Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 15 de junio de 2025

El campo de aviación de Villarcayo.

 
Hoy hablaremos de un lugar que ha pasado a la pequeña historia de los últimos casi cien años de la merindad de Castilla la Vieja como el “Campo de aviación”. Un sintagma que repetimos los que pisamos la zona sin comprender lo que significaba, empleándolo sólo como un nombre, como si fuese “campodeaviación”, todo junto. ¡Incluso figura así en los mapas oficiales! Cuando de niño empecé a comprender lo que significaban esas palabras no lograba entender por qué hubo un aeropuerto allí. Luego lo supe: la más cercana guerra civil.

Campo de Aviación siglo XXI
 
Nuestra última guerra civil estalla en julio de 1936. La nación se fracciona y -dado que es el tema de esta entrada- con ella la aviación militar. De los aproximadamente 300 desfasados aviones militares españoles, unos 90 quedaron en manos de los rebeldes. Una proporción de cuatro a uno a favor del gobierno. El reparto de los pilotos también fue favorable a la república. Dada la evidente inferioridad, agravada posteriormente por el envío a la II República Española de modernos cazas y bombarderos soviéticos, los facciosos pedirán ayuda a la Italia de Benito Mussolini y a la Alemania de Adolf Hitler. Reclamaban aviones, combustible, repuestos, municiones, bombas, pilotos y personal especializado; y necesitaban trasladar el Ejército de África, al mando de Francisco Franco Bahamonde, para sumarse a las tropas del General Emilio Mola.
 
El 24 de julio de 1936, Franco solicitó al agregado militar italiano en Tánger que Mussolini remitiera, al menos, doce aviones de transporte, otros tantos aviones de reconocimiento, diez cazas y 3.000 bombas, más cuarenta ametralladoras antiaéreas y al menos cinco barcos de transporte. En principio el Duce se negó, pero fue convencido por su yerno Galeazzo Ciano. El 27 de julio de 1936 se ordena enviar doce bombarderos pesados Savoia Marchetti SM-81 trimotores al Marruecos español con pilotos y especialistas italianos voluntarios. Para evitar incidentes diplomáticos, se fingió la venta de los doce aviones, sin insignias, al periodista español Luis Bolín. Las tripulaciones italianas recibieron ropa de civil y documentos falsos. Llegaron solo nueve naves que empezaron el traslado de tropas a la península.

FIAT CR-32
 
Mussolini fue incrementando su ayuda militar mediante aviones, pilotos, especialistas e instructores. El 14 de agosto de 1936 arribaron a Melilla en barco una docena de biplanos Fiat CR-32. Y a finales de agosto, con otros contingentes de CR-32, se formó en Cáceres el Escuadrón “Cucaracha”, que luego se convirtió en el XVI Grupo de Combate. Aún en lo que respecta a los interceptores, en abril de 1937 se formaron el XXIII Grupo “Ace di Bastoni” y el VI “Gamba di Ferro” (Pierna de Hierro). Los CR-32 también equiparán al X Grupo de combate de las baleares y al Escuadrón Autónomo de Caza y Ametralladoras Arrows. En cuanto a las especialidades de reconocimiento táctico y asalto, la Aviación Legionaria Italiana se equipó con los biplanos Romeo RO-37 bis, que formaron el XXII “Gruppo Linci” y, a partir de abril de 1937 fueron llegando los grandes monoplanos de asalto Breda BA-65 que formaron el sexagésimo quinto (65) Escuadrón de Asalto enmarcado en el Grupo XXXV. La aportación italiana en el sector del bombardeo aéreo incluyó noventa y nueve SM-79 más modernos entre otros tipos de aeronaves.
 
En total, durante el conflicto, los "italianos" totalizaron 135.265 horas de vuelo, completando, entre otras cosas, 5.318 bombardeos durante los cuales se lanzaron 11.524 toneladas de bombas y disparando más de un millón de cartuchos de 12`7 mm y 7`7 mm. Actuaron contra concentraciones de tropas, centros ferroviarios, viales y logísticos del enemigo, los principales puertos y las ciudades en manos de los republicanos. A pesar del artículo 25 de la convención de La Haya de 1907 que prohibía el bombardeo de localidades o viviendas que no estuviesen defendidas por tropas armadas.

Campo de Aviación de Villarcayo-Villacanes en 1946
 
Para la ejecución de la tarea que acabamos de indicar en el Frente Norte fueron necesarios varias zonas de aterrizaje. En nuestro caso el Campo de Aviación de Villarcayo. Un Campo de aviación es una zona del terreno aplanado donde se realiza el despegue y aterrizaje de aeronaves. Sin mucha infraestructura, las avionetas aterrizan aproadas al viento y donde, como mucho, puede encontrarse una manga de viento.
 
La pista de Villarcayo surgirá tras el descalabro italiano en la ofensiva de Guadalajara de marzo de 1937. Una gran parte de los efectivos del CTV -las tropas italianas- fue enviado al norte de Burgos y alrededores en previsión de la ofensiva destinada a suprimir la zona norte republicana. Tendremos por aquí pululando 25.000 soldados italianos hasta el 14 de agosto. La Aviación legionaria se desplegará en las bases aéreas de Vitoria, Saldaña, Logroño y Villarcayo. La nuestra fue construida en la primavera de 1937 sobre tierras de cultivo expropiadas a las localidades de Villarcayo, Villacanes y Cigüenza y operada, únicamente, por unidades de la “Regia Aeronautica”. En la tarea de acondicionamiento, participaron vecinos, incluidos los de la cercana Medina de Pomar. “Durante un par de semanas, acudió mi padre, como “voluntario forzoso” a trabajar en la explanación de dicho campo. Salía al amanecer de la granja, llevaba comida y no volvía hasta la noche” contaba un entrevistado a Carlota Martínez.

Valerio del Campo junto a un Chirri 
de la escuadrilla "Pierna de Hierro"
 
En el aeródromo de Villarcayo habrían estado destinadas la trigésimo primera y trigésimo segunda escuadrillas de cazas bajo el mando de los comandantes Mezzetti y Mariotti. Pilotarán el Fiat CR-32 que era un caza biplano monoplaza equipado con dos ametralladoras de doce milímetros. En España estos aparatos fueron conocidos por su apodo de “Chirris”. El otro modelo desplegado en este aeródromo sería el RO-37 (Romeo 37), que realizaba labores de observación escoltado por CR-32. Del Romeo estuvieron dos “squadriglias”: la centésima vigésimo octava (128) y la centésima vigésima (120).
 
Los Fiat CR-32 no fueron interceptores muy rápidos, pero derribaron casi el cincuenta por ciento de los aviones republicanos, incluidos cazas I-15 (Chato) e I-16 (Mosca o Rata) soviéticos. Y eso que los I-16 superaban técnicamente a los He-51 y los CR-32, aunque fueron superados por los ME-109 alemanes. En concreto, en la primavera de 1937, los republicanos contaban en el frente de Vizcaya con una veintena de Chatos operativos, cifra muy similar a los Chirris y ME-l09-B existentes en Vitoria. Durante la guerra los aviones de la Legión Italiana destruyeron 943 cazas, bombarderos y aviones de reconocimiento republicanos y de los aproximadamente 730 aviones utilizados por Italia, quedaban 276. En mayo de 1939 los italianos vendieron sus vehículos al ejército vencedor y regresaron a su país.

Romeo-37
 
Los cazas asentados en Villarcayo solían salir en labores de escolta de los aviones procedentes de otras bases aéreas como en el caso del 12 de julio en el entorno de Cilleruelo de Bezana. Allí seis aparatos SM-81, escoltados por los Chirris de Villarcayo, incendiaron el bosque en tomo a Virtus, la estación de Soncillo, Cilleruelo de Bezana y el puerto del Escudo.
 
Por su parte, los RO-37 al finalizar la batalla del Ebro se incorporaron a la aviación española, en la que cumplieron servicio durante más de dos décadas. Este modelo era biplaza y estaba equipado con dos ametralladoras frontales de 7`7 mm y otra móvil dispuesta en la cabina trasera. Estaban diseñados para transportar hasta 12 bombas de 15 kilos. De los veinticuatro aparatos que fueron enviados a España, el ejército italiano perderá cinco, uno de ellos en Villarcayo.

Gamba di ferro 

El recorrido de los Romeo hasta llegar a Las Merindades partió de Guadalajara, luego el aeródromo de Lacua (Vitoria) y, posteriormente, estas “squadriglias” fue trasladada al aeródromo cercano a Logroño de Recajo. Los primeros aeroplanos llegan a Villarcayo: Once CR-32 el diecinueve de junio desde Salamanca y cinco RO-37 desde Logroño al día siguiente. El seis de julio llegará otro CR-32. Ya el diez de agosto se enviaron diez RO-37 desde la base de Vitoria y otros dos desde Logroño. Al día siguiente lo fueron nueve RO-37 desde Logroño y el trece llegaron cinco CR-32 desde Saldaña, todos necesarios para la operación de asalto a Santander. El lunes 16 de agosto despegaron de Villarcayo quince RO-37 para bombardear Corconte lanzando 300 bombas de 12 kg cada una. En 17 de agosto las tropas italianas llegaron a Orzales y conquistaron su aeródromo. A partir de ese momento, este aeródromo fue utilizado por la Aviación Legionaria Italiana y la aviación franquista en su avance.
 
Los RO-37 volaron misiones casi a diario durante su estancia en el aeródromo de Villarcayo. En esas acciones recibían cobertura y protección de los CR-32. Esto no evitó que se produjeran algunos accidentes. Por ejemplo, el 17 de agosto, en plena ofensiva, El RO-37 de Giuseppe Malvico y Giorgio Busa colisionó con el caza CR-32 de Adamo Giuletti mientras ambos intentaban aterrizar en Villarcayo. Dos de ellos tenían el rango de teniente y aunque fueron trasladados rápidamente al hospital de Villarcayo, no se pudo hacer nada por su vida. Ese hospital militar estaba en la calle San Roque. Los restos de una avioneta quemada quedaron muchos años en el imaginario de los vecinos del lugar.

Capitán Ernesto Botto
 
Hay que destacar el paso de una eminente figura de la aviación internacional por este aeródromo, como fue el Capitán Botto, conocido por su apodo “Gamba di Ferro”. Llegó a España en abril de 1937. El VI grupo cazas se configuró el 3 de mayo y el mando fue otorgado al mayor Eugenio Leotta (Apodado “Leonello”) quien moriría en combate al final de la Segunda Guerra mundial. El grupo consistió en las dos “squadriglias” citadas: trigésimo primera (31) comandada por el capitán Luigi Borgogno (apodado “Berigni”) y la trigésimo segunda (32), comandada por Botto.
 
El grupo en general se denominó primero Leonello, por su comandante, y más tarde Diavoli Neri. El 5 de julio fueron trasladados de Soria al aeródromo de Villarcayo. El 10 de julio se bombardeó la zona de Villaverde de Trucios en una acción combinada. Doce bombarderos Savoia S-81 del grupo vigésimo primer Stormo BT partieron de Soria y enlazaron con la escolta de cazas Chirris CR-32 del grupo VI C.T. de Villarcayo.

 
La ofensiva sobre Cantabria se inició el 14 de agosto, teniendo el CTV como primer objetivo la captura del puerto del Escudo, en torno al cual se produjeron feroces combates, para lo cual fue preciso el vuelo casi constante de la Aviación Legionaria para batir las líneas defensivas republicanas y escoltar a los pesados bombarderos Breda. El 16 de Julio comenzaron los enfrentamientos en torno al monte de La Maza, donde el capitán Botto y cinco cazas más, en una de las labores de escolta de los RO-37, fueron atacados por aparatos soviéticos, pero salieron ilesos. Los enfrentamientos fueron constantes. Durante la ofensiva de Santander Botto llegó a volar hasta cinco misiones al día. Las condiciones atmosféricas parece que dificultaron las operaciones de la aviación, aunque en el día 20 se registró un enfrentamiento entre miembros del sexto grupo de caza y varios aparatos de la mermada aviación republicana en el norte.
 
Las operaciones finalizaron para el 23 de agosto de 1937 y el 28 de septiembre serían enviados del Frente Norte al frente aragonés debido a las graves pérdidas de la aviación republicana en el norte, reducida a dos patrullas de Polikarpov I-16 y unos cuantos Polikarpov I-15. El día 24 se logró ocupar Torrelavega, ese mismo día las fuerzas republicanas deciden evacuar Santander y retirarse hasta Asturias y tras una breve pausa para reagrupar y organizar a las unidades, el 26 se ocupó Santander. Ese día llegaron desde Sevilla dos CR-32 a Villarcayo. Lo que contrasta con el traslado de veintiún CR-32 hacia Alfamen y diez RO-37 hacia Vitoria. En los once días de ofensiva se estima que la aviación legionaria realizó en conjunto 2.771 salidas, se arrojaron 453 toneladas de explosivos y derribaron a cerca de 50 aparatos republicanos.

 
Entre otros pilotos marcharon a Aragón el capitán Botto; el sottotentente Vittorio Barberis (alias Vittorio Fantini) que moriría en el frente de Aragón; el sargento Gaetano Bartolini que llegó a Villarcayo el 5 de julio y el 6 de agosto mientras escoltaba a unos RO-37 sería sorprendido por un grupo de chatos y ratas del que consiguió escapar con vida; y el teniente Edoardo Molinari Maggiore, que también habían realizado misiones de escolta desde Villarcayo de los RO-37.
 
Otro miembro de la “Gamba di Ferro” fue Valerio del Campo quien nos cuenta que los pilotos se levantaban para volar sobre las posiciones enemigas antes del amanecer y que “el 5 de julio, habiendo hecho las maletas, volamos hacia Villarcayo en el frente de Santander y finalmente nos encontramos en la zona de operaciones reales. Sabíamos que ese frente era bastante duro y que los oponentes eran feroces; algunos de nuestros camaradas de otros escuadrones ya habían luchado en batallas dignas de ese nombre y algunos habían perdido la vida. También sucedió que algunos de nuestros hombres habían derribado un avión civil lleno de gente pobre que tenía muy poco que ver con la guerra. En cualquier caso, teníamos que mantener los ojos abiertos y esperar el primer choque día a día. Los primeros días nos acomodamos un poco realizando vuelos de escolta de bombarderos en las zonas de Soncillo, Puerto del Escudo, Santander y el frente de Vizcaya. Fueron vuelos traicioneros porque estaban muy dentro de las líneas enemigas y un simple fallo habría sido suficiente para ponernos en manos del enemigo. Sin embargo, desde el punto de vista turístico había algo interesante, ya que la gran costa atlántica era agradable, sobre todo si se llegaba a ella a través de colinas sobrevoladas a baja altura. Santander, situada junto al mar, estaba rodeada por un ligero velo de niebla provocada por sus plantas industriales, pero debió ser una ciudad característica y tranquila con su paseo marítimo y las verdes colinas que la rodeaban y el océano azul oscuro.

Valerio del Campo en el 
Campo de Aviación de Villarcayo.
 
En Villarcayo nos hospedamos en un pequeño hotel donde Nati, nuestra bastante guapa camarera, se esforzaba por atendernos, un grupo de gente sin escrúpulos y de buen humor, sonriendo ante las ocurrencias e insinuantes bromas que todos le hacían entre pellizcos mientras, ocupados con los platos de gama, no pudo defender su retaguardia. Al fin y al cabo, ella también contribuyó en todo lo que pudo a que el ambiente fuera alegre y no carente de mucha alegría y ausencia de preocupaciones. Mi querido amigo Tinti y yo pasábamos nuestro tiempo libre en un bar donde escuchábamos canciones en inglés y aprendíamos español con unas chicas locales temerosas. Por la noche, todo terminaba en jolgorio y muchas veces hasta la vajilla y los platos volaban por el comedor, que al final quedaba reducido a un montón de chatarra. Eran formas de exuberancia exagerada, a veces de entusiasmo forzado que ciertamente no agradó ni siquiera a los españoles; pero hubo entre nosotros muchos ejemplos de esa juventud fascista que, para alabar al gran líder y a la guerra, dieron rienda suelta a sus orgullosas intenciones y expresaron su fe indiscutible en el gran líder y en la causa aún mayor, destruyendo todo lo que encontraron a mano”. El teniente Valerio del Campo fue promovido a capitán en noviembre y fue galardonado con una medalla al valor militar durante la campaña española.
 
Los aviadores disponían de dos uniformes: el de vuelo y el de paseo. El de vuelo lo constituían dos prendas principales, la cazadora y el pantalón ambos de color caqui con un forro interior desmontable de gruesa lana. Los pantalones serían de anchas pecheras y tipo bombacho. Todo estaba fabricado por la casa “Maus” de Turín. Las gafas en cambio estaban fabricadas por la firma “Protector”. El gorro, unos guantes y un pañuelo completaban el uniforme. Como calzado tendrían que haber llevado las botas de vuelo forradas en piel de cordero, pero preferían el uso de los zapatos del uniforme de paseo. Asimismo, en una funda de cuero guardaban los mapas de las operaciones. Por el contrario, el uniforme de paseo estaba compuesto tanto por una guerrera como por un pantalón y gorro de confección italiana siendo muy similar en color al español. La corbata era caqui y la camisa verde. La guerrera se diferenciaba de las españolas principalmente por tener costuras diferentes en las mangas y por tener una doble hebilla en el cinturón.

Savoia Marchetti S-81
 
Con la calma del Frente Norte tras la caída de Gijón el 21 de octubre de 1937, las tropas nacionales marcharán a Aragón. Esto hizo inútil el aeródromo de Villarcayo que sería abandonado. Recuerdo, ya a finales de los años setenta del siglo XX, una estructura rectangular de hormigón, con escalones en ambos extremos que descendían poco menos de un metro en la tierra, llena de basura cuya funcionalidad en ese descampado no llegaba a comprender. Hoy creo que pudo ser parte del aeródromo.
 
Finalmente, una reflexión: es curioso que sigamos llamando este lugar, tras más de 80 años, con el nombre de una actividad que duró menos de seis meses.
 
 
 
Bibliografía:
 
“Arrasaré Vizcaya. 2000 bombardeos aéreos en Euskadi (1936-1937)”. Xabier Irujo Ametzaga.
“El pensamiento aeronáutico de la aviación nacional en la guerra civil 1936-1939”. José Sánchez Méndez.
“La Presencia italiana en la Guerra Civil Española: El Corpo Truppe Volontarie en la provincia de Burgos”. Carlota Martínez Sáez.
“Breve historia de la aviación legionaria italiana en España 1936-1939”. Alberto Rosselli.
 Associazione Culturale 4 Stormo. 
“Viento fuerte del Norte. Los bombardeos italianos en Las Encartaciones, Las Merindades y Cantabria”. Javier de la Colina Aranceta, Javier de la Colina Menéndez y Fernando Obregón Goyarrola.
 

  

domingo, 8 de junio de 2025

Hemos leído “Villarcayo de MCV, 50 años de la fusión de 2 municipios”.

 
 
Esta semana pasada se ha estado celebrando los cincuenta años de la fusión de los ayuntamientos de Merindad de Castilla la Vieja y de Villarcayo para formar el actual. Estos días se han preparado visitas a las iglesias de numerosas pedanías, ha habido exposiciones y numerosas charlas y presentaciones.

 
Es ahí donde encuadramos la presentación del libro que traemos. Su autor es Jesús Eugenio Martínez González que ya tiene en su haber la obra titulada “Villarcayo Nela C.F. 50 aniversario 1973-2023”. No encontrarán su nombre en la portada sino escondido en una página interior.
 
El libro es de gran formato con abundantes fotos y facsímiles de documentos de la unión. Interesantes los documentos que nos reciben en sus primeras páginas donde leeremos parte de la intrahistoria de los pasos para la fusión. Resulta enternecedor encontrar textos escritos con aquellas ya olvidadas máquinas de escribir o -¡mejor aún!- manuscritos. Después, sucesivas columnas nos detallan, acompañadas con fotografías del momento, cómo fue la unificación.
 
Tras conocer a los distintos alcaldes del nuevo ayuntamiento en estos cincuenta años se revisarán las diferentes legislaturas que llenaron esos cincuenta años. Picará usted en las sorpresas que sucedieron y permitirá a la memoria repescar situaciones olvidadas: inundaciones, fiestas… o aquella candidatura formada por mujeres que, en aquellos lejanos “ochenta”, sorprendió en toda España.  

 
Los recortes de prensa de cada momento nos harán pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Y en lo que fue y nos enfadó o alegró. El libro no se olvida de los pueblos y de sus documentos, ni del equipo de futbol o de la escuela de música.
 
Editado por el ayuntamiento resulta una propuesta atractiva para rememorar cómo fuimos y cómo somos comentándolo en familia o con amigos. Un compendio de recuerdos siempre presente en nuestro salón cómo el álbum de fotos.
 
 
 
 

domingo, 1 de junio de 2025

Las letanías de Micaela Varona en su tiempo.

 
 
El diccionario de la Real Academia de la lengua española dice que la letanía es una oración cristiana que se hace invocando a Jesucristo, a la Virgen o a los Santos como mediadores, en una enumeración ordenada. Procede de la palabra griega “litanéia” que significa súplica. Es correcto, pero también es un acto de insistencia larga y reiterada. De forma coloquial, claro. Y, seguro, que piensan que esta serie sobre la monja villarcayesa es algo parecido a una letanía, ¿verdad?

 
Las letanías tienen una prolija tradición que permitía dar voz al pueblo en procesiones y rogativas. En su forma más antigua, las invocaciones son de carácter concreto y utilitario: “¡San Fulano, ruega por nosotros!; De peste, hambre y guerra, líbranos, Señor”; etc.
 
Por ejemplo, ¿a que les suena esta?:
 
“Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial,
(Respuesta) ten piedad de nosotros”.
 
Las letanías proceden de los primeros siglos de la cristiandad. Como han recordado al leer la arriba escrita, eran súplicas dialogadas entre sacerdote y fieles, y también se rezaban en las procesiones. Al principio eran súplicas dirigidas a Dios y con el tiempo se añadieron invocaciones a santos y a la Virgen María.
 
Durante la Edad Media el género evoluciona y aparecen letanías laudatorias, al estilo de las aclamaciones militares imperiales, donde cobra relieve la definición, la calidad y el elogio del invocado. Las más antiguas letanías a María propiamente dichas se encuentran en un códice de Maguncia del siglo XII titulado “Letania de Domina Nostra Dei genenetrice Virgine Maria. Ora valde bona, cotidie pro quacumque tribulatione dicenda est”, con alabanzas largas y en cada verso repitiendo el “Sancta María”. El ejemplo mariano más popular es la letanía llamada Lauretana -del santuario mariano de Loreto (Italia)-. En ella tenemos una serie de metáforas sacadas algunas de la Biblia y otras fruto del entusiasmo poético. Esta letanía mariana, en versión depurada, tuvo la aprobación del Papa Sixto V (1587), relacionándola con la devoción del Rosario. No debe olvidarse la función pedagógica de dicha letanía, o la del Nombre de Jesús, a modo de reparación y correctivo al difundirse la fea costumbre de la blasfemia. Esa Letanía Lauretana puede verse como un compendio del conocimiento hagiográfico popular de la Virgen María. La proliferación de letanías incontroladas, incluso extravagantes, llevó a la Santa Inquisición, en 1601, a refrenar la espontaneidad de los autores y cerrar el número de letanías aceptadas, aunque pronto hubo presiones para que la Congregación de Ritos aprobase algunas más.

 
Con los años las letanías avanzaron a ser casi parte del corpus teológico. Seguían buscando la contemplación emotiva de altos misterios: la eucaristía, la pasión de Jesucristo, los atributos divinos... pero de forma locuaz y fulgurante. Así Micaela Jerónima Varona dejó escrita una letanía teológica titulada “Heloxios” (elogios) a la Santísima Trinidad. Escribió: “Trátase de sus divinos atributos en general, y peticiones afectuosas; y en particular, de los misterios de la Pasión de Cristo, y del misterio del Santísimo Sacramento, y del Espíritu Santo. En forma de letanía. Se ha de responder a cada verso: “Todos te conozcan y te amen”.
 
Padre piadoso, Autor de la gracia,
Divino Amor mío, dulzura de las almas,
Señor Enamorado, que de amor eres todo,
Todo lo puedes y nada dificultas,
Medicina que curas toda llaga,
Imán que atrae a Ti los corazones,
Señor, que a los más pobres enriqueces,
Pastor divino, que entre los breñosos riscos buscas tus ovejas
………………………………….”
 
Esta letanía debía desarrollar el misterio trinitario discurriendo por cada una de las tres Personas: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Y aunque la parte de la súplica cede importancia a la enunciativa, nos encontramos que, a partir de cierta invocación, la respuesta “todos te conozcan y te amen” se vuelve cansina y se cambia por “abrásanos, Señor, en ese amor”. Se produce un nuevo cambio en la tercera sección, dedicada a la devoción eucarística, teniéndose que responder “en tu gracia todos te recibamos”.

 
En tiempo de Micaela la herejía de moda todavía era el jansenismo. Su nombre procede de Cornelio Jansenio (1585-1638), un obispo de Yprés (Bélgica) autor del libro teológico “Augustinus” que era un estudio de la doctrina de san Agustín acerca de la influencia de la gracia divina para obrar el bien, con mengua de la libertad humana. La gracia de Dios es concedida o rechazada de antemano, sin que las obras del creyente, puedan cambiar la suerte de su alma. Esta visión de la salvación se opone a la de los jesuitas, que defienden una gracia divina suficiente, que da al hombre todo lo que le es necesario para hacer el bien, pero que no puede tener efecto sino por la sola decisión del libre arbitrio.
 
¿Tanto duró la moda jansenista cómo para afectar en tiempos de Micaela? Pues sí; la razón de tanta vitalidad fue que, como en la polémica arriana, se enredaron cuestiones ajenas al problema inicial. En tiempos de fray Melchor y de la madre Varona, el jansenismo era más bien un movimiento intelectual ilustrado y reformista eclesiástico con ribetes políticos. Y bajo este aspecto, en la crisis social de la Compañía de Jesús, que terminó con la expulsión de los jesuitas de muchos países y, finalmente, con su supresión por el papa franciscano Clemente XIV (1773), el mote de “jansenista” se usó como sinónimo de antijesuita.
 
Lo que quedó fruto de esa polémica en muchos conventos de monjas fue un poso de desazón. Tanta práctica religiosa, tanto rezo larguísimo en el coro, las devociones, penitencias y privaciones de regla, ¿para qué servían? ¿aseguraban de algún modo la salvación? ¿se podía comulgar sin cometer sacrilegio? El reducto más típico del jansenismo teológico fue el monasterio de Port-Royal des Champs, cerrado y demolido finalmente por orden de Luis XIV (1709-1710), para contentar a los jesuitas. Estos por su parte promocionaron una devoción especial, el sagrado Corazón de Jesús, como supuesto antídoto frente al virus jansenista.

 
La nueva devoción se divulga en Francia, sobre todo a partir de santa Margarita María de Alacoque, antigua alumna de las clarisas y luego monja salesa, que en 1673-1674 tuvo una serie de revelaciones. La dinastía francesa, la del nuevo rey de España Felipe V, trae también su devoción al Corazón de Jesús a España. Entre las preocupaciones de Micaela, en su correspondencia, ocupan lugar importante las nuevas devociones. Por ejemplo, la carta de 15 de febrero de 1732, donde se hace referencia al papa sin citarle (Clemente XII), nombrando en cambio al rey don Felipe V, la ocasión es cierta devoción a San José, los viernes de 4 a 5 de la tarde, pidiendo por las intenciones del pontífice y del soberano.
 
Gracias al Altísimo el jansenismo no tocó Santa Clara de Medina. Las cartas de la madre Micaela sugieren una práctica eucarística normal, con las monjas comulgando a menudo. Nuestra protagonista en sus invocaciones revela su tendencia a un misticismo abstracto, trascendental, donde se aprecia cierto matiz determinista, atemperado en expresiones cálidas de confianza. Sólo en la oración final de rigor hay una mención explícita de la “gracia eficaz” sin mayor énfasis; gracia que en todo caso se da y no se niega a quien la quiere, como reza una de las invocaciones. Por lo demás, mantras en verso, desgranando un poema místico:
 
“Señor que das la gracia a quien la quiere:
nadie quitarte puede lo que es tuyo,
nadie te puede dar ni quitar nada,
pues Tú a Ti mismo debes lo que tienes.
 
Eres un solo Dios en tres Personas,
una esencia divina en ti contienes;
distintos son los nombres y personas,
y una sustancia encierras.
 
Tres las Personas, todas tres iguales...
 
Haz que todos te gocen, vida mía
 y no permitas que nadie se pierda.
 
Luego, según el programa, la referencia a Dios muta a una devoción más centrada en Cristo, más efusiva:
 
“Señor que estás rogando con tu amor;
convidándonos tú con el remedio.
Tú que nada de nadie necesitas,
sólo para favorecernos nos pretendes.
¡Sazónanos a todos con tu amor!
¡Oh qué dicha, Señor, que Tú nos comas!
Señor, siempre celoso de las almas,
Galán que andas rondando nuestras puertas:
Por tu amor, el morir no será mucho...
No puedes darnos Tú más que a ti mismo.
¡Quién supiese comerte cada día! ¡
Quién antes de ofenderte, aun en lo leve,
escogiera el morir una y mil veces!
Pan que estás amasado
con la más pura y más virginal leche...”
 
Toda letanía empieza por el Kyrie Eleison (una petición a Dios para que se compadezca de los hombres) y termina por una Oración deprecatoria. Esta de la madre Micaela Jerónima Varona pide “que a todos nos des los auxilios eficaces de la divina gracia”.
 
Bibliografía:
 
“El compás de Santa Clara. Viaje entretenido por un archivo de monjas castellanas”. Jesús Moya.
www.vatican.va
Blog “miel y langostas”.
Real Academia Europea de Doctores.
La Croix en español.