Nuestro
protagonista de hoy nació en 1656 en el pueblo de Arroyuelo, del ayuntamiento
de Trespaderne, aunque la “infalible” Wikipedia no le sitúa en este pueblo. No
le sitúa en pueblo alguno. Fue misionero, lingüista y exegeta bíblico. A este
“tío” se le conoce en la mayor parte de los textos como Francisco Frías: "Frater
Franciscus Frias, conuentus S. Pauli Burgensis, prouinciae Hispaniae".
Pero para nosotros fue Francisco López Frías.
Iglesia de San Nicolás de Bari de Arroyuelo
Algunos
autores lo hacen natural de la ciudad de Burgos y bautizado en 1665. Robert
Streit acertó en hacerle nacer en Arroyuelo, en 1656. Esto es los que refleja el
Libro de Bautizados y Confirmados (1602-1791) de la parroquia de Arroyuelo donde
se certifica que el día 8 de octubre de 1656, fue bautizado Francisco López
Frías, hijo de Tomás López Frías y de María de Almendres. Fueron padrinos sus
tíos, hermanos de su padre, el bachiller Sebastián López Frías, cura de Trespaderne,
y Úrsula López Frías, domiciliados ambos en Trespaderne. Los libros
parroquiales anotan también que fue confirmado por el arzobispo de Burgos, Antonio
Payno, el 10 de agosto de 1661, juntamente con sus hermanas Teresa y Casilda.
A
los cuatro años de edad fallecen su madre y su abuelo -¿quizá por un accidente
o una enfermedad contagiosa?- y su padre volvió a casarse. Hacia 1666 la
familia se traslada a Burgos donde Francisco estudió humanidades en el colegio
de los Jesuitas. Allí adquirió una buena preparación en latín y griego. No se
hizo Jesuita, sino que optó por los Dominicos y profesó en el convento de San
Pablo. En este convento aprendió hebreo.
Fachada principal del convento
de San Pablo de Burgos.
El
apellido Frías está vinculado a los judeoconversos de Las Merindades y al
funcionariado de la Iglesia Católica. Desde la segunda mitad del siglo XIV tenemos
nombres como Pedro Fernández de Frías, obispo de Osma (1379); Fray Gonzalo
Frías; el canónigo Juan Ortiz de Frías; el sochantre (cargo episcopal que
antiguamente dirigía el coro en una catedral) Sancho Sánchez de Frías; el
canónigo Fernando Sánchez de Frías, primo del anterior; o Sancho de Frías. Y el
tío de nuestro protagonista, el cura de Trespaderne.
Tanto
religiosos asociado a un nombre comarcal puede estar vinculado al tan común
nepotismo del renacimiento o, lo más seguro, a la manida “fe del converso” que
hacía que muchos hijos de conversos abrazasen el estado religioso que les libraba
de las muy numerosas sospechas de criptojudíos o judaizantes. Acceder al estado
eclesiástico ayudaba que los conversos eran gentes con más cultura que la
media, más propicios al desarraigo y a optar por cargos que les permitieran
superar el deprimido nivel de la vida campesina. Quizá la causa era una
combinación de ambas razones: es más seguro estar protegido por la Iglesia que
al albur de la denuncia de cualquier “desgarramantas” cristiano viejo y para
eso te ayudaba algún familiar ya situado.
Asia año 1700
En
1672, año en que era martirizado en las Islas de los Ladrones (Marianas) el
jesuita misionero burgalés Diego Luis de San Vitores, Francisco López de Frías decidió
ser misionero en extremo oriente. Siete años después, en 1679, siendo ya
diácono, fue destinado a la Capitanía General de Filipinas, donde transcurrió
el resto de su vida.
Fue,
inicialmente, profesor de humanidades en Santo Tomas de Manila y, allí, se
dedicó intensamente al estudio del idioma chino, con vistas a cristianizar a la
numerosa colonia china de Manila. Se obsesionó de tal forma que hablaba varias
de sus formas dialectales y escribió un “Arte de la lengua china”, así como un diccionario
castellano-chino. Dichas obras manuscritas llegaron -al menos- hasta el siglo
XX. Su actividad misionera se ejerció en la parroquia de la Pasión y en el
hospital de San Gabriel de Manila. Aparte de estas tareas pastorales y
culturales fue el Superior del convento de San Telmo en Cavite, del de Santo
Domingo en Manila, secretario del Definitorio y vicario provincial. Para que
veamos que la multiplicidad de cargos “públicos” no es una cosa de los
políticos de hoy en día. O eso o había pocos religiosos en las sufridas y
peligrosas islas filipinas.
Convento de San Telmo de Cavite
Pero,
además, tuvo tiempo para escribir una exposición, en latín, del Nuevo
Testamento. Demetrio Mansilla Reoyo, obispo auxiliar de Burgos y Obispo de
Ciudad Rodrigo, estudió ya este manuscrito. Eran –o son- dos volúmenes
dispuestos de forma inversa a la tradicional. No hay un título formal, pero a
tenor de su inicio ("Expositurus Nouum Testamentum"), lo
llamaríamos “Expositio Noui Testamenti”. A principios del siglo XVIII se
enviaron copias a España. Una de ellas llegó al convento de San Pablo de
Burgos, de donde pasó al Archivo capitular de Burgos. Otras copias, en teoría, llegaron
a los conventos dominicanos de Calatayud, Salamanca, Santa Sabina de Roma y
Sto. Tomás de Manila.
Los
dos volúmenes del manuscrito burgalés tenían un formato de 310 x 220 milímetros;
750 folios de 40 líneas el primero y 769 folios de 41 líneas el segundo. ¡Más
de 3.000 páginas de letra menuda y clara! Eso sí, de la misma mano y sin casi
abreviaturas. Los que han leído hablan de su latín correcto, más fluido que
elegante, y que los textos griegos y hebreos se dan siempre en caracteres latinos.
Se estima que tardó en esta magna obra unos dos años. Se deduce esto porque la
primera fecha aparece al final de la exposición de la Carta a los Romanos -7 de
diciembre de 1700-; la Carta de Judas tuvo la de 14 de septiembre de 1701; la
exposición del Evangelio según San Mateo se termina en Cavite el 15 de febrero
de 1702; la carta de san Lucas, también en Cavite, el 12 de abril de 1702; y la
de de San Juan, en Manila, el 15 de julio de 1702. Resumiendo, comenta todos
los libros del Nuevo Testamento, a excepción de las dos cartas a Timoteo.
La
dedicatoria estaba dirigida al Maestro General de su Orden y, en ella, afirma
que no escribe para todos, sino para los dominicos más doctos y que, habida
cuenta de que va a escribir "muchas novedades" sobre el sentido de la
Escritura y sobre el futuro de la Iglesia en los últimos tiempos -con
incidencia en las naciones católicas y en los diversos estamentos eclesiales-,
estima que la obra no debe editarse ni difundirse. Vamos, como si fuese un
informe Top Secret de esos de “solo para sus ojos” al decir verdades que el
vulgo no debía conocer para que… ¿Para qué? ¿Para qué no se desmoronase el
tinglado? ¿Para no tener problemas?
En
este sentido, recurrió al texto bíblico griego más fiable y no a la Vulgata, más
distorsionada. No solo eso, recurrió a versiones siríaca y a las raíces
hebraicas para el Antiguo Testamento. Añadió a sus conocimientos lingüísticos
los históricos -del momento, claro- para fijar su tesis fundamental, que,
desgraciadamente, condiciona todo su texto: hay que descubrir el sentido
"místico" de la Escritura, para ver cómo, a la luz del mismo, se
explica la totalidad de la historia e incluso puede predecirse el futuro.
Santo Tomás de Manila
Con
ello, López Frías establece su "a priori" metodológico. Apenas le
interesa el sentido literal de la Biblia, a pesar de ser firme teólogo tomista.
Nuestro dominico, con alardes de ingenio dignos de mejor causa, intenta
descubrir el sentido "histórico" o literal a partir del sentido
"místico" y no a la inversa. Esta es la razón de empezar por el
Apocalipsis, seguir con los Hechos de los Apóstoles, cartas paulinas -incluida
la carta a los hebreos-, cartas pastorales y Evangelios. Paco asumía la
realidad del Apocalipsis -lo ve como un libro "historico" acerca de
los últimos tiempos- que proyecta luz sobre todos los demás libros del Nuevo
Testamento. Y, antes de que se me asusten repito que Francisco López de Frías
no creía en la literalidad de ese libro sino en su visión mística. Ya lo sé. Yo
tampoco lo entiendo. Lo definiría como “cosas de curas”.
En
su proceso mental, Paco, conecta el Apocalipsis con la profecía de Daniel (explicada
en el anexo) y enlaza complicados cálculos cronológicos para hacer coincidir la
apertura de cada uno de los "siete sellos" apocalípticos con el
inicio de cada una de las edades de la historia. Recurre, en su apoyo, a la
falacia de autoridad de teólogos y filósofos como Calvisio, Belarmino, Genebrardo,
Turselino, Petavio, Bricio, San Jerónimo o Santo. Tomás. Da por supuesto que el
nacimiento de Cristo tuvo lugar exactamente el año 4165 "ab origine
mundi".... Crea un mundo de fantasía mezclando conocimientos históricos y pseudocientíficos
para dar consistencia a su premisa, corroborándola mediante argucias
filológicas.
Desde
la cumbre filosófica de su análisis apocalíptico desciende a estudiar los demás
libros del Nuevo Testamento en el segundo volumen. ¡Y le resultaron difíciles!
¿La causa? Estos textos tienen una sencillez narrativa que no encaja bien en sus
enrevesados delirios por buscar el sentido "místico" que confirmase
su tesis preestablecida. De sus cálculos se colige que la apertura del
"séptimo sello" tendría lugar en el año 1836. Eso significa el fin
del mundo. Si nos fijamos casi acertó. No es que nos cayese un meteorito ni se
abriese la tierra, pero, recuerden, estaba España en una Guerra Civil donde los
Isabelinos segaban la yerba bajo los pies de la iglesia. Desamortización y eso.
Aquí
demuestra su preparación teológica, sobre todo, en los comentarios que le
sugiere el texto de Juan. Comentarios de su siglo, claro. A ojos de hoy no nos
servirán como estudio teológico. E, incluso, no era de lo mejor de su tiempo.
Con lo cual podría haber sido muy positivo su rechazo a ser publicado.
¿Humildad? ¿Realismo?
Francisco
López Frías falleció, en Manila, en agosto de 1706 con menos de 50 años.
Bibliografía:
“Notas
sobre fray Francisco López Frías, o.p. (1656-1706)”. Nicolas López Martínez.
“Escándalos,
ruydos, injurias e cochilladas: Prácticas de violencia en el clero
catedralicio Burgalés durante el siglo XVI”. Jorge Díaz Ibáñez.
Wikiloc
Anexos:
El
Apocalipsis de Daniel es un texto apócrifo redactado en lengua siríaca a
finales del siglo VIII. En su segunda parte se profetizan acontecimientos
futuros que conducirán al Fin de los Tiempos. Reyes atacados por los moros,
nuevo rey en Bizancio, caída de Roma…
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