Los idiomas son entes –un algo, sujeto de ningún
derecho, testigo y notario del pasado- que evolucionan y se influyen mutuamente
para dar nombre a objetos, lugares y prácticas. Las poblaciones son como se
llaman. Puentedey, Sotoscueva o Tobalina son imágenes de esos lugares. Nuestros
patronímicos son, además, el resultado de las primeras conjugaciones de aquel
latín sucio que expiraría en nuestras lenguas romances.
El Almiñé, nombre de reminiscencias Árabes. |
No olvidemos que los nombres geográficos son
vistos hoy como una herramienta para construir “imaginarios colectivos” o crear
pasados por el sencillo método de cambiar –vía decreto- la ortografía o la
sintaxis de los nombres. Pero la forma de llamar a los lugares han ido apareciendo
a través de los siglos y ello nos permite rastrear y hallar fosilizados
recuerdos históricos de lo más variado y curiosos.
Porque los elementos identificados en la
toponimia persisten y sus modificaciones o sustituciones requieren ser
observados cuidadosamente a lo largo del tiempo, puesto que esos cambios reflejarían
la sustitución de una población por otra, o las modificaciones que a través del
tiempo se han operado en el lenguaje de los pueblos. Es decir, la toponimia nos
muestra, si queremos fijarnos, los flujos y reflujos lingüísticos, las luchas,
la organización social, la economía y la religiosidad. E incluso los accidente
geográficos, el relieve, los ríos, las fuentes, el clima, la clase de terreno…
Para rastrear un topónimo recurrimos a los Cartularios
monasteriales, a las obras de la Alta Edad Media y a las formas intermedias de
los nombres recogidos en los documentos de los siglos X en adelante. ¿Cómo eran
antes de ese siglo X? No lo tenemos claro porque, seguramente y dada su
exclusiva trasmisión oral, variasen rápidamente.
Puntualicemos que esto ocurriría de diferente
forma para la toponimia mayor (la que designa cualquier entidad de población,
villas y lugares, caseríos o granjas) o la menor. La toponimia mayor quedó fijada
e inmóvil en el siglo XV con la aparición y difusión de los textos impresos.
Sin embargo, la toponimia menor continuó su evolución hasta hoy. Además la
toponimia mayor se convirtió en un corpus cerrado a finales del siglo XII.
El Vaho |
La toponimia de Las Merindades, en su mayoría,
procede del latín pero es muy difícil señalar si un topónimo de raíz latina se
originó en la misma época romana o si es de formación romance, hacia los siglos
VIII a XII.
Claro que antes de Roma las cosas tenían nombre.
Del periodo prerromano, celta el presbítero José Pérez Carmona en su trabajo de
1964 nos invita a retrotraernos al término “sego/segi” (victoria) de donde le
parece que degeneraría nuestra “Cigüenza”.
Serían latinos los topónimos sufijados en “ana”,
“anun”. Nombres de poseedores adjetivados con esta terminación y pospuestos al apelativo
villa o fundus como Leciñana de Mena (Villa Leinii), Lezana (Villa Lezae),
Martijana (Villa Martilii) o Antuñano (fundus Antonii) Otros podrían venir de gentilicios
como Beberana (villa barbarorum) y Cantabrana (Villa Cantabrorum).
Tal vez sean también latinos, o visigóticos, los
derivados de “castrum” como Castrobarto. Y son latinos los derivados de nombres
propios como Flavinus, en Villalaín; Basilius, de donde se ha derivado
Villabasil; Cornelius, en Cornejo; Aventius, en Villaventín; Supplicius, en
Villasopliz, etc.
Menéndez Pidal veía origen germánico en el
nombre de Consortes: de los propietarios germanos así llamados –consortes- a
los que pasaban las dos partes o sortes, quedando sólo para los vencidos el
tercio. Pero las huellas más abundantes del elemento germánico son los nombres
de poseedores, por más que buena parte de estos nombres de lugar pueden datar
de los primeros siglos de la Reconquista, cuando el elemento visigótico todavía
pesaba. Como ejemplo: Quintanabaldo.
Puente de Mijangos |
Para el siglo V la palabra “castrum” es
desplazada por “castellum”, que en romance da “castillo” y “castil”. Una pista
para fechar lugares como Orbaneja del Castillo. No solo tenemos derivaciones de
castillo, las hay de torre que también debieron nacer con la Reconquista. Así
tenemos Lastras de la Torre y Hornillalatorre. Por su elemento Tudela (tutela: fortificación),
tal vez pertenezcan a este grupo Santiago de Tudela y Santa María del Llano de
Tudela, en el Valle de Mena.
Por supuesto, en este recorrido de los términos
bélicos no podemos olvidarnos de “torre”. Quizá la mayoría de estas tuvieran su
origen en época romana, del latín turris: Lastras de la Torre (valle de Losa),
Torres (Medina de Pomar), Torre Quemada (Virtus), Torres de Arriba y de Abajo
(valle de Valdebezana). En todos los casos se trata de lugares situados junto a
caminos antiguos o calzadas romanas (Lastras de la Torre). Torres se sitúa a la
entrada del camino que conduce desde los llanos de la zona de Medina hacia la
explotación romana de sal de Salinas de Rosío; Torre Quemada es probable que
fuera un lugar defensivo que ya había sido destruido en algún momento anterior
a juzgar por lo de “quemada”. Pudiera tratarse de una torre romana dado que al
lado se localiza el topónimo El Millar.
Salinas de Rosío |
Los topónimos de origen militar no se reducen a
los consabidos castro, castil o torre, sino que añadiríamos a la lista el
oppidum o “plaza fuerte”, del que tendríamos Opio y Quintanaopio; arcem, “fortaleza”,
de donde vendría Arceo. Un comentario especial merece Rosío que trae su origen
de residuum (residuo de tierra que ha quedado libre de casas y de otras construcciones).
El nombre de Calzada responde a la vía romana:
Las calzadas. Este apelativo se ha convertido en topónimo en Calzada de Mena. Extramiana,
quizás derive de “strata mediana”, o camino del medio. Los topónimos Vía (Mena)
y Las Viadas (Tobalina) viene probablemente de vía, camino. ¿Puentes? Puente-Arenas…El
pueblo de Villanueva-Rampalay se denominó antiguamente Villanueva de la Puente.
Pero el flujo de colonos no solo fue de norte a
sur sino que hay muestras de movimientos en sentido contrario como Mozares que recuerda
a los mozárabes venidos del sur para ocupar estas tierras. O el pueblo de Cadiñanos,
al norte del Ebro, que a juzgar por su toponimia, fue originado por una colonia
de emigrantes venidos de las tierras de Cardeña, cerca de la ciudad de Burgos.
Cadiñanos |
A veces el topónimo hace sólo alusión a su
carácter de tierra repoblada, sin indicar el origen de sus pobladores, como en Robredo
de las Pueblas, Ahedo de las Pueblas, y tal vez también Población de Arreba y
Población de Valdivielso.
Un nuevo grupo de nombres claman sobre la
migración de excesos de población de origen vascón a las ricas tierras que se
repoblaban. Durante los siglos X y XI surgirán poblaciones como Villabáscones
de Sotoscueva o Bascuñuelos. Viéndolo desde este ángulo Oña provendría del
término vasco “pie, base, principio”. Sin olvidarnos de otros nombres
derivados, posiblemente, de la lengua vasca o de origen ibérico, como varios
lugares en el Valle de Mena lo que no resultaría extraño. Pero muchos de estos
topónimos no parecen ir más atrás del siglo X. Ejemplos: Salazar, Zaballa o Galbarros.
Ya que hemos dejado caer el lugar de Oña
puntualicemos que es en su monasterio de San Salvador donde se localiza la
primera cita de “Castilla Vieja”. Dice el documento del 967: “In Valle de Vielso, cella Sancti Andrae cum
integritate. In Castella Vetula in alfoce de Tobalina in villa que vocitant
Sancta Maria mea divisa et meos solares populatos, et cella Sancta Maria super
albeum que vocitant Hibero, cum illa peskera de remolino et illa media peskera
de Sancti Clementi, et illos medios kannares del vado de garonna et cum suas
decanias id est Sancti Iuliani de Tovalina cum Sancta Eulalia de villa Semprum
et Santi Ihoannis de valle Horcha”.
Oña |
No solo en Oña sino que, también, en el 978, dentro
del Cartulario de Covarrubias figura “Pitiellas,
in Kastella Vetera”, alusión a Padilla, no lejos del Ebro, al final del
valle de Tobalina. En el privilegio del conde don Sancho García a Oña en 1011
se citan como localidades de Castilla Vieja: “In Castella Vetula Villa ripiella, Cella praelata, Quintana Seca,
Arroyo- lo, Quintanas, Villa Pallido, Campo, Baranda... Espinosa...”. Como
vemos se incorporan a la tierra de Castilla Vieja Cillaperlata, Quintaseca a
orilla derecha del Ebro y poco más abajo de Trespademe, y Espinosa y Baranda
más al norte, cercanas a las tierras de Valdegovía. El año 1020 se dona a Santa
María de Aguilar una viña “in villa flaine de vetula Castella” aludiendo a Villalaín
entre Villarcayo y el Valle de Valdivieso.
Vemos, con lo arriba indicado, el peso del
sustrato latino, íbero, vascón y de términos militares para denominar
emplazamientos diversos. No solo eso sino que cuando el señor feudal tenía el
título de comes o conde, el término territorial donde ejercía su jurisdicción
se denominaba “commissum” o “comitatum”, de donde podría venir el nombre de
Condado, que ha quedado en Condado de Valdivielso.
Siguiendo con nombres de origen político nos
fijamos en el régimen municipal medieval y reconocemos el pueblo de Concejero,
en el valle de Mena, que recibiría este nombre por ser centro de reunión del
concejo de varios barrios del contorno.
Del derecho hereditario nos quedan las Quintanas
-extendidas por toda la provincia- como Quintana de los Prados. Una posible explicación
podría estar relacionada con la quinta parte de los bienes hereditarios que era
de libre disposición como apuntaba A. Floriano en “Diplomática española del
periodo astur” (Oviedo 1955). O, tal vez, por la quinta parte de la cosecha que
se pagaba por el alquiler de terrenos en los tiempos romanos. Pero para Barbero
y Vigil (La formación del feudalismo-1953) “Quintana
es una expresión latina (que) sin
embargo se extiende por la región menos romanizada, (...) por el interior de la
Tarraconense y de la Gallaecia”, lo que hace que lo arriba expuesto
chirríe.
Torme |
Por ello, Oliver Asín (1974) sólo toma en cuenta
las quintanas que tienen un nombre propio de origen latino, “pues quizás sean las únicas, sí es que
alguna vez lo fueron, que tengan que ver con antiguas villas romanas”. Por
otro lado la multiplicidad de topónimos “quint-” hacen imposible este origen
porque tendría que haber existido una multitud de asentamientos romanos.
Para Solana Sainz (1978) la quintana es una
plaza y un mercado; en el campamento romano va unida al pretorio, y es lógico
que arraigue en aquellos sitios donde la oposición a Roma impuso la
colonización militar. Por la colonización militar las legiones se establecieron
de un modo permanente en un lugar, se convirtieron los soldados en agricultores
y la quintana del campamento en el centro de un poblado rural. Parece una
teoría contradictoria con las anteriores y que todas las quintanas se
encuentran en la parte más baja del territorio con escaso dominio visual del
entorno.
Quintana de Valdivielso |
Martínez Díez (1992), por su parte, considera que
quintana en el alto Medievo significaba un corral, por el que se entraba a una
casa de labor agrícola, y esa misma casa. Entonces, las numerosas quintanillas sería
pequeñas quintanas designadas con el diminutivo.
En la Merindad de Sotoscueva todas están
situadas en términos comunales, al menos en algún momento histórico, según lo
registrado (siglos XVI al XVIII), en el valle de Valdebezana encontramos
Quintanares, importante terreno comunal en el que tenían lugar las reuniones
del concejo del valle. Finalmente, en el valle de Tobalina se conservan cinco
quintanas, Q. Martín Galídez, Q. María, Q. Entrepeñas, Q. Seca y Q. Lobos. ¿Se
han dado cuenta que hay muchas personas que se apellidan Quintana o Quintanilla?
Porque los nombres parroquiales también dieron apellido a sus habitantes.
¡¿Y qué decir de Trespaderne?! Antiguo
Transpaderne que, tal vez, aluda a una posesión situada al otro lado del río
Ebro, frente a un antiguo Paderno, finca de herencia paterna, o una referencia
al “Padre Ebro”.
Trespaderne |
En fin, es un tema interesante pero creo que me
he alargado un poco por lo cual les invito a continuar con los pueblos y sus
nombres la próxima entrada.
Bibliografía:
“Las Merindades de Burgos: Un análisis
jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” María del
Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“La historia y la geografía burgalesas
reflejadas en su toponimia” José Pérez Carmona.
“ORIGENES HISTORICOS Y RAICES SOCIALES DE LA
MERINDAD MAYOR DE CASTILLA LA VIEJA” José Luis Orella Unzue.
Querido amigo, exhaustivo e interesante trabajo. Enhorabuena.
ResponderEliminarAquí en Andalucía aún quedan algunos topónimos tartésico, aunque la mayoría corresponden a la época prerromana, posteriormente fue la adaptación arábiga la responsable de que llegaran hasta nuestros días. Hay que tener en cuenta que la dominación musulmana, duró siete siglos.
Un abrazo.
Gracias, Manuel
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