Estamos en 1810, a principio del
verano, un verano alejado de cualquier alegría a causa de la guerra patriótica
que estalló en mayo de 1808 para salvar el honor y la honra de aquella España
desmadejada y malvendida. Los imperiales machacan a las fuerzas hispanas y
buscan reembarcar a los ingleses que pululan por España y Portugal. Por si
fuera poco, en la América Española ha prendido, definitivamente, la llama de la
emancipación lo que obliga –irónicamente- a destinar tropas y dineros a su
extinción y se pierden los capitales que se recibían de allá.
El ejército napoleónico de Portugal
consta de 125.000 soldados situados en el eje Irún, Burgos, Valladolid a
Salamanca. Frente a ellos tenemos restos de unidades del ejército regular de
poca efectividad y peor imagen. Sólo las tropas de Wellington pueden
enfrentarse a los franceses. Un total de 320.000 soldados “azules” contra
190.000 “aliados”.
¿Qué nos salvaba de la quema? La
flota de “la pérfida Albión”, como diría Pérez-Reverte, y entre 35.000 a 50.000
guerrilleros que inmovilizaban fuerzas imperiales; entorpecían las
comunicaciones con París; y minaban recursos y abastos. Contra ellos el general
Dorsenne, jefe del extenso 5° gobierno militar de Burgos, organizó ocho
columnas móviles compuestas cada una de 200 caballos ligeros y 600 soldados jóvenes
(los veteranos eran muy valiosos) combinadas de forma que dos o tres de ellas
pudieran siempre unirse.
Casa de Medina de Pomar (2012) |
Y, esta ventaja, la guerrilla, era
también un problema: multitud de pequeñas partidas poco eficientes. Las
autoridades hispanas necesitaban someterlas a la autoridad “legal” y concentrar
sus operaciones militares para que dejasen de correr como pollos sin cabeza.
Había que designar jefes guerrilleros.
Pero eso no iba a gustar a todos…
Aunque a Francisco Tomás de Anchía
y Urquiza (alias Longa) esa parte sí: el general Mahy le nombraba Comandante
Subalterno del Corso Terrestre. En su partida había patriotas alaveses de
origen civil; muchos desertores imperiales (alemanes e italianos que recibían
un estipendio por desertar); guerrilleros de partidas absorbidas; militares
españoles desperdigados; y parientes del jefe: dos de sus cuñados (Pedro y
Vicente Tros de Harduya); su primo el clérigo Miguel de Urquíza; su hermana Ramona
y varios primos Anchías… Al antiguo herrero le hubiera gustado aumentar su
fuerza con levas forzosas de gente de Las Merindades, Valdegovía y llanada
alavesa pero los pueblos se oponían y él no disponía, todavía, de suficientes armas
y munición.
Para hacerse valer ante el general
Mahy se centrará en la captura de correos, lo que hoy llamaríamos labores de
inteligencia… pero a tiros.
Juan Díaz Porlier |
La partida –como ya hemos
señalado- empezaba a tener un tamaño respetable pero esto la hacía más
vulnerable y necesitada de recursos. Claro que, en contrapartida le permitía a
Longa sobrevivir en el disputado mapa de los “señores de la guerrilla”. La zona
alavesa ya estaba expoliada por unos y por otros y Longa necesitaba un refugio
más alejado de las guarniciones francesas.
Se trasladó al triángulo formado
por Medina de Pomar, Villarcayo y Moneo que será su cuartel general hasta su
marcha en junio de 1813 (¡dos años!). Eligió bien: es una zona protegida por
montañas y cañones. ¡No parecía haber cambiado nada desde la invasión mora! Además
está entre Burgos, Vitoria, Bilbao y Reinosa, ciudades con fuertes guarniciones
francesas. Y desde los cuales se lanzaron numerosos ataques contra la partida
de Longa. Pero no todo eran las virtudes militares del sitio: en la zona
estaban las salinas de las villas de Poza de la Sal y Salinas de Rosío que fueron
la principal fuente de financiación de la partida. Y fuente de roces político-económicos
sobre la merma o sustracción de sal.
En estos momentos muchos de los
miembros de la partida no procedían de la zona, Las Merindades, y ni los
guerrilleros ni Longa tenían condicionantes para refrenarse. Con la autoridad
que le confería Mahy obtenía de los civiles las raciones y fondos para la vida,
organización y combate de su guerrilla. No había otra ley que la de Longa. Les
repito: era un señor de la guerra.
Pero debía engrasar a sus
superiores nominales y así en sus envíos de correspondencia no se olvidaba de
agasajar al general Mahy. Incluso mediante el envío de un militar francés de
alto rango capturado en la emboscada del once de junio que ejercía de correo. Y
de pedirle equipamiento bélico.
Longa sembraba para su futuro, por
si acaso. Y ese “acaso” parece que había llegado. Había nubarrones procedentes
del cuartel general de Galicia en el horizonte militar del herrero. El
brigadier Porlier recibió de Mahy la orden de agrupar las partidas existentes
en unidades superiores. De Porlier derivó al coronel De La Riva, que era el jefe
de los Húsares de Cantabria, quien se entrevistó en Medina de Pomar con Longa.
Al vascón no le hizo gracia el asunto y, acordada la cita para el día
siguiente, aprovechó la noche para dar plantón al coronel. Hubo escusas
aceptadas pero…
Francisco de Longa recibió una
carta enviada por Campillo informando que Juan Díaz Porlier le había ordenado
que arrestara a los Cuevillas. ¿Y eso? Pues era debido a que estos habían capturado
a un oficial de Campillo. Longa se puso en marcha para cumplir la orden: el dos
de julio los invitó a merendar en Medina de Pomar. Y, confiados en el herrero,
les apresó.
Para redondear la jugada se
apoderó de la infantería de la partida que eran unos 150 hombres (incluidos 65
alemanes). Con ellos logró 10 franceses prisioneros. Campillo pidió al vizcaíno
que retuviera a los Cuevillas allí y que él acudiría a Medina a recogerlos al
día siguiente. Quien dice “al día siguiente” dice cuatro días.
Al controlar la partida de los
Alonso Cuevillas, mayor y menor, Longa inventarió lo que éstos traían. Por otro
lado, y dada la situación, corrían rumores de que se iba a arrestar a Francisco
de Longa. Por ello, este mantenía a su partida armada a las afueras de la
ciudad.
Así, cuando Campillo llegó a la
villa, “puso su tropa de infantería y
caballería en el campo de San Andrés a la salida del Camino real de Laredo”.
Los del vizcaíno vigilaban desde el otro lado del río Trueba. Frente a frente por
espacio de dos horas. Longa se reunió con Campillo, los Cuevillas y otros
oficiales para hacer entrega de lo inventariado y tomar un refresco en la casa
de Antonio Sainz, su residencia accidental. “Corno
se pusiera algún reparo por el citado Campillo en el recibo de las chaquetas,
paños y lienzo, por echar de menos algunas de aquellas, se le indicó por el indicado
(sic) Longa, que entre amigos no
había de verificarse disputa ni quimera y que por lo mismo estaba pronto a
satisfacer y pagar las que faltaban [...] y aunque por algún tiempo estuvo indeciso Campillo a las propuestas de
Longa, por último resolvió el hacerse aquel cargo y caja de todo”.
La discusión continuó en la calle y
Campillo “con mayor vileza se producía
diciendo le faltaban tres hermanos y un tambor, a lo que el referido Longa, con
mucha prudencia le contestó, ahí los tendrá o estarán en la prevención [...] pero Campillo sumamente enfadado profería
diciendo, malditos sean los comandantes y malditos los soldados que no le
querían obedecer, y maldita sea la Virgen, con expresiones feas, y cogiendo una
pistola de su cinto, profería que se iba a matar con ella. Algunos de los
oficiales le instaban y rogaban diciendo montase a caballo”.
Campillo salió por el arco de la
muralla a todo galope, montado en su caballo blanco y, apeándose, sacó el sable
y gritó: “Así viva Dios, este pícaro, carajo,
puñetero, esta tarde me la ha de pagar” y dio orden a sus hombres de sacar
las armas.
Llegó, entonces, a Longa la
noticia de que uno de sus hombres había sido desarmado por el asistente de
Campillo que le intentó también arrebatar el caballo, defendiéndose aquel con
dos piedras. Unos alemanes de Longa fueron tras el asistente de Campillo y, en
el tumulto, hubo disparos. Tras la algarada, Longa persiguió con su partida a la
de Campillo, y gente de Cuevillas, cogiendo prisionera a casi toda la
infantería.
¿Resultado? Longa sumó 62 alemanes
y 60 españoles de los Cuevillas a su partida. Los hombres de Campillo después
de un tiempo fueron liberados, la guerrilla de los Cuevillas desapareció, temporalmente, y Francisco de Anchía enseñó los dientes. Muchos dientes.
En medio de aquellas tensiones, el
coronel Juan José de la Riva, recibió una orden de Mahy firmada
el 3 de julio en Villafranca del Bierzo en la que se exhortaba a la agrupación
de las partidas sueltas de caballería bajo mandos militares.
A longa no le hacía gracia. Pero
eso será otra historia.
Bibliografía:
“Francisco de Longa, de
guerrillero a general en la guerra de la Independencia” por José Pardo de
Santayana y Gómez de Olea.
Mcnbiografias.com
Anexos:
Juan Díaz Porlier (Cartagena de Indias 1788-La
Coruña 1815). Militar. su familia había ocupado altos cargos en la
administración virreinal. Su apellido procede de la zona de Flandes. En la
batalla de Trafalgar estuvo embarcado en el navío “Principe de Asturias”. Ha
haberse redcido el número de barcos de la armada se incorporó al ejército y en 1806
es Capitán en el Regimiento de Infantería de Mallorca. En 1808 es Teniente
Coronel de Granaderos y con veinte años de edad, en el Ejército de Extremadura
que se dirige al Norte peninsular. Realizará actor heróicos en la batalla de
Gamonal. Dada la situación orientará sus acciones a la guerra de guerrillas. La
zona de operaciones de Porlier se extenderá entre el Duero y el Cantábrico,
colaborando tanto con el Ejército de Galicia y Asturias como con la Armada
británica. En diciembre de 1809 se encontraba operando en la zona de Pradilla y
Valgañón, en el límite de las provincias de Burgos y Logroño con más de 2.000
hombres. Porlier aspiró siempre a transformar su unidad en una división bien
instruida y disciplinada, por lo que perserveró en su entrenamiento. A
comienzos de 1810 Juan Díaz Porlier formaba parte del ejército de Asturias con
unos 1.000 hombres, que constituían la división volante “Cantabria”
Juan López Campillo (Valle de Liendo 1785- Francia
1832). Destacado guerrillero. Participó en 72 acciones bélicas entre 1808 y
1813 repartidas por toda la zona centro-norte peninsular, desde Navarra y La
Rioja, hasta Burgos y el occidente cántabro, alcanzando el rango de Coronel. El
21 de junio de 1808 tomó parte en la acción del Escudo. Su guerrilla recibió el
nombre de “Tiradores de Cantabria”. Las necesidades bélicas le unieron a la
guerrilla de los cuevillas. Al principio de 1811 su guerrilla de Campillo fue
agregada al 7º Ejército del general Gabriel de Mendizabal, sin que por ello
perdiera su libertad de acción.
Nicolás de Mahy: (Madrid 1757 - La Habana 1822).
Hijo de un brigadier de guardia de Corps de su mismo nombre, a los trece años
entró en el ejército y continuó su educación hasta los dieciséis. A los veinte
años de servir en este cuerpo llegó a exento de Guardias, graduación
equivalente a la de coronel de Caballería.
El 5 de diciembre de 1798 fue
ascendido a brigadier de ejército, y en 1803 obtuvo el mando político y militar
de la provincia de Tuy. En 1808 la Junta de Galicia y luego la Central del
Reino le confirieron el grado de mariscal de campo y el mando de la primera
división del ejército, que formó en aquella zona el teniente general Joaquín
Blake. El 1 de abril de 1809, el marqués de la Romana le nombró su segundo en
el mando y le confirió después el de todas las tropas que operaron en Asturias.
Por sus méritos la Junta Central
le ascendió a teniente general, siendo luego proclamado capitán general de
Galicia. Dos proclamas: Valerosos gallegos y Gallegos se publican en Diario
Mercantil de Cádiz, del 31 de marzo y 5 de noviembre de 1810.
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