Castilla
había encogido, Santiago de Compostela saqueada y Almanzor triunfante. Claro
que los péndulos oscilan. En el 999 muere gotoso Bermudo II en el monasterio de
Villabuena, en El Bierzo. De hecho, ese será su sobrenombre: Bermudo el Gotoso.
Si lo pensamos es mejor que pasar como el que no pudo proteger la tumba del
Apóstol Santiago. Le sucederá en el trono Alfonso V, hijo suyo y de la
castellana Elvira y, por tanto, nieto de García Fernández, el difunto conde de
Castilla. El ordinal de Alfonso coincide con su edad. Tiene cinco añitos. El
gobernante tras el trono es su madre, Elvira. Se convocó una asamblea donde
estuvieron representados Galicia, Asturias, León y Castilla los cuatro grandes
territorios de la corona y ratificaron los derechos del niño.
Alfonso V de León. |
En 994
también bascula Navarra. Resumamos el asunto: Ese año muere Sancho II Garcés (Sancho
Abarca), rey de Pamplona que había entregado a una hija suya a Almanzor
pensando apaciguar así al moro. Esa hija, Urraca arabizada como Abda, concibió a
Sanchuelo. El heredero de la corona fue su hijo García II Sánchez, “el Temblón”.
Este García era hijo de Urraca Fernández, hermana de García, el conde de
Castilla. Aclaremos el asunto: hay dos nietos del conde de Castilla, el que
estuvo en Córdoba, en los tronos de León y de Pamplona.
Al
Temblón no le flaqueaba el ánimo. El sobrenombre le venía por un defecto
físico. Piensen que era rey de Navarra y de Aragón. Tanteaba la defensa de
Almanzor hasta que este, en 996, le llamó al orden y obtuvo la sumisión de
García II durante un año. El Temblón, en 997, se lanzó sobre la zona de Calatayud.
No más sumisión.
García Sánchez II. |
Y, en
Castilla, desde 995 tenemos al conde Sancho García, el hijo de García Fernández,
el que fue llevado a Córdoba. Sancho había cedido ante el moro. Consiguió a
cambio de eso una paz precaria que le permitió, eso sí, reorganizar su condado.
Tranquilidad… hasta el año 999. ¿Qué le lleva a dar una patada al tablero?
¿Quizá el miedo milenarista al fin de los tiempos sin haber liberado Hispania?
Hay dos teorías principales: que Sancho había intentado ayudar a los navarros
cuando Almanzor les atacó o que Sancho, sintiéndose fuerte, dejó de pagar
tributos a Al-Andalus.
Y
llegamos al año 1000 con un nuevo reparto de fichas. Almanzor acaba de aplastar
Pamplona y el condado de Pallars. León, Castilla y Pamplona se animan a dar
batalla. A Almanzor no le ha agradado la chulería castellana y prepara una
ofensiva para escarmentar al conde. Las huestes moras, con el propio Almanzor
al frente, parten desde su base en Medinaceli. Los ejércitos cristianos les
esperan en Peña Cervera (Sierra de la Demanda, Burgos), un peñasco en forma de
ancha meseta que se eleva 170 metros desde el suelo, a 1.378 metros sobre el
nivel del mar. Allí hay ahora un pueblo: Espinosa de Cervera. Desde Peña
Cervera se dominan los valles del Esgueva y el Duero.
Estatua a Sancho García en Oña (Cortesía de Diario de Burgos) |
Era el
29 de julio del año 1000. Sancho García, conde de Castilla, dirige a las tropas
cristianas. Junto a él, García Gómez, conde de Saldaña. Y bajo el mando de
ambos, huestes de León, Castilla y Navarra, todas juntas en un combate a campo
abierto desde hace veinte años atrás. El protagonismo ofensivo correspondió a
los castellanos. Dos cuñas presionaron firmemente en los flancos enemigos
anulando la movilidad de las alas musulmanas que es donde reposaba la
estrategia cordobesa: Esta se movía con rapidez para envolver al frente enemigo.
La maniobra castellana tuvo la virtud de paralizar a las huestes de Almanzor.
El
centro del ataque moro retrocedió. Fue entonces cuando Almanzor recurrió a una
estratagema de libro: ordenó retirar su campamento y puesto de mando hacia una
colina cercana. Pero la maniobra tuvo un efecto inesperado. Almanzor no pretendería
otra cosa que ganar la ventaja táctica de que los cristianos tuvieran que
combatir cuesta arriba. Pero estos interpretaron que si el caudillo moro ganaba
altura era porque necesitaba ver mejor y si necesitaba ver mejor era porque
nuevas columnas musulmanas venían a reforzar el frente de batalla. Ante la
amenaza de aquellos inexistentes refuerzos, los castellanos retrocedieron para
reorganizarse. Fue el momento que Almanzor aprovechó para volver a tomar el
control del combate. Las tropas cristianas se dispersaron.
Espinosa de Cervera (Google). |
Así
acabó la batalla de Peña Cervera. ¿Ganó Almanzor? Bueno, no ganaron los
cristianos. Pero el moro no saltaba de alegría porque, de vuelta a Córdoba, abroncó
a sus tropas por su falta de valor. Para una máquina militar como la musulmana
aquello fue como una derrota. Y el episodio de Peña Cervera venía a señalar las
grietas que ya empezaban a aparecer en los ejércitos de Córdoba. ¡Por fin!
Solo
grietas, el vuelco vendrá en el año 1002 cuando muere Almanzor. Y con él el
califato. Un estado con un aspecto sólido, ejércitos invencibles y una economía
con grandes recursos. ¿Falleció tras Calatañazor? A saber. No hay pruebas
claras de esa batalla. Podría ser un eco del revés de Peña Cervera. Eso no es
importante. Lo interesante es que le sucede Abd al-Malik al-Muzaffar, su hijo
predilecto. Los amiríes, es decir, su dinastía, seguían ostentando por derecho
el poder sobre la Administración del califato agrietado. Agrietándose.
¿Qué
estaba quebrándose en Córdoba? Los diques amiríes: los reprimidos estaban
libres y el ejército sin jefe pagador. Pero todo podía remediarse porque Abd
al-Malik al-Muzaffar era un tipo de carácter duro y enérgico de veintisiete años
que ya había desempeñado funciones políticas y militares de importancia.
Para
controlar a sus soldados la solución era golpear a los cristianos. Por ello Abd
al-Malik organizó incesantes expediciones. En 1004 le toca a Castilla y en 1005
ataca Zamora. Pero más complicado era el frente interno. Tenía que atajar las
conspiraciones legitimistas que resurgían. El hijo del dictador repitió la cura
que ya se aplicó: en 1003 ejecutó al eslavo Tarafa y al poeta al-Yaziri,
acusados de conspirar contra él. Sin embargo, la oposición estaba lejos de
haber quedado descabezada.
Ante esto
los cristianos se buscaron las soluciones cada uno por su cuenta. Sancho, el
castellano, firmará nuevos acuerdos con el califato. ¡Incluso le prestará sus
tropas para atacar León! Los condes de Galicia y Castilla, Menendo González y
Sancho García respectivamente, piden a Abd al-Malik que arbitre entre ellos para
ver cuál de los dos obtiene la tutoría del rey Alfonso V. Pero todos juegan con
dos barajas. En 1006, cuando parecía que Abd al-Malik controlaba la situación,
una nueva alianza cristiana surge en el norte, mientras, en el sur, nuevos
movimientos políticos desestabilizan al dictador de Córdoba. Entramos en un
tiempo decisivo.
Mezquita-Catedral de Córdoba. |
¡Nos
habíamos olvidado del califa Hisham II! No, lo que pasa es que pasaba de todo.
Era un cuarentón alejado del poder real, encerrado en Medina Azahara y dedicado
a la buena vida. ¿Pensaba que esas luchas no le afectarían? ¡Quiá! Es un
elemento en las luchas de poder que convulsionan Córdoba. Olvidémonos de la
conspiración del visir Ibn al-Qatta que fue descubierta y desmontada y vallamos
a su consecuencia directa que fue golpear Castilla.
Según las
crónicas moras era la respuesta a Sancho por organizar una coalición cristiana.
Los ejércitos de Córdoba salen en 1007 hacia Clunia. ¡Victoria! (Musulmana)
Pero no debió de ser tan rotunda como la pintan las crónicas árabes, porque muy
poco después, en otoño, el dictador de Córdoba tiene que volver a salir de la
capital para sofocar otro levantamiento en el Duero.
Escudo de San Martín de Rubiales |
Sería
en San Martín de Rubiales, cerca de Roa. Debía ser una posición importante para
atacarla en invierno. Después de nueve días de asedio los cristianos se rinden
a cambio de sus vidas –soldados y cientos de civiles refugiados-. Hay acuerdo.
Tras salir los cristianos el moro matará a todos los varones y las mujeres y
los niños serán esclavizados. Era diciembre de 1007.
Esas
Navidades en Castilla no habría nada que celebrar. Se había perdido Clunia (la
actual Coruña del Conde) lo que dejaba muy al norte la línea de presión sobre
la repoblación cristiana y se había sufrido un ataque brutal ese invierno. Pero
Castilla seguía orgullosamente insumisa y Abd al-Malik no había podido cazar al
conde Sancho.
El
ejército de Córdoba parece fuerte pero está fallando en su cohesión.
Dirham de Hisam II |
En la
siguiente primavera (1008) Abd al-Malik enfila nuevamente a Sancho de Castilla.
Es la gazat al-illa -campaña de la
enfermedad-. El hijo de Almanzor marcha a finales de mayo hacia Medinaceli. Las
crónicas moras (Ibn Idhari y el Bayan al-mugrib) emplean términos como
“penetrar contra” y “rechazar” como si el conde Sancho hubiera ocupado de nuevo
las tierras perdidas en el cauce del Duero. Pero en Medinaceli el caudillo moro
enferma. Debe ser grave, o raro, porque se traslada a Zaragoza para recibir
asistencia médica. Y, entonces, las tropas voluntarias desertan. Ese verano no
habrá campaña contra Castilla. Abd al-Malik vuelve a Córdoba varios meses más
tarde.
El 19
de octubre de 1008 Abd al-Malik sale con sus tropas para una campaña de
invierno. En esos tramos iniciales Abd al-Malik acusa los efectos de una angina
que le provoca ahogos. El dolor es tan intenso que el caudillo debe
descabalgar. Sus servidores personales preparan a toda prisa el campamento. Abd
al-Malik es acostado en el interior de su tienda. El ejército recibe la orden
de detenerse y acampar. Orden que, según la crónica mora, los soldados reciben
con malestar y malevolencia; no parece que les preocupara mucho la salud de su
jefe. En ese momento llega al lugar un relevante personaje del califato, el
cadí Ibn Dakwan quien ordena llevar al enfermo a Córdoba. El ejército se
descompone; cada cual regresa a Córdoba por su cuenta. Entra muerto en Medina
al-Zahira. Era el 21 de octubre de 1008. El califato quedaba en suspenso.
¿Qué
extraña enfermedad era esa que le llevaba a aparecer y desaparecer del campo de
batalla y, lo que todavía es más extraño, que empujaba a sus tropas a
desmandarse y fallar en sus objetivos cada vez que el caudillo se ausentaba?
¿Acaso los generales del nuevo jefe amirí no eran capaces de conducir por sí
solos una ofensiva? ¿Tan imprescindible era la presencia de Abd al-Malik para
vencer? Muchos especialistas han querido ver una trampa de la crónica. Así,
cada vez que habla de la enfermedad de Abd al-Malik hay que interpretar un
revés militar.
¿Causas
del fracaso? Las divisiones étnicas que cuarteaban su ejército o que las
fuerzas de Sancho de Castilla ya eran superiores. Y, ¿qué tropas tenía Sancho? Con
Sancho se alineaban los suyos y contingentes navarros. Sabemos que los colonos
del sur, expulsados de sus tierras por los moros, corrían a refugiarse ahora al
norte del Duero. Sabemos que Sancho “el de los buenos fueros”, otorgó
generosamente derechos a los castellanos que le sirvieran en el combate. Imaginemos
que muchos de los innumerables colonos fugitivos del sur serían ahora guerreros
en las filas de Sancho. Es una hipótesis.
Al
cadáver de Abd al-Malik lo recibió su hermano Abderramán, Sanchuelo, el
segundón de la familia que heredaría y se convertiría el quizá “seguro” asesino.
Al fin y al cabo era hijo de una cristiana y vivo retrato de su abuelo Sancho
III Garcés. De ahí el mote de Sanchuelo. En realidad, no hay pruebas. Prisa por
obtener el poder sí pero nada más. Después de recibir los restos convocó a los
principales dignatarios del califato. Al día siguiente Abderramán Sanchuelo
quedaba investido.
El
nuevo hombre fuerte tendría unos veinticinco años, intrépido, temerario y ambicioso
y… vicioso. Era amigo del califa, Hisham II, con el que compartía largas juergas
en el palacio de Medina Azahara. Con estos referentes Sanchuelo se hizo
proclamar heredero del califa en noviembre de 1008. Error. El sistema amirí
reposaba sobre la división formal de funciones: la autoridad espiritual para el
califa, el poder material para el hayib. Nacía así una nueva dinastía califal:
la de Abderramán ibn Almanzor, es decir, la dinastía de Sanchuelo.
La
ocurrencia cayó como una bomba en Córdoba. La vieja aristocracia árabe se
sintió humillada. Todos los descendientes del califa Abderramán III se
consideraron vejados. Sanchuelo hizo otra cosa para empeorar el ambiente:
ordenó a los dignatarios de la corte y a los oficiales de la burocracia que sustituyeran
sus bonetes cordobeses por turbantes bereberes. Un caso similar al del Motín de
Esquilache. ¿Por qué lo hizo? ¿Era despotismo o deseos de crear un nuevo
entorno? Miren, proclamarse heredero del califa significaba apartar a la
aristocracia árabe del poder e imponer los turbantes en el ritual de la corte
significaba apostar por los bereberes en perjuicio de los árabes y de los
eslavos. ¿Se proponía Sanchuelo apoyarse en los bereberes para cimentar un
poder inestable? Por inepto que fuera, hay que suponer que estaría al tanto del
complicado juego de poderes en Córdoba.
El
hecho es se le tuercen las cosas y decide actuar de forma clásica. En enero de
1009 ¡aún en pleno invierno! reúne a su ejército y decide partir contra Castilla.
Necesitaba urgentemente victorias que asentaran su posición. Tras de sí dejaba
un avispero de intrigas y descontento. Delante le esperaba un enemigo tenaz. Pero
el 15 de febrero de 1009 la vieja aristocracia omeya da un golpe de Estado en
el califato. Un desastre: cae el régimen de Almanzor y cae el edificio político
del islam en Hispania. Ese día, tropas árabes y eslavas tomaron al asalto el
palacio de Medina Azahara. Respetan la vida de Hisham II pero le obligan a
abdicar en el cabecilla de la revuelta, un bisnieto de Abderramán III que conocido
por todos como Muhammad –Mohamed- ben Hixem ben Elgabbar. El viernes 25 de
febrero, el nuevo califa Muhammad II declaraba la guerra santa a Abderramán
Sanchuelo.
Dirham de Muhammad II |
Este
último estaba en Toledo cuando se entera que le han movido el trono. Decide
volver a la capital pero sus bereberes, que tenían a sus familias en Córdoba,
empiezan a desertar. Cuando estuvo cerca de Córdoba, ya sólo le quedaban
algunos fieles; entre ellos, el conde García Gómez de Carrión que había acudido
a pedirle ayuda contra Alfonso V. Ambos corrieron a refugiarse en un convento
mozárabe. Allí fueron apresados y después degollados.
Y el caos
estalló en Córdoba: bereberes contra árabes. Cada uno con su califa. Los
bereberes huyen hacia el norte. Al mismo tiempo, el jefe de la base de
Medinaceli, el general eslavo Wadhid, gobernador de la Marca Superior, decide
hacer de su capa un sayo y constituye su propio núcleo de poder. En Levante los
poderes locales asumen el gobierno de sus respectivas regiones. El califato se
ha roto en pedazos.
Tras
meses de guerra civil en Córdoba tenemos varios ejércitos moros que combaten
entre sí. Los cristianos no desaprovecharán la increíble oportunidad. En Aragón
y en los condados catalanes pero la mayor ofensiva es en Castilla, donde Sancho
reúne a su ejército y penetra en tierra de moros doscientos kilómetros hasta
Molina de Aragón. Las gentes de Castilla empiezan a asomar por las fortalezas
perdidas en el Duero.
Así
llegamos a una escena realmente increíble. Hacia el verano de 1009, tres
embajadas musulmanas acuden al campamento de Sancho de Castilla. Una es la de
los bereberes de Suleimán. Otra, la de los árabes del califa de Córdoba,
Muhammad II. La tercera es la del gobernador eslavo de Medinaceli, Wadhid. Cada
una quiere aliarse con Sancho frente a las otras.
El,
llamémosle, califa oficial controla Córdoba, la frontera de Coimbra y la
frontera de Tortosa. En la Marca Media, entre Aragón y Castilla, manda el
general eslavo Wadhid. Y en la frontera castellana vagan los bereberes que han
nombrado a su propio califa, el omeya Suleimán.
Sancho
se limitó a escuchar a los legados e hizo sus cálculos:
a) Pactar
con Wadhid pondría bajo influencia castellana a un numeroso contingente militar
musulmán. Pero el eslavo sólo le interesaba a Sancho en la medida en que le
permitiera recuperar el control de la frontera sureste, desde las tierras del
Duero en Burgos y Soria hasta las sierras de Guadalajara y Segovia. El eslavo
no le iba a entregar la fuente de su poder. Además, sus tropas no serían fieles
a Castilla. Ni a Wadhid.
B)
Pactar con el califa de Córdoba, Muhammad II, le premiaba con innumerables
bienes y la devolución de las fortalezas del Duero. Pero eran las que tenía el
eslavo. El califa ofrecía lo que no tenía. ¿Ventajas de esta alianza? Muhammad era
débil militarmente y Córdoba estaba lejos.
c) Bereberes.
Sus cosas buenas: experiencia militar, no aspiraban a quedarse con territorios
que el castellano ambicionara y Sulaimán al-Mustaín era un desterrado. Sancho
buscaba la fuerza militar que le acompañaba para recuperar lo perdido durante
el terror amirí.
Imagen cortesía de Justo Jimeno. |
Sancho
le dijo a Suleimán que si dejaba en su poder las mismas fortalezas que Muhammad
II le ofrecía, le escogería a él. Hubo acuerdo. Castilla tenía nuevos
problemas: Había que dar de comer a esas tropas. Les aprovisionó con mil
bueyes, cinco mil carneros y mil carros de grano y víveres diversos. Mucha
comida, muchas tropas. Además el bereber pagó por la comida. Y una vez
abastecidos los bereberes, el jefe castellano se puso en marcha... ¡Hacia
Córdoba!
Comenzaba
el verano de 1009. La anteriormente noqueada Castilla tenía en la lona al
califato de córdoba y avanzaba contra su capital. Estaba el problemilla del
ejército del eslavo al que se enfrentó a la altura de Alcalá de Henares. Era
finales de agosto de 1009. Al ser derrotado Wadhid escapa a Córdoba para unirse
al ejército de Muhammad II...
… que
no existía. Sólo había ciudadanos armados sin experiencia militar. ¿Qué había
sido del ejército musulmán del año anterior? Pues deshecho. Parte estaba con
Sancho y parte buscándose la vida en la guerra civil de Al-Andalus. El califa,
al saber que los castellanos asomaban a orillas del Guadalmellato, a un día de
camino de la capital, ordenó salir de la ciudad para plantar cara a Sancho y a
los bereberes. Comandaría sus unidades el eslavo Wadhid. Era el 5 de noviembre
de 1009.
Desembocadura del Guadalmellato en el Guadalquivir |
El
choque tuvo lugar cerca de Alcolea, donde el Guadalmellato vierte al
Guadalquivir. El número de los califales debía de ser impresionante -según la
crónica mora- pero no impresionó mucho a Sancho. Bastó una sola carga de un
escuadrón berebere contra el centro de las tropas de Wadhid, para que el frente
de los defensores se deshiciera aterrorizado. Empujados por castellanos y
bereberes, comenzaron a retroceder hacia el río. La crónica mora eleva a diez
mil el número de cordobeses muertos, acuchillados unos, ahogados otros en las
aguas del Guadalquivir.
Hundida
la primera línea el general Wadhid reunió a los seiscientos guerreros que
habían llegado con él a Córdoba y abandonó el campo dirigiéndose a su sede de Medinaceli
para tratar de mantener posiciones. El califa Muhammad II había corrido a
refugiarse en el alcázar de Córdoba. Para intentar salvarse recurrió a un
muerto. Muerto político, se entiende. Sacó de su cautiverio al anterior califa
Hisham II. Tenía el problema de que había hecho correr el rumor de que Hisham
II estaba muerto. ¡Incluso había celebrado sus exequias fúnebres con un “fiambre”
auténtico! Ahora lo mostraba como manifestación de que Hisham II seguía siendo
califa. (¿Y de la magnificencia de Dios?)
Así se
lo dijo a los bereberes. Y les dijo más: les dijo que él, Muhammad, no era en
realidad califa, sino simplemente hayib o primer ministro de Hisham II, que
había recuperado el trono. El ardid no coló: los bereberes le respondieron que
ya tenían su propio califa y que se alegraban mucho de que Hisham II siguiera
vivo, pero que el trono ya no le correspondía a él, sino a Suleimán. No hubo
acuerdo posible. Hisham fue obligado a abdicar.
El 8 de
noviembre de 1009, Suleimán ibn al-Hakam es solemnemente coronado. Córdoba
tiene nuevo califa. Sancho García está presente en la ceremonia. Acto seguido,
el conde de Castilla reclama su parte: no sólo el rico botín comprometido, sino
también las fortalezas del Duero. Suleimán le contesta que se las quite a Wadhid.
Imagen Cortesía de Justo Jimeno |
Y
faltaba la “venganza bereber”. Como respuesta al pogromo realizado unos meses
antes los hombres del nuevo califa saquearon la urbe. Supongo que los
castellanos les ayudarían porque también tenían ganas a los cordobeses.
Sancho
no estuvo ni un día más de lo preciso en Córdoba. En cuanto cobró el botín
comprometido, el 14 de noviembre, se marchó de allí. Dejaba a modo de prenda de
amistad una guardia de cien caballeros que fue alojada en una alquería cerca de
la capital. Insuficiente para proteger a los aislados bereberes. Muhammad había
logrado huir hasta Toledo donde trató de evaluar sus fuerzas: Las guarniciones
de la frontera de Coímbra; las del norte, en Tortosa; y, quizá, las de Wadhid.
Porque Wadhid clamaba venganza contra los bereberes.
Para
Sancho García, en todo caso, eran ya problemas lejanos. Él estaba en otras
cosas, sí. El conde volvía, desde Córdoba, triunfante. Vale, Suleimán no había
podido entregarle las fortalezas acordadas, pero no era necesario al poderlas
tomar con sus huestes dadas sus flojas defensas. En los meses siguientes, los
castellanos ocuparán: Osma, San Esteban de Gormaz, Clunia, Berlanga de Duero,
Sepúlveda y Peñafiel. Es decir, que prácticamente se recupera la línea máxima
de expansión cristiana hacia el sur, fijada setenta años antes, tras la
victoria de Simancas. Todo el territorio desde el Duero hasta Somosierra
volverá pronto a poblarse de colonos.
Bibliografía:
“Moros
y cristianos” de José Javier Esparza.
“Historia
de España” de Salvat.
“Atlas
de historia de España” Fernando García de Cortazar.
“Historia
del condado de Castilla” por Justo Pérez de Úrbel.
Periódico
“Diario de Burgos”.
Par
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