Nos
situaremos hoy en el periodo de las aceifas (del 800 al 900 aprox.) cuando
protegidos por la presencia del estado asturiano y sus mesnadas la sociedad de
Castilla Vieja continuó con su expansión demográfica y económica, explotando las
tierras más fértiles y más fáciles de trabajar con los rudimentarios aperos de la
época. Surgen nuevos núcleos aldeanos. Poco a poco la presión sobre el espacio
fue aumentando hasta que los recursos disponibles resultaron insuficientes para
una mayor población. Entonces, las sociedades del área de Las Merindades comprendieron
que la única manera de continuar con su desarrollo material era la emigración
hacia las extensas y fértiles tierras situadas por debajo del curso del Ebro.
Y
durante estas turbulencias político-económicas, el eremitismo seguía atrayendo
personas en todas sus modalidades (individual, semicomunitario o lauras y
perialdeano o ermitaños) que buscaban una respuesta vital. Pero junto a éstas
formas ya asentadas, apareció el monacato, como otra alternativa "religiosa"
de supervivencia.
Monjes. |
El monacato también
contemplaba numerosas formas que iban desde los monasterios integrados por
eremitas asociados entre sí por medio de un pacto voluntario, hasta los
monasterios formados por los miembros de un linaje ganadero de mediana entidad
que aún no había iniciado su reconversión a la agricultura y que, precisamente,
van a utilizar el monacato para sedentarizarse en las tierras marginales no
ocupadas. Este es el caso del abad Vitulo y de su hermano, el presbítero
Ervigio, que, en torno al año 800, fundan los monasterios de San Emeterio y San
Celedonio, en Taranco (Mena), de Esteban, en Burceña (Mena),y de San Martín, en
Area Patriniani en Castilla Vieja. ¡Y todos en Las Merindades!
Además
de la roturación de terrenos no cultivados, los monasterios interferirán en la
vida de las poblaciones en que se asentaron, a través del control sobre los
clérigos y los centros de culto que estos regían.
Gracias
a los ataques musulmanes los monasterios acaparaban tierras e iglesias
abandonadas por la población residente en los momentos de peligro. Así, comenzaron
a crearse un patrimonio que ellos mismos se encargaban de "legalizar"
con documentos. El control eclesiástico y religioso de las poblaciones se
realizaba a través del tutelaje sobre las iglesias y los clérigos de los
poblados, y también mediante la captación de eremitas solitarios y la
reconducción de las lauras eremíticas hacia la vida monástica. Eliminaban a la
competencia económica e ideológica para sí y para el poder real.
A.
partir del año 850, la sociedad de Las Merindades avanza hacia la Bureba y el
centrosur de la provincia de Burgos. Lo organizará Rodrigo, primer conde de
Castilla, preocupado por desactivar el creciente desequilibrio entre los
recursos disponibles y la población existente. El delegado de los reyes astures
aparece capitaneando a jefes militares que, hasta ese momento, habían dirigido
la resistencia frente al islam con una mínima intervención del poder astur.
La
táctica cristiana consistió en taponar mediante fortalezas el paso de los ejércitos
musulmanes hacia el norte, algunas construidas por ellos (Amaya, Castrojeriz,
Ubierna y Burgos) y otras arrebatadas a los islamitas (Pancorbo, Cerezo e
Ibrillos). Y lo consiguieron sin que les frenasen las aceifas. Y se
desparramaron por las ricas tierras situadas al sur del Ebro continuando así
con su expansión agraria y demográfica fuera de su reducido espacio de
procedencia.
Mientras,
el monacato continuó afianzando su capacidad como modelo socio-religioso y su
preeminencia en el organigrama eclesiástico. Incluso tuvo tiempo para crear nuevas
fórmulas monásticas como el monacato familiar o dúplice, conseguir la adhesión voluntaria o forzada de numerosos
eremitas -como los treinta y tres que se acogieron al monasterio de San Pedro
de Tejada (Valle de Valdivielso) en el año 855 y disfrutar de la admiración y confianza
popular que generaba donaciones piadosas hacia estas comunidades religiosas. En
Las Merindades sirvieron de apoyo a la sede episcopal que en esta segunda mitad
del siglo IX se constituye en Valpuesta.
Con ello, a medida que
el monacato se asentaba, el eremitismo se debilitaba causado, seguramente, por
su carácter anárquico, contrario a toda norma o jerarquía eclesiástica.
A
principios del siglo X, finalizada la "Reconquista" en esta tierra,
la sociedad cristiana perfilará un verdadero sistema organizativo a nivel
territorial, político-institucional, socioeconómico y religioso; en su seno,
apenas tenían cabida ya ni la espontaneidad ni la libertad de movimientos sobre
los que se había asentado el mundo eremítico rupestre. Este se agotará durante
esta décima centuria y se reducirá hasta la insignificancia, al menos en la
comarca de Las Merindades.
Plano de San Pedro de Tartalés de Cilla |
Cueva
de San Pedro o cueva de "los moros" en Tartalés de Cilla.
Lo
encontramos saliendo del pueblo de Tartalés, en la ladera del monte, protegida
por un pinar y al final de una senda. La "cueva" corresponde a una
iglesia rupestre excavada en un banco de arenisca desde donde obtenemos una
inmejorable vista del valle entorno a Tartalés.
La
entrada del templo debió estar en el hoy desaparecido lado sur. Dentro, se descubre
la estructura de la iglesia, integrada por una única nave y dos ábsides
contrapuestos. Es de planta rectangular, con una longitud total de 9 m y un
cuerpo central de 3 m. de ancho por 5 de largo y está cubierta con bóveda de
medio cañón apuntado (a dos aguas o a doble vertiente), que descansa sobre una línea
de imposta (moldura que sirve de unión entre los muros y la cubierta). En el
muro Norte, situado frente a la entrada, además de la imposta, se advierten
mechinales y cruces grabadas, algunas antiguas, que asoman entre los grafitis y
pintadas actuales.
El
muro Sur, en su parte interior, conserva también línea de imposta y, además,
ranuras y mechinales. A la derecha de la nave, se encuentra la cabecera del templo,
algo elevada sobre el nivel del pavimento de la nave y orientada al Este. El arco
triunfal o toral de entrada a este espacio, aparece en la actualidad muy deformado
y presenta muescas y ranuras que quizás respondan a algún tipo de cerramiento.
En el lado izquierdo aparece una especie de pequeña hornacina cuadrangular, y en
el derecho, se observan, labrados en la pared, numerosos símbolos y cruces de sabor
antiguo.
Eremitorio de San Pedro |
Al
interior, la cabecera presenta planta de herradura y por lo que queda de cubierta,
parece que esta fue de bóveda de horno. En las paredes, muy pulimentadas, se observan
pequeños mechinales que. al igual que los que se aprecian en el exterior, pueden
responder a posteriores reutilizaciones de este espacio. El altar debió ser de
bloque, e iría encajado en el pavimento, ocupando el centro del ábside.
En
el extremo opuesto. en la pared Oeste, se abre el contraábside, a modo de
pequeño nicho colgado con ingreso en arco de medio punto peraltado, y con ranuras
y muescas a ambos lados que sirvieron para encajar su cerramiento. Su planta es
también de herradura y está cubierto con bóveda de horno. Sus pequeñas
dimensiones hacen que resulte un espacio estrecho y claustrofóbico.
Fuera
de la iglesia, a la izquierda de la entrada y en el mismo roquedo, aparecen excavadas
en la roca dos tumbas de bañera, de tamaño adulto, sin losa de cubierta. Fueron
excavadas hacia 1923 por el P. Ibero, quien no hizo ningún tipo de precisión acerca
de los restos óseos ue encontró en una de ellas.
Morfológicamente, la iglesia
presenta dos elementos curiosos: el contraábside y los grabados que aparecen en
la entrada del ábside principal. Los grabados presentan semejanzas con los existentes
en algunas iglesias rupestres del Norte de Palencia, Condado de Treviño y La Rioja,
que han sido encuadradas cronológicamente dentro de la época visigoda.
La
presencia del contraábside, corrobora el origen visigodo de esta iglesia, ya que
se trata de un elemento muy antiguo, importado de las iglesias paleocristianas norteafricanas
de los siglos III-IV d. C., por el arte hispanovisigodo de los siglos V-VI d.C.
donde desempeña funciones de carácter litúrgico y/o funerario.
La
diferencia de altura del pavimento que marca una diferenciación espacial, el uso
de la imposta corrida, la presencia de la bóveda de cañón apuntada con las dos
tumbas de bañera excavadas nos llevan a las formas y elementos propias del arte
de la repoblación. Quizá como aplicación de estilos artísticos precedentes o
como préstamos coetáneos. Con ello situaríamos la iglesia entre la época visigoda y
los primeros siglos de la Alta Edad Media (siglos VI-IX).
Eremitorio de San Pedro (interior) |
El
mal estado de conservación actual se debe tanto a la erosión natural de la roca
(provocando derrumbes) como a los posteriores usos dado al recinto que mediante
hogueras y pintadas en las paredes del templo han acelerado su deterioro.
Bibliografía:
"Eremitorios
rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)" Judith Trueba Longo.
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