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domingo, 14 de mayo de 2023

Eremitorios valpostanos.

 
 
Volvemos a tratar con esa gente que hoy nos parece tan extraña y que eran conocidos como eremitas (del griego “erémos”, solitario) o anacoretas (del griego “anachórétés”, apartado) y que surgieron en la cuenca mediterránea a partir del siglo III. Los eremitas dejaban el mundo para buscar a Dios y servir a la humanidad. En la península Ibérica, dado el momento histórico, la zona eremítica fue la cordillera cantábrica.
 
Los que encontramos en nuestra comarca, esas cuevas que tanto son iglesias como viviendas, podrían proceder de la tardoantiguedad -por la abundancia de eremitas durante el reino visigodo- o del periodo altomedieval -siglos VIII a X-. Claro que no todas las “cuevas de los moros” que tenemos han sido eremitorios. Ni siquiera se tiene claro el momento de su ocupación y creación porque podían llegar a ser reutilizadas por otras personas, en otras épocas y para otros fines. El fenómeno eremita decaerá a lo largo de los siglos X y XI sustituido por el cenobitismo. Nos enfrentamos a una nueva época y a una nueva articulación social reflejada también en la Iglesia. Muchas cuevas pasarán de lugares para alejarse del mundo a pueblos.

La Cueva
 
En la zona burgalesa del valle de Valdegovía, pueblo de Valpuesta, tenemos tres cuevas conocidas: La Cueva, Herrán y Relloso.
 
La Cueva es un pequeño eremitorio situado bajo una visera natural de la roca arenisca a unos trescientos metros al Noroeste del pueblo, en pleno monte. Desde allí se domina el pueblo. La boca está abierta al Sur. La entrada mide un metro por uno y medio y, en ella, encontramos marcas para encajar la tablazón de una puerta. A través de esta abertura irregular se accede a una cámara pequeña. La planta se inicia en una herradura perfecta que luego se irregulariza, la techumbre es curvada en algo parecido a una bóveda. Las paredes tienen las muestras de la piqueta. En el lado este hay una hornacina de treinta centímetros por quince. En el centro consta documentalmente una losa suelta que, según Luis Alberto Monreal Jimeno, pudiera corresponder a la tapa de una tumba. ¿Quizá la del antiguo eremita? Lo decimos porque, dada su morfología y el reducido tamaño de la cueva, tendríamos una celda eremítica de época altomedieval, entre los siglos VIII y IX. El mapa de Valpuesta de 1923 indica la existencia en esta zona del camino del Casar y del manantial Bellota, lo que recordaría un poblamiento en la zona. Tiene la protección de yacimiento arqueológico datado en la Alta Edad Media. Para llegar hasta la cueva deben tomar el camino que, desde la plazoleta de la iglesia, asciende hasta el término de "Las Torcas" donde está situada la cavidad.

La Cueva
 
Herrán, la siguiente cueva, está al Noreste del pueblo, a escasos metros de la carretera a Mioma. Se trata de una excavación de grandes dimensiones, de planta rectangular con el acceso muy deteriorado por desplomes de la roca. La puerta se abre al oeste, en uno de los lados cortos del rectángulo. Cuando entren notarán la humedad debido a las filtraciones. El pavimento se halla cubierto por sedimentos y vegetación que generan desniveles. Las paredes y la cubierta son rectilíneos con muescas y hornacinas. El elemento más interesante se encuentra fondo de la cueva en dirección sureste donde se marcan ligeramente dos tramos individualizados y separados por una potente pilastra central. El sector de pavimento correspondiente a estas dos estancias, es irregular y presenta cierto escalonamiento en la estancia de la izquierda.

Cueva Herrán.
 
En las paredes y el techo de la cavidad, aparecen mechinales esporádicos que quizás indiquen una compartimentación interior de la cámara. En función de los elementos que presenta, la cueva no puede ser interpretada como una iglesia rupestre, puesto que el sector del fondo carece de ábside donde se hubiera localizado el altar. Por otro lado, sus dimensiones, morfología y concepción general, no son las habituales en las celdas eremíticas. Todo esto lleva a plantearnos si nos encontramos ante una nueva modalidad de eremitorio rupestre o si la cavidad corresponde a una celda eremítica más grande y compleja de lo normal. O ante alguna otra dependencia.
 
Morfológicamente diríamos que la cavidad se situaría dentro del periodo altomedieval, entre los siglos VIII o IX y, por su parte, el Cartulario de Valpuesta contiene diplomas que, a pesar de haber sido considerados apócrifos por su relación a la cronología, adelantan la fundación de la sede episcopal de Valpuesta a principios del siglo IX (año 804). Pero el primer obispo de Valpuesta no aparece hasta la segunda mitad de esa centuria (Felmiro, año 867). Además, los personajes que aparecen relacionados con esas fechas resultan veraces en algunos aspectos como la descripción que hacen de la repoblación monástica de Valpuesta en un momento en el que las agresiones musulmanas forzaron el repliegue al norte montañoso o con relación a las alusiones al estado de abandono de algunas iglesias (como la de Santa María, sobre la que se levantará el monasterio y más tarde la sede episcopal) que los monjes recién llegados se disponen a reparar, sometiéndolas de esta forma a su control.

Cueva de Herrán.
 
La repoblación monástica integró a estos eremitas en el organigrama eclesiástico del reino asturiano. Esto significa que en la etapa altomedieval los eremitas preceden a los monasterios, de modo que, si en Valpuesta los monjes aparecen hacia mediados del siglo IX, los eremitas ya estaban presentes para esa fecha. Por ello, situaríamos los eremitorios rupestres valpositanos entre el siglo VIII y la primera mitad del siglo IX.
 
La tercera cueva, la de Rolloso, está localizada a unos 300 metros al noreste del casco urbano de Valpuesta. Se trata de un eremitorio que destaca por su cuidada ejecución con abundante trabajo de azuela, que, en ciertas zonas, presenta un acabado alisado y pulimentado. El interior es un cuadrilátero irregular con la entrada orientada al sur. Sus paredes y techo son rectilíneos. Es probable que el muro norte haya sido retocado con posterioridad al observarse un rehundimiento que dio lugar a un posible banco corrido. A la derecha de la entrada, en el lado este, hay un nicho vertical y poco profundo de más de un metro de altura y forma triangular. Esta especie de hornacina que arranca a unos 40 cm del suelo tiene entalladuras a los lados y tiene buena labra. Monreal Jimeno entiende que ahí estaría colocado un pequeño altar, porque tiene la orientación correcta y es un trabajo cuidadoso. Consideraríamos esta excavación como una iglesia eremítica rupestre que se situaría próxima a otras construcciones. Entendamos que en sus cercanías está el arroyo de Relloso. También se conserva en las proximidades el hagiotopónimo “San Miguel” que pudo haber sido la advocación de esta iglesia.

Cueva de Rolloso
 
La erosión y las posibles reocupaciones modernas han hecho que no se conserve la totalidad de la estructura de la cueva. A pesar de ello, el aspecto general del eremitorio es bastante bueno. Para llegar al mismo debemos seguir desde Valpuesta el camino a Rolloso y, a la izquierda de esta senda, en una parcela particular con colmenas y acotada por una alambrada, aparece la entrada del eremitorio. Tiene la protección de yacimiento arqueológico datado en la Alta Edad Media (siglos VIII a IX).

Cueva de Rolloso
 
 
 
Bibliografía:
 
“Valpuesta y Berberana. El Valle de Tobalina. Medina de Pomar y sus aldeas. San Zadornil y sus aldeas. Villalba de Losa y su vez. Frías y sus arrabales”. María del Carmen Arribas Magro.
“Eremitorios rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
“Eremitorios rupestres y colonización altomedieval”. Eugenio Riaño Pérez.
 
 

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