Viajaremos
a finales del siglo XIV, muy a finales, al reinado de los Reyes Católicos
cuando se dispuso un enlace matrimonial cruzado que cambió la historia de
España y del mundo. Sin exagerar. El 20 de enero de 1495, en Amberes, se
firmaron las capitulaciones para el matrimonio de los hijos de Isabel y
Fernando, Juan y Juana, con los hijos de Maximiliano I de Austria, Felipe y
Margarita. Lo firmaron el emperador y el embajador Francisco de Rojas y en el
paquete se incluía la alianza antifrancesa de las coronas de Castilla y Aragón
y de Alemania, Austria y Borgoña.
Fernando e Isabel, los Reyes Católicos
El
acuerdo sobre un doble matrimonio fijaba que los casamientos se cumplirían antes
de noviembre de 1495; habría una renuncia recíproca de las dotes; fijación de
una renta de 20.000 escudos al año para las novias, Margarita y Juana;
disposiciones sobre joyas y alhajas; compromiso de Maximiliano de enviar a su
hija en un plazo de un mes tras los esponsales, desde Malinas a España, pagando
el traslado; los derechos de sucesión quedaron según la legislación vigente en
cada reino; se firmó una alianza de amistad eterna entre ambas casas; ayuda
militar mutua en Italia; y, promesa de los firmantes, Maximiliano y Rojas, de
cumplir el acuerdo, con la posterior confirmación de los contrayentes. El
embajador español entregó en el plazo de cinco meses, en Malinas, los
documentos de ratificación de los Reyes Católicos, y sus hijos Juan y Juana.
En
esta ocasión la persona protagonista de la entrada será Margot, Margarita, y no
su esposo o Juana y Felipe. Margarita nació en 1480 y era la hija menor del
archiduque Maximiliano de Austria y de María de Borgoña. Su madre, única heredera
del ducado, debía la salvaguarda de su Estado al emperador Federico III. El
precio de esa protección ante los franceses fue la boda con su hijo mayor,
Maximiliano.
Margarita en su infancia
El
emperador Federico III de Austria casó a nuestra Margarita con el heredero de
la corona francesa. La dote incluía el Franco Condado y la región de Artois. De
ese modo, se pretendía apaciguar a los franceses. Así, con tres años, la
pequeña archiduquesa Margarita hizo su entrada en Lille. El delfín, de trece
años de edad, recibió fastuosamente a su prometida. El 22 de julio de 1485 se
casaban y ese año conseguían la corona. Bueno, su marido: Carlos VIII. Estuvo
ocho años como consorte hasta que los franceses pidieron la anulación del matrimonio
para casar a Carlos VIII con la duquesa Ana de Bretaña. Era fácil porque no se
había consumado el matrimonio. La joven Reina repudiada conservará memoria de
los dos años tras el divorcio en que fue rehén de los franceses, un rencor que repercutirá
en sus futuras decisiones políticas. Cuando por fin pudo volver a su tierra
natal Margarita apenas descansó porque su padre, el ahora emperador Maximiliano
I de Austria, la casaba con Juan el heredero de Castilla y Aragón. Y a Felipe
el Hermoso, su hermano mayor, con la futura Juana la Loca.
Margarita
es descrita con ojos levemente rasgados; tez aterciopelada, entre rosa y
dorada; y cabellera rubia. No era muy alta, pero tenía un cuerpo muy bien
proporcionado con formas llenas y delicadas. Nos la presentan como ¡“un pibón”!
Lo que unido a la preocupación de los consejeros de la reina Isabel sobre la
débil constitución del príncipe Juan da un resultado, cuanto menos, arriesgado
para un heredero con las hormonas disparadas.
Margarita juvenil
El
príncipe Juan se comprometió, por poderes, en Madrid el 25 de enero de 1495, otorgando
su poder a Francisco de Rojas, Comendador de Calatrava y embajador de los Reyes
Católicos, para que en su nombre firmase el contrato de matrimonio. Con ese
poder Francisco de Rojas pudo recibir la dote de la princesa, así como entregar
las cartas de pago de la recepción de ésta; también estaba autorizado a
prometer la seguridad de la dote y el sostenimiento futuro en la corte de la
princesa Margarita, en nombre del propio heredero y de los reyes.
El
casamiento por poderes tuvo lugar en Malinas, a 5 de noviembre de 1495, momento
en el que eran confirmadas por Felipe y Margarita las capitulaciones otorgadas
para sus matrimonios con Juana y Juan, y se efectuaban éstos por poderes entre
los archiduques y Francisco de Rojas. El 18 de noviembre, Margarita firmaba la
carta de finiquito de su dote. Isabel y Fernando, el 3 de enero de 1496,
ratificando las capitulaciones. Y, al poco, juanito confirmaba el matrimonio “firme
e valedero con la dicha illustrísima madama Margarita, mi muy amada muger, por
palabras de presente, fazientes matrimonio segund orden dela Yglesia, con todas
las solennidades e çeremonias que manda la santa Yglesia de Roma e para ello
son neçessarias”. Por su parte, el Papa Alejandro VI concedía a Margarita
una bula otorgándole los mismos privilegios espirituales que los dados a los Reyes
Católicos, como correspondía a un nuevo miembro de su familia.
Malinas
Además
de la dote, los regalos y las arras, que Juan no tuvo tiempo de entregar, el
acuerdo prematrimonial incluía la concesión a las novias de 20.000 escudos, que
los Reyes Católicos hicieron efectivos a Margarita mediante la donación, tras
su definitiva boda en Burgos, de la ciudad de Andújar de la cual pasaba a ser
señora natural y de cuyas rentas reales debían salir anualmente dicha cantidad.
No podía venderlo ni enajenarlo y retornaría a la Corona tras su muerte.
En el verano de 1496, los Reyes Católicos comenzaban a impacientarse y enviaron a
Juana a Amberes para presionar. En cuanto llegó tuvo lugar su matrimonio
canónigo con Felipe, el hermoso. Aunque se envió primero a Juana este no era el
deseo de los Reyes Católicos que opinaban que “si se pudiere hacer sin
inconveniente, nosotros querríamos que viniese primero Madama”. Sin
embargo, Maximiliano pospuso el viaje de su hija, con nuevas exigencias. Demandó
que Juan fuese elevado al rango de rey de Granada y León, tal y como su hijo
Felipe había sido nombrado rey de romanos, o heredero al trono del Sacro
Imperio.
Hasta
enero de 1497 la flota que transportó a Juana a Bélgica no zarpó hacia España
llevando a una Margarita de 17 años. Por las malas relaciones con Francia y por
la lentitud e incomodidad del viaje por tierra, la trajo por mar el almirante Fadrique
Enriquez. Contó Jean Lemaire que el navío en el que venía Margarita se vio
inmerso en una violenta tormenta y la tripulación temió que iban a morir.
Margarita les calmó con serenidad y buen humor, diciendo que, si moría, su
epitafio sería: “Aquí yace Margot, la gentil damisela que, después de dos
maridos, aún es doncella”. Se salvaron y la princesa llegó a Castilla el 6
de marzo de 1497. Las fuentes no se ponen de acuerdo en si fue el día seis o el
día ocho de marzo. Pisó tierra en Santander donde fue recibida por una
multitud. Pero, según uno de los cronistas, no por autoridades de la Corte a
las que envió un aviso. Otros dicen que ya estaba allí Bernardino Fdez. de
Velasco.
A
Margarita le acompañaba un nutrido cortejo: Philippe, hijo del marqués de Bade;
Jean de Bourbon, señor de Rochefort y autor de una, ilocalizable por esta
bitácora, crónica del viaje; Diego de Guevara, diplomático español; Barangier,
su fiel secretario; Guillaume y Gilles Le Veau de Bousanton. Dejó escrito Jean
de Bourbon: “Retornamos para llegar al dicho Laredo, esperando encontrar allí
a Madame. Pero el navío en que viajaba había llegado a otro puerto, llamado Saint
Andriu [Santander]. Los peligros por los que pasamos serial demasiado
largo describirlos”. Parece dar a entender que la tormenta citada les
derivó a Laredo donde esperaban que también se hubiese refugiado el barco de
Margot.
Margarita
aguardó cuatro días a que llegase su equipaje hasta Santander. Cuentan que sus
pertenencias eran voluminosas y valiosas e incluían “ciertos extraños
vehículos de cuatro ruedas, llamados carrozas”. Era la primera vez que se
encontraban en Castilla esos voluminosos “carros franceses” de cuatro ruedas
poco adecuados para la complicada orografía cantábrica y demasiado costosos: “a
causa de la comunicaçion de Flandes, ay muchas literas, e ovo un tiempo carros
de quatro ruedas cada uno (que truxo a Castilla la prinçesa Madama Margarita,
mi señora, en que, algunas veces, con particulares damas de Su Alteza, se salia
al campo); pero como esos carros no los podian sostener (con cuatro o çinco
cavallos que han menester) sino personas de estado, e no son sino para tierra
llana e Su Alteza, despues que embiudo, se torno a Flandes, çesaron tales
carros, e quedose la costumbre de las literas”.
“Ese
lunes” -¿el mismo lunes 6
de marzo?- arribaron 120 mulas cargadas de vajillas de oro y plata, tapicerías
y otros atavíos, como parte del ajuar del condestable y de sus acompañantes con
el fin de agasajar a la corte borgoñona. Y, también, el condestable, enviado
por los Reyes Católicos para recibir a Margot y para que se encargase de su
alojamiento. O, al menos, eso nos cuenta Alonso de Santa Cruz. Bernardino
Fernández de Velasco y Mendoza (1454-1512) -el segundo condestable de Castilla
y primer duque de Frías-, al parecer, estaba acompañado por Pedro Manrique,
duque de Nájera; Álvaro de Zúñiga, duque de Béjar; Rodrigo Alonso Pimentel,
conde de Benavente; Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y Diego López
Pacheco, marqués de Villena. Mártir de Anglería justificó la presencia del
condestable porque el cortejo había de pasar por terrenos de su “jurisdicción”.
Pero entiendo que sólo pasaron por Cilleruelo de Bezana que, al parecer, era la
única posesión del condestable en la ruta que debieron tomar. ¡Qué cosas!
Se
cuenta que Margarita permaneció en Santander hasta el viernes siguiente. Al
partir no hizo más que unas pocas leguas. Por su parte, Juan, en compañía de su
padre, la esperaba en Villasevil (Santiurde de Toranzo, Cantabria), dónde tuvo
lugar el primer encuentro, cuyos detalles fueron preparados también por el conde
de Haro, caso de la ocupación de las casas más confortables del lugar. En esto
uno de los cronistas, Jerónimos de Zurita, sitúa en encuentro junto a Reinosa.
Juan de Castilla y Aragón
El
cortejo real salió al encuentro del séquito de la princesa. Allí, en las
afueras de la villa se produciría la primera reverencia protocolaria y las
palabras de bienvenida del rey. En un aparte el príncipe se cambió de ropajes,
mientras que el rey siguió vestido de campo. Juan reapareció con un jubón de
brocado y una ropa de raso blanco bordada en hilo de oro forrada en marta
cebellina; encima, un capuz de terciopelo escarlata, abierto por los lados,
realzado con pequeñas placas de oro hechas a martillo junto a flores de
margarita, en atención a su prometida. De su cuello colgaba una alhaja
suspendida de una rica cadena de oro, llevaba una daga y una espada muy ornadas
y estaba tocado con un bonete de terciopelo carmesí.
En
la casa que ocupaba la novia, de un tal Diego de Villegas, se realizó el
desposorio, tras los esponsales por poderes, por parte del arzobispo de
Sevilla, Diego Hurtado de Mendoza. Fue una ceremonia breve, consistente en
apenas una bendición. El tal Villegas, el propietario de la casa, era autor de
una muerte y pidió el indulto aprovechando la ocasión. Suplicó al rey que como
el desposorio de los príncipes se celebró en su casa, le perdonase. El Rey dice
en mayo de 1497 que por “quel casamiento e desposorio de los ylustrisymos
prinçipes don Juan e prinçesa doña Margarita, (…) se feziese e çelebrase como
se hizo en su casa del dicho Diego de Uillegas, e otrosy por la alegria e
plazer que yo oue con la venida de la dicha prinçesa, que vsando con el de
clemençia le perdonase”, le perdonaba de esos delitos y muertes. La versión
de Villegas difería de la que dieron los padres del fallecido, y el Rey
utilizando la declaración de estos dice a Villegas que este con dieciocho
hombres “alevosamente e a trayçion, (...) matastes al dicho Françisco de
Çaballos estando dormiendo en la cama en su casa”. El Rey, no obstante,
ratificó el perdón para Villegas, pero no para sus cómplices. Anécdotas aparte,
tras una cena por separado, y una conversación entre los esposos, a la que
asistieron los más íntimos cortesanos, Juan de Calatayud, Juan Velázquez de
Cuéllar, el almirante de Castilla y algunas damas, todos se retiraron a descansar,
los esposos cada uno por su lado. Nada de conocerse bíblicamente.
No
tengo constancia de la ruta cierta que tomó la comitiva para llegar a Burgos. Si
la princesa de Asturias hubiera desembarcado en Laredo, castro Urdiales o
Portugalete hubiera sido sencillo asumir que transitó por Las Merindades. Pero Brassart
contó que: (estamos a mediados de marzo de 1497) “Y partimos ese lunes y
caminamos el martes, el miércoles, hasta el jueves, que llegamos a un pequeño
pueblo que era del condestable [¿Cuál?], allí Madame [Margarita de
Austria] fue muy festejada y, todos, a expensas del condestable. Y caminamos
el viernes y vinimos a dormir a dos leguas cerca de Burgos y el príncipe durmió
en Burgos ese día y el rey se quedó con Madame”.
Entendiendo
que la comitiva partió, tras descansar un par de días, desde Villasevil continuando
por Prases, Villegas, Ontaneda, La Ventosa, Sel de la Carrera y subir el puerto
de Corconte por Mediajo Frío para llegar a la llanura de la Virga. De Santander
a Burgos tardó la duquesa nueve jornadas, lentitud debida a los bueyes que
debieron tirar de las carrozas al ser áspero el camino. Si confiamos en los
cronistas, el pueblo propiedad del duque de Frías pudo ser Cilleruelo de
Bezana. No creo que se desviasen tanto como para visitar la “capital” del
Condestable. Aunque sí podemos afirmar que consta la presencia del príncipe
Juan en Medina de Pomar el 10 de septiembre de 1496, pues desde allí dictó una
carta: “10 de septiembre [1496]. Medina de Pomar. Provisión del príncipe
Juan al concejo de la ciudad de Trujillo sobre la elección de fieles”.
Desde
Cilleruelo pudo tomar varios caminos como seguir por Villanueva de Rampalay
hasta Villalta y de ahí a Burgos. Pero viene definido como camino de herradura.
O, quizá fueron por el camino de Basconcillos del Tozo y Urbel del castillo
hasta Burgos. Pero no lo sé a ciencia cierta.
A
Burgos llegaron la víspera del domingo de Ramos, día 18 de marzo. La pareja fue
recibida en la puerta por el concejo y los gremios, y villanos curiosos. Los terceros
esponsales, tras los de Villasevil y el matrimonio por poderes, tuvieron lugar
al día siguiente de la llegada, el domingo de Ramos, el 19 de marzo, en los
salones de la casa del Cordón, en presencia del cardenal Jiménez de Cisneros,
quien recibió el consentimiento de los esposos y les dio la bendición, con la
asistencia de los principales de la corte, testigos de las mutuas palabras de
aceptación y promesa, o palabras de presente. La “condestablesa” Blanca de
Herrera y Niño de Portugal actuó de madrina, o testigo oficial de los
compromisos.
La
ceremonia nupcial oficial se desarrolló el día 3 de abril, domingo de Pascua o
de Resurrección, quince días más tarde de la primera, en espera del fin de la
cuaresma. La misa solemne, con gran pompa, fue celebrada en la catedral, también
por el cardenal Cisneros. Los testigos de la velación fueron el almirante de
Castilla y su madre; la madrina, de nuevo la condestablesa. A los ojos de la
iglesia y de la sociedad los príncipes ya estaban casados. Luego vino la
recepción y la solicitud del príncipe Juan a sus padres para consumar el
matrimonio. Se ha achacado al deseo carnal del muchacho que falleciese pocos
meses después, dada su débil constitución física y su delicado estado de salud,
que no pudieron aguantar los ajetreos amorosos. Los esposos marcharon a
Valladolid y Salamanca, donde falleció Juan el 23 de septiembre. Ese verano de
1497 la princesa quedaba encinta pero el 8 de diciembre tuvo un aborto lo que derivó
en su abandono de la Corte.
Bibliografía:
“CAMINOS
BURGALESES: Los Caminos del Norte (Siglos XV y XVI)”. Salvador Domingo Mena.
“La
casa y corte del príncipe don Juan (1478-1497). Economía y etiqueta en el
palacio del hijo de los reyes católicos”. José Damián González Arce.
“Las
Austrias. Matrimonio y razón de estado en la monarquía española”. Catalina de
Habsburgo.
“Suenan
campanas de boda en Castilla: las nupcias del príncipe Juan y la princesa
Margarita en la catedral de Burgos”. Ana Martínez-Acitores González.
“Documents
concernant le voyage de l'archiduchesse Marguerite en Espagne, en 1497, et
celui que fit en ce pays l'archiduc”. M. Brassart.
“Viajeros
por Las Merindades”. Ricardo San martín Vadillo.
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