Sobre los ferrocarriles que atraviesan Las
Merindades hemos hablado en diversas ocasiones, tanto sobre el
Santander-Mediterráneo como sobre el Valmaseda-La Robla. En Este caso retomamos
la magia de este último para comentar algo sobre sus estaciones.
El mundo del tren en nuestra comarca es heredero
de la visión decimonónica de la gestión de los transportes. Pensemos que a
finales de ese siglo los capitales nacionales dominaban en estas inversiones e,
irreflexivamente, la obtención de máxima rentabilidad sumado una rápida
amortización de la inversión condicionan las principales decisiones relativas a
la ejecución de las obras y, por supuesto, a su financiación.
El Hullero tiene un trazado muy adaptado al
terreno, piedemonte sur de la Cordillera Cantábrica, con las cuencas de 13 ríos,
más del 30% del trayecto en curva, rampas de hasta 22`5 milésimas (en la larga
y dura subida desde Ungo-Nava al puerto del Cabrio), y un armamento débil de la
vía (carril de 24,5 kg/m). Vemos que desde el comienzo de su historia las
condiciones de explotación estuvieron inevitablemente condicionadas.
Menamayor (Todas las fotos son del 2016 salvo las de ABUAF) |
Pensemos, además, que la llegada del tren a un área
determinada traía fuertes efectos colaterales como nuevas actividades económicas,
y una cierta organización espacial de las mismas —de su localización, de sus
flujos— y del propio territorio que aquel atraviesa. El Hullero no fue una
excepción: canteras de balasto (Pedrosa), talleres en Valmaseda o cristalería y
fábrica de arenas (Arija) fueron industrias que encontraron en La Robla una
conexión con el activo mercado vasco. También la Sociedad Española de Productos
Fotográficos Valca, S.A., en Cadagua, que surtía al mercado Nacional. Sin
olvidarnos de los productos agrícolas y ganaderos hacia los diferentes
mercados. En sentido contrario el Hullero transportó bienes acabados para
abastecer el consumo de las localidades de su influencia
Mercadillo-Villasana de Mena |
En cambio, dado su carácter de ferrocarril
industrial, su necesidad de economía de costes y su tránsito por zonas poco
pobladas hizo que –siendo favorables- sus promotores prestaran poca atención inicial
al tráfico de viajeros… Y a la colocación de las estaciones. Lo cual no mejoró
tras la reapertura encontrándonos que las estaciones de Las Merindades están,
en su mayor parte, situadas en lugares de “hermosa preponderancia natural” que
“favorecen el aislamiento personal” y “la aventura mediante vivificantes
paseos”. Vamos que están lejos de todas partes y cerca de ninguno. Llegando al
punto de poder quedarte tirado con el coche en alguno de los descuidados
caminos de acceso.
Anzo (derribada) Foto cortesía de ABUAF |
Entre las estaciones de Las Merindades no
encontramos ninguna de las de primera clase al estar cerca de la de Valmaseda
que disponía de talleres, depósito de locomotoras y coches y demás. Ya desde el
principio el tema de las estaciones estuvo algo así como cogido con alfileres,
provisional, pendiente de las necesidades de explotación de la línea: si se
necesitaba un edificio se construía y punto. De hecho, la ubicación, categoría,
nombre… sufrían cambios, presiones y peticiones de subvenciones a los
ayuntamientos, resueltos, algunos, mediante el ordeno y mando del cacique
local. Y, desgraciadamente, en Las Merindades los cambios y saltos fueron
exageradamente abundantes.
Vigo-Siones (Edificio Derribado) Foto: ABUAF |
José Bustamante Bricio comentaba que, en el Valle de Mena, el recorrido inicial
discurría de Menamayor a Villasana siguiendo por Vallejo, Paradores y Arceo
para, atravesando Irús, subir el Cabrio. El que resultó ya le conocemos y
repasaremos. Para don José el cambio de recorrido se debía a la influencia del
consejero M. Ortiz que por acercar la línea a su pueblo (Anzo) la alejó del
centro del valle y de la principal población (A su favor diremos que en las
actas de la compañía no aparece nada de eso). Pero seguro que también influyó
el señor de Maltrana presionando para tener su apeadero homónimo. Este no lo
consiguió porque no se puede contentar a todos. Eso sí, le permitieron parar los trenes en Menamayor cuando esta
parada se cerró.
Fuente: ABUAF |
Las presiones de las poblaciones y señores de
Mena para conseguir su estación fueron tantas que la compañía del ferrocarril
exigió a los interesados que asumiesen los costes de construcción y de
mantenimiento posterior. Este es el caso, por ejemplo, del apeadero de “La
Silla” logrado por los pueblos de Irús y Leciñana que terminó de construirse en
1941 y que facilitaba las dobles tracciones para subir el puerto del Cabrio.
Las paradas menesas se calificaron de la
siguiente forma:
- Segunda categoría: Mercadillo-Villasana.
- Tercera categoría: Arla-Berrón, Ungo-Nava y
Vigo-Siones.
- Apeaderos: Menamayor, Anzo, Cadagua, Cantonad y
La Silla.
Pero todas no estuvieron en explotación desde el
principio y algunas se cerraron antes del fin de la empresa.
Cantonad (Derribado) Fuente: ABUAF |
Finalizando: ¿Nunca les ha picado la curiosidad
de por qué en Mercadillo y no en Villasana? Pues, principalmente porque cuando
se traza la línea la capital del Valle es Mercadillo. En ella se suele destacar
el muelle de 1971 construido para cargar balastro de una cantera municipal y
que fue una de las últimas construidas por La Robla, S.A.
La Silla (Derribado) Fuente: ABUAF |
Por supuesto nada es "de balde" y el Valle de Mena
prometió ceder gratuitamente los terrenos comunales y particulares que ocupasen
la línea a lo largo de los cerca de 30 km del recorrido en Mena. Para pagar las
expropiaciones se le pidió un anticipo a La Robla de 15.000 pesetas. Pero para
recuperar ese dinero la compañía del Hullero acudió hasta el gobernador civil
de Burgos.
Bercedo
o Bercedo-Montija: la primera tras salvar el Cabrio sigue la
tradición de alejarse del centro del municipio, Villasante, y de la población
de Bercedo. Y de Medina de Pomar y Villarcayo cuyos residentes debían acercarse
aquí si querían ir en tren a Bilbao o León. O enviar sus mercancías porque en
1911 se amplió la plazoleta de la estación y se construyó en ella un muelle para
cargar talco de Medina y piedra.
Bercedo |
Curiosamente la Diputación Provincial de Burgos,
en sesión celebrada el 15 de Abril de 1890, ofreció al tren hullero 30.000
pesetas anuales durante 20 años condicionados a que la línea pasase por
Villarcayo o hubiese un ramal por dicha población.
Y para esta estación, alejada del ayuntamiento,
el pleno del ayuntamiento de Villasante determinó entregar, al menos, 4.000
pesetas.
Quintana:
apeadero en Quintana de los Prados y relativamente cerca del centro de esta
pedanía de Espinosa de los Monteros. Construida en 1967 nunca tuvo mucho
movimiento.
Quintana de los Prados (Apeadero) |
Espinosa
de los Monteros: a casi dos quilómetros (1.600 m) del centro de
la villa. Esta persistencia en estar mal situados, insistimos, provendría de la
necesidad de ahorrar costes al ser este tipo de terrenos más baratos. Claro que
también estarían las consideraciones técnicas ¿por qué no?
Las actas municipales recogían acuerdos sobre
subvenciones por lo cual parece que la corporación estaba a favor de la
estación. Considerada de Segunda era estación de destino –subrayo: de destino-
de numerosos trenes de viajeros y mixtos procedentes de Bilbao, en especial
durante el tiempo del veraneo. Aparte de personas también fue vehículo para
vacas llegando a absorber hasta un tercio del trasporte de ganado de la línea.
Espinosa de los Monteros |
Anotemos que durante su ejecución hubo problemas
asociados a la construcción de un puente sobre el río Trueba.
Y algo más que problemas porque también hubo
miedo ante la posibilidad de que el tren fuese de Bercedo hacia Villarcayo.
Ante ello, en 1890, Espinosa se alió con las merindades de Sotoscueva y
Valdeporres para ceder a la promotora los terrenos necesarios y 2.500
traviesas. Y estas no eran baratas dado el incremento de los precios por la
demanda y por la creación de cárteles de la madera.
Placa giratoria de Espinosa de los Monteros |
Dejemos un pequeño espacio para citar a algunos
de los tratantes de traviesas de Las Merindades: Villasante y Solana de Espinosa
de los Monteros; Francisco Azcona, Ricardo Ruiz, Celedonio Fernández, Ildefonso
Otegui y Constantino López de Sotoscueva; Ruiz-Ogarrio de Valdeporres; y Tomás
Peña de Soncillo.
Redondo:
apeadero presente desde el principio y fruto de discrepancias. Pero se
construyó… en el término de El rebollar, junto a la iglesia de la Orden
Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Fue muy empleada durante los años del
estraperlo.
Redondo |
Sotoscueva: está
situada en Vallejo aunque inicialmente debía haber ido en Villabáscones y lleva
el nombre del municipio. En el libro de actas del ayuntamiento (fechas 9 y 10
de 1890) se indica que el señor Zuaznavar dejaba al ayuntamiento la elección
del lugar de la estación siempre y cuando estuviese próxima a la carretera,
hubiera la necesaria agua y un plano horizontal de 200 metros. Lo cumplía
Vallejo.
Pues el ayuntamiento afirmó que el lugar ideal
era el de San Roque en Villabáscones y como la ferroviaria no lo aceptaba se la
amenazó con no pagar las subvenciones prometidas. Los pueblos afectados, que
tampoco estaban tranquilos, acudieron al ministerio junto a su ayuntamiento.
Finalmente una R.O. de febrero de 1893 rechazó las alegaciones contra Vallejo.
Lamentablemente, San Roque estaba mejor ubicado en la merindad, en una zona más
amplia y céntrica.
Como en el resto de zonas de Las Merindades,
aquí La Robla fue ayudada con “el valor
del terreno que ocupe la vía, siempre que no exceda de 10.000 pesetas” y
las traviesas arriba indicadas. Por cierto, que por las desavenencias sobre la
estación se hicieron los remolones y los malos pagadores y La Robla acudió al
gobernador provincial.
Una vez puesta en marcha la estación se instaló
un muelle de carga de piedra en terrenos cedido por Ramón Gómez-Aragón que, a
la sazón, era alcalde del municipio, dueño de las canteras beneficiadas y bien
relacionado con Zuaznavar. Durante la autarquía del primer franquismo aquí se
embarcaban arenas silíceas traídas desde Torme.
Pedrosa:
Construida en la cabeza del municipio y cerca del núcleo urbano –actualmente dentro-
tras pasar el túnel de La Parte por debajo del puerto de la Varga, Vilga o
Virga. La Robla fue favorecida por las traviesas ya dichas y por los terrenos
necesarios, salvo los ocupados por inmuebles.
Pedrosa |
En 1900 el ayuntamiento pidió a La Robla, S.A.
que construyese un camino para acercar los pueblos de San Martín de Porres y
Las Rozas a la estación. La respuesta fue… No. En 1913 se construyó una vía
muerta y un muelle con un coste de 2.000 pesetas de la época. En los años
treinta del siglo XX, para atender una cantera de balastro, se crearon muelles
nuevos y un apartadero.
Dosante-Cidad: La
característica principal de esta estación junto a ninguna parte es que estaba
pegadita a la del Santander-Mediterráneo. Fue construida en la década de los
treinta (1931-1940) para el tráfico combinado entre ambas empresas.
Principalmente carbón. En un principio era un apeadero pero cuando el otro
ferrocarril –ese SM de carácter “estratégico”- abrió hasta ese punto fue
ascendida a estación. Era 1934.
Situación del apeadero de Dosante-Cidad en 2016 |
Empalme con SM 1996 (ABUAF) |
Vista de las estaciones de ambas líneas en la década de 1980 |
La misma vista en 2014 |
Robredo-Ahedo: Entre
esos dos lugares y cerca de ninguno de ellos. Siempre fue una de las estaciones
con menos tráfico. En 1915 se instaló una placa giratoria para uso del depósito
de combustible en sustitución de los de Cabañas y Cervera. Decayó en Apeadero.
Hoy en día continúa siendo de difícil acceso y, si se dejan caer por allí,
serán sujetos de la curiosidad de los vecinos de la estación.
Soncillo: que no
está en soncillo. Ni cerca. La capital del valle de Valdebezana no estaba ni en
el trazado original. Bueno, ni ahora. Vale, está en el término municipal, y eso
le costó mucho esfuerzo al ayuntamiento presionando en el ministerio
correspondiente. ¡Solo les separa 7 km! Y los gastos los cubrió el municipio
como indica un acta de 1905. Para redondear el asunto estuvo en la línea del
frente de la guerra civil de 1936-1939 con el daño inherente a esa situación.
Cabañas
de Virtus: Una de las pocas paradas con coeficiente de movilidad
superior al estimado al canalizar tráfico por estar junto a la carretera
nacional que enlazaba Burgos y Santander. Constan obras de construcción de un
disco (1899), una vía muerta (1906) y un almacén de maderas para Cementos Portland de Sestao (1907). Con
los planes de estabilización de la década de 1960 perdió mucho de su tráfico y
fue rebajada a apeadero.
Arija: Aquí
el ferrocarril acertó de pleno. Cuando se tendió la vía Arija pertenecía al
ayuntamiento de Alfoz de Santa Gadea y tenía un apeadero. Con el siglo XX se
ofreció convertirla en estación a gastos pagados pero La Robla, S.A. se negó.
Y llegó Cristalería Española al barrio de abajo
(1906) y se hizo la estación. En 1920 Arija se segregó de Alfoz de Santa Gadea
convirtiéndose en uno de los municipios más pequeños de la provincia de Burgos pero
con mayor renta per cápita. En el año 1905 la cristalera y la ferroviaria
firmaron un contrato para establecer ese apeadero que devendría en estación y en
1906 la cristalera consiguió que esa estación tuviese una estructura especial,
claro que, a cambio de asumir los gastos de instalación y parte de los de
mantenimiento. Por ello la apariencia de la misma es algo diferente a las
demás.
Aunque es, como los demás, un edificio de planta
rectangular y dos alturas su mampostería no se detienen en la primera planta.
Además el fondo del mismo es mayor que el de las demás estaciones de Las
Merindades (al menos los sobrevivientes). La cubierta de todas es a dos aguas
con estructura de madera y cubierta de teja.
Los apeaderos que tenemos hoy son de estructura
funcional: una marquesina cerrada con ladrillo por tres lados que protege a los
pasajeros de la lluvia mientras esperan.
De todas formas debemos entender que los
diferentes momentos de construcción y la conocida economía de medios de La Robla
hizo que no constase una estética exigentemente homogénea.
Bibliografía:
“El ferrocarril hullero de La Robla a Valmaseda
1890-1972”. Pedro Fernández Díaz Sarabia.
Esta entrada está dedicada a Elena Julia y Sara Isabel porque, como el tren, son el futuro.
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