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domingo, 23 de noviembre de 2025

Margot busca al príncipe Juan

 
 
Viajaremos a finales del siglo XIV, muy a finales, al reinado de los Reyes Católicos cuando se dispuso un enlace matrimonial cruzado que cambió la historia de España y del mundo. Sin exagerar. El 20 de enero de 1495, en Amberes, se firmaron las capitulaciones para el matrimonio de los hijos de Isabel y Fernando, Juan y Juana, con los hijos de Maximiliano I de Austria, Felipe y Margarita. Lo firmaron el emperador y el embajador Francisco de Rojas y en el paquete se incluía la alianza antifrancesa de las coronas de Castilla y Aragón y de Alemania, Austria y Borgoña.

Fernando e Isabel, los Reyes Católicos
 
El acuerdo sobre un doble matrimonio fijaba que los casamientos se cumplirían antes de noviembre de 1495; habría una renuncia recíproca de las dotes; fijación de una renta de 20.000 escudos al año para las novias, Margarita y Juana; disposiciones sobre joyas y alhajas; compromiso de Maximiliano de enviar a su hija en un plazo de un mes tras los esponsales, desde Malinas a España, pagando el traslado; los derechos de sucesión quedaron según la legislación vigente en cada reino; se firmó una alianza de amistad eterna entre ambas casas; ayuda militar mutua en Italia; y, promesa de los firmantes, Maximiliano y Rojas, de cumplir el acuerdo, con la posterior confirmación de los contrayentes. El embajador español entregó en el plazo de cinco meses, en Malinas, los documentos de ratificación de los Reyes Católicos, y sus hijos Juan y Juana.
 
En esta ocasión la persona protagonista de la entrada será Margot, Margarita, y no su esposo o Juana y Felipe. Margarita nació en 1480 y era la hija menor del archiduque Maximiliano de Austria y de María de Borgoña. Su madre, única heredera del ducado, debía la salvaguarda de su Estado al emperador Federico III. El precio de esa protección ante los franceses fue la boda con su hijo mayor, Maximiliano.

Margarita en su infancia
 
El emperador Federico III de Austria casó a nuestra Margarita con el heredero de la corona francesa. La dote incluía el Franco Condado y la región de Artois. De ese modo, se pretendía apaciguar a los franceses. Así, con tres años, la pequeña archiduquesa Margarita hizo su entrada en Lille. El delfín, de trece años de edad, recibió fastuosamente a su prometida. El 22 de julio de 1485 se casaban y ese año conseguían la corona. Bueno, su marido: Carlos VIII. Estuvo ocho años como consorte hasta que los franceses pidieron la anulación del matrimonio para casar a Carlos VIII con la duquesa Ana de Bretaña. Era fácil porque no se había consumado el matrimonio. La joven Reina repudiada conservará memoria de los dos años tras el divorcio en que fue rehén de los franceses, un rencor que repercutirá en sus futuras decisiones políticas. Cuando por fin pudo volver a su tierra natal Margarita apenas descansó porque su padre, el ahora emperador Maximiliano I de Austria, la casaba con Juan el heredero de Castilla y Aragón. Y a Felipe el Hermoso, su hermano mayor, con la futura Juana la Loca.
 
Margarita es descrita con ojos levemente rasgados; tez aterciopelada, entre rosa y dorada; y cabellera rubia. No era muy alta, pero tenía un cuerpo muy bien proporcionado con formas llenas y delicadas. Nos la presentan como ¡“un pibón”! Lo que unido a la preocupación de los consejeros de la reina Isabel sobre la débil constitución del príncipe Juan da un resultado, cuanto menos, arriesgado para un heredero con las hormonas disparadas.

Margarita juvenil
 
El príncipe Juan se comprometió, por poderes, en Madrid el 25 de enero de 1495, otorgando su poder a Francisco de Rojas, Comendador de Calatrava y embajador de los Reyes Católicos, para que en su nombre firmase el contrato de matrimonio. Con ese poder Francisco de Rojas pudo recibir la dote de la princesa, así como entregar las cartas de pago de la recepción de ésta; también estaba autorizado a prometer la seguridad de la dote y el sostenimiento futuro en la corte de la princesa Margarita, en nombre del propio heredero y de los reyes.
 
El casamiento por poderes tuvo lugar en Malinas, a 5 de noviembre de 1495, momento en el que eran confirmadas por Felipe y Margarita las capitulaciones otorgadas para sus matrimonios con Juana y Juan, y se efectuaban éstos por poderes entre los archiduques y Francisco de Rojas. El 18 de noviembre, Margarita firmaba la carta de finiquito de su dote. Isabel y Fernando, el 3 de enero de 1496, ratificando las capitulaciones. Y, al poco, juanito confirmaba el matrimonio “firme e valedero con la dicha illustrísima madama Margarita, mi muy amada muger, por palabras de presente, fazientes matrimonio segund orden dela Yglesia, con todas las solennidades e çeremonias que manda la santa Yglesia de Roma e para ello son neçessarias”. Por su parte, el Papa Alejandro VI concedía a Margarita una bula otorgándole los mismos privilegios espirituales que los dados a los Reyes Católicos, como correspondía a un nuevo miembro de su familia.

Malinas
 
Además de la dote, los regalos y las arras, que Juan no tuvo tiempo de entregar, el acuerdo prematrimonial incluía la concesión a las novias de 20.000 escudos, que los Reyes Católicos hicieron efectivos a Margarita mediante la donación, tras su definitiva boda en Burgos, de la ciudad de Andújar de la cual pasaba a ser señora natural y de cuyas rentas reales debían salir anualmente dicha cantidad. No podía venderlo ni enajenarlo y retornaría a la Corona tras su muerte.
 
En el verano de 1496, los Reyes Católicos comenzaban a impacientarse y enviaron a Juana a Amberes para presionar. En cuanto llegó tuvo lugar su matrimonio canónigo con Felipe, el hermoso. Aunque se envió primero a Juana este no era el deseo de los Reyes Católicos que opinaban que “si se pudiere hacer sin inconveniente, nosotros querríamos que viniese primero Madama”. Sin embargo, Maximiliano pospuso el viaje de su hija, con nuevas exigencias. Demandó que Juan fuese elevado al rango de rey de Granada y León, tal y como su hijo Felipe había sido nombrado rey de romanos, o heredero al trono del Sacro Imperio.

 
Hasta enero de 1497 la flota que transportó a Juana a Bélgica no zarpó hacia España llevando a una Margarita de 17 años. Por las malas relaciones con Francia y por la lentitud e incomodidad del viaje por tierra, la trajo por mar el almirante Fadrique Enriquez. Contó Jean Lemaire que el navío en el que venía Margarita se vio inmerso en una violenta tormenta y la tripulación temió que iban a morir. Margarita les calmó con serenidad y buen humor, diciendo que, si moría, su epitafio sería: “Aquí yace Margot, la gentil damisela que, después de dos maridos, aún es doncella”. Se salvaron y la princesa llegó a Castilla el 6 de marzo de 1497. Las fuentes no se ponen de acuerdo en si fue el día seis o el día ocho de marzo. Pisó tierra en Santander donde fue recibida por una multitud. Pero, según uno de los cronistas, no por autoridades de la Corte a las que envió un aviso. Otros dicen que ya estaba allí Bernardino Fdez. de Velasco.
 
A Margarita le acompañaba un nutrido cortejo: Philippe, hijo del marqués de Bade; Jean de Bourbon, señor de Rochefort y autor de una, ilocalizable por esta bitácora, crónica del viaje; Diego de Guevara, diplomático español; Barangier, su fiel secretario; Guillaume y Gilles Le Veau de Bousanton. Dejó escrito Jean de Bourbon: “Retornamos para llegar al dicho Laredo, esperando encontrar allí a Madame. Pero el navío en que viajaba había llegado a otro puerto, llamado Saint Andriu [Santander]. Los peligros por los que pasamos serial demasiado largo describirlos”. Parece dar a entender que la tormenta citada les derivó a Laredo donde esperaban que también se hubiese refugiado el barco de Margot.

 
Margarita aguardó cuatro días a que llegase su equipaje hasta Santander. Cuentan que sus pertenencias eran voluminosas y valiosas e incluían “ciertos extraños vehículos de cuatro ruedas, llamados carrozas”. Era la primera vez que se encontraban en Castilla esos voluminosos “carros franceses” de cuatro ruedas poco adecuados para la complicada orografía cantábrica y demasiado costosos: “a causa de la comunicaçion de Flandes, ay muchas literas, e ovo un tiempo carros de quatro ruedas cada uno (que truxo a Castilla la prinçesa Madama Margarita, mi señora, en que, algunas veces, con particulares damas de Su Alteza, se salia al campo); pero como esos carros no los podian sostener (con cuatro o çinco cavallos que han menester) sino personas de estado, e no son sino para tierra llana e Su Alteza, despues que embiudo, se torno a Flandes, çesaron tales carros, e quedose la costumbre de las literas”.
 
“Ese lunes” -¿el mismo lunes 6 de marzo?- arribaron 120 mulas cargadas de vajillas de oro y plata, tapicerías y otros atavíos, como parte del ajuar del condestable y de sus acompañantes con el fin de agasajar a la corte borgoñona. Y, también, el condestable, enviado por los Reyes Católicos para recibir a Margot y para que se encargase de su alojamiento. O, al menos, eso nos cuenta Alonso de Santa Cruz. Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza (1454-1512) -el segundo condestable de Castilla y primer duque de Frías-, al parecer, estaba acompañado por Pedro Manrique, duque de Nájera; Álvaro de Zúñiga, duque de Béjar; Rodrigo Alonso Pimentel, conde de Benavente; Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y Diego López Pacheco, marqués de Villena. Mártir de Anglería justificó la presencia del condestable porque el cortejo había de pasar por terrenos de su “jurisdicción”. Pero entiendo que sólo pasaron por Cilleruelo de Bezana que, al parecer, era la única posesión del condestable en la ruta que debieron tomar. ¡Qué cosas!
 
Se cuenta que Margarita permaneció en Santander hasta el viernes siguiente. Al partir no hizo más que unas pocas leguas. Por su parte, Juan, en compañía de su padre, la esperaba en Villasevil (Santiurde de Toranzo, Cantabria), dónde tuvo lugar el primer encuentro, cuyos detalles fueron preparados también por el conde de Haro, caso de la ocupación de las casas más confortables del lugar. En esto uno de los cronistas, Jerónimos de Zurita, sitúa en encuentro junto a Reinosa.

Juan de Castilla y Aragón 

El cortejo real salió al encuentro del séquito de la princesa. Allí, en las afueras de la villa se produciría la primera reverencia protocolaria y las palabras de bienvenida del rey. En un aparte el príncipe se cambió de ropajes, mientras que el rey siguió vestido de campo. Juan reapareció con un jubón de brocado y una ropa de raso blanco bordada en hilo de oro forrada en marta cebellina; encima, un capuz de terciopelo escarlata, abierto por los lados, realzado con pequeñas placas de oro hechas a martillo junto a flores de margarita, en atención a su prometida. De su cuello colgaba una alhaja suspendida de una rica cadena de oro, llevaba una daga y una espada muy ornadas y estaba tocado con un bonete de terciopelo carmesí.
 
En la casa que ocupaba la novia, de un tal Diego de Villegas, se realizó el desposorio, tras los esponsales por poderes, por parte del arzobispo de Sevilla, Diego Hurtado de Mendoza. Fue una ceremonia breve, consistente en apenas una bendición. El tal Villegas, el propietario de la casa, era autor de una muerte y pidió el indulto aprovechando la ocasión. Suplicó al rey que como el desposorio de los príncipes se celebró en su casa, le perdonase. El Rey dice en mayo de 1497 que por “quel casamiento e desposorio de los ylustrisymos prinçipes don Juan e prinçesa doña Margarita, (…) se feziese e çelebrase como se hizo en su casa del dicho Diego de Uillegas, e otrosy por la alegria e plazer que yo oue con la venida de la dicha prinçesa, que vsando con el de clemençia le perdonase”, le perdonaba de esos delitos y muertes. La versión de Villegas difería de la que dieron los padres del fallecido, y el Rey utilizando la declaración de estos dice a Villegas que este con dieciocho hombres “alevosamente e a trayçion, (...) matastes al dicho Françisco de Çaballos estando dormiendo en la cama en su casa”. El Rey, no obstante, ratificó el perdón para Villegas, pero no para sus cómplices. Anécdotas aparte, tras una cena por separado, y una conversación entre los esposos, a la que asistieron los más íntimos cortesanos, Juan de Calatayud, Juan Velázquez de Cuéllar, el almirante de Castilla y algunas damas, todos se retiraron a descansar, los esposos cada uno por su lado. Nada de conocerse bíblicamente.

Torre de Villegas en Villasevil
 
No tengo constancia de la ruta cierta que tomó la comitiva para llegar a Burgos. Si la princesa de Asturias hubiera desembarcado en Laredo, castro Urdiales o Portugalete hubiera sido sencillo asumir que transitó por Las Merindades. Pero Brassart contó que: (estamos a mediados de marzo de 1497) “Y partimos ese lunes y caminamos el martes, el miércoles, hasta el jueves, que llegamos a un pequeño pueblo que era del condestable [¿Cuál?], allí Madame [Margarita de Austria] fue muy festejada y, todos, a expensas del condestable. Y caminamos el viernes y vinimos a dormir a dos leguas cerca de Burgos y el príncipe durmió en Burgos ese día y el rey se quedó con Madame”.

 
Entendiendo que la comitiva partió, tras descansar un par de días, desde Villasevil continuando por Prases, Villegas, Ontaneda, La Ventosa, Sel de la Carrera y subir el puerto de Corconte por Mediajo Frío para llegar a la llanura de la Virga. De Santander a Burgos tardó la duquesa nueve jornadas, lentitud debida a los bueyes que debieron tirar de las carrozas al ser áspero el camino. Si confiamos en los cronistas, el pueblo propiedad del duque de Frías pudo ser Cilleruelo de Bezana. No creo que se desviasen tanto como para visitar la “capital” del Condestable. Aunque sí podemos afirmar que consta la presencia del príncipe Juan en Medina de Pomar el 10 de septiembre de 1496, pues desde allí dictó una carta: “10 de septiembre [1496]. Medina de Pomar. Provisión del príncipe Juan al concejo de la ciudad de Trujillo sobre la elección de fieles”.
 
Desde Cilleruelo pudo tomar varios caminos como seguir por Villanueva de Rampalay hasta Villalta y de ahí a Burgos. Pero viene definido como camino de herradura. O, quizá fueron por el camino de Basconcillos del Tozo y Urbel del castillo hasta Burgos. Pero no lo sé a ciencia cierta.

 
A Burgos llegaron la víspera del domingo de Ramos, día 18 de marzo. La pareja fue recibida en la puerta por el concejo y los gremios, y villanos curiosos. Los terceros esponsales, tras los de Villasevil y el matrimonio por poderes, tuvieron lugar al día siguiente de la llegada, el domingo de Ramos, el 19 de marzo, en los salones de la casa del Cordón, en presencia del cardenal Jiménez de Cisneros, quien recibió el consentimiento de los esposos y les dio la bendición, con la asistencia de los principales de la corte, testigos de las mutuas palabras de aceptación y promesa, o palabras de presente. La “condestablesa” Blanca de Herrera y Niño de Portugal actuó de madrina, o testigo oficial de los compromisos.

 
La ceremonia nupcial oficial se desarrolló el día 3 de abril, domingo de Pascua o de Resurrección, quince días más tarde de la primera, en espera del fin de la cuaresma. La misa solemne, con gran pompa, fue celebrada en la catedral, también por el cardenal Cisneros. Los testigos de la velación fueron el almirante de Castilla y su madre; la madrina, de nuevo la condestablesa. A los ojos de la iglesia y de la sociedad los príncipes ya estaban casados. Luego vino la recepción y la solicitud del príncipe Juan a sus padres para consumar el matrimonio. Se ha achacado al deseo carnal del muchacho que falleciese pocos meses después, dada su débil constitución física y su delicado estado de salud, que no pudieron aguantar los ajetreos amorosos. Los esposos marcharon a Valladolid y Salamanca, donde falleció Juan el 23 de septiembre. Ese verano de 1497 la princesa quedaba encinta pero el 8 de diciembre tuvo un aborto lo que derivó en su abandono de la Corte.
 
 
Bibliografía:
 
“CAMINOS BURGALESES: Los Caminos del Norte (Siglos XV y XVI)”. Salvador Domingo Mena.
“La casa y corte del príncipe don Juan (1478-1497). Economía y etiqueta en el palacio del hijo de los reyes católicos”. José Damián González Arce.
“Las Austrias. Matrimonio y razón de estado en la monarquía española”. Catalina de Habsburgo.
“Suenan campanas de boda en Castilla: las nupcias del príncipe Juan y la princesa Margarita en la catedral de Burgos”. Ana Martínez-Acitores González.
“Documents concernant le voyage de l'archiduchesse Marguerite en Espagne, en 1497, et celui que fit en ce pays l'archiduc”. M. Brassart.
“Viajeros por Las Merindades”. Ricardo San martín Vadillo.
 
 

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