Imagínenselo: El duque de Frías inclinado sobre
el rey ofreciéndole un vino de gran calidad para su deleite. ¿Curioso? Mucho. E
improbable también. Entonces, ¿De qué estamos hablando? No estamos hablando del
encargado de los vinos en los restaurantes y hoteles. Una segunda acepción de
esta palabra –según el R.A.E.- es “Jefe o
superior en algunas oficinas y ministerios de palacio”.
¡Ajá! Es el jefe de palacio que tenía a su cargo
el cuidado de la real cámara. Se dice que es el equivalente al Camarero Mayor (quien
desde la baja Edad Media, había sido unos de los cargos más codiciados de la
Casa del Rey). Esto colocaba a quienes ejercían estos cargos como preferentes acreedores
de su amistad y beneficiarios de sus dádivas. Es decir, que no es lo que
conocemos hoy como camarero. Tampoco mayordomo significaba lo que significa hoy
pero esa es otra historia.
El emperador Carlos V |
Si nos remontamos hasta las partidas de Alfonso
X vemos la relación de funciones que debía tener el Camarero de Palacio (o
Camarlengo que es una palabra todavía conocida): “Otrosí es Oficial que tiene gran lugar para guardar el cuerpo del Rey:
e ha este nome porque él ha de tener las cosas que el rey manda guardar en su
paridad […] Porque deue guardar la Camara do el Rey albergare, e su lecho, e
los paños de su cuerpo, e las arcas e los escritos del Rey”. Traducido: era
un oficial a cuyo cargo estaban los aposentos privados del monarca y todo
cuanto contenía. Los camareros de esta época, en teoría, dormían junto a su
señor, les guardaban la puerta, vestían y desayunaban con él.
El trato añadirá facultades económicas como el
recaudo y administración de los ingresos previstos para la Cámara Real. Pese a
que en la tradición castellana el cargo principal de la Casa del Rey era el de
mayordomo mayor, el camarero mayor se fue convirtiendo durante los siglos XIV y
XV en un peligroso rival y competidor por el cariño real y la influencia.
La llegada de Carlos V y su ceremonial borgoñón trastoca
el esquema. En la Casa del Emperador además del camarero mayor existía un
segundo camarero y un sumiller de corps que ocupaba el tercer lugar entre los
oficiales de la Real Cámara. Ya ha aparecido el cargo y parece ser extraño a
Castilla incluso en el nombre. Para evitar conflictos entre camareros y ahorrar
en “altos cargos” se potenció el sumiller.
Relación de los Condestables de Castilla. |
Había otros cargos que permitían acceder al rey:
jefatura de la Casa y la de la Caballeriza pero el cargo de sumiller de corps
continuó siendo el más apetecido. El mayordomo mayor y el sumiller de corps
debían repartirse los espacios del Palacio, reservando para el segundo los
aposentos más privados que componían la Real Cámara. La precedencia de cada uno
de estos oficios dependía del momento y del lugar en donde transcurriera la
jornada del rey.
El distintivo del cargo de sumiller era la gran
llave dorada, que abría y cerraba todas las puertas del aposento real, y que
llevaba suspendida de una cinta de su chupa y con el mango asomando por unos de
los bolsillos. Controlaba la entrada hasta el rey: filtraba las audiencias
privadas e intervenía en el nombramiento de los gentileshombres de cámara, sus
inmediatos subordinados.
El rey nombraba al sumiller de corps. Pedro I de
Castilla había cedido el cargo de camarero mayor en 1437 en la casa de los
duques de Frías, perpetuándose en ella con carácter meramente honorífico. González
Dávila se hacía aún eco de esta tradición e indicaba que “los Duques de Osuna y Frías se nombran Camareros mayores a sí mismos, y
no los Reyes, pretendiendo les compete el título por derecho muy antiguo”.
Y, es que, el cargo estaba reservado en la práctica para los miembros de la
grandeza.
Relación de Duques de Frías. |
Amistad, confianza, privanza o valimiento habían
sido durante la época de los Austrias requisitos indispensables para su
elección y designación. Felipe V rompió la tradición porque carecía de lazos
personales con la alta nobleza española y sus sumilleres figuraban en el grupo
de los primeros seis gentileshombres de cámara designados por él mismo en
1701–elegidos entre los cuarenta que tenía Carlos II–, y se sucedieron unos a
otros según estrictos criterios de antigüedad. Una solución de compromiso
alejada de la antigua confianza. Habrá que esperar hasta finales del reinado, al
marqués de San Juan de Piedras Albas, para que se reanude la costumbre de aunar
en la persona del sumiller la confianza regia y el desempeño pleno del oficio.
Felipe V |
Y entre estos seis “afortunados” tenemos a Agustín
Fernández de Velasco y Bracamonte, conde de Peñaranda, marqués del Fresno y
duque de Frías. Este caballero nació el uno de noviembre de 1669 en la villa de
Madrid, donde también murió. Casó con Manuela Pimentel y Zúñiga –hija del duque
de Benavente- con la que tuvo a Bernardino Fernández de Velasco y Pimentel, que
sería el XI duque de Frías; Ramón Fernández de Velasco y Pimentel, IV Marqués
del Fresno y Martín Fernández de Velasco y Pimentel, IV duque de Arión y
después XII duque de Frías y conde de Haro. Fue quien durante más años ejerció
el cargo de sumiller de corps de Felipe V. Supongo que fue elegido, entre otras
cosas, porque su padre, Pedro Fernández de Velasco, formó parte del partido
pro-francés a la muerte de Carlos II.
Este caballero, Pedro Fernández de Velasco, fue
consejero de Estado hasta su muerte en Madrid el 4 de enero de 1713. Había
nacido en la Villa y Corte el 5 de julio de 1633. Su padre, el de Pedro, fue Luis
"el mudo" de Velasco, I marqués del Fresno y su madre Catalina de
Velasco y Roxas. Pedro estuvo casado con Antonia de Bracamonte, V condesa de Peñaranda.
Los hijos de esta pareja fueron: Agustín Fernández de Velasco y Bracamonte, X
Duque de Frías; Luis de Velasco y Bracamonte y María de la Soledad de Velasco y
Bracamonte.
Relación de Sumilleres de Corps |
Centrándonos nuevamente en Agustín les diremos
que nació en 1669 y fue caballero y comendador de la orden de Alcántara y
gentilhombre de cámara con ejercicio de Carlos II desde 1697. Fue confirmado
también en su cargo por Felipe V en 1701. En 1703 se le concedió la grandeza de
España por los méritos de su abuelo materno y de su tío, de quien heredó el
condado de Peñaranda. Como tantos otros miembros de la alta nobleza, el duque
de Frías dudó entre el francés y el austriaco pero acabó fiel a la causa de
Felipe V.
Agustín desempeñó interinamente el gobierno de
la Real Cámara en varias ocasiones y fue nombrado sumiller el 8 de enero de
1728, cargo que desempeñó hasta su muerte, ocurrida en Madrid el 24 de agosto
de 1741. El duque de Frías fue el último de los sumilleres de corps que formaba
parte del primer grupo de gentileshombres de cámara con ejercicio designados
por Felipe V al comienzo de su reinado. Su sucesor, don Juan Pizarro de Aragón,
marqués de San Juan de Piedras Albas, ya fue elegido por ser favorito del rey.
Digamos que, aunque el cargo era de libre
designación el favor real recaía en los mismos linajes y familias. En el caso
de la sumillería de corps, facilitaba la transmisión hereditaria del cargo el
que los hijos de los jefes de Palacio solieran por costumbre ser honrados con
la llave de gentileshombres de cámara del rey y, con frecuencia, destinados a
los cuartos de los príncipes e infantes en donde podían promocionarse a sus
jefaturas.
Carlos III |
Felipe V alteró el status quo. A su llegada a
Madrid, reformó la Cámara (al igual que el resto de la Casa del rey). Había motivación
económica -¡cómo no!- pero también política: rodearse de franceses. Esta
situación no podía hacer otra cosa que desembocar en choques, desequilibrios de
poder y quiebras en la jurisdicción tradicional de los oficios. Así la
concesión de audiencias fue acaparada por el nuevo secretario de la Cámara
decayendo con ello la autoridad del sumiller.
Una muestra de estas luchas la tenemos en
octubre de 1733 con la administración de los gastos ordinarios de la Real
Cámara de fondo. Realmente el lío proviene de la disputa entre españoles y
franceses en la Cámara Real. Tras la muerte de La Roche le había sucedido en la
secretaría de la Cámara Juan Bautista José Legendre. Con el puesto obtuvo la
inquina de Juan de Estrada, su oficial mayor, y de Carlos Gómez-Centurión
Jiménez, Diego Tufiño, el veedor y contador, quienes eludieron presentarle las
cuentas dejadas al morir La Roche. En 1736 Legendre retiró a Estrada sus poderes
para manejar los caudales de la Cámara al tener noticia de que había conseguido
para Tufiño el cobro de cantidades importantes de sus haberes en Tesorería
Mayor, mientras apenas entraban fondos en la tesorería de la Cámara y el resto
de los empleados no cobraban. Tufiño era además secretario del sumiller de
corps, Agustín (el duque de Frías), quien había amparado la operación. Ante
esto Legendre consiguió del rey la intervención de las cuentas de la Cámara. La
muerte del duque de Frías en 1741 cerró la crisis, volviendo el control de los
caudales de la cámara a estar bajo la jurisdicción del nuevo sumiller, el
marqués de San Juan de Piedras Albas. ¡Así se las gastaban en la selva de la
Corte!
Fernando VI |
Con Carlos IV ocurrió lo que se esperaba: monopolizaron
el cargo quienes le habían servido siendo Príncipe de Asturias. El primer
sumiller de corps elegido por el nuevo rey fue Diego Antonio Pacheco Téllez
Girón y Fernández de Velasco, décimo tercer duque de Frías y octavo de Uceda. No
solo eso también era: XIII duque de Escalona, V marqués de Menas Albas, X
marqués de Frómista, VIII marqués de Belmonte, VIII marqués de Caracena, XIII
marqués de Berlanga, VII marqués de Toral, VI marqués de Cilleruelo, X marqués
de Jarandilla, XIII marqués de Vill, VII marqués del Fresno, XI marqués de
Frechilla y Villarramiel, X marqués del Villar de Grajanejos, XV conde de Haro,
XVII conde de Castilnovo, XVIII conde de Alba de Liste, X conde de Peñaranda, VIII
conde de Pinto, XII Conde de Deleitosa… Bueno, pues eso: todo un Grande.
Diego Antonio nació el 8 de noviembre de 1754 y
morirá en París el 11 de febrero de 1811. Era hijo de Andrés Manuel Alonso Pacheco
Téllez-Girón y Toledo, VII duque de Uceda y María Portería Fernández de Velasco
y Pacheco, IX condesa de Peñaranda de Bracamonte. Se casó con Francisca de
Paula de Benavides de Córdoba con la que tuvo a Bernadino Fernández de Velasco
y Benavides, XIV duque de Frías y IX duque de Uceda.
Carlos IV |
Andrés Téllez Girón, VII duque de Uceda, era
gentilhombre de cámara con ejercicio desde 1742 y había sido nombrado para la
servidumbre personal de Fernando VI a comienzos de 1758. Por ello, estuvo
también al cuidado del monarca en sus últimos meses de enfermedad en
Villaviciosa. Andrés Téllez Girón fue recompensado por Carlos III siendo
destinado a servir al cuarto del Príncipe a principios de 1760, y ascendido a
sumiller de corps al erigirse la Casa del futuro Carlos IV en abril de 1765.
Aunque se le concedió la futura de sumiller del rey en diciembre de 1788, no
pudo llegar a tomar posesión del cargo al fallecer al poco de empezar 1789.
Sería su hijo, gentilhombre del Príncipe también desde 1775, quien alcanzará el
puesto.
Diego, el hijo de Andrés, desarrolló una vida militar y diplomática
muy activa al tiempo que ejercía la sumillería de corps. En 1794 hubo de partir
al ejército de Navarra durante la Guerra de la Convención, entre agosto de 1798
y enero de 1801 fue embajador extraordinario en la corte portuguesa y en julio
de 1802 fue nombrado consejero de Estado, presentando entonces su renuncia al
cargo de sumiller. El XIII duque de Frías volvió a desempeñar cargos palatinos
con José I, siendo nombrado su mayordomo mayor. Participó también en la redacción
del estatuto, carta otorgada o constitución de Bayona. Moriría en febrero de
1811, siendo embajador de José I en la corte de su hermano Napoleón Bonaparte.
Dicen que murió arruinado y cargado de deudas por sus gastos al servicio de
José Bonaparte.
Toda una pena porque la vida del sumiller de
corps, como hemos visto, era una buena y provechosa vida. De todas formas se
sabía de donde cojeaba el sumiller y hubo, a lo largo de los siglos, reformas
de la Real Cámara buscando embridarlo. La del el marqués de la Ensenada en 1749
que establecía un número fijo de criados para la Cámara –setenta y cuatro en total–
y un único salario para cada empleo, prohibiendo cualquier otro pago bajo
cualquier nombre que se le ocurriese al sumiller. Sería la Secretaría de
Hacienda quien decidiese. No hay que ser un genio para darse cuenta que esto
reventaba el nepotismo del sumiller. O lo intentaba redirigir hacia otros
poderosos.
Además de la confianza regia, contar con unas
buenas relaciones en los círculos de la Corte fue siempre una garantía de
seguridad y de estabilidad para los ministros. El propio marqués de la
Ensenada, a comienzos del reinado de Fernando VI, reconocía que sus antecesores
en el cargo de Hacienda “los más han
mirado como protectores suyos a los magnates de Palacio, los cuales tienen por
máxima hacerse respetar y temer de los Ministros para lograr sus fines
particulares, en lo cual es sumamente perjudicado el Real servicio”.
Palacio Real de Madrid |
El puesto de sumiller de corps era de los
mejores cargos a tener en la Corte aunque su salario era el más bajo de las
tres jefaturas de la Casa del Rey. Pero, como ya estamos indicando, había otras
ventajas. El sumiller tenía las regalías de repartir entre los criados los
vestidos y ropa blanca que se desecharan del real guardarropa, así como los
sobrantes diarios del plato del rey… ¡con los que servía su propia mesa!
En 1787 Carlos III reconoce que el cargo del sumiller
estaba peor dotado que el resto de las jefaturas de palacio y que en la reforma
de 1761 no se había tenido en cuenta la Real Cámara para su arreglo, duplicó su
importe hasta los 80.000 reales. Sin embargo, el roce hacía el cariño –del rey-
y se obtenían pingües favores. Es el caso del duque de Frías que pudo conservar
sus sueldos en la Casa del Rey –tanto el de sumiller de corps como el de
alcalde del Real Sitio de El Pardo–al tiempo que se ausentaba de la Corte para
prestar otros servicios a la corona.
Como el resto de las jefaturas de Palacio, el
oficio de sumiller proporcionó siempre una importante protección económica a
sus titulares. Ninguno se vio privado de la posibilidad de promocionarse a
otros oficios o un honroso retiro. Su capacidad de patronazgo menguó en
comparación con el siglo XVII pero no dejaron de colocar a sus parentelas
dentro y fuera del propio Palacio reforzando su autoridad personal dentro del entramado
cortesano. Tampoco fue extraña la concesión de títulos para sus personas o sus
allegados y menudearon las más altas condecoraciones del reino fueran éstas los
ambicionados toisones, las insignias de la orden de San Genaro o la recién
creada de caballeros de la Orden de Carlos III.
Bibliografía:
“Al cuidado del cuerpo del Rey: Los sumilleres
de corps en el siglo XVIII” por Carlos GÓMEZ-CENTURIÓN JIMÉNEZ.
“Fundación Casa ducal de Medinacelli”.
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