Todo el mundo de la parte occidental de Las Merindades ha oído hablas de la Olla Ferroviaria. Usada desde León a Bilbao a lo largo, y es un largo muy largo, de la línea de "La Robla". ¿No les suena así? Quizá mejor como puchera ferroviaria. Palabra puramente latina que proviene de Puls, unas gachas de harina para los pobres, y que podemos ver escrita como "putxera" en Valmaseda. Esta ciudad organiza por San Severino una fiesta de ollas ferroviarias y se arroga su origen y difusión.
Mariano Alonso y primitivo Merino (Arija.org) |
Por lo menos así lo resaltan
numerosa páginas de la internet (que la catalogan como invento vasco) sin tener
en cuenta que lo mismo dicen en Mataporquera (Cantabria) donde está el Centro
de Interpretación del Ferrocarril de La Robra y que celebra su fiesta de la
olla el 16 de julio. Sin contar con las fiestas de la olla ferroviaria de Maliaño,
Reinosa (día de San Sebastián) o Cistierna (día de San Fernando).
El Centro de Interpretación informa que fue el jefe de
"hojalatería", Esteban García Martínez, quien tras varios prototipos dio
con el definitivo modelo en 1915. Fue utilizada por cuatro o cinco mozos de
tren de Mataporquera (Florencio, Eugenio, Damián y algún otro) durante un
tiempo, hasta aproximadamente el año 1935. Esta olla carecía de puchero y
estaba hecha toda ella de chapa de hojalata, de una capacidad de dos litros,
cilíndrica, con la chimenea en el centro y el fuego se hacía en el interior de
la chimenea cociendo la comida alrededor de la misma.
Olla Ferroviaria (Centro de interpretación de La Robla en Mataporquera) |
La Olla Ferroviaria es tanto un
plato como un tipo de cocina que nace a causa de los largos viajes que hacían
los trabajadores de "La Robla" (jornadas de entre 10 y 16 horas) y a
la dureza de la climatología del sur de la Cordillera Cantábrica que exigía una
cocina nutritiva y potente. Podríamos decir, generalizando, que los creadores
de todo el ingenio fueron los maquinistas y fogoneros, que ingeniaron un sistema
para cocinar con el calor de la locomotora. Sin olvidar el saber hacer de los
obreros de los talleres de la compañía en Cistierna y Valmaseda. Como hemos
dejado caer más arriba, no fue un desarrollo sencillo: Al principio probaron a
conectar un tubo desde el serpentín de la locomotora hasta una vasija, donde
conseguían preparar unos excelentes cocidos al vapor.
Los maquinistas y fogoneros que cada mañana salían de Cistierna y de Valmaseda,
haciendo trenes de mercancías hasta Mataporquera, conectaban la olla al vapor
de la locomotora a la salida del tren para que durante la marcha se fuese cociendo
la comida del mediodía. Cuando ya estaba cocida, la desconectaban del vapor y
llegada la hora de comer volcaban el contenido en una cazuela de barro. Comían
la pareja, maquinista y fogonero, mano a mano de ella, bien durante la marcha
del tren, o a tren parado sentados en el suelo al lado de la locomotora en
alguna estación intermedia, aprovechando que el tren hacia parada prolongada
esperando el cruzamiento con otro en sentido contrario o cuando el tren llegaba
a su destino en Mataporquera.
Recordemos que las parejas de tracción de los trenes correos num. 1 de
León a Bilbao y num. 2 de Bilbao a León, comían la olla a diario en
Mataporquera, sentados a la mesa del cuarto de agentes, aprovechando la parada
de 40 minutos que tenia cada uno de los trenes grafiados (para dar tiempo a la
comida de los viajeros en la fonda de la estación).
Los que salían en los mercancías de la tarde, también conectaba la olla
para que durante el trayecto se le fuese cocinado la cena y que a la llegada a
Mataporquera estuviese ya preparada. Por lo regular, los maquinistas y
fogoneros preparaban todos los días la comida del mediodía a base de cocido de
legumbres con carne, chorizo, tocino, etc. y para la cena ponían patatas
guisadas con carne.
E, incluso, se ideó un método para comer chuletas y chuletones que se
denominaba "a la pala" donde bastaba con untar la carne con grasa y
sobre la pala con la que se echaba carbón en la caldera de la máquina acercarla
al fuego.
Con el tiempo se avanzó, como con los trenes, en la sofisticación del
invento: el carbón sustituyó al vapor y la cocción lenta en la cola del tren se impuso sin discusión. Por
cierto, para que los compañeros de los talleres hicieran las ollas ferroviarias
los interesados debían llevar el puchero del interior.
En un rincón del convoy viajaba esta carcasa de chapa de hojalata de tres
patas, con un agujero en el fondo para dejar salir el vapor de agua y que
contenía el puchero. Dentro de este, hecho de porcelana esmaltada o barro, se
cocinaba lo que el gusto de los ferroviarios hubiese decidido y, además,
calentaban el habitáculo del furgón de cola, donde viajaba el guardafrenos. La
olla de carbón vegetal se empleó a diario en los correos de León a Bilbao y de
Bilbao a León, por el guardafrenos de detalle y el mozo de cola, entre los años
1.940 a 1.980. Todos los días cuando el tren salía de León y de Bilbao, sobre
las nueve de la mañana, prendía fuego a la olla para que se hiciese la comida
para los dos agentes. A veces también participaba el jefe de tren y algún
viajero invitado.
Sor citroén |
Cuando el cocido estaba hecho, sobre las trece horas, generalmente en la
parada de Las Rozas y de Vado-Cervera pasaban los comensales al furgón.
Sentados sobre arquillas o bultos del porte comían todos ellos mano a mano o
“cuchara y paso atrás” en la cazuela de barro. Imagínense: Mientras el tren
traquetea por la ruta la mayor parte del personal de a bordo comían el fuerte
potaje. Seguramente, tras el ágape tomarían un café y un orujo aprovechando una
parada para carga y descarga.
La Olla ferroviaria fue usada por los guardafrenos de los correos, los
agentes de los trenes de mercancías y también por el personal suplementario de
estaciones (jefes de estación, factores autorizados, factores y guardagujas)
cuando debían trabajar fuera de sus lugares de residencia.
En estos más que habituales casos existía, como dicen ahora, un protocolo
de actuación: Para la cena, que se hacía en compañía, se encargaban de
los ingredientes y de prepararla en la cocina del cuarto de agentes el que
llegaba en el primer tren. En los trenes correo, los ingredientes los ponía
para los dos el guardafrenos (en el de León a Bilbao) y el mozo de cola en el
de Bilbao a León.
El paso del tiempo, la jubilación
de los agentes antiguos, la desaparición de las máquinas de carbón, la
generalización del vehículo privado y los horarios más humanos llevó a la
desaparición funcional de la olla ferroviaria.
El románico y el tren de La Robla |
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