En
un documento de TURISMOBURGOS.ORG, cuyos textos han sido redactados por la
Universidad de Burgos, se puede leer este ambiguo y exonerador párrafo:
“Villarcayo se ha visto muy transformada
en las últimas décadas, debido a su nueva función turística como enclave
veraniego y de segunda residencia. Ejemplo de estos cambios lo tenemos en su
iglesia parroquial, construida recientemente, habiéndose derribado la primitiva
parroquia. Sin embargo, también hay buenos ejemplos de su pasado histórico,
especialmente en las casonas solariegas, con grandes escudos, que se alinean en
la calle de Santa Marina. En esta calle se encuentran las casas de Díez Isla y
Danvila, de los siglos XVII y XVIII. Son restos del noble caserío que tuvo
Villarcayo y que se perdió, en gran parte, como consecuencia de un incendio
declarado en 1834, durante una de las guerras carlistas”.
Se
dice mucho en pocas líneas: el sector económico predominante, el menguado resto
del pasado de la villa, su sufrimiento durante la primera guerra carlista, la
exculpación de los responsables en la moderna disposición urbana, trabajada
durante más de cincuenta años, y el cercano derribo de su iglesia de Santa
Marina por ruina con la inmediata construcción de un nuevo templo. Y, de mucho
de lo citado, no fueron culpables Castor Andéchaga y demás espadones de Don
Carlos. Podríamos buscar excusas de mal pagador en que no interesaba invertir
en el mantenimiento de la iglesia, que era pequeña para el número creciente de
feligreses, que crearía empleo local, que en aquellos años lo centenario se
derribaba y que no es un pecado villarcayés, basta mirar casi todos los pueblos
medianos o grandes de España y la película “Se armó el Belén” de Paco Martínez
Soria.
Hoy
nos centraremos en esa flamante nueva iglesia parroquial, hiperbólica y
excesiva para la actual situación. Diré a favor de este edificio que está
acorde con el entorno creado el cual se encuentra ligeramente moteado
de afortunados vetustos supervivientes. En una anterior entrada les hablé sobre
la desaparecida iglesia de Santa Marina y en este, como habrán supuesto,
destriparemos la nueva, consagrada en 1969. El arquitecto que firmó el proyecto
fue José Luis Gutiérrez Martínez, del colegio de Burgos.
A
pesar de lo que se pueda percibir por las líneas superiores el local tiene sus
virtudes que no deben ser apartadas por su pecado de origen. Tenemos una silueta
atrevida por sus líneas modernistas y “sesenteras” gracias a recurrir a las
curvas y al hormigón, inusual por estos pagos. Evoca una tienda de campaña que
decrece hacia el altar –lógico punto focal del templo- y sus arcos podrían ser
los vientos que sujetan la tienda en tierra. Bueno, viejas historias.
Aparte
del estilizado campanario blanco, separado del resto de la fábrica, resalta en
el exterior el hastial decorado por una hermosa vidriera de “Luis Quico” que
ocupa 210 metros cuadrados de la parte alta del frontis (¡una de las vidrieras
más grandes de Europa!), encontrándose entre los símbolos alegóricos que la
forman, una representación del Pantocrátor (Cristo sentado sobre la bola del
mundo) rodeado de soles y constelaciones, animales marinos y vegetales, además
de microbios en los que su tamaño ha sido aumentado millones de veces. Cosmos y
microcosmos. Tiene un aspecto lunar, retrofuturista y algo hippie. Su estilo es
gaudiano por la influencia que ejerce las formas ideadas por Antonio Gaudí. Las
vidrieras tienen dos momentos y lugares para ser contempladas: de noche en
horas de culto para aprovechar la iluminación interior, desde la Plaza Mayor, y
de día desde el propio altar. Orientada al norte nunca recibe el sol de forma
directa ni tenemos contraluces.
En
1977 “Luis Quico” recibe el encargo de manos del párroco Daniel Caballero de ejecutar
la vidriera de colores de la fachada -por cierto evoca un frontón clásico-. Se
encargó del diseño y construcción de la red de nervios de cemento que dan
cuerpo a la vidriera hastial; de las vidrieras que se trabajaron en dos
tiempos, 1968 y 1990; y de los mosaicos del Sagrario y del pórtico. Para este artista la iglesia de Villarcayo era su obra
más querida.
Luis Quico |
El
susodicho “Luis Quico” es Luis Francisco Prieto Blanco (Zamora 1931-2008). Un
artista polifacético que lo mismo era pintor que escultor, dibujante o
ceramista. Su trabajo se ve, o vio, en varios lugares de la villa de Bilbao: las
vidrieras del Coliseo Albia, la estación de Renfe, Sarrico y Banco Popular de
la Villa de Don Diego… En la ciudad de Zamora y hasta en Sydney (Australia).
El
molde de esta estructura se preparó en escayola en un hangar de Madrid y fue traído
a Villarcayo en tres grandes camiones. Del encofrado en Villarcayo se encargó
Juan José Gutiérrez Varela cuyo equipo trabajó casi artesanalmente el hormigón
armado.
En
la parte baja de la fachada y flanqueando la puerta que da acceso al interior
del templo, se muestran las figuras de los doce apóstoles vestidos con túnicas
blancas según la iconografía apocalíptica “y lavaron sus túnicas y las
blanquearon en la sangre del cordero”. Son seis por cada lado, con nombre y
llevando en sus manos signos identificativos. Están ejecutadas con teselas
vidriadas y utilizando técnicas del mosaico bizantino. Se realizó siendo
párroco Fermín Baldazo. Durante muchos años el área estuvo pintada de blanco.
El
interior es amplio y diáfano, catedralicio lo definiríamos, y llaman la
atención del visitante las tres vidrieras que rompen la línea de la cubierta,
además de las situadas en los paños laterales.
- La primera de las vidrieras altas, representa el misterio de Jesús con la figura de la Virgen, estrella de la mañana, quien anuncia el día que llega Cristo.
- La central contiene los símbolos de la Eucaristía con panes, espigas, racimos, sarmientos, peces…
- La tercera de estas vidrieras de la cubierta, la más grande de las tres, ha de ser contemplada a la vez que la del hastial, esto es, mirando hacia los pies del templo. Fue ejecutada en 1990 siendo párroco de Villarcayo Emilio Vadillo. Luce diez círculos que representan los mandamientos, mientras que, debajo de ellos se muestra una cruz rodeada del Tetramorfos, los cuatro símbolos de los evangelistas, símbolos de la Pasión, de la Eucaristía, y un surtidor de agua, símbolo a la vez, del agua de la vida eterna y de Villarcayo, cuyo nombre inicial, pudo ser, entre otros, "Fons Arcayum".
- En los laterales están representadas en vidrio decorado las catorce estaciones de la Pasión de Cristo.
Añadir
que los vidríales del presbiterio son obra de la hija de “Luis Quico”, María
del Carmen Prieto, en 2009.
El
último elemento a estudiar es el Retablo, también de línea modernista y en cuyo
centro destaca un mosaico realizado con técnica romana que enmarca el sagrario.
Data de 1990. Encima, una buena talla procedente del siglo XVI, representando a
Cristo crucificado, único elemento, junto con algunos objetos del culto, del
antiguo templo, que tuvieron a bien no eliminar.
Bibliografía:
“Villarcayo,
capital de la comarca Merindades” de Manuel López rojo
Más:
Lo mires como lo mires, tirar la vieja iglesia y construir ése bodrio en su lugar no es más que una de las innumerables atrocidades que se han dado en casi todos los pueblos de Las Merindades (y España). Así nos va, rodeados de bloques de pisos de una calidad constructiva paupérrima. Pero bueno, para quien es mi padre vale mi madre (y/o al revés). ¡A NOI¡
ResponderEliminarBodrio??? Es espectacular con su forma y vidrieras
EliminarSí, espectacular (de espectáculo circense).
EliminarSí. Pero, si la hubiesen construido en otra parte del pueblo la veríamos con ojos menos duros.
ResponderEliminarDesde luego; lo más cercano en el campo de aviación detrás de una cortina de chopos.
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