Habíamos
dejado a Fernán González cabreado contra su rey. Y demostrándolo mediante la
declaración de Castilla condado vasallo de León; construyendo una torre en Covarrubias;
y haciendo una aceifa contra tierras moras sin permiso del rey. Juntando todos
esos hechos, llegamos a la situación límite: la relación de Fernán y el rey
está rota.
Claro
que, dado el enemigo, Fernán necesita algún aliado y lo encuentra en el conde
de Saldaña, Diego Muñoz, cuyas posibilidades de expansión también se han visto
frenadas tras la apuesta de Ramiro II (898-951) por los Ansúrez. Diego Muñoz
ostentaba un buen puesto cortesano desde los años de la guerra civil. Mientras
que Fernán González y la familia Lara habían apostado por Ramiro, los Gómez (o
sea, Diego) habían tomado el partido de Alfonso Froilaz. Que perdió.
No
debió sufrir represalias por ello porque Diego Gómez poco después, en 934, cabalga
junto a Ramiro II. Es uno de los grandes magnates del Reino de León. Y también
se ve agraviado por el reparto de territorios tras la batalla de Simancas. La
creación del condado de Monzón tapona sus vías de expansión hacia el sur.
En
otras palabras, a Fernán González le resultó muy fácil que se sumase a la
rebelión. ¿Cuándo empezó el golpe? Pensemos que en 940 hubo una incursión mora
en tierras leonesas. No en Castilla o Álava. ¿Razones? Quizá atacar una zona
posiblemente mejor defendida para jugar con el efecto sorpresa; o quizá Fernán tenía
un acuerdo con los moros para chinchar al rey Ramiro -como sospecha
Levi-Provencal- y reforzarse en Castilla.
En la
tregua que León y Córdoba firman en 941 están Fernán y Diego Muñoz. Pero, tal
vez, este par ya estaba conjurado. Es en 943 cuando los condes Fernán y Diego
se lanzan a la aventura. No consta lo que hicieron exactamente pero en pocas
semanas estaban derrotados.
La
Crónica de Sampiro (Obispo de Astorga en el siglo IX) nos dice que fueron
encarcelados en febrero de 944. Parece que Ramiro II los venía teniendo
vigilados. Puede que agraciar a los Ansúrez fuese parte del plan contra Fernán
González. Si no hay noticia de grandes convulsiones, es porque no las hubo. A
Diego lo encierra en Gordón (norte de León) y a Fernán, mucho más peligroso, lo
encarcela en la propia capital, en León. Este peligro no solo vendría del
control que ejercía sobre una tierra alejada del centro del reino sino también
del parentesco que les unía al ser cuñados. Fernán era viudo de una hermana de
la actual esposa del rey.
Castillo de Saldaña s. XIX |
Ramiro
II nombra sucesores en esos condados: en Castilla pone a su hijo Sancho, “el
Craso” por sus gorduras. Y para asesorarle tendrá a quien más podía molestar a
Fernán, Assur Fernández, el conde de Monzón, el eterno rival del castellano
hozando en su terreno.
Y
podríamos decir que Ramiro II es un blando porque en León ese no parecía un
castigo regio. Fernán González se salva de que le saquen los ojos. Y le maten
tras ello. Pero hay más: pocos meses después el rey exonera a los rebeldes. Fernán
González y Diego Muñoz serán perdonados, jurarán fidelidad al rey y ¡¡¡volverán
a sus posesiones!!!
¿Y eso?
Diego Muñoz, conde de Saldaña, pasó en prisión unos pocos meses y volvió a
desempeñar las mismas funciones que antes ejercía. Y Fernán González estuvo apenas
un año enjaulado. En la Pascua de 945 está ya en libertad y enseguida le vemos
actuando nuevamente como conde de Castilla.
Monumento a Fernán González en Navalcarnero |
Más
aún: como muestra de fidelidad al rey, una hija de Fernán, Urraca Fernández, se
casa con el heredero de Ramiro II, el infante Ordoño. Así, en poco más de un
año, los rebeldes se convierten otra vez en los más fieles magnates del rey. ¿No
es increíble?
¿Por
qué lo hizo Ramiro? Dicen que por razones militares al fortalecerse el
califato. Podría valer, sí. Pero chirría: a Diego Muñoz lo liberó antes de que
pudiera hablarse de un retorno del peligro cordobés. Y Fernán estuvo en prisión
más tiempo. Liberarlos escalonadamente ante un peligro inminente no suena bien.
Y si no había tal, ¿por qué les puso en libertad? Además, si nos fijamos, Fernán
González no era un señor feudal dueño de todo. Poseía sus tierras pero no la
región oriental ni los ejércitos castellanos, que estaban bien dispuestos bajo
el control del propio hijo del rey, Sancho, y del conde Assur Fernández.
Tuvo
que haber otras motivaciones que no se han reflejado claramente en los libros. ¿Cuáles?
Busquémoslas en el juego político del reino. Ante Ramiro II se presentaba un
reino que descansaba sobre el equilibrio de las grandes familias. Los condes
ahora eran auténticos poderes capaces de desplegarse sobre el territorio con
total autonomía. Y en la parte oriental de ese reino tenemos un espacio donde
tres grandes linajes -los Ansúrez, los Gómez y los Lara- acumulaban territorios
que ya eran más grandes que el Reino de Navarra, por poner un ejemplo. Y esto
es así porque han convertido el título administrativo de conde en hereditario.
Iglesia de escaño |
No es
un feudalismo pleno pero sí sus primeros estadios. Los reyes tendrán cada vez
menos capacidad de maniobra. Tanto Diego como Fernán lo comprendían porque, para
sellar su alianza, organizan el matrimonio de sus hijos: Gómez Díaz, hijo de
Diego Muñoz, se casa con Muniadona Fernández, hija de Fernán González. Diego,
además, se preocupa de que sus hijos emparenten con lo más granado de la
nobleza de la época, no sólo en Castilla, sino también en León y en Galicia. Y
Fernán casará a su hijo García con una hija de los condes de Ribagorza y a su
hija Urraca con el heredero del rey Ramiro.
¿Y no
temía el rey de León estas tendencias? sí. Por eso se preocupa de que Diego y
Fernán, para estar libres, le juren fidelidad. ¡Los dos condes cumplirán! Pero
no solo había problemas en Castilla, Galicia seguía poblada de nobles
levantiscos. Ramiro debía evitar una rebelión de magnates gallegos, una
rebelión de condes castellanos y una ofensiva musulmana a la vez, lo cual sí
hubiera acabado con el reino. El perdón a Diego y a Fernán no fue signo de
debilidad, sino de inteligencia política: Ramiro ha conjurado la rebelión; ha
apresado a los rebeldes; y ha sido magnánimo con ellos al soltarlos. Los
grandes linajes castellanos también han salido reforzados: sus cabezas visibles
no han pagado el desafío con la vida, no han visto mermado su poder, han vuelto
a sus posesiones y pronto empezarán a buscar relaciones diplomáticas con
Córdoba por su propia cuenta.
Ramiro II
era capaz de bregar con eso y con más. Pero el mantenimiento de un estado
voluntariamente transformado en inviable no puede mantenerse por mucho tiempo
si su argamasa es la circunstancial figura de un dirigente. (Bien podría
servirnos de ejemplo para casos actuales).
¿Y
Abderramán? Escocido por la derrota de Simancas (939) cambiará su estrategia:
expediciones de saqueo y derribo que conocemos como aceifas, razias o
algaradas. Al fin y al cabo, el califa no buscaba apoderarse de la mitad norte
de la Península sino mantener las propias posiciones y frustrar la repoblación
al sur del Duero. Recordemos: en 940 Ahmed ben Yala penetra en la llanura
leonesa; en 944 Ahmed Muhammad ibn Alyar llega hasta Galicia; en 947 un cliente
del califa llamado Kand sigue el mismo camino aunque es detenido en Zamora; en
948 otra en Galicia que arrasa Ortigueira… Curiosamente, todas se dirigen hacia
el occidente leonés. Por eso hay autores que, dado que Castilla no es atacada,
piensan que Abderramán pactó con Fernán González o –seamos patriotas
castellanos- pretendía llegar a algún acuerdo.
Fijada
la frontera con los reinos cristianos, Abderramán se aplicará a la acción
política en el norte al ser mucho más rentable que la guerra. El califa era
mestizo: nieto de la princesa navarra Oneca, que estuvo cautiva en Córdoba; la
reina de Navarra, doña Toda, era hija de esta Oneca cuando al fin volvió libre
a Pamplona; y doña Toda había preocupado casar a sus hijas (o sea, a las nietas
de Oneca) con lo más florido de la nobleza cristiana, incluido el propio rey
Ramiro de León, de manera que todos eran familia en mayor o menor grado.
Por
ello, Abderramán III reclamaba cierta preeminencia sobre los demás reinos de la
Península. ¿Cómo actúa sobre los jefes cristianos? Primero, imponiendo vasallaje
en Navarra. Y después, intrigando.
Avancemos
hasta cerca del año 949, con un Ramiro II en la cumbre pero con un cuerpo ya
muy baqueteado, deteriorado, y huele su muerte. Ramiro rondaba los cincuenta. No
sabemos qué le roía, de qué estaba enfermo. Empezó a sentirse mal después de un
viaje a Oviedo y fue una dolencia larga y penosa.
¿Sucesor?
Porque eso es importante en cualquier reino. De sus seis hijos, tres varones y
tres mujeres, había dos en condiciones de heredar el reino: Ordoño y Sancho.
Ordoño era hijo de Adosinda Gutiérrez y Sancho lo era Urraca Sánchez, la hija
de doña Toda de Pamplona. Los leoneses veían con mejores ojos a Ordoño, pero
doña Toda tenía puestas en Sancho sus preferencias. Cada uno de los infantes
encarnará las ambiciones de dos partidos distintos.
Enfermo
y preocupado por la sucesión Ramiro II golpeará a Abderramán III en Talavera bajo
la sombra de la sierra de Gredos. Era un punto estratégico para el emirato,
porque desde esta controlaba tanto Toledo como Mérida. En la primavera de 950,
cuando se movilizaban los ejércitos, Ramiro reunió a sus huestes y se puso en
marcha. Ganó como nos contó el cronista Sampiro. Fue la última victoria del
rey.
Ese
verano del 950 ejercerá la regencia su hijo primogénito Ordoño, que será el
sucesor. En enero de 951 abdicó Ramiro II. Algunas semanas después moría. Se
evitaba así una duplicidad en la corona o en las influencias. Mejor para Ordoño
III. Un problema menos.
Bibliografía:
“Moros
y Cristianos. La gran aventura de la España Medieval” por José Javier Esparza.
“Historia
de España” ed. Salvat.1994
“Atlas
de Historia de España” Fernando García de Cortázar.
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