Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


viernes, 31 de mayo de 2013

Pero... ¿Tú, Pedro Torres Rámila, pa´qué te metes?

¿Por qué es Famoso Pedro Torres Rámila? Por haber atacado a Lope de Vega escribiendo el libro Spongia, una obra que nadie ha logrado ver.
Esta historia fue estudiada, por primera vez, en la década de 1930 por el catedrático don Joaquín de Entrambasaguas mediante el estudio titulado: «Una guerra literaria del siglo de oro; Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos». El Sr. Entrambasaguas encontró en el Archivo Histórico Nacional una serie de pruebas de colegiales de Alcalá realizadas en 1622. Entre ellas su partida bautismal.
Iglesia de Villarcayo
Pedro Torres Rámila nació en Villarcayo (Burgos), y fue bautizado en su iglesia parroquial el día 22 de Febrero de 1583 por el cura don Pedro de Salazar, como padrinos Rodrigo Barahona y Ángela de Ángulo. No tenemos el día exacto de su nacimiento.
Su padre fue Pedro de Rámila, natural de Bisjueces (Burgos) aunque vivió en Villarcayo, donde murió, e hijo de Pedro de Rámila y María de Rosales, nacidos en Bisjueces y Villanas (Burgos), respectivamente, y vecinos de Bisjueces, y más tarde de Villarcayo.
Su madre fue María de Torres, Villacayesa cheposa según los documentos. Residió esta en la villa hasta su muerte, ocurrida antes que la de su marido.
Partida Bautismal de Pedro Torres Rámila
De este matrimonio nació, además de Pedro, el enemigo de Lope, otro hijo menor que aquél—nacido hacia 1588, puesto que tenía treinta y cuatro años en 1622—, de nombre Sebastián, que figura como declarante en las informaciones de su hermano, donde se dice que no sabía firmar, y demuestra estar poco enterado de sus ascendientes. Si nos atenemos a Joaquín Entrambasaguas, el libro bautismal se habría perdido, pero Jesús Moya en “Crónica de las Merindades” informa de lo contrario.
Doña María de Torres, la madre de nuestro protagonista, era hija de Lucas de Torres, hijo a su vez de Pedro de Torres, natural de Villarcayo, y de su mujer, Catalina González, nacida en San Miguel de Cornezuela (Burgos). Lucas de Torres tuvo otros hermanos, y murió de más de setenta años. Fue Procurador de las Merindades de Castilla y Escribano en Villarcayo.
Don Lucas de Torres, el abuelo materno, era de Villarcayo, y estaba casado con Juana Ruiz de Velasco, de Población de Arriba (Santander), vecinos, como sus suegros, de Villarcayo, donde murieron.
En las citadas pruebas, se hace referencia a los apellidos del Maestro Torres Rámila; se afirma que casi todos sus ascendientes eran labradores, y unánimemente se les tiene por «cristianos viejos y limpios», y aun con ciertos atisbas de hidalgos.
Se apunta también que:
«Son y han sido cristianos viejos, limpios, de limpia sangre, sin raza ni mácula de judíos, moros, herejes ni otra secta nuevamente convertidos, y que no han sido condenados ni castigados por el santo oficio de la inquisición ni por otra justicia eclesiástica ni secular, ni han tenido oficio vil, bajo ni infame por derecho ni reputación, ni han sido brujos hechiceros ni desesperados ni descendientes de tales. Además que nunca ha habido fama, rumor, duda ni sospecha de lo contrario».
El padre, no se dedicó sólo a la agricultura, sino que fue sastre, porque sus bienes no le producían lo bastante para vivir (sin dar golpe, se entiende). Este humilde oficio dio base a Lope para que en sus sátiras se burle de Torres, repitiendo «Sastre fuiste y serás eternamente» y aludiendo una vez y otra a los sastres, a la aguja y al dedal.
En este ambiente nació y se crió el futuro enemigo de Lope, hasta que sus padres, ya porque desde niño diera aquél muestras de despejado, ya por su propia conveniencia de tener una boca menos que mantener, decidieron enviarle a probar fortuna a la Corte, para seguir un oficio determinado, o, si tenían alguna recomendación, ponerse al servicio de un gran señor que asegurara su situación económica.
Torres Rámila optó por esto último, y logró entrar como paje del Duque de Monteleón al poco de llegar. Recorrió con este amo varios territorios de la monarquía hispánica, en especial Italia. ¿Cuándo abandonó Villarcayo? Probablemente partió en torno a 1590 pues varios de los declarantes de las Pruebas que le hicieron en 1622 Afirmaron que llevaba muchos años fuera de Villarcayo y apuntan que marchó joven.
Nuevos documentos lo sitúan en Alcalá, probablemente en 1600, puesto que en Abril de 1601, el Maestro Cerrato le da la cédula de examen, declarando que «pasa hábil a Artes», lo cual indica haber aprobado ya la Gramática.
Antes de empezar el siguiente curso marchó con el citado Duque, a Italia, donde debió pasar cinco años, familiarizándose con la preceptiva clasicista. Vuelto a España se instaló en Alcalá nuevamente, en 1609, siendo colegial del de la Madre de Dios; y en 1612 pedía probar tres cursos de Artes que había seguido, lo cual logró, continuando matriculado los arios siguientes, hasta 1617, en que era ya Maestro en Artes.
A partir de 1613 en que ya era sacerdote y hasta 1616-17 impartió clases de Gramática en la Facultad de Artes de la citada universidad en el Colegio Trilingüe y en el Colegio Mayor de San Ildefonso y canónigo magistral de la iglesia complutense de los Santos Justo y Pastor.
Lanzó múltiples diatribas que, en nombre de los preceptistas aristotélicos, no solo contra Lope de Vega, sino también contra Luis Tribaldos de Toledo, el padre Juan Luis de la Cerda y José Antonio González de Salas. Según la declaración de Tomás Tamayo de Vargas, es conocido por todos que Torres “provocó a diferentes personas con unas sátiras en latín y en romance llamándoles a todos confesos, cornudos, hijos de puta y otras palabras que por no ofender la gravedad no es razón decirlas” (27 de marzo de 1622).
En 1617 debió imprimirse la famosa Spongia, libelo que causó tan penoso como profundo efecto en Lope y sus discípulos y admiradores. Era una sátira escrita en latín al parecer en colaboración con Juan Pablo Mártir Rizo y que según algunos se imprimió en París. Pero no cuadraría con las obligaciones vigentes en Francia e incumplirían la ley Castellana. Por ello, sería factible su impresión en Madrid o Alcalá falsificando el pie de imprenta. Aunque sin ejemplares poco se puede saber.
Lope de Vega
Como respuesta, el Fénix de los ingenios escribió dos largas epístolas satíricas muy agresivas. En ellas pueden rastrearse algunas noticias acerca de su enemigo: que era ya sacerdote, que pretendía una plaza de Colegial en Alcalá, que iba a publicar algunos libros, y que, habiendo jurado en su Universidad la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción, luego dijo que esto se había hecho por la fuerza, extremo que no parece muy cierto pero que, en una sociedad ultrarreligiosa, era un fuerte golpe.
Hicieron otras defensas de Lope diversos autores, principalmente López de Aguilar que retaba a Torres, censurándole duramente. La respuesta más detenida y más citada es la “Expostulatio Spongiae”, escrita por un Julio Columbario, seudónimo con que se ocultan una o varias personas. Cualquiera de los nombres sopesados pudo ser, además el libro lleva, cómo preliminares, versos y prosas de muy varios autores favorables a Lope, posible autor también, y en censura de su contrincante.
Volvamos a nuestro convecino, Pedro Torres siguió cursos de Teología y Cánones en 1618 y 19 y aparece en 1623 como maestro regente. Poco antes, en 1622, pretendió una beca del Colegio Mayor de S. Ildefonso de Alcalá, para alcanzar la cual era preciso hacer pruebas acreditativas de limpieza de sangre, de ser pobre, sano, buen estudiante, honesto, etc.; no haber sido «distraído, inquieto, revoltoso o murmurador», y no haber tenido él, ni sus padres, oficio infame. (Por esta circunstancia tenemos una clara descripción de su árbol genealógico)
Para hacer las informaciones se designó a un doctor, el cual, como de Torres se habían dicho tantos horrores, hubo de averiguar si eran ciertos, requiriendo diversos testimonios, el primero de todos el de Lope de Vega, quien quitó importancia a las sátiras que habían circulado, negó conocer su autor, y cuando se le preguntó si con tales sátiras el aspirante había perdido su opinión y honra, dijo, «que eso deja al Colegio y a su juicio, y que no sabe si eso importa o no; que por las sátiras no tiene mal concepto de él y por otros principios no sabe nada». Las investigaciones fueron muy detenidas y las respuestas dadas por muchos de los requeridos, más que ingeniosas, algunas de ellas. Vamos, que junto a las puñaladas de las sátiras, Lope presentó los desgarros de la condescendencia y la indiferencia. Además, para evitar posibles problemas con la justicia achacó dichos versos a muertos o residentes en el extranjero.
Colegio Mayor de San Ildefonso
En fin, el 24 de Septiembre de 1624, Torres Rámila, fue recibido como Colegial, Mayor de San Ildefonso. Siguió cursando en la Universidad, la cual le nombró fiscal del proceso para la canonización del Cardenal Cisneros en 1626 y, como tal fiscal, hubo de tomar declaraciones al propio Lope de Vega, en Madrid. Irónico, ¿no creen?
En Noviembre de dicho año, era ya párroco de Helechosa de los Montes en Badajoz donde siguió hasta fines de 1646, en que, aun continuando con el curato, se trasladó a Alcalá, y formaba ya parte del Claustro en 1647, siendo elegido Canónigo de Santos Justo y Pastor de aquella ciudad, cargo de que se posesionó en 1648, y ocupó hasta su muerte, ocurrida en 2 de Febrero de 1656.
Obras.
La obra más antigua que de conserva de Pedro Torres Rámila son los poemas que presentó para el certamen celebrado en octubre de 1616 en Toledo para el traslado de la Virgen del Sagrario: un soneto y dos epigramas y treinta versos heroicos en latín. Como todas sus obras, firmó con seudónimo (Trepus Ruitanus Lamira y Juan Pablo Ricci). Su presencia en un certamen en el que participaron mayoritariamente los seguidores de la poesía gongorina podría ser significativa desde el momento en que Torres Rámila rechaza la poesía de Lope y escribe reproduciendo algunos rasgos estilísticos e imágenes genuinos de la nueva lengua poética gongorina:
Soneto de Pedro Torres Rámila
Quien las ardientes lumbres de la esfera
al blanco escudo trasladó valiente,
y el pardo leño con que osadamente
frenó de Libia la invasión primera,
cuando capaz el orbe apenas era
para que triunfos a su nombre ostente,
breve de tierra espacio, blandamente
sella por prendas de la acción postrera.
Fuerza del tiempo si, mas no vitoria,
que animando Bernardo generoso
está el cadáver, funeral memoria.
Tanta pobreza inscribe en su reposo,
y en sombras libra deste horror historia,
que entre ofensas le aclama vitorioso.
Respecto a la Spongia, venía diciéndose que debió imprimirse en taba dos obras, la Spongia, y una poesía, incluida en el citado libro. Debemos inclinarmos a creer que saliese de una prensa de Alcalá de Henares, acaso la que sirviera a la Universidad, ignorándose si llevaba o no pie de imprenta el libro.
No existen copias pero, para refutar los ataques de Torres Rámila, la Expostulatio recogió pasajes de la Spongia. En la Spongia habían de aparecer reunidas por primera vez, de un modo sistemático, y ampliadas extensamente, las críticas contrarias a Lope, emitidas antes por los seguidores de la Poética de Aristóteles, tan en boga entonces, y los italianizantes, que también la seguían a través de la poesía renacentista.
La obra contaba, tras una portada con el título y el anagrama del autor, con un prólogo y con cuatro secciones, probablemente diferencias entre sí, dedicadas específicamente a cuatro obras de Lope de Vega. Si bien es probable que después de la cuarta parte existiera alguna sección más dedicada específicamente a censurar el teatro de Lope y, quizás, el “Isidro”.
Las cuatro obras criticadas que ocupaban la parte central de la “Esponja” son:

  • La Arcadia: Donde las críticas estarían relacionadas con la imitación y el decoro. Se burla de los pastores que hablan como nobles u obispos.
  • La hermosura de Angélica: La censura de la Spongia sobre ella gira en torno a dos puntos: uno, la soberbia de Lope por imitar el poema de “Orlando furioso” y, dos, la ignorancia por parte del escritor de los preceptos aristotélicos sobre la poesía, circunstancia que explica la debilidad estructural de la obra:
  • La Dragontea: La censura parte del común rechazo al pirata inglés.
  • Jerusalén conquistada: Comienza con las consideraciones generales sobre las unidades de acción y la verosimilitud, sigue con la acusación de copiar el poema de Tasso y finaliza comentando algunos pasajes mostrando el descuido del escritor en el seguimiento de los principios aristotélicos sobre el poema épico.
Aún consta que escribió otra poesía para un certamen celebrado en Madrid en 1622, celebrando la canonización de varios santos. Torres la presentó, pero no obtuvo premio, ni se imprimió, aunque en una relación del Certamen se le alabó pomposamente:
«El maestro Pedro de Torres Rámila, colegial en el insigne Teólogo de Alcalá, de cuyos estudios sagrados gozan premios de estimación, siendo accesorias en él tantas perfecciones humanas, por su peregrino ingenio, por la noticia de las otras artes y entero conocimiento de las lenguas Latina y Toscana, y por la excelencia con que se iguala a lo perfecto de la antigüedad en los versos latinos». (Relación de las fiestas que se han hecho en esta Corte a la canonización de cinco santos Copiada de una carta que escribió Manuel Ponce. Citada por el Sr. Entrambasaguas).
La polémica que le dio la celebridad.
Pero… ¿Qué se le había perdido a un maestro de Gramática de “La Compluténse” para enzarzarse con Lope de Vega? Encima contra el Fénix del cual Cervantes guardaba las distancias tras ciertos lances. Torres Rámila era conocido como doctor en Teología y humanista y poco como poeta (Suele calificársele, cortésmente, de discreto). ¡Y eso que no se conserva casi nada de su obra!
Probablemente, algunos de sus contemporáneos resaltarían el valor (y el desatino) del Maestro Pedro Torres al publicar una obra en latín titulada “Esponja” (Spongia). Inspirado en una obra de Erasmo, y al igual que una esponja real, su libro estaba destinado a borrar la obra y la fama nada menos que de Lope. Según algunas fuentes los escribió con Mártir Rizo y firmó con un anagrama de su nombre, el arriba indicado Trepus Ruitanus Lamira.
Lanzado el guante… Si Torres Rámila presumía apoyarse en la escuela de los preceptistas aristotélicos, Lope contaba con una legión de admiradores incondicionales dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias a la hora de defender a su intachable ídolo.... Y llegaron.
Fahrenheit451 (1966)
El libro en cuestión fue eliminado al estilo “fahrenheit 451” bien por Lope o por sus amigos y seguidores. Incluso algunas teorías avanzan que el mismo Pedro Torres Rámila colaboró en la destrucción de su obra. ¿Destruir una obra propia? ¿Por qué? De acuerdo, suena raro, casi al estilo “Dan Brown” pero debemos ponernos en situación: Un hombre con un expediente de limpieza de sangre, polémicas con diversos autores, y un buen puesto de trabajo se encuentra como autor de una obra erasmista, y por tanto condenable. ¿Qué hacer? ¿Nos arriesgamos a La Hoguera?
Del contra-libelo sólo nos han llegado siete, tampoco se crean. Gracias a estos Siete Magníficos ejemplares de la “Expostulatio Spongiae” (tirada estimada: 100 u.), vemos su carácter misceláneo, el peculiar uso de la lengua latina, barroquizada demencialmente, que sigue siendo en el siglo XVII un instrumento clave para la crítica literaria y tenemos fragmentos de la “Spongiae”. Señalo que la distribución de la respuesta contra Pedro Torres tuvo que ser entregada de mano en mano y gratis. Debió difundirse bien porque Jerónimo de Medianilla instó a su padre, miembro del Consejo de Castilla, a que se iniciasen acciones legales para proteger a Pedro Torres.
Pero, podríamos decir, que no se contentaron con eliminar el libelo. Torres Rámila fue objeto de burlas, ataques, sanciones y presiones. Muestra de ello es la metáfora del escarabajo y la rosa. La “Expostulatio Spongiae” o “Reclamación de la Esponja” (1618) tenía como “logotipo” un escarabajo coronado por una vela. Esta obra es una miscelánea escrita en latín defendiendo al gran poeta Lope de Vega del ataque de la “Spongiae” o mejor dicho, centrándose en desprestigiar a Torres Rámila porque no buscan rebatir argumentos.
El Escarabajo y la Rosa. Pedro y Lope.
¿Por qué atacaron con tanta saña a un mediocre escritor? ¿Por qué buscaron eliminar su obra? Creo que porque Pedro Torres Rámila dijo algo que Lope no quería que se dijese. Algunos teorizan sobre la mala imagen que se creaba de Lope de Vega en el mundo académico. Pero todo esto no hubiera sido necesario si la obra de Pedro Torres no hubiera sido conocida. Ergo, como hubo una desmedida reacción sospechamos que tubo gran difusión. (Ojo, según cánones de la época).
También aparece esta representación del escarabajo, el canónigo Torres Rámila, muerto al pie de un rosal, envenenado por el perfume de las rosas, en un grabado correspondiente a la portada de una de las primeras ediciones de “La Dorotea”, una de las obras más conocidas de Lope. Para los despistados se añadía una leyenda latina explicativa: Audax dum Vegae irrumpit Scarabaceus in hortos, Fragantis Periit victus odore rosae (Cuando un escarabajo audaz irrumpió en los huertos de Vega -por Lope de Vega-, pereció vencido por el olor de una rosa fragante).
Los “lopistas” decían al mundo que por muchas luces que quisiera portar sobre sí, el escarabajo, Torres Rámila, no es más que un coleóptero recogedor de mierda. Otra de las metáforas que usó Lope fue la de la lucha del Tordo (Dotor) y el Ruiseñor (Dorotea en griego).
En la reciente obra de Julián González-Barrera se subraya que la defensa de Lope, ante los ataques solitarios de Torres Rámila, supuso una obra de conjunto donde intervinieron al menos tres de sus amigos: Francisco López de Aguilar, Alfonso Sánchez y un misterioso Julio Columbario, claro pseudónimo que esconde al autor del cuerpo central de la obra. Este autor supone que tras ese seudónimo podrían estar Simon Chauvel o, preferentemente, José Antonio González de Salas. González-Barrera descarta claramente a Francisco López de Aguilar, personaje a quien el bibliógrafo Nicolás Antonio atribuyó la autoría oficial.
Reorganicemos las ideas. Tenemos a un profesor, mediocre poeta, que, por una ventolera, ataca a Lope buscando la fama. ¿Sólo eso? Podría ser que no, González-Barrera ve una lucha entre los partidarios de Góngora y del gongorismo frente a la concepción de Lope, que va más allá de la mera oposición a los defensores de la preceptiva aristotélica (visión de Entrambasaguas).
El profesor Pedro Conde Parrado (Universidad de Valladolid) ha publicado “Invectivas latinescas. Anatomía de la Expostulatio spongiae en defensa de Lope de Vega” donde propone que sea Juan de Fonseca y Figueroa quien esté realmente detrás del pseudónimo de Columbario y que fue autor de otro de los elogios incluidos en la “Expostulatio”.
¿Gongorismo? ¿Aristotélicos? ¿”Lo cualo”? Por partes:
El Gongorismo o culteranismo sería una de las manifestaciones más características del barroco literario español. Se desarrolló principalmente en la lírica, nutriéndose en la gramática y en la erudición antigua. Es una exacerbación verbal entre cuyos procedimientos externos se encuentran la metáfora mitológica, la frase retorcida o elíptica y el empleo de neologismos latinos. Vamos, difícil de entender y retorcido.
Góngora.
El aristotelismo en la literatura del siglo de oro se centra en la unidad de acción, en la construcción de la tragedia y la epopeya. Debían estructurarse en torno a una acción completa con introducción, nudo y desenlace. Es decir, centrarse en una historia única, sin elementos superfluos ni cabos sueltos.
Aristóteles
Y me dirán ustedes, ¿Por esto tanto lío?
Bueno… es, precisamente, esta sonada humillación causada por la “Expostulatio” la que hoy hace posible que Rámila siga siendo digno de recuerdo, cuando menos entre los especialistas de Lope. Con lo cual, a alguien le valió de algo.
Firma de Pedro Torres Rámila

Personajes secundarios del relato:
Luis Tribados de Toledo (1558-1636), ampuloso historiador de buen criterio e imparcial, protegido del Conde-Duque de Olivares, quien le empleó como bibliotecario. Fue amigo del poeta Esteban Manuel de Villegas, profesor de retórica en la Universidad de Alcalá (1591) y preceptor de Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, a quien acompañó en 1603 a Inglaterra como secretario e intérprete para el latín. Al menos desde 1625 fue cronista mayor de Indias y se le debe como tal una Vista General de las Continuadas guerras, difícil conquista del gran reino, provincia de Chile, que sólo llegó a imprimirse en 1864. Salvó gran parte de las obras del poeta Francisco de Figueroa, el Divino (h. 1530 - d. 1588) y las editó en Lisboa en 1625. Editó también la Guerra de Granada de Diego Hurtado de Mendoza, que andaba manuscrita en numerosas copias desde 1610, también en Lisboa (1627). Otra obra suya fue la "Epaenesis Iberica", impresa en Amberes por Baltasar Moreti en 1632.
Juan Luis de la Cerda (1558-1643) ingresó a los dieciséis años en la Compañía de Jesús. Enseñó gramática en los colegios de Murcia y Oropesa (Toledo). Desde 1597 ejerció como profesor de poesía, retórica y griego en el Colegio imperial de Madrid, donde tendrá como discípulos entre otros a Pedro Calderón de la Barca y Francisco de Quevedo Su fama de humanista fue muy grande; se dice que el papa Urbano VIII tenía en su cámara un busto del toledano e incluso pidió a su sobrino el cardenal Francesco Barberini con motivo de su viaje a la corte de Felipe II que lo saludara en su nombre. Fue amigo del famoso poeta aragonés y canónigo de Zaragoza Bartolomé Leonardo de Argensola, de Esteban Manuel de Villegas y del poeta, músico y narrador Vicente Espinel, quien le pidió revisase su novela picaresca “Vida del escudero Marcos de Obregón”. Participó en la defensa de Lope de Vega en la “Expostulatio Spongiae”.
Vestuario del siglo de oro.
José Antonio González de Salas (1588-1654) hijo del contador don Diego González de Salas tuvo una educación principesca, aprendiendo a la perfección latín, griego y hebreo. Adquirió una gran erudición en todo género de letras y se consagró al estudio. Rentero, vivió apartado del bullicio de la Corte, pero instalado en medio de ella, según la filosofía neoestoica que asimiló de Séneca. Fue muy conocido sin embargo por sus escritos dentro y fuera de España y Felipe IV le hizo merced de un hábito de la Orden de Calatrava. Gran amigo de Francisco de Quevedo, cuyas poesías (Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, 1648) editó e incluso manipuló y corrigió con pésimo gusto.
Juan Pablo Mártir Rizo (1593-1642). Amigo de Francisco de Quevedo y opuesto, como partidario de la Poética de Aristóteles, al teatro de Lope de Vega. Fue tratadista político (escribió un Norte de Príncipes, publicado en 1626), y traductor de la Poética aristotélica del latín (en un manuscrito que nunca se publicó). Esencialmente historiador, trató en varios libros las figuras de la antigüedad romana al estilo de Suetonio y Plutarco, con biografías como la de Rómulo, Mecenas, Séneca y Sejano. También publicó libros sobre Enrique IV de Francia, el Duque de Birón y Felipa de Catanea, la lavandera de Nápoles que también fue objeto de inspiración para otros dramaturgos españoles del XVII.
Cristóbal Suárez de Figueroa (1571-1644) era hijo de un modesto abogado gallego. A los 17 años, decide marcharse a Italia. Estudia derecho civil y canónico en Bolonia y Pavía, donde se doctoró en derecho (1594). En 1595, es nombrado fiscal de Martesana, al noroeste de Milán, luego ejerció su profesión de jurista en Nápoles, desde 1600, donde escribió ya algunas obras, entre ellas un perdido “Espejo de juventud”. Volvió a España en 1604 para heredar. Una vez en Valladolid, apuñaló en una pendencia a un caballero y tuvo que viajar por varios lugares del sur de España para refugiarse de la justicia, hasta que éste sanó y pudo arreglarse el asunto. En 1606 se desplaza a Madrid para buscar hueco en las letras, y entre 1609 y 1620 se dedica a escribir, compilar, traducir. Su fama se difunde con sus trabajos, aunque se hizo notar por su natural maldiciente, por lo demás propio de los escritores de entonces. Cristóbal Suárez, desde principios del siglo XVII, firmó como Cristóbal Suárez de Figueroa quizá para relacionarse con la Casa de Feria, al añadir a su nombre un apellido postizo, lo que cuadra con su personalidad orgullosa. Juan Andrés Hurtado de Mendoza, quinto marqués de Cañete, fue mecenas del escritor durante varios años. Por afinidad léxica se ha especulado con la posibilidad de que Cristóbal Suárez sea la verdadera persona que se esconde tras el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, autor del libro conocido como El Quijote Apócrifo, publicado en 1614. En 1623 volvió a Italia en compañía del Duque de Alba. Fue auditor en Lecce (1629 a 1632), sufrió una persecución inquisitorial y murió en tierras italianas.
Joaquín de Entrambasaguas Peña (1904-1995) fue un lector impenitente e inconfeso desde su niñez y adolescencia; poseyó una gran capacidad de trabajo, pero su escolaridad fue algo extraña que le convirtió ya en un prematuro e indeciso autodidacta así como en un tímido incorregible que evitaba las relaciones sociales que no tuvieran que ver con las letras. Estudió después en la Universidad Central simultáneamente Filosofía y Letras e Historia, y se licenció en 1928 por ambas materias. En 1930 se doctoró con una tesis sobre Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos, aunque en ese año ya era profesor en la misma universidad. Fue miembro de la administración franquista durante la guerra civil. El «Instituto de Cultura Hispánica», en el verano de 1949, le encomendó que recorriera, con carácter oficial, los Centros dependientes de él, en la América Hispana del Sur, para comprobar su eficacia cultural y pronunciar conferencias. Fundó además con otros madrileñistas el «Instituto de Estudios Madrileños», inaugurado el 24 de octubre de 1951, en la «Casa de la Panadería» de la Plaza Mayor de la Villa de Madrid. En 1952pronunció en sus Universidades de Lisboa y Coimbra sendas conferencias sobre dos aspectos de la Poesía de Fernando Pessoa -base de un estudio posterior-. Se jubiló en 1975. Dejó inéditas unas memorias con el título de “Lo que quise callarme y lo que pude haber dicho”.
Francisco García Jurado es Profesor de filología latina en la Universidad Complutense de Madrid, acreditado para catedrático desde 2010. Dirige el Grupo UCM de investigación "Historiografía de la literatura grecolatina en España"
Bibliografía:
Artículo de José García Jurado publicado en el número 991 de “Puerta de Madrid” (15/03/1986)
Blog “Reinventar la Antigüedad”  art. Del Prof. Francisco García Jurado.
Temas e ideas de una obra perdida: La spongia (1617) De Pedro Torres Rámila por Xavier Tubau. Universitat Pompeu Fabra
Boletin de la comision provincial de monumentos historicos y artistiscos de Burgos. Año XIV. 4.° trimestre de 1935. Num. 53 por Eloy García de Quevedo.
“Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos”. Joaquín Entrambasaguas y Peña.
“Crónica de las Merindades” Abril 2008 Artículo de Jesús Moya.

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