Nos vamos a trasladar a una población cercana a
Villarcayo pero que, en un tiempo, fue más que Villarcayo, aunque, ahora es
Villarcayo. Para algunos se llamó Segontia Paramica.
Y vamos a empezar por este asunto. El profesor
Claudio Sánchez Albornoz identificó Segontia Paramica con “Sigüenza del Páramo”
-¡¿cuál?!- que es nuestra Cigüenza y que la situaba en territorio de autrigones.
Esta postura ha sido secundada por otros autores. No por todos.
 |
Río Nela |
La divergencia principal en cuanto a la
identificación de esta ciudad está entre los que la localizan en Cigüenza (del
Páramo), aceptado territorio de los autrigones, y los que la sitúan en
territorio de los várdulos (Contrasta-Ocariz-Luzcando). Cigüenceros son: Fernández
Guerra (1883), Sánchez Albornoz (1929), Bosch Gimpera (1932), Tovar (1955) y
Solana (1978). De las otras corrientes tendremos a Llorente (1806) que la
coloca en Contrasta, por la abundancia de inscripciones en esta localidad con
el nombre de Segontius; Cortés y López (1836) y Madoz (1845) proponen la
identificación con Azcoitia; y Coello (1875) la localiza, en Páriza.
La identificación con Cigüenza (del Páramo) está
basada, sin duda, en la clara relación entre el topónimo antiguo y el actual,
que, en cierta medida, refuerza también la arqueología. Pero Cigüenza está en
territorio autrigón y Ptolomeo se refiere a ella entre los várdulos. Esto unido
a la gran concentración de topónimos como Segontius y Segontiecus en la zona
occidental de Álava (reforzado incluso con los hallazgos de la ermita de
Ocáriz) hizo a María L. Albertos (1970) proponer la posibilidad de que
estuviera ubicada en esta zona, prefiriendo en uno de sus últimos trabajos
(1984) la ubicación en Ocáriz, donde se da una concentración mayor de inscripciones
con esos antropónimos y por el significado del término Paramica, que va más con
la Llanada (Ocáriz o Luzcando) que con la zona semimontañosa de Contrasta. Y yo
apuntaría de Cigüenza.
De hecho, ¿los lectores que viven en la zona han
conocido a Cigüenza con ese nombre extendido? Rastreando por las bibliotecas lo
he encontrado en “Vida y escritos del Beato Alonso de Orozco” de fray Tomás
Cámara; en “Historia de Castilla” de Úrbel; en el Diario de Burgos de 1979 y,
seguro que aparece en algún lugar más. Casi todos referidos en un contexto de
la población romana a estudio.
Pero podemos pensar que existieran dos Segontia
Paramica, una en territorio várdulo y otra en el territorio de los autrigones,
tal como puede hacernos suponer la abundancia de antropónimos Segontius/Segontiecus
en la zona oriental de la Llanada alavesa, un fragmento de Plinio y la
repetición del mismo nombre en ciudades de diferentes grupos de población como,
por ejemplo, Tritium entre los autrigones (Plin., Ν H III, 3, 27), berones (Ptol.,
II, 6, 65) y várdulos (Ptol., II, 6, 55).
Vale, pueden existir varias poblaciones
homónimas –antes no eran tan quisquillosos con los nombres- o un error de
localización. Al fin y al cabo Ptolomeo trabajó con documentación calculada
torpemente y alejada de lo que nos ofrece hoy Google con sólo abrir una nueva
pestaña. Quizá la razón del despiste del geógrafo egipcio fuese que el nombre
de várdulos, además de ser la designación específica de la tribu, podría ser
también la genérica, que se aplicaba a la suma de várdulos, caristios y
autrigones. Estrabón en una enumeración de las tribus del norte de la península
habla de galaicos, astures y cántabros, “hasta
los vascones y el Pirineo”, encubriendo en la preposición “hasta” las tres
tribus várdulas; más tarde, al describir las tribus del Ebro, señala a los
várdulos solamente, confinantes con los berones (Rioja), cuando también lo eran
los caristios y autrigones.
El geógrafo Mela, en la descripción del litoral
del norte, después de referirse a la costa de los astures, dice que el resto,
hacia oriente, lo tienen cántabros y várdulos; Plinio, con el epígrafe
vardulorum oppida, abarca todos los pueblos de la costa desde el Urumea, límite
de los vascones, hasta la región de los cántabros, de Santander; Idacio, al
referir las incursiones de los piratas érulos en el litoral norte de la
península, el año 456, dice que se saquearon las costas “de las Cantabrias y las Várdulas”. En los siglos V y VI el nombre
de Vasconia se extendió a la región actual de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. Es
decir, al territorio de los várdulos propiamente dichos y caristios,
suplantando al nombre de Vardulia. Éste se conservó en el territorio de los
autrigones, en lo que fue la primitiva Castilla, según se dice en la Crónica de
Alfonso III, escrita hacia el año 900, y en otros documentos de la época, y se
extendió en algunos momentos a la Castilla burgalesa del Duero.
Para Ildefonso Gurruchaga “La causa del error de Ptolomeo, es clara: la fuente de información de
donde recogió la noticia la denominaba várdula, empleando la palabra en el
sentido genérico, que comprendía a várdulos propiamente dichos, caristios y
autrigones, pero Ptolomeo lo entendió en el sentido restringido, de várdulos
propiamente dichos y la incluyó entre éstos; de ahí el extraño apéndice,
pesadilla de los investigadores”. Deduce este autor que una prueba de esta
unidad, afinidad, solidaridad, o unión política entre várdulos, caristios y
autrigones es la evolución política de la región en los siguientes dos mil
años. Obviando esta última afirmación la parte inicial de su disquisición
podría tener cierto valor.
Concluyendo: no hay pruebas de que Cigüenza sea
Segontia Paramica fuera de la similitud de los nombres. Fin. Tras esto pasemos
a conocer la población de Cigüenza, con Páramo o sin él.
Este lugar es nombrado en un documento, por
primera vez, en el año 934 y, luego, en el 959. Un territorio, en escritos
altomedievales, indica una división administrativa procedente de época romana. –después
de tanta vuelta, ¡Ya está!: Segontia Paramica- En la jurisdicción de Cigüenza
hay dos yacimientos romanos llamados “Canaleja” y “Los Vales”. Se sabe que el
primero de ellos estuvo ocupado desde la Tardorromanidad (siglos IV y V) hasta la
Baja Edad Media. Así, el nombre de Cigüenza provendría del término íbero "secan",
lugar habitado o "plaza fuerte" o "Ciudad victoriosa”.
Esa última fecha de 959 la recogemos de un
documento en el que la condesa Fronilde Gómez hace una donación al convento de Santa
Dorotea de Cigüenza. Fue Argaiz quien nos ilustró sobre la existencia de
Fronilde, fallecida en 1009, condesa que para lograr que su sepulcro pasase al
interior de la iglesia desde el atrio en el que estaba situado realizó esas
donaciones. Diremos que el convento de Santa Dorotea fue uno de los dos que
acogieron a la comunidad femenina de Oña, cuando Sancho el Mayor, lo convirtió
en masculino. Pero como Argaiz hay que tratarlo con cuidado comprobamos que en
1133 Alfonso VII dona al monasterio de San Salvador de Oña unas sernas en
Cigüenza, las cuales habían pertenecido a la condesa Fronilde.
El lugar de Cigüenza aparece donado, en 1011, al
monasterio de Oña en su integridad: “Sigonza
cum omni integritate”. En 1165 Pelagius Sagian de Següenza aparece como
testigo en una donación al monasterio de Oña. En 1170 Garci Garciaz de Sigüenza
y su mujer Urraca tenían un herrén en Rioseco que vendieron al monasterio homónimo.
En 1175 el rey Alfonso VIII entregó al monasterio de Rioseco, a cambio de
establecerse en Castilla Vieja, todo lo que el rey tenía en Cigüenza y en todo
su alfoz. El mismo rey, un año después, dona al monasterio de Oña la iglesia de
San Lorenzo y toda la heredad de Cigüenza, que había averiguado en la pesquisa
que había ordenado realizar el año anterior. La donación real se materializará
en 1186: “sicut uia que uenit de
Villalain ad Riuum Siccum diuidit et quidquid ad ius meum pertinet in tota
alfoz de Siguncia”. Aparece citada esta población nuevamente en un
documento de 1187–“in tota alfoz de
Siguencia”–, y del mismo año tenemos la información sobre una pesquisa
sobre las villas reales en el alfoz de Cigüenza. En 1209 el monasterio de Oña
tendrá un pleito por los diezmos de sus iglesias y monasterios y por supuesto,
entre ellos localizamos el lugar de Cigüenza. En 1239 los hijos de un personaje
llamado Roy Faian de Cigüenza tienen un pleito con el monasterio de Oña por el
villar de Villella, que es resuelto por el rey.
El rey Alfonso X, en 1269 dispuso que los
adelantados prestameros no tomasen yantar en varios lugares del monasterio de
Oña y entre ellos localizamos Cigüenza. El 27 de julio de 1276 el obispo de
Burgos da una sentencia a favor de Oña sobre los diezmos de la iglesia de San
Llorenç de Siguença, y ordena a Martín Carro que ponga a Oña en la posesión de
la tercera parte de los diezmos, los granados y menudos, sentencia cuyo cumplimiento
se prolongó hasta 1278. El monasterio de Oña siguió ampliando sus propiedades
en Cigüenza, a través de compras o intercambios entre 1277 y 1293. Entre 1297 y
1298 se vuelve a producir un pleito por el tercio de los diezmos de la iglesia
de San Lorenzo de Cigüenza que vuelve a ser objeto de sentencia a favor de Oña
contra la ocupación por la fuerza del clérigo Pedro González.
Conocemos la existencia de una cofradía en
Cigüenza a la que Sancha Gómez de Porres, mujer de Gómez de Porres, dejó en su
testamento redactado en 1324 cien maravedís, entendemos que para el culto de
alguna virgen, puesto que el testamento recoge mandas similares siempre a Santa
María. Sancha García, viuda ya de Sancho Sánchez de Velasco, hace un cambio con
el monasterio de Oña en 1329; ella les cede sus solares en varios lugares,
entre otros en Cigüenza, y el monasterio de Oña le cede San Juan de Porres,
monasterio que estaba adscrito a Santa Dorotea de Cigüenza. Diez años después,
en 1339, doña Sancha nombra a su merino para que la represente en el apeo de
los bienes que habían intercambiado, actuando ahora en nombre de su hijo Pedro
Fernández de Velasco.
En torno a 1350, según el becerro de behetrías,
Cigüenza se documenta como un lugar de señorío del monasterio de Oña, que
pagaban al rey moneda y servicios, más ciento diez maravedís de martiniega la
mitad de los cuales entregaban al adelantado y al monasterio de Oña y la otra
mitad al rey. El monasterio de Cigüenza (Santa Dorotea) recaudaba cien almudes
de pan, la mitad trigo y la otra mitad cebada, y las rentas de los solares y
molinos que eran de su propiedad; por último daban un yantar al abad cuando de
Oña cuando visitaba el pueblo.
Nos consta que en Cigüenza tenía algunas
propiedades Garci Laso de la Vega, puesto que en 1447 vemos a su descendiente
Elvira Lassa de Mendoza, traspasarlos a su hijo Pedro.
En pleno siglo XV, hacia 1479, el concejo de
Cigüenza se rebeló contra el señorío del monasterio de Oña, afirmando que eran
vasallos de realengo. El conflicto se saldó con la visita al abad del merino y
28 vecinos que se pusieron de rodillas para reafirmar el señorío de Oña sobre
ellos, con el fin de evitar la multa de 1.500 libras que les podía imponer el
abad. Sin embargo, se recrudeció el conflicto en 1508 en que se negaron a recibir
al abad conforme a sus derechos feudales: recibir al abad con el tañido de las
campanas, besarle la mano, ofrecerle el yantar y cena a él y a sus
acompañantes, paja y una fanega de cebada para sus cabalgaduras, una libra de
cera para el camarero del abad, y los despojos de los carneros y aves de la
comida y la cena para el cocinero. Lo cierto es que Oña pudo enseñar la documentación correspondiente por lo que ganó el pleito, aunque los
jueces los redujeron a ordenar el reconocimiento del señorío y a un yantar, sin
cena, y sin conmutación en metálico del mismo.
 |
Iglesia de San Lorenzo (San Llorente) |
En 1515 Cigüenza conservaba dos iglesias
parroquiales bajo las advocaciones de Santa María y San Lorenzo donde estaba
la pila bautismal. Probablemente la parroquia de Santa María se refiere a la
iglesia del monasterio de Santa Dorotea, como vemos documentado en el Censo del
Conde de Aranda, ya en la Edad Moderna. En la actualidad es una ermita conocida
como Nuestra Señora de la Antigua o de la Tabla. Otros autores lo sitúan en la
zona del cementerio actual.
También en Cigüenza se cuenta el hallazgo
legendario junto a la puerta de la ermita de la Virgen de las sepulturas de dos
"gigantes", cuyos esqueletos se pulverizaron al contacto con el aire;
según la leyenda uno de ellos sería el de Ñuño Rasura, uno de los, también
legendarios, Jueces de Castilla.
El siguiente hito lo tenemos en 1584 cuando se
actualizan las ordenanzas de Cigüenza donde parece constar como lugar de
realengo con vinculaciones con diversos monasterios. El pueblo está inserto en la
Merindad de Castilla-Vieja, cuya capitalidad residía entonces en Villarcayo, a
su vez vinculada a las otras seis Merindades de Castilla-Vieja por un denso
entramado institucional. En el concejo constituido para la redacción de las
ordenanzas acudieron veintidós vecinos.
Los residentes se dedicaban en esta época a una actividad
compartida agrícola-ganadera de secano. Aprovechaban bien sus montes (que debían
compartir, en ocasiones, con las poblaciones de Horna, Villalaín, Casillas y
Tubilla) para mantener rebaños de puercos, bueyes, ovejas, cabras y caballos,
todos ellos separados, en ocasiones con pastores profesionales o cuidados a
suertes (por adras) entre los vecinos.
El concejo se estructura en torno a la figura de
dos regidores, que representaban al pueblo en las Juntas Generales de la
Merindad; dos fieles ejecutores, dos contadores y dos mayordomos encargados de
dar cuentas y tomarlas a los cargos salientes del año en curso. Aparece también
un recolector de bulas y jubileos. La no consignación de un alcalde hay que entenderla
por la vinculación del pueblo a una Merindad, a cuyo frente estaba el Merino
como autoridad máxima en toda la circunscripción. Más tarde, y realizando la
labor que en este período hacían los regidores, aparecerá el alcalde pedáneo
(aunque subalterno siempre del alcalde mayor puesto para el ayuntamiento de
toda la Merindad).
Nos deja el dato de la existencia de un horno (o
panadería) y una taberna, ambas situadas en un solar del municipio y arrendadas
al mejor postor todos los años.
Dichas ordenanzas aguantaron hasta el final del
antiguo régimen, 1834, cuando fue la última vez que las ratificó el Corregidor
de la Merindad, Pedro Regalado López Montenegro.
 |
Iglesia de San Lorenzo |
En 1591 Cigüenza tenía 31 vecinos, veintiuno
eran hidalgos, nueve pecheros y un clérigo. Para 1608 nos encontramos con 34
vecinos, cifra que se repite en 1610. En 1616, 20 vecinos; en 1621, 21 vecinos;
en 1641, 11 vecinos; en 1661 nos figuran 6 vecinos; y en 1679 casi ocho
vecinos. Esto nos da una peligrosa tendencia decreciente a lo largo del siglo
XVII. Y en el censo de 1737, para precisar el vecindario que tenían las
jurisdicciones y lugares de Peñas de Castilla, muestra una población de
veintiséis vecinos
En 1752 eran regidores Manuel González y Mateo
Gómez. Lo sabemos por el catastro del marqués de la Ensenada. Gracias a aquel
trabajo sabemos que de los diezmos que paga un tercio son para el Arzobispo de
Burgos, otro al Beneficiado de San Lorenzo, su parroquia, y otro para el convento
de Oña. Cada vecino paga por primicias cuatro celemines de mitad cebada y trigo
que son para los Curas Beneficiados de la Parroquia. Bueno, las viudas pagaban
la mitad.
En el barrio de Santa Dorotea vivían nueve
vecinos y el cura era monacal y todos los diezmos los percibía el convento de
Oña. La ermita de Santa Dorotea era propiedad de las Religiosas Benedictinas y
estaba situada junto a uno de los molinos. Había dos molinos harineros, cada
uno con dos paradas. Uno correspondía a la Capellanía de Gabriel de Pereda que
estaba en el sitio del Batán y el otro al Real Monasterio de Oña pero durante
la investigación no estaba arrendado. Lo situaron en la Lera y molía durante
nueve meses porque en los restantes se solían producir las avenidas del río
Nela.
Había veintiocho colmenas pero veinticinco eran
de Diego Zorrilla, Cura Beneficiado de Villalaín. En 1752 había, en total,
veintinueve vecinos y cuatro viudas que habitaban treinta y siete casas. De
ellas, tres habitadas por curas Capellanes.
Si hubiésemos paseado por el pueblo ese día de
1752 hubiéramos visto el puente con pilastras de piedra, la taberna arrendada a
Domingo García en 200 reales, saludar a fray Ildefonso de la Torre que servía
en la ermita de Santa Dorotea y que era un religioso del Real Convento de Oña.
También disponía de bienes el monasterio de
Rioseco y Santa Marina de Villarcayo los tenía en el término de Carrevillarcayo
a 200 varas que llevaba en renta Andrea González, viuda, vecina de este lugar.
Hacia 1767 se hizo otro censo de la población de
Las Merindades donde figura que en Cigüenza había cuarenta y seis vecinos. En
otras partes figura un censo de 1787 con el mismo número de vecinos. Puede ser
una errata.
El diccionario Miñano de 1826 nos dice que es
del “partido de Castilla la vieja, en
Laredo, corregimiento de Villarcayo, merindad de Castilla la vieja. R. P., 51
vecinos, 205 habitantes, 2 parroquias, que la una es de Benitos. Este pueblo
está dividido en dos barrios por el río Nela, y situado en una hermosa llanura,
a media legua de Escaño. Produce granos y legumbres. Dista trece leguas y tres
cuartos de la capital. Contribuye con la merindad”.
El diccionario de Madoz de 1850 nos dice que
está “situado en una llanura con buena
ventilación y clima saludable, y para su gobierno interior nombran un alcalde
pedáneo, otro suplente y un fiel de fechos. Tiene 106 casas divididas en dos
cuerpos de población que separa el río Nela. Una casa del concejo y una escuela
a la que concurren entre 40 a 50 alumnos. Dos iglesias situadas una en cada
barrio, bajo la advocación de San Lorenzo y Santa Dorotea, servidos por dos
curas parroquiales. Una ermita dedicada a Nuestra Señora dela Antigua (la
Tabla). Un cementerio bien ventilado y una buena fuente de aguas abundantes
para el surtido del vecindario. El terreno es arcilloso en el llano y cascajoso
en las cuestas, y en él se crían algunas encinas. Lo baña el río Nela sobre el
que hay un puente de madera. Produce trigo, centeno, maíz, y legumbres. Ganado
caballar, lanar cabrío, mular y vacuno. Caza de liebres, perdices, zorros, lobos,
y alguna pesca. Hay un tejedor de lienzos del país. Tiene 29 vecinos con 109 almas.
Una capacidad de producción de 97.400 reales”.
 |
Trazado del Santander-Mediterráneo |
Hemos visto que en cincuenta años se produjo una
reducción de la población hasta la mitad. ¿Emigración? ¿Falseamiento de datos? Miremos
si los datos del arciprestazgo nos ayudan: en 1863 nos dice que, junto a
Tubilla tiene 276 residentes y que el párroco es Santiago López de 25 años. No
nos aclara mucho al ser dos pueblos agregados. ¿Podrían no ser ciertas las
cifras de Madoz?
El diccionario Riera de 1881 nos presenta, otra
vez, unos datos con una población mayor que la de Madoz –de ahí la sospecha de
datos mermados-: “Agregado al ayuntamiento
de Merindad de Castilla la Vieja. Cuenta sobre unos 260 hab. y 82 edif., entre
habitados o inhabitados. Corresponde a la provincia de Burgos, al distrito de
Miranda para las elecciones de diputados provinciales y al de Villarcayo para
las de Cortes. (…) En cada uno de los dos barrios en que se halla dividida la
población tiene una iglesia, dedicada a San Lorenzo la una, y a Santa Dorotea
la otra, ambas servidas convenientemente. Forma parte del partido judicial de
Villarcayo y con él está adscrito a las audiencia de lo criminal y territorial
de Burgos. Para el pago de sus impuestos depende, con su municipio, de la
Delegación de Hacienda de la provincia. (…) Su principal industria es la
agricultura; varios de sus vecinos se ocupan en oficios mecánicos, los más
indispensables para el servicio de la población que cuenta con algún
establecimiento donde se expenden artículos de primera necesidad. La
constituyen 82 casas, según se ha manifestado, cuya fábrica es tosca por regla
general, y se hallan distribuidas formando calles irregulares y alguna plaza”.
Nuestro querido “Anuario del comercio, de la
industria, de la magistratura y de la administración” nos chiva que en 1894, y
hasta 1897, Cigüenza disponía de 252 personas y que era la cabecera del
municipio. El alcalde era Bernabé Martínez auxiliado por el secretario Saturnino
Ruiz y el juez municipal Manuel López Vallejo. El fiscal local era Demetrio
Isla Ortega y el secretario Jenaro Montiel Oñate. El párroco era Eugenio
Mardones y el maestro Tomás Cuesta.
El “Indicador general de la industria y el
comercio de Burgos” de 1894 nos da más datos. Sabemos que había tres molineros
de harina: Rafael López González, Felipe López Negrete y Pantaleón Martínez González.
Constan dos herreros llamados Narciso Condado López y Sinesio Condado Pereda
-¿Quizá parientes?-. Las tabernas estaban regentadas por Pedro Bustamante García
y Pantaleón Martínez González.
En 1898 el alcalde es Ramiro Abelardo; el
secretario municipal sigue siendo Saturnino; el juez es Bernabé Martínez Rojo
que ha dejado de ser alcalde; el fiscal es Gabriel Regulez; el secretario es
Jenaro; y el médico Nicolás Ortega. Todos siguen en 1999 y compartirían poder e
influencia con el párroco Juan Espiga Medina y el maestro, perdón, maestra doña
Dolores Sainz.
En 1900 el alcalde de la Merindad de Castilla la
Vieja era Pedro Andino con el secretario –incombustible- Saturnino Ruiz. Juez y
fiscal repiten. Entra como secretario Claudio García y como cura Bernardo
Fernández. También hay un cambio en la educación siendo el profesor el interino
Isaac Peña. ¿Médico? Nicolás.
En 1901 el cura es rebautizado como Bartolomé
Fernández y la profesora es Raimunda Pascual Aparicio. En 1902 el juez
municipal es Demetrio Isla Ortega –que fue fiscal anteriormente-, el fiscal
Norberto Rojo y los demás repiten en sus cargos y oficios. Ídem en 1903 y este
año el anuario nos recuerda el nombre de un empresario de la población: el
herrero Sinesio Condado. Para 1904 Alcalde y secretario municipal permanecen.
El juez es Bibiano González y el fiscal José Bustamante. Repite como secretario
Jenaro. El párroco es Remigio García y el médico y la maestra siguen. Poco a
poco obtenemos referencias a los negocios que existían en el pueblo: Vicente
Gómez y Donato Rueda son carpinteros; Sinesio Condado nos solo es herrero sino
que, también, es cerrajero; Abelardo Rozas en sastre; y Abelardo Rámila tiene
un mesón y posada.
En 1905 hay un vuelco en el poder local
obteniendo el puesto de alcalde Cesáreo González pero como secretario persiste
Saturnino Ruiz. Bibiano en su sitio, bien, gracias. También el fiscal y el
secretario. Cura, maestra y médico continúan siendo los mismos. Aparece un
segundo hostelero: Bernabé Martínez. La cosa económica debía ir estupendamente
o, quizá, la cosa de la información porque este año de 1906 constan más comercios
en Cigüenza. Repasemos todo lo que nos refiere el anuario: Alcalde, secretario
y juez municipal repiten; el fiscal es Indalecio Trochuelo; maestra, párroco y
secretario continúan; aparece el cartero que es Isaac Sainz; y Nicolás
Fernández es el barbero. Carpinteros hay ahora tres: Vicente Gómez, Bonifacio
Revuelta y Donato Rueda. La tienda de tabacos la lleva Bernabé Martínez. Una
novedad de este año es que tenemos la relación de los ricachones del pueblo que
son: Bernabé Martínez, Pantaleón Martínez, Nicolás Ortega (el médico), Braulio
Pereda y Lorenzo Pereda. ¿Conocen a alguno de ellos? ¿O a sus descendientes?
En 1908 –ya sé que es cansino ir casi año a año
pero son datos de alto interés sentimental- siguen Cesáreo, Saturnino y Bibiano
manejando “el cotarro”. Y en el resto de cargos y oficios no hay novedades.
Bueno, aparecen los principales agricultores del lugar: Román García González,
Santiago Mardones Gutiérrez, Bernabé Martínez Rojo (uno de los potentados del
pueblo) y Vicente T. Pereda. Había tres vendedores de comestibles, a saber:
Bernabé Martínez, Vicente Martínez y Norberto Rojo. También había tres
ganaderos: nuestro Bernabé Martínez (también vendedor de vinos), Victoriano
Pérez y Vicente Trust Pereda.
Es sorprendente que teniendo 250 habitantes
tuviese este trasiego comercial en 1909. También es cierto que no existían las
facilidades de desplazamiento que tenemos hoy y que el tren de la línea
Santander Mediterráneo todavía no se había construido. Aunque, pensándolo bien,
poco importaba porque no hicieron estación en esta localidad. Las fuerzas vivas
del pueblo estaba compuestas por Cesáreo González (Alcalde), Saturnino Ruiz
(Secretario Municipal), Emilio Gutiérrez Linares (Juez municipal), Manuel Sainz
terrones (Fiscal), Jenaro Montiel (secretario), Remigio García (Párroco), Isaac
Sainz (Cartero), Raimunda Pascual (Maestra) y se acabó porque ya no nos consta
médico.
La mayor variación entre los negocios presentes
en Cigüenza será la de los vendedores de vino que nos aparecen cuatro.
¿Significará que había cuatro tabernas para una población de unos 150 hombres
adultos? No se lo pierdan porque en 1911 eran seis. Dejémoslo.
Para 1950, tras la guerra de 1936-1939 y el
inicio de la emigración, la población ascendía a 334 vecinos. El censo nos dice
que había 71 viviendas y 22 inmuebles destinados a otros fines.
¿Y Hoy? Les invito a pasearse por esta población
que ha conseguido soslayar el destino de otras poblaciones de Las Merindades pudiendo
acercarse desde Villarcayo por una vía urbanizada, iluminada y con cómodas
aceras.
Bibliografía:
“Localización de algunas ciudades várdulas
citadas por Mela y Ptolomeo”. Ildefonso Gurruchaga.
“Apuntes sobre la historia de las antiguas
merindades de Castilla”. Julián García Sainz de Baranda.
“Historia del condado de Castilla”. Fray Justo
Pérez de Urbel.
“Las Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional
y socioeconómico desde la
Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen
Sonsoles Arribas Magro
“las ordenanzas municipales de Cigüenza (Merindad
de Castilla-Vieja) 1584”. Luis Miguel Diez de Salazar.
“Villarcayo y la merindad de Castilla Vieja
(boceto para sus historia)”. Julián García Sainz de Baranda.
“Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja.
Patrimonio y evolución administrativa”. José Ángel Churruca.
“Diccionario geográfico-estadístico de España y
Portugal”. Sebastián Miñano y Bedoya.
“Diccionario geográfico, estadístico, histórico,
biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus
posesiones de ultramar publicado bajo la dirección de Pablo Riera y Sans”.
Becerro de Behetrías.
“Identificación de las ciudades antiguas de
Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Estado de la cuestión”. J. Santos.
“Villarcayo. Capital de la comarca Merindades”.
Manuel López Rojo.
“Las siete merindades de Castilla Vieja.
Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas
Magro.
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de
España y sus posesiones de Ultramar”. Pascual Madoz.
“Estadística del arzobispado de burgos (1863)”.
“Nomenclator de las ciudades, villas, lugares,
aldeas y demás entidades de población de España formado por el instituto
nacional de estadística con referencia al 31 de diciembre de 1950”.
“Anuario del comercio, de la industria, de la
magistratura y de la administración”.
“Indicador general de la industria y el comercio
de Burgos (1894)”. Marciano Velasco.