Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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lunes, 6 de junio de 2016

Vida cotidiana de un cura beneficiado en Las Merindades.

Los sacerdotes de aquellos años (desde el siglo XVI al XIX) se preparaban para una vida de sacrificio… de los demás. También es cierto que no es posible meter a todos en el saco, tan general y arquetípico, del cura obeso, rijoso, vago y pobremente formado espiritualmente. Aun así los pastores debían renovar los sacramentos cada ocho días en verano y cada quince en invierno, de lo contrario eran castigados. Por ejemplo, el beneficiado de Rufrancos fue castigado con 1.000 mrs. por "la indecencia en que tenía el sagrario" y al de Ranedo "por ayer hallado sucios los corporales se le multa en 4 rs. aplicados al convento de la madre de Dios". Por todo esto debían estas atentos a cumplir las Constituciones Sinodales y las Ordenanzas.

Sirva de ejemplo de sacerdote decimonónico
la imagen de Antonio García Carmona
(Todocolección.net)

Para mantener su preparación se les ordenaba tener "algún rato de meditación” y exhortar “a sus feligreses a lo mismo" y a asistir a las conferencias morales, cuyos temas eran acordados por los asistentes, anotando en un cuaderno las fechas en que asistían. Si no estaban instruidos convenientemente en Teología no se les prorrogaba la licencia de celebrar y confesar, teniendo que pasar periódicamente un examen para poder comprobarlo.

Respecto a su vida cotidiana, iban con vestidos negros y "decentes" con esclavina (esa capilla corta que llevan) y cuellos, y corona abierta. Debían ser sobrios en el comer y en el beber, dándose a respetar en toda situación y viviendo entre sí con la mayor paz, unión y caridad, prohibiéndoseles de forma expresa entrar en las tabernas y jugar a las cartas. De apostar ni hablamos. ¿Recuerdan las películas italianas de Don Camilo? Pues justo lo contrario de lo que se veía hacer a Fernandel.


Cuando celebraban debían hacerlo con sotana y administrar los sacramentos con autoridad y gravedad, que el sacerdote y el sacristán llevasen hábito y sotana larga o falda que le cubriera el zapato, y sobrepelliz.

Además de esta fuente contamos con los Libros de Visitas de los Arciprestazgos donde los visitadores, dependiendo del estilo, introducían un juicio sobre la apariencia y personalidad del beneficiado, algunos reflejan una personalidad sencilla "muy noble estuvo preso por haber hecho dos misas sin licencia" (¡¿Cómo?! Pues, probablemente, porque las misas se cobraban y no podían exceder de cierto número autorizado), "buen hombre corto en moral, dejósele por un año fuera de la ciudad y se le mando hacer habito por andar muy pobre e indecente", "buen hombre corto moralista algo balbuciente", etc.

Claro que había otros “joyas” con su propia deriva: "altivo y bellaco de habilidad, los vecinos no le pueden ver por pleitista. Tiene razones para todo. Está mal opinado en el país". Quedó amonestado sobre el trato y entrada en casa de mujer casada, M. Ortiz. O bien "la gente se ríe de él cuando dice misa". Pero sólo se suspende en las funciones a quien no sirve físicamente o mentalmente.

espadaña de Cueva de Manzanedo

El Catastro no refleja la personalidad del clero pero deja caer algunas puntualizaciones físicas como en el caso de Pedro Fernández de Arrieta, cura beneficiado de La Prada: "bastante achacoso tullido", "sin capellán asistente y con su hermana impedida", lo afectaría a su servicio a su comunidad  de veinticinco vecinos y, dadas las carencias, señalaría la pequeñez de su beneficio.

Los sacerdotes, además de pertenecer de forma individual a las diferentes cofradías, se asociaban en cofradías específicas como la “Cofradía de los 12 Apóstoles”, integrada por los curas de las Nueve Villas del Sopellano (Barcina del Barco, Montejo de Cevas, Cuezva, Garoña, Sta. M. de Garoña, Orbañanos, Tobalinilla, Pangusión y Villasemplum) que, con el fin de honrar a éstos y a María, les permitía salir de la monotonía y celebrar un copioso refresco al que tenían prohibido llevar espada, lanza, hazagaya, puñal o cualquier otra arma salvo un par de cuchillos para cortar en la mesa y que no debían sacar contra otro. En fin, para verles por un agujerito.

Página del Catastro de ensenada donde se refieren al Cura
Beneficiado de La Prada

Este clero parroquial tenía a su cargo velar por los bienes de la iglesia, no mermarlo, y, en ocasiones, contribuía a incrementarlos como el caso de Vicente Sebastián de Herrán. Y eran fieles defensores y cuidadores del patrimonio eclesiástico "hay hermanos pobres de solemnidad que no pueden pagar las cuotas" y que "no pagan las deudas que deben aunque con penas se les ha amonestado ... que son remisos y que no cumplen los mandatos", ordenando el visitador "se liquide por menos las porciones que cada vecino deba a la referida fabrica (parroquia) y proceda contra todos y cada uno" de forma que "se hicieron pleitos para que los mayordomos paguen los alcances" y recurren a la justicia como ocurrió en La Prada donde se gastaron "veinticuatro maravedís que costo el trabajo de liquidación de todos los maravedís que estaban y están debiendo a dicha fabrica los vecinos que han sido mayordomos (cuidado que Mayordomo se refiere al administrador de una cofradía)", no dudando en hacerse con propiedades caso de no satisfacérseles las rentas.

Detengámonos un segundo en este cargo: Mayordomo. Los vecinos se reunían para elegir el de la parroquia o bien eran elegidos en las reuniones de las cofradías, donde estaba previsto la consumición de una colación más o menos frugal. La Iglesia por medio de las cofradías contribuía a crear lazos de lealtad dentro de cada parroquia, los abades recomendaban a los cofrades que se apartaran de todo género de vicios, riñas, pleitos, discusiones, falsos testimonios, murmuraciones, deshonestidades, juegos no lícitos, perjuicios, blasfemias, maldiciones, frecuencia de la taberna,...


Se podía recurrir a medidas drásticas tales como "que todos los que deben a la iglesia no sean admitidos en los oficios" y "si no pagan les saquen prendas los regidores y la depositen en poder de los mayordomos", y en caso de necesitar la iglesia dinero para hacer obras extraordinarias se ordena "cobre de las personas que deben a la dicha fábrica, muchos de la referida villa" y anexionando a las fábricas de las parroquias los bienes de las desaparecidas. Si el feligrés no pagaba las deudas la fábrica de la iglesia o el convento de S. Martín de Don se quedaban las heredades presentadas como garantía.

La preponderancia financiera de la Iglesia se reflejaba en su actuar como poderes económicos. Es sangrante ver como el visitador ordenaba vender el trigo clerical en abril o mayo, cuando los precios estuvieran más altos. Hasta el s. XVII los conventos con más poder económico eran los de las clarisas y agustinas en Medina de Pomar, y a partir del s. XVII el de clarisas de S. Martín de Don, aparte de numerosas capellanías, Obras Pías, hospitales, etc. cuyo sostenimiento se basaba en dinero colocado a censo, es decir en deuda, además de algunas heredades.

Torre de la iglesia de Villavés

Pero no pensemos que sólo existían estos ejemplos porque algunos beneficiados fundaron arcas de misericordia para ayudar al pueblo… menos desfavorecido. Quienes recibían este gesto misericordioso lo hacían en forma de préstamo, debiendo devolverlo en un plazo que iba entre la Sta. Cruz de mayo (reparto) y la Sta. Cruz de septiembre (reintegro).

El control económico del clero favorecía el control social, ya de por sí asentado. Esto es evidente en un país de recias raíces católicas que fundaba su épica en la lucha contra el islam por la defensa de la verdadera fe. Era el rito religioso el que otorgaba valores civiles al individuo: Bautizarle lo reconocía como persona; la primera comunión daba al niño la categoría de feligrés (dejaba de ser párvulo) y, en algunos lugares, capaz para jurar en caso de ocurrir algún delito o desgracia; incluso la cláusula de difunto permitía su baja como vecino. Más aún, esta dependencia de la administración civil ante el mundo católico coartaba la libertad obligando a los vecinos a oír misa los domingos y festivos, confesar y comulgar en cuaresma, los primeros domingos de mes, el día del patrono de la parroquia y las fiestas de Nuestra Señora llevándose un registro de todo ello.

Asimismo se le ordenaba "guarde los libros en el archivo y solo los saque para anotar" y que no enterrara ni dejara enterrar los cuerpos de los difuntos "si no muestran los testamentos los herederos” y, el beneficiado, junto al escribano eran los encargados de certificar si había o no desertores en las villas.

Monasterio de San Francisco (Medina de Pomar)

Los sacerdotes tenían la misión complementaria de mantener el decoro en el templo tanto dentro ("no permita que entren con red o gorro durante los oficios" o "con traje indecente" e "impida que no (sic) haya bailes, juegos ni velas de noche en las iglesias, ermitas ni casa de devoción por las graves inconvenientes que de ello pueden resultar y que las puertas de dichos santuarios se cierren al tocar la oración") como fuera "ni permita compras ni ventas en el atrio o pórtico de la iglesia, ni que tomen tabaco de humo ni hagan juntas ni concejos".

Incluso velaba por las buenas costumbres "procure apartarlos (a los vecinos) de bailes deshonestos y juegos y otras conversaciones que distraen el espíritu y sirven de conocida ruina"; por la maternidad de las mujeres castigando a las casadas que no la buscaban; perseguía las relaciones entre novios si luego no se casaban; conocían de todos los casos de homicidios; juzgaban los públicos y los ocultos concubinatos imponiéndoles romper la relación; y entendían de todos los pecados y sentencias de excomunión.

Los visitadores recomendaban que los desposados "no se comuniquen hasta su decisivo tiempo para evitar los graves efectos que de lo contrario se suelen hacer a su Majestad Divina" y que los curas "impidan que los que han contraído esponsales no se comuniquen con franqueza y que los unos no entren en las casas de los otros y amoneste a los padres la obligación que tienen de zelar (¡Qué bonita palabra!) a sus hijos e hijas sobre este punto".

Monasterio de Santa Clara de Medina

¿Cultura? ¿Preguntan por la cultura? Bien. Cierto. No hay cosas malas solamente. ¡Faltaría más! Todos sabemos que la Iglesia gestionaba la cultura en el mundo rural durante muchos años aunque la cultura del clero de estos lugares no sería excelente pero, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Hacían lo que podían con su instrucción y sin manuales. De todas formas, la cultura de la mayoría de la población se reducía a la doctrina cristiana, necesaria para recibir los sacramentos -salvo el bautismo- ya que el Concilio de Trento mandaba administrar la penitencia cuando supieran razonablemente la doctrina. Esa fue la razón de que en cada iglesia hubiera un clérigo para enseñar, gratuitamente, la gramática a los alumnos pobres.

La trasmutación en maestro de escuela solía hacerse al tiempo del ofertorio en las misas de los domingos y días festivos, en lengua romance y con castigos para los que no aprendiesen. No solo eso sino que a los adultos se le continuaba enseñando doctrina y a los niños "los rudimentos de Nuestra Santa Fe la obediencia para con Dios y sus padres y las virtudes que deben seguir", "con estilo claro y simple", "hablando con amor, dulzura, mansedumbre, sin ofender a nadie ni reprender con cólera".

Iglesia de Santa Cruz de Andino

En alguna ocasión el visitador mandó que los sacerdotes no casaran, ni velaran a nadie que no supiera la doctrina o por lo menos las cuatro oraciones, lo que puede dar una idea de la cultura y religiosidad de aquella gente.

Afortunadamente existieron numerosas fundaciones benéfico-docentes. Algunas se hicieron para que fueran disfrutadas sólo por los miembros de la familia del fundador, así vemos cómo en la primera mitad del s. XVII, jóvenes del Valle de Tobalina disfrutan de una, llamémosle, beca de 3 rs. semanales hasta la edad de 25 años. Esta obra, ubicada en Extramiana, fue realizada por un clérigo fallecido en 1562. Estaba fundada sobre las alcabalas de la ciudad de Logroño, Lagunilla y S. Prudencio que ascendían a 690.880 mrs., rindiendo cada año 21.590 mrs. que se cobraban en tres servicios: Navidad, Mayo y Septiembre.

Los estudiantes se comprometían a presentar un justificante de sus maestros indicando que seguían los estudios de latín señalados por el fundador y que eran virtuosos. Condición para ser admitidos a la selección, además de ser pobres, era el saber conocer las letras, deletrear en la cartilla. El patrono solía ser el cura del lugar. Su finalidad era la promoción de los vecinos, niños sobre todo, a través de la cultura, generalmente con la enseñanza de la lectura y escritura. Unido a este fin solía ir el rezo de una serie de oraciones, la celebración de misas o el toque de la campana de la iglesia a horas, generalmente, intempestivas.

Santa María de Rioseco

La pervivencia de estas instituciones descansaba en rentas diversas. Las había bien dotadas, como la de Gabanes que contaba con todos los bienes del fundador.

Bibliografía:

“Iglesia y sociedad en la edad moderna: La Merindad menor de Castilla Vieja” por María José Lobato Fraile.
Catastro del Marqués de la Ensenada. (Archivo PARES)


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