Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 22 de octubre de 2023

Las cartas de guerra del Coronel Frazier.

 
Estamos en una trepidante persecución por parte del duque de Wellington, nombrado por la regencia, el 22 de septiembre de 1812, como Generalísimo de los Ejércitos Españoles. Para que vean que no solo con Fernando VII fueron miopes históricos los de Cádiz. Casi todos los generales patrios lo aceptaron salvo Ballesteros, comandante en jefe del cuarto ejército -el de Andalucía-, que fue depuesto por la regencia y deportado a Ceuta. Arturo Wellesley -duque de Ciudad Rodrigo, Grande de España, portador de la Gran Cruz de San Fernando y de la Orden del Toisón de Oro- al mando de un heterogéneo ejército de ingleses, portugueses, alemanes y españoles fue limpiando de franceses las tierras de Portugal y de la España peninsular. Algunos dirán que también limpiaron otras muchas cosas.

Augustus Simon Frazer
 
Uno de los oficiales de este conglomerado sometido a los ingleses era Augusto Simón Frazer quien era coronel de la Royal Horse Artillery o Artillería real montada. Inglés, por supuesto. Este caballero nació el 5 de septiembre de 1776 en Dunkerke, su padre era Andrew Fraser, coronel del cuerpo de Ingenieros y su madre Charlotte Darnfold. Con 14 años entró en la Royal Military Academy de Woolwich, donde el 18 de septiembre de 1793 alcanzó el grado de teniente en el Real Regimiento de Artillería.
 
En enero de 1794, como teniente del tercer Regimiento de guardias, participó en la campaña contra los franceses en Flandes bajo el mando del duque de York. En mayo de 1795, regresó a Inglaterra y fue destinado a la Royal Horse Artillery. Participó en la expedición al norte de Holanda, capitán en 1806 y comandó la Royal Horse Artillery en la invasión de Buenos Aires. En 1811, con la misma competencia con que él y los demás ingleses habían atacado los Virreinatos españoles atravesaron a sangre y fuego la península Ibérica en su lucha contra los franceses. En ese momento ya era comandante de la artillería a caballo del ejército británico, participando en las batallas de Salamanca, Burgo de Osma y Vitoria. Un inglés más centrado en el bien de su Corona. Nada memorable para nosotros si no fuese porque dejó escritas unas memorias sobre la “Peninsular War” -nuestra “Guerra de la Independencia”- publicadas por su esposa en 1859 Emma Lynn. Y por ellas sabemos que su unidad pasó por Las Merindades.

Real artillería montada
 
Describamos la situación del avance inglés y español en esos momentos. El día 11 el general Álava envió desde el cuartel general de Melgar de Fernamental un pequeño destacamento a Longa, que se encontraba en el valle del Nela, más allá del Ebro. Recalquemos que este río debía ser atravesado por las columnas de Wellington. Nada fácil en un ejército tan voluminoso y por un terreno tan escabroso. Se trataba, pues, de alcanzar el centro de Las Merindades antes que los franceses bloqueasen los accesos a través del Ebro. Tras el combate del río Hormaza, los ejércitos del rey José iniciaron su repliegue hacia La Bureba la noche del 12 de junio. Al objeto de poder reunir víveres se dispersaron delante del desfiladero de Pancorbo, con la intención de volverse a concentrar tan pronto como atacara Wellington.
 
Las cuatro columnas aliadas principales marcharon hacia el noreste para cruzar el Ebro por tres pasos diferentes. Alcanzaron el río el 14 de junio; al día siguiente, cuando la mayor parte de la fuerza lo había cruzado o estaba a punto de hacerlo, la caballería francesa envió unas patrullas de reconocimiento y descubrió la maniobra de Wellington. El alto mando imperial supuso, por ello, que las columnas aliadas se dirigían hacia Bilbao para seguir desbordando las posiciones francesas.

Infantería española
 
Recojamos en este punto las experiencias de Augusto Simón Frazer tras la voladura del castillo de Burgos y el abandono de esta ciudad por José Bonaparte -José I- el 13 de junio de 1813. En concreto partimos desde los párrafos escritos el 15 de junio a las 14:00 horas.
 
“Reanudo mi relato inacabado. Escribo ahora desde Valdenvieda (¿Valdenoceda?), un pueblecito situado junto al Ebro, en un valle rebosante de frutales y maíz. Marchamos esta mañana poco después del amanecer, y hemos pasado por un país muy abierto y salvaje. El camino desciende hacia el Ebro a través de un abismo rocoso entre dos montañas; al principio parecía tembloroso, y me pareció peor que ninguno de los que había visto: pero nunca podré contar nada parecido a una historia conectada si no vuelvo a nuestra visita a Burgos el día 13”. Que nosotros nos la saltamos. Anotemos también que los nombres de las poblaciones son un problema porque este coronel no se preocupó de anotarlos correctamente y los refleja, literalmente, como le suenan. Eso sí, el valle rebosante de frutales y maíz es, evidentemente, el Valle de Valdivielso. No lo cuenta, pero entendemos que quizá conociese Puente Arenas y El Almiñé al descender por el camino del Pescado, ruta de la Sal o calzada de El Almiñé.

Puente Arenas
 
Sigamos: “Salimos de Burgos a eso de las tres y nos dirigimos lo más aprisa que pudimos a Villadiego, adonde llegamos a eso de las siete, muy contentos de haber visto la roca en la que, como dijo Bonaparte, se habían estrellado las fortunas de la última campaña. Ayer pasé un día muy agradable en casa del mariscal Beresford. Tuvimos una excelente cena, servida en una soberbia vajilla. La mesa del mariscal es considerada la mejor del ejército; según nos han dicho, está provista por la Regencia de Portugal. Nuestro grupo era de ocho personas, y nada podía ser más agradable.
 
Todavía no he cruzado el Ebro, pero me he contentado con mirarlo. Las tropas se agolpan ahora en el desfiladero; un caballo cayó por el precipicio y murió (Debemos entender que habla del cañón de Los Hocinos). Hubo tal alboroto de cañones, dragones, infantería y equipajes que parecía que había vuelto el caos. En medio de la confusión nos entretuvimos viendo a los hombres subirse a los cerezos, de los cuales encontramos todo a la vez con un gran número. Nunca hubo transición más rápida; todo sobre rocas y estéril, todo en el valle exuberancia y abundancia. Si se dan cuenta hoy en día el cambio entre el páramo de Masa y el valle de Valdivielso produce la misma sensación.

Iglesia de Valdenoceda
 
Cuando veníamos anoche de casa del mariscal (entiendo que se refiere a Beresford de Villadiego), nos encontramos con el mayor Buckner, de la artillería, que acababa de llegar al ejército. Una persona recién llegada es como un hombre caído de las nubes, así que le di a Buckner una cama, y le puse en camino esta mañana hacia San Martín, en cuyo puente la tercera división de infantería cruzará hoy el Ebro. Estamos cerca del Puente Arenas; mañana veremos a todo el ejército en la orilla izquierda del Ebro”. San Martín de Humada podría ser un lugar donde envió a Buckner si no fuese porque está algo alejado del cauce del Ebro. Tampoco San Martín de Porres. ¿Quizá es la advocación de un pueblo? Puente Arenas tiene la de Santa María hoy. O ¿quizá San Martín de Elines en Valderredible? ¡Ni loco! También podría referirse a San Martín de Hoz de Valdivielso, o de Panizares, o de Quecedo o de Quintana de Valdivielso que están en este valle. Aunque, seguramente, se refiere al barrio de Valdenoceda tal y como apuesta Ricardo San Martín Vadillo y señala María del Carmen Arribas Magro. Además, es la población aledaña a Los Hocinos, cerca de Puente Arenas y parece un destino lógico.

Los Hocinos
 
La carta LIV la escribió desde Medina de Pomar el 16 de junio de 1813. Empieza declarando que “nunca hubo un valle tan romántico como en el que estuvimos ayer (Valdivielso); nuestra marcha de hoy acaba de sacarnos de él. Después de escribir ayer di un largo paseo con Dickson. No puedo imaginar nada más hermoso; lo habría llamado el valle feliz si mi esposa, mis hijos y otros amigos hubieran estado allí. Vemos que el paso del Ebro se hizo sin problemas y que las cartas no parecían estar destinadas a su esposa. Éstos no estuvieron, pero rosas, madreselvas y mirtos perfumaron nuestros pasos; habas, guisantes y legumbres de todas clases, en profusión. El valle tiene una legua y media de longitud, y contiene catorce aldeas. Está limitado a ambos lados, y casi en ambos extremos, por escarpadas montañas. Salimos de Valdenoreda -Valdenoceda, evidentemente- esta mañana poco después de las cuatro. Enviamos el equipaje antes, para pasar por el puente antes de que se llenara de tropas, y vadeamos el río en una parte donde es muy rápido. A lo largo de una legua, nuestro camino discurrió junto al río, que atraviesa un barranco formado por los más audaces riscos, cubierto en muchos lugares de árboles y arbustos tan exuberantes que uno no puede menos de preguntarse cómo pueden crecer allí. Los Hocinos.
 
En este momento he ido a ver pasar a la primera división. Es parte del cuerpo de Graham, y no la había visto últimamente. Los hombres tenían buen aspecto. Las curiosas figuras de la dama y otros seguidores, de todas las divisiones, son indescriptibles. No pude evitar observar que la única cara sonriente que pasaba era la de una niña de tres o cuatro años; la niña estaba atada a un asno con una cuerda, y se divertía jugando con el extremo de la misma.

Medina de Pomar
 
Por primera vez en la Península he oído hablar bien de los franceses; 4.000 de ellos estuvieron aquí (Medina de Pomar) la semana antepasada; un hombre de aspecto respetable me acaba de decir que el general francés al mando (D'Aroux le llamaba) era un hombre excelente, y que había puesto centinelas en todas las casas de vino, y mantenía a las tropas en orden. Aquí había tres generales y una división. La mayoría de las casas estaban cerradas cuando entramos, y todos los rostros parecían tristes. Mi alojamiento es en una casa deshabitada; estaba cerrada, pero la mujer de la casa me trajo la llave, y fue muy cortés. Poco sabemos del enemigo en este momento, por extraño que parezca, no estamos seguros de quién comanda su ejército: si el mariscal Jourdan o el General Cazan; José Bonaparte es, por supuesto, el comandante nominal, pero meramente nominal.
 
El enemigo está indeciso, sus planes parecen desconcertados por nuestro repentino avance. Sabemos que está angustiado por las provisiones. Todo el maíz seco del pequeño valle que dejamos hoy (Valdivielso) ha sido llevado a Breveisca (Lease “Briviesca”). El país adyacente probablemente ha sido igualmente drenado. Creemos que Miranda y Vitoria serán abandonadas por falta de provisiones, y es posible, si podemos avanzar rápidamente, que Pampeluna (Pamplona) no reciba una guarnición por falta de suministros. Sabemos, por una carta interceptada, que el enemigo tiene grandes temores a causa de Pampeluna (Pamplona), y que sus dificultades con respecto a los suministros son muy graves; nuestros propios suministros pueden ser limitados, aunque esperamos que se pueda establecer una comunicación abierta con Santander, a sólo catorce leguas de aquí (El cálculo de esta distancia es errónea si, como supongo, emplea la legua imperial de 4`8 km.). La Guerrilla de Longa, con 4.000 hombres, está cerca; Mendizabel también lo está. Espoz y el Empecinado están en Aragón; los dos últimos se han visto obligados a retirarse rápidamente. Se dice que una de las columnas de O'Donnel (de 15.000) viene del lado de Madrid; tal es nuestra situación actual. Parte de nuestro ejército ha sufrido privaciones parciales, pero nunca ha carecido de pan más de uno o dos días, y estos casos han sido raros, y posiblemente han ocurrido más por falta de previsión que de medios de transporte. La calle (de Medina de Pomar) bajo mi ventana está atestada de mulas, y hay ruido y bullicio suficientes para trastornar la cabeza más sensata... Adieu”.

 
No terminó ahí sus referencias a Las Merindades, sino que su carta LV estuvo también fechada en nuestra comarca. Casi a la salida de la misma porque fue en Berberana el 18 de junio de 1813 y a las 21:00 horas. Procedamos:
 
“Hemos estado completamente ocupados desde el mediodía hasta las 7 p.m., y una tarde más fría rara vez se produce en noviembre en Inglaterra; viento del norte, con lluvia ocasional. Marchamos esta mañana desde San León (¿San Pantaleón? Vemos que no nos cuenta al detalle sus movimientos como si de un diario se hubiese tratado. Lo cual resulta una pena porque nos deja sin contar su desplazamiento desde Medina de Pomar hacia San Pantaleón de Losa. ¿Visitó Medina? ¿Subió a ver el Atlante de San Pantaleón? ¿Por qué caminos pasó?), y pensamos en poco más que tomar nuestros cuarteles tranquilamente aquí, pero el enemigo debe necesariamente disputar el punto, y mostrando cerca de 16.000 hombres, nos obligó a tomarnos la molestia de hacerle retroceder. Los franceses son compañeros galantes y realmente hacen bien su parte (¡Anda que no es engreído en inglesito!). El asunto de hoy fue cerca de Osma (una población de Álava junto a Berberana), a una milla y media. Hubo muchos disparos, pero pocas pérdidas por ambas partes. La primera vez que vimos al enemigo, cerca de Osma, volvió a la carga, mostrando seis escuadrones y otros tantos batallones, pero de repente regresó con extrema vivacidad y se convirtió en atacante a su vez. Esto fue probablemente para descubrir nuestra fuerza; sin embargo, no nos encontró de ninguna manera dispuestos a girar, y se retiró de nuevo. Nuestra división ligera fue destacada esta mañana temprano para tratar de cortar el paso a algunos batallones enemigos que regresaban a través de las montañas hacia Espejo. 

Tumba de Augustus Frazier

La división se encontró con tres batallones cerca de Villa Neuva (¿?), a media legua de Espejo: cargó contra un batallón, tomó unos 200 prisioneros y el equipaje de los otros dos batallones. Ni los detalles de este asunto, ni los del nuestro de hoy, se conocen claramente en este momento, pero escribo por si no tengo otra oportunidad. En efecto, sospechamos que el marqués enviará una relación de su paso por el Ebro. Orduña es nuestra por las operaciones de hoy; nuestro movimiento para mañana no se conoce todavía”.
 
 
Bibliografía:
 
“Cartas de Sir Augustus Simon Frazer, KCB, comandante de la artillería real a caballo durante la Campaña Peninsular y Waterloo”. Publicadas por su esposa.
Historia militar de San Sebastián.
Real Academia de la Historia.
“En vísperas de la Batalla: estrategias y planes operativos”. José Pardo de Santayana. Sobre la batalla de Vitoria.
“Viajeros por Las Merindades”. Ricardo San Martín Vadillo.
“Las Siete Merindades de Castilla Vieja. Valdivielso, Losa y Cuesta Urría”. María del Carmen Arribas Magro.
 
 

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