el recurso a la ley, la colaboración de la baja nobleza y la protección a los judíos. Los sublevados decían que el rey Pedro cometía violencias contra todos, nobles, ciudadanos y campesinos, aunque hacían más insistencia en los agravios cometidos contra la nobleza.

Enrique de Trastámara.
 
La propaganda -la “bendita” propaganda- de Enrique lo presentaba como un cruzado enviado por Dios -¡por Dios!- para liberar Castilla de las garras del tirano opresor de cristianos y protector de moros y judíos. Los del Trastámara prometieron a una sociedad empobrecida y endeudada que su rey anularía las deudas cristianas con los judíos. Como a los políticos patrios de hoy a Enrique de Trastámara le importaba un bledo el bien nacional y en su jugada sólo veía los beneficios para obtener el trono: atraerse a los pobres rurales y urbanos y asustar a los judíos para que no apoyasen a Pedro I. Lo de los pogromos y esas cosas no le preocupaba.
 
En 1351 Castilla suscribió un pacto con Navarra que garantizaba a Pedro I un cierto respaldo frente a Aragón. Y al año siguiente Pedro se entrevistaba con su abuelo, el rey de Portugal Alfonso IV “El Bravo”, que le aconsejó llevarse bien con sus hermanastros, los hijos de la ejecutada Leonor. Pedro I se centró en otras cosas: intentó atajar la inflación mediante ordenanzas como las dictadas en las Cortes de Valladolid de 1351 (Ordenamiento de menestrales y posturas). Allí el monarca fijó los precios y los salarios, declaró el trabajo obligatorio, dictó normas contra el bandolerismo y no accedió a la petición de la alta nobleza de obtener el control total sobre las behetrías de Castilla. Pedro encargó una investigación sobre los recursos fiscales, las tributaciones, los privilegios y su legitimidad, etc. De esta encuesta deriva la confección del Becerro de las Behetrías que llevamos años consultando para este blog. Su confección amenazo con descubrir muchas arbitrariedades al tiempo que evidenciaba la voluntad real de actuar con plena autoridad. En tales circunstancias, la nobleza, aunque inicialmente dividida en dos facciones -la de Fernando de Aragón, y la de Enrique, Tello y Fadrique de Trastámara-, se unió en un intento de imponerse al rey. Pedro, sintiéndose seguro con la alianza de la pequeña nobleza, los judíos y las ciudades y villas, aceptó el órdago.

 
En el sur del reino se sublevó Alfonso Fernández Coronel, un viejo caballero del partido de Leonor de Guzmán, que se hace fuerte en Aguilar de la Frontera (Córdoba). Contaba con el apoyo del infante Juan de Aragón, aunque fuese de otra facción. Alfonso Fernández quedó sitiado en Aguilar y terminó rindiéndose ante Juan Alfonso de Alburquerque, el valido. Pedro I ordenó degollar y quemar a Fernández Coronel.
 
1352 seguirá brindando alegrías a Pedro I. Ese verano se dirigía a Gijón, cuando el caballero Juan Fernández de Hinestrosa le presentó a una de sus sobrinas. ¿Para qué? ¡Para sacar partido del encuentro, evidentemente! Ella se llamaba María de Padilla y era “muy fermosa e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”, según dicen las Crónicas. El joven Pedro se enamoró e hizo de María su amante. El astuto tío de la moza había conseguido su objetivo: colocar a su sobrina huérfana y engancharse al poder. María había quedado huérfana de padre con quince años y, desde entonces, vivía con su tío, hermano de su madre. Hinestrosa era un noble de cierta importancia y había podido enviar a la joven María a criarse en casa de Juan Alfonso de Alburquerque, el valido del rey. Cuando Pedro marchó a Asturias para enfrentarse con Enrique de Trastámara se detuvo en la localidad leonesa de San Facundo. Allí estaba el valido Alburquerque con su familia. También estaba María. El tío Hinestrosa vio su oportunidad y se dejó caer por San Facundo, rindió homenaje al rey y le presentó a su sobrina. La influencia de María de Padilla sobre Pedro fue intensa. Para afianzar su posición María le da una hija a Pedro el 22 de marzo de 1353: Beatriz.

María de Padilla.
 
Para ese 1353 parecía que el trono estaba seguro: los Trastámara estaban domados, los infantes de Aragón neutralizados y la alianza de la corona con las villas respaldaba al rey frente a los nobles. Y, así, era el momento de casar al rey. La elegida fue Blanca de Borbón, una dama de la familia real francesa que, además, permitiría establecer una sólida y muy conveniente alianza entre Castilla y Francia muñida por el papado. La cosa venía fraguándose desde el año anterior. Pedro siempre se había opuesto, pero la necesidad de estabilidad del reino terminó inclinándole a aceptar este matrimonio. Después de mil dilaciones a causa de sucesivos retrasos en el pago de la dote, el matrimonio terminó celebrándose en junio de 1353. Dos días después de la boda, Pedro abandona a su esposa. ¿Qué estaba ocurriendo? Ocurría “María de Padilla”, que ya le había dado una hija. ¡¿Pecó Pedro de lo mismo que su padre?! Que el rey tuviera una amante e hijos bastardos no era problema, bastaba con que guardara las apariencias, viviera con su esposa legítima y mantuviera a su amante lejos de la corte. Y es justo lo que no hizo. Otras fuentes dicen que el motivo del abandono marital fue la confirmación de la incapacidad francesa para pagar la dote prometida. El rey se sintió burlado y culpó a Alburquerque. Pedro se largó con su amante. Y desterró a su esposa. ¿Consecuencias? Enfadó a la viuda María, al valido Alburquerque, al rey de Francia, al papa y a la nobleza.

Blanca de Borbón.
 
¿Cómo argumentó el rey el destierro? Pedro acusó a su esposa de haber tenido amores con Fadrique, hermanastro (Trastámara) del rey. Para la madre del Pedro aquello debió de ser intolerable tras sufrir el abandono por parte de su marido, Alfonso XI. No solo eso, sino que el partido portugués había perdido pie en la corte. El reino se dividió entre partidarios de Blanca, la esposa, y partidarios de María, la amante. ¿Quiénes estaban con Blanca? La reina viuda María de Portugal, el valido Alburquerque, la gran nobleza, el rey de Aragón y los hermanastros del rey: Enrique de Trastámara, Fadrique y Tello. ¿Quiénes apoyaban a Pedro? La pequeña nobleza, los patricios de las ciudades y la comunidad judía. En realidad, las dos mujeres eran el pretexto para manifestar viejas querellas de poder. Pero con dos novedades: la presencia de un candidato a la corona, Enrique de Trastámara, que concitaba la simpatía del pueblo llano, gran parte de la alta nobleza (estaba casado con una hija del infante Juan Manuel) y el rey de Aragón; y los intereses políticos de Francia, que evidentemente estaban del lado de Blanca de Borbón.
 
La viuda María y Alburquerque escribieron al papa Inocencio VI para que “leyera la cartilla” al rey Pedro. El papa le amenazó con la excomunión. Pedro, obediente, se reunió con Blanca en Valladolid, pero la reconciliación duró dos días. O tres. Luego Pedro volvió a marcharse. Nunca volvería a verla. Cabreado, el partido portugués, a través del valido Alburquerque, rechazó la conducta del rey. ¿Qué hizo Pedro? Cesó a Alburquerque y a casi todos sus altos cargos de la corte. Puso como valido a Hinestrosa, el tío de la Padilla, y en el resto de puestos principales a gente del clan padilla. No fue una sucesión pacífica: el nuevo maestre de Calatrava, Diego García de Padilla, ordenó matar a su predecesor, Juan Núñez de Prado y Pedro mandó a sus tropas contra las plazas que aún eran fieles al valido cesado. Visto lo visto, Alburquerque se refugió en Portugal. Pedro decidió entonces guarnecer la frontera. ¿A quién encargó la misión? A los Trastámara. Pedro I, también, reclamó que Alburquerque le fuera entregado. Les adelanto que el rey de Portugal dijo que no. En ese tiempo se celebraron en Évora las bodas de Fernando de Aragón, marqués de Tortosa y primo de Pedro I, con María, infanta portuguesa. Una parte de nobleza castellana consideraba al infante Fernando como posible sucesor legítimo del trono de Castilla si Pedro muriese sin hijos legítimos varones. A esta boda asistió también Juan Alfonso de Alburquerque, quien contó al monarca portugués una lista de agravios recibidos de Pedro.

Sepulcro de la reina Leonor.
 
Cómo estaban cerca unos de otros, los Trastámara y Alburquerque empezaron a conspirar contra Pedro I con ayuda de la corte portuguesa. El pacto postulaba que la Corona de Castilla fuera para el infante Pedro, hijo del rey de Portugal, como nieto de Sancho IV de Castilla en lugar de para Fernando de Aragón, primo carnal de Pedro I de Castilla. Ante estos enemigos el rey Pedro actuó: se volvió bígamo. ¿¿¿Qué??? Se casó con la viuda Juana de Castro en la primavera de 1354. Ella era hija de una importante casa gallega. Pedro convenció a los obispos de Ávila y Salamanca para que declararan inválido el matrimonio con Blanca antes de “recasarse”. No estaba tal loco, oye. ¿Por qué Juana? Los Castro eran un clan de la alta nobleza, con sangre real en sus venas y aquel enlace le proporcionaría el apoyo de un sector notable de la aristocracia del reino. Pedro abandonó rápidamente a su nueva esposa dejándole en el señorío de Dueñas.
 
Ante aquel nuevo matrimonio la madre del rey, María de Portugal, recurrió de nuevo al papa, y este amenazó nuevamente a Pedro con la excomunión. ¿Fue eso lo que forzó la separación de Pedro y Juana? No es posible asegurarlo. Otras fuentes hablan de que abandonó a su nueva esposa porque los hermanos de ella estaban con el pretendiente portugués y que Pedro no volvió a yacer con ella. El hecho es que, mientras tanto, el partido de Blanca crecía y el de Pedro iba menguando.

María de Portugal.
 
¿Qué hacía mientras María de Padilla? Pues se reponía de su segundo parto, la niña Constanza, segunda hija ilegítima de Pedro I. Aun así, escribía al papa Inocencio VI pidiéndole licencia para fundar un convento de monjas clarisas, dejando entender que su propósito era llevar una vida de penitencia y contemplación. ¿Era verdad o un truco político? ¡A saber! Lo cierto es que ese convento se fundó y fue el Real Monasterio de Santa Clara, en Astudillo.

Monasterio de Santa Clara de Astudillo.
 
Fernán Ruiz de Castro, un hermano de la esposa Juana de castro, se levantó en favor de los Trastámara. Pudo ser por la deshonra a su hermana como porque quería desposar a una hermana de Enrique. Las órdenes militares también se dividieron en el enfrentamiento con el rey. Los nobles rebeldes comenzaron por intentar tomar Ciudad Rodrigo. Luego recorrieron las tierras de la orden de Santiago para aumentar sus fuerzas, sin conseguir que se les rindiese Montiel, por lo que acabaron refugiándose en el gran castillo de Segura de la Sierra y en el de Hornos, en la sierra de Cazorla. El rey contraatacó en la Tierra de Campos, asaltando las fortalezas de Isabel Téllez de Meneses, esposa del valido Alburquerque. No pudo tomar la de Montealegre, pero sí los de Ampudia y Villalba de los Alcores, que se rindieron a finales de junio. Pasó luego por Toro antes de marchar a Sahagún a principios de julio para ir desde allí contra otras fortalezas. Pedro dejó a los infantes de Aragón -aliados suyos- en Salamanca y la Tierra de Campos para estorbar las maniobras del enemigo y marchó a Toledo para tratar de someter las tierras de la orden de Santiago en la región. Luego intentó expugnar Segura de la Sierra cercándola y volver a Ocaña para elegir un nuevo maestre de la orden que le fuese leal. Escogió al hermano natural de María de Padilla, Juan García de Villajera, pese a estar casado y vivir aún el maestre anterior, lo que infringía los estatutos de la orden. Esta elección supuso el cisma de la orden entre los que reconocieron al nuevo maestre y los que no.
 
Pedro I el Cruel trasladó a Blanca al alcázar de Toledo para tenerla mejor controlada. ¡Un error tremendo! La dama logró aunarse con los nobles y clases bajas de la ciudad para levantar esta contra el rey. A Toledo le siguieron otras ciudades: Cuenca, Córdoba, Jaén, Úbeda, Baeza y Talavera. Varios nobles que hasta entonces habían permanecido fieles al rey se pasaron entonces a los rebeldes. También dejaron al rey los infantes de Aragón. Con ellos perdió Pedro I el último apoyo que le quedaba entre la alta nobleza. El antiguo valido Alburquerque, los infantes de Aragón y los bastardos de Alfonso XI fueron estrechando lazos a finales del verano, que exigieron al rey la vuelta con Blanca, el abandono de su amante y el apartamiento de los parientes de esta de los puestos de gobierno.
 
El rey fue a refugiarse a Tordesillas, donde sus exiguas fuerzas quedaron cercadas y a donde acudió la reina Leonor de Castilla y Portugal a presentarle las exigencias de los sublevados, que rehusó aceptar. Entonces los rebeldes de la Liga trataron de apoderarse de Valladolid y Salamanca. Pero solo consiguieron Medina del Campo a finales de septiembre. Aun así, reunieron un ejército de cinco mil caballeros en Medina del Campo. Pedro no podía enfrentarse a esas tropas por lo cual se refugió en Toro… que fue rápidamente cercada por los rebeldes.

Toro (Zamora)
 
Así estaban colocadas las piezas de esta partida de ajedrez cuando, en 1354, Pedro I llega a Tejadillo (Zamora) para entrevistarse la Liga rebelde para solucionar el problema de Blanca de Borbón. Cada partido se presentó con cincuenta caballeros armados. Pedro necesitaba que el otro bando aceptara la nulidad del matrimonio con Blanca y avalara el enlace con Juana de Castro. Y, los otros, no querían. La corona se tambaleaba y, cuando huelen sangre los lobos… Se cruzaban varias conspiraciones para apartar del trono a Pedro. Por un lado, parte de la nobleza apoyaba al infante Fernando de Aragón, hijo de Leonor de Castilla y el rey aragonés Alfonso IV, primo carnal de Pedro y casado con una hija del rey de Portugal. Por otro lado, Enrique de Trastámara. Y no olvidemos al infante portugués Pedro que también era apoyado por los Trastámara. En la reunión Pedro buscaba afirmar la voluntad del rey como base del gobierno y la nobleza pretendía que el poder real estuviese limitado por los privilegios nobiliarios. El rey solo ofrecía una amnistía. Nada más. Los nobles se retiraron para seguir el cerco desde Zamora.
 
Pedro I aprovechó la situación para abandonar Toro y dirigirse a Ureña para estar con María de Padilla. La reina madre se puso en contacto con los nobles rebeldes y les abrió las puertas de su villa de Toro que se convirtió en el cuartel general de los confabulados. Desde allí los nobles conminaron al rey a acudir ante ellos y someterse a su voluntad. Pedro se entregó con el valido Hinestrosa, el tesorero Samuel Leví y el canciller, pese al peligro que suponía. Hinestrosa y Leví fueron encarcelados al llegar a Toro y los rebeldes exigieron la entrega de los sellos reales y la concesión de los oficios cortesanos, que teóricamente dependían de la voluntad del rey.

Pedro I
 
Mientras el rey trataba de que se declarase nulo su matrimonio con Blanca, la reina madre buscaba -y conseguía- que el papa anulara el matrimonio con Juana de Castro. Pedro, a su vez, se relacionará con sus hermanastros y enemigos, a los que se ganó prometiéndoles el oro y el moro. A Tello de Castilla, hermanastro suyo y hermano de Enrique de Trastámara, le ofrece el señorío de Vizcaya. A los infantes Fernando y Juan de Aragón y Castilla, primos suyos y, el primero, eventual candidato al trono, Pedro les ofrece amplios señoríos en el norte.
 
Pedro escapó de su encierro en otoño de 1354. Cuentan que lo hizo gracias a su tesorero, el judío Samuel Leví. Llamó a María de Padilla y se dirigió a Segovia, donde reorganizó a sus partidarios. En marzo de 1355 marchó contra Toro. No pudo tomar la población, pero la reina María liberó a Hinestrosa como señal de paz. Pedro se dirigió a Medina del Campo, donde reorganizó sus huestes para tomar Toledo. Antes de salir hacia allí, el 20 de abril de 1355, despachó una hueste a Galicia para mantener tranquilo a Fernando de Castro, para lo cual también contó con el obispo de Lugo, antiguo confesor del rey. Durante ese abril fueron asesinados por orden del rey: el adelantado mayor de Castilla Pedro Ruiz de Villegas II; el merino mayor de Burgos Sancho Ruiz de Rojas; el escudero Martín Núñez de Carandia...
 
El rey asaltó Toledo y ordena decapitar a dos caballeros del partido de Blanca y, de paso, a otros veintidós vecinos que se habían mostrado demasiado obsequiosos con la francesa. Los Trastámara no llegaron a tiempo para ayudar a los sublevados. El rey desterró a la reina, sin verla siquiera, al castillo de Sigüenza, del que había despojado a su obispo por haber participado en un proceso de excomunión del rey. María de Padilla, en junio de 1355, le da a Pedro, mientras sitiaba Toro, una tercera hija llamada Isabel mientras Juana de Castro le da un varón: Juan. ¡Un chico! ¡Un Heredero! O posible heredero porque pasará casi toda su vida encerrado en el castillo de Soria, prenda de las luchas por el trono castellano. Esto contradiría la afirmación de que Pedro no volvió a ver a Juana de Castro desde la boda. O, en su caso, “llegó y venció”. En toro entró a sangre y fuego. La madre de Pedro, María de Portugal, puso tierra por medio y se marchó a su país de origen, donde falleció por causas naturales en 1357, con cuarenta y cuatro años de edad.

 
Y paramos el relato de la vida del rey de Castilla Pedro I en este momento para descansar de tanta sangre. Lo retomaremos la próxima semana.
 
 
 
Bibliografía:
 
“¡Santiago y cierra, España!” José Javier Esparza.
“Historia de castilla de Atapuerca a Fuensaldaña”. Juan José García González y otros autores.
“Atlas de Historia de España”. Fernando García de Cortazar.
“Historia de España. La crisis del siglo XIV. El declive de la civilización medieval y el triunfo de los Trastámara”. Salvat.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

domingo, 6 de abril de 2025

Las pinturas de Herrán.

  
Nos trasladaremos a Herrán, en el Valle de Tobalina, cuya zona tiene una larga trayectoria de poblamiento. Tuvimos un castro protohistórico todavía en uso en la Alta Edad Media. En 872 se funda el monasterio de San Martín de Ferrán y se le dota con las iglesias de San Julián y Basilisa, San Vicente Leti, Santa Justa y Rufina, San Felices, San Juan de Focilio, San Emiliano de Tresores y San Adrián de Hoz cuyas basílicas se habían fundado bajo el castro. Volvemos a documentar Herrán en 978, año en el que Oveco Ovecoz y su mujer Condesa se entregan al monasterio de San Martín de Herrán y al monasterio de San Julián fundados en Hoz Cerci en el lugar que llamaban Ferrarte.

Imagen cortesía de
 "Torre los Templarios".
 
Santa Águeda es la titular de la parroquia de Herrán como se documenta en 1515 en el apeo de los bienes diocesanos del obispado de Burgos. Herrán es uno de los pocos lugares de Las Merindades que tuvo dos parroquias, la de Santa Águeda dependiente del obispado de Burgos y la de San Martín.
 
Según ordenanzas del año 1710 en Herrán había un hospital y a los vecinos pobres les ayudaron mediante arcas de misericordia fundadas por Martín Sáez de Rufrancos, Pedro López de Herrán y Pedro Ortiz de Ibarrola. Estas arcas fueron donadas a principios del siglo XVI a las cofradías del pueblo. Un arca de misericordia concedía préstamos en grano a gente pobre para afianzar el trabajo campesino. Los préstamos de estas arcas, libres de intereses, tenían ciertas condiciones como la de devolver lo prestado en un tiempo estipulado o al recoger la cosecha, a la vez que las arcas aparecen también los pósitos de grano, que sí aplicaban un pequeño interés monetario en el préstamo.

 Imagen cortesía de "Torre los Templarios".

Es muy probable que “La Torre los Templarios” o “Torre de Herrán” (según Patrimonio Cultural), que data del siglo XV, se asiente sobre el citado hospital. Así como que su capilla -financiada por las cofradías de Vera Cruz, Santa Águeda y la del Rosario- albergara las pinturas murales en fresco, que poseemos en la torre y que están datadas en el primer tercio del siglo XVI. La torre está al norte del pueblo, junto a la vía principal. Su fábrica es de mampostería con sillar de arenisca y entramado en la zona superior de la fachada. Tiene planta rectangular, tres pisos y altillo, con vanos rectangulares. La entrada se sitúa en el lienzo este y tiene un edificio anexo al oeste.
 
Joseba Mendikoetxea y Sandra Frías descubrieron la torre medieval de Herrán y, durante la restauración sacaron a la luz las pinturas murales. En el año 2000 abrió como alojamiento de turismo rural y protegieron el torreón principal como Bien de Interés Cultural (BIC). Las pinturas se pueden dividir en seis escenas religiosas que, para los autores que las han estudiado, podrían ser la decoración de la capilla del hospital de misericordia. Están en una habitación de unos 12 o 14 metros cuadrados.

Cortesía de "Memorias de Burgos".
 
En la primera de estas pinturas tenemos a San Pedro que, en lugar de un manojo de llaves, lleva una sola llave. Viste una túnica y lleva un libro en la mano. Carece de tonsura y la escena está enmarcada por unos cuadros que buscan la sensación de profundidad lo que hace pensar en un gótico tardío casi renacentista.
 
Sobre una pequeña ventana adyacente tenemos ornamentos florales que indican pureza y, entre ellos, quizá se intuyan unos lirios.

Cortesía de "Memorias de Burgos"
 
Avanzando hacia la derecha pintaron a Santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos y que fue decapitada. En sus manos hay una parte de una rueda con cuchillas afiladas -objeto con el que se le torturó- y un sable. El sable apunta a un busto de un rey que tiene que ser Maximino (emperador oriental), aunque la tradición está asociada a Majencio (emperador de occidente) porque este emperador romano ordenó la muerte de la santa. La tradición nos cuenta que Catalina era capaz de convencer a los paganos con su palabra. La rueda está rota porque dice la historia que dos ángeles intentaron impedir que esta mártir fuera decapitada.

Cortesía de "Memorias de Burgos".
 
Seguimos con la anunciación y concepción de Jesús por María. El Ángel Gabriel se identifica con su cetro para indicar su carácter de mensajero del soberano. El suelo genera un efecto de perspectiva. María está bajo un dosel y en la mano derecha apreciamos seis dedos. En aquella época se creía que la polidactilia era el reflejo de poseer un sexto sentido que permitía prever el futuro a través de sueños proféticos. El espíritu Santo aparece en forma de paloma que lanza un haz de luz hacia la Virgen María, identificable por su manto azul.

Cortesía de "Memorias de Burgos".
 
Sobre la ventana vemos dos ángeles con un escudo heráldico de difícil filiación. Quizás se quiso reproducir en su campo alguna reliquia o vestimenta religiosa, como por ejemplo un alba (la vestidura o túnica de lienzo blanco que los sacerdotes, diáconos y subdiáconos se ponen sobre el hábito y el amito para celebrar los oficios). Han sido muchas las conjeturas hechas sobre este escudo, algunos han creído ver en él las cinco llagas del escudo de la orden franciscana. 


Cortesía de "Torre los Templarios".

Quizá, pero “El libro de la cofradía del Santísimo, de Nuestra Señora Santa María de la Misericordia y de Santa Águeda” dice: “En el nombre de Dios todo poderoso, donde todo vien procede, y de su venditísima madre Santa María, Nuestra Señora, a la cual tomamos por amparo y rogadora con toda la corte celestial ante la faz de su Majestad Divina, nos alumbre y guíe como se ordene la cofradía del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora de la Misericordia y de Señora Santa Águeda, nuestra patrona, más para su servicio Amen. En el lugar de Herrán, que es en este valle y tierra de Tobalina, día de Nuestra de Setiembre, que es a ocho días del mes de Setiembre, año del Nascimiento de Nuestro Salvador Jesuxpto de mil y quinientos cincuenta y cinco años; estando juntos en su Cabildo el Abad y prior y cofrades de Nuestra Patrona Santa Águeda de Herrán, a campana tañida, en el portal y cimiterio de la iglesia de Santa Águeda de Herrán, según lo tienen de uso y de costumbre de se juntar para hacer aquellas cosas que son a sevicio de Dios y en provecho de la dicha cofradía, y especial y nombradamente, Gerardo López, clérigo y cura de la dicha iglesia, Abad de la dicha cofradía, y Pedro Ortiz de Ibarrola, prior de la dicha cofradía y clérigo y cura de la dicha iglesia, y Juan Pérez de Campillo, y Pedro López del Varrio, mayordomo de la dicha cofradía, y López Saiz de Valmaseda, clérigo y cura de la dicha iglesia, y Lope Aiso de Otheo, y Diego Ortiz de Ibarrola, y Pedro López de Otheo, y Juan Martínez Carrera, el viejo, y Juan Saiz de Palacio (siguen 28 vecinos más)... vecinos y moradores del dicho lugar de Herrán, y cofrades de la cofradía de Santa Águeda de Herrán, por sí mismos y en voz y en nombre de los dichos cofrades de la dicha cofradía de Santa Águeda de dicho lugar de Herrán, que están ausentes y por venir a ella, dijeron que ellos son juntos en este su cabildo para ordenar como esta cofradía sea más a servicio de Dios y más onrada y la quieren dedicar y nombrar del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora María de la Misericordia y de Señora Santa Águeda nuestra Patrona: Corante mí, Sebastián de Ibarrola, escribano y notario Apostólico y Real de sus Majestades y testigos de yuso escriptos, dijeron: que para la utilidad y aprovechamiento de la dicha cofradía ellos tenían un molino y algunas rentas, rentadas de cofrades, y que agora ciertos vecinos del dicho lugar de Herrán, particulares, tenían un lagar y le querían adotar a la dicha cofradía para dicho aumento, porque juntos estos tres nombres del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora de la Misericordia y de Santa Águeda sean una misma cofradía y para lo contratar y hacer son juntados, y las personas que tienen poder en el dicho lagar son las siguientes: Hernando López, clérigo y cura del dicho lugar de Herrán, y Pedro Ortiz de Ibarrola, Lope Saiz de Valmaseda, clérigos curas del dicho lugar de Herrán, y Lope Alonso de Otheo, por sí de su parte y la que tienen sus sobrinos, hijos de Juan Saiz de Pajares, y él satisfará el valor a los dichos sus sobrinos, y (siguen 35 más)...Que por ellos, causin en forma, que hacían gracia y donación de las partes que tenían en el dicho lagar a la dicha cofradía todos los dichos porcioneros de la lagar de la dicha. Dijeron que de las partes que a cada uno de ellos todo pertenescían y a sus mujeres y los que hacen por los ausentes a sus partes. Porque esta dicha cofradía se acreciente y sea dedicada a el Santísimo Sacramento y a Nuestra Señora de la Misericordia y de Señora Santa Águeda, nuestra Patrona, que ellos hacían gracia y donación para agora y para siempre jamás por sí juntos dichos nombres de "una casa y lagar, biga y aparejos, que ellos allí tienen en el dicho lugar de Herrán, A DO DICEN DEVAJO LA IGLESIA" a surco de la una parte, herén de Sebastián de Ibarrola y por las dos partes casas de Martín Pérez, herrador, y casas de Juan Fernández de Palacios, y delante de la calle pública, de la cual hacen gracia y donación a la dicha cofradía por razón de gozar de las misas y sacrificios y buenas obras de ella, y por quien la recomendación que el abad hace y hará de la dicha cofradía por ellos y sus pasados, traya a la memoria a los cofrades venideros nieguen a Dios por sus ánimas”. Los bienes, tanto rústicos como urbanos, que mantenían a esta cofradía fueron incautados por el Gobierno de la Nación, en el año 1893, lo que provocó el fin de sus actividades. Sin compensación real. Dado lo que precede, Francisco Oñate Gómez cree que esta torre de Herrán es la casa descrita y que perteneció a la citada cofradía. Siendo su parte superior el oratorio. Y que el escudo del que hablamos era el de esa cofradía.

Cortesía de "Torre los Templarios".
 
La pintura que estaba más dañada es la coronación y ascensión de la Virgen María. Aun así, se distinguen dos ángeles coronando a María mientras la ascienden a los cielos. La escena está enmarcada con dos columnas y un arco y, supongo que para representar el cielo -o los cielos-, el fondo es azul. Parece intuirse otra figura agachada en el extremo derecho de la escena. Quizá sea uno de los apóstoles llamado para acompañarla.

Cortesía de "Memorias de Burgos".
 
La siguiente imagen es la de la mártir Santa Águeda o Santa Gadea. Es una mártir porque tiene una palma en su mano. Se intuye que lleva en el brazo una bandeja sobre la que hay dos formas que debemos suponer que son sus pechos. Recordemos que es la patrona del pueblo y la cofradía homónima era una de las que sufragaba los gastos del hospital. Otro posible punto para asociar el lugar a la cofradía y al escudo de la ventana.

Cortesía de "Torre los Templarios".
 
Sobre el siguiente ventanuco hay un florón y, seguido, la cruz de crucifixión de Cristo, con sus tres clavos, la lanza y la esponja de vinagre. También tiene un marco de cuadrados.
 
La restauración se centró en la limpieza y consolidación de las pinturas de este pequeño oratorio. Desconocemos casi todo sobre estas punturas, en especial, su autor, pero son uno de nuestros más recientes tesoros.
 
  
Bibliografía:
 
Web “Valle de Tobalina”. 
Canal de youtube “Casas en Asturias inmobiliaria”.
Web “Torre los Templarios”
Periódico “Diario de Burgos”.
Web “Senditur.com”. 
“Valpuesta y Berberana. El Valle de Tobalina. Medina de Pomar y sus aldeas.
“Blasones y linajes de la provincia de Burgos. V. Partido judicial de Villarcayo”. Francisco Oñate Gómez.
 

domingo, 30 de marzo de 2025

La medinesa fundación para doncellas de Agustín Villota.

 
De este centro no queda más que el solar porque la vivienda residencial del siglo XVII debió ser derribado por ruina. Estaba en la calle que luego se llamaría Fundador Villota número siete y fue donde estuvo la casa de Agustín de Villota. Los textos consultados no nos dicen cómo amasó su fortuna Agustín, pero en su testamento dedicó una cantidad de fondos a la creación de un colegio de niñas y dotación de doncellas (dar un dinero a las chicas cuando se casasen o cuando se hiciesen monjas). Ese documento fue otorgado el 9 de agosto de 1779 ante el escribano Juan de Careaga, de Cádiz. En la cláusula seis de este documento se designaba a Ignacio Díaz de Saravia como ejecutor del testamento, pero concediéndole el poder de ser sustituido en el encargo de fideicomisario. Ignacio era un conocido comerciante gaditano que, mortis causa, delegó en su esposa María del Rosario Díaz de Saravia y en Lucas Ontañón, secretario del Tribunal del Consulado, por escritura otorgada en Cádiz el 5 de abril de 1802 ante el Notario Juan Gómez de Torres, la gestión de la última voluntad de Agustín. Fueron testigos de la firma Francisco de Paula Fret, Juan José Rubio y José Ortega, vecinos de Cádiz. Los estatutos del Colegio fueron aprobados el 30 de septiembre de 1827.

 
Agustín de Villota nació en Medina de Pomar el 28 de agosto de 1728. Fue hijo de Ventura de Villota y Vicencia de Mardones. Tras estudiar lo que pudo entre la oferta existente en Medina de Pomar, algunos autores dicen que ingresó en la carrera de Indias a las que marchó a desempeñar su cometido. En otras de las mínimas biografías lo denominan clérigo. Murió en 1779 con cincuenta y un años. Y, surgen los problemas: No sabemos si fue a algún virreinato ultramarino, pero sí parece importante la vinculación de Agustín con Cádiz de donde era su albacea testamentario, Ignacio Diaz de Saravia. De hecho, Agustín e Ignacio aparecen como consignatarios gaditanos de Diego de Agüero que era un comerciante asentado en el Río de la Plata. Además, Agustín figura en reuniones de comerciantes de esa ciudad. Con esta información, ¿era Agustín un jándalo? Lo parece. Y, quizá, descartamos eso de ser un clérigo o su marcha a América.
 
Agustín no solo creó ese colegio del que hablaremos, sino que, también, ayudó a otra institución de Medina de Pomar: la Preceptoría de gramática latina fundada por Isabel de Salcedo. El 20 de Julio de 1779 Agustín de Villota, y en su nombre Ignacio Díaz de Saravia, aumentó la dotación de la preceptoría en 2.500 pesos de a quince reales vellón. Dichos 2.500 pesos o 30.000 reales los tenía impuestos sobre las haciendas de María Ordoño Rosales, mujer de Bartolomé Tirso de Velasco, vecino de Espinosa de los Monteros, según escritura otorgada en Briviesca en 21 de Marzo de 1781, ante el escribano Juan Pérez. Se distribuía este dinero colocando 18.000 reales de principal y 540 reales al tres por ciento para la escuela de primeras letras de Medina de Pomar y aumento de sueldo de su Maestro y 12.000 reales de principal y 360 de réditos para el del Preceptor de Gramática.

 
Y, por supuesto, debemos fijarnos en el dinero destinado por Agustín para el colegio de niñas que se fundó el dos de agosto de 1775. Destinó su casa natal para aulas. La reconstruyeron para tal fin. En el primer piso se hallaba el colegio de primeras letras, dirigido por una maestra y en el segundo el aula de costura dirigido por otra maestra.
 
Para el correcto gobierno de la institución había tres censores: el Rector del Cabildo eclesiástico, el alcalde de Medina de Pomar y el que fuera Prepósito de San Felipe de Neri, a quien sustituyó el Beneficiado más antiguo de Medina cuando aquella institución desapareció. Para cumplir los objetivos de la Fundación Villota se disponía de varias escrituras de censos ya redimidos, la casa colegio y doscientas cincuenta mil pesetas sobre los bienes propios de la ciudad de Santander al tres por ciento, rentando 7.500 pesetas. ¿Es importante hablar de los dineros? No mucho. Pero sirve para explicar una carta publicado en el diario “La fidelidad castellana” donde, bajo el título de “los parásitos” dejaba constancia del retraso en el pago de las dotes y de las dificultades económicas que sobrellevaba la fundación. Decía que no se habían cobrado 50.000 pesetas de intereses del principal de 250.000 pesetas. Eso en el año 1888. ¡Gracias a Dios culpa al consistorio santanderino! Y, desgraciadamente, ese problema con los cántabros parece que fue recurrente. En 1931 se lograban cobrar 31.000 pesetas gracias a la intermediación del Gobierno Civil de Burgos con la que se podían pagar veintitantas dotes. Pero, por no dejar mala imagen, el ayuntamiento de Santander siempre pagaba algo.

Localización de la 
Fundación Villota
 
Los albaceas testamentarios de Ignacio Diaz, María del Rosario Diaz de Saravia -su viuda - y Lucas Ontañon (caballero de la Orden de Carlos III y secretario del Real Tribunal del Consulado de Cádiz) se encomendaron para cumplir la tarea del difunto. Entre los diferentes documentos y escrituras estaban los relativos a Agustín de Villota. Así vemos que Ignacio había comprado una casa arruinada en Medina de Pomar que cae por su frente a la calle principal y por la espalda hacia la parte de Nuestra Señora del Rosario y su campo con su huerta que linda con casa del Duque de Frías, la cual se reedifico después y la fabrico de tres altos al barrio de la puerta de la Villa y que costó treinta y seis mil reales de vellón. Lo hizo para cumplir los deseos de su amigo Agustín. Ignacio Diaz de Saravia disponía de capacidad de obrar concedida por Agustín de Villota en su testamento (09/08/1779) para la creación, en Medina de Pomar, de una escuela de primeras letras y de labores para niñas.
 
¡Muy Justo! Un hombre adelantado a su tiempo que buscaba educar a las niñas, ¿verdad? Pues no. En Medina de Pomar ya había una escuela para niños y niñas. Lo que buscaba Agustín era una educación separada porque pensaba que la convivencia de niños con niñas podía influir contra la buena moralidad y costumbres. Esta misión la heredaron -de rebote- María del Rosario y Lucas fundando esa Escuela para niñas en la que se las enseñase la doctrina cristiana y las primeras letras sin que se admitiese ningún niño varón. Las niñas aprenderían, a su vez, “a hilar, coser, hacer medias, calzetas, gorros y todas las demás labores propias de sexo mugeril como son teger lienzos, cintas de seda e hilo, hacer encajes”.

 
La escritura de constitución de la Fundación Villota contenía una serie de condiciones como que la maestra fuese de buena vida y conducta, de costumbres cristianas y religiosas, capaz por sus propios conocimientos o auxiliada de buenas maestras y libros de instruir, y enseñar a las niñas en la doctrina cristiana y a leer, escribir y las primeras reglas de sumar, restar, multiplicar y dividir. Pasaría un examen del patrono y habría informes reservados de la buena vida y costumbres para los Censores. La maestra tendrá habitación en el piso alto en la casa escuela y ocho reales al día. Habría otra maestra para las labores que se entendían femeninas. Debía cumplir las mismas condiciones que su compañera y el salario diario era de nueve reales de vellón. Algunas de las niñas de la Escuela de leer y escribir podían concurrir a la de labores y, para ello, se adaptaban sus horarios. Todas las niñas empezaban y terminaban la jornada con algún acto religioso por el alma de Agustín de Villota.
 
Si no hubiese sitio para los dormitorios de las maestras estas residirían en una casa adyacente a la escuela que ellas costearían complementando su salario con medio real diario. Patrono y censores determinaban el horario laboral de la maestra tanto “por las mañanas como por las tardes con consideración a las estaciones del año y a lo que se observe en otras escuelas de igual clase”. También vigilaban el cumplimiento de las obligaciones de las Maestras. ¿Incumplimiento? Despido.
 
Las niñas podían llevar a su casa la costura y labores y la maestra no podía cobrar a las niñas por la formación. Pero, si los vecinos de Medina o de otros pueblos hubieran encargado trabajos a la escuela, su importe se repartía -mitad y mitad- entre la Maestra y la niña que hubiera hecho el trabajo.
 
Todos los años, en noviembre, debía honrarse el alma de Agustín de Villota con asistencia de todo el Cabildo Eclesiástico de la Villa de Medina de Pomar y las maestras. Esa ceremonia se celebraba en la Parroquia principal o, si no, en el Convento de San Francisco con asistencia de sus Religiosos. Para costear estas ceremonias el Patrono apartaba 180 reales cada año. La escritura contenía las condiciones de su reparto entre los intervinientes a la ceremonia.

(21/09/1910 El Cantábrico)
 
El Patrono lo sería a perpetuidad y cobraba un diez por ciento del rendimiento líquido que producían los bienes adscritos. Pagaba a los Censores 500 reales de vellón a cada uno. Deducidos todos los pagos anteriores, los Censores, de acuerdo con el Patrono, invertían un máximo de 1.500 reales anuales en comprar material escolar y pagar dotes. Estas eran, inicialmente, de quinientos ducados cada dote. El remanente se tenía que guardar en una caja con tres llaves, para el Patrono, el Rector del Cabildo Eclesiástico y el Rector de San Felipe Neri. Curiosamente no había equidad en el reparto de las dotes. Había preferencia con las parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad con Agustín de Villota. Si no hubiese parientes se adjudicaban las dotes entre las hijas de Medina y sus Aldeas que fuesen o hubiesen sido alumnas de la fundación. La edad mínima para ser dotada eran los 16 años y la máxima era de 30 años. Adjudicadas las dotes, si las chicas no se casaban o no se hacían monjas en los seis años siguientes perderían el derecho y se entregaría el montante a otra muchacha. Al parecer, entorno a 1950 ese plazo rozaba los siete años. Y, según diversas notas de prensa, el retraso excesivo en el cobro era cosa común. Una de las jóvenes que obtuvieron esta ayuda -por citarla como ejemplo- fue romana Fernández Andino que recibió 1.375 pesetas de manos de los Censores Raimundo Zatón y Andrés del Val en 1907. Incluso si fallecía la muchacha antes de recibir el pago, como fue el caso de Modesta del Hoyo García, lo cobraban los herederos.
 
Llevaban un libro de contabilidad, custodiado en el mismo lugar que los fondos de la fundación, donde se incluía el importe de los dotes que se adjudicaban. Además, había otro libro donde anotaban los sobrantes y su aplicación. A final del año los Censores revisaban las cuentas y las firmaban si estaban conformes. En caso de disconformidad podían, incluso, denunciar al Patrono para que corrigiese sus actos y, mientras, quedaba suspendido de la Administración y cobro de las rentas. En su lugar los Censores nombraban un tercero externo para “cobrar dichas rentas y llenar las demás obligaciones del Patrono hasta que este conteste y satisfaga los reparos que le hayan puesto los Señores Censores”. Lo mismo en caso de que el Patrono fuese persona de mala conducta. Piensen que el Patrono custodiaba los caudales. A principios del siglo XX el Patronato radicó en la familia de los Paz que parece que cometieron ciertas irregularidades.
 
Los Patronos procederían de los descendientes legítimos de Teresa de Villota, hermana mayor de Agustín de Villota. Finalizada esta línea se seguiría con los de Francisca de Villota, hermana segunda de Agustín, siempre con preferencia del varón a la hembra y de la mayor edad a la menor por el orden de sucesión de los Mayorazgos de España. No se olvidaron de legislar que sí se extinguían ambas líneas se seguiría por el parentesco de consanguinidad más inmediato a Agustín. Si quien tenía derecho a ser Patrono era mujer esta debía nombrar, con acuerdo de los Censores, a un administrador. Su sueldo era el de la “patrona” con una merma del diez por ciento para ella. Lo mismo cuando el Patrón era varón menor de diez y ocho años o un hombre adulto incapaz de ejercer el cargo.

Heraldo de Zamora
 (10/09/1927)
 
En 1803 aparece un anuncio en el Diario de Madrid ofreciendo dos plazas de maestra. La fundación fue más exitosa que lo que su recuerdo público parece indicarnos. Hubo una época en que gran parte de las mozas de Medina de Pomar pasaron por este centro educativo. Desde la década de 1920 -y quizá antes- fue maestra de esta institución Leonida Diaz-Ufano Valerio, que era zamorana y cobraba 625 pesetas de subvención, seguía allí en 1933 y, dicen, durante la década de 1940. En 1928 sabemos que como profesora de labores estaba Aurelia Rosales y en 1929 Avelina Rosales Zorrilla (aunque podría ser una errata). Tras Leonida cuenta que estuvo la Señora Carmen. Por esas fechas la actividad de formación profesional recaía en Ángeles López- Quintana quien había sido convencida por su jefe, el sastre César Cadiñanos, para cambiar de trabajo y aceptar esta oferta. Angelines vivió, al principio, en su casa familiar de calle Condestable número seis hasta el fallecimiento de su madre Petra. En 1941 se trasladó a vivir a la Fundación. En los años de la década de 1950 el aula formativa operaba bajo el control de Palmira Barros que vivía en las inmediaciones y que había trabajado previamente en la Escuela de Salinas de Rosio.

Diario de Madrid 14/06/1803
 
También consta, durante los años cuarenta del siglo XX, que en esa segunda planta del edificio de "la Fundación" vivía Federico Elías que se dedicaba a dar clases particulares a los chicos de Medina y de los pueblos. De este centro educativo, durante sus últimos años, salieron las chicas de la escuela de letras hacia las escuelas nacionales y viceversa. Hay recuerdo de que era así en 1961. Se ha publicado que chicos más mayores de las escuelas que estuvieron junto al depósito de agua llegaron a pasar a este edificio.
 
En la entrada del centro, sobre su puerta, existía un cartel con la leyenda de Escuela de Niñas. Publicaba Jesús Oleaga que, en las décadas de 1950 y 1960, funcionaba el cine de Acción Católica. También comentaba Jesús en su libro “Fuimos” que “en la segunda planta, habitaba en la década de los años 60 la familia del Estanquillo, Alejandro, Pilar y sus hijos. Pilar tenía sus gallinas y algo de huerta en la parcela y realizaba venta de sus productos en el portal del Estanquillo”.
 
Hay un recuerdo de esta desaparecida institución en el ayuntamiento de Medina de Pomar. En octubre de 1899, cuando se estaba construyendo el actual edificio consistorial, se encargó a Julio del Val, pintor nacido en Villaverde de Peñahorada (Burgos), la decoración del techo del Salón de Plenos. Las pinturas están realizadas al óleo sobre lienzos que se adhirieron al techo. Uno de ellos representa la fundación de Agustín de Villota.

(08/07/1930)
 
Pero Agustín de Villota no solo creó esta institución. Si queremos ver un tercer retazo de su generosidad debemos acercarnos a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario donde hay una imagen de la Virgen del Rosario que fue traída desde Cádiz y regalada a fines del siglo XVII por Agustín de Villota. El suelo del templo es de piedra blanca y también lo pagó Agustín de Villota, según se deduce de la licencia que, para llevarlo a cabo, dio el Vicario de Medina de Pomar el 27 de mayo de 1777. Se dispuso un suelo para enterramientos familiares con un total de setenta y seis huecos en su nave central. No faltaban muchos años para que se prohibiesen los enterramientos dentro de las iglesias.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Fuimos. Una crónica del comercio local. Medina de Pomar 1900-1970”. Jesús Oleaga.
“Apuntes históricos sobre la ciudad de Medina de Pomar”. Julián García Sainz de Baranda.
“Medina de Pomar. Cuna de Castilla”. Inocencio Cadiñanos Bardecí, Emilio González Terán y Antonio Gallardo Laureda.
“La naturaleza del comercio monopolista en el Río de la Plata tardo-colonial.
El caso de Diego de Agüero (1773-1814)”. Mariano Martín Schlez.
Boletín oficial de la Diputación Provincial de Burgos.
Periódico “La fidelidad castellana”.
Revista “El magisterio español”.
Periódico “El castellano”.
Revista “Anuario del Maestro”.
Periódico “Diario de Burgos”.
Revista “Suplemento a la escuela moderna”.
“Fotografías y recuerdos de Medina de Pomar”. Gabriel Fernández Barros.
“Descripción histórico artística de la Catedral de Cádiz”. Javier de Urrutia.
Periódico “Heraldo de Zamora”.