Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 23 de abril de 2017

Cristina Gómez-Mena y la burla que es la vida.


Hoy resaltaremos una tragedia. Una tragedia que, como todas, duelen profundamente y durante toda la vida a los vinculados y dejan un poso de leyenda en el ambiente.

Vayamos a ello.

Nota de la pedida de mano en el "Diario de la Marina"

Es un gran día en Villa Daría porque se casa otra hija del potentado hispano cubano Alfonso Gómez-Mena Vila. Es el 24 de Julio de 1927 y Cristina, de diez y siete años, contraerá matrimonio con don José (¿Ramón?) de la Sota, de veinticuatro, farmacéutico militar, avecindado en Madrid y emparentado con la familia del navarro Ramón de la Sota. Es la culminación de un proceso que se había iniciado con la pedida de mano en la tarde del 23 de febrero de 1927.

No era algo novedoso porque en 1926 ya se había casado en Cadagua María Luisa, otra hija de Alfonso, con el capitán de Aviación Sr. Vives, hijo del general del mismo apellido y jefe de los servicios de Aeronáutica.


La boda se celebraría en los jardines de Villa Daría, la fabulosa casa que posee la familia en el pueblo de Cadagua. De éste salió el patriarca hacia Cuba. El Sr. Gómez Mena fue un hombre rico, que en la isla de Cuba poseyó ingenios azucareros y propiedades valiosísimas arrebatadas por la dictadura castrista.

Los parques de azulejos del jardín, los floridos parterres y sus macizos de vivos colores, estaban preparados para celebrar el matrimonio pero no llegó el permiso eclesiástico. La solución fue habilitar para la ceremonia la ermita de San Andrés que no está lejos de la casa pero cuyo camino, entonces, era corto, empinado y pedregoso. Para compensar y embellecerlo fue cubierto de flores.

Jardines de Villa Daría

Ofició un sacerdote pariente de los contrayentes, y actuaron de padrinos la madre del novio, María Belén Mantilla de los Ríos, viuda, y Alfonso Gómez Mena, padre de la novia. Los votos fueron a las once, y después se celebró la misa, con la presencia de los invitados y la curiosidad de los vecinos. Para las doce terminó el acto religioso y a la puerta se produjeron las tradicionales felicitaciones.

Finalizado este ritual y, a diferencia de lo que ocurre en nuestros tiempos, volvieron a Villa Daría al convite montado en sus Jardines. La mesa principal se colocó en una plataforma, semioculta por la floresta, y elevada sobre los invitados. En la plaza del pueblo, donde se aparca hoy en día, se colocaron mesas para chóferes y criados.

Las mesas de los invitados estaban colocadas en los jardines de la villa. Estos, de postín, procedían principalmente de Madrid, Burgos, Bilbao y Santander. Estaban, entre otros, Andrés Gómez Mena -tío de Cristina que posee un palacio en el límite del pueblo-; Agapito Cagiga, el general Mantilla, Manuel Galíndez, de Bilbao; Francisco Torres, de Santander; el capitán Vives con su esposa, los señores de González Rotwos y las señoritas de Urízar y de Calvo, íntimas amigas de la novia.


Con este tipo de gente y las comunicaciones de la época ocurrió que las cercanías y las calles de Cadagua estaban pobladas de automóviles, en los que habían hecho el viaje los invitados.

El almuerzo comenzó cerca de la una de la tarde. El ir y venir de camareros estuvo amenizado por una orquesta. Los nuevos esposos tenían una agenda demasiado ajustada y por ello picaron algo del menú y se despidieron. Querían estar en San Sebastián para asistir a la corrida de la Prensa. Disfrutar de su noche de bodas en esa ciudad y, por la mañana, seguir viaje a para Biarritz camino de París.

Diario de la Marina

Para ese viaje estrenaban un Cadillac de carrocería abierta regalo del padre de la novia. El coche ya había sido lucido en las calles de Bilbao y había causado admiración. La prensa insistió en que era para José de la Sota y no para Cristina, su hija. ¿Era una especie de dote? ¿Machismo? ¿Ella no sabía conducir (manejar)? En fin. José se sentó al volante y a la derecha su esposa. Era una muestra de poderío: llevaba las riendas de su futuro… aunque con Francisco Cerveriño (en otras fuentes lo llaman Enrique Tenderiño) como carabina. Este señor era el chófer y mecánico que estaba incluido en el regalo del coche. Muchacho soltero, de veintiséis años, vecino de Bilbao y de absoluta confianza en la casa. También viajaba – ¡qué despiste por mi parte!- una cesta con viandas para picotear en una parada del camino o, en su defecto, en marcha. Porque en tres horas debían estas en los toros. Algo justos de tiempo para las carreteras de la época y las prestaciones de los coches. Incluidos los Cadillac. Quizá José pensó que era cierta su fama de buen conductor. Por lo menos así lo creían sus amigos.

El coche tenía menos de 613 kilómetros (cifra que marcaba cuando tuvieron el accidente) y había sido matriculado la víspera, el 23 de Julio de 1927, con el código M-23719. Matrícula de Madrid.


El automóvil partió a gran velocidad por el camino de tierra y desapareció entre nubes de polvo. El muchacho condujo como un loco por todos los pueblos del trayecto, incluso por Valmaseda. Sin duda el deseo de llegar a la hora de la corrida (17:00 horas) le azuzaba. A ese ritmo consiguió alcanzar el punto conocido como La Herrera. En el kilómetro 27, frente a la central eléctrica se produjo el caos.

Serían las dos o cerca de las tres, o tres y pico porque no se ponen de acuerdo las fuentes, cuando el coche chocó contra la roca que se alza a la izquierda de la carretera y luego siguió su marcha rozando el monte durante varios metros y acabando en el lado opuesto del camino. Sobre la hora diremos que “El liberal” informaba que los vecinos de la zona escucharon el accidente hacia las 13:45 horas. Incido en la hora porque hubo periódicos que publicaron que los chicos abandonaron Cadagua a las tres de la tarde.

Los viajeros salieron despedidos (algunas informaciones resaltaban que el coche dio “vuelta de campana”), y de los tres, solamente Cristina fue cogida por la rueda trasera izquierda, que materialmente, la aplastó. En un primer vistazo pareció muerta pero viendo que respiraba fue auxiliada. (¿Sin sentido?). José fue recogido a unos siete metros del vehículo, en el centro del camino; el chófer a unos cinco metros del automóvil quien se quejaba por el dolor en sus piernas. El recién casado, dijeron, preguntaba por su esposa.

Vista aerea de la zona del accidente (Google)

El Cadillac tenía rotos el parachoques y los focos, los tapacubos del lado derecho y grandes rozaduras a lo largo de la carrocería. Eso sí, el motor seguía ronroneando. Cosas de los coches caros.

No están claras las causas del accidente: impericia, despiste, pinchazo, fallo mecánico, evitar chocar con otro vehículo... La carretera, en el sitio donde chocó el automóvil es una recta tras salir de una curva amplia. Al final de la recta está una curva cerrada. ¿Pudo ser que el joven de la Sota frenara a fondo y reventara un neumático y perder la dirección del coche estrellándose contra el monte? ¿Por qué?

Los periodistas de “El liberal” se presentaron en el lugar del accidente para “levantar un atestado” del mismo y publicaron que “ocurrió en una insignificante curva entre los kilómetros 27 y 28. La vuelta no ofrece peligro alguno visible, pues no desaparece la carretera de la vista de un conductor. Se advertía un gran frenazo en un espacio de unos treinta metros y grandes rozaduras en el desmonte de la derecha de no menor de unos diez metros de longitud y a una altura de uno y medio”.

La posible zona del accidente

Llegaron a la conclusión de que “esto hace suponer que el conductor trató de tomar la curva muy cerrada, lanzándose y dando, como aseguran los habitantes de los caseríos próximos, el coche la vuelta de campana hacia la izquierda, volviendo nuevamente en su posición y dirección normal hacia Bilbao”.

La versión que ofreció el periódico “La Voz” era: “Al llegar cerca de la fábrica de electricidad de la Herrera (cerca de Valmaseda), en un lugar donde la vieja carretera tenía una curva muy pronunciada, el novio debió hacer una brusca maniobra para evitar chocar con otro automóvil. Viró hacia el monte lo que, unido a la inercia y la velocidad, provocó que el coche volcase y sus ocupantes quedasen atrapados bajo el vehículo. Otro automóvil recogió a los heridos y los trasladó al hospital de Basurto (Bilbao) donde falleció Cristina Gómez una hora después”. Hemos visto, y veremos, que esta versión contradice lo apuntado en otras publicaciones. Digamos que el ajuste a la veracidad requería más… más de lo que ofrecían los periódicos. Vemos que aquí intervienen otros automóviles. Uno que, aceptando el giro de esta publicación, se interpuso en la loca carrera de José de la Sota bien porque venía de frente o porque estaba delante e iba a ser embestido. El segundo sería el que cargaría con los tres heridos, y sus graves lesiones, hasta el hospital de Bilbao.

Pero no crean que es una versión deslavazada porque presenta elementos de veracidad como que “instantes después pasó un automóvil ocupado por D Fernando Villabaso que auxilio a los heridos, trasladándoles sin pérdida de tiempo al hospital de Bilbao”. Aunque “La gaceta del norte” señalaba que Villabaso y señora les recogieron para llevarles a Valmaseda.

Versión publicada por "El diario vasco" con un
impresentable inserto publicitario al final del
cuerpo de la noticia.

Hay periódicos que, simplemente, escriben “de oído” y colocan el río a la izquierda en el sentido a Bilbao. Y otros sitúan a una pareja de la Guardia Civil del puesto de Valmaseda ayudando en el rescate y al juez de instrucción de Valmaseda instruyendo diligencias. Este se llamaba Enrique García Montero y estuvo acompañado del secretario Ramiro López.

Sigamos. En el autobús propiedad de Cesáreo Borque, que hacía el servicio entre Bilbao y Villasana de Mena, y que era conducido por Urbano Saiz Esquerra, fueron colocados los heridos, excepto el chófer que fue cargado en una camioneta. Como se estarán dando cuenta no se aplicaban los protocolos de auxilio que hoy empleamos. No se optó por enviarlos al hospital de Basurto sino que todos se llevaron a la cercana Valmaseda que quedaba a sus espaldas. O sí, depende de cada periódico.

Entre varias personas los heridos fueron subidos al piso del médico titular, Miguel Andonegui que procedió a hacer las primeras curas con el apoyo del doctor Antonio Fernández. El señor de la Sota, según se llegó a escribir, insistía en que se tratase primero a su mujer quizá fruto del amor, quizá fruto de los remordimientos o quizá fruto de la pluma del gacetillero. Los periódicos publicaron que ella recuperó el sentido y que llamaba a su madre.


Terminada la primera cura, se les condujo en dos automóviles de Pedro Aricha al Hospital de Basurto. En esta comitiva marchaban ambos médicos acompañados de Juan Cruz Santibañez, Enrique Reina, Ramón Agustino y Pedro Sagredo. Mientras se delegaba a los vecinos de Valmaseda señores Rodenas y Zubiaurre para llevar la noticia a Cadagua. Debieron llegar sobre las tres y cuarto de la tarde cuando los comensales tomaban el café y la orquesta tocaba un Foxtrot. Edulcoraron la noticia cuando se enfrentaron a Alfonso Gómez-Mena pero no se podía minimizar la tragedia. Todos abandonaron el convite para lanzarse a la carretera. Era una rápida caravana de más de treinta automóviles.

En cambio, “El pueblo vasco” dijo que fue el tío de la fallecida, Andrés Gómez-Mena, quién comunicó a Cadagua el fallecimiento y que tras ello se suspendieron los fastos y enfilaron hacia Basurto.

Jardines de Villa Daría

El médico de guardia del Hospital Civil de Basurto, Julián Guimón, y su equipo revisaron, nuevamente, a los heridos: 

  • Cristina Gómez-Mena: rotura de la base del cráneo, shock traumático, desgarres interiores en el vientre, fractura de todas las costillas del lado derecho, fractura del brazo del mismo lado y fractura del brazo izquierdo.
  • José de la Sota: hundimiento de la región frontal izquierda, tres costillas rotas del lado derecho y lesiones menores. Pronóstico grave o muy grave. (Según periódicos)
  • Francisco Cerveriño (o Enrique Tenderiño): fractura de la pierna derecha, con desgarre de todos los tendones y lesiones menores. Pronóstico grave.


Para intentar salvar a de la Sota se le realizó una trepanación. Cristina se desangró y murió a la hora de ingresar en Basurto. Parece ser que intentaron operarla. Su cadáver, tras confirmar su identidad su hermana María Luisa, fue depositado en la sala de espera del hospital, convertida en capilla ardiente. Respecto a la identificación hay periódicos que informan que la hermana fue retirada a otra sala a causa de un síncope fruto de la tragedia (un punto de sensiblería que no casa con la identificación del cadáver… o consecuencia de la misma).


El cadáver de cristina permaneció en el hospital para su embalsamamiento. Este se inició a las siete de la tarde del día 25 de Julio y para las diez menos cuarto había finalizado. El objetivo era preparar los restos para su posterior traslado al panteón familiar de La Habana.

También estuvieron en el hospital los gobernadores Civil y Militar de Vizcaya señores Ballarín y Echagüe. Este último informó al capitán general de la región militar al ser José de la Sota farmacéutico militar.

El día 27 de julio, dos días después de su boda y en la misma capilla, se oficiaron los funerales de Cristina presididos por sus tíos Andrés y José Gómez-Mena y Agapito Cagiga.


El joven viudo, tras ser estabilizado en el hospital de Basurto fue trasladado a la clínica del doctor Gobeo (Gordoniz, 10) donde falleció el día uno de agosto de 1927. Tras su muerte surgieron dudas sobre donde hacer el sepelio ya que se sopesó trasladarlo a La Habana, juntamente con su esposa, o a Madrid, para darle sepultura en la cripta de la parroquia de la Concepción. Estas dudas afloraron por la casualidad de que el día dos de agosto atracó en Bilbao el transatlántico, procedente de Ferrol, “Alfonso XIII” donde sería embarcado el cadáver de Cristina Gómez Mena. Aunque, en su día, también se habló que sería el vapor “Cristóbal Colón” el encargado de ese trasporte.

Esquela de ABC donde a José le llaman Ramón

Para enredar más: el “ABC” publicaba que el día cuatro de agosto los restos de ambos había sido trasladados a Madrid para ser enterrados en la Iglesia de la Concepción de la Villa y Corte.



Bibliografía:

Periódico “El Liberal”.
Periódico “La Voz”.
Periódico “La libertad”.
Periódico “La Gaceta del Norte”.
Periódico “El Sol”.
Periódico “El noticiero del lunes”.
Periódico “El pueblo vasco”.
Periódico “Diario de la Marina”.
Periódico “ABC”.
Periódico “El diario palentino”.



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