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domingo, 11 de noviembre de 2018

Las siete Merindades de Castilla Vieja: Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres, Montija, Valdivielso, Losa y Cuesta Urria.


Conoceremos en esta sesión el trabajo que nos presenta María del Carmen Arribas Magro sobre las Siete Merindades de Castilla Vieja que nos ha presentado en dos hermosos tomos este último verano. Son los siguientes tomos de su colección “Historia de Las Merindades de Burgos” que cubre un hueco, inmerecidamente descuidado, en la historia de esta comarca. Los puntos de venta son los habituales de los anteriores ejemplares de esta colección y también está disponible en compra directa a través de la red. ¿Precio? 60 euros al ser un tomo doble.

Les dejo con la conferencia que nos dedica.




El cuarto volumen de la colección Historia de las Merindades está dedicado a las Siete Merindades de Castilla (Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres, Montija, Valdivielso, Losa y Cuesta Urria), que hoy conforman 12 ayuntamientos. Son, por orden alfabético: Cillaperlata, Junta de Traslaloma, Los Altos, Medina de Pomar, Merindad de Cuesta Urria, Merindad de Montija, Merindad de Sotoscueva, Merindad de Valdeporres, Merindad de Valdivielso, Trespaderne, Valle de Losa y Villarcayo de Merindad de Castilla Vieja. La mayoría de estos ayuntamientos han colaborado en la edición junto con la Diputación de Burgos.

El intervalo sujeto a estudio transcurre entre la Protohistoria y 1591, año en el que se realiza el Censo de la Corona de Castilla, o “de los Millones”; dado que este censo es el primero en el que aparecen documentadas las jurisdicciones (Merindades, Valles y Alfoces) con todos los lugares que integraba cada jurisdicción. Así pues, veremos que Cillaperlata, Trespaderne y parte de los lugares que hoy están incluidos en Oña (Barcina de los Montes, La Aldea del Portillo del Busto, La Molina del Portillo del Busto, Cereceda y Penches) formaban parte de la Merindad de Cuesta Urria. Miñón se incluía en la Merindad de Castilla Vieja. El actual ayuntamiento de Los Altos formaba parte de la Merindad de Valdivielso. El Valle de Losa se denominaba Merindad de Losa e incluía también la Junta de Traslaloma, sin embargo algunos de los lugares que hoy forman parte del Valle estaban, en 1591, incluidos en Villalba de Losa a su vez.

Las Siete Merindades mantuvieron durante la Edad Media sus jurisdicciones en el sentido territorial y jurídico y no formaron parte de las donaciones reales.

La zona estudiada en esta obra estuvo marcada por un importante desarrollo en el periodo del Hierro I (en torno al año 600 a.C.) esa organización dejó su rastro en la composición de las jurisdicciones supraaldeanas. El Hierro II nos deja importantes castros que dominan cada uno un territorio menor; ya se dibujan lo que serán las jurisdicciones  supraldeanas altomedievales (valles y alfoces).

Villarcayo de MCV

El periodo romano dejó su impronta en los campamentos y zonas de batalla de las Guerras Cántabras en las Merindades de Sotoscueva y Valdeporres, en la ocupación de la explotación minera de Salinas de Rosío, en la villa romana de Losa y en un buen número de asentamientos rurales (Canaleja, Los Vales, Bisjueces, Villalaín, Villarías en la Merindad de Castilla Vieja) y estelas sepulcrales (Bisjueces, Miñón en la Merindad de Castilla Vieja, Vallejo en la de Sotoscueva, Barcina de los Montes, La Molina del Portillo del Busto y Extramiana en la Merindad de Cuesta Urria, Tudanca en la Merindad de Valdivielso). Meros ejemplos de la completa relación estudiada en los dos volúmenes que presentamos aquí.

La ocupación visigoda consta en el entorno de Trespaderne y Cillaperlata (San Juan de Hoz, Tedeja, Mijangos, Santa María de los Reyes Godos), que se incluyen en estos volúmenes porque en 1591 formaban parte de la Merindad de Cuesta Urria.

Cillaperlata

El periodo de ocupación bereber, en la primera mitad del siglo VIII, dejó rastro de su presencia en el hábitat que ha conservado el nombre de “aldea”. Sólo hay seis Aldeas de las que tenemos noticia en Las Merindades, la mitad de ellas se concentran en las Siete Merindades: en Quintanilla del Rebollar (Merindad de Sotoscueva), La Aldea del Portillo del Busto y Extramiana (Merindad de Cuesta Urria). Del mismo modo, es de este periodo el topónimo “Medina” que ha quedado fosilizado en Barcina de los Montes en la Merindad de Cuesta Urria. También dejarán su impronta en la mayor parte de las numerosas Quintanas y Quintanillas, que en algunos casos están presentes en cada una de las jurisdicciones menores, como hemos visto en la Merindad de Sotoscueva (Cornejo, Villamartín, Cinco Villas, Sotoscueva y Sonsierra).

La Alta Edad Media, (segunda mitad del siglo VIII al siglo XI) nos ofrece las primeras noticias escritas de las jurisdicciones de este territorio y los elementos defensivos que los organizaban. Las noticias se multiplican a comienzos del siglo XI de manera geométrica ofreciendo datos de la ocupación poblacional y de sus asentamientos (defensas, monasterios, eremitorios, poblados).

Los reinados de Alfonso II y de Ordoño I en el siglo IX nos han dejado constancia de la ocupación del territorio de tal manera que se pone de relieve la existencia de un camino de peregrinaje a Santiago por el Norte, que desde el Valle de Mena atraviesa la Merindad de Montija, Espinosa de los Monteros, la Merindad de Sotoscueva y la Merindad de Valdeporres, camino de Valdebezana en el Oeste. Los primeros siglos del camino a Santiago discurrían por tierras al margen de la calzada que atravesaba la Bureba, dado que esa calzada era la utilizada por las aceifas musulmanas, hasta once, de las dieciséis totales, en el reinado de Alfonso II; en consecuencia, el camino para llegar a Santiago tenía que estar situado al Norte de la Bureba, en tierras ya seguras.


Son los mismos siglos en los que se cristianizan las poblaciones de Las Merindades, donde una de las aceifas llegará hasta Sotoscueva en el 838 buena prueba de que Alfonso II logró la cristianización del territorio del Norte de Burgos y su estructuración en el contexto del reino de Asturias. Por otro lado, las relaciones de Alfonso II con Carlomagno publicitarán el descubrimiento de la tumba del Apóstol y dará comienzo el peregrinaje, y el desarrollo económico del Norte a través del comercio, que determinará que el mayor número de peregrinos tenga su origen en el centro de Europa (Alemania, Países Bajos y Francia), el mismo territorio de dominio de Carlomagno. La donación que realiza Ordoño I a la Catedral de Oviedo de cuatro lugares, a mediados del mismo siglo IX, probara, de nuevo, el dominio real sobre este territorio por el que discurría el primer camino a Santiago, es la demostración palpable de ello

La investigación de este territorio nos ha permitido poner de relieve la existencia de eremitorios desconocidos hasta la fecha, muchos de los cuales ni siquiera han dejado un hagiotopónimo (Topónimo relacionado con el nombre de algún santo), sin embargo los conocemos por la visita pastoral de 1707 en la que se dan diferentes instrucciones sobre su rehabilitación o, en otros casos, se ordena el tapiar o cerrar o por su escasa altura: San Esteban de Rebolleda, San Pedro en Bisjueces (Merindad de Castilla Vieja), San Román en Arroyo (Merindad de Valdivielso), Revilla (Merindad de Cuesta Urria), San Martín en Yaña (Merindad de Losa), San Antonio en las Quintanillas, San Esteban en Cereceda, San Esteban en Quintanalacuesta (Merindad de Cuesta Urria). A este elenco se une el eremitorio o iglesia de Santa María en Villavés.

Existen algunos yacimientos arqueológicos en los que la presencia de cerámica a mano, industria lítica y hagiotopónimo en un llano o ladera baja que nos hace defender que se trata de asentamientos rurales cristianizados en la Alta Edad Media, muy pobres, en los que las herramientas serían en su mayor parte de sílex, y no descartamos que realizasen su propia cerámica a mano. Están en muchas ocasiones ligados a un centro de culto altomedieval. La otra hipótesis es que se trate de cristianización de centros de culto precristianos.

En “Las siete Merindades de Castilla Vieja” hemos podido ubicar los despoblados documentados en 967 (San Vicente, San Vicente de la Mata y Santa Cecilia en la Merindad de Valdivielso) donados al monasterio de San Juan de Hoz de Cillaperlata y Pitiellas (Merindad de Castilla Vieja) donada en 978 al infantado de Covarrubias. También hemos identificado lugares citados en 1011, en la donación al monasterio de Oña, que hasta la fecha permanecían sin localizar: Canaleja, Carrasquedo, Fuente Arcayo, Rebolleda, San Felices de Torme, San Millán de Salazar, Villautre, Villatolit (Merindad de Castilla Vieja), Santa María de Villavés (Merindad de Valdeporres), Baratena (Merindad de Montija), Villaverde en Hoz (Merindad de Valdivielso) Revilla (Merindad de Cuesta Urria). También hemos identificado Petrapidonia, San Miguel de Pando, San Román de Penches y Quintanacet (Merindad de Cuesta Urria) documentados desde 1011 en la compra de lo que será el coto redondo del monasterio de Oña.

Cigüenza.

Las Siete Merindades, y en especial las poblaciones asentadas sobre el primer camino de Santiago, conocido hoy como Camino Olvidado, se verán masivamente cristianizadas bajo la advocación del santo franco por antonomasia (San Martín), a las que se unirán San Cristóbal y Santiago, la inmensa mayoría de las cuales están datadas arqueológicamente en la Alta Edad Media. Desde el siglo IX y hasta mediados del siglo XII el Camino Olvidado será el principal camino para llegar a Santiago. El Códice Calixtino, que desarrolla el camino por la Bureba, está datado en la segunda mitad del siglo XII. Sin embargo, nadie duda de la existencia de peregrinaje a Santiago antes de esa fecha, algo que era imposible por la calzada burebana en los primeros siglos, lo que es una prueba más de la existencia del Camino Olvidado. En cualquier caso, el Camino Olvidado seguirá en uso en a primera mitad del siglo XII, en el reinado de Urraca y de Alfonso VII, puesto que la Bureba estaba en plena zona conflictiva entre ellos y el rey Alfonso I de Aragón, por lo que el camino burebano volvía a ser inseguro.

Mencionamos los muchos elementos de población que se relatan en la refundación del monasterio de Oña por el conde Sancho García en el año 1011. El Conde pone en manos de su hija Tigridia la mayor parte del Norte del Condado de Castilla, a efectos de que ella trasmita esa herencia a su hijo menor, García Sánchez, que era el heredero del Condado y, sin embargo, un niño muy pequeño, cuando el conde está ya en el final de su vida. Desgraciadamente, García Sánchez será asesinado en León el día de su boda, con lo que el rumbo histórico de Las Merindades cambiará de reino durante unos años, hasta la batalla de Atapuerca en 1054.

En la Plena Edad Media comenzó el declive poblacional de las Siete Merindades. La toma de Toledo por Alfonso VI (1085) conllevó, como era habitual, el establecimiento de personas y familias enteras en el territorio conquistado, lo que permitía a los nuevos pobladores elevar su condición socioeconómica, puesto que en Las Merindades no eran propietarios, o lo eran en terrenos pobres. Ello dio lugar a la reorganización del territorio por Alfonso VII y, muy especialmente, Alfonso VIII.

Quintana de Valdivielso.

Es en este último reinado que ocupa la segunda mitad del siglo XII y casi los dos primeros decenios del siglo XIII, cuando el obispado de Burgos reorganiza el sistema parroquial dejando una sola parroquia por lugar y concejo, por lo que los centros de culto que no se declaran parroquias serán ermitas, a partir de ese momento, y muchas desaparecerán con el paso de los siglos. Excepcionalmente algunos lugares (un único lugar y concejo) conservarán dos parroquias: Cigüenza (Santa María-Dorotea y San Lorenzo), Villalaín (Santa María y Santa Eulalia), Condado (Santa María y San Pedro), Penches (San Pedro y San Martín) y Trespaderne (San Millán y San Vicente). También será una excepción la única parroquia situada en la abadía seglar de Rueda, y los tres lugares que mantendrán sus concejos (La Quintana de Rueda, Villacanes y Rueda).

El rey Alfonso VIII reparte el territorio jurisdiccional de los despoblados entre los lugares limítrofes. Estos lugares dejarán su huella toponímica a ambos lados de la raya jurisdiccional como sucede en los despoblados de la Merindad de Castilla Vieja (Santa Centola, Santillán, San Felices, Robredo y Villantre), en la Merindad de Sotoscueva (Villafría, La Aldea, Villalengua y San Julian de los Lomas), en la Merindad de Valdeporres (Valdebrón y Cubilla), en la Merindad de Montija (Pedruecos, San Martín de Villasorda), Barrio y San Vicente en la Merindad de Valdivielso (San Florencio, Santiago, Santecilla, Santa Coloma, San Esteban, Villastre, Valmostrium), en la Merindad de Losa (Salinillas, San Gervás y San Juan), en la Merindad de Cuesta Urria (San Esteban, Fontanizo, Villaseca, El Rebollar, Villasernante, Santovenia y Villamala). La mayoría de las ermitas desaparecerán en los siglos XVIII y XIX, por la imposibilidad económica de los concejos de mantener tanto centro de culto como lo ponen de relieve los vecinos de Arroyo (Merindad de Valdivielso), cuando el concejo en 1707 declara al obispo que tienen ocho ermitas, además de la iglesia parroquial, y le indican que solo pueden mantener cuatro.

Algunos monasterios fueron el foco central del poblamiento, alrededor del cual se fue creando el lugar, así sucede en los casos en que el nombre de lugar y el titular parroquial coinciden: San Martín de Losa, San Pantaleón de Losa y San Pelayo (Merindad de Montija). La existencia de una misma iconografía (barco con tres personajes) en cuatro iglesias de la Merindad de Losa (La Cerca, Villacián, Santa María del Castro y San Pantaleón de Losa), las tres románicas nos indican su relación con la iglesia de Vallejo donde se repite el barco, como una iconografía propia de la orden de San Juan de Jerusalén u Hospitalarios, y la ocupación de San Pantaleón, La Cerca y el Castro de Momediano por esta Orden.

El Vado.

La agrupación de lugares cercanos entre sí, probablemente en los siglos XII-XIII, al tiempo de la reorganización parroquial del obispado de Burgos, determinó que cuando se unían dos lugares uno diese el nombre a la unión y el otro le traspasaba el titular parroquial; lo que hemos visto sucede en Loma y Agüera (Merindad de Montija). Quecedo, Santa Olalla, Toba y Quintanilla-Colina en la Merindad de Valdivielso; en Quintanamacé y San Llorente en la Merindad de Losa; en Santa Coloma en la Merindad de Cuesta Urria.

A mediados del siglo XIII la toma de Andalucía (Fernando III) y su posterior reparto (Alfonso X) provocaron una nueva despoblación en Las Merindades, de la que ya no se recuperará.

Las Siete Merindades mantuvieron durante la Baja Edad Media sus jurisdicciones en el sentido territorial y jurídico, no formaron parte de las donaciones reales. Únicamente lo fue el puesto de Merino Mayor que se administraba en nombre rey. Es este momento histórico cuando aparece la figura de “merindad”.

La Merindad, tal y como aparece compuesta en 1591, es fruto de la unión de varias jurisdicciones menores, todas ellas supraaldeanas, es decir, compuestas por más de una entidad de población. Ya hemos hablado del momento histórico en que aparece la merindad para identificar una jurisdicción mayor, también hemos visto que antes de ese momento las jurisdicciones supraaldeanas menores tenían el nombre de valle o alfoz, equivalente en su significado jurisdiccional, aunque en el primer caso se suele circunscribir a un valle geográfico, no así en el caso del alfoz; y aún antes de ese momento tuvieron el nombre de territorio, institución de origen romano cuya organización fue respetada por los visigodos y se cita en la Alta Edad Media, desapareciendo de la documentación a finales del siglo X.

Villanueva la Lastra.

Las Siete Merindades estaban compuestas de forma predominante por lugares de behetría, en las que la propiedad y jurisdicción estaba muy repartida entre el rey, los monasterios, la nobleza y los hijosdalgo, lo que impidió que se produjeran grandes donaciones, como sucedió en la Baja Edad Media en los alfoces y valles del Noroeste de las Merindades (Santa Gadea, Bricia, Bezana y Zamanzas).

Los reyes se desprendieron de los elementos defensivos que ya no necesitaban, porque la defensa del territorio y jurisdicción estaba asegurada (Covarana en el siglo XI, los Castros de Fresnedo y el castillo de Butrón en el siglo XII), poniéndolos siempre en manos religiosas (Oña, Rioseco, Las Huelgas respectivamente) para asegurarse de que no caían en manos de personajes que pudieran utilizarlos contra la monarquía o permitiera un gran enriquecimiento.

En esta obra conocerán la torre del ballestero del rey Alfonso XI de apellido San Cristóbal en Agüera, torre no catalogada hasta ahora. Realizamos nuevas identificaciones para algunos lugares del Libro Becerro de las Behetrías, que consideramos incorrectos: La Quintana de San Vicente (Merindad de Sotoscueva), Cueto, Castejones, Castriciones, Aostri, Hozalla y Baró (Merindad de Losa), Ael y Baillo (Merindad de Cuesta Urria).

La Baja Edad Media y la guerra entre Pedro I, y el que será Enrique II, y el triunfo del último dará lugar al pago de servicios que para las Merindades culminarán con el nombramiento de Pedro Fernández de Velasco como merino mayor, que casi se patrimonializará en sus descendientes, cuyo nombramiento real se renovará en cada uno de los siguientes hasta la muerte de Bernandino en el siglo XVI. Las quejas y los pleitos de las Merindades llevarán, entre otras razones, a Felipe II a la creación del Corregimiento de las Merindades en 1560.


María del Carmen Arribas Magro.
Doctora en Historia Medieval.


Para saber más:

Programa "El Altavoz" de Radio Espinosa Merindades.





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