Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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lunes, 21 de marzo de 2016

Reflejados en la toponimia (I)


Los idiomas son entes –un algo, sujeto de ningún derecho, testigo y notario del pasado- que evolucionan y se influyen mutuamente para dar nombre a objetos, lugares y prácticas. Las poblaciones son como se llaman. Puentedey, Sotoscueva o Tobalina son imágenes de esos lugares. Nuestros patronímicos son, además, el resultado de las primeras conjugaciones de aquel latín sucio que expiraría en nuestras lenguas romances.

El Almiñé, nombre de reminiscencias Árabes.

No olvidemos que los nombres geográficos son vistos hoy como una herramienta para construir “imaginarios colectivos” o crear pasados por el sencillo método de cambiar –vía decreto- la ortografía o la sintaxis de los nombres. Pero la forma de llamar a los lugares han ido apareciendo a través de los siglos y ello nos permite rastrear y hallar fosilizados recuerdos históricos de lo más variado y curiosos.

Porque los elementos identificados en la toponimia persisten y sus modificaciones o sustituciones requieren ser observados cuidadosamente a lo largo del tiempo, puesto que esos cambios reflejarían la sustitución de una población por otra, o las modificaciones que a través del tiempo se han operado en el lenguaje de los pueblos. Es decir, la toponimia nos muestra, si queremos fijarnos, los flujos y reflujos lingüísticos, las luchas, la organización social, la economía y la religiosidad. E incluso los accidente geográficos, el relieve, los ríos, las fuentes, el clima, la clase de terreno…

Para rastrear un topónimo recurrimos a los Cartularios monasteriales, a las obras de la Alta Edad Media y a las formas intermedias de los nombres recogidos en los documentos de los siglos X en adelante. ¿Cómo eran antes de ese siglo X? No lo tenemos claro porque, seguramente y dada su exclusiva trasmisión oral, variasen rápidamente.

Puntualicemos que esto ocurriría de diferente forma para la toponimia mayor (la que designa cualquier entidad de población, villas y lugares, caseríos o granjas) o la menor. La toponimia mayor quedó fijada e inmóvil en el siglo XV con la aparición y difusión de los textos impresos. Sin embargo, la toponimia menor continuó su evolución hasta hoy. Además la toponimia mayor se convirtió en un corpus cerrado a finales del siglo XII.

El Vaho

La toponimia de Las Merindades, en su mayoría, procede del latín pero es muy difícil señalar si un topónimo de raíz latina se originó en la misma época romana o si es de formación romance, hacia los siglos VIII a XII.

Claro que antes de Roma las cosas tenían nombre. Del periodo prerromano, celta el presbítero José Pérez Carmona en su trabajo de 1964 nos invita a retrotraernos al término “sego/segi” (victoria) de donde le parece que degeneraría nuestra “Cigüenza”.

Serían latinos los topónimos sufijados en “ana”, “anun”. Nombres de poseedores adjetivados con esta terminación y pospuestos al apelativo villa o fundus como Leciñana de Mena (Villa Leinii), Lezana (Villa Lezae), Martijana (Villa Martilii) o Antuñano (fundus Antonii) Otros podrían venir de gentilicios como Beberana (villa barbarorum) y Cantabrana (Villa Cantabrorum).

Tal vez sean también latinos, o visigóticos, los derivados de “castrum” como Castrobarto. Y son latinos los derivados de nombres propios como Flavinus, en Villalaín; Basilius, de donde se ha derivado Villabasil; Cornelius, en Cornejo; Aventius, en Villaventín; Supplicius, en Villasopliz, etc.

Menéndez Pidal veía origen germánico en el nombre de Consortes: de los propietarios germanos así llamados –consortes- a los que pasaban las dos partes o sortes, quedando sólo para los vencidos el tercio. Pero las huellas más abundantes del elemento germánico son los nombres de poseedores, por más que buena parte de estos nombres de lugar pueden datar de los primeros siglos de la Reconquista, cuando el elemento visigótico todavía pesaba. Como ejemplo: Quintanabaldo.

Puente de Mijangos

Para el siglo V la palabra “castrum” es desplazada por “castellum”, que en romance da “castillo” y “castil”. Una pista para fechar lugares como Orbaneja del Castillo. No solo tenemos derivaciones de castillo, las hay de torre que también debieron nacer con la Reconquista. Así tenemos Lastras de la Torre y Hornillalatorre. Por su elemento Tudela (tutela: fortificación), tal vez pertenezcan a este grupo Santiago de Tudela y Santa María del Llano de Tudela, en el Valle de Mena.

Por supuesto, en este recorrido de los términos bélicos no podemos olvidarnos de “torre”. Quizá la mayoría de estas tuvieran su origen en época romana, del latín turris: Lastras de la Torre (valle de Losa), Torres (Medina de Pomar), Torre Quemada (Virtus), Torres de Arriba y de Abajo (valle de Valdebezana). En todos los casos se trata de lugares situados junto a caminos antiguos o calzadas romanas (Lastras de la Torre). Torres se sitúa a la entrada del camino que conduce desde los llanos de la zona de Medina hacia la explotación romana de sal de Salinas de Rosío; Torre Quemada es probable que fuera un lugar defensivo que ya había sido destruido en algún momento anterior a juzgar por lo de “quemada”. Pudiera tratarse de una torre romana dado que al lado se localiza el topónimo El Millar.


Salinas de Rosío

Los topónimos de origen militar no se reducen a los consabidos castro, castil o torre, sino que añadiríamos a la lista el oppidum o “plaza fuerte”, del que tendríamos Opio y Quintanaopio; arcem, “fortaleza”, de donde vendría Arceo. Un comentario especial merece Rosío que trae su origen de residuum (residuo de tierra que ha quedado libre de casas y de otras construcciones).

El nombre de Calzada responde a la vía romana: Las calzadas. Este apelativo se ha convertido en topónimo en Calzada de Mena. Extramiana, quizás derive de “strata mediana”, o camino del medio. Los topónimos Vía (Mena) y Las Viadas (Tobalina) viene probablemente de vía, camino. ¿Puentes? Puente-Arenas…El pueblo de Villanueva-Rampalay se denominó antiguamente Villanueva de la Puente.

Pero el flujo de colonos no solo fue de norte a sur sino que hay muestras de movimientos en sentido contrario como Mozares que recuerda a los mozárabes venidos del sur para ocupar estas tierras. O el pueblo de Cadiñanos, al norte del Ebro, que a juzgar por su toponimia, fue originado por una colonia de emigrantes venidos de las tierras de Cardeña, cerca de la ciudad de Burgos.

Cadiñanos

A veces el topónimo hace sólo alusión a su carácter de tierra repoblada, sin indicar el origen de sus pobladores, como en Robredo de las Pueblas, Ahedo de las Pueblas, y tal vez también Población de Arreba y Población de Valdivielso.

Un nuevo grupo de nombres claman sobre la migración de excesos de población de origen vascón a las ricas tierras que se repoblaban. Durante los siglos X y XI surgirán poblaciones como Villabáscones de Sotoscueva o Bascuñuelos. Viéndolo desde este ángulo Oña provendría del término vasco “pie, base, principio”. Sin olvidarnos de otros nombres derivados, posiblemente, de la lengua vasca o de origen ibérico, como varios lugares en el Valle de Mena lo que no resultaría extraño. Pero muchos de estos topónimos no parecen ir más atrás del siglo X. Ejemplos: Salazar, Zaballa o Galbarros.

Ya que hemos dejado caer el lugar de Oña puntualicemos que es en su monasterio de San Salvador donde se localiza la primera cita de “Castilla Vieja”. Dice el documento del 967: “In Valle de Vielso, cella Sancti Andrae cum integritate. In Castella Vetula in alfoce de Tobalina in villa que vocitant Sancta Maria mea divisa et meos solares populatos, et cella Sancta Maria super albeum que vocitant Hibero, cum illa peskera de remolino et illa media peskera de Sancti Clementi, et illos medios kannares del vado de garonna et cum suas decanias id est Sancti Iuliani de Tovalina cum Sancta Eulalia de villa Semprum et Santi Ihoannis de valle Horcha”.

Oña

No solo en Oña sino que, también, en el 978, dentro del Cartulario de Covarrubias figura “Pitiellas, in Kastella Vetera”, alusión a Padilla, no lejos del Ebro, al final del valle de Tobalina. En el privilegio del conde don Sancho García a Oña en 1011 se citan como localidades de Castilla Vieja: “In Castella Vetula Villa ripiella, Cella praelata, Quintana Seca, Arroyo- lo, Quintanas, Villa Pallido, Campo, Baranda... Espinosa...”. Como vemos se incorporan a la tierra de Castilla Vieja Cillaperlata, Quintaseca a orilla derecha del Ebro y poco más abajo de Trespademe, y Espinosa y Baranda más al norte, cercanas a las tierras de Valdegovía. El año 1020 se dona a Santa María de Aguilar una viña “in villa flaine de vetula Castella” aludiendo a Villalaín entre Villarcayo y el Valle de Valdivieso.

Vemos, con lo arriba indicado, el peso del sustrato latino, íbero, vascón y de términos militares para denominar emplazamientos diversos. No solo eso sino que cuando el señor feudal tenía el título de comes o conde, el término territorial donde ejercía su jurisdicción se denominaba “commissum” o “comitatum”, de donde podría venir el nombre de Condado, que ha quedado en Condado de Valdivielso.

Siguiendo con nombres de origen político nos fijamos en el régimen municipal medieval y reconocemos el pueblo de Concejero, en el valle de Mena, que recibiría este nombre por ser centro de reunión del concejo de varios barrios del contorno.

Del derecho hereditario nos quedan las Quintanas -extendidas por toda la provincia- como Quintana de los Prados. Una posible explicación podría estar relacionada con la quinta parte de los bienes hereditarios que era de libre disposición como apuntaba A. Floriano en “Diplomática española del periodo astur” (Oviedo 1955). O, tal vez, por la quinta parte de la cosecha que se pagaba por el alquiler de terrenos en los tiempos romanos. Pero para Barbero y Vigil (La formación del feudalismo-1953) “Quintana es una expresión latina (que) sin embargo se extiende por la región menos romanizada, (...) por el interior de la Tarraconense y de la Gallaecia”, lo que hace que lo arriba expuesto chirríe.
Torme

Por ello, Oliver Asín (1974) sólo toma en cuenta las quintanas que tienen un nombre propio de origen latino, “pues quizás sean las únicas, sí es que alguna vez lo fueron, que tengan que ver con antiguas villas romanas”. Por otro lado la multiplicidad de topónimos “quint-” hacen imposible este origen porque tendría que haber existido una multitud de asentamientos romanos.

Para Solana Sainz (1978) la quintana es una plaza y un mercado; en el campamento romano va unida al pretorio, y es lógico que arraigue en aquellos sitios donde la oposición a Roma impuso la colonización militar. Por la colonización militar las legiones se establecieron de un modo permanente en un lugar, se convirtieron los soldados en agricultores y la quintana del campamento en el centro de un poblado rural. Parece una teoría contradictoria con las anteriores y que todas las quintanas se encuentran en la parte más baja del territorio con escaso dominio visual del entorno.

Quintana de Valdivielso

Martínez Díez (1992), por su parte, considera que quintana en el alto Medievo significaba un corral, por el que se entraba a una casa de labor agrícola, y esa misma casa. Entonces, las numerosas quintanillas sería pequeñas quintanas designadas con el diminutivo.

En la Merindad de Sotoscueva todas están situadas en términos comunales, al menos en algún momento histórico, según lo registrado (siglos XVI al XVIII), en el valle de Valdebezana encontramos Quintanares, importante terreno comunal en el que tenían lugar las reuniones del concejo del valle. Finalmente, en el valle de Tobalina se conservan cinco quintanas, Q. Martín Galídez, Q. María, Q. Entrepeñas, Q. Seca y Q. Lobos. ¿Se han dado cuenta que hay muchas personas que se apellidan Quintana o Quintanilla? Porque los nombres parroquiales también dieron apellido a sus habitantes.

¡¿Y qué decir de Trespaderne?! Antiguo Transpaderne que, tal vez, aluda a una posesión situada al otro lado del río Ebro, frente a un antiguo Paderno, finca de herencia paterna, o una referencia al “Padre Ebro”.

Trespaderne

En fin, es un tema interesante pero creo que me he alargado un poco por lo cual les invito a continuar con los pueblos y sus nombres la próxima entrada.

Bibliografía:

“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“La historia y la geografía burgalesas reflejadas en su toponimia” José Pérez Carmona.
“ORIGENES HISTORICOS Y RAICES SOCIALES DE LA MERINDAD MAYOR DE CASTILLA LA VIEJA” José Luis Orella Unzue.






2 comentarios:

  1. Querido amigo, exhaustivo e interesante trabajo. Enhorabuena.
    Aquí en Andalucía aún quedan algunos topónimos tartésico, aunque la mayoría corresponden a la época prerromana, posteriormente fue la adaptación arábiga la responsable de que llegaran hasta nuestros días. Hay que tener en cuenta que la dominación musulmana, duró siete siglos.
    Un abrazo.

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