Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 15 de junio de 2025

El campo de aviación de Villarcayo.

 
Hoy hablaremos de un lugar que ha pasado a la pequeña historia de los últimos casi cien años de la merindad de Castilla la Vieja como el “Campo de aviación”. Un sintagma que repetimos los que pisamos la zona sin comprender lo que significaba, empleándolo sólo como un nombre, como si fuese “campodeaviación”, todo junto. ¡Incluso figura así en los mapas oficiales! Cuando de niño empecé a comprender lo que significaban esas palabras no lograba entender por qué hubo un aeropuerto allí. Luego lo supe: la más cercana guerra civil.

Campo de Aviación siglo XXI
 
Nuestra última guerra civil estalla en julio de 1936. La nación se fracciona y -dado que es el tema de esta entrada- con ella la aviación militar. De los aproximadamente 300 desfasados aviones militares españoles, unos 90 quedaron en manos de los rebeldes. Una proporción de cuatro a uno a favor del gobierno. El reparto de los pilotos también fue favorable a la república. Dada la evidente inferioridad, agravada posteriormente por el envío a la II República Española de modernos cazas y bombarderos soviéticos, los facciosos pedirán ayuda a la Italia de Benito Mussolini y a la Alemania de Adolf Hitler. Reclamaban aviones, combustible, repuestos, municiones, bombas, pilotos y personal especializado; y necesitaban trasladar el Ejército de África, al mando de Francisco Franco Bahamonde, para sumarse a las tropas del General Emilio Mola.
 
El 24 de julio de 1936, Franco solicitó al agregado militar italiano en Tánger que Mussolini remitiera, al menos, doce aviones de transporte, otros tantos aviones de reconocimiento, diez cazas y 3.000 bombas, más cuarenta ametralladoras antiaéreas y al menos cinco barcos de transporte. En principio el Duce se negó, pero fue convencido por su yerno Galeazzo Ciano. El 27 de julio de 1936 se ordena enviar doce bombarderos pesados Savoia Marchetti SM-81 trimotores al Marruecos español con pilotos y especialistas italianos voluntarios. Para evitar incidentes diplomáticos, se fingió la venta de los doce aviones, sin insignias, al periodista español Luis Bolín. Las tripulaciones italianas recibieron ropa de civil y documentos falsos. Llegaron solo nueve naves que empezaron el traslado de tropas a la península.

FIAT CR-32
 
Mussolini fue incrementando su ayuda militar mediante aviones, pilotos, especialistas e instructores. El 14 de agosto de 1936 arribaron a Melilla en barco una docena de biplanos Fiat CR-32. Y a finales de agosto, con otros contingentes de CR-32, se formó en Cáceres el Escuadrón “Cucaracha”, que luego se convirtió en el XVI Grupo de Combate. Aún en lo que respecta a los interceptores, en abril de 1937 se formaron el XXIII Grupo “Ace di Bastoni” y el VI “Gamba di Ferro” (Pierna de Hierro). Los CR-32 también equiparán al X Grupo de combate de las baleares y al Escuadrón Autónomo de Caza y Ametralladoras Arrows. En cuanto a las especialidades de reconocimiento táctico y asalto, la Aviación Legionaria Italiana se equipó con los biplanos Romeo RO-37 bis, que formaron el XXII “Gruppo Linci” y, a partir de abril de 1937 fueron llegando los grandes monoplanos de asalto Breda BA-65 que formaron el sexagésimo quinto (65) Escuadrón de Asalto enmarcado en el Grupo XXXV. La aportación italiana en el sector del bombardeo aéreo incluyó noventa y nueve SM-79 más modernos entre otros tipos de aeronaves.
 
En total, durante el conflicto, los "italianos" totalizaron 135.265 horas de vuelo, completando, entre otras cosas, 5.318 bombardeos durante los cuales se lanzaron 11.524 toneladas de bombas y disparando más de un millón de cartuchos de 12`7 mm y 7`7 mm. Actuaron contra concentraciones de tropas, centros ferroviarios, viales y logísticos del enemigo, los principales puertos y las ciudades en manos de los republicanos. A pesar del artículo 25 de la convención de La Haya de 1907 que prohibía el bombardeo de localidades o viviendas que no estuviesen defendidas por tropas armadas.

Campo de Aviación de Villarcayo-Villacanes en 1946
 
Para la ejecución de la tarea que acabamos de indicar en el Frente Norte fueron necesarios varias zonas de aterrizaje. En nuestro caso el Campo de Aviación de Villarcayo. Un Campo de aviación es una zona del terreno aplanado donde se realiza el despegue y aterrizaje de aeronaves. Sin mucha infraestructura, las avionetas aterrizan aproadas al viento y donde, como mucho, puede encontrarse una manga de viento.
 
La pista de Villarcayo surgirá tras el descalabro italiano en la ofensiva de Guadalajara de marzo de 1937. Una gran parte de los efectivos del CTV -las tropas italianas- fue enviado al norte de Burgos y alrededores en previsión de la ofensiva destinada a suprimir la zona norte republicana. Tendremos por aquí pululando 25.000 soldados italianos hasta el 14 de agosto. La Aviación legionaria se desplegará en las bases aéreas de Vitoria, Saldaña, Logroño y Villarcayo. La nuestra fue construida en la primavera de 1937 sobre tierras de cultivo expropiadas a las localidades de Villarcayo, Villacanes y Cigüenza y operada, únicamente, por unidades de la “Regia Aeronautica”. En la tarea de acondicionamiento, participaron vecinos, incluidos los de la cercana Medina de Pomar. “Durante un par de semanas, acudió mi padre, como “voluntario forzoso” a trabajar en la explanación de dicho campo. Salía al amanecer de la granja, llevaba comida y no volvía hasta la noche” contaba un entrevistado a Carlota Martínez.

Valerio del Campo junto a un Chirri 
de la escuadrilla "Pierna de Hierro"
 
En el aeródromo de Villarcayo habrían estado destinadas la trigésimo primera y trigésimo segunda escuadrillas de cazas bajo el mando de los comandantes Mezzetti y Mariotti. Pilotarán el Fiat CR-32 que era un caza biplano monoplaza equipado con dos ametralladoras de doce milímetros. En España estos aparatos fueron conocidos por su apodo de “Chirris”. El otro modelo desplegado en este aeródromo sería el RO-37 (Romeo 37), que realizaba labores de observación escoltado por CR-32. Del Romeo estuvieron dos “squadriglias”: la centésima vigésimo octava (128) y la centésima vigésima (120).
 
Los Fiat CR-32 no fueron interceptores muy rápidos, pero derribaron casi el cincuenta por ciento de los aviones republicanos, incluidos cazas I-15 (Chato) e I-16 (Mosca o Rata) soviéticos. Y eso que los I-16 superaban técnicamente a los He-51 y los CR-32, aunque fueron superados por los ME-109 alemanes. En concreto, en la primavera de 1937, los republicanos contaban en el frente de Vizcaya con una veintena de Chatos operativos, cifra muy similar a los Chirris y ME-l09-B existentes en Vitoria. Durante la guerra los aviones de la Legión Italiana destruyeron 943 cazas, bombarderos y aviones de reconocimiento republicanos y de los aproximadamente 730 aviones utilizados por Italia, quedaban 276. En mayo de 1939 los italianos vendieron sus vehículos al ejército vencedor y regresaron a su país.

Romeo-37
 
Los cazas asentados en Villarcayo solían salir en labores de escolta de los aviones procedentes de otras bases aéreas como en el caso del 12 de julio en el entorno de Cilleruelo de Bezana. Allí seis aparatos SM-81, escoltados por los Chirris de Villarcayo, incendiaron el bosque en tomo a Virtus, la estación de Soncillo, Cilleruelo de Bezana y el puerto del Escudo.
 
Por su parte, los RO-37 al finalizar la batalla del Ebro se incorporaron a la aviación española, en la que cumplieron servicio durante más de dos décadas. Este modelo era biplaza y estaba equipado con dos ametralladoras frontales de 7`7 mm y otra móvil dispuesta en la cabina trasera. Estaban diseñados para transportar hasta 12 bombas de 15 kilos. De los veinticuatro aparatos que fueron enviados a España, el ejército italiano perderá cinco, uno de ellos en Villarcayo.

Gamba di ferro 

El recorrido de los Romeo hasta llegar a Las Merindades partió de Guadalajara, luego el aeródromo de Lacua (Vitoria) y, posteriormente, estas “squadriglias” fue trasladada al aeródromo cercano a Logroño de Recajo. Los primeros aeroplanos llegan a Villarcayo: Once CR-32 el diecinueve de junio desde Salamanca y cinco RO-37 desde Logroño al día siguiente. El seis de julio llegará otro CR-32. Ya el diez de agosto se enviaron diez RO-37 desde la base de Vitoria y otros dos desde Logroño. Al día siguiente lo fueron nueve RO-37 desde Logroño y el trece llegaron cinco CR-32 desde Saldaña, todos necesarios para la operación de asalto a Santander. El lunes 16 de agosto despegaron de Villarcayo quince RO-37 para bombardear Corconte lanzando 300 bombas de 12 kg cada una. En 17 de agosto las tropas italianas llegaron a Orzales y conquistaron su aeródromo. A partir de ese momento, este aeródromo fue utilizado por la Aviación Legionaria Italiana y la aviación franquista en su avance.
 
Los RO-37 volaron misiones casi a diario durante su estancia en el aeródromo de Villarcayo. En esas acciones recibían cobertura y protección de los CR-32. Esto no evitó que se produjeran algunos accidentes. Por ejemplo, el 17 de agosto, en plena ofensiva, El RO-37 de Giuseppe Malvico y Giorgio Busa colisionó con el caza CR-32 de Adamo Giuletti mientras ambos intentaban aterrizar en Villarcayo. Dos de ellos tenían el rango de teniente y aunque fueron trasladados rápidamente al hospital de Villarcayo, no se pudo hacer nada por su vida. Ese hospital militar estaba en la calle San Roque. Los restos de una avioneta quemada quedaron muchos años en el imaginario de los vecinos del lugar.

Capitán Ernesto Botto
 
Hay que destacar el paso de una eminente figura de la aviación internacional por este aeródromo, como fue el Capitán Botto, conocido por su apodo “Gamba di Ferro”. Llegó a España en abril de 1937. El VI grupo cazas se configuró el 3 de mayo y el mando fue otorgado al mayor Eugenio Leotta (Apodado “Leonello”) quien moriría en combate al final de la Segunda Guerra mundial. El grupo consistió en las dos “squadriglias” citadas: trigésimo primera (31) comandada por el capitán Luigi Borgogno (apodado “Berigni”) y la trigésimo segunda (32), comandada por Botto.
 
El grupo en general se denominó primero Leonello, por su comandante, y más tarde Diavoli Neri. El 5 de julio fueron trasladados de Soria al aeródromo de Villarcayo. El 10 de julio se bombardeó la zona de Villaverde de Trucios en una acción combinada. Doce bombarderos Savoia S-81 del grupo vigésimo primer Stormo BT partieron de Soria y enlazaron con la escolta de cazas Chirris CR-32 del grupo VI C.T. de Villarcayo.

 
La ofensiva sobre Cantabria se inició el 14 de agosto, teniendo el CTV como primer objetivo la captura del puerto del Escudo, en torno al cual se produjeron feroces combates, para lo cual fue preciso el vuelo casi constante de la Aviación Legionaria para batir las líneas defensivas republicanas y escoltar a los pesados bombarderos Breda. El 16 de Julio comenzaron los enfrentamientos en torno al monte de La Maza, donde el capitán Botto y cinco cazas más, en una de las labores de escolta de los RO-37, fueron atacados por aparatos soviéticos, pero salieron ilesos. Los enfrentamientos fueron constantes. Durante la ofensiva de Santander Botto llegó a volar hasta cinco misiones al día. Las condiciones atmosféricas parece que dificultaron las operaciones de la aviación, aunque en el día 20 se registró un enfrentamiento entre miembros del sexto grupo de caza y varios aparatos de la mermada aviación republicana en el norte.
 
Las operaciones finalizaron para el 23 de agosto de 1937 y el 28 de septiembre serían enviados del Frente Norte al frente aragonés debido a las graves pérdidas de la aviación republicana en el norte, reducida a dos patrullas de Polikarpov I-16 y unos cuantos Polikarpov I-15. El día 24 se logró ocupar Torrelavega, ese mismo día las fuerzas republicanas deciden evacuar Santander y retirarse hasta Asturias y tras una breve pausa para reagrupar y organizar a las unidades, el 26 se ocupó Santander. Ese día llegaron desde Sevilla dos CR-32 a Villarcayo. Lo que contrasta con el traslado de veintiún CR-32 hacia Alfamen y diez RO-37 hacia Vitoria. En los once días de ofensiva se estima que la aviación legionaria realizó en conjunto 2.771 salidas, se arrojaron 453 toneladas de explosivos y derribaron a cerca de 50 aparatos republicanos.

 
Entre otros pilotos marcharon a Aragón el capitán Botto; el sottotentente Vittorio Barberis (alias Vittorio Fantini) que moriría en el frente de Aragón; el sargento Gaetano Bartolini que llegó a Villarcayo el 5 de julio y el 6 de agosto mientras escoltaba a unos RO-37 sería sorprendido por un grupo de chatos y ratas del que consiguió escapar con vida; y el teniente Edoardo Molinari Maggiore, que también habían realizado misiones de escolta desde Villarcayo de los RO-37.
 
Otro miembro de la “Gamba di Ferro” fue Valerio del Campo quien nos cuenta que los pilotos se levantaban para volar sobre las posiciones enemigas antes del amanecer y que “el 5 de julio, habiendo hecho las maletas, volamos hacia Villarcayo en el frente de Santander y finalmente nos encontramos en la zona de operaciones reales. Sabíamos que ese frente era bastante duro y que los oponentes eran feroces; algunos de nuestros camaradas de otros escuadrones ya habían luchado en batallas dignas de ese nombre y algunos habían perdido la vida. También sucedió que algunos de nuestros hombres habían derribado un avión civil lleno de gente pobre que tenía muy poco que ver con la guerra. En cualquier caso, teníamos que mantener los ojos abiertos y esperar el primer choque día a día. Los primeros días nos acomodamos un poco realizando vuelos de escolta de bombarderos en las zonas de Soncillo, Puerto del Escudo, Santander y el frente de Vizcaya. Fueron vuelos traicioneros porque estaban muy dentro de las líneas enemigas y un simple fallo habría sido suficiente para ponernos en manos del enemigo. Sin embargo, desde el punto de vista turístico había algo interesante, ya que la gran costa atlántica era agradable, sobre todo si se llegaba a ella a través de colinas sobrevoladas a baja altura. Santander, situada junto al mar, estaba rodeada por un ligero velo de niebla provocada por sus plantas industriales, pero debió ser una ciudad característica y tranquila con su paseo marítimo y las verdes colinas que la rodeaban y el océano azul oscuro.

Valerio del Campo en el 
Campo de Aviación de Villarcayo.
 
En Villarcayo nos hospedamos en un pequeño hotel donde Nati, nuestra bastante guapa camarera, se esforzaba por atendernos, un grupo de gente sin escrúpulos y de buen humor, sonriendo ante las ocurrencias e insinuantes bromas que todos le hacían entre pellizcos mientras, ocupados con los platos de gama, no pudo defender su retaguardia. Al fin y al cabo, ella también contribuyó en todo lo que pudo a que el ambiente fuera alegre y no carente de mucha alegría y ausencia de preocupaciones. Mi querido amigo Tinti y yo pasábamos nuestro tiempo libre en un bar donde escuchábamos canciones en inglés y aprendíamos español con unas chicas locales temerosas. Por la noche, todo terminaba en jolgorio y muchas veces hasta la vajilla y los platos volaban por el comedor, que al final quedaba reducido a un montón de chatarra. Eran formas de exuberancia exagerada, a veces de entusiasmo forzado que ciertamente no agradó ni siquiera a los españoles; pero hubo entre nosotros muchos ejemplos de esa juventud fascista que, para alabar al gran líder y a la guerra, dieron rienda suelta a sus orgullosas intenciones y expresaron su fe indiscutible en el gran líder y en la causa aún mayor, destruyendo todo lo que encontraron a mano”. El teniente Valerio del Campo fue promovido a capitán en noviembre y fue galardonado con una medalla al valor militar durante la campaña española.
 
Los aviadores disponían de dos uniformes: el de vuelo y el de paseo. El de vuelo lo constituían dos prendas principales, la cazadora y el pantalón ambos de color caqui con un forro interior desmontable de gruesa lana. Los pantalones serían de anchas pecheras y tipo bombacho. Todo estaba fabricado por la casa “Maus” de Turín. Las gafas en cambio estaban fabricadas por la firma “Protector”. El gorro, unos guantes y un pañuelo completaban el uniforme. Como calzado tendrían que haber llevado las botas de vuelo forradas en piel de cordero, pero preferían el uso de los zapatos del uniforme de paseo. Asimismo, en una funda de cuero guardaban los mapas de las operaciones. Por el contrario, el uniforme de paseo estaba compuesto tanto por una guerrera como por un pantalón y gorro de confección italiana siendo muy similar en color al español. La corbata era caqui y la camisa verde. La guerrera se diferenciaba de las españolas principalmente por tener costuras diferentes en las mangas y por tener una doble hebilla en el cinturón.

Savoia Marchetti S-81
 
Con la calma del Frente Norte tras la caída de Gijón el 21 de octubre de 1937, las tropas nacionales marcharán a Aragón. Esto hizo inútil el aeródromo de Villarcayo que sería abandonado. Recuerdo, ya a finales de los años setenta del siglo XX, una estructura rectangular de hormigón, con escalones en ambos extremos que descendían poco menos de un metro en la tierra, llena de basura cuya funcionalidad en ese descampado no llegaba a comprender. Hoy creo que pudo ser parte del aeródromo.
 
Finalmente, una reflexión: es curioso que sigamos llamando este lugar, tras más de 80 años, con el nombre de una actividad que duró menos de seis meses.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Arrasaré Vizcaya. 2000 bombardeos aéreos en Euskadi (1936-1937)”. Xabier Irujo Ametzaga.
“El pensamiento aeronáutico de la aviación nacional en la guerra civil 1936-1939”. José Sánchez Méndez.
“La Presencia italiana en la Guerra Civil Española: El Corpo Truppe Volontarie en la provincia de Burgos”. Carlota Martínez Sáez.
“Breve historia de la aviación legionaria italiana en España 1936-1939”. Alberto Rosselli.
 Associazione Culturale 4 Stormo. 
“Viento fuerte del Norte. Los bombardeos italianos en Las Encartaciones, Las Merindades y Cantabria”. Javier de la Colina Aranceta, Javier de la Colina Menéndez y Fernando Obregón Goyarrola.
 

  

domingo, 8 de junio de 2025

Hemos leído “Villarcayo de MCV, 50 años de la fusión de 2 municipios”.

 
 
Esta semana pasada se ha estado celebrando los cincuenta años de la fusión de los ayuntamientos de Merindad de Castilla la Vieja y de Villarcayo para formar el actual. Estos días se han preparado visitas a las iglesias de numerosas pedanías, ha habido exposiciones y numerosas charlas y presentaciones.

 
Es ahí donde encuadramos la presentación del libro que traemos. Su autor es Jesús Eugenio Martínez González que ya tiene en su haber la obra titulada “Villarcayo Nela C.F. 50 aniversario 1973-2023”. No encontrarán su nombre en la portada sino escondido en una página interior.
 
El libro es de gran formato con abundantes fotos y facsímiles de documentos de la unión. Interesantes los documentos que nos reciben en sus primeras páginas donde leeremos parte de la intrahistoria de los pasos para la fusión. Resulta enternecedor encontrar textos escritos con aquellas ya olvidadas máquinas de escribir o -¡mejor aún!- manuscritos. Después, sucesivas columnas nos detallan, acompañadas con fotografías del momento, cómo fue la unificación.
 
Tras conocer a los distintos alcaldes del nuevo ayuntamiento en estos cincuenta años se revisarán las diferentes legislaturas que llenaron esos cincuenta años. Picará usted en las sorpresas que sucedieron y permitirá a la memoria repescar situaciones olvidadas: inundaciones, fiestas… o aquella candidatura formada por mujeres que, en aquellos lejanos “ochenta”, sorprendió en toda España.  

 
Los recortes de prensa de cada momento nos harán pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Y en lo que fue y nos enfadó o alegró. El libro no se olvida de los pueblos y de sus documentos, ni del equipo de futbol o de la escuela de música.
 
Editado por el ayuntamiento resulta una propuesta atractiva para rememorar cómo fuimos y cómo somos comentándolo en familia o con amigos. Un compendio de recuerdos siempre presente en nuestro salón cómo el álbum de fotos.
 
 
 
 

domingo, 1 de junio de 2025

Las letanías de Micaela Varona en su tiempo.

 
 
El diccionario de la Real Academia de la lengua española dice que la letanía es una oración cristiana que se hace invocando a Jesucristo, a la Virgen o a los Santos como mediadores, en una enumeración ordenada. Procede de la palabra griega “litanéia” que significa súplica. Es correcto, pero también es un acto de insistencia larga y reiterada. De forma coloquial, claro. Y, seguro, que piensan que esta serie sobre la monja villarcayesa es algo parecido a una letanía, ¿verdad?

 
Las letanías tienen una prolija tradición que permitía dar voz al pueblo en procesiones y rogativas. En su forma más antigua, las invocaciones son de carácter concreto y utilitario: “¡San Fulano, ruega por nosotros!; De peste, hambre y guerra, líbranos, Señor”; etc.
 
Por ejemplo, ¿a que les suena esta?:
 
“Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial,
(Respuesta) ten piedad de nosotros”.
 
Las letanías proceden de los primeros siglos de la cristiandad. Como han recordado al leer la arriba escrita, eran súplicas dialogadas entre sacerdote y fieles, y también se rezaban en las procesiones. Al principio eran súplicas dirigidas a Dios y con el tiempo se añadieron invocaciones a santos y a la Virgen María.
 
Durante la Edad Media el género evoluciona y aparecen letanías laudatorias, al estilo de las aclamaciones militares imperiales, donde cobra relieve la definición, la calidad y el elogio del invocado. Las más antiguas letanías a María propiamente dichas se encuentran en un códice de Maguncia del siglo XII titulado “Letania de Domina Nostra Dei genenetrice Virgine Maria. Ora valde bona, cotidie pro quacumque tribulatione dicenda est”, con alabanzas largas y en cada verso repitiendo el “Sancta María”. El ejemplo mariano más popular es la letanía llamada Lauretana -del santuario mariano de Loreto (Italia)-. En ella tenemos una serie de metáforas sacadas algunas de la Biblia y otras fruto del entusiasmo poético. Esta letanía mariana, en versión depurada, tuvo la aprobación del Papa Sixto V (1587), relacionándola con la devoción del Rosario. No debe olvidarse la función pedagógica de dicha letanía, o la del Nombre de Jesús, a modo de reparación y correctivo al difundirse la fea costumbre de la blasfemia. Esa Letanía Lauretana puede verse como un compendio del conocimiento hagiográfico popular de la Virgen María. La proliferación de letanías incontroladas, incluso extravagantes, llevó a la Santa Inquisición, en 1601, a refrenar la espontaneidad de los autores y cerrar el número de letanías aceptadas, aunque pronto hubo presiones para que la Congregación de Ritos aprobase algunas más.

 
Con los años las letanías avanzaron a ser casi parte del corpus teológico. Seguían buscando la contemplación emotiva de altos misterios: la eucaristía, la pasión de Jesucristo, los atributos divinos... pero de forma locuaz y fulgurante. Así Micaela Jerónima Varona dejó escrita una letanía teológica titulada “Heloxios” (elogios) a la Santísima Trinidad. Escribió: “Trátase de sus divinos atributos en general, y peticiones afectuosas; y en particular, de los misterios de la Pasión de Cristo, y del misterio del Santísimo Sacramento, y del Espíritu Santo. En forma de letanía. Se ha de responder a cada verso: “Todos te conozcan y te amen”.
 
Padre piadoso, Autor de la gracia,
Divino Amor mío, dulzura de las almas,
Señor Enamorado, que de amor eres todo,
Todo lo puedes y nada dificultas,
Medicina que curas toda llaga,
Imán que atrae a Ti los corazones,
Señor, que a los más pobres enriqueces,
Pastor divino, que entre los breñosos riscos buscas tus ovejas
………………………………….”
 
Esta letanía debía desarrollar el misterio trinitario discurriendo por cada una de las tres Personas: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Y aunque la parte de la súplica cede importancia a la enunciativa, nos encontramos que, a partir de cierta invocación, la respuesta “todos te conozcan y te amen” se vuelve cansina y se cambia por “abrásanos, Señor, en ese amor”. Se produce un nuevo cambio en la tercera sección, dedicada a la devoción eucarística, teniéndose que responder “en tu gracia todos te recibamos”.

 
En tiempo de Micaela la herejía de moda todavía era el jansenismo. Su nombre procede de Cornelio Jansenio (1585-1638), un obispo de Yprés (Bélgica) autor del libro teológico “Augustinus” que era un estudio de la doctrina de san Agustín acerca de la influencia de la gracia divina para obrar el bien, con mengua de la libertad humana. La gracia de Dios es concedida o rechazada de antemano, sin que las obras del creyente, puedan cambiar la suerte de su alma. Esta visión de la salvación se opone a la de los jesuitas, que defienden una gracia divina suficiente, que da al hombre todo lo que le es necesario para hacer el bien, pero que no puede tener efecto sino por la sola decisión del libre arbitrio.
 
¿Tanto duró la moda jansenista cómo para afectar en tiempos de Micaela? Pues sí; la razón de tanta vitalidad fue que, como en la polémica arriana, se enredaron cuestiones ajenas al problema inicial. En tiempos de fray Melchor y de la madre Varona, el jansenismo era más bien un movimiento intelectual ilustrado y reformista eclesiástico con ribetes políticos. Y bajo este aspecto, en la crisis social de la Compañía de Jesús, que terminó con la expulsión de los jesuitas de muchos países y, finalmente, con su supresión por el papa franciscano Clemente XIV (1773), el mote de “jansenista” se usó como sinónimo de antijesuita.
 
Lo que quedó fruto de esa polémica en muchos conventos de monjas fue un poso de desazón. Tanta práctica religiosa, tanto rezo larguísimo en el coro, las devociones, penitencias y privaciones de regla, ¿para qué servían? ¿aseguraban de algún modo la salvación? ¿se podía comulgar sin cometer sacrilegio? El reducto más típico del jansenismo teológico fue el monasterio de Port-Royal des Champs, cerrado y demolido finalmente por orden de Luis XIV (1709-1710), para contentar a los jesuitas. Estos por su parte promocionaron una devoción especial, el sagrado Corazón de Jesús, como supuesto antídoto frente al virus jansenista.

 
La nueva devoción se divulga en Francia, sobre todo a partir de santa Margarita María de Alacoque, antigua alumna de las clarisas y luego monja salesa, que en 1673-1674 tuvo una serie de revelaciones. La dinastía francesa, la del nuevo rey de España Felipe V, trae también su devoción al Corazón de Jesús a España. Entre las preocupaciones de Micaela, en su correspondencia, ocupan lugar importante las nuevas devociones. Por ejemplo, la carta de 15 de febrero de 1732, donde se hace referencia al papa sin citarle (Clemente XII), nombrando en cambio al rey don Felipe V, la ocasión es cierta devoción a San José, los viernes de 4 a 5 de la tarde, pidiendo por las intenciones del pontífice y del soberano.
 
Gracias al Altísimo el jansenismo no tocó Santa Clara de Medina. Las cartas de la madre Micaela sugieren una práctica eucarística normal, con las monjas comulgando a menudo. Nuestra protagonista en sus invocaciones revela su tendencia a un misticismo abstracto, trascendental, donde se aprecia cierto matiz determinista, atemperado en expresiones cálidas de confianza. Sólo en la oración final de rigor hay una mención explícita de la “gracia eficaz” sin mayor énfasis; gracia que en todo caso se da y no se niega a quien la quiere, como reza una de las invocaciones. Por lo demás, mantras en verso, desgranando un poema místico:
 
“Señor que das la gracia a quien la quiere:
nadie quitarte puede lo que es tuyo,
nadie te puede dar ni quitar nada,
pues Tú a Ti mismo debes lo que tienes.
 
Eres un solo Dios en tres Personas,
una esencia divina en ti contienes;
distintos son los nombres y personas,
y una sustancia encierras.
 
Tres las Personas, todas tres iguales...
 
Haz que todos te gocen, vida mía
 y no permitas que nadie se pierda.
 
Luego, según el programa, la referencia a Dios muta a una devoción más centrada en Cristo, más efusiva:
 
“Señor que estás rogando con tu amor;
convidándonos tú con el remedio.
Tú que nada de nadie necesitas,
sólo para favorecernos nos pretendes.
¡Sazónanos a todos con tu amor!
¡Oh qué dicha, Señor, que Tú nos comas!
Señor, siempre celoso de las almas,
Galán que andas rondando nuestras puertas:
Por tu amor, el morir no será mucho...
No puedes darnos Tú más que a ti mismo.
¡Quién supiese comerte cada día! ¡
Quién antes de ofenderte, aun en lo leve,
escogiera el morir una y mil veces!
Pan que estás amasado
con la más pura y más virginal leche...”
 
Toda letanía empieza por el Kyrie Eleison (una petición a Dios para que se compadezca de los hombres) y termina por una Oración deprecatoria. Esta de la madre Micaela Jerónima Varona pide “que a todos nos des los auxilios eficaces de la divina gracia”.
 
Bibliografía:
 
“El compás de Santa Clara. Viaje entretenido por un archivo de monjas castellanas”. Jesús Moya.
www.vatican.va
Blog “miel y langostas”.
Real Academia Europea de Doctores.
La Croix en español.
 

domingo, 25 de mayo de 2025

Micaela Varona, monja, poeta y escritora (1675-1740).

 
 
En la anterior entrada conocimos la vida de Micaela Jerónima Varela. En esta hablaremos de su obra que es la única producción literaria conocida en el monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar. Esto es importante porque la literatura femenina en lengua castellana fue mínima hasta el siglo XIX. La mayoría de escritoras hasta el siglo XVIII son monjas, como Micaela, y, todavía, en la centuria de 1801 a 1900 un tercio de las autoras fueron religiosas.
 
Lo primero que dejaremos claro es que Micaela Jerónima no está a la altura de escritoras místicas como sor María de Agreda (1602-1665) o sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). Aun así, le abrimos nuestro espacio por cuestiones de amor a la patria chica dando a conocer algunos escritos de esta hija de Villarcayo que pasó la mayor parte de su vida en Medina de Pomar. Empezaremos con estos versos del “Dulce Nombre de María” (1723):
 
(Estribillo) “Vaya de gozo, vaya de alegría,
pues es nuestra grandeza
el Nombre de María”.
 
(Coplas:) “María llena de gracia,
pues así lo simboliza
el nombre que le pusieron
y en el cielo así está escrita.
 
María, que misterioso
su nombre dice divina,
porque ser Madre de Dios
y de Dios lo que es María...
 
María, Madre de Dios,
do sólo Él sabe la enigma,
y lo que nos da a entender:
es llena de Dios María.
 
Sus atributos son grandes,
participación divina,
pues todo lo que no es Dios
es cierto que lo es María...
 
De la esclavitud tirana
nos libertó a la hidalguía,
y de esclavos de la culpa
nos adoptó hijos María.
 
Con esta Madre de Gracia
dejamos la bastardía,
y de su grada queremos
tener la gracia divina.
 
Pues sí, por hijos de Adán,
la malicia nos inclina,
ésta nunca pudo tanto,
queja la venció María.
 
Si la ignorancia hizo culpa,
fue el engaño la malicia:
fue envidia de la serpiente,
pero supo más María.
 
Si la culpa fue de Adán
y Eva fue su costilla,
María nos dio la grada
con el Dador de sí misma.
 
Si analizamos someramente el texto vemos como Micaela vincula Pecado, Ignorancia y Engaño, siendo el primero la suma de los otros dos. Nuestra monja nos dejó versos algo tardíos, pero porque su proyecto vital fue escribir prosa mística. De todas formas, cultivó una poesía tan sencilla como lo era ella y que encajaba en su convento donde se practicaba la música vocal e instrumental -cuarteto de órgano positivo, clavicémbalo flautado, violín, arpa-, más el teatrillo sacramental de monjas para monjas y un círculo de amigos. Su influencia social fue nula por lo que resulta difícil entender la represión clerical, con amenaza de la Inquisición, por escribir lo pensado. Solo se le permitió, después de la reprimenda, escribir letrillas devotas. Micaela reaccionará pasándose a la clandestinidad y, con ayuda de algunos capellanes, consiguió sacar adelante algo de su proyecto místico.

 
Pero no nos adelantemos y volvamos a la producción poética conservada de Micaela, que se halla en hojas sueltas. Una de las composiciones, “Letrillas a Santa Clara”, tiene dos copias fechadas en 1724. Es un romance en 60 cuartetas a modo de aleluyas. La poetisa repite retruécanos (por ejemplo: “Hay gente que ríe en el baño y yo me baño en el río”) y juegos de palabras que ya usó el autor de la Bula de canonización de Clara en 1255. La fiesta de Santa Clara (12 de agosto) solía celebrarse en Medina con un día de asueto al aire libre, que por aquel entonces incluía un extraordinario de chocolate y otras golosinas, con algo de vino blanco, por cuenta del fondo común, más alguna propina ofrecida de su peculio por la madre abadesa. Ese sería el entorno de lectura de este poemilla y su público -monjas y alguna criada- lo aplaudirían entre los frutales del huerto:
 
Luz hermosa y luminosa
se intitula la Matriarca,
planta fértil que da frutos
con las luces de la gracia
 
Clara y tan esclarecida,
que hija de la luz se llama,
y a todas luces tan bella
se manifiesta, que es Clara.
 
En el rumbo de señora
goza privilegios Clara,
y el lustre de su nobleza
con timbre de humilde ensalza.
 
Su nombre es tan soberano
y de Dios tan allegada,
que como otro girasol
sigue al Sol, en quien es Clara
 
Sus luces son esplendores,
y en sus candores tan clara,
que mirando al Sol de cerca
su vista en el Sol se para.
 
Su virtud es singular
en un todo, toda santa,
y sus realces tan altos
los anivela la gracia.
 
Por mejor servir a Dios
renunció pompas y galas,
las espaldas volvió al mundo
y siguió a Cristo con gala.
 
Desde sus niñeces fue
esta virgen consagrada,
toda al gusto de su Esposo,
y así fue tan pura Clara.
 
Vistióse bien del cilicio
de san Francisco la gala,
con quien trató sus designios,
y éste la hurtó de su casa.
 
En todo fue tan prudente,
tan discreta como sabia,
porque en la escuela de Cristo
salió maestra consumada.
 
Estudió bien los primores
para salir enseñada
en la práctica divina
de las virtudes más altas.
 
Fue tan heroica en pobreza,
que todo lo miró nada
y sólo una prenda tuvo
de que fue asida y prendada;
 
Joya de tanto valor
de quien fue unida y clavada
con Cristo crucificado
y en éste crucificada.
 
Prenda de su corazón
tan amante y apreciada,
que robándole el amor,
en ella se estampa Clara.
 
Porque todo lo dejó,
halló la escondida dracma
y la guardó como supo,
por ser en todo acertada.
 
Supo muy bien lo que hizo
y así no tuvo ignorancia,
porque a las luces del Sol
se miró y remiró Clara.
 
…………………………
 
Así acabó en esta vida
la que así vivió tan santa,
y Clara voló a la gloria,
a ver a Dios cara a cara.
 
Y así se fue para siempre
a descansar a la Patria
de las fatigas de amor
con que se corona Clara.
 
En su testamento deja
con su firma afianzada
herederas a sus hijas
de las mejores alhajas.
 
Las hipotecas son buenas
y aseguran bien las mandas:
la Regla y Constituciones,
que las observen encarga.
 
Gócese por infinito
la que fue tan grande santa,
y su memoria gloriosa
celebren sus hijas claras.
 
Y pues tienen tan gran Madre,
imítenla como sabias,
prudentes, como discretas,
y así irán a acompañarla.
 
Perdonadme, Santa mía,
lo corto en las alabanzas,
y recibe de mi afecto
lo que al discurso le falta.
 
Y pues fuiste en todo grande
y en la más altura te hallas,
alcánzame de tu Esposo
los auxilios de su gracia.
Año de 1724.
  
La iluminación del Altísimo fue más por el lado de la prosa: Micaela escribió cartas espirituales y textos heterogéneos. Todo ello en una pila de legajos copiados con poco esmero y revisado por su director espiritual. No era rara esta intromisión porque hasta Teresa de Jesús sufrió la pedantería de fray Diego de Yepes o de Jerónimo Gracián. Por supuesto, la temática de Micaela es espiritual sin concesiones a los sentimientos personales o a la salud que, cuando llega a comentarse, se contempla bajo luz ascética.

 
Sus cartas van dirigidas a otras monjas. La difícil ortografía (división arbitraria de palabras, abuso de la “h”, seseo, alteración de letras) y sintaxis (cada pieza suele ser una tirada corrida sin signos de puntuación), más el uso de anacolutos -inconsecuencias en la construcción del discurso- hacen difícil tener una trascripción ajustada.
 
En esta carta de 1733 nos nombra a fray Melchor Fernández como cronista, no se dice si del convento o de la provincia franciscana. Este fraile será muy importante para que los textos de Micaela nos llegasen:
 
“¡Viva Jesús en nuestros corazones!
Muy Señora mía y amada en Cristo:
Recebí la de V. m. por medio del portador, el Rdo. P. Coronista fray Melchor Amigo, persona de mi singular estimación y afeto que venero, estimo es y será de mi mayor confianza hasta la eternidad, y quedo con la obligación de hacer lo que V. m. me encarga, de pedir al Todopoderoso y sapientísimo Señor le dé la luz y acierto para ejecutar aquello que su divina Majestad mejor sabe que conviene para su mayor honra y gloria, la cual se encierra en el cumplimiento de su santísima voluntad, cuyo efeto es el fin que en todo debemos desear y determinar en todas nuestras operaciones. Y pues su infinita Bondad tiene el agrado y gusto de hacernos en todo bien su voluntad es cierto que es de comunicársenos por el mismo amor que a sí mismo se debe, en quien debemos confiar y pedir, y V. m. se sabrá hacer cargo mejor y obligar a su divino Esposo, para conseguir lo que desea determinar de su honra y gloria.
Yo soy la más indigna criatura, etc.
Marzo 1 de 1733”.
 
Resulta curioso la abundancia de lugares comunes y el abuso de perífrasis religiosas que pueden producirse porque, sencillamente, sea la forma común de hablar en el convento o porque las monjas asumen que es la forma en que tienen que comunicarse con otras religiosas y con los seglares.

 
Vayamos a otra carta. Esta del año 1734 donde Micaela nos introduce en el fastuoso mundo de las reliquias de santos:
 
“Jesús María Joseph.
Muy Señora mía en Cristo amada, cuyo amor intimado viva trasformado, cuyo vivir de amor suyo sea, como decía san Pablo, “ya no vivo, porque vive Cristo en mí...”. Señora mía: yo confieso que soy de verdad insuficiente para todo. Por eso he dejado de responderla hasta ahora, y porque la salud ha sido tan adversa, que no me ha dado lugar su cortedad para coger la pluma, sea Dios alabado, pues sólo para asistir a mis obligaciones aun ando falta de tiempo. Porque los dolores me impiden y me sugieren tanto, que no lo puedo expresar, sí sólo que me quejo mucho y es todo poco o nada lo que padezco, porque es misericordia del Señor todo. Y si supiera o acertara a servirle en algo, no fuera ocioso el penar; mas no ignoro que mis deméritos no tienen valor, ni sé de virtud, porque me falta el saber obrar como debo.
 
Y así, amiga mía, mal podrá prestar aceite para la lámpara quien sin ella tiene tan apagada la propia. Y esto soy yo, para que V. m. no se engañe, y deponga el conceto, sino sólo de saber que soy la más necesitada de todas las criaturas y más miserable y indigna, para que así con todas veras me encomiende a Dios, y le pida por mis grandes nesidades, que yo en mis pobres oraciones lo hago, la correspondo, aunque con la desigualdad de mis tibiezas.
 
Recibí el velo que me remiti en la suya y estimo su afecto, y mucho más el que me encomiende en sus oraciones. En cuanto al darle culto por reliquia, no se puede, hasta que nuestra Santa Madre Iglesia le dé que sea gran santa, es creíble, y que la virtud del Todopoderoso obre milagros, mas no podemos por fe divina sino humana crer más, hasta que el Señor lo disponga.
 
Yo tengo reliquias y he repartido muchas a diferentes personas, y las que tengo son del Santo de los Santos y en otra ocasión, si acaso Dios me da vida, que vaya con seguridad remitiendo a V. m., de lo poco que me ha quedado, algo que es de la Soga con que ataron a nuestro amantísimo Jesús.
 
Su divina Majestad tanto de su amor llene y aumentos de la divina gracia, como le previene mi seguro afeto, en quien siempre viva su feliz empleo.
De ésta de V. m.
Santa Clara de Medina, abril 23 de 1734”.
 
¡Telita! Micaela era propietaria de un fragmento de la soga con que ataron a Jesús. ¿Está claro? ¡De la soga con que ataron a Jesús! Realmente no sé si es fe o simpleza. Además, la tuvo especial devoción porque, mientras que otras reliquias las regaló, de ésta sólo hizo reparto conservando un resto. Como si fuese un salchichón. Incluso firmaba cartas como “la presa de Su soga” o “la de la Soga”, con mayúsculas.
 
En una carta algo anterior -15 de febrero de 1732- ya hablaba del tema de las reliquias:
 
“Muy Señora mía amada en Christo, salud y paz que le deseo, dentro de su Divino Amor, con muchos aumentos de la divina gracia.
Señora mía: A la que recibí de V. m., supliqué a mi Padre espiritual la diese abiso de no poder responder, así por mis indisposiciones de salud, como por las ocupaciones de mi estado y oficio; y que dijese a V. m., que como la reliquia de la Soga de Christo es legítima y berdadera, aunque poca, por lo mucho que tengo repartido, y pensé aun tener menos; y le parece a V. m. que para soga es muy suave y ilegible , no dudo que la que por nuestros pecados fue tan áspera y dura para atar y aprisionar a nuestro Divino Maestro, la izo su divino Amor y contacto toda suave, como aprisionado de su infinito Amor; y como pudo ser de cáñamo fuerte se a destorzido en las repartiziones y parece zerro (manojo de lino) Salga V. m. desa sospecha, como de no haber abido fraude en el correo”.
 
¿Llamaríamos a esto la “diplomacia de la soga”? Lo digo porque entre las cartas hay una de 1737…
 
“Caríssima Amiga mía en el Señor Reçeví la de V. m. etc.
Aprecio mucho la reliquia que me enbía de la Ven. Sor Josefa Berridi. Leí la cedulita, pero no pareció la reliquia; y en otra, tres pedaçitos de tela mui sutil, como me diçe, y la he repartido a las señoras de mi obligación, y un poquito lo e reservado para mí. Y es cosa admirable, por las çircustancias que me diçe, aunque no estraño de tan soberano médico y amante de sus escojidas, y pide gran veneración por aber pasado por tan soberano mano y estar entrañada en el corazón erido de su esposa la dicha Venerable, pues su dedo Divino si le yrió con su amor, su amor estaba obligado a curar tal llaga. Gracias sean dadas a Dios, maravilloso en sus criaturas.
 
Y en cuanto a las cosas de esta V.ble y acerca de su Beatificasión que me intima, sólo la digo que lo remita a la dispossissión de lo que su Divina Magestad determinare...
Agosto a 6 de 1737.
De V. m. la que siempre afeta en el Señor,
Micaela de San Anbrozio”.
 
Sor Micaela escribe Berridi en lugar de Berride, Josefa Berride Bureth (1658-1717) que era una beata aragonesa, natural de Huesca y ciega desde la niñez. En 1720 se incoaba el proceso de beatificación, al que se refiere nuestra Micaela Varona.

 
En 1737 escribió a otra monja mencionando a su hermana María Jacinta Varona y hablaba sobre reliquias, lo que muestran el nivel de querencia a esas cosas de Micaela al negociar “un pedacito de las entrañas” de una monja fallecida con fama de santidad. Si tenía pegas con el velo anterior aquí está encantada con la casquería. Pero no es solo su culpa. Estábamos en tiempo de la contrareforma católica y su culto a las reliquias se convirtió en obsesión. De hecho, el monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar tiene una serie de reliquias atesoradas desde entonces. Interesante también es la noticia de su nuevo cargo de maestra de novicias, donde incidentalmente comenta que en Santa Clara no las había por entonces:
 
“Carísima amiga y Sra. mía en Xr.to:
No he podido dar respuesta antes a la de V. m., que recibí, así por las indisposiciones de mi salud como por la(s) ocupaciones del oficio, juntamente la eleción que se ha hecho de nuestra Prelada y Oficios, y ahora la respondo cómo recibí la reliquia de un pedacito de las entrañas de su venerable y santa tía que venía, y estimo como debo y lo aprecio sobre mi corazón, y he repartido a la mi hermana y a la que ahora ha salido Abadesa. La antecedente, que V. m. me decía, no sé cómo se perdió viniendo en la carta. Al fin yo no sé, aunque he tenido alguna sospecha de si la abrieron. Porque como el bulto era de tres adjuntas, la curiosidad la pudo registrar, aunque nada creo.
 
Ahora, amiga mía, le encargo nuevamente que le pida al Señor me dé fuerzas y salud si me conviene, para ejercitar que me ha cargado la santa obediencia de Maestra de Novicias, para cuyo ministerio me hallo inhábil, y no sé cómo puedo ejercitarle, por ser de tanto cuidado y peso su importancia, y istrumento tan débil, raso y impropio que es lo que siento.
 
Ahora no hay novicias. Si viniere alguna, se la encargaré a V. m. en sus oraciones, que no se la podré dar como la obligación demanda, por las circunstancias referidas. Su divina Majestad, a cuya cuenta estamos y remito todo lo que V. m. me pide que haga, lo suplirá todo como quien es, amante fino.
 
A su Sra. Prelada dará V. m. mis manos muy rendidas y afectuosas, poniéndome a su obediencia; y V. m. reciba de las conocidas de aquí, que lo hacen recíprocamente. Como también V. m. dará a esas Señoras que me favorecen se las dar muy afectuosas memorias, con nueva súplica de sus oraciones; y en teniendo ocasión de escribirle a su santo padre espiritual, se las repetirá de mi parte, en quien tengo gran confianza que no me olvidará en sus oraciones en la presencia de Dios. Yo tampoco le puedo olvidar en la presencia del Señor, yo también en mis pobras oraciones, y por su difunto padre hice y ofrecí algún sufragio, y espero en el Señor que con tan buen hijo no se detendrá en el purgatorio. Su divina Majestad asista a V. m. en todo y la guarde, como pido y deseo, muy llena de su divino amor dilatado en su santa compañía.
Esta de mi Madre Santa Clara de Medina, setiembre 27 de 1737.
De V. m. hasta la eternidad,
amiga en Xr.to, Micaela de San Ambrosio”.


Miraremos ahora una carta del año 1739, una de las últimas escritas por Micaela, donde vuelve a referirse a su hermana María Jacinta aunque es más interesante la referencia al padre fray José Díaz quien, por encargo de Melchor, pasaba a limpio los escritos de Micaela:
 
“Muy Señora y amiga mía en Cristo:
El Espíritu Santo, Consolador de nuestras almas, asista a V. m. con sus soberanos auxilios. Recebí la suya por medio de mi señor y padre espiritual fray Joseph Díaz con toda estimación, y agradezco sus oraciones, como siempre la más necesitada, y así mismo de todas esas mis Señoras que se sirven de favorecerme, por la necesidad que me dice. Aquí en Comunidad se le ha dicho una salve a favor de mi Señora la Abadesa, quien también repite a V. m. las recíprocas memorias, mi hermana, y demás interesadas.
 
Amiga mía en el amantísimo Dueño de nuestras almas: debo decirla que no es lo mismo el oír tocar campanas que tocarlas, ni el decir que el hacer, ni el proponer que el ejecutar, ni el desear el bien que el conseguirle, si los medios no se ponen; lo que me importa si acertara a ejecutar con mis profesadas obligaciones dentro del amor de Dios. Las que de veras le aman, por oculto que esté el fuego, se rezuma el humo o calor; y no es lo mismo encender una pajita que luego se apaga y no tiene permanencia ni fuerza, en ceniza se convierte luego y el relumbrón aparente no hace la esencia de la sustancia; y el hierro dorado parece oro, y en hierro se condene el oropel: con su arrebol parece fino, y no tiene fuerza ni duración. El decir “soy mala” no hace el ser buena ni humilde, ni tampoco lo es quien piensa que le humillan ni desprecien, pues por mucho que lo hagan no lo seremos como debemos, y sería soberbia, etc.
Esta de mi Madre Santa Clara de Medina y abril 17 de 1739.
De V. m. en Xto afeta hasta la eternidad, San Ambrosio”.

 
El siguiente campo de trabajo de Micaela fueron los tratados. Una serie de cartapacios en prosa sobre los que cayeron los censores y superiores para cortar la carrera literaria de la villarcayesa, dejando el proyecto en borrador. Un cuadernillo aparte, seguramente obra de fray Melchor Fernández, informaba someramente sobre el contenido lo que nos impide conocer las profundidades teológicas de Micaela. Lo bueno es que, al final de ese índice de materias escribieron cuáles fueron las dos proposiciones objeto de censura:
 
  • Que “Dios depende de sí mismo”; y la escritora dice que “esto impropiamente hablando”.
  • La segunda, que “la Sanctissima Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Sancto son tres divinas personas, y un solo Dios verdadero”, en que se da “composición impropia”.
 
Y, dejamos por esta semana a nuestra monja a la fuerza, a nuestra Micaela.
 
 
Bibliografía:
 
“El compás de Santa Clara. Viaje entretenido por un archivo de monjas castellanas”. Jesús Moya.