Con esta entrada en vuestra bitácora terminamos
el paseo con los curas beneficiados y su influencia en la vida y costumbres de
Las Merindades. Espero que les haya sorprendido tanto como a nos.
No les descubro nada nuevo si les digo que las
fiestas en España, y por tanto en Las Merindades, están mediatizadas por el
santoral católico. Menos divulgado es la coincidencia de estas fiestas con acontecimientos
económicos (pago de rentas de heredades, de censos, etc., recogida del préstamo
del trigo, de las arcas de misericordia, etc.) y sociales (en Navidad o Año
Nuevo se elegían los cargos locales) pero sobre todo regulaban el calendario
laboral: fijando los días de trabajo y los de fiesta, prohibiendo trabajar domingos
y festivos y supervisando las fiestas del pueblo.
Por supuesto, que esta situación tenía cierta
flexibilidad cuando peligraba la cosecha en los campos: "los que hagan trabajos serviles los domingos y fiestas de guardar
si es muy necesario pidan licencia al cura bajo pena de 2 ds.", y al
revés "cuide (el beneficiado) de la observancia de los sagrados días de fiesta
anunciando a sus feligreses los castigos que Dios ha hecho en todos los tiempos
contra los quebrantadores de las fiestas a cuyo pecado deben atribuir las malas
cosechas" por lo que tendrán que solicitar licencia para trabajar,
principalmente en el mes de agosto, oscilando las cantidad entre un celemín de
trigo por cada vecino o 6'5 reales. Un buen sistema: primero prohíbo trabajar
cuando es necesario y, luego, les permito hacerlo si pagan una sanción.
El concepto que se recogía en los ingresos de
los libros de fábrica era "por
licencia de beldar y acarrear" o "por
acarrear pan en día de fiesta". Años más tarde, y a pesar de la crisis
y de las malas cosechas, el pago de la licencia ascendía a 2 libras de aceite por
vecino en Sta. María de Garoña, siendo del mismo valor la pena por trabajar en
día de fiesta. Trabajar en fiesta sin licencia conllevaba el pago de penas que
oscilaban entre 2 rs. y 12 rs.
Algunas ordenanzas prohibían esos días incluso
el viajar. Estaban obligados a ir a misa los domingos y días que mandaba la
Santa Madre Iglesia "todos con sus
familias de siete años arriba", castigándose a quienes no iban e
incluso a los que llegaran tarde o salieran antes de acabar la misa. Las penas
eran impuestas por el mayordomo de la iglesia y por el jurado, ordenándole el
visitador que "como hay parroquianos
que se niegan a pagar las penas por no ir a misa los domingos y festivos les
mande pagar dentro de nueve días so pena de excomunión y que no sean admitidos
a los oficios... hasta que se cumpla". Para las mujeres casadas esto
representaba un grave problema porque también se ordenaba "no lleve a la iglesia a niños menores de cuatro años bajo pena de
4 rs. cada vez". Te multaban por ir y por no ir. Y dentro, si te
comportabas mal te caían 8 mrs. Se penalizaba al que blasfemara de Ntro. Sr. o
de Ntra. Sra. o de los Santos.
Después de misa, los días festivos, y después de
anochecer los días de trabajo, los vecinos de Pedrosa debían de rezar el
Rosario "y luego que se ponga el sol
toque las tres avemarías y explique la doctrina y enserie el modo de
confesar".
Los concejos organizaban procesiones ciertos
días del año a las que debían acudir los vecinos. En algunos lugares llegaron a
ser semanales, domingo por la tarde o lunes por la mañana. En Montejo de Cevas
eran todos los lunes del mes de mayo, teniendo que ir a Ntra. Sra. de la
Puente, sede de la Cofradía de la Riba en Barcina del Barco, y volver, lo que
suponía más de una treintena de kilómetros. En Ranedo y Promediano se sacaba la
Santa Cruz, que se portaba de una parte a otra del pueblo, a la que debían
acompañar el marido y mujer de cada casa, y si la procesión salía de los
términos del pueblo se mandaba fuera uno de los mayores de cada casa.
Si no se podían posponer las labores domésticas
y agrícolas iban sólo los niños, puntualizando que vaya "uno de los mayores de cada casa y que ninguno deje la procesión
de cómo sale de la iglesia hasta que vuelva". En algunos lugares no se
libraban de la asistencia ni los impedidos.
Hemos conocido en esta serie la intromisión de
los representantes de Dios en el campo civil. Bueno, en justa compensación nos
sorprendemos con que los cargos civiles tenían atribuciones en el campo
religioso. El regidor era el encargado principal de elegir el mayordomo de la iglesia, en
algunos lugares se recomendaba dar este oficio a los que fueran familiares del
Sto. Oficio de la Inquisición, y a los Síndicos de la Trinidad, Redención de
cautivos y de S. Francisco y quien hacía el padrón de la primicia. Los bailes
por la noche se penaban con 10 ds. y 30 días de cárcel si se realizaban después
del toque de Avemarías o al anochecer. Se insistía en los males derivados del
juego y del vino pero no debieron tener mucho eco ya que en 1776 el justicia
ordinaria y alcalde ordinario se dirigen a los concejos, regidores, vecinos
quejándose del incumplimiento de esta norma.
El dinero afectaba en alto grado a los ritos
–como ya hemos visto- y en especial en bodas o entierros. Se planteó reducir los
costes para las familias mediante la ley, el poder de la ley frente a la
tradición. Tanto el poder civil como el eclesiástico actuaron. Así el visitador
ordenó a los beneficiados que prohibiesen a los vecinos y moradores de
cualquier estado y calidad ir a comer en entierros, ni novenarios, ni otros
oficios de difuntos, en casa del difunto o sus herederos, ni a misas nuevas.
Parte de este trasiego de dinero tenía como fin
un elemento fundacional de la Santa Madre Iglesia: la caridad. Gracias a que se
registraba todo en los libros de entre los que nos han llegado leemos cosas
como que en 1645 pasaron cristianos nuevos -¿Residuos moriscos conversos?-, a
quienes se les socorrió con 8 rs. porque "venían
con despacho de los señores provisores de este arzobispado en que se mandaba se
les diera limosna". ¿Si no hubiera sido así les habrían dado limosna? Un
siglo más tarde se registró el mismo hecho en S. Martín de Don. ¡Un siglo! ¡100
años! Seguro que se han perdido muchos libros porque esta falta de caridad…
Tal vez hemos cargado las tintas en las
peculiaridades del clero desde el Renacimiento hasta hace poco, por ello
resaltaremos la vida de uno de aquellos beneficiados. Tenemos a Vicente
Sebastián de Herrán (1707-1784) que nació y murió en Plágaro y que fue un Ilustrado,
altruista y amante de su pueblo. Cantó su primera misa en 1731, con 24 años. En
1739 estaba ya como beneficiado en su pueblo y de dónde sacó la mayor parte de
su riqueza. Fue preceptor público de Gramática teniendo alumnos del Valle y
alrededores, incluso de Álava. Con unos sesenta años comenzó su plan de mejora
de la iglesia parroquial y ermitas.
Con sus bienes se sufragaron numerosas obras, dentro
y fuera del templo parroquial, incluso la escalera de caracol de la espadaña
porque estimaba que las campanas estaban bajas y el muro que rodea el terreno
que hay en torno a la iglesia y el cementerio. Sobre el pórtico mandó construir
las trojes por las que la Fábrica debía pagar a los beneficiados 3 rs. cada año.
Del interior retocó el cañón del coro y los
balaustres de madera, el púlpito, las escaleras de acceso al mismo y su guarda
voz, las gradas de ambos altares, la cajonera, los asientos de piedra del fondo
debajo del coro, un nuevo retablo mayor actualmente desaparecido, encomendado a
tres retablistas y un escultor (el antiguo se pasó a la capilla de Ntra. Sra.)
y el suelo fue recubierto con losas del tamaño de una sepultura. Abrieron dos
ventanas y se ensanchó la del altar mayor. Se lució con yeso toda la iglesia
para después pintar al fresco los Misterios de Cristo en la capilla. Para
completar la obra donó telas para diversos usos.
Su fortuna debía de ser muy elevada ya que,
además de las obras que realizó en la iglesia, dejó a la fábrica un censo de
100 ds. de principal y al Beneficio otro de 6.050 rs. y 14.600 rs. en seis
censos. En 1774 consta que había prestado 250 ds. de principal para un pleito
de Mijaralengua para beneficio del común, cuyos réditos se aplicarían a misas,
mantenimiento de las ermitas de S. Vicente y de los Santos Cosme y Damián, que
reedificó a su costa, sin contar las joyas y ornamentos que legó a las ermitas
e iglesia parroquial.
En uno de sus testamentos ordenó que fuera
enterrado en la sepultura que se había mandado fabricar encima de las gradas al
lado del evangelio junto al altar de Nuestra Señora de la Portería, para cuyo
culto legó siete heredades.
Fundó mayorazgo en un sobrino. No es por
malmeter pero les recuerdo que trabajó toda su vida en ese pueblo. Hoy está abandonado.
Otros nombres serían el arzobispo D. Juan Ochoa
de Salazar, que fundó el monasterio del Sto. Ángel en S. Martín de Don; el canónigo
Juan Ortiz de Oteo, el arcipreste Diego Gómez de Frías, Pedro Salazar, Pedro
Gómez del Campo, capellán del Duque de Nájera que fundaron arcas de
misericordia, hospitales y humilladeros o fueron destacadas personalidades en
el nuevo mundo como Juan de Castillo, obispo que fue de Cuba.
Bibliografía:
“Iglesia y sociedad en la edad moderna: La
Merindad menor de Castilla Vieja” por María José Lobato Fraile.
Abandonados al silencio: Plágaro.
Abandonados al silencio: Plágaro.
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