Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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miércoles, 6 de enero de 2016

¿Némesis?

Es una fría mañana del 5 o 6 de enero de 1835. El regimiento provincial de Granada núm. 6 al mando del Coronel de infantería graduado Marqués de Campoverde (probablemente don José María González de Aguilar-Torres de Navarra y Álvarez de las Asturias Bohórquez), el Teniente Coronel Juan de Cárdenas y, como sargento Mayor, el teniente coronel de infantería graduado Miguel Pérez Quiroga avanza por los campos cubiertos de nieve de Barcenillas del Rivero (Merindad de Montija). Este es uno de los numerosos regimientos de milicias provinciales, una especie de ejército de reserva, creado el año 1734. Este constaba de ocho Compañías: una de Granaderos, otra de Cazadores y cinco de Fusileros. Vestían casaca azul sin solapa; cartera a la valona; vuelta, pantalón y gorro azul turquí; cuello, barras, forro y vivo encarnado; botón dorado con el nombre del Regimiento; y morrión con su número respectivo.

La necesidad de reforzar la defensa del Valle de Mena, atacado en esos momentos por partidas vizcaínas favorables a Don Carlos y debilitada por el traslado de tropas hacia el oriente, les ha obligado a moverse.

Los partes publicados en esas fechas por la prensa informaron de la composición de las unidades del Pretendiente: un total de 3.000 infantes y 250 caballos. El provincial de Granada -300 infantes reforzada con 15 jinetes del segundo de línea- los encuentra en el puente de El Ribero impidiéndole proteger la guarnición y urbanos del valle de Mena. Frente a las tropas del Marqués aparece un grupo de lanceros enemigos.

Puente de El ribero de Montija (Google)

Fueron enviadas, contra los rebeldes, dos guerrillas de cazadores; pero habiendo recibido Campoverde aviso de que tres columnas como de 100 hombres se dirigían hacia él con ánimo, una de ellas, de cortarle la retirada dispuso que sus guerrillas y las dos compañías que habla avanzado para protegerlas, se replegasen hacía la montaña posterior para retirarse luego hacia Salinas y, la caballería, hacia Quintanilla.

Lancero Real (Ferrrer Dalmau) 

No salió tan bien como se esperaba -debieron proteger el puente mientras las unidades isabelinas lo cruzaban- y los carlistas combatieron en el puente. El Provincial de Granada escapó, combatiendo, hasta el pueblo de Quintanilla de Pienza. Allí, la nieve y la ventisca que les cubría, el corto número de fuerzas y la desorientación llevó a que bastantes soldados se separasen del resto y cayesen sobre la columna carlista de Eraso que marchaba por la izquierda.

¿A que podría haber sido una buena acción si hubiera estado preparada? Pero no lo estaba. Resultado: 130 prisioneros (incluyendo tres capitanes y un subalterno), cuatro o cinco muertos, y cinco heridos. Es decir que 315 -140 = 165 soldados no fueron capturados por los carlista. Vale, sé restar. Pero... ¿A santo de qué esta operación matemática? A santo de Lord Eliot y de que su convenio todavía no estaba firmado por Zumalacárregui (Carlista) y Gerónimo Valdés (Isabelino).

Caballería carlista castellana (José Ferre Clauzel)

La norma hasta ese momento, y dudo que después no siguiese siendo, era la de fusilar a los prisioneros de guerra. Las partes arguyeron que era respuesta, represalias, ante las atrocidades del contrario. Amén.

De hecho, se ha buscado justificación a los terribles actos sufridos por los prisioneros del puente de El Ribero de Montija. La asignada a este asunto es la matanza de frailes de 1834 por el populacho de Madrid. Los carlistas cargaron al provincial de Granada con parte de la culpa de aquellos incidentes y, parece ser, desarrollaron una meritoria labor de propaganda (no sé si a priori o a posteriori) contra ellos.

Don Carlos (Ferrer Dalmau)

Así cuenta Teófilo López Mata que el general carlista Eraso preparó la sorpresa de los supuestos asesinos y en rápida marcha cayó sobre el confiado batallón, torpemente dirigido por el marqués de Campo Verde, o Campoverde. Este y unos pocos soldados pudieron escapar, pero ciento sesenta y trece oficiales prisioneros (cifras no coincidentes), entre ellos dos tenientes coroneles, fueron conducidos a Mondragón (Guipúzcoa), fusilados y colgados de los árboles. Para agravar la conducta se subrayó que poco después pudo comprobarse la falsedad de las acusaciones que alcanzaron a los soldados, rencorosamente sacrificados en la despiadada matanza.

Zona de los combates

Y eso de los frailes madrileños.. ¿Fue para tanto? Para los carlistas debió serlo. Pensemos que la Iglesia más reaccionaria apoyaba al pretendiente que, entre otros principios, mantenía una imbricación entre el poder temporal y el celestial. Retrocedamos hasta el 15 de julio de 1834. Madrid está asolada por la epidemia de cólera paneuropea que necesita culpables. ¿Quién mejor que los curas? Conclusión: El agua de las fuentes había sido envenenada por clérigos. En unas doce horas fueron asesinados 73 frailes y 11 fueron heridos. Algo tremendo. La Iglesia era atacada por sus fieles que la responsabilizaban de sus desgracias...¡como ocurrirá en 1936! Además, María Cristina, tan conservadora o más que su cuñado, se tuvo que aliar con los liberales y, en contrapartida, pagar ciertos peajes entre los que estaba reducir el poder de la Iglesia Católica.

El catalizador de ese furor fue la llegada de la noticia de que el ejército de Rodil tampoco había logrado contener a los carlistas y el pretendiente Carlos María Isidro había entrado en España proclamándolo en un manifiesto desde Elizondo. Para más Inri la Reina Gobernadora había sido evacuada al palacio de La Granja (Segovia) y ese día de verano hubo un pico de la epidemia con centenares de muertos, principalmente de las clases populares, que buscaban un causante. El rumor del agua envenenada se vio reforzado por sermones que decían que el cólera era "el castigo divino contra los descreídos habitantes de la ciudad, mientras que la gente del campo quedaba libre por ser fiel y devota".


Sumemos a este coctel el calor del verano y... A primeras horas de la tarde del 15 de julio ya se habían formado diversos grupos integrados también por abundantes milicianos urbanos y algunos miembros de la Guardia Real, lo que parece dar la razón a los carlistas. Se asaltará el Colegio Imperial de San Isidro regentado por los jesuitas. Matan a sablazos, apresan y linchan a los clérigos con escarnio. La tropa llega a la media hora al mando del capitán general y superintendente de policía quien recrimina a los jesuitas el envenenamiento y busca pruebas del mismo, mientras siguen matando frailes a un palmo de su presencia. Y la cosa siguió.

En la madrugada del 18 de julio, se declaró el estado de sitio y se hizo público un bando: "Madrileños: las autoridades velan por vosotros, y el que conspire contra vuestras personas, contra la salud o el sosiego público, será entregado a los tribunales y le castigarán las leyes".

Volviendo al tema: los hombres no capturados del Marqués de Campoverde debieron escapar hacia donde pudieron -básicamente Medina de Pomar-. Eraso se largaría por el alto de La Magdalena hacia zona rebelde con su captura. Con su carnaza.


Estos soldados de la reina avanzaban hacia su fin. No habría clemencia. Y, quizá, tampoco redención. Eran culpables de un terrible crimen: matar curas. Recurriremos a Carlos Federico Henningsen en su "Campaña de doce meses en Navarra y las Provincias Vascongadas con el general Zumalacárregui" que fue Secretario del caudillo carlista, y a la de Charles Didier, "Une année en Espagne", para conocer lo que les esperaba a los soldados del regimiento provincial de Granada:

"Este regimiento "el provincial de Granada", cuyos soldados eran todos voluntarios y de ideas avanzadas, se hizo famoso por la matanza de los frailes en Madrid, y después pidió que se le enviara para luchar contra los carlistas, marchando al Norte. Habiendo Zumalacárregui decidido, pasase lo que pasase (conociendo el efecto que esto produciría en el pueblo), descargar un fuerte golpe contra ellos, envió con este fin a Eraso, el cual cruzando el Ebro, consiguió sorprenderles. De todo este regimiento sólo escaparon diecisiete, incluido el conde de Campo Verde, su coronel, y como se había dicho que éste tomó el mando después de la matanza de Madrid, se miró esto por la población del Norte como un signo evidente de justicia y se dijo que los diecisiete que habían escapado eran inocentes de los sacrílegos asesinatos.

Zumalacárregui (Ferrer Dalmau)

Ciento setenta prisioneros fueron traídos uno o dos días después a Mondragón, donde nosotros estábamos; todos fueron fusilados; entre ellos había siete oficiales. A varios de éstos fusiló Eraso en el extremo de Puente Nuevo, puente que se halla a tiro de cañón de Bilbao. Los campesinos estaban tan irritados, que los colgaron con sus uniformes".

De esto último disponemos del artículo publicado en LA REVISTA ESPAÑOLA del 20 de enero de 1835 en el cual se detalla el hecho. Pero mejor que sean ellos los que nos lo cuenten:

"Ayer (19/01/1835) sobre las siete y media de la mañana, á la distancia de un cuarto de legua de esta villa, en jurisdicción de S. Miguel de Basauri, han sido cruelmente asesinados 4 oficiales y 8 sargentos del regimiento provincial de Granada. Estos desgraciados pertenecían á la partida de 150 hombres sorprendidos en el Valle de Losa el 5 del corriente por la facción vizcaína, compuesta de más de tres mil hombres al mando del forajido Eraso, en virtud de cuyas órdenes han sido fusilados como aparece de los carteles que se hallaban cosidos á las espaldas de los cadáveres. De los 8 sargentos uno que quedó por muerto ha salvado la vida milagrosamente. La debe a la humanidad compasiva de un joven aldeano que le condujo herido, atravesado de tres balazos, y fue llevado al hospital militar, en donde se le atienda con el mayor esmero.


Si este infeliz recobra la salud podremos entonces obtener de su boca las particularidades que nos hacen falta acerca de este horroroso suceso, y la transmitiremos a nuestros lectores. Entretanto el mérito que ha contraído el joven aldeano reclama nuestro agradecimiento, y es preciso, en algún modo, que se lo manifestemos. No es posible ponderar lo conmovidos que se hallaron los ánimos de los leales Urbanos y demás honrados vecinos al contemplar este suceso. Solo unos hombres que saben que en la conservación del orden consiste el triunfo de la libertad, pudieron contenerse y sacrificar sus resentimientos particulares y generales á la vista de este espectáculo. Los ahogaron pues en sus nobles corazones, y tan solo se entregaron a las reflexiones qué son consiguientes. Ellos no quisieran ver alrededor suyo lenidad, apatía ni indecisión, y sí únicamente el luego ardiente de la libertad patria.

En toda guerra civil, cuando un partido tiene libertad de obrar contra los sentimientos de humanidad, y el otro quiere seguir la estrategia del moderantismo, preciso es que se deje diezmar despiadadamente. Entonces la lucha es desventajosa, y es lo que precisamente sucede entre nosotros y con esto, en nuestro concepto, solo conseguiremos sembrar desconfianzas. El trono de Isabel II ha de salvarse: en ello nadie pone duda. Pero ¿porqué no hemos de emplear más rigor que el que hasta aquí se usa?¿No nos hubiéramos ahorrado millares de victimas sacrificadas á la ambición de las pasiones si cuando por ejemplo vino el general Sarsfield en 25 de noviembre del año 1833 hubiese habido hombres bastante humanos como para sacrificar á su filantropía solo unas cincuenta cabezas que entonces eran más que suficientes?


Seguros estamos que la hidra revolucionaria no hubiera llegado al incremento que hoy desgraciadamente vemos y lloramos; pero si esto ya no tiene remedio, lo que ahora nos hace falta es unión y que nos penetremos que solo con ella nos haremos invencibles".

Esta facción -forma en que llamaban a los carlistas- anduvo más lista que sus enemigos: el día 7 estaba cerca de Mercadillo mientras el general Latre forzaba la marcha a su división que estaba en Bustos de Bureba, y el general Bedoya a sus tres escuadrones ateridos en Briviesca; El 8, Latre se dirigía al valle de Tobalina y el capitán general de la Reina hacía Villarcayo. Los rebeldes volvieron a atravesar el valle de Mena retornando a Arciniega. Y Villalobos, que se hallaba en Valpuesta, debía ser perseguido por el general Bedoya.

Los partes de fecha del 9 y 10 manifiestan que el brigadier Iriarte se hallaba el 8 en Amurrio y que la facción vizcaína se había retirado a Arratía, Villalobos o Ibarrola a Cuartango, y que el 9 se hallaba la división del general Latre en Trespaderne, y el capitán general en Villarcayo.


Eraso se escapó. Eraso ejecutó.


Anejos:

Manuel Latre: Militar español de perfil liberal que participó en el levantamiento de Rafael de Riego contra Fernando VII y en la primera guerra carlista (Cristino). Participó en el levantamiento del sitio de Bilbao. Fue Comandante del segundo batallón de voluntarios de Galicia y jefe político de la misma durante el Trienio Liberal. Diputado y ministro de la guerra en 1838. Después elegido senador por Huesca y Capitán General de Galicia.

Francisco Benito Eraso: (Garinoain, Navarra, 1793- 1835) militar español que combatió en la Guerra de la Independencia. Comandante de Voluntarios Realistas y, en 1833, nombrado por don Carlos Comandante General de Navarra. Desde el cargo de ayudante de campo ascendió a Mariscal de Campo. A la muerte Zumalacárregui tomó el mando del ejército del Norte hasta que dicho ejército fue confiado al general Vicente González Moreno. Tras resultar herido en  Mendigorria sus problemas de salud fueron en aumento y tuvo que retirarse a su pueblo de Garínoain.

Némesis: El nombre némesis proviene del griego clásico y era una diosa que aplicaba justicia y venganza sobre aquellos que no cumplían con los designios de los dioses. Como su tarea era castigar a los seres humanos, la némesis nos queda asociada con elementos negativos y oscuros. 

Némesis y Zeus.

Hoy se usa para significar lo opuesto a uno, lo que a uno le hace frente y se opone de manera completa. La némesis es una figura que supone sentimientos y elementos negativos ya que es el conjunto completamente negativo y opuesto a una persona. La diosa Némesis griega no es tan conocida como otras, pero su tarea en el mundo de los dioses y de los humanos no era menos importante que el de otros dioses. Esto es así ya que Némesis castigaba a los seres humanos que no seguían o no respetaban el designio de los dioses pero a su vez ella misma se ubicaba por encima de los dioses del Olimpo pudiendo considerársela una diosa superior. Si bien era representada como una diosa hermosa, también se tendía a representarla en imágenes, esculturas y demás obras artísticas con un aspecto un tanto lúgubre para remarcar el hecho de que en su poder estaba la justicia divina. De esta diosa proviene entonces la idea de némesis, concepto utilizado hoy en día en nuestro lenguaje. La némesis es normalmente comprendida como aquello que se opone directamente a uno mismo.


Bibliografía:

Periódico El Eco del Comercio
Diario de Avisos de Madrid
Revista La Revista Española.
Estado militar de España 1835
"LAS GUERRAS CARLISTAS EN SUS DOCUMENTOS" Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
"Estampas histórico-burgalesas del siglo XIX de Teófilo López Mata.
Definiciones ABC


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