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lunes, 9 de junio de 2014

¿Por qué odiamos al lobo feroz?

Durante unas semanas nos dedicaremos al estudio del lobo en Las Merindades. Tocaremos las razones que nos han llevado a exterminar a este animal, los medios para ello y acabaremos conociendo algunas de las principales estructuras permanentes para sus caza: Las loberas.

Carecemos de una experiencia de vida con lobos y, encima, nos hemos criado con versiones edulcoradas de la relación de los humanos con estas bestias. Ya sabéis: "Caperucita Roja", "Los tres cerditos" y "El lobo y los cabritillos" donde el final feliz nos reconfortaba y, a la vez, eliminaba la realidad tras el relato. ¡Qué decir de las versiones de la Disney!



Si nos fijamos en la "Caperucita" de Nièvre, recogida a finales del siglo XIX y publicada por primera vez por Delarue en 1956 vemos variaciones crueles de la historia (No apta para menores): "La niña va a casa de la abuela y en el bosque encuentra a un hombre-lobo que la invita a escoger entre seguir un camino de agujas o el de alfileres. Ella se entretiene cogiendo agujas; cuando llega a su destino el hombre-lobo se le ha adelantado: ya ha matado a la abuela guardando su carne y su sangre en la despensa. Aquel se hace pasar por la abuela ante la niña y le invita a comer los restos de la muerta; la muchacha lo hace mientras una gatita la insulta. Después el hombre-lobo le pide que se desnude para acostarse con él en la cama. A cada prenda que se quita, la niña le pregunta dónde la pone y él le contesta que la arroje al fuego. Cuando ella se mete por fin en la cama se produce el conocido diálogo en el que la niña se extraña del insólito físico de su abuela. Le pide permiso al hombre-lobo para salir a hacer sus necesidades; éste primero le contesta que las haga allí mismo pero al final la deja salir con el pie sujeto por una cuerda; ella ata la cuerda a un ciruelo y logra escapar". Si no se han dado cuenta, se lo digo: ¡El lobo sigue libre! Todavía es un peligro.

Tendremos que esperar a Perrault (siglo XVII) para iniciar la edulcoración del lobo que rematarían los hermanos Grimm en 1812 al dar forma al relato "canónico" de hoy. Probablemente por eso, por haber olvidado aquel lobo cruel y glotón, representante de los rigores invernales, indócil y sanguinario, la bestia de nuestras pesadillas y desengaños, el de las feroces manadas, el gran enemigo del ganadero, la encarnación de lo irracional y azaroso de la desgracia ... no logramos comprender en toda su necesidad la caza que se le dio hasta la llegada de nuestro encapsulado mundo urbano. Por ello asumimos como correcta la evolución del cuento de "Caperucita roja" o "Los cabritillos y el lobo" donde siempre se derrota el mal, representado por el lobo, y se salvará a la abuela y la niña, a las cabras o a los corderos, venciendo la virtud y descargando a los oyentes del relato de la responsabilidad de defenderse. Al fin y al cabo el enemigo ya ha sido derrotado. Fin.

La relación de odio con el canis lupus viene de antiguo. Los griegos ya tenían historias sobre el sacrificio de jovencitas al lobo. Y la iglesia medieval lo convertía en un animal diabólico, como la serpiente. Fijémonos en un texto extraído de los sermones del predicador Jacob de Vitry (s. XIII): “No confiéis nunca en aquellos que suelen clavar los ojos en el rostro de las jovencitas, que cogen su mano y aprietan sus dedos, que empujan pie con pie, que les echan la mano al cuello o al seno, y otras cosas similares contrarias a la honestidad de la religión. Acordaos del ejemplo del lobo y el cabritillo. La cabra ordena al cabritillo que no salga del redil hasta que ella volviera de pastar. El lobo, acercándose la caída del sol, se paró a la puerta del redil y comenzó a emitir el sonido de una cabra y dijo al cabritillo: “Soy tu madre, sal a mi encuentro y te daré de mamar”. El cabritillo desprevenido salió y de inmediato fue devorado por el lobo. En efecto esos lobos al principio lanzan palabras devotas como si estuvieran imitando la voz de una cabra y después de haberlos cogido desprevenidos cambian sus palabras y devoran sus almas”.

Por ello, tenemos razones religiosas y culturales para odiar al lobo en el mundo preindustrial. Era el otro, lo antihumano, encarnaba los miedos antropológicos ante otro mamífero social, jerarquizado, maternal que representaba lo que reflejaban los relatos arriba detallados (crueldad y falta de sentido de la naturaleza, entre otros) y, sobre todo, el competidor en la lucha por la supervivencia. Insisto: El competidor en la lucha por sobrevivir.

Lobo Ibérico (Lobopedia)

Las Merindades, aparte de la agricultura cerealística, poseía una ganadería beneficiada por los abundantes espacios de monte y pastos existentes. El ganado vacuno y caballar pastaba libremente en los pastizal es de los montes del Soma, Ordunte, La Peña o Sierra Salvada, dando lugar a la formación de razas autóctonas montaraces o "monchinas" como la tudanca o la serrana, para el bovino, y la losina para el equino. El ganado menos tenía un pastor contratado o un vecino. Estas tres especies constituían la reserva cárnica y láctea del autoconsumo familiar por lo que su número era porcentualmente elevado.  

Necesitábamos pastos lo que, para algunos autores, explicaría la temprana diferenciación pasiega del resto de los municipios de la comarca mediante la adopción (siglos XV-XVI) de una ganadería estabulada e intensiva, especializada en el ganado vacuno de producción láctea y basada en el prado segadero, propiedad y aprovechamiento individual. Pero aprovechar los espacios boscosos tenían la contrapartida de los lobos y los osos.

Para una economía agro-ganadera estas bestias eran la gran amenaza, aniquiladores del esfuerzo productivo que significa la cría del ganado. El lobo era una alimaña que atacaba sola (invierno) o en grupo (Verano). Su afán predatorio le lleva a matar sin parar produciendo grandes pérdidas y destrozos en los rebaños, especialmente los ovino-caprinos. ¿Por qué? No está claro, puede ser generación de reservorios, inacción de las víctimas domésticas por la sobreexcitación ... En cualquier caso, es innegable su poder destructivo y su presencia deseable. Esa tensión fluyó a través de los años y del paso de una economía de subsistencia a una de Mercado. Daba igual,  ¡Había que eliminarlo!

Para ese objetivo se trabajaba en varios frentes:
  • Legal: Las Reales Cédulas y Ordenanzas (s. XVIII) regulan cómo llevarán a cabo las batidas. Por ejemplo, la Real Cédula emitida por Carlos III en 1788, establece que "En todos los pueblos en cuyos términos o territorios constare abrigarse y mantenerse Lobos, se harán todos los años dos batidas o monterías: una de las cuales se ejecutará en el mes de Enero y la otra desde mediado de Setiembre hasta fin de Octubre, y en caso de que las circunstancias del clima pidan alguna variación se representará al mi Consejo para que se establezca la conveniente. Estas cacerías se harán por todos los lugares del partido en un mismo día y hora, según dispongan las respectivas Justicias con noticia de los Corregidores o Alcaldes Mayores del Partido, a fin de que fogueando y batiendo á un mismo tiempo los vecinos de cada Pueblo todo su término y jurisdicción, se logre la matanza y exterminio de los Lobos".
  • Asociativas: Los pueblos se agrupaban en Juntas o Hermandades regidas con sus propias ordenanzas. A cada una de estas correspondía la construcción de una lobera y la realización de las batidas correspondientes. Todos los vecinos de los pueblos asociados tenían la obligación de asistir a las batidas bajo pena. Descubierto el lobo (o su rastro) se comunicaba a la Junta en un plazo de dos horas y se comenzaba la batida. En cada pueblo de la Hermandad se avisaba al vecindario a través del repique de "lobo". Situados los cazadores armados en los espaldonizos (cabañuelas de la lobera) se procedía a la batida del monte abriéndose un amplio frente en herradura en el que se encontraban todos los pueblos participantes. Primero avanzaban los de un pueblo, gritando y haciendo mucho ruido para ahuyentar al lobo, hasta que alcanzaban las posiciones del siguiente pueblo que continuaba la marcha de la misma forma. Así, se estrechaba el cerco hasta que el lobo era introducido entre las paredes de la lobera donde era azuzado por los cazadores apostados en las cabañuelas con el fin de que cayera en el foso.
  • Venenos: Se dejaban cebos en zonas de paso de lobos intentándose que los ganaderos y vecinos estuviesen avisados de su localización. La estricnina se generalizó a partir del siglo XIX y su utilización estaba limitada a los meses de invierno cuando los ganados permanecían estabulados.
  • Armas de fuego: Evolucionando desde los Arcabuces hasta las escopetas de hoy.
  • Cepos: El cepo lobero se remonta al siglo XVI y fue un sistema muy extendido entre los pueblos cuyos ganados pastaban libremente en los Montes de Ordunte (Valle de Mena y Merindad de Montija y Valle de Carranza). Si el cepo se dejaba exento, el lobo lo arrastraba hasta caer extenuado, momento que era aprovechado por los cazadores para asestarle un golpe en el hocico y dejarle inconsciente. Con un palo atravesado en la boca, por detrás de los colmillos, y una cuerda le ataban el hocico y las patas.
Cepo alimañero.
  • Mastines: Como aparecen en el conocido "Romance de la loba parda" poseían unos collares llamados carlanca que les protegía el cuello de las dentelladas del lobo. Defendían los rebaños.

  • Alimañeros y loberos: estos profesionales recorrían los montes frecuentados por lobos y zorros en busca de sus camadas para ir pidiendo con ellas por los pueblos, costumbre que era conocida como "correr el guante". Con el fin de evitar que este tipo de actividades resultaran fraudulentas, la Real Cédula de 27 de enero de 1788, arbitraba una serie de normas que afectaban también al procedimiento que había de seguirse con los animales cazados en el transcurso de las batidas o fuera de éstas, determinando que "Los Corregidores, Alcaldes Mayores y demás Justicias de las cabezas de partido dispondrán que quede allí la piel, cabeza y manos de lobos y zorros que cogieren ó mataren en dichas batidas o monterías para evitar el fraude que se podría hacer por los que con el nombre de loberos andan vagando y pidiendo limosna por los lugares". Por supuesto se buscó que no viviesen de la mendicidad y se decretó que "las Justicias hagan pagar y dar entre año cuatro ducados por cada Lobo que se le presente; ocho por cada Loba en la misma forma; doce si fuere cogida con camada, y dos por cada Lobezno; diez reales por cada Zorro o Zorra, y cuatro por cada uno de los hijuelos; cuyas cantidades se pagarán sin detención de los caudales Públicos; y la piel, cabeza y manos de las fieras que se premien quedarán en poder de las Justicias sin poderlas devolver á los que las presentaron, ni á otras personas para aviar fraudes". 

  • Loberas, cortellos o corrales de lobos, calechos y cousos. Diversos tipos de trampas estructurales que testimoniaban la lucha contra el lobo.
Lobera del Alto del caballo en Espinosa de los Monteros



Un factor asociado a la caza del lobo y que lo veríamos reflejado en los relatos clásicos es que reforzaban la cohesión y la solidaridad tanto entre vecinos como entre los diferentes pueblos afectados que dejaban a un lado sus desavenencias para luchar de manera colectiva contra el enemigo común. Los gastos ocasionados por las batidas eran costeados con los arbitrios o impuestos especiales que se recaudaban para financiar gastos de carácter municipal, y con la contribución obligatoria que se cobraba a los propietarios de los ganados foráneos trashumantes que pastaban en los montes de los pueblos confederados en Juntas o Hermandades.

A este respecto, la Real Cédula de 1788 antes citada dispone lo siguiente: "El gasto de estas batidas se reducirá a las precisas municiones de pólvora y balas, y a un refresco de pan, queso y vino que se ha de dar a los concurrentes a ellas, á cuyo efecto harán las respectivas Justicias con la debida economía la regulación y ajustada distribución del gasto de ellas, precediendo esta regulación y la aprobación del Intendente de la Provincia antes de hacerse las batidas en cada año. El costo de las batidas o monterías se ha de prorratear a proporción de las cabezas de ganado estante y trashumante que pastare en los términos de los pueblos donde se hacen, y de las Yeguadas, Vacadas y Muletadas que hubiere en ellos, bien entendido que los dueños de los estantes nada contribuirán para este gasto de las batidas, siendo vecinos o comuneros de los pueblos donde se ejecutan, porque es justo que respondan por ellos los caudales públicos de propios y arbitrios a cuyos Mayordomos se abonarán en sus cuentas con la justificación que abajo se expresará".

Las Loberas

No son exclusivas de Las Merindades encontrándolas en otras zonas del norte peninsular como Portugal, Galicia, Asturias, Cantabria, León, Zamora, Palencia o País Vasco. Tienen un origen incierto pero las primeras referencias documentales datan del siglo XVI. Eran unas construcciones que por su envergadura, localización y diseño muestran el apoyo firme de la comunidad reivindicadora del terreno frente a lo salvaje. Conformadas por dos largas paredes construidas con piedra a hueso y sin retocar, con una altura que oscila entre los 2 y los 3 metros, que convergen, a modo de embudo, en un foso excavado en el suelo y reforzado con muros de piedra donde caía el lobo tras ser acosado durante la batida.

La profundidad de los fosos oscila entre los 3 a 4 m (o 6 metros si medimos con los muros). Algunas loberas poseían pequeños abrigos de piedra, llamados chozas, esperas o cebeñuetes, situados entre las dos paredes que conforman el embudo y abiertos hacia el foso, para albergar a los cazadores que esperaban, escondidos, al lobo para azuzarle e impedir que retrocediera en su carrera desesperada hacia el foso.

Lobera de Perex (Cortesía de Tierra de Burgos)

Para disfrutar de las loberas debemos ser algo, no mucho, montaraces porque, de acuerdo con su función, estas trampas las hallaremos en pleno monte, en lugares por donde pasaba el lobo y en ocasiones, también personas, carros y ganado. Esta circunstancia hizo que en las dos paredes que forman estas construcciones, se abrieran puertas que, en los días de batida, eran cerradas con palos dispuestos en sentido horizontal y vigiladas por cazadores apostados en ellas. La altitud geográfica de once loberas registradas en Las Merindades oscila entre los 1.248 m de la lobera del Alto del Caballo (Espinosa de los Monteros) y los 825 m de la de la Barrerilla de Perex (Valle de Losa), situándose el resto de las construcciones en una altitud comprendida entre los 800- 900 m.

Nos las encontraremos adaptadas a la topografía del terreno, toda la construcción se desarrolla a lo largo de laderas de acentuado declive, siendo el foso el punto más bajo de la pendiente y por ello, de difícil identificación para el lobo. En algunos casos, también se observa un aprovechamiento de las condiciones orográficas del territorio de tal forma que las paredes suelen ser la prolongación de precipicios o escarpes que actúan como eficaces barreras naturales.

Para acentuar a efectividad de la trampa la parte superior de las paredes estaban rematadas con piedras que sobresalían a modo de visera o alero, impidiendo con ello el salto y la huída del lobo. Así mismo, algunas loberas presentan en el centro del foso un amontonamiento de piedras cuya función era también la de evitar que, una vez dentro, el lobo tomara impulso y saltara fuera. Durante la batida, a veces, el foso era camuflado con ramaje.

Diploma de Alimañero (Lebeña)


Buscando favorecer que el lobo corriese en la dirección "adecuada" el muro posterior al foso era de una altura máxima de 1 metro con respecto al suelo exterior. Este ingenioso diseño del foso se agudiza en la Lobera de La Barrerilla (Perex), donde el espacio de embudo inmediato al hoyo muestra una suave depresión que asciende ligeramente hasta enrasar con el borde del foso. Otras veces se recurría a un parapeto vertical de ramaje que se colocaba sobre un madero dispuesto sobre la pared inicial del foso, de manera que el lobo saltaba este obstáculo sin saber que a continuación se precipitaría al interior del hoyo. Evidencias de la colocación de este "parapeto de bardado", como así se cita en las Ordenanzas del Valle de Losa las encontramos en la Lobera de Toyo, trampa localizada entre las poblaciones losinas de Río, San Llorente y Villaluenga.

El lobo capturado con la lobera podía ser matado allí mismo o bien era sacado vivo. En el primer caso, los mismos batidores, o un desollador contratado, arrancaban la piel del lobo muerto, la rellenaban con paja y la subastaban, adjudicando la pieza al mejor postor que además, recibía un certificado oficial donde se daba cuenta de su autenticidad y forma de obtención. Todo esto se acompañaba con la celebración de una fiesta popular que reunía a todos los habitantes de los pueblos pertenecientes a la Junta o Hermandad en cuyos términos se había cazado el lobo. Tras el festejo, el dueño de la piel o pelleta tenía permiso para recorrer con ella los pueblos del entorno recibiendo obsequios en forma de dinero y alimentos que rentabilizaban con creces el coste de la piel.

El animal capturado vivo no corría mejor suerte. Se les abozalaba y ataba de manera que no pudieran moverse y a continuación se les sometía a un "juicio" popular en el que, tras ser acusados de todos los males, acababan siendo apaleados. Después, eran cargados al lomo de un burro y exhibidos por los pueblos que premiaban a los loberos con toda suerte de donativos.

Al parecer, las loberas también sirvieron para cazar otros animales salvajes como osos, jabalíes, zorros e incluso, como la lobera de Castrobarto (Junta de Traslaloma), para apresar a los caballos salvajes que pastaban libremente en los montes de La Peña".  

Seguiremos.

Bibliografía:

"Loberas en la comarca de Las Merindades (Burgos) de Judith Trueba Longo.
“El lobo y los siete cabritillos” y “Caperucita Roja”. Historia de una relación. Susana González Marín (Universidad de Salamanca)

5 comentarios:

  1. Interesantísimo e ilustrador artículo, gran señor Lebato de Mena. Siempre me han gustado los lobos, tanto como el animal en sí como su simbología, su papel en la heráldica o su importancia en cuentos y leyendas de bastantes naciones y culturas. Aunque también es cierto que he vivido toda mi vida en ciudades y no contemplo a los lobos como los miraría un pastor o un ganadero.

    Pero he aprendido mucho. Un afectuoso saludo.

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    1. Me siento feliz de que le haya gustado este artículo y le adelanto que seguiré tratando el tema de los lobos en Las Merindades (al fin y al cabo la comarca objeto del blog) y de las loberas. Entendí que era fundamental iniciar la serie con ciertos puntos antropológicos ¿causa? ¿consecuencia? de la persecución o del odio a esa bestia.
      A su vez deseaba dar a conocer el trabajo de Judith Trueba que no está en el mercado y por ello es difícil de obtener.
      Finalmente, gracias por su fidelidad y participación.
      Un saludo.

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  2. Buenos días (o tardes):

    Estoy tratando de encontrar un gráfico que describa, con su nombre, las diferentes piezas que componen un cepo conejero o lobero. He visto uno de los gráficos que ilustran este artículo y me tomo el atrevimiento de consultarle si recuerda Ud. dónde encontró ese maravilloso dibujo con números que seguro corresponden a alguna descripción.

    Atentamente,

    Ignacio

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    1. Hola,

      Ante todo le agradezco su participación en esta bitácora. Sobre su solicitud, no recordaba el lugar de donde obtuve la imagen por lo cual he navegado por la red llegando hasta Joaquín Salina Buil y una patente suya. Adjunto presento el enlace:

      https://patentados.com/empresa/salinas-buil-joaquin/

      Espero haber podido ayudarle.

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  3. Gracias. Por supuesto que ayuda. Tirando del hilo se llega al ovillo.

    Saludos cordiales,

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