Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 27 de mayo de 2018

El precio de no tener gasolina o el mal fin de la "Brigada Pasionaria".



Esta vez retrocederemos pocos años. Toca hablar de los Maquis, una guerrilla que enturbió la paz de hambre y hastío de los primeros años del franquismo. Para unos son héroes y para otros delincuentes dedicados al robo y el asesinato. La cornisa cantábrica –y por ello Las Merindades- conoció esta actividad dada la facilidad que había de profundizar en España desde la frontera francesa.

La mayor parte de los maquis eran infiltrados desde Francia y veteranos de la guerra civil que seguían con su arma en la mano pero, también, los había que se lanzaban al monte y se unían a las guerrillas. ¿Por qué? Seguramente por miedo a la represión o por desesperación. Este último grupo procedía del agro y contaban con una red de apoyo compuesta por familiares y amigos.


Las Merindades sintieron la cercanía de las guerrillas “Azaña”, “Brigada Machado” o la del “Cariñoso”. Pero a finales de 1941 la cosa parecía haberse calmado. Hasta que estalló la paz en Europa o al menos se liberó Francia. A finales de 1944 el PCE enviará grupos de maquis y de cuadros políticos para revitalizar y ahormar la guerra contra Franco en la España húmeda.

Y llegamos al 24 de febrero de 1946 cuando se organizó en San Juan Pie de Puerto (Francia) otra expedición para infiltrarse por los Pirineos y reforzar la guerrilla de Asturias. Con este y otros grupos se pretendía formar el “Ejército del Norte” que el cual encuadraría a las agrupaciones de Santander, Asturias y Euskadi. Sin embargo, ese febrero se lamentaba la delegación del Partido Comunista en España que “no tiene más que la agrupación de Santander”. Por ello era importante el envío de este grupo. Los 40 (o 42 o 48) combatientes de la unidad se les denominó "Brigada Pasionaria", en honor a la dirigente comunista vizcaína Dolores Ibárruri. Eran, en su mayor parte, veteranos de la Guerra Civil y de la resistencia francesa. Todos ellos habían sido convencidos por el PCE de que con su ejemplo se levantaría el pueblo español contra la dictadura y confiaban en que las potencias occidentales intervendrían para derribar al último régimen fascista de Europa. Nada que no hayamos visto en los últimos años: Primaveras árabes que acabaron como el Rosario de la Aurora y demás.


¿Cómo era posible que en plena fase dura del franquismo pensasen que era factible derrotar al dictador? Porque en aquel momento no parecía que el asunto aguantase hasta 1975. La conferencia de San Francisco de 1945 había censurado a los regímenes surgidos al pairo de las potencias del eje pero los republicanos españoles no supieron actuar. Los diversos colectivos antifranquistas no habían conseguido superar sus rivalidades para aunar fuerzas en un proyecto común. El PCE, igual que ocurría en Grecia, optó por la guerrilla.

El grupo dirigido por Gabriel Pérez Díaz con José Palomo Santa María y Julio Fraile como lugartenientes fue pertrechado con propaganda y armamento sofisticados: propaganda como “Unidad”, “Lucha” y “Nuestra Bandera”, cuatro uniformes completos de guardias civiles, una emisora y 38 metralletas inglesas, dos fusiles ametralladores americanos, cinco revólveres, seis pistolas de diversos calibres, 93 pastillas de tolita (Explosivo obtenido por nitración del tolueno); 25 lapiceros fulminantes de retardo, para encender mecha; 54 bombas de mano; dos cajas con doce minas procedentes del Ejército alemán; dos cajas pequeñas con 20 aparatos de percusión; 400 metros de mecha; 150 cargadores para metralletas y 4.000 cartuchos, además de los 100 asignados a cada uno. Según el libro de F. Aguado sobre el maquis.


Entraron andando la noche del 25 de febrero por un clásico camino para los levantamientos: Roncesvalles. Tardaron tres días en llegar a Noain donde, a las diez de la noche, robaron unos camiones cargados de pescado que marchaban a Zaragoza. Desalojaron el pescado, se quedaron con los conductores y atravesaron Estella, Logroño, Pancorbo, Oña, Valdenoceda... hasta sobrepasar Soncillo. Allí se quedaron sin combustible y... Pero dejemos que sea un testigo presencial natural de Cabañas de Virtus quien nos cuente lo que vio:

"Fue el 2 de marzo de 1946, no se me olvida, aquel día se casó mi hermana, ella también se tiene que acordar bien... Nosotros somos de Cabañas de Virtus, aquel día íbamos todos en un autobús a Virtus, a la boda, al pasar por la estación de Soncillo allí que se bajan de un camión de pescado una pila de tíos con macutos y armas, aquello parecía otra vez la guerra... Pararon al autobús, querían gasolina, se les había acabado a ellos, sólo había 5 litros... Se echaron todos al monte y allí les fue cogiendo la Guardia Civil, en el monte de Corconte mataron a dos... Venían con cuenta de liberar Asturias, con nosotros no se metieron, pero la boda te puedes imaginar... en vez de cantar y bailar, todos llorando... La guerra estaba reciente, mi padre faltó en el 38, en Cabañas había habido bastante cuando la guerra..."

Julio Vázquez, que coincidió con los maquis en Prisión Provincial de Santander contó en una entrevista lo que oyó: “Cuando vinieron esos, los guerrilleros, resulta que se les terminó la gasolina en el (Puerto) de El Escudo, con la nevada estaba jodido. Pero uno de los choferes de los camiones tenía una lata de gasolina de reserva (una vez que se marcharon los guerrilleros), cargó y se bajó a Ontaneda. Y fue el que se chivó, el que dio parte a la Guardia Civil. Tuvieron que salir... murieron algunos, cogieron a treinta tantos presos que vinieron aquí, (a la prisión provincial de Santander) que de aquella yo todavía no había salido de la cárcel”.


Los revolucionarios debían continuar a su destino y, faltando los camiones, los maquis se separaron en pequeños grupos de unos siete guerrilleros dispersándose por los montes cercanos para hacer más difícil su localización. Pero la Guardia Civil enseguida se desplegó para hacer frente a la "invasión". Se movilizó a toda la fuerza de la zona, y se estableció el puesto de mando en Ontaneda, que tras los primeros enfrentamientos pasaría a Bárcena de Pie de Concha. Se situaron fuerzas en Luena, San Pedro del Romeral y Vega de Pas, tomando todos los pasos para procurar su captura. Además, se ordenó a todas las Comandancias de la cercanías establecer servicios de vigilancia y seguridad. Valga decir que interviniendo fuerzas de las comandancias de Santander, Burgos, Bilbao y Gijón, así como refuerzos de la Academia Regional de Torrelavega.

En la Sierra del Escudo se produjeron diversos combates muriendo, al parecer, dos maquis en el monte de Corconte o Venta Nueva, muy cerca del alto del puerto, y otros tres cerca de San Miguel de Luena. Fueron capturados veintisiete que acabaron en la Prisión Provincial de Santander. Otro de los testimonios que recogió Fernando Obregón Goyarrola en sus libros sobre la guerra civil –un vecino del Valle de Luena (Cantabria)-, que lo vivió y que estuvo a punto de ser tiroteado por las fuerzas de seguridad cuando buscaba a sus ovejas en el monte de Resconorio dice:


"Los maquis llegaron una noche, se les acabó la gasolina en el camión subiendo al monumento de los italianos (Puerto del Escudo), se bajaron del camión y se metieron para acá, para el pueblo (de Resconorio). Habían caído dos o tres dedos de nieve y marcaban las sendas, a la mañana los vecinos, cuando se despertaron vieron las huellas en la nieve: "¡Por aquí ha pasado mucha gente!". Un chaval de mi tiempo vio que se habían metido en la cabaña del Cerrao, en Vaquelín, era de don Remigio, el chaval no se atrevió a entrar y se volvió. Pero no sé cómo sería pero la Guardia Civil andaba detrás de ellos, era un domingo y se llenó el pueblo de guardias civiles, les dijeron: "Pues deben estar en aquella cabaña". Los guardias tenían muchísimo miedo, se lo dijeron a las 11 de la mañana, cuando iban a misa, pero hasta las 3 o 4 de la tarde no llegaron a la cabaña: "¿Quién abre la puerta ?". Fue un guardia y, así de medio lado, pegó un empujón a la puerta y la abrió, nada más abrirse salió una ráfaga de tiros, en la esquina de la puerta allí está todavía la marca... Los guardias se tiraron por el prado abajo al monte, allí no pudieron coger a ninguno, andaban por allí tirando tiros, yo estaba a las ovejas, tiraban unas balas que explotaban, pa-cum, pa-cum, yo me metí en un terrero y allí estuve hasta que anocheció, aquella tarde casi me afeitan los guardias pensando que yo era un maqui. Aquella noche ya mataron a dos maquis en un sitio que le llaman la Peña el Cuervo, otro fue herido, se metió en casa de una señora que se llamaba Delfina, vivía sola, a los demás les fueron recogiendo por ahí... Y esa fue la historia de los maquis, luego dejaron por aquí dos o tres puestos de la Guardia Civil, uno en La Matanela y otro aquí abajo en el pueblo".

Suponemos que el testigo se refería a los dos maquis muertos cerca de Venta Nueva el tres de marzo, siendo el herido capturado el jefe de la expedición, Gabriel Pérez Díaz. Otras fuentes –para enturbiar más la historia- nos hablan de un muerto cuyo cadáver se encontró dos días después, y cuatro detenidos. Por lo visto en Resconorio cayeron otros siete maquis que fueron conducidos a Santander. El cuatro de marzo murieron otros tres cerca de San Miguel de Luena: Roberto Fernández Pérez, natural de Ciudad Real, de 30 años; Antonio Martínez Martínez, natural de Almería, de 27 años; y Manuel Rodríguez, natural de Madrid, también de 27 años.


Ese mismo día, rodeados por un impresionante número de guardias civiles, se entregaron sin resistencia otros 14 maquis en San Miguel de Aguayo, es decir dos grupos completos. Más: tres maquis murieron y dos fueron apresados en otro enfrentamiento, que probablemente fuera el sucedido en un caserío próximo a Bárcena de Pie de Concha. A este grupo puede que perteneciera el maqui solitario detenido en Barriopalacio de Anievas.

Otros grupos se dirigieron hacia Alto Campoo a través de la llanura de la Vilga o Virga (actualmente bajo el Pantano del Ebro). Así lo contaba uno de sus integrantes, el toledano Quintiliano Guerrero Fernández, al guerrillero cántabro Manuel Díaz López, "Manolo el Repollero", que lo recogió en sus memorias:

"Pasamos por Logroño hacia Pancorbo y nuestro mando no se preocupó del combustible hasta pasado Soncillo, que nos quedamos sin gasolina y tuvimos la necesidad de abandonar los camiones. Para nosotros esto fue muy duro, así que tomamos la decisión de separarnos en pequeños grupos en Quintanantello, procurando dejar el menor rastro posible. El grueso del grupo se dirigió hacia El Escudo por ser éstos de las regiones cántabras, y un grupo compuesto por ocho nos dirigimos hacia Reinosa, pero al topar con la vía del tren, la seguimos equivocadamente y fuimos a parar a Arija. Sin llegar a este pueblo tuvimos que cruzar las mieses nevadas hacia Matamorosa, y desde allí arrastrando frío, fango y nieve, pasamos por Aviada, y como ya habíamos oído las noticias por radio, lo sucedido a nuestros compañeros, tratamos de evadir las zonas habitadas, aunque pernoctábamos en invernales abandonados para paliar en lo posible el exceso de frío".

La situación para los guerrilleros era crítica. El 8 de marzo una nevada impedía los movimientos de la Guardia Civil y de los maquis. El día 9 se reforzaron los puestos de la zona de Liébana y se relajaba el control entre Reinosa y la Vega de Pas. El día 17 ingresaron en la Prisión Provincial dos maquis más.


De los que hicieron cumbre en El Escudo, cuatro lograron contactar con los guerrilleros autóctonos de la "Brigada Machado": el toledano Quintiliano Guerrero Fernández, el asturiano José García Fernández "Pin", el andaluz Joaquín Sánchez Arias, y un cuarto apodado “Madriles” y que debía apellidarse Abascal. Incluso, al parecer, tres miembros de la "Brigada Pasionaria" consiguieron llegar a Asturias, incorporándose a la guerrilla de la zona central de esa región.

Digamos que la “Brigada Pasionaria” fue un desastre con un número elevado número de bajas previo a su “puesta en servicio”. A los veintisiete encarcelados en la Prisión Provincial de Santander les hicieron un consejo de guerra el 16 de febrero de 1948, siendo condenados a muerte los cinco jefes del grupo y a los demás a penas que oscilaban entre los 12 y los 30 años de cárcel. Uno de los entrevistados por Fernando Obregón coincidió con ellos en la cárcel:

"A los maquis les conocí yo en la (Prisión) Provincial el 30 de abril de 1948, eran más de treinta, venían en un camión y se trabaron en El Escudo, les pescó una nevada... Metieron hasta el Ejército para cogerlos, no sólo la Guardia Civil. Traían unas armas que aquí no se conocían, emisoras, que era muy avanzado entonces. Eran obreros, gente normal, sanos, muy serios, muy formales, no vi gente mejor; nunca vi un problema entre ellos. Venían cuatro jefes de grupo y uno de todos ellos, Gabriel Pérez Díaz, asturiano, se iban a distribuir por grupos. Les hicieron dos juicios, en el primero el jefe se echó él la culpa de todo, que no había más jefes; en el segundo nada, pena de muerte para los cinco. Estaban en el patio con nosotros, les dijo Gabriel: "Muchachos, ya sabemos dónde vamos, no quisiera veros temblar". Una tarde pusieron a esos cinco aparte, en una celda, les tuvieron 72 horas aparte y al otro día a las 5 de la mañana para Ciriego, así murieron".

Diario de Burgos (07/03/1946)

Si contamos bien veremos que los cinco fusilados permanecieron más de dos años en la Prisión Provincial de Santander. Los ejecutaron en el cementerio santanderino de Ciriego el 30 de abril de 1948. Recordemos sus nombres: Gabriel Pérez Díaz, jefe de la brigada, asturiano de 38 años; Jerónimo Argumosa López, cántabro de Campuzano, de 35 años; Juan Rivera Sánchez, sevillano de 41 años; Francisco Rodríguez Chaves, natural de Tetuán y vecino de Madrid, de 31 años; y Feliciano Santamaría García, madrileño de 36 años. Fueron los últimos sepultados en las fosas comunes reservadas a las víctimas de la represión franquista en el cementerio de Santander.

Por último hablemos de los cuatro que se incorporaron a la guerrilla de los Picos de Europa: "Madriles" murió en un tiroteo con la Guardia Civil registrado en La Borbolla (Llanes, Asturias) el 24 de noviembre de 1946; "Pin el Asturiano" cayó en otro enfrentamiento similar sucedido en Tama (Cillorigo de Liébana, Cantabria) el 20 de octubre de 1952; Quintiliano Guerrero perdió un ojo en otro combate sucedido en Asiego (Cabrales, Asturias), y en lo sucesivo fue apodado "El Tuerto", muriendo finalmente bajo las balas de la Guardia Civil cerca de Tresviso (Cantabria) el 16 de abril de 1953; y Joaquín Sánchez "El Andaluz" logró escapar a Francia algo después, falleciendo al poco tiempo a consecuencia de un accidente.


Bibliografía:

“República, guerra civil y posguerra en el Valle de Mena (1931-1955)”. Fernando Obregón Goyarrola.
“República, guerra civil y posguerra en Espinosa de los Monteros y Merindades de Montija, Sotoscueva y Valdeporres (1931-1950)”. Fernando Obregón Goyarrola.
Blog “Brigada Pasionaria”.
Diario de Burgos.

Para saber más:




2 comentarios:

  1. Realmente, que triste el eterno enfrentamiento entre españoles' del cual parece que no nos libraremos fácilmente.
    Lo que me ha llamado la atención,es que nueve años después del final de la guerra todavía se siguiera enterrando en fosas comunes, y mas a personas juzgadas y sentenciadas con sus nombres y apellidos, por cierto ¿sabes si siguen allí?, en la fosa, ¿o se han desenterrado?.
    Como decía el añorado Forges ¡Pais!. Un saludo.

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    1. Pues no le podría decir. Por lo que se ve en la prensa de 2015 hacia ahora parece que no.

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