En
otra entrada de esta bitácora ya hablamos sobre Enderquina, la donante del
templo a la orden de Malta. En esta conoceremos lo más llamativo de esta
iglesia de San Lorenzo de Vallejo que es una de las joyas del románico en Las
Merindades. Fue construida en dos fases, siendo la más antigua la cabecera que
se enmarcaría en el último cuarto del siglo XII, coincidiendo -según la teoría
general- con las fechas de Anderquina. San Lorenzo era la iglesia parroquial de
Vallejo, pero no dependía del obispado de Burgos, puesto que la Orden de San
Juan de Jerusalén tenía jurisdicción propia y exenta de la organización
episcopal.
El
primer estudio de conjunto de este templo fue escrito por López del Vallado en
1914. Dedujo la duplicidad de campañas constructivas y calificó de “ojival” el
abovedamiento. José Pérez Carmona (1959) dedicó en su obra de síntesis del
románico burgalés algunos apartados a esta iglesia. Los benedictinos Luis María
de Lojendio y Abundio Rodríguez (1966) publicaron el siguiente estudio
monográfico seguido por los de Ruiz Vélez (1986) y Paloma Rodríguez-Escudero
(1996).
Juan
Luis García Muñoz (2023), en función de las fechas de fallecimiento de
Endrequina -para él, antes del año 1124-, adelanta la construcción del tambor
del ábside y el tramo recto que le precede a finales del siglo XI o principios
del XII. Esto hubiera permitido la existencia de un templo anterior puramente
románico. ¿Posible? Pensemos que los padres de Endrequina Álvarez, en el año
1107, refundaron el monasterio de Ibeas, por tanto, si esta señora fuese
natural de Mena, y hubiera heredado el Monasterio de Vallejo de sus padres, se
podría barajar como fecha del primer templo de Vallejo ese año de 1107 o,
incluso, anteriores. ¿Por qué? Porque sus padres pudieron hacer más fundaciones
y obras. Si esta señora no fuera de Mena -que únicamente lo fuera su marido,
Diego Sánchez- el templo lo hubieran podido construir tanto su marido como los
padres de él. Ángel Nuño, siguiendo a otros autores, dice que es una iglesia
amplia en un entorno rural pequeño. Una iglesia-monasterio con un claustro que
podemos observar en la fachada sur.
Veríamos
así, que la Orden de San Juan de Jerusalén reconstruyó la iglesia de San
Lorenzo de Vallejo con un románico de transición, dado el apuntamiento de los
arcos. Los canteros tallaron cruces de la orden de San Juan en diferentes
partes exteriores como el husillo de la fachada sur o la puerta de la fachada
norte. También encontrarán un singular capitel de temática caballeresca y las
arquivoltas de la puerta que mira hacia el oeste. La temática guerrera no
aparece en el tambor y tramo recto del ábside. Esto lleva a algunos autores a
descartar esta parte como ejecutada por la Orden de San Juan de Jerusalén.
Foto cortesía de José Antonio San Millán Cobo
Identificamos
las dos fases constructivas gracias a la diferencia de color de la piedra. A la
primera corresponde la cabecera, compuesta de un presbiterio coronado por un
ábside semicircular en el interior y pentagonal al exterior. Este diseño lo
vemos también en San Juan de Ortega o la ermita de San Vicentejo de Treviño.
Dispone de ocho pilares, cuatro en el tambor con columnas a diferentes niveles,
y otros cuatro en el tramo recto, dando idea de que el primer templo iba a ser
más grande y pesado que lo que ha terminado siendo. Todos los arcos en esa zona
son de medio punto, presentando un aspecto románico mucho más puro y rico, con
influencias lombardas, definidas mediante las arquerías ciegas.
La
cabecera se asienta sobre un alto zócalo que salva el desnivel norte-sur. Los
haces de columnas-estribos de la cabecera parten de basas áticas con fino toro
superior, breve escocia y toro inferior aplastado -siento los tecnicismos-,
componiéndose de cinco columnas, la centras el doble de gruesa. Será esta
columna media la que alcanza con su capitel la línea de canes de la cornisa.
Las demás columnas disminuyen de tamaño en cascada.
Cortesía de José A. San Millán Cobo.
En
la línea de arquillos de medio punto se han llegado a ver influencias
lombardas, catalanas o de Daroca, pero algunas de las formas arquitectónicas
aquí presentes gozaron de cierto éxito en el tardío románico soriano (Almazán,
Caltojar, etc.), zamorano, gallego o del sudoeste de Francia. En casi todas las
paredes del ábside son tres los arquillos de medio punto, sobre el mismo número
de canes y los capiteles de las columnas medias del haz. Si visitan el lugar
fíjense en los arquillos del lienzo central donde vemos una “chapuza” que pudo
surgir por un mal cálculo del espacio que resultó en tres canecillos desiguales
y en que el extremo de uno de ellos no se apoye en la columna sino en un
canecillo adicional.
La
conexión entre el ábside y el resto de la iglesia se produce con desiguales
haces de columnas. Las centrales y sus colaterales alcanzan la cornisa, mientras
que las extremas recogen un tejaroz recto sobre canes, dispuesto a mayor altura
que la cornisa con arquerías del ábside. Aquí parece que la obra se interrumpió
sin rematarse, por lo que se ha sugerido que los haces de columnas que sobrepasaban
la cota de cubierta del presbiterio debían integrarse en una previsible
estructura torreada o linterna, al estilo de Santa María de Siones o Tabliega.
El
interior del ábside se alza sobre un banco corrido de fábrica bajo el cuerpo de
ventanas. Sólo se abre en el hemiciclo la ventana central, abocinada al
interior y flanqueada por una pareja de columnas compuestas de fuste quebrado
en zigzag y que se enlazan sobre el vano a modo de arco de medio punto. En el
sector meridional de la cabecera, correspondiéndose con la ornamental del
exterior, se dispuso una doble ventana ciega, a modo de hornacinas pareadas,
con tornapolvos biselado y dobles arcos baquetonados que se continúan como un
haz de cuatro fustes en el centro. Una banda decorativa recorre arcos y fustes
enrollándose helicoidalmente. Este diseño es más propio de un edificio renacentista
que románico. En el otro lado del ábside se disponía una ventana ciega similar,
de la que únicamente restan los arranques del arco, pues fue el lugar elegido
para colocar el monumento funerario de Fernando de Vivanco y Sarabia, fallecido
en 1631.
Foto cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
Se
cubre el ábside con bóveda de horno reforzada por dos fuertes cuadrados que descansan
en sendas ménsulas integradas en la línea de imposta de la que parte la bóveda.
Una de esas ménsulas está decorada con dos cuadrúpedos y la otra con dos bustos
masculinos. En el cruce de los nervios de la bóveda hay un florón a modo de
clave.
Las
ventanas abiertas en los muros laterales del presbiterio tienen diseño en el interior
que en el exterior. Vemos un arco trilobulado que corona la de la derecha
-mirando hacia el ábside-, cuyo vano aparece enmarcado por una moldura de
mediacaña con bolas. De la del muro opuesto resta el arco decorado con triple
haz de boceles (moldura convexa lisa, de sección semicircular) y tornapolvos achaflanado,
habiendo desaparecido las columnas que lo sostenían.
Separa
la cabecera y la nave un arco triunfal de medio punto y triple rosca hacia el
oeste, que reposa en un pilar compuesto de gruesos fustes, dejando una columna
en el centro para recoger el arco interior.
La
primera campaña terminó tras finalizar el ábside. Algunos investigadores
suponen que se dejó trazado, pero sin cubrir, el tramo cuadrado de la nave
inmediato a la cabecera. El resto de la iglesia lo terminaría un segundo taller,
aunque influido por el trabajo del primero. Incluso en la primera campaña se
llegó a trazar el husillo con la escalera de caracol que daría acceso –a través
de puerta trilobulada dispuesta en el interior– al posible falso crucero, luego
aprovechado para dar servicio a la galería que sobre la fachada meridional conduce
a la espadaña, que data de época moderna, tal como atestigua una inscripción en
el pasadizo que deja memoria de la intervención del maestro José Ruiz. La
interrupción de la obra debió de durar poco tiempo por lo que quizá debamos
hablar más de un cambio de proyecto o de equipo de canteros que de un parón
como tal.
Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
La
nave del segundo equipo ha sido denostada por la mayor parte de la
historiografía al considerar que vulgariza la magnificencia del ábside, pero,
quizá, su ejecutor sólo terminó una obra que había pecado por exceso. Probablemente
se mantuvo el perímetro del proyecto original, completando la nave con dos tramos
rectangulares de desigual longitud y abovedando el conjunto. Desechada la idea
de alzar sobre el falso crucero interior una linterna o torre, se cerró este
tramo y los dos más occidentales con bóvedas de crucería para lo que debieron
acomodar los pilares ya alzados del tramo oriental de la nave con una solución
de compromiso: los nervios cruceros apean hacia el este sobre capiteles que
rematan dos de las columnas centrales del pilar, mientras que otros capiteles recogen
la rosca exterior del arco triunfal.
Dividen
los tramos fuertes arcos dobles de medio punto, que reposan en machones con
dobles columnas en sus frentes y tres parejas de columnas acodilladas a los
lados. A estos pilares llegan los arcos que aligeran los muros excepto en el tramo
central donde recogen los nervios cruceros de la bóveda. Por lo demás, los
maestros de la segunda fase encajaron su obra de forma notable. Al exterior dispusieron
una imposta saliente nacelada, a modo de tejaroz, sustentada por canecillos.
Sobre ésta el muro se retranquea para favorecer el desarrollo de las bóvedas, coronándose
con una cornisa sustentada por canes de simple nacela.
Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
La
duplicidad de campañas constructivas es notoria también en lo escultórico. En
la cabecera trabajó un taller “cantábrico”, pues sus recursos y expansión
parecen seguir los valles de la cordillera desde Cantabria al norte de Las
Merindades. Los capiteles de los haces de columnas de la cabecera están
tallados, los de las ventanas y la serie de canecillos también y, al interior,
los capiteles que reciben los formeros y torales. Los tallistas tocaron temas figurativos,
vegetales y geométricos, sin un programa iconográfico como tal. En el alero encontramos
capiteles vegetales de caulículos y hojas picudas acogiendo bolas; otros contienen
rostros humanos en los ángulos de la cesta y aun caulículos de los que penden
pesados frutos. Si paseamos la mirada nos encontraremos una mano mostrando la palma,
una figura humana acuclillada, barrilillos, figurillas humanas frontales -una
con los brazos en jarras-, lo que parece un contorsionista o bien un personaje
engullido por una máscara monstruosa, una campanilla o cencerro, cabezas
humanas barbadas o infantes armados.
Cortesía de J. A. San Millán Cobo.
Los
capiteles que recogen la arquería ornamental y los de las ventanas se decoran
con hojas de palmera con cogollos en las puntas, palmetas colgantes en forma de
venera, anchas hojas rizadas con frutos centrales y un cuerpo, bustos humanos y
volutas, un león rampante de cabeza humana y anchas hojas lisas con frutos en
las puntas, entre otros elementos. Los capiteles de las ventanas son más
elaborados encontrándonos con prótomos -medios cuerpos- de cánidos, máscaras
humanas -alguna barbada-, un híbrido de cuerpo de ave y enroscada cola de
reptil, una venera, etc. Destacan los capiteles de la ventana abierta en el
paño central del ábside donde, de izquierda a derecha del espectador, vemos una
cabeza de venado de astas ramificadas, un prótomo de cuadrúpedo de cuello encorvado,
monstruos cuyos cuerpos forman dos aspas rematadas en cabezas indeterminadas cogiendo
objetos globulares con sus garras y una serpiente enroscada rematada en cabeza
animal de enhiestas orejas.
Cortesía de J. A. San Millán Cobo.
Si
nos fijamos en la decoración exterior de los haces de columnas que comunican el
ábside con la nave, en sus capiteles laterales vemos un animal bajo volutas, un
busto humano, una cabeza de raposo con grandes y enhiestas orejas, una forma
irreconocible bajo volutas y un monstruo que engulle la cabeza de un personaje
acuclillado que alza sus brazos impotente. Las últimas cestas se colocaron
inacabadas, dando idea de una interrupción no programada de las obras. En la
columna central presentaron dos asuntos asociados entre sí: un personaje que
introduce sus manos en las fauces de un león y, junto a él, la escena del
caballero victorioso, jinete barbado y coronado de corcel ricamente enjaezado y
espada al cinto que aplasta con las patas de su caballo a un hombre postrado de
larga melena. Con el gesto de su diestra alzada se dirige el jinete a una
figura femenina que ocupa el frente de la cesta. Viste ésta velo y túnica con
ceñidor de grandes mangas según la moda de la época, alzando en su brazo
izquierdo un halcón. Vemos aquí una complementación entre el personaje
dominando a la fuerza bruta o diabólica (el presunto Sansón) y el noble
sometiendo al enemigo vencido.
El
primer taller, en el interior, labró los capiteles de los haces de columnas de
la nave y presbiterio, así como los del arco triunfal y algunos del sector oriental
del tramo este de la nave, esa especie de falso crucero. Comenzando la
descripción por el haz de columnas por el lado del evangelio, el capitel
central se decora con dos bestias del apocalipsis de siete cabezas afrontados. Su
escamoso cuerpo de reptil, alado y con fuertes garras, termina en un largo
cuello del que brotan seis pequeñas cabezas de serpiente, mientras que otra
mayor se contorsiona en sentido opuesto. Lo flanquean otros pequeños capiteles con
hojas lisas con bolas colgantes, vegetal con volutas y bolas y un prótomo de
cánido o felino de fuertes garras que parece morder. En el haz de columnas del
lado de la epístola tenemos un capitel con aspas rematadas en cabecitas
monstruosas. Entre las aspas que determinan los cuerpos de los monstruos se
disponen los cuartos delanteros de bestezuelas, con cabezas del mismo tipo y
dos prótomos más salientes. Hacia la nave nos debemos fijar en el capitel que
recibe el nervio crucero donde un personaje hace ademán de partir en dos con su
espada una capa siendo la representación de la caridad de San Martín. Otro
capitel tiene una arpía velada de cola de reptil rematada en brote vegetal.
En
los haces de tres columnas que articulan el paso al ábside, las del lado del
evangelio muestran un capitel decorado con dos bestezuelas reptiliformes, dos cabezas
humanas entre una hoja carnosa en abanico con un ramillete central en el que
soporta el nervio crucero, y una escena enigmática en el que recibe el toral.
Vemos en el frente un sarcófago del que asoma un personaje con las manos unidas
en actitud orante, mientras un cortejo de seis figuras parece abrir la tapa del
sepulcro. Paloma Pérez-Escudero cree que una de las figuras -masculina- es alada,
interpretando la escena como la “Visitatio Sepulchri”, aunque luego admite la
posibilidad de que se refiera al hallazgo y enterramiento de los restos del
apóstol Santiago, opinión que luego recogen Palomero e Ilardia. Lojendio y
Rodríguez se decantan por ver aquí la resurrección de Lázaro, aunque no se
identifica a Jesucristo.
Entre los capiteles del haz de columnas del lado de la
epístola nos encontramos con un felino que muerde el collarino, y tras él y
bajo un prótomo de oveja, un caprino atacado por otro felino que le muerde una
de las patas traseras.
Al
primer taller se adscriben la mayoría de los capiteles que coronan los
truncados haces de columnas del sector oriental del falso crucero, aunque en
algunos parece evidente que fueron recolocados y adaptados al reanudarse las
obras y, en otros, se duda sobre su autoría. Se observan al menos dos facturas
dentro del taller escultórico que trabaja en la zona oriental de la iglesia; una
es más cuidadosa, domina la composición y el volumen, y pese a que no sea
excesivamente proclive al detallismo, dota a sus figuras de un cierto encanto.
Caracterizan su estilo los rostros alargados de aire grave, con gruesos labios
de comisuras caídas y ojos globulosos. Junto a este maestro tenemos un
“aprendiz” que se ocupa de los elementos menores. Daría la sensación de que en
Vallejo intervienen dos equipos bien diferenciados: uno arquitectónico y otro
escultórico.
Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
No
debió tardar mucho tiempo en reanudarse la actividad constructiva en San
Lorenzo, pues si en la obra escultórica de la primera campaña encontramos
vínculos con la cercana iglesia de Siones, éstos se refuerzan en los frutos de
la segunda, pudiendo incluso pensarse en la continuidad de parte de los
escultores. El taller de la segunda fase recurre más a lo vegetal.
En
el tercer tramo vemos un capitel con nueve personas embarcadas, destaca el
situado a popa que sostiene un remo o timón. En el mascarón de proa advertimos
una cruz. Paloma Rodríguez-Escudero llegaba a ver en este capitel a un grupo de
peregrinos dirigiéndose a Santiago de Compostela por la ruta marítima. En el
capitel doble cercano hay dos híbridos afrontados de aves con cuerpo de serpiente
que entrecruzan sus picos atacándose mientras alzan sus patas interiores asiendo
con sus garras el brote vegetal que las separa. Sobre los híbridos se disponen
dos pequeñas aves y tras ellos un leoncillo y una cabecita de reptil que
muerden sus colas en un lateral y dos aves afrontadas en el otro.
Vayamos
al capitel que corona la doble columna del pilar norte del primer tramo donde
hay dos caballeros enfrentados a ambos lados de un árbol de ramas ondulantes.
Están pertrechados para el combate, armados de yelmos con protección nasal y
embrazando escudos, jinetes y monturas protegidos con lorigas. No parece que
empuñasen lanzas o espadas. El gesto del de la izquierda tirando del freno se
refleja en el caballo. Acompañan a los jinetes sendos infantes también
protegidos por yelmos y lorigas, portando espadas y grandes escudos normandos
en los que se marca perfectamente la bloca, en forma de gran cruz de brazos
flordelisados en uno y con más radios la otra.
El
templo cuenta con tres portadas: norte, sur y pie del templo. Tienen arcos
apuntados y, evidentemente, son de la segunda campaña. La más monumental es la
abierta en un antecuerpo del lado oeste. Tenemos cuatro arquivoltas rodeadas
por chambrana (una moldura sobre la portada) que apean en jambas escalonadas.
Hay cuatro parejas de columnas, sobre basas áticas de toro inferior aplastado y
con lengüetas y alto basamento. El arco se moldura con dos baquetones (moldura
redonda vertical, normalmente dispuesta en hilera con otras) en las aristas
entre mediascañas decoradas con puntas de clavo y la arquivolta interior y la
siguiente reciben boceles (moldura convexa lisa) entre mediascañas. Las dos arquivoltas
exteriores reciben decoración historiada, con las figuras dispuestas en sentido
longitudinal, algunas muy maltratadas por la erosión. Veremos una figura
femenina; dos varones portando cayados (probablemente peregrinos pues uno luce
una concha en su zurrón y lleva sobre el hombro un manto colgando); un grupo de
tres figuras, la central sedente y las otras sujetándola; un rey, un santo y un
hombre y, sobre ellos, la tapa de un sepulcro y la figura de un ángel; dos
animales afrontados; un posible San Miguel sin alas que clava su lanza en la
boca de una serpiente; un peregrino; una peregrina con vieira en el zurrón en
bandolera, bastón y otra concha junto a ella; un ángel rodilla en tierra y un
personaje de torso desnudo y larga cabellera, encadenado de cuello y manos al
estilo de los de Soto de Bureba y Bercedo. La arquivolta externa se inicia con
una mujer encadenada, castigada, sufriendo por los mordiscón de una serpiente
en pechos y lengua mientras otras dos culebrillas se introducen por sus orificios
nasales; una figura arrodillada alza una maza y porta una vaina de espada o un carcaj;
un centauro que apunta su arco contra un cuadrúpedo descabezado; una dovela
irreconocible; dos arpías de colas enroscadas; tres figuras femeninas vestidas
con túnicas de arrugados pliegues y luciendo tocas con barboquejo, la central
muestra las palmas de sus manos sobre su pecho y las laterales se abrazan a
ella; dos infantes ataviados con cota de malla y espadas entre la
representación de un sepulcro; un ave atacando a un pez; tres dovelas
irreconocibles; un centauro disparando su arco; dos infantes cubiertos con
loriga, yelmo con protector nasal, alzando sus espadas y protegidos por escudos
normandos con bloca; vemos el Pecado Original mediante un de árbol de cuyas
ramas penden pesados frutos y los primeros padres ocultando sus vergüenzas, con
los detalles recurrentes de la serpiente inspirando el pecado a Eva y Adán
llevándose la mano a la garganta; un juglar tocando la viola acompañado de un
acróbata y dos desleídas figuras, una blandiendo una maza.
La
portada abierta al sur tiene un arco apuntado liso rodeado por tres arquivoltas
y chambrana (moldura que rodea la puerta) de mediacaña. Vemos jambas
escalonadas en las que se acodillan tres parejas de columnas. Lograremos ver entre
las tallas puntas de clavo, botones vegetales, piñas, zarcillos, rosetas,
veneras, bolas con caperuza, cabezas humanas y tres figuras humanas, una
portando un libro abierto, otra femenina y frontal y una que parece portar un
incensario, así como una escena juglaresca en la que un músico toca una especie
doble cuerno y sobre él realiza sus acrobacias una mujer.
Cortesía de José Antonio San Millán Cobo.
La
puerta del muro norte, de arco apuntado liso, dos arquivoltas y chambrana, dispone
de jambas escalonadas con dos parejas de cortas columnas de basas áticas y
plintos. Aparte de las figuras decorativas identificaremos dos serpientes
entrelazadas y una prevención ante el pecado, bajo la imagen de la tapa de un
sepulcro y una figura acosada por una serpiente.
Tenemos,
tras este rápido recorrido, que iconográficamente vemos representaciones del castigo
de los vicios, alusiones a la muerte y la presencia de peregrinos. Esto último
quizá sea una referencia al paso de los mismos por esta comarca.
Bibliografía:
“Vallejo
de Mena”. Texto: JMRM - Planos: PSJS - Fotos: JMRM/JLAO
“El
Valle de Manzanedo. El Valle de Mena.” María del Carmen Arribas Magro.
“La
encomienda de Vallejo: Orden de San Juan de Jerusalén”. José Luis García Muñoz
Ortiz de Taranco.
La guía digital del arte románico.
www.ArteGuías.com
www.torresanmartin.com
“El
caballero victorioso en la escultura románica española. Alguinas
consideraciones y nuevos ejemplos”. Margarita Ruiz Maldonado.
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