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domingo, 15 de junio de 2025

El campo de aviación de Villarcayo.

 
Hoy hablaremos de un lugar que ha pasado a la pequeña historia de los últimos casi cien años de la merindad de Castilla la Vieja como el “Campo de aviación”. Un sintagma que repetimos los que pisamos la zona sin comprender lo que significaba, empleándolo sólo como un nombre, como si fuese “campodeaviación”, todo junto. ¡Incluso figura así en los mapas oficiales! Cuando de niño empecé a comprender lo que significaban esas palabras no lograba entender por qué hubo un aeropuerto allí. Luego lo supe: la más cercana guerra civil.

Campo de Aviación siglo XXI
 
Nuestra última guerra civil estalla en julio de 1936. La nación se fracciona y -dado que es el tema de esta entrada- con ella la aviación militar. De los aproximadamente 300 desfasados aviones militares españoles, unos 90 quedaron en manos de los rebeldes. Una proporción de cuatro a uno a favor del gobierno. El reparto de los pilotos también fue favorable a la república. Dada la evidente inferioridad, agravada posteriormente por el envío a la II República Española de modernos cazas y bombarderos soviéticos, los facciosos pedirán ayuda a la Italia de Benito Mussolini y a la Alemania de Adolf Hitler. Reclamaban aviones, combustible, repuestos, municiones, bombas, pilotos y personal especializado; y necesitaban trasladar el Ejército de África, al mando de Francisco Franco Bahamonde, para sumarse a las tropas del General Emilio Mola.
 
El 24 de julio de 1936, Franco solicitó al agregado militar italiano en Tánger que Mussolini remitiera, al menos, doce aviones de transporte, otros tantos aviones de reconocimiento, diez cazas y 3.000 bombas, más cuarenta ametralladoras antiaéreas y al menos cinco barcos de transporte. En principio el Duce se negó, pero fue convencido por su yerno Galeazzo Ciano. El 27 de julio de 1936 se ordena enviar doce bombarderos pesados Savoia Marchetti SM-81 trimotores al Marruecos español con pilotos y especialistas italianos voluntarios. Para evitar incidentes diplomáticos, se fingió la venta de los doce aviones, sin insignias, al periodista español Luis Bolín. Las tripulaciones italianas recibieron ropa de civil y documentos falsos. Llegaron solo nueve naves que empezaron el traslado de tropas a la península.

FIAT CR-32
 
Mussolini fue incrementando su ayuda militar mediante aviones, pilotos, especialistas e instructores. El 14 de agosto de 1936 arribaron a Melilla en barco una docena de biplanos Fiat CR-32. Y a finales de agosto, con otros contingentes de CR-32, se formó en Cáceres el Escuadrón “Cucaracha”, que luego se convirtió en el XVI Grupo de Combate. Aún en lo que respecta a los interceptores, en abril de 1937 se formaron el XXIII Grupo “Ace di Bastoni” y el VI “Gamba di Ferro” (Pierna de Hierro). Los CR-32 también equiparán al X Grupo de combate de las baleares y al Escuadrón Autónomo de Caza y Ametralladoras Arrows. En cuanto a las especialidades de reconocimiento táctico y asalto, la Aviación Legionaria Italiana se equipó con los biplanos Romeo RO-37 bis, que formaron el XXII “Gruppo Linci” y, a partir de abril de 1937 fueron llegando los grandes monoplanos de asalto Breda BA-65 que formaron el sexagésimo quinto (65) Escuadrón de Asalto enmarcado en el Grupo XXXV. La aportación italiana en el sector del bombardeo aéreo incluyó noventa y nueve SM-79 más modernos entre otros tipos de aeronaves.
 
En total, durante el conflicto, los "italianos" totalizaron 135.265 horas de vuelo, completando, entre otras cosas, 5.318 bombardeos durante los cuales se lanzaron 11.524 toneladas de bombas y disparando más de un millón de cartuchos de 12`7 mm y 7`7 mm. Actuaron contra concentraciones de tropas, centros ferroviarios, viales y logísticos del enemigo, los principales puertos y las ciudades en manos de los republicanos. A pesar del artículo 25 de la convención de La Haya de 1907 que prohibía el bombardeo de localidades o viviendas que no estuviesen defendidas por tropas armadas.

Campo de Aviación de Villarcayo-Villacanes en 1946
 
Para la ejecución de la tarea que acabamos de indicar en el Frente Norte fueron necesarios varias zonas de aterrizaje. En nuestro caso el Campo de Aviación de Villarcayo. Un Campo de aviación es una zona del terreno aplanado donde se realiza el despegue y aterrizaje de aeronaves. Sin mucha infraestructura, las avionetas aterrizan aproadas al viento y donde, como mucho, puede encontrarse una manga de viento.
 
La pista de Villarcayo surgirá tras el descalabro italiano en la ofensiva de Guadalajara de marzo de 1937. Una gran parte de los efectivos del CTV -las tropas italianas- fue enviado al norte de Burgos y alrededores en previsión de la ofensiva destinada a suprimir la zona norte republicana. Tendremos por aquí pululando 25.000 soldados italianos hasta el 14 de agosto. La Aviación legionaria se desplegará en las bases aéreas de Vitoria, Saldaña, Logroño y Villarcayo. La nuestra fue construida en la primavera de 1937 sobre tierras de cultivo expropiadas a las localidades de Villarcayo, Villacanes y Cigüenza y operada, únicamente, por unidades de la “Regia Aeronautica”. En la tarea de acondicionamiento, participaron vecinos, incluidos los de la cercana Medina de Pomar. “Durante un par de semanas, acudió mi padre, como “voluntario forzoso” a trabajar en la explanación de dicho campo. Salía al amanecer de la granja, llevaba comida y no volvía hasta la noche” contaba un entrevistado a Carlota Martínez.

Valerio del Campo junto a un Chirri 
de la escuadrilla "Pierna de Hierro"
 
En el aeródromo de Villarcayo habrían estado destinadas la trigésimo primera y trigésimo segunda escuadrillas de cazas bajo el mando de los comandantes Mezzetti y Mariotti. Pilotarán el Fiat CR-32 que era un caza biplano monoplaza equipado con dos ametralladoras de doce milímetros. En España estos aparatos fueron conocidos por su apodo de “Chirris”. El otro modelo desplegado en este aeródromo sería el RO-37 (Romeo 37), que realizaba labores de observación escoltado por CR-32. Del Romeo estuvieron dos “squadriglias”: la centésima vigésimo octava (128) y la centésima vigésima (120).
 
Los Fiat CR-32 no fueron interceptores muy rápidos, pero derribaron casi el cincuenta por ciento de los aviones republicanos, incluidos cazas I-15 (Chato) e I-16 (Mosca o Rata) soviéticos. Y eso que los I-16 superaban técnicamente a los He-51 y los CR-32, aunque fueron superados por los ME-109 alemanes. En concreto, en la primavera de 1937, los republicanos contaban en el frente de Vizcaya con una veintena de Chatos operativos, cifra muy similar a los Chirris y ME-l09-B existentes en Vitoria. Durante la guerra los aviones de la Legión Italiana destruyeron 943 cazas, bombarderos y aviones de reconocimiento republicanos y de los aproximadamente 730 aviones utilizados por Italia, quedaban 276. En mayo de 1939 los italianos vendieron sus vehículos al ejército vencedor y regresaron a su país.

Romeo-37
 
Los cazas asentados en Villarcayo solían salir en labores de escolta de los aviones procedentes de otras bases aéreas como en el caso del 12 de julio en el entorno de Cilleruelo de Bezana. Allí seis aparatos SM-81, escoltados por los Chirris de Villarcayo, incendiaron el bosque en tomo a Virtus, la estación de Soncillo, Cilleruelo de Bezana y el puerto del Escudo.
 
Por su parte, los RO-37 al finalizar la batalla del Ebro se incorporaron a la aviación española, en la que cumplieron servicio durante más de dos décadas. Este modelo era biplaza y estaba equipado con dos ametralladoras frontales de 7`7 mm y otra móvil dispuesta en la cabina trasera. Estaban diseñados para transportar hasta 12 bombas de 15 kilos. De los veinticuatro aparatos que fueron enviados a España, el ejército italiano perderá cinco, uno de ellos en Villarcayo.

Gamba di ferro 

El recorrido de los Romeo hasta llegar a Las Merindades partió de Guadalajara, luego el aeródromo de Lacua (Vitoria) y, posteriormente, estas “squadriglias” fue trasladada al aeródromo cercano a Logroño de Recajo. Los primeros aeroplanos llegan a Villarcayo: Once CR-32 el diecinueve de junio desde Salamanca y cinco RO-37 desde Logroño al día siguiente. El seis de julio llegará otro CR-32. Ya el diez de agosto se enviaron diez RO-37 desde la base de Vitoria y otros dos desde Logroño. Al día siguiente lo fueron nueve RO-37 desde Logroño y el trece llegaron cinco CR-32 desde Saldaña, todos necesarios para la operación de asalto a Santander. El lunes 16 de agosto despegaron de Villarcayo quince RO-37 para bombardear Corconte lanzando 300 bombas de 12 kg cada una. En 17 de agosto las tropas italianas llegaron a Orzales y conquistaron su aeródromo. A partir de ese momento, este aeródromo fue utilizado por la Aviación Legionaria Italiana y la aviación franquista en su avance.
 
Los RO-37 volaron misiones casi a diario durante su estancia en el aeródromo de Villarcayo. En esas acciones recibían cobertura y protección de los CR-32. Esto no evitó que se produjeran algunos accidentes. Por ejemplo, el 17 de agosto, en plena ofensiva, El RO-37 de Giuseppe Malvico y Giorgio Busa colisionó con el caza CR-32 de Adamo Giuletti mientras ambos intentaban aterrizar en Villarcayo. Dos de ellos tenían el rango de teniente y aunque fueron trasladados rápidamente al hospital de Villarcayo, no se pudo hacer nada por su vida. Ese hospital militar estaba en la calle San Roque. Los restos de una avioneta quemada quedaron muchos años en el imaginario de los vecinos del lugar.

Capitán Ernesto Botto
 
Hay que destacar el paso de una eminente figura de la aviación internacional por este aeródromo, como fue el Capitán Botto, conocido por su apodo “Gamba di Ferro”. Llegó a España en abril de 1937. El VI grupo cazas se configuró el 3 de mayo y el mando fue otorgado al mayor Eugenio Leotta (Apodado “Leonello”) quien moriría en combate al final de la Segunda Guerra mundial. El grupo consistió en las dos “squadriglias” citadas: trigésimo primera (31) comandada por el capitán Luigi Borgogno (apodado “Berigni”) y la trigésimo segunda (32), comandada por Botto.
 
El grupo en general se denominó primero Leonello, por su comandante, y más tarde Diavoli Neri. El 5 de julio fueron trasladados de Soria al aeródromo de Villarcayo. El 10 de julio se bombardeó la zona de Villaverde de Trucios en una acción combinada. Doce bombarderos Savoia S-81 del grupo vigésimo primer Stormo BT partieron de Soria y enlazaron con la escolta de cazas Chirris CR-32 del grupo VI C.T. de Villarcayo.

 
La ofensiva sobre Cantabria se inició el 14 de agosto, teniendo el CTV como primer objetivo la captura del puerto del Escudo, en torno al cual se produjeron feroces combates, para lo cual fue preciso el vuelo casi constante de la Aviación Legionaria para batir las líneas defensivas republicanas y escoltar a los pesados bombarderos Breda. El 16 de Julio comenzaron los enfrentamientos en torno al monte de La Maza, donde el capitán Botto y cinco cazas más, en una de las labores de escolta de los RO-37, fueron atacados por aparatos soviéticos, pero salieron ilesos. Los enfrentamientos fueron constantes. Durante la ofensiva de Santander Botto llegó a volar hasta cinco misiones al día. Las condiciones atmosféricas parece que dificultaron las operaciones de la aviación, aunque en el día 20 se registró un enfrentamiento entre miembros del sexto grupo de caza y varios aparatos de la mermada aviación republicana en el norte.
 
Las operaciones finalizaron para el 23 de agosto de 1937 y el 28 de septiembre serían enviados del Frente Norte al frente aragonés debido a las graves pérdidas de la aviación republicana en el norte, reducida a dos patrullas de Polikarpov I-16 y unos cuantos Polikarpov I-15. El día 24 se logró ocupar Torrelavega, ese mismo día las fuerzas republicanas deciden evacuar Santander y retirarse hasta Asturias y tras una breve pausa para reagrupar y organizar a las unidades, el 26 se ocupó Santander. Ese día llegaron desde Sevilla dos CR-32 a Villarcayo. Lo que contrasta con el traslado de veintiún CR-32 hacia Alfamen y diez RO-37 hacia Vitoria. En los once días de ofensiva se estima que la aviación legionaria realizó en conjunto 2.771 salidas, se arrojaron 453 toneladas de explosivos y derribaron a cerca de 50 aparatos republicanos.

 
Entre otros pilotos marcharon a Aragón el capitán Botto; el sottotentente Vittorio Barberis (alias Vittorio Fantini) que moriría en el frente de Aragón; el sargento Gaetano Bartolini que llegó a Villarcayo el 5 de julio y el 6 de agosto mientras escoltaba a unos RO-37 sería sorprendido por un grupo de chatos y ratas del que consiguió escapar con vida; y el teniente Edoardo Molinari Maggiore, que también habían realizado misiones de escolta desde Villarcayo de los RO-37.
 
Otro miembro de la “Gamba di Ferro” fue Valerio del Campo quien nos cuenta que los pilotos se levantaban para volar sobre las posiciones enemigas antes del amanecer y que “el 5 de julio, habiendo hecho las maletas, volamos hacia Villarcayo en el frente de Santander y finalmente nos encontramos en la zona de operaciones reales. Sabíamos que ese frente era bastante duro y que los oponentes eran feroces; algunos de nuestros camaradas de otros escuadrones ya habían luchado en batallas dignas de ese nombre y algunos habían perdido la vida. También sucedió que algunos de nuestros hombres habían derribado un avión civil lleno de gente pobre que tenía muy poco que ver con la guerra. En cualquier caso, teníamos que mantener los ojos abiertos y esperar el primer choque día a día. Los primeros días nos acomodamos un poco realizando vuelos de escolta de bombarderos en las zonas de Soncillo, Puerto del Escudo, Santander y el frente de Vizcaya. Fueron vuelos traicioneros porque estaban muy dentro de las líneas enemigas y un simple fallo habría sido suficiente para ponernos en manos del enemigo. Sin embargo, desde el punto de vista turístico había algo interesante, ya que la gran costa atlántica era agradable, sobre todo si se llegaba a ella a través de colinas sobrevoladas a baja altura. Santander, situada junto al mar, estaba rodeada por un ligero velo de niebla provocada por sus plantas industriales, pero debió ser una ciudad característica y tranquila con su paseo marítimo y las verdes colinas que la rodeaban y el océano azul oscuro.

Valerio del Campo en el 
Campo de Aviación de Villarcayo.
 
En Villarcayo nos hospedamos en un pequeño hotel donde Nati, nuestra bastante guapa camarera, se esforzaba por atendernos, un grupo de gente sin escrúpulos y de buen humor, sonriendo ante las ocurrencias e insinuantes bromas que todos le hacían entre pellizcos mientras, ocupados con los platos de gama, no pudo defender su retaguardia. Al fin y al cabo, ella también contribuyó en todo lo que pudo a que el ambiente fuera alegre y no carente de mucha alegría y ausencia de preocupaciones. Mi querido amigo Tinti y yo pasábamos nuestro tiempo libre en un bar donde escuchábamos canciones en inglés y aprendíamos español con unas chicas locales temerosas. Por la noche, todo terminaba en jolgorio y muchas veces hasta la vajilla y los platos volaban por el comedor, que al final quedaba reducido a un montón de chatarra. Eran formas de exuberancia exagerada, a veces de entusiasmo forzado que ciertamente no agradó ni siquiera a los españoles; pero hubo entre nosotros muchos ejemplos de esa juventud fascista que, para alabar al gran líder y a la guerra, dieron rienda suelta a sus orgullosas intenciones y expresaron su fe indiscutible en el gran líder y en la causa aún mayor, destruyendo todo lo que encontraron a mano”. El teniente Valerio del Campo fue promovido a capitán en noviembre y fue galardonado con una medalla al valor militar durante la campaña española.
 
Los aviadores disponían de dos uniformes: el de vuelo y el de paseo. El de vuelo lo constituían dos prendas principales, la cazadora y el pantalón ambos de color caqui con un forro interior desmontable de gruesa lana. Los pantalones serían de anchas pecheras y tipo bombacho. Todo estaba fabricado por la casa “Maus” de Turín. Las gafas en cambio estaban fabricadas por la firma “Protector”. El gorro, unos guantes y un pañuelo completaban el uniforme. Como calzado tendrían que haber llevado las botas de vuelo forradas en piel de cordero, pero preferían el uso de los zapatos del uniforme de paseo. Asimismo, en una funda de cuero guardaban los mapas de las operaciones. Por el contrario, el uniforme de paseo estaba compuesto tanto por una guerrera como por un pantalón y gorro de confección italiana siendo muy similar en color al español. La corbata era caqui y la camisa verde. La guerrera se diferenciaba de las españolas principalmente por tener costuras diferentes en las mangas y por tener una doble hebilla en el cinturón.

Savoia Marchetti S-81
 
Con la calma del Frente Norte tras la caída de Gijón el 21 de octubre de 1937, las tropas nacionales marcharán a Aragón. Esto hizo inútil el aeródromo de Villarcayo que sería abandonado. Recuerdo, ya a finales de los años setenta del siglo XX, una estructura rectangular de hormigón, con escalones en ambos extremos que descendían poco menos de un metro en la tierra, llena de basura cuya funcionalidad en ese descampado no llegaba a comprender. Hoy creo que pudo ser parte del aeródromo.
 
Finalmente, una reflexión: es curioso que sigamos llamando este lugar, tras más de 80 años, con el nombre de una actividad que duró menos de seis meses.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Arrasaré Vizcaya. 2000 bombardeos aéreos en Euskadi (1936-1937)”. Xabier Irujo Ametzaga.
“El pensamiento aeronáutico de la aviación nacional en la guerra civil 1936-1939”. José Sánchez Méndez.
“La Presencia italiana en la Guerra Civil Española: El Corpo Truppe Volontarie en la provincia de Burgos”. Carlota Martínez Sáez.
“Breve historia de la aviación legionaria italiana en España 1936-1939”. Alberto Rosselli.
 Associazione Culturale 4 Stormo. 
“Viento fuerte del Norte. Los bombardeos italianos en Las Encartaciones, Las Merindades y Cantabria”. Javier de la Colina Aranceta, Javier de la Colina Menéndez y Fernando Obregón Goyarrola.
 

  

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