Ha pasado poco más de mes y medio desde la
muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) y se ha puesto en marcha el
plan sucesorio diseñado durante el último año de vida del rey por la junta de
Madrid… ¡para proclamar a Carlos María Isidro! Los cristinos habían
desarticulado muchas de las tramas preparadas para ello pero no todas. No
todas.
El primer alzamiento es el de Manuel María
González, el 2 de octubre de 1833, en Talavera de la Reina. A los pocos días
acabó fusilado. En la misma fecha, al conocer la muerte de Fernando VII, en un
rápido movimiento palaciego que arrincona a los liberales, el alcalde de Bilbao
y el comandante Gómez mandan tocar llamada general para los voluntarios realistas.
Cuando el día 3 los miqueletes confraternizan con los sublevados, los carlistas
se hacen con el control de la ciudad y con ella gran parte de las provincias
vascongadas.
Mapa del levantamiento carlista (Desperta Ferro) |
La facilidad con que los carlistas dominaron
estas comarcas vascas se debe a la cuestión foral porque al contar con leyes e
instituciones privativas el gobierno central no pudo intervenir con la misma
libertad que en el resto de España, y cuando se produjo la muerte de Fernando
VII los carlistas controlaban todavía buena parte de los resortes del poder.
El 4 de octubre se produce la sublevación del
coronel Ibarrola en Orduña y el 7 la del coronel Verástegui en Vitoria, en el
que participan los batallones de Badayoz, Bernedo, Laguardia y Valdegovia. El
día 8 Don Carlos es proclamado en Oñate por José Francisco de Alzáa. El 10 se subleva
el coronel Lardizábal en Guipúzcoa. El 12 los carlistas de Bilbao destacan mil
hombres a Portugalete y Santurce, y ya con anterioridad se habían enviado mil quinientos
a Valmaseda. El 13 se intima la rendición de Castro Urdiales y cae Salvatierra.
Lo que se dice un tsunami. ¿Y en Las Merindades?
Bueno, bien, gracias. Pero antes de centrar el foco en nuestra comarca miremos
la provincia de Burgos. A primeros de septiembre se sabía que Fernando VII
duraría poco por lo que la Junta carlista de Burgos ultimó los preparativos
para la revuelta. Esta junta estaba compuesta por el general Grimaret, Gregorio
Álvarez Pérez, el canónigo de Burgos Eceiza, el coronel Manuel Sanz y el canónigo
Echevarría. En la obra “Galería Militar
Contemporánea” (1946) nos dicen que el canónigo Eceiza fue capturado en
Medina de Pomar y fusilado en Villarcayo pero bien podría ser una errata y
referirse al canónico Echevarría.
El 30 de septiembre se supo la muerte del
Monarca, y este mismo día la Junta instó a los jefes de los batallones de voluntarios
realistas comprometidos al efecto, “para
que reuniéndose en los puntos que se les marcaba alzasen el grito de fidelidad,
que había de secundar el de Burgos, donde se publicaría la existencia de la
junta”. No hicieron caso porque los jefes implicados esperaban el
movimiento anunciado por el general Ladrón de Cegama, que se había fugado de
Valladolid.
Viendo la junta carlista de Burgos que la cosa
no iba bien dio el mando de sus unidades a Ignacio Alonso Cuevillas y opto por
abandonar su ciudad y dirigirse hacia La Rioja y la alta Castilla. El 14
efectuó su entrada en Burgos el coronel Manuel Sanz, el mismo que en enero de
1833 había conseguido que Merino entrara en contacto con la Junta, y trato de
conseguir que el comandante de los realistas de esta capital, Hilarión de
Larriba, pusiese a los voluntarios sobre las armas.
Tras varias negativas, Larriba supo que se había
ordenado su detención, por lo que mandó a sus hombres que salieran de la
ciudad, reuniéndose en el monte señalado al efecto. Como estaba previsto, el
brigadier Merino se situó a la cabeza de los sublevados, todo lo cual ocurrió
en medio de una impunidad que hizo irritar al conde Armildez de Toledo cuando
al día siguiente entre en Burgos con sus tropas. Al conde le desesperará el
control carlista de la ciudad.
Por su parte el cura Merino convoca a los
diferentes voluntarios realistas de la provincia en Aranda. Las órdenes de
Merino hacen que se subleven gran parte de los batallones burgaleses situados
al Sur de la capital, mientras que los batallones situados más al Norte se
alzan al amparo de los Vizcaínos y alaveses carlistas, que también ocupan
algunas localidades.
Merino desechó los consejos de la Junta Carlista
y no se acercó a la ciudad de Burgos donde se encontraba un batallón del cuarto
regimiento de la Guardia Real de infantería a las órdenes del coronel José
Campana, que se había comprometido con el coronel Sanz a sublevarse tan pronto
como se presentara una fuerza carlista respetable en los alrededores, y que a
finales de mes fue separado de su puesto por Sarsfield.
Mientras eso pasaba por la capital provincial en
Las Merindades nos encontramos con que el 14 de octubre entran en Medina de
Pomar las tropas de voluntarios riojanos del brigadier, canónigo de la catedral
de Burgos y miembro de la Junta Carlista burgalesa, Juan Miguel Echevarría,
procedentes de Álava juntándose con las de Víctor Garviras, Gregorio y Rafael
Díaz-Sarabia y Palacio. El canónigo era también segundo de Cuevillas y jefe de
su segunda división. En Medina de Pomar proclamó a Carlos V y asumió el mando de
las tropas, poniéndose a sus órdenes Norberto Fernández Arciniega, Comandante segundo
del Batallón de Medina.
Para el 18 de octubre los rebeldes controlaban
las principales poblaciones de Las Merindades y se desplazaban para apretar el
cerco sobre Burgos. El 23 de octubre la Real Junta Superior Gubernativa o
gobierno carlista, se trasladaba a Oña, al monasterio de San Salvador, para
establecerse al amparo de las fuerzas dirigidas por Echevarría y las de la
sublevación vizcaína.
El 24 de octubre entra Sarsfield en Burgos lo
que empuja a Cuevillas fuera de Briviesca y a ordenar el repliegue del grueso
de sus tropas hasta Pancorbo, mientras él se dirigió al frente de una columna
de dos mil hombres a reforzar las posiciones carlistas en Poza de la Sal. Su llegada
a Poza facilita el regreso de Echevarría a Medina de Pomar que será su centro
de operaciones.
A principios de Noviembre los carlistas tenían
tal fuerza por España que el capitán general de las provincias Vascongadas, que
había tratado de mantenerse en Tolosa, fue obligado a refugiarse en San
Sebastián. Por su parte, el 25 de octubre, Cuevillas mandó una orden a los
comandantes de los batallones realistas de la provincia de Palencia, nordeste
de la de Burgos y sur de la de Cantabria, para que pasaran a Cervera de
Pisuerga para ponerse a las órdenes del coronel Santiago Villalobos, comandante
de la segunda brigada o división del Ejército Real de la Rioja y natural de
Valderredible y declarado absolutista desde 1823.
La tensión llegará al extremo a principios de
noviembre fruto de los progresos carlistas en las zonas forales y Las
Merindades de Castilla Vieja. Gracias al cielo que la falta de coordinación
entre las columnas enviadas para ocupar Santander hacen posible su derrota en
la acción de Vargas impidiendo que los legitimistas llegaran a controlar la
cornisa cantábrica. Entre las unidades derrotadas estaban voluntarios realistas
de Frías y Medina de Pomar (cayeron prisioneros Ibarrola, un coronel, ocho
oficiales y 112 soldados con varias acémilas y efectos de guerra).
Granaderos de la Guardia Real (Augusto Ferrer Dalmau) |
Durante todos estos movimientos, como un cruel
juego del “gato y el ratón” encontramos esta referencia de la comunicación por
parte del Conde Armildez de Toledo a Vicente de Qaesada (Capitán General de
Castilla):
“CASTELLANOS:
El Mariscal de Campo Conde Armildez de Toledo, desde la villa de Villarcayo,
con fecha de antes de ayer me dice, que deshecha la facción de Villalobos en Cervera,
dividida la Brigada de su mando en tres columnas, y dirigiéndose el expresado
Conde á la villa de Reinosa, marchó la del mando del Coronel de Infantería
Barón del Solar de Espinosa por Valderredible y Villarcayo: sabedor éste que el
Canónigo de la Metropolitana de Burgos Don Juan Miguel Echevarría se hallaba en
Medina de Pomar con 700 á 800 rebeldes de los Batallones de los ex-Voluntarios
Realistas de Villarcayo y Espinosa de los Monteros: ni la larga marcha que había
hecho con su columna de ocho leguas, ni las montañas y breñas que tuvo que
atravesar, ni la oscuridad de la noche le impidieron marchar rápidamente á la una
de la mañana á la mencionada villa.
Hallando
las avanzadas de los rebeldes un cuarto de legua de ella, empeñados en hacerse
fuertes en una casa, todos fueron víctimas de su temeridad; y dirigiéndose sin
detenerse sobre Medina, 600 rebeldes y el expresado Canónigo cayeron en poder
de las valientes, fieles y decididas tropas de S. M., habiendo indultado á casi
todos los expresados rebeldes á nombre de nuestra Augusta Reina Doña Isabel II.
El
titulado Brigadier Canónigo debió ayer ser pasado por las armas, no habiéndose verificado
el día anterior por ser día de fiesta. Las únicas desgracias que han tenido las
tropas de S. M. en acción tan brillante y decisiva, han sido la muerte de un
Cazador de Chinchilla y haber salido herido levemente el Teniente del expresado
cuerpo Don Jacobo María de Espinosa, en el acto de perseguir á uno de los
ex-Voluntarios Realistas. No habiendo llegado á mi poder los parles que el
Conde Armildez me ha dirigido desde Reinosa, no pueden darse al público los
detalles de la ocupación de la expresada villa y extinción total de la
cuadrilla del Villalobos, que me reitera en carta particular.
Castellanos:
Tal es el término que ha tenido la reunión ejecutada por un hijo espurio de la
Iglesia. ¡Ojalá que este ejemplo convenza á los que en las cavernas del crimen
atizan el fuego de la rebelión y de la impotencia de sus moribundos esfuerzos!
Valladolid
19 de noviembre de 1833. = Vicente de Quesada.”
Relación de Voluntarios Realistas |
En este texto tenemos la plasmación de muchas de
las cosas que estamos comentando y vamos a desgranar en los próximos párrafos.
Destacaremos un aspecto puntual: la falta de “ardor guerrero” por parte
de muchos de los Voluntarios Realistas
movilizados por los carlistas que agradecían la primera ocasión para escaparse
hasta sus casas. O, quizá, sabían que esta revuelta no traería nada bueno al pueblo llano. A ellos.
Por supuesto el parte transcrito no refiere todo
lo ocurrido. Añadamos algunas pinceladitas de color que, combinadas con todos
los datos de la entrada, completarán el paisaje. Así sabemos que ocho de los
prisioneros volvieron a la cárcel de Villarcayo al haber sido “liberados” por
los carlistas con el inocente fin de incorporarlos a sus huestes.
¿Saben que les digo? Que con esto no es
suficiente. Creo que debemos profundizar más en este combate de la primera
guerra carlista. Tenemos al Regimiento provincial de Chinchilla –al mando de
Jacobo María de Espinosa, Conde del Solar de Espinosa-, 40 hombres a caballo y
una compañía de granaderos del cuarto regimiento de la Guardia Real de
infantería que avanza por el valle de Valderrible para dispersar a los
facciosos de Villalobos. Informados de la presencia entre Medina de Pomar y La
Cerca del canónigo Echevarría (titulado brigadier y comandante general de Rioja)
marcharon contra esa partida.
De Polientes a Medina de Pomar hay unos 40 km en
línea recta que fueron cubiertos en una sola y agotadora marcha. Los cristinos
llegaron a las siete de la noche, con la tropa y caballos rendidos de cansancio,
para confirmar que el canónigo Echavarría, con unos 700 u 800 hombres de
infantería y algunos caballos permanecía quieto en la villa de Medina. También
descubrieron que la caballería de Villalobos hacía una hora que había salido
por el camino real.
Los soldados liberales recibieron un rancho
fuerte hacia las doce de la noche para, enseguida, dirigiendo por el camino
real una columna formada por las compañías de granaderos, la tercera del
regimiento de Chinchilla y 28 caballos, al mando del teniente coronel graduado,
capitán de granaderos a caballo, Don Antonio Ponce, atacar. Otro grupo, al
mando del coronel Barón del solar de Espinosa, formado por otra de las
compañías de la Guardia Real de infantería, cazadores, primera del regimiento
de Chinchilla y 12 caballos, unos 200 efectivos también avanzó. Parece ser que
conocía hasta la casa que habitaba Echevarría.
Las avanzadas carlistas les esperaban apostados a
un cuarto de legua de Medina de Pomar. Tras pedirles el santo y seña abrieron
fuego contra la columna isabelina. Los doce jinetes cristinos, al mando del
teniente José Tejada y encabezados por el Barón, cargaron contra la avanzadilla
obligándola a refugiarse en la casa que acuartelaban. Desde allí continuaron
disparando a los liberales debiendo ser neutralizados. No hubo supervivientes
carlistas.
Parece que este fue el mayor punto de
resistencia porque la población cayó rápidamente en manos de las tropas de la
reina que solo se enfrentaron a disparos aislados. Capturaron la facción y a
sus jefes: el brigadier comandante general y canónigo Echevarría y entre
500-600 hombres entre mandos y tropa de los batallones de voluntarios realistas
de Villarcayo y Espinosa de los Monteros, con sus banderas, cajas de guerra y
hasta unos trescientos fusiles, con otros efectos, como correajes, cananas,
sables y hasta unos treinta caballos (con montura y sin ella). Las bajas
liberales –muchas veces minimizadas, ciertamente- ascendieron a un cazador muerto
del regimiento de Chinchilla y herido leve en una maño el teniente Jacobo María
de Espinosa (¿hijo del coronel homónimo?) por habérsele reventado una pistola cuando
disparaba a un comandante de voluntarios.
El parte oficial incluía una relación de elogios
a la tropa, supongo que para premiarles y por si caía alguna condecoración, por
parte del Barón del Solar de Espinosa que les dejo tal y como las escribió: “Tanto los oficiales como la tropa se han
portado con un entusiasmo y decisión difícil de explicar, porque el capitán
teniente coronel D. Juan Villalonga se apoderó de la guardia del principal al
grito de ¡viva la REINA! con un arrojo increíble, habiendo estado en peligro
inminente de perecer. El de la misma clase de cazadores de mi regimiento don
Vicente López se distinguió también de un modo digno de los mayores elogios; el
teniente de caladores de mi regimiento don Antonio Álvarez, y el subteniente de
la guardia D. Antonio Caus, desempeñaron con la mayor bizarría la comisión que
puse a su cuidado de apoderarse de la casa que ocupaba el jefe de la facción,
al que cogieron prisionero, sin embargo del fuego que les hizo la guardia que tenía
en su casa. El teniente graduado de capitán D. José Tejada, que mandaba la
caballería, es digno de los mayores elogios por la decisión y: arrojo con que
acometió a la avanzada y la envolvió, evitando el que pudiese escapar ninguno
que avisase a los del pueblo, penetrando hasta la plaza y cogiendo una bandera;
lo son también los tenientes don Joaquín Alba y don Jacobo María de Espinosa,
el primero porque además de lo que trabajó en el pueblo, se distinguió
particularmente en el allanamiento de la casa que ocupaba la avanzada, habiendo
igualmente cogido una bandera; y el segundo porque, además de lo ya dicho, fue
de los que más trabajaron en el allanamiento de las casas del pueblo, haciendo
un gran número de prisioneros. También merecen mi particular aprecio los
subtenientes don José Joaquín de la Torre, y don Ramón Alfaro, porque con su
actividad y vigilancia contribuyeron al mejor éxito de la acción; y finalmente,
son dignos del mayor elogio y acreedores a las recompensas que S. M. la Reina
Gobernadora tenga a bien concederles , los sargentos, cabos y soldados; y no
dudo que V. E. se servirá elevarlo a sus Reales pies para que se penetré más y más
de que cuantos componen los cuerpos que V. E. manda sostendrán á todo trance el
trono de su augusta Reina doña. Isabel II.”
Además de desbaratar la partida que hubiera
podido afianzar el carlismo en esta parte de Las Merindades se capturaron el
uniforme, sombrero y espada del brigadier Echevarría, sus despachos, títulos y nombramientos,
sellos de la comandancia general, y una caja de papeles diversos. Como sabemos
se capturó al canónigo de Burgos y a sus mandos, dejándose a la tropa que
volviese a sus domicilios.
Y, todo hay que decirlo, muchos de los
sublevados no las tenían todas consigo. Las deserciones a finales de octubre
alcanzaban cifras escandalosas a pesar de los intentos de Cuevillas. A primeros
de noviembre el coronel carlista Villalobos toma las de Villadiego
(literalmente, escapó hacia allí). Muchos de los líderes de la revuelta huyeron
pero otros fueron fusilados, como el canónigo Echevarría en Villarcayo. Este faccioso estaba
bajo el caso de los Reales Decretos del 17/08/1825, del 21/08/1825 y del
01/10/1830 y como incitador principal de la rebelión era reo de muerte.
Retomemos el curso general de la historia. A
finales de noviembre puede considerarse terminada la dinámica de sublevaciones
y alzamientos marcada por la muerte de Fernando VII. El resto es la guerra.
Pero, ¿Cómo fue posible esta sucesión de hechos?
Por un lado, la lenta reacción de los cristinos pero, pensemos que, toda España
era un polvorín y si se cubría una zona se dejaba otra al oponente. Las
primeras medidas, consistentes en poner en pie de guerra los regimientos provinciales,
y concentrar las escasas unidades disponibles sobre la provincia de Burgos, se
vieron desbordadas por la rápida propagación del carlismo en las provincias
vascongadas y el alzamiento de Castilla, que obligo a recurrir al ejército de observación,
destacado sobre la frontera de Portugal.
EL 25 de octubre, el gobierno remitió un decreto
muy reservado a los capitanes generales para que desarmaran a los voluntarios
realistas y formasen un nuevo cuerpo con el nombre de Milicia Urbana, y aunque
la mayor parte de los escasos batallones que aun conservaban las armas las
entregaron sin incidentes, no faltaron los que al sentirse amenazados
decidieron hacer uso de ellas antes que ponerlas en manos de los liberales.
Parecida fue la situación de Sarsfield, jefe del
ejército de observación, que el 27 de octubre puso en conocimiento del gobierno
que no podía abandonar Burgos mientras no se le incorporasen varios batallones
de su división que todavía estaban en camino. Su forzada inactividad, así como
los ofrecimientos que le hicieron los carlistas para que se pusiera a su
frente, dieron lugar numerosos rumores sobre su posible acuerdo con los sublevados,
hasta el punto que el 9 de noviembre pidió ser relevado, pues no creía contar con
la confianza de las tropas.
El 12 de noviembre, tras recibir las más
terminantes órdenes del gobierno, Sarsfield emprende el camino hacia Vitoria
con un ejército que tan solo contaba con 3.157 infantes, 237 caballos y una batería
de cuatro piezas.
No eran estos, en principio, efectivos como para
inquietar a los carlistas. En Castilla, según los datos facilitados por el capitán
general de Castilla la Vieja, pasaban de 11.000 los realistas sublevados, y
Sarsfield, antes de emprender su campaña, elevaba esta cifra hasta 20.000. Aunque
muchos de los encuadrados en las unidades carlistas no pasaban de ser meras
mesnadas, paisanos armados, que perdían sin que sus adversarios hiciesen acto
de presencia (Le ocurrió a Merino la noche del 13 al 14 de noviembre de 1933).
Y claro, eso no te lleva a victorias espectaculares.
El alzamiento carlista inicial de 1833 fue,
básicamente, un movimiento de voluntarios realistas, de parte de ellos, de los
que siguieron las consignas de la junta de Madrid porque su estructura no había
sido desarticulada.
Añadamos algo que nunca se le puede quitar a
nadie: el miedo. Hubo rebeldes que faltaron a sus promesas, pensemos que sublevarse
contra un gobierno con todos los recursos del poder cuando apenas se dispone con
qué oponerse, no es una actitud precisamente normal ni lógica, sino un acto de heroísmo
y el heroísmo, por definición, es poco común. Tenemos así el caso de los
batallones convocados el 7 de octubre por Narciso Arias para iniciar el
levantamiento de La Rioja, cuyos miembros se vuelven a sus casas tan pronto
como saben lo que se espera de ellos. En el caso de Ayllón, Merino amenaza
directamente con fusilar a su comandante si este no le secunda, y tampoco los oficiales
de los realistas de Villarcayo querían alzarse sin orden del gobierno. Una última
cuestión a añadir: no todos los voluntarios realistas tenían por qué ser partidarios
de don Carlos.
Tanto el alzamiento de Bilbao, como el del resto
de territorios forales y Castilla, se habían realizado con poca violencia. Los
sublevados se habían esforzado en mantener el orden público, y los liberales no
habían sido molestados por sus ideas, limitándose las Juntas a detener a
algunos de los más significados, que al poco fueron puestos en libertad. Claro
que no tuvieron la misma limpieza con los patrimonios.
Por el contrario, los partidarios de la reina
desarrollaron desde el primer momento una dura política represiva. Conscientes
de que se movían sobre un polvorín, y que el terror era un arma que no debían dejar
de utilizar si querían controlar la situación, no era infrecuente que se
fusilara a todos los sublevados que se cogía con las armas en la mano, aunque
la norma que acabo imponiéndose fue la de fusilar tan solo a los jefes y
oficiales.
Al mismo tiempo, y para evitar que la dureza de
la represión incitara a los alzados a mantenerse en armas, se promulgaron
numerosos indultos para quienes entregaran las armas, con lo que en el momento
que resulto evidente la incapacidad de hacer frente a la ofensiva de Sarsfield,
muchos de ellos optaron por volver a sus casas en vez de arrostrar un futuro
incierto.
Un último factor a tener en cuenta, y que sin
duda también influyó en que el alzamiento de 1833 no adquiriera mayores proporciones
es que se trataba de un movimiento donde en buena medida privaba el legitimismo
puro, o sea, la defensa de los derechos de don Carlos frente a los de Isabel
II. Así, el 4 de octubre se pública el famoso manifiesto redactado por Zea
Bermúdez por el cual la Reina se comprometía a mantener la religión y la
monarquía “primeros elementos de vida
para la en España” en “todo su vigor
y toda su pureza”.
Bibliografía:
“Historias” Por Eugenio García Ruiz.
“Revista de España, de Indias y del extranjero”
por Fermín Gonzalo Morón e Ignacio de Ramón Carbonell.
“Galería Militar Contemporánea”
“Boletín Oficial de la provincia de Santander”.
“Diario Balear”
“La primera guerra carlista” tesis doctoral de Alfonso
Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
Revista “Desperta Ferro”
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