Faltan un par de horas para anochecer en las
Montañas de Burgos. Ha sido un día tranquilo este 5 de noviembre de 1180, la
amenaza musulmana queda lejos y en Castilla reina Alfonso VIII. Se acerca el
momento para retirarse a descansar en este otoño –no sabemos si benigno o frío-
de Castilla Vieja.
Repentinamente: el infierno se desata. En la
villa de Medina de Pomar arde una casa. Los vecinos corren a apagarla tratando
de evitar que las llamas se expandan. Aterrados ven que sale humo -¡llamas!- de
otras casas. No hay manos suficientes. Los atribulados villanos se reparten
para apagar los múltiples focos. Ya es imposible sofocarlo. Abandonan Medina
por las diferentes puertas y, con lo puesto, se encaminan hacia las poblaciones
vecinas buscando las casas de amigos o parientes que les acojan.
Desgraciadamente no solo Medina de Pomar estaba
ardiendo. Se veían más puntos rojos en el atardecer. ¿Cómo había podido
extenderse así el fuego? ¿Han sido los judíos? ¡Esos deicidas! ¿O es que los
moros que sobreviven en la comarca se han confabulado?
Las llamas han llegado a San Pedro de Tejada
(Puentearenas), al Almiñé, a Incinillas y a Vivideces (¿?). Sus vecinos han
salido de sus casas y ven fuego en un monte entre Posadas, y Villa Alta, y otro
sobre la Villa de Sedano. Seguramente no sean los únicos lugares ardiendo.
San Pedro de Tejada |
Aterrados por estos incendios generalizados los
lugareños buscaron refugio en el agua y se dirigen hacia las orillas de los
principales ríos, en especial el Ebro. Los fuegos continuaron durante ocho
días.
Conjetura el cronista de Felipe IV, Alonso Núñez
de Castro (Madrid, 1627-1695), con que “el
elemento del fuego, desconocido de algunos en su centro sobre el aire, parece
se había bajado a la tierra”. En su relato nuestro hombre del renacimiento
duda de la veracidad del hecho pero le da un voto de confianza puesto que “parece no pudo dejar de ser verdadero, porque
era mucho atrevimiento, cargare de la mofa de un mundo de hombres, que pudieran
averiguar en contra”.
el Almiñé |
Le generaba suspicacias el que surgiese
repentinamente fuego –deduzco que sin tormenta eléctrica- y que los hombres no
pudiesen apagarlo. Pero, aun así, lo cuenta porque aparece en un “Becerro”
antiguo que permanece en el Hospital de Medina de Pomar. Pero, insiste, en que “le falta el apoyo de muchos autores de
aquel siglo. Discurrir causa natural a una misma hora en lugares tan distantes,
es echarse a adivinar: pudo ser que fuera castigo del Cielo, por algunos delitos
de aquellos pueblos, que el fuego no le tiene Dios destinado solo para castigar
liviandades de Sodoma”.
Pero… ¿Y si de verdad fue el fuego celestial?
Entiéndanme, celestial en el sentido de celeste, no como adjetivo religioso.
Puede –casi seguro- que lo que relata Alonso Núñez es la caída de un meteorito
en Las Merindades. ¿Cómo se les queda el cuerpo?
Antes de nada, terminología:
Meteoroide: trozo de roca y metal que flota por
el espacio.
Meteoro: el anterior, cuando entra en la
atmósfera y se desintegra antes de tocar el suelo. Nuestras estrellas fugaces.
¿Pedimos un deseo?
Meteorito: meteoroides que llegan hasta el suelo.
Bólido: Masa mineral en ignición procedente de
la disgregación de los asteroides o de algún cometa, que atraviesa rápidamente
la atmósfera y suele estallar en pedazos provocando la caída de aerolitos o
fragmentos.
Vale. Pero, ¿el fuego? Bien, aclaremos que los
meteoriodes al entrar en la atmósfera pueden llevar una velocidad de hasta unos
70 km/s. Esto hace que el gas frente al meteoro se comprima y aumente su
temperatura hasta el punto en el cual su superficie se funde. Así se produce
una disipación en el aire de los materiales y del calor porque queda expuesto
el interior, más frío, del objeto.
Entonces, ¿permite la temperatura final que se
incendie un territorio? Tendremos en cuenta diversos factores como su tamaño,
su temperatura inicial, el material del que está compuesto o su velocidad. Claro
que esto no es concluyente. Personas que han estado junto a un meteorito cuando
había caído declararon que estaban calientes al tacto. ¿Tanto como para
provocar incendios? No uno aislado fruto de la casualidad sino generalizados en
una amplio área.
Pues… ¡Un meteorito se cargó a los dinosaurios,
con que algo hará al caer!
Los meteoritos pequeños, que son más frecuentes
que los grandes, suelen producir cráteres insignificantes y pocos daños. El
meteorito de Carutha Barnard, de Claxton(Georgia), que mide 10 centímetros de
largo, deformó un buzón antes de quedar enterrado en el suelo a una profundidad
de 28 centímetros. Sin quemadura. Y, es que, tienen poca masa, se frenan al
penetrar en la atmósfera y no caen ardiendo.
Pero, aun así, hay noticias que afirman que
algunos incendios han sido provocados por meteoritos. Como es el caso que
relatan diversas noticias publicadas como este caso de www.orihuela.info el uno
de enero de 2016:
“Sobre
la 1 de la madrugada, los vecinos de la Senda del Obispo se han visto
sobresaltados al estrellar en su calle un objeto desconocido y ardiente que ha
provocado un pequeño incendio. Según relatan testigos presenciales se veía una
bola blanca la cual, a medida que se iba acercando a la tierra en dirección al
centro comercial Ociopía, se iba poniendo cada vez más roja hasta que colisionó
con la tierra en la Senda del Obispo y provocó un pequeño incendio en un
cañizal que afectó a una de las viviendas, teniendo que intervenir los
bomberos. Se desconoce todavía de si se trata de algún pequeño meteorito o
simplemente es otro resto de basura espacial, algo que ya viene siendo cada vez
más común”. Claro que hace casi 840 años no habría mucha
basura espacial.
“Una
misteriosa bola de fuego causa un pequeño incendio en Orihuela. Un policía
fuera de servicio graba la caída de un objeto incandescente del cielo que causó
un incendio junto a unas viviendas en Orihuela”.
E incluso en www.periodismoalternativoblog.wordpress.com
en septiembre de 2015:
“El
pasado 1 de setiembre (2015) varios residentes de Córdoba, Argentina reportaron
que una luz blanca cayó del cielo causando incendios en la zona. Pobladores de
la localidad de Tránsito, en Córdoba, aseguraron ayer que en la zona cayó un
meteorito y provocó incendios en un campo.
El
incidente se produjo en ese pueblo de unos cuatro mil habitantes situado a unos
cien kilómetros al este de la capital provincial. Natalia Campos, jefa del
cuartel de bomberos local, que estuvo a cargo del control de los incendios de
la zona, dijo que varios de los habitantes aseguraron que las llamas fueron
provocadas por “una luz blanca” que cayó del cielo. “Hay gente que ha visto
como una luz, la gente dice que cayó como un meteorito”, expresó Campos a la
prensa.
Por
otro lado, admitió que otro foco que tuvieron que apagar en la misma noche
podría ser adjudicado a un incendio intencional, como los que habitualmente
ocurren en la zona, aunque relacionó el incendio principal con el fenómeno que
denunciaron los vecinos”.
Con lo cual podría haber sido posible que
cayesen unos cuantos meteoritos en Las Merindades.
Zona de impacto reseñadas en el Becerro |
O, no.
Bibliografía:
“Crónica de los señores reyes de Castilla don
Sancho “el deseado”, don Alonso VIII y don Enrique I” por Alonso Núñez de
Castro.
“Apuntes descriptivos históricos y arqueológicos
de la Merindad de Valdivielso” por Luciano Huidobro Serna y Julián García Sainz
de Baranda.
“¿Por qué
son importantes los meteoritos?” Por Jesús Martínez-Frías. Revista Muy
Interesante.
“Apuntes sobre la historia de Las Merindades
antiguas de Castilla” por Julián García Sainz de Baranda.
www.Ciencia de Sofa.com
Anexos:
Alonso Núñez de Castro (Madrid, 1627-1695) fue
un historiador español, cronista real de Felipe IV de España.
El título de una de sus obras dio origen a una
expresión tópica: Solo Madrid es Corte (de título completo Libro histórico
político: Sólo Madrid es corte y el cortesano en Madrid, 1658). De su tarea
como cronista destaca la continuación de Corona gótica, castellana y austríaca,
que había iniciado Saavedra Fajardo ("dividida en quatro partes",1
"segunda parte", 1671, "tercero tomo", 1678). Se le
reconoce la amplitud de fuentes utilizadas.
Como corresponde a la retórica barroca, algunos
de sus títulos son particularmente rebuscados, aunque su estilo ha sido calificado
de "pedestre": Espejo cristalino de armas para generales valerosos,
de desengaños para cristianos príncipes (1648), Séneca impugnado de Séneca en
cuestiones políticas y morales (1651), Vida de San Fernando el tercer rey de
Castilla y León, ley viva de príncipes perfectos (1673).
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