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miércoles, 27 de noviembre de 2013

¿Por qué llamamos morisca a una azada ancha? (Pssss, va de Árabes)

Si ya he captado su atención tras el título le diré que es a causa de los agarenos que son los ismaelitas, es decir, los sarracenos, vamos, musulmanes que comúnmente constan como Moros. Tras conocer los diferentes nombres por los que se les conoce viajemos al inicio, a la causa de su presencia en Hispania.

Visigodos por Angel Pinto

Derrotados los visigodos en Guadalete su estado se colapsa y los beréberes de Tariq Ben Ziyad cubren el hueco político y militar más por el desbarajuste de los hispano-visigodos, las ventajas que ofrecían los nuevos señores y la asunción de la derrota que por su potencial militar.

En espacios de la meseta, incluso fueron recibidos como una auténtica bendición, al incorporar ventajas para los esclavos y para el pequeño campesinado en general: les dignificaba como seres humanos, pues les insertaba en el nuevo Estado como tributarios; y les convertía en productores responsables, obligados tan sólo a pagar una tasa fija anual, que, además, podían rebajar en caso de convertirse al Islam.

En la zona montañosa ganaron quienes corrieron a postrarse ante los nuevos amos. Los funcionarios hispano godos y líderes silvoganaderos que pactaron con el Islam y se convirtieron a tiempo mantuvieron, en contrapartida, seguir ejercitando la recaudación de tributos. Es prácticamente seguro que las campañas de Tariq y Muza afectaron a toda la meseta y a la mayor parte de la cornisa cantábrica. Dicho así parece que pisaron todos los rincones pero estos chicos fueron más prácticos y gracias a su velocidad, al respeto a los pactos (al fin y al cabo los árabes eran comerciantes), a la consideración hacia “los pueblos del libro” y a su peso militar pudieron asentarse, en el orden tributario, por todos los rincones del centro-norte peninsular, estrategia que, entonces, primaba frente a la obtención del botín o el exterminio de los vencidos.

Por todo ello, mantuvieron en lo fundamental la administración visigoda porque hay suficientes datos para afirmar que hubo una implantación generalizada de la tributación islamita a lo largo de la cuenca del Duero y aledaños. Así se mantuvo la red de “civitates” y castros de origen romano-visigodo, sobre todo en la Meseta Superior; se instaló a Munuza en la ciudad de Gijón para, navegando por la costa, controlar hasta el curso del Nervión, será la circunscripción o kura de Asturias; y crean las kuras de Amaya y de Alaba wa-l-Quilá en la vertiente sur de la cordillera cantábrica en el resto de la franja litoral, gestionando los segmentos correspondientes a los viejos complejos técnicos de Cantabria, Autrigonia y Caristia.

Bereberes de Tariq por Angel Pinto

 ¿Qué vemos con esto? Que no hubo prisa por “liberar las tierras de España, siempre cristianas”, del yugo del invasor. Más bien comprobamos que los pactos que Muza ibn Nusayr concertados el 714 con los notables del comitatus Vasconiae y con los del Ducatus Cantabriae, previamente sometido por las armas, funcionaron con absoluta naturalidad.

Resumiendo, el norte, nuestro norte irredento, entró en contacto con el Islam por los impuestos y la conversión al credo mahometano de los cristianos nativos que deseaban prosperar o pagar menos impuestos. Estos son los muladíes. Lo prueban las fuentes musulmanas al establecer una relación causa-efecto entre el desalojo del Islam del espacio astur y el reintegro, instantáneo, de los tornadizos al cristianismo. Algo muy normal en toda época y lugar.

¿Fácil? No. Ni tan rápido ni tan cómodo como apuntan los interesados relatos de las crónicas musulmanas. El larvado contencioso entre cristianos y agarenos cobró un sesgo espectacular con la revuelta beréber en las serranías norteñas y la Meseta Superior. El argumento que tiene más peso es el del reparto de las tierras conquistadas. Es en este momento cuando saltan las rivalidades entre las tribus musulmanas. Los árabes recibieron las tierras más ricas, sobre todo el grupo más influyente de los yemeníes; mientras, a los bereberes, se les otorgó zonas más pobres o feraces, entre las cuales se encontraba la Meseta Norte. La revuelta derivó en un desplazamiento masivo hacia el sur en son de guerra, ahuyentando o eliminando a su paso los escasos contingentes árabes.

Suelen presentarse otras razones para la revuelta Bereber: según la Crónica mozárabe, el gobernador al-Hurr tomó medidas contra los beréberes instalados en Hispania a los que reprochaba haber ocultado botín para evitar la sustracción del quinto legal o jums; o el contagio con el levantamiento promovido por los Bereberes del Magreb contra la prepotencia de los árabes.¿Tierras? ¿Influencia política? Da igual, nos vino bien a los norteños.

Con la marcha de los encargados de controlar a los cristianos, la recaudación de impuestos y, a cambio, ofrecer un entorno seguro dejó de funcionar a partir de los años cuarenta del siglo VIII (el límite estaría en 757 DC) En tan poco tiempo el modo de producción tributario-mercantil musulmán no echó raíces en la cornisa cantábrica ni en el conjunto de la Meseta Superior gracias a la tensión étnica y cultural entre árabes y bereberes.

Gracias a ello la cristiandad castellana pudo avanzar como una sociedad estable y articulada. En su salida, los musulmanes dejaban cambios frente a lo preexistente: Nada significativo de esclavismo, ni de servidumbre, ni de feudalismo, ni de nativismo en las llanadas de la cuenca al filo de 741, año en que los beréberes pusieron pie en el estribo sin ánimo de volver. Pero hubo un grupo que se empezó a tentar la ropa, los muladíes, que tras su conversión al credo coránico se vieron sin la protección militar de los bereberes.

Los cristianos tardaban en cubrir el hueco y ante tal incertidumbre, indiferencia y miseria, los muladíes decidieron, con indudable congruencia, aferrarse a su nueva fe y renunciar a nuevos cambios. Lo cual daría una nueva respuesta a la presencia en el corazón de la cuenca del Duero del considerable número de topónimos y antropónimos árabes y-beréber que registra la documentación protomedieval. Esta teoría no necesita de la inmigración mozárabe o de la ulterior aculturación andalusí por vía de irradiación. Allí donde ninguna superestructura sustituyó al Islam hasta mucho tiempo después de su retirada voluntaria el reintegro espontáneo a la fe cristiana no habría tenido para dichos tornadizos ni más ni menos sentido que su afincamiento en el credo coránico: poder resistir moralmente mejor la desestructuración que amenazaba con aplastarlos.

Enlazaríamos así con la visión de Oliver Asín y los topónimos árabes de Las Merindades, como la propia Medina, Zalama o la Alhama.



Pero los nuevos fieles de Mahoma se equivocaron. Los bereberes, los árabes o los andalusíes no volvieron. O al menos no volvieron para quedarse, solo realizaban aceifas en busca de bienes, esclavos y sumisión, nada más, luego retornaban al sur. Un error porque con el tiempo los cristianos ganarán terreno hasta llegar al punto en que masas de población hispano musulmana quedan englobadas dentro de los reinos cristianos. Esto ocurrió desde finales del siglo XI.

Los mudéjares, sarracenos o, más comúnmente, moros estuvieron obligados a reconocer la protección regia mediante el pago de impuestos directos especiales, en Castilla la cabeza de pecho (siglo XV). Por lo demás, los que viven en ciudades y pueblos de jurisdicción regia comparten el régimen tributario del resto de la población. Además, estaban inhabilitados para ejercer oficios públicos que implicaran jurisdicción sobre los cristianos. Debían mantener su personalidad y organización propias creándose para ello las aljamas en la que se podían integrar grupos menores de localidades próximas.

Una aljama les organizaba para diversas cuestiones de administración interna, así como para la práctica religiosa y judicial civil, basada en el Corán y en la Sunna. En Castilla, las autoridades de las aljamas se llamarán alcaldes, a menudo con un alcalde o viejo mayor, nombrado por el rey, como cúspide de la organización en todo el reino. Curiosamente, en Castilla no se obligó a los agarenos a vivir agrupados en morerías hasta 1480. Por ello, es dudoso que se cumplieran otras disposiciones civiles segregadoras que desde mediados del siglo XIII existían: portar señales o distinguirse por el corte de pelo y barba; o por la vestimenta. No podían tener criadas, cristianas, ni ser especieros, boticarios, médicos, cirujanos o parteras con ejercicio entre los cristianos. En el siglo XV Incluso la forma de construir sus nombres era equivalente a la de los cristianos (nombres propios islámicos pero apellidos de lugar, oficio o condición que solían ser idénticos a los de los cristianos). Y las estructuras elementales de parentesco y el régimen matrimonial, casi siempre monógamo, solían ser prácticamente iguales a las de la mayoría cristiana.

Los musulmanes tampoco podían ser herederos de los cristianos ni siquiera albaceas, y lo mismo regía en el sentido contrario. Esto sí se cumpliría, aunque los conversos tuvieron derecho a heredar la legítima de sus padres musulmanes. Todos los aspectos de limitación o discriminación provenían de ser los descendientes del enemigo vencido y su situación estar sujeta a los tratados de paz, aunque la vida cotidiana permitiera intercambios culturales y contactos humanos mucho más ricos y variados de lo que dejan ver los textos legales.

Pero la separación exitosa se producía en torno a las disposiciones religiosas o tabúes relativos a los alimentos y a aspectos de la convivencia o el contactos físicos: carnicerías halal, tahurerías o casas de juego especiales… Incluso les estaba prohibido, bajo pena de muerte, el trato sexual con cristianas, aunque fueran prostitutas.



De todas formas, los mudéjares actuaron a tenor de sus posibilidades y tradiciones profesionales y se mostraron como una minoría muy útil para el buen funcionamiento del sistema económico.

Y es que hay dos cosas fundamentales a recordar: Que la mayoría eran pobres y que, o bien eran jornaleros, o bien, artesanos y pequeños comerciantes urbanos. Tendremos: alarifes o jueces de edificios, albañiles, yeseros, ceramistas, alfareros o alcalleres, pintores, carpinteros y constructores de ingenios en madera, lo que les hacía también expertos en el mantenimiento de construcciones y en los servicios contra incendios. Los oficios del metal daban igualmente ocupación a bastantes como herreros y herradores, caldereros, algunos cuchilleros y fabricantes de ballestas, cerrajeros, doradores, incluso relojeros, etc. Hubo también esparteros, tintoreros y cardadores de lana, zapateros, borceguineros y artesanos del cuero, etc. No podemos olvidar la presencia de músicos, juglares y juglaresas, ni la de algunos médicos y parteras que conservaban en condiciones de dificultad y degradación la herencia científica andalusí. Y, por si creían que no, también constan prestamistas, como da a entender el testamento del Buen Conde de Haro y, con ello, prestatarios acosados por sus deudas con los judíos.



Apoyadas por los Velasco, mudéjares y judíos se instalarán en las Merindades a partir del siglo XIII, con unas funciones específicas para cada grupo: Los mudéjares serán artesanos y horticultores y los judíos están ligados al comercio de largo recorrido que tenía en Medina un lugar de almacenamiento intermedio entre los puertos del Cantábrico y la meseta castellana. Con el tiempo los judíos sustituirán a los mudéjares como administradores y recaudadores de renta de los Velasco, pero nunca tendrán el título de mayordomía, ni administrarán justicia a los cristianos. Ni realizarían los trabajos sucios que los Velasco cargaron en hombros moros como puede leerse en la Bienandanzas e Fortunas. A ellos hacía referencia el antiguo lema de los Velasco (a más moros más ganancia).

La Aljama mora estaba (¿extramuros?) desde la plazuela frente al Alcázar hasta a la puerta llamada Zarana. Lo que lleva a pensar en una dedicación al tejido de algodón homónimo de los moros allí instalados. No consta Mezquita lo que podría hacer pensar que la mayoría eran Moriscos (convertidos al cristianismo) o que sus número era pequeño.

Son varias las muestras que aún podemos contemplar de la actividad mudéjar en Medina, centradas en los frisos del Alcázar y en el monasterio de Santa Clara. En el interior de la clausura existen techumbres que recuerdan también el paso de los musulmanes por Medina. Incluso en artesonados posteriores, de los primeros años del Renacimiento en su tendencia plateresca, es patente la impronta mudéjar tanto en las soluciones de las cubiertas como en las maneras de resolver la decoración densa, geométrica y repetitiva. Una puerta gótica de arco rebajado, da paso desde el claustro al cementerio. Sus dos hojas están trabajadas a base de lacería en forma estrellada.

Trasladémonos a Bustillo, lugar aforado, donado por Juan II a Pedro Fernández de Velasco en 1372, aunque no por esto perdió los privilegios derivados de su pertenencia al Señorío de Vizcaya que siguió gozando en siglos posteriores. Como lugar cercano a Medina, dependió de la administración de Las Merindades. Desde su paso a los Velasco, éstos nombraron al cura del lugar y cobraron las rentas de los moros. Predominan los moros en Bustillo a partir de comienzos del siglo XIV, agudizándose el problema tras la donación de Medina. En 1368 aparece en Burgos un tal Hali de Bustiello, moro, y en 1456, maestre Mahomad de Bustillo. Uno de los momentos más decisivos de su confinamiento en este lugar fue la orden del Conde de Haro por la que mandaba en 1466, que los mudéjares de Medina de Pomar se trasladases a Bustillo, eso si pagándoles el valor de la casa que abandonaban (pero en madera y tejas) y que se derribaría después. En 1387 la población mora de Bustillo litigaba ante la Chancillería de Valladolid —diciendo que siendo del señorío de Vizcaya nunca en los tiempos pasados habían pechado salvo mil doscientos maravedís al año y que teniendo las libertades y franquezas del señorío de Vizcaya, se les envolvía con otros moros que vivían en otros lugares de la Merindad de Castilla la Vieja, que no eran del señorío de Vizcaya, ni tenían los fueros—la sentencia les confirmó el antiguo privilegio. Es decir que tendríamos unos “vizcaínos” que no solo no eran hidalgos sino que ni siquiera cristianos.

También en Frías los hubo. En el testamento de Catalina Ruiz (1329) manda que se pague a maestre Mahomar “lo que esta en el nuestro libro”. ¿Sería un alarife?

Los registros donde constan moros en Las Merindades son variados:
  • En 1313 tenemos seis esclavos moros en la fundación del monasterio de Santa Clara de Medina, un tejedor, un hortelano y cuatro para el cultivo, entendemos que no especializado.
  • En 1328 el maestre Mahomad, moro, compra para Ferrand Sánchez de Velasco (hijo de Sancho Sánchez de Velasco), tierras en Salazar.
  • En 1358 Alhalla, moro, y su mujer, moradores en Villacomparada de Rueda cambian con una monja de Santa Clara una tierra en ese lugar
  • En 1396 el moro Adilla hijo de Avidetes era propietario de tierras en Villacomparada de Medina.
  • En 1399 López Ruiz y Doña Xence, moros, vecinos de Medina de Pomar venden a Juan de Velasco un solar en Bisjueces.
  • En 1403 Abdalla Ginete vende a Don Santo Hain un solar en Villalaín para su señor Juan de Velasco.
  • En 1407 Mahomad de Bisjueces compra para Juan de Velasco un parral en Valdivielso.
  • En 1448 se menciona a maestre Farax, moro vecino de Medina, a quien junto con otros cristianos se les obliga a pagar diezmos de las tierras que poseía en Moneo.
  • En 1489, Abrain, moro de Medina, vendía cierta tierra a un vecino de Santa Gadea del Cid.
Pero la estrella entre la morisma de Medina de Pomar fue Don Alí: mayordomo y recaudador de las rentas de Pedro Fernández de Velasco desde 1358 hasta julio de 1387 poco después de la fecha de la muerte de éste (1383). En 1387 María Sarmiento, viuda de Pedro Fernández de Velasco liquida las cuentas con don Alí, que residía en Bisjueces, y le devuelve los solares de Cebolleros que éste le había cedido para pago de los alcances de las rentas de su recaudación, y le dejó 32.050 maravedís por sus buenos servicios, extendiendo a la vez carta de pago. Sin embargo el hijo, Juan Fernández de Velasco, no debió quedar conforme con la liquidación porque en 1399 los hijos Lope, Hamet, Reine, Yance y la nuera Fátima, mujer de Alí el joven que en esas fechas ya había fallecido puesto que actúa en nombre de sus hijos, venden a Juan Fernández de Velasco diversos bienes para pagar los alcances de la rendición de cuentas de la recaudación de Don Alí. De los bienes que devuelven consta que el mayordomo de las rentas llegó a tener, al menos, casa y palacio en Salinas de Rosío, tres solares en Quintanilla de Pienza, solares en Quintana de los Prados, Baranda, Gayangos, Quintanalacuesta, Villatomil, Miñón, una Dehesa en Quintanilla de Pienza, solares de heredad en Cebolleros, Céspedes, La Aldea, Barruelo, Bisjueces, Villalaín, Santa Cruz de Andino, Torme, Santurde, San Román, Angosto, Pomar, Barresuso, Villanueva la Lastra, Pradolamata, Almendres, Barcenillas del Ribero, varias casas en la calle Mayor de Medina y los molinos del Vado.


Pedro Fernández de Velasco tuvo mudéjares como mayordomos de las rentas, primero a Mahomad, y después a Alí, y los debía tener en buena estima puesto que en su testamento en 1383 manda que Don Alí continúe siendo el mayordomo de su hijo Juan Fernández de Velasco y ordena que se devuelvan unos solares que le había vendido y que pertenecían a un hijo de Don Alí del mismo nombre.

Posteriormente aparece otro Mahomat comprando en nombre de Juan Fernández de Velasco, si bien en ese momento, siglo XV, el administrador de las rentas ya es un personaje judío.

Sorprendentemente, si hemos seguido la relación de prohibiciones, consta que Don Alí, ejercía la potestad jurisdiccional en nombre de los Velasco, en las que eran alcaldes mayores, como lo prueba el hecho de que dictase sentencia en el pleito que mantuvieron en 1376 y 1377 Espinosa de los Monteros y el concejo del valle de Soba sobre términos, montes, prados, y cabañas, autorizado por un albalá de Enrique II, si bien Don Alí no debió atreverse y el asunto fue sentenciado por Pero Manrique, adelantado mayor en Castilla.


En el siglo XIV debió de comenzar la reinserción de los moros en la vecindad cristiana medinesa en condición de conversos. En 1523 aparece en Burgos como testigo otro converso moro: “Maestre Juan de Francia, carpintero vecino de Burgos..., declara que fue moro e se llamo maestre Ali de Francia... e se bautizo en Santa María del Salcinar, que es fuera de Medina de Pumar e que ha vivido e vive este testigo con el señor Condestable e que exerce el arte de la carpintería”.

Con el asentamiento en los reinos peninsulares de un estado moderno surgió el problema del “Máximo Religioso”, es decir, la visión de finales del XV donde solo cabe una religión en una sociedad monolítica: Súbdito es igual a cristiano. Los otros, moros y judíos, no lo son, son propiedad de la corona y deben ser “tolerados y sufridos”. La forma de integrarse como súbdito de pleno derecho era abrazando la fe cristiana. Posteriormente surgirá la locura de la limpieza de sangre y las sospechas de falsas conversiones acrecentadas con el bautismo masivo, pocas veces sincero por tal, de los musulmanes, obligados por la durísima alternativa de convertirse o marchar fuera de Castilla, establecida por la pragmática de 1502 en términos muy parecidos a los de 1492 para los judíos.

Por cierto, llamamos morisca a la azada porque la usaban los hortelanos moros.

Bibliografía:

“Las Minorías Socio-religiosas en la Castilla Vieja” por Fernando Suárez Bilbao. Profesor titular de Historia del derecho y de las instituciones. Trabajo incluido en “Las Merindades de Castilla Vieja en la Historia”.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” (María del Carmen Sonsoles Arribas Magro)
“Historia de Castilla: de Atapuerca a Fuensaldaña” de Juan José García González.
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1 comentario:

  1. Hola, enhorabuena por el blog. Estoy intentando contactar contigo por email, ya que suelo escribir algunos artículos sobre Las Merindades y estos temas. ¿Podrías por favor ponerte en contacto conmigo cuando te sea posible? Mi email es ricardosmv@gmail.com

    Muchas gracias

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