Volvemos a
tratar con esa gente que hoy nos parece tan extraña y que eran conocidos como eremitas
(del griego “erémos”, solitario) o anacoretas (del griego “anachórétés”, apartado)
y que surgieron en la cuenca mediterránea a partir del siglo III. Los eremitas
dejaban el mundo para buscar a Dios y servir a la humanidad. En la península
Ibérica, dado el momento histórico, la zona eremítica fue la cordillera
cantábrica.
Los que
encontramos en nuestra comarca, esas cuevas que tanto son iglesias como
viviendas, podrían proceder de la tardoantiguedad -por la abundancia de
eremitas durante el reino visigodo- o del periodo altomedieval -siglos VIII a
X-. Claro que no todas las “cuevas de los moros” que tenemos han sido
eremitorios. Ni siquiera se tiene claro el momento de su ocupación y creación
porque podían llegar a ser reutilizadas por otras personas, en otras épocas y para
otros fines. El fenómeno eremita decaerá a lo largo de los siglos X y XI
sustituido por el cenobitismo. Nos enfrentamos a una nueva época y a una nueva
articulación social reflejada también en la Iglesia. Muchas cuevas pasarán de
lugares para alejarse del mundo a pueblos.
En la zona
burgalesa del valle de Valdegovía, pueblo de Valpuesta, tenemos tres cuevas
conocidas: La Cueva, Herrán y Relloso.
La Cueva es un pequeño
eremitorio situado bajo una visera natural de la roca arenisca a unos trescientos
metros al Noroeste del pueblo, en pleno monte. Desde allí se domina el pueblo. La
boca está abierta al Sur. La entrada mide un metro por uno y medio y, en ella, encontramos
marcas para encajar la tablazón de una puerta. A través de esta abertura
irregular se accede a una cámara pequeña. La planta se inicia en una herradura
perfecta que luego se irregulariza, la techumbre es curvada en algo parecido a
una bóveda. Las paredes tienen las muestras de la piqueta. En el lado este hay una
hornacina de treinta centímetros por quince. En el centro consta
documentalmente una losa suelta que, según Luis Alberto Monreal Jimeno, pudiera
corresponder a la tapa de una tumba. ¿Quizá la del antiguo eremita? Lo decimos
porque, dada su morfología y el reducido tamaño de la cueva, tendríamos una celda
eremítica de época altomedieval, entre los siglos VIII y IX. El mapa de
Valpuesta de 1923 indica la existencia en esta zona del camino del Casar y del
manantial Bellota, lo que recordaría un poblamiento en la zona. Tiene la
protección de yacimiento arqueológico datado en la Alta Edad Media. Para llegar
hasta la cueva deben tomar el camino que, desde la plazoleta de la iglesia,
asciende hasta el término de "Las Torcas" donde está situada la
cavidad.
Herrán, la
siguiente cueva, está al Noreste del pueblo, a escasos metros de la carretera a
Mioma. Se trata de una excavación de grandes dimensiones, de planta rectangular
con el acceso muy deteriorado por desplomes de la roca. La puerta se abre al oeste,
en uno de los lados cortos del rectángulo. Cuando entren notarán la humedad
debido a las filtraciones. El pavimento se halla cubierto por sedimentos y
vegetación que generan desniveles. Las paredes y la cubierta son rectilíneos con
muescas y hornacinas. El elemento más interesante se encuentra fondo de la
cueva en dirección sureste donde se marcan ligeramente dos tramos individualizados
y separados por una potente pilastra central. El sector de pavimento
correspondiente a estas dos estancias, es irregular y presenta cierto
escalonamiento en la estancia de la izquierda.
En las paredes y
el techo de la cavidad, aparecen mechinales esporádicos que quizás indiquen una
compartimentación interior de la cámara. En función de los elementos que
presenta, la cueva no puede ser interpretada como una iglesia rupestre, puesto
que el sector del fondo carece de ábside donde se hubiera localizado el altar. Por
otro lado, sus dimensiones, morfología y concepción general, no son las
habituales en las celdas eremíticas. Todo esto lleva a plantearnos si nos
encontramos ante una nueva modalidad de eremitorio rupestre o si la cavidad corresponde
a una celda eremítica más grande y compleja de lo normal. O ante alguna otra
dependencia.
Morfológicamente
diríamos que la cavidad se situaría dentro del periodo altomedieval, entre los
siglos VIII o IX y, por su parte, el Cartulario de Valpuesta contiene diplomas
que, a pesar de haber sido considerados apócrifos por su relación a la
cronología, adelantan la fundación de la sede episcopal de Valpuesta a
principios del siglo IX (año 804). Pero el primer obispo de Valpuesta no
aparece hasta la segunda mitad de esa centuria (Felmiro, año 867). Además, los
personajes que aparecen relacionados con esas fechas resultan veraces en
algunos aspectos como la descripción que hacen de la repoblación monástica de
Valpuesta en un momento en el que las agresiones musulmanas forzaron el repliegue
al norte montañoso o con relación a las alusiones al estado de abandono de
algunas iglesias (como la de Santa María, sobre la que se levantará el
monasterio y más tarde la sede episcopal) que los monjes recién llegados se
disponen a reparar, sometiéndolas de esta forma a su control.
La repoblación
monástica integró a estos eremitas en el organigrama eclesiástico del reino
asturiano. Esto significa que en la etapa altomedieval los eremitas preceden a
los monasterios, de modo que, si en Valpuesta los monjes aparecen hacia mediados
del siglo IX, los eremitas ya estaban presentes para esa fecha. Por ello,
situaríamos los eremitorios rupestres valpositanos entre el siglo VIII y la
primera mitad del siglo IX.
La tercera
cueva, la de Rolloso, está localizada a unos 300 metros al noreste del casco urbano
de Valpuesta. Se trata de un eremitorio que destaca por su cuidada ejecución
con abundante trabajo de azuela, que, en ciertas zonas, presenta un acabado
alisado y pulimentado. El interior es un cuadrilátero irregular con la entrada
orientada al sur. Sus paredes y techo son rectilíneos. Es probable que el muro norte
haya sido retocado con posterioridad al observarse un rehundimiento que dio lugar
a un posible banco corrido. A la derecha de la entrada, en el lado este, hay un
nicho vertical y poco profundo de más de un metro de altura y forma triangular.
Esta especie de hornacina que arranca a unos 40 cm del suelo tiene entalladuras
a los lados y tiene buena labra. Monreal Jimeno entiende que ahí estaría
colocado un pequeño altar, porque tiene la orientación correcta y es un trabajo
cuidadoso. Consideraríamos esta excavación como una iglesia eremítica rupestre
que se situaría próxima a otras construcciones. Entendamos que en sus cercanías
está el arroyo de Relloso. También se conserva en las proximidades el
hagiotopónimo “San Miguel” que pudo haber sido la advocación de esta iglesia.
La erosión y las
posibles reocupaciones modernas han hecho que no se conserve la totalidad de la
estructura de la cueva. A pesar de ello, el aspecto general del eremitorio es
bastante bueno. Para llegar al mismo debemos seguir desde Valpuesta el camino a
Rolloso y, a la izquierda de esta senda, en una parcela particular con colmenas
y acotada por una alambrada, aparece la entrada del eremitorio. Tiene la
protección de yacimiento arqueológico datado en la Alta Edad Media (siglos VIII
a IX).
Bibliografía:
“Valpuesta y
Berberana. El Valle de Tobalina. Medina de Pomar y sus aldeas. San Zadornil y
sus aldeas. Villalba de Losa y su vez. Frías y sus arrabales”. María del Carmen
Arribas Magro.
“Eremitorios
rupestres en la comarca de Las Merindades (Burgos)”. Judith Trueba Longo.
“Eremitorios
rupestres y colonización altomedieval”. Eugenio Riaño Pérez.
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