La
real academia de la lengua tiene una lista larga de acepciones para el término
“Muela”. Nos centraremos en su cuarta definición: “Cerro escarpado en lo alto y con cima plana”. En Las Merindades
hay varias, bastantes, muestras de este efecto geológico que atestigua los
procesos erosivos naturales.
Campamentos Romanos |
Nos
centraremos en el cerro de “La Muela” (denominación asaz simple y clara) y en
su uso militar durante las guerras Cántabras. Les advierto que es un
tema difícil. ¿La causa? Que en campaña los campamentos no suelen ser estables.
Salvando las distancias es como estudiar un vivac frente a estudiar una casa.
De hecho, muchos especialistas han trasplantado los esquemas de los acuartelamientos
permanentes (castra stativa o castra hiberna) para las fortificaciones romanas
de campaña y del equipamiento y utillaje que este tipo de enclaves suministran.
Llegan a descartar campamentos provisionales por la ausencia de cerámica
sigillata de lujo o ánforas varias…
Los
Castra Aestiva son importantes porque nos dan detalles de las campañas
militares de conquista y complementan los acontecimientos bélicos citados por
las fuentes literarias. Y en este sentido los materiales que se suelen hallar
son las clavijas de tiendas de campaña, tachuelas de hierro de las caligae,
algún arma, utillaje metálico del equipo de campaña y algunas monedas. Tan solo
cuando el ejército se ha visto obligado a abandonar precipitadamente el
campamento por un ataque imprevisto u otra circunstancia aparecen materiales
con mayor abundancia.
Campamentos romanos del norte de España y su altitud |
Pero,
¿no conocemos ya todo lo que fue Roma? No. Siempre hay cosas nuevas que descubrir.
Con relación a los Castra Aestiva indicábamos que la culpa del desconocimiento
es de la provisionalidad y del rápido deterioro de estructuras y materiales
empleados: tierra y madera. Pensemos que no son asentamientos continuados y,
principalmente, en entornos de leve cubierta vegetal, escasos centímetros de
tierra y roca madre. Zonas situadas en cimas de montañas donde los procesos de
erosión impiden la formación de suelos de cierta potencia.
Pensemos
que los campamentos romanos (castra) y las fortificaciones de campaña
(munimenta) fueron bases principales de la potencia militar, de la táctica y de
la estrategia de Roma para imponerse.
Campamento romano con "clavicula" |
Diferenciando
los tipos de campamento utilizados por Roma comprenderemos qué instrumental e
impedimenta pueden aparecer teniendo en cuenta lo que realmente llevaban las
legiones para la construcción de los campamentos de marcha durante las campañas
bélicas de primavera y verano. Estos podían ser para una noche o para una
temporadita. Incluso se construían en tiempos de paz como entrenamiento de las
tropas y para mantener la disciplina. Finalmente, podían ser de muy diversos
tipos según su función y tiempo de ocupación
Los
castra aestiva han sido descritos por Polibio, por César, por Flavio Josefo,
por el Pseudo-Hyginio y por Vegecio que recuerdan esta costumbre romana de
atrincherarse cada día tras la marcha. Este hecho llevó a que contasen las
jornadas de marcha por el número de campamentos levantados. Estos, los
campamentos, conseguían instalar provisionalmente un ejército en territorio
enemigo y protegerlo con una línea defensiva (vallum). Para ello se cavaba una
fossa, en ocasiones doble (fossa duplex), y se construía detrás un terraplén de
tierra sujeto con ladrillos de césped o con rocas y bloques de piedra transportables
(el Agger), sobre el que iba un camino de ronda protegido por una empalizada de
madera (vallum) construida fijando las estacas transportadas por los
legionarios (pila muralia) o con un enrejado de ramaje (lorica) fijado con
postes.
Campamento romano con "titulum" (Desperta ferro) |
Actualmente
se estima que esas estacas eran empleadas a modo de “caballos de Frisia”.
Solían ser de madera de encina o de roble, de sección cuadrada terminada en
punta por ambos extremos y con un estrechamiento en el centro. Es decir, irían
unidos en “estrella” de tres en tres –en erizo-, colocándose a lo largo del
agger y del contra-agger. Obstruían el acceso.
Al
otro lado del foso se acumulaban tierra y piedras para formar el contra-agger,
cuya función era reforzar su profundidad y sujetar estacas y ramas puntiagudas
cara al exterior. En país enemigo la empalizada estaba dotada de torres de
madera y de bastiones para las piezas de artillería -escorpiones, catapultas y
balistas-, especialmente en los salientes, en los ángulos del campamento. Pero
no siempre.
La
entidad de las defensas dependía de lo que fuese a permanecer en el lugar, de
la existencia de enemigos cercanos o del tiempo que se disponía. En casos de
prisa se construía un atrincheramiento sencillo de escasa importancia (castra
levis munimenta).
En
época republicana eran los tribunos y los centuriones escogidos por turnos
quienes se adelantaban al ejército en marcha para escoger el emplazamiento del
campamento y trazar su perímetro. Dentro de la legión imperial el responsable
de la elección del lugar de acampada, de su fortificación y de la instalación
de las tiendas de campaña era el praefectus castrorum, al que también se
encargaban las fortificaciones de los asedios.
El
perímetro defensivo se adaptaba al terreno procurando respetar en la medida de
lo posible un modelo ideal de planta rectangular con ángulos redondeados y, si
era preciso, se explanaba el terreno.
La
puerta praetoria se situaba cara al enemigo y la porta decumana en el lado
opuesto, dando a la parte más alta del emplazamiento. Las cuatro puertas del
campamento se protegían cuidadosamente con un sistema defensivo característico de
los castra aestiva denominado “llavecita” (clavicula), consistente en una
prolongación del talud (agger) hacia el interior del campamento en forma de
cuarto de círculo; su finalidad era desviar hacia la izquierda a los posibles
asaltantes que intentasen irrumpir por las puertas y obligarles a que dejasen
desprotegido su costado derecho y las espaldas -el costado izquierdo iba
protegido por el escudo-. En ocasiones iba asociada a un foso y muro situado
delante de la puerta para romper el asalto de una formación enemiga.
En
el interior, separados de las defensas por el intervallum para que no
alcanzasen los proyectiles arrojados desde el exterior, los legionarios se
instalaban en tiendas de campaña (papilionum) de cuero, en cada una de las
cuales se alojaba un grupo de ocho hombres (contubernium).
Tiendas de campaña romanas (serie "Hispania") |
Las
diez cohortes que formaban cada legión de 5.000 o 5.500 hombres, los 120
jinetes de exploración y las unidades auxiliares se distribuían en este recinto
fortificado a los lados de las dos vías internas. En cruce estaba la tienda del
general (praetorium), el cuartel general (principia) y el estandarte de la
legión, el águila. Al abandonarlo el campamento se solía quemar para evitar su
utilización por el enemigo.
Si
el enemigo se encontraba en las cercanías, la caballería y la mitad de la infantería
formaban en orden de batalla delante de las líneas marcadas para proteger la
impedimenta y a la mitad de la infantería encargada de cavar los fosos,
levantar el terraplén y colocar las tiendas.
¿Y
de quién obtuvieron los romanos la idea? ¿Se les ocurrió a ellos? Pues seguro
que un poco de cada opción. Probablemente influyeron los etruscos, los
ejércitos cartagineses -herederos de los campamentos asirios- (de hecho, el
ejército romano adoptó para la fortificación de sus campamentos de campaña de
la denominada “fossa púnica”), de griegos y persas… Los historiadores romanos
tampoco nos aclaran el tema. En cualquier caso, el arte de los asedios, la
poliorcética, ciencia muy desarrollada por los soberanos helenísticos sucesores
de Alejandro Magno, probablemente influyó en la fortificación militar romana.
El
concepto de las fortificaciones de campaña se fundamenta en un viejo precepto
romano: “una guerra se gana antes con el zapapico que con la espada”. Porque si
la batalla era adversa el campamento constituía un refugio y un punto de
reorganización y contraataque. Y por ello ¡no se podían perder las
herramientas!
Para
hincar en los fosos y en toda la obra defensiva de los campamentos de campaña
se fabricaban en masa estacas de diferentes tamaños con punta endurecida al
fuego. Junto a éstas se utilizaban también otras estacas y troncos de árbol con
varias ramas puntiagudas llamadas “ciervos” (cervoli) que se clavaban en la
cara exterior del agger y en el contra-agger. Con ellos se formaba la “barrera
de pestañas o de dientes”. Cuando la naturaleza del suelo impedía levantar un
terraplén, o bien si los ladrillos de césped se rompían y las paredes del foso
se derrumbaban, la línea defensiva se levantaba solo con los cervoli “troncos
de árboles con sus ramas”. Si incluso los “ciervos” faltaban, entonces se
levantaban cuatro líneas defensivas con las armas.
Los
campamentos podían ser de forma cuadrada (castra quadrata), triangular (castra
trigona), oblonga (castra oblonga), circular (castra rotunda), ovalada (castra
semirotunda) o en forma de medio círculo o creciente lunar (castra lunata). Y
se adaptaban al lugar donde se asentaban.
Se
ha dicho muchas veces que este tipo de asentamientos ocasionales no eran
suficientes para una legión, sus auxiliares y toda su impedimenta. No solo
podemos pensar que estarían más apretados sino que debemos asumir que los 6.000
hombres, o de 5.000 infantes y 300 jinetes de la legión, son efectivos teóricos
que raras veces se alcanzaban en campaña. Incluso, en ocasiones, se construían
deliberadamente campamentos de pequeñas dimensiones denominados “castra
angustiora” con el propósito de que el enemigo subestimara al ejército
acampado.
Para
comprender qué se puede encontrar el investigador al estudiar un campamento
romano de campaña debemos conocer lo que llegaba a esas bases: el soldado
romano.
Gracias
a la reforma de Cayo Mario, en campaña cada legionario llevaba únicamente la
impedimenta estrictamente necesaria: sus armas, las herramientas para
construir, recipientes de madera o metálicos -de bronce o de cobre-, víveres
para muchos días (especialmente trigo), utensilios de cocina, estacas para la
empalizada, un saco o cartera rectangular de cuero reforzada por dos bandas
cruzadas, un odre lleno de agua en lo alto, una red para el saco de grano, así
como otros dos sacos u objetos menos característicos en los que irían los demás
víveres.
Equipo personal de Legionario |
Como
ya se ha señalado, cada legionario llevaba durante las marchas una o varias
estacas puntiagudas (sudes o pilum muralis) para utilizar en la empalizada
campamental, para hincar en los terraplenes o para hacer los erizos o caballos de frisia.
Cada
contubernium de ocho hombres tenía una mula o un burro para transportar su
tienda de campaña de cuero y el instrumental para construir los fosos y el
terraplén del campamento: cesto de mimbre para transportar la tierra, pala,
pico, cortacésped, azada, azuela, hacha, sierra y dolabra. A toda esta
impedimenta pesada hay que añadir las innumerables herramientas de artesanos
como los carpinteros, herreros, armeros, albañiles, etc. que tenía cada legión
a las órdenes del praefectus fabrum.
Cerro de La Muela (Sigpac) |
Con
todo lo aprendido nos dirigiremos al campamento romano de La Muela (Villamartín
de Sotoscueva, Burgos) que sale a la luz en el año 1999, en una serie de
prospecciones realizadas por Eduardo Peralta Labrador, Federico Fernández y
Roberto Ayllón: Por los materiales y estructuras halladas en superficie
declararían estar ante un campamento romano.
La
Muela domina el extremo occidental del barranco del Dulla, por el norte los
llanos de Villamartín de Sotoscueva y por el oeste la Merindad de Valdeporres.
La peña es una península unida al páramo y tiene una superficie de 1`12 hectáreas,
en un espacio prácticamente llano y muy erosionado, careciendo además de
vegetación. Es esta época, periodo de Augusto, la técnica de fortificación
militar romana era del tipo “campamento de planta rectangular con ángulos
redondeados y puertas en claviculae” que será utilizado por las legiones hasta mediados
del siglo II d.C. No obstante, la planta rectangular de estos campamentos se
adaptaba a las circunstancias y estas eran muy importantes en campaña.
Cerro de La Muela |
En
este pequeño enclave, a 1.139 m sobre el nivel del mar, se aprovecharon los
abruptos acantilados de la península sobre la que se asienta a modo de línea
defensiva, protegiéndose arquitectónicamente solo la entrada por el istmo.
Centrados
en dicho "istmo", que une la península al paramo, vemos que es donde
más materiales fueron hallados y el primer punto donde afloran los restos
constructivos. Concretamente se puede apreciar una estructura defensiva a base
de dos "aggeres" de tierra y piedra de unos 5 metros de largo que
encierran el área de la península dotándolo además del único acceso al recinto.
Llama poderosamente la atención el "agger" interno, ya que dispone de
una prolongación en forma de cuarto de círculo con muro hacia el interior que crea
un estrechamiento o pasillo de control antes de la puerta, la cual es una
clavícula interna. No hay más estructuras defensivas en el campamento (¿para
qué?), son totalmente innecesarias viendo la morfología de la península. Lo que
sí aparecerían en el interior serían varias depresiones circulares que podrían
corresponder a cabañas de la Edad del Bronce excavadas en el subsuelo rocoso.
Soldado republicanos y Pilum |
Destaquemos
que este cerro está en contacto visual con otros campamentos romanos situados
más al norte. Amén de que controlaría el cercano asentamiento celta del Cerro
de La Maza.
Es
el único campamento conocido sobre un roquedo natural y evidencia de las
guerras cántabras en Las Merindades. Por sus dimensiones se supone que sería para
una pequeña guarnición destinada al control de la vía natural de comunicaciones
del alto Ebro y proteger la vía de abastecimiento de las legiones que
penetraron hacia la costa cantábrica.
El
descubrimiento y estudio de estos campamentos de verano han mostrado que la
estrategia romana para conquistar a cántabros y astures consistió en penetrar
profundamente en el territorio enemigo sirviéndose de las líneas de cumbres que
dominan el territorio y descienden hacia la costa.
Balista |
Inicialmente
se realizó un sondeo en el segundo "agger" de tierra que cierra el
paso en el istmo de acceso, sobre manera para conocer las características del
foso del mismo. En dicha intervención se constataría el alto nivel de erosión
en la totalidad del campamento, ya que el fondo del foso actual tiene tan solo
70 cm de anchura por 30 de profundidad. Esta circunstancia tiene dos lecturas
totalmente contrarias: La primera de ellas desde un punto arqueológico muy
positiva, ya que los restos materiales aparecerían casi en superficie,
facilitando mucho la labor. La segunda, contrapuesta, es que este afloramiento
"sencillo" ha podido favorecer la labor de los furtivos en la zona.
Tanto
en superficie como hincadas se encontraron varias clavijas de tienda de
campaña, indicador del carácter temporal del campamento. Deduciríamos por ello que
tuvo que estar ocupado durante un tiempo entre primavera y otoño, ya que sería
prácticamente imposible pasar el invierno en tiendas de campaña de cuero y en
un lugar tan expuesto.
Fíbula tipo Omega |
¿Y
los fragmentos de dolia (tinaja para alimentos) y los dos plomos de groma
aparecidos en el centro del recinto? Si los encontramos es porque, seguramente,
no fueron recogidos ordenadamente y esto podría haber sido causado por
urgencias bélicas. Otrosí, la presencia de materiales es mayor en el estrechamiento
del istmo (el acceso al recinto) lo que refuerza la teoría del combate. ¡Leches!
Si se han encontrado dos "pila catapultaría", dos puntas de
"pilum" (una doblada lo que presume su uso), abrazaderas y pasadores
de pilum, regatones y puntas de lanza, siete puntas de flecha de 3 aletas y tachuelas
de caligae. Vamos, casi seguro lo del enfrentamiento. Y debió ser contra lugareños.
Aparecieron
también un conjunto de fíbulas: una fíbula indígena de tipo geométrico con
anillas zoomorfas, similar a una de las encontradas en el castro de La Loma
(Palencia); entre las fíbulas romanas han aparecido varias omegas y tres
Auccissas (difundidas por el ejército romano de inicios de la "época
augústea"). De esta segunda tipología se conocen ejemplos hasta el siglo
II, pero los modelos de La Muela son del periodo entre el 15 a.C. y el 15 d.C.
También
apareció un valioso conjunto numismático. Bajo una piedra se encontró un “as”
acuñado en Nemausus (Nimes) en época augústea. Se aprecia claramente las
efigies de Augusto y Agripa, muy escasas en la península ibérica y que casi
siempre aparecen asociadas a establecimientos militares. Su producción comenzó
hacia los años 27/28 a.C. y continuó hasta el 14/15 d.C. Aún así, esta pieza
parece ser única en cuanto a su acuñación, ya que varios elementos de la misma
son totalmente diferentes a los ases de la misma época. Respecto al resto de
ases encontrados, cabe destacar que cuatro de ellos aparecieron juntos: Un as
de Clounioc (emisión pompeyana o augustea), dos ases de Celsa (44-42 a.C. a
36-35 a.C.) y dos ases augusteos de Calagurris (29-28 a.C.), uno de ellos
partido.
Se
rescataron varias monedas de plata: Un denario de Cn. Domocio Ahenobarbo (110
a.C.), un denario de la familia Cipia (115-114 a.C.), un denario de R. Marcio
Filipo (56 a.C.) y un quinario de Carisio (24-22 a.C.), acuñado tras las
primeras campañas de las Guerras Cántabras y que no hace más que reforzar la
datación de este yacimiento en dicho periodo bélico.
El
haber podido diferenciar los distintos tipos de campamentos nos está
permitiendo reconstruir cómo fueron en realidad las Guerras Cántabras del
emperador Augusto y de sus legados para someter la Cantabria prerromana.
Bibliografía:
“Los
cántabros ante Roma” de Eduardo Peralta Labrador.
“Un
nuevo campamento militar romano en el páramo leonés: Huerga de Frailes” de
Andrés Menéndez Blanco, David González Álvarez, Jesús Ignacio Jiménez Chaparro,
Valentín Álvarez Martínez.
“Las
Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la
Antigüedad a la Edad Media” de María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“Campamentos
romanos en la meseta hispana en época romano republicana” de José M"
Blázquez Martínez.
“La
conquista romana de Campoo: arqueología de las guerras cántabras” por Eduardo
Peralta Labrador
“Los
campamentos romanos de campaña (Castra Aestiva): evidencias científicas y
carencias académicas” por Eduardo Peralta Labrador
Para
saber más:
Anexos:
Descripción
de cómo se realizaban las fortificaciones de campaña por parte de Vegencio:
“Hay tres modos de fortificar
los campamentos. Si el peligro no fuese grande, haréis con céspedes una especie
de atrincheramiento de tres pies de alto, defendido del foso que haréis al sacar
los céspedes, y que abriréis hasta que tenga nueve pies de ancho y siete de
profundidad. Si el peligro fuera inminente, es preciso que el foso conste de
todas las medidas convenientes, esto es, que tenga doce pies de ancho y nueve
de profundidad, y poniendo sobre el parapeto toda la tierra, que sacaréis del
foso, aumentaréis su altura con cuatro pies más. De este modo tendrá trece pies
de alto y doce de ancho; sobre él plantaréis estacas de madera muy fuertes, que
los soldados suelen llevar consigo. Para estos trabajos se han de tener siempre
a mano azadones, picos, hachas y palas”
Descripción
de Polibio (Siglo II a. C.) de un campamento de campaña:
“Cuando, en la marcha, se
acercan al lugar en el que se debe acampar, el tribuno y los centuriones a los
que por turno corresponde esta tarea se adelantan. Después de inspeccionar el
terreno, primero determinan el lugar en que se plantará la tienda del cónsul,
según antes se expuso, y también, alrededor de esta tienda, el lado del
perímetro a lo largo del cual se instalarán las legiones; establecido esto,
señalan el perímetro de la tienda, después la línea recta en la que se colocan
las tiendas de los tribunos e, inmediatamente, la paralela a partir de la que
se inicia la instalación de las legiones. Del mismo modo trazan las líneas al
otro lado de la tienda del cónsul, según se ha expuesto más arriba prolijamente
y con detalle.
Todo esto se hace en muy poco
tiempo, porque el trabajo de medición es fácil, ya que los espacios intermedios
son constantes y familiares. Entonces plantan en el suelo un primer estandarte,
en el lugar donde se alzará la tienda del cónsul, un segundo en el lado
determinado, un tercero en el punto medio de la línea sobre la cual se levantan
las tiendas de los tribunos y un cuarto en el lugar donde acamparán las
legiones. Los estandartes son de color rojo, a excepción del estandarte del
cónsul, que es blanco. Al otro lado de la tienda del cónsul fijan estacas
desnudas y, alguna vez, estandartes de colores diversos. Hecho esto, miden en
seguida las calles y plantan las estacas correspondientes a cada calle.
Es natural que cuando llegan
las legiones, después de la marcha, y ven el lugar de la acampada, todo el
mundo sepa el lugar que le corresponde: lo deduce fijándose en el estandarte
del cónsul. Todos conocen exactamente su calle y el lugar de ella donde deben
plantar su tienda, porque siempre les corresponde el mismo lugar en la acampada,
por lo que el conjunto da la impresión de un ejército que retorna a su ciudad
nativa.
En este supuesto todos, desde
la puerta de la ciudad, se van rápidamente en dirección a sus propios hogares,
pues todos los soldados conocen, naturalmente, el lugar de la ciudad donde
tienen su residencia. Pues algo muy semejante a esto es lo que ocurre en las
acampadas de los romanos”.
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