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miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Abadía de Rueda: Laicidad divina.

La Abadía de Rueda tuvo una peculiaridad: Era Seglar, es decir, sin órdenes clericales. O sea, vamos, una Iglesia y monasterio con territorio propio regidos por un abad o una abadesa o, tercera acepción de la RAE, territorio, jurisdicción y bienes o rentas pertenecientes al abad o a la abadesa. Y un abad, o abadesa, es alguien que ha tomado los hábitos. Entonces, ¿abadía seglar no es una contradicción? Ante todo tengamos en cuenta que una abad podía ser un título honorífico de la persona lega que por derecho de sucesión poseía alguna abadía con frutos secularizados (Que permanecían por las rentas de sus haciendas). Por tanto, existían abades que no eran religiosos y abadías sin monjes, o monjas.

García Sainz de Baranda siguió la pista a las abadías seglares, que permanecieron hasta los grandes cambios del siglo XIX. Señaló las de Rueda, Vivanco, Siones, Tabliega, Rosales y Ribamartín. Aunque podría haber más. Estas contradicciones en piedra eran comunes en Castilla, León, Cataluña, Aragón, Galicia, Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra. Hay documentos en los que los obispos de la época se quejan a los reyes por el intrusismo de las Abadías Seglares en su negocio (no el de salvar almas sino el de cobrar diezmos) a lo que alegaban los seglares que las iglesias databan de tiempos de Alfonso I y II, (o más allá porque Salazar y Mendoza y el P. Risco, datan la institución de estos abades en tiempos del Duque Pedro de Cantabria, coetáneo de la invasión árabe, y su fundación, concluyen, se debería a fines estratégicos).

El III Concilio de Letrán, en 1179, por aprobación del Papa Inocencio II se limitó a prohibir que en adelante los diezmos los percibieran seglares (Será un monopolio de La Iglesia). Como esta disposición debía perjudicar algunos intereses de personas de mucha influencia, llegaron sus quejas hasta las Cortes de Guadalajara en 1390, pero no consiguieron derogar aquella ley, sino que fue ratificada. Aunque desde entonces se prohibió a los ricos hombres, hijosdalgo e infanzones que tuviesen encomiendas en los abadengos, y se ordenaba que los abandonasen todos aquellos que las tuvieran, no se escuchó la orden en Las Merindades de Castilla Vieja, porque las abadías seglares ya dichas continuaron “ejerciendo” como si nada.

La Abadía de Rueda, mediados siglo XX.

Saltando atrás en el tiempo vemos que entre los siglos VIII y XI la posesión por legos de iglesias, oblaciones y diezmos como bienes patrimoniales era aceptado y consentido por obispos y pontífices romanos. El origen sería una bula del papa Zacarías (741-752), expedida a Alfonso I que permitía a los reconstructores de iglesias ser los patronos de las mismas y disfrutar de sus rentas. Será durante los siglos XII y XIII cuando los Papas ansíen esas rentas, pero teniendo mucho cuidado en excluir las pertenecientes a los reyes de Castilla y León.

La legislación de Las Partidas definió el derecho de patronazgo: encargado de la hacienda que guarda y busca para esa hacienda todo el bien que pueda. Este se ganaba de tres maneras: por haber dado el suelo para hacer la iglesia; por hacer la propia iglesia; y heredando (dote). El patronazgo conllevaba tres derechos básicos: la honra, el provecho y el trabajo de su gestión. La honra consistía en la presentación del clérigo para la iglesia y el encabezar las procesiones y ocupar el lugar de honor en el templo. El provecho se establecía en las Partidas para casos de pobreza y consistía en las rentas de la iglesia. En cuanto al trabajo consistía en la vigilancia de libros, vestimentas y administración de la iglesia y sus rentas para controlar al clérigo de ella. (¡¡Ajá!!)

El maldito dinero estaba detrás de la adquisición de los patronazgos de estas iglesias y monasterios: los diezmos, la venta o arrendamiento del beneficio-del oficio que realizaba el beneficiado- y, además, el poder propagandístico que conllevaba el control del púlpito (quien paga al cura manda en el sermón) y estos clérigos eran un elemento importante en el control ideológico de los campesinos y en la consolidación del sistema feudal. Aunque estas, a diferencia de las Abadías monásticas, debían nombrar priores o prepósitos para el culto.

En el siglo XVIII el patrón seglar de la abadía todavía percibía dos terceras partes de los diezmos. Entre el primer tercio del siglo XV se organizó por parte de los Velasco la compra de los derechos que persistían en manos seglares en los monasterios de Rueda, Vivanco, Siones, Colina y Rosales.


La abadía de Rueda, el palacio de los Rueda, se sitúa sobre una elevación del terreno que domina la llanura circundante, el campo de aviación. Es una construcción del siglo XVII y a su lado está el monumento religioso de la abadía de Santa María de Rueda. Habría dos edificios de diferentes épocas; una, románica (finales siglo XII) que Gonzalo Miguel Ojeda descubrió en las ruinas de un atrio que en 1958 estaba en estado ruinoso y otra posterior, del siglo XIV. Según el reparto administrativo del siglo XVI la abadía pertenecía al Partido de cabo del Agua, uno de los tres en que se dividía la Merindad de Castilla la Vieja (Julián Gª Sainz de Baranda dixit).

Manuel López Rojo recoge en su libro “Villarcayo, capital de la comarca Merindades” una descripción de la abadía: Palacio remozado entre el siglo XVI y XVII flanqueado por dos torres cuadradas con su alto y bajo; un fondo de 14 varas (83`54 cm por vara) que son unos 12 metros, y un largo de 26`50 varas que convertido al sistema legado por la revolución francesa son 22 metros. Su distribución interna disponía de portal, cocina y tres cuartos (dos medianos y uno pequeño). Tiene el suelo de las torres, su portal y caballeriza. Un aparte para troje del pan y más de cuatro cuartos bajos pequeños. Hay otra casa que se usa de pajar y caballeriza, una hornera y un cercado para el ganado.

La primera noticia del lugar de Rueda es de 1238 pero el monasterio aparece documentado en 1324 como Santa María de Rueda que es considerada una granja exenta de diezmos y que lo había estado siempre. La Quintana de Rueda, Villacanes y la Abadía de Rueda eran una parroquia bajo la advocación de Santa María (donde estaba la pila bautismal), aunque dos concejos. Bueno, vale ¿y? Pues esto nos dice que el sistema parroquial no tenía que estar organizado en paralelo a la jurisdicción civil. Rueda es una abadía seglar, así que no formará parte de los concejos de Villacanes, ni de La Quintana de Rueda. Pero para los asuntos celestiales, y sus gastos de gestión, sí estaban anejas a la Abadía de Rueda las ermitas de San Miguel de la Quintana de Rueda y la de San Caprasio de Villacanes. Para ser enterrados en ellas y en la abadía se necesitaba permiso del abad… y pagar los derechos de sepultura.

En el Catastro de Ensenada, diseñado para hacer una reforma fiscal en los reinos de España, se definía como lugar de Realengo que pagaba por diversos tributos una cantidad, aproximada, de 200 reales de vellón (Salvo error de lectura). Se explicaba que las tierras eran de secano y que se cultivaban de trigo y centeno un año si y otro no. Se informa que en las lindes de los campos cultivados y junto a los caminos había nogales, cerezos, olmos y robles.

Dicha fuente “estadística” nos indica que en la abadía residía Don Juan Francisco Ramírez de Arellano quién poseía las colmenas de la misma. Otros animales que pertenecían a la Abadía de Rueda eran los Bueyes de labranza, los novillos, las vacas, ovejas y una pollina que, entendemos, no formaría parte del grupo de animales de coche y caballos de de regalo.

En otro grupo de preguntas descubrimos el número de vecinos de la Abadía: UNO (1), Don Juan Francisco Ramírez de Arellano que vive en la única casa que hay. Además se afirma que por ser de realengo no se paga impuestos por ella. Bueno, no vivía solo, le acompañaba su criado, Cecilio López, de Brizuela que cobraba bruto anual 71`50 reales.

En el “Nomenclátor o Diccionario de las ciudades, villas, lugares, aldeas, granjas, cotos redondos, cortijos... con expresión de la provincia, partido y término a que pertenecen” de 1785, por orden de Floridablanca, lo cataloga como granja propiedad del Conde de Murillo. Por cierto, y como chascarrillo, el hasta hace poco conde de Murillo es el marido de Esperanza Aguirre.

El Madoz se refería a la localidad de la Abadía de Rueda en términos similares pero con la forma de hablar de 1850. También el “Indicador general de la industria y el comercio de la provincia de Burgos” de 1894 explica que tenía 8 vecinos, frente a las 150 casas de Madoz (claro que sumaba La Quintana, Villacomparada y la abadía en sí).

Y el nomenclátor de 1951 reducía el número de vecinos, otra vez, a uno.


Volviendo a Gonzalo de Ojeda, este investigador también reflejó el común expolio a que están sujetas las obras arquitectónicas de Las Merindades y se alegraba de tener los grabados de unos capiteles robados, arrancados de dos columnas fronteras, y haber copiado una inscripción existente a través de tres de los muros de la iglesia, que dice: «Esta capilla mandó hacer Juan López de Rueda, abad y señor que fue de esta abadía, está enterrado en esta capilla y en ella dejó dotadas tres misas cada semana y una cada mes perpetuamente. Acabóse en el año 1386». Aún a costa de ser irreverente, siempre me he preguntado cómo calculaban el valor de las misas futuras, más aún cuando estas eran una serie infinita. ¿Los curas aplicaban las matemáticas financieras y la actualización de valores futuros?

Describía Ojeda las ruinas con ese verbo vacuo de mediados del siglo XX: “Entre los pocos restos que se han conservado de la primitiva iglesia de Santa María de Rueda, hasta los principios del siglo actual, hemos podido admirar y podemos contrastar con fotografías, las removidas ruinas de un atrio románico, que, si bien de pequeñas dimensiones, muestra una factura bastante arcaizante, tanto en sus sillares como en sus elementos decorativos. En su parte frontal pueden contemplarse algunos arcos de elegante esbeltez montados sobre columnas con capiteles y ábacos labrados de diversa ornamentación y finura de sus tallas. Siguiendo el paralelismo de de dichas arquerías, se sobrepone una moldura de variada decoración románica con ajedrezados, etc., para destacar la caprichosa amenidad de los artistas a la obra escultural en su conjunto”.

Gracias a Dios, durante los años 1979, 1980 y 1981 la empresa CROFASA procedió a una restauración integral del edificio que actualmente es una propiedad privada.


La Abadía de Rueda en la Actualidad


Bibliografía:

“Apuntes sobre la historia de las Merindades antiguas de Castilla” de Julián García Sainz de Baranda.
“Abadía de rueda” de G.M. Ojeda.
Catastro de Ensenada.
Románico Digital
Retratos de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja.
“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” de María del Carmen Sonsoles Arribas Magro

2 comentarios:

  1. Hola. ¿se permite aproximarse hasta el exterior del edificio para tirar unas fotos?.

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    1. Hola, Montacedo.
      Como comento en la entrada, hoy es una propiedad privada celosa de su intimidad. Quizá por el camino a la finca o rodeándola pueda usted obtener alguna. No lo sé. Personalmente no he estado junto a sus muros desde 1977 o 1978. Siento no poder darle otra respuesta.

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