La mirada se pierde en la lejanía, campos de
amarillo trigo cubren todo el contorno. Sólo la mole de la villa junto a la
calzada (ramal de la Vía Aquitana) rompe la monótona superficie. La villa cuyo
primer propietario desconocemos. Una villa que nosotros desconocemos. La villa
que no nos señalizan pero que permanece, sufrida, en San Martín de Losa, en la
carretera de Quincoces de Yuso a Berberana.
Vista aérea de Los Casarejos y sus habitaciones (Google) |
Debemos retroceder a la década de los 80 del
siglo XX para ver una intensificación de los estudios sobre arqueológica romana
en Burgos. Se centran en los castros y las villas que son dos tipos de
poblamiento muy abundantes. Nosotros nos fijamos en las villas -que es de lo
que va el artículo- tal y como ya hicieron J.L. Argente en la villa de Barios
de Valdearados; Abásolo en Salinas de Rosío; y, otra vez, Abásolo y,
posteriormente, Mercedes Torres, María Ángeles Gutiérrez y Rosalía Incera en esta
de San Martín de Losa.
Fruto de la conquista llegaron al territorio de
Las Merindades –terreno cántabro o Autrigón- los esquemas de ocupación
territorial romanos y la potenciación de las actividades agropecuarias en aquellas
zonas más propicias. En nuestra comarca no parece que se llegaran a hacer repartos
de tierras a colonos, ni creación de ciudades ex novo. Aunque sí que había
poblaciones de cierto tamaño cerca como Area Patrianini (¿Noceco?), Salinas de
Rosío, y Uxama Barca (Osma de Valdegovía) entre otras. Otro factor a tener en
cuenta es la red viaria y sobre ello podemos decir que por Las Merindades
pasaban tres calzadas romanas y múltiples caminos de menor rango. Concretamente
la que une Flaviobriga con Uxama Barca pasa cerca del yacimiento de los
Casarejos.
La ubicación de esta villa de los Casarejos en zona
agrícola continuamente cultivada ha permitido su recuerdo –pensemos en la débil
capa vegetal que la cubría- pero, a su vez, ha hecho que sus estructuras
arquitectónicas, sobre todo en el ala este de la vivienda, estén destrozadas.
Sucesivas campañas de investigación ha
desenterrado diversas cámaras de la edificación algunas de las cuales fueron
protegidas con tejavana. Al parecer se recrecieron los muros de tal forma que han
surgido problemas a la hora de saber claramente dónde estaban las entradas a
las habitaciones. Indica Mercedes Torres en su trabajo de 1997 que “Los mosaicos, arrancados para su restauración y consolidación, se
encuentran en la actualidad fragmentados en una nave del dueño de la tierra,
junto con patatas y aperos de labranza. El último de los arrancados, el del
ábside, está todavía sin consolidar”. Tras un parón asumieron la
investigación (1989) Mercedes Torres, M. Ángeles Gutiérrez y Rosalía Inciera
que la abandonaron en 1991 por desavenencias entre el dueño de la finca y la
Administración. ¡A la basura el proyecto de consolidación y restauración, a la
basura el patrimonio arqueológico de Las Merindades y el conocimiento, por
todos, de nuestra historia!
Volvamos al tema. Estas investigadoras se
centraron en una limpieza en profundidad de toda el área excavada y el análisis
de zonas parcialmente estudiadas. Levantaron la cobertura del Baño privado que
se había hundido en su parte central porque el derrumbe afectaba a las
estructuras conservadas. Buscaron delimitar el perímetro total de la
construcción mediante las prospecciones geofísicas efectuadas en junio de 1990
por la Empresa “Prospección e Ingeniería”
de Madrid. No se obtuvieron resultados definitivos por lo cual podemos soñar
con que hay más restos bajo los cultivos.
El inmueble estuvo bien construido, asentado
sobre la roca natural, en una pequeña elevación ligeramente inclinada hacia el
este. La roca está retallada en varias zonas para permitir un mejor ajuste de
los materiales de construcción, sin que medie entre ambos ningún tipo de
argamasa.
Los muros exteriores eran de piedra de regular
tamaño y los interiores de pequeñas piedras unidas con argamasa. Señalar que los
muros del tepidario y el praefurnio, el horno de las termas, son más gruesos.
Tampoco nos creamos… es una casa pequeña (una hectárea
aproximadamente) lo que traducido serían 10.000 metros cuadrados, -un campo de
futbol y pico- organizada mediante un gran patio central. Una estructura
típicamente romana. Al patio central parecen abrirse dos pasillos para los
sectores Oeste y este. Al Noroeste se sitúan las dependencias termales; el ala oeste
alberga la parte residencial de reducidas dimensiones. En el lado este del
patio, con un gran pasillo de acceso, se localiza la parte rustica de la villa.
Es la zona poco trabajada por las desavenencias ya indicadas. Y al sur, fruto
de la distribución simétrica del edificio, podrían haber existido más
habitaciones en el mismo eje del frigidario y que habría contado con un acceso
en este sector.
Siguiendo el plano vemos que las habitaciones G
y H comparten un pasillo en “L” que tuvo pavimento de mosaicos que, a su vez,
desemboca en el pasillo que bordea el patio. La habitación I parece cerrar la
construcción en el lado oeste. La habitación G, de planta casi cuadrada, de 16`55
metros cuadrados, cubierta con mosaico, podría haber sido un cubículo o
habitación. Igual la H (3,10 m por 6, 72 m).
La habitación I constituye una estancia con
cabecera en forma de ábside, pavimentada con mosaico, de 7`18 m de anchura por
11 m de longitud en el punto más abierto del ábside. Se accede directamente
desde el peristilo. Al fondo de la estancia, en el punto de arranque del
ábside, una hilera de bloques rectangulares de piedra, perfectamente escuadrados,
sobresalen ligeramente por encima del nivel del pavimento de la habitación,
quizá con el fin de resaltar su forma. Claro que el muro del ábside se ha
perdido en buena parte y su trazado se reconstruye gracias a la roca natural
que le sirvió de asiento y por la forma del mosaico. Diremos que es la
habitación más importante de la vivienda con clara función de representación -un
oecus o un triclinio-. Idea respaldada por la forma y la calidad del mosaico
que la cubría.
Al Noroeste se localiza el balneum, la ya
referida zona de baños, formado por las estancias A, B, C, D y, relacionadas con
ellas, las habitaciones E y F. Constituyen un bloque diferenciado. La habitación
A, la mayor de todo el conjunto, de 8`60 x 9`10 m y pavimentada con mosaico,
presenta a lo largo de todo el muro sur, y en parte de los lados este y oeste,
un zócalo formado por grandes lajas de piedra bien escuadradas, posiblemente
revestidas de opus signinum. Un material de construcción consistente en tejas
partidas en trozos pequeños, mezcladas con cemento, y luego golpeadas con un
pisón que daba un resultado muy sólido.
En el lado este habría un rodapié, adosado al
zócalo que vendría a coincidir con el final del muro suponiéndose la apertura
de una puerta en este lado. Podría corresponder a un banco corrido. ¿Por qué?
Por la ausencia de cimentación al estar, el banco, apoyado directamente sobre
el mosaico. Sin embargo, hoy, después de la consolidación de los muros, no se observa
la entrada por el este. En cambio, sí parece existir una posible comunicación
en el lado oeste, entre esta habitación y la F. Cosas de la arqueología.
Se trataría, así, de un apodyterium (vestuario).
Al norte se encuentra la piscina de agua fría, de forma hexagonal, provista de
tres escalones, con revestimiento de opus signinum, finalizando en su parte
inferior en la típica moldura de media caña, con desagüe en el lado oeste. Presenta
buen estado de conservación aun cuando muestra algunos desperfectos en los
escalones.
La habitación B, rectangular y originariamente pavimentada
con mosaico, de. 3`76 m de longitud por 5`78 m de anchura, tiene un hipocausto –la
castellana “gloria”- relativamente bien conservado. Presenta, en el muro que
comparte con la habitación C, tres aberturas para permitir el paso del aire
caliente entre ambas. El pavimento de la estancia se asentaba sobre columnas de
ladrillos refractarios, apoyados sobre un suelo de arcilla apisonada. Estas columnas
están formadas por dos ladrillos rectangulares unidos entre sí por una fina
capa de mortero. En algún caso se conserva el arranque de bovedillas de
ladrillo sobre las que irían las suspensurae que sirven de base al suelo. Esta
habitación se interpreta como el tepidario, habitación de paso entre el baño
caliente y el baño de agua fría.
La habitación C, de 4`50 m por 4`50 m, es
cuadrada al exterior, mientras que por su interior adopta forma octogonal.
Además de su comunicación con la habitación B muestra en el muro sur dos
salidas de aire caliente hacia la habitación E, de la que hablaremos más
adelante. Provista de hipocausto, conservado en parte, cabe destacar en su
interior la presencia de una piscina de forma hexagonal, de poca profundidad,
situada al fondo de la habitación, a nivel del suelo, directamente sobre el canal
interior del praefurnio, la cámara del horno.
La bañera, del tamaño de la habitación nos
delata el caldario. No se han encontrado restos de conductos en las paredes que
permitan suponer la ascensión de aire caliente a través de las paredes. Bueno, en
la habitación B hay una serie de ladrillos en forma de U, colocados entre la
suspensurae y el suelo preparado para instalar el mosaico. Uno de los pocos
ejemplos más de estas formas excepcionales de piscina, octogonal, se documenta
en la villa de Requejo (Zamora).
La habitación D (3`80 m por 4`50 m) corresponde
a la cámara de calefacción –ese citado praefurnio-, dotada con el horno, que
alimenta a los hipocaustos de las habitaciones B y C. De forma prácticamente
cuadrada, se dispone a continuación del caldario, abriéndose la boca del horno,
de unos 50 cm de anchura, probablemente en forma de arco, en la mitad del muro.
La boca del horno iría cubierta con una puerta metálica o, más posiblemente,
con una gran losa de piedra.
Sobre las habitaciones E y F hemos indicado la
posibilidad de estar relacionadas con el conjunto termal, si bien resulta
problemática su funcionalidad. Ambas estancias se comunican mediante aberturas
en los muros con el caldario y tepidario respectivamente. La habitación F, de
dimensiones reducidas y planta cuadrada (4`00m por 3`82m), estaba pavimentada con
grandes losas de piedra de las que aún puede verse alguna in situ en el ángulo
Sureste. En el muro oeste aparece adosada una estructura rectangular, asentada sobre
una base de pequeñas piedras, que hace pensar en la existencia de un hogar, idea
reforzada por la presencia de abundantes cenizas y varios fragmentos de
cerámica común. Cabría interpretarse como una pequeña cocina.
Existen referencias de autores clásicos, Vitrubio
entre otros, acerca de la presencia en las villas rústicas de una pequeña
habitación cerca del tepidario utilizada como cocina; de ahí que se le haya
asignado esta función. Otra función, derivada de su situación, aunque menos
verosímil, sería la de laconicum (un baño de vapor), ya que ésta suele aparecer
frecuentemente acoplada al tepidario tal y como sucede en este caso. Sin
embargo, la presencia de esta sala no es frecuente en baños privados. ¿Cocina o
sauna?
La habitación E habría que relacionarla con la D,
el praefurnio, a pesar de no presentar ninguna vía de comunicación entre ambas;
de unas dimensiones de 6`80 m por 4`30 m, sería el lugar de depósito de
combustible, almacén, etc. En este sentido, está constatado, en ciertas villas
la presencia de una habitación, situada al lado del horno y del caldario, con
esta finalidad. Estos dos ambientes han proporcionado algunos fragmentos de
hierro, cerámica común y sigillata.
La sucesión de las habitaciones se ajusta a su imagen
clásica. Así, los bañistas recorrerían un cierto número de estancias para
llegar al caldario y después volverían haciendo el mismo recorrido hasta el
apoditerio. Constatemos que estas termas no fueron alteradas en su tiempo para otros fines industriales. Los ocupantes usaron los baños durante la ocupación de la casa y, aparentemente, su filiación cristiana no impidió el disfrute de estos elementos de respetabilidad social.
Las estructuras descubiertas en el ala este de
la vivienda poseen un carácter muy diferente. Se trata de dos grandes
ambientes, J y K, situados junto al pórtico que bordea el patio en esta zona.
El pasillo discurre paralelamente al otro que delimita el peristilo en el lado oeste.
Las diferencias entre ambos estriban en la mayor longitud y anchura del E y en
la ausencia de mosaico, presentando en su lugar un enlosado de grandes lajas de
piedra, visibles en algunas zonas. Este pasillo delimita el sector de la
vivienda que se podría considerar como la parte rústica.
La habitación J, de amplias dimensiones, aparece
acotada en tres de sus lados, sin que se haya encontrado su cierre en el lado
este. En este espacio cabe señalar la presencia de dos hogares. El primero de
ellos, bastante bien conservado, se sitúa en el extremo suroeste de la
habitación. Muestra una estructura semicircular, delimitada por un pequeño
murete de piedras. El hogar parece apoyarse directamente sobre la roca,
mientras que en su interior ofrece un suelo confeccionado a base de pequeños
cantos. Todo este espacio estaba cubierto por una potente capa de cenizas entre
las que se encontraron varios clavos de hierro y fragmentos de cerámica común. Hogares
similares, abiertos y de sección semicircular, rodeados de piedras para impedir
la propagación del fuego, son relativamente frecuentes en la Galia y Germania.
La habitación estaba pavimentada con grandes
losas de piedra manteniéndose algunas en su posición original en la zona de
contacto con el muro de cierre de la habitación en el lado oeste. El estado de
conservación del muro es bastante deficiente perdiéndose en algunos sectores. Paralelamente
a esta habitación un tramo de pasillo, de 4`05 m. de anchura, delimita otro ámbito,
posiblemente rectangular, la habitación K, de 7`82 m. de ancho, sin cerrar en
el lado sur. En esta zona las estructuras continúan tal y como lo demuestra la
aparición de un nuevo muro al este de la habitación.
El pasillo en su tramo final se abre hacia el oeste
de la villa. En ambos casos parece tratarse de un pasillo abierto ya que no se
han encontrado restos de muro ni de ningún tipo de soporte. Podría ser la
entrada a la residencia. Su conservación es relativamente buena pudiéndose
seguir regularmente en todo su recorrido.
Al sur de la villa se han efectuado diversos
sondeos sin que se hayan encontrado restos constructivos de ningún tipo. Solo
algunos fragmentos de hierro y cerámica común.
Ya hemos descrito los restos encontrados pero
¿Qué era? Y lo que es más importante, ¿cómo descubrimos lo que era? Lo digo
porque se suele asignar cualquier resto de época tardía en un medio rural a una
villa romana. Desgraciadamente la realidad puede ser diferente.
Dos son los elementos básicos de la villa: la
tierra que se cultiva y las viviendas de la gente que la trabaja y del dueño que
la gobierna. El elemento mejor conocido de las villas es la mansión del señor: hipocaustos,
estucos pintados, viviendas y habitaciones de grandes dimensiones, complejidad
arquitectónica, etc. Del resto de dependencias no se sabe casi nada.
Y, claro, tener un muro y algo de cerámica no es
tener una villa. Tendríamos un asentamiento rural –sea lo que sea este-, perteneciente
o no a una villa, y de tamaño indeterminado. Recordemos que en el siglo IV
también se está produciendo una ocupación de territorios que no estaban
habitados en la línea de ruralización de la sociedad. Porque, ¿realmente
podemos aceptar que en el territorio de la provincia de Burgos hubiera más de
200 villas?
Demasiadas. O no. Sin más. Por ahora. De hecho, en
Las Merindades se documentan dos asentamientos de especial importancia: el
yacimiento de los Casarejos y la villa de Salinas de Rosío. Casarejos sería,
llegado el caso, la principal villa del norte de Burgos, con un emplazamiento típico,
en llano, próximo a un río y a una calzada. Para algunos autores, pudo ejercer un
dominio sobre el resto de los asentamientos rurales del entorno inmediato, como
los de Berberana y Villaluengo.
Claro que por las reducidas dimensiones que tiene
el área residencial de esta “villa agrícola” (dos cubículos y una gran sala) pensaríamos
en un pequeño establecimiento rural en el que el dueño residiría sólo
ocasionalmente, siendo atendida la explotación por un capataz (vilicus).
Hay que tener en cuenta, además, el considerable
desarrollo que parece tener el espacio destinado a zona rural, dotado con
amplias estancias dedicadas probablemente a almacenes, talleres para
fabricación y reparación de útiles, etc. A lo que habría que añadir el hecho de
que la mayor parte de los escasos materiales que ha proporcionado este
establecimiento se limiten, casi con exclusividad, a fragmentos de hierro (en
concreto, a algunos cencerros, ejes de carro, clavos, etc.). La pena es que nos
chirría con esta teoría el balneum que resulta excepcionalmente amplio, a pesar
de tratarse de un baño privado.
Las dimensiones de los baños, la proximidad a
una vía de comunicación y la zona de trabajo pudieran hacernos pensar que se tratara
de una mansión, una posada, dónde los viajeros descansaran y repararan sus
carros. Apoyaría esta visión el gran patio central y la amplitud del pasillo de
entrada a la vivienda para un mejor y más cómodo acceso a los carros.
Sin embargo, el hecho de no haberse completado
la excavación de este establecimiento no permite una mayor puntualización. Incluso
la parte residencial pudiera tener un desarrollo hacia el suroeste todavía
desconocido.
Gracias al exiguo material arqueológico
encontrado (fragmentos cerámicos, hierros -un fragmento de bisagra, otro de
cencerro, cuchillos, clavos, etc.- y vidrio) se ha datado el lugar entre los
siglos IV y V d.C.
Esta datación no implica que estuviese
despoblado anteriormente. Quizá llegue a aparecer en el entorno una villa
anterior en el tiempo. Pensemos que la llegada de los romanos provocó la
evolución de los sistemas productivos y de asentamiento existentes –castros-; o
que la mejora de la red de comunicaciones, la consolidación de los centros
urbanos y la política imperial de favorecer la agricultura provincial frente a
la itálica del siglo II dispara la producción cerealista de la meseta norte –apoyado
por las medidas proteccionistas presentes desde Domiciano y el reparto de trigo
en Roma- lo que redundó en el retroceso del sector agrícola indígena (subsistencia y escasa rentabilidad) y la proliferación de nuevas exportaciones orientadas al
mercado.
El siglo III será una muestra de que las
explotaciones agropecuarias nacen, crecen y mueren: tenemos lugares que no llegaron
a esta centuria como varios de La Bureba o uno en Villalba de Losa; otros que
continúan como algunos en el Valle de Losa, la Junta de Traslaloma o Valle de Mena;
Y aparecen referencias arqueológicas de nuevos asentamientos como Lastras de la
Era o la zona de Valdivieso. No hay crisis de recursos ni invasiones en la zona
pero si se ve una ruralización del mundo romano.
Llegamos por fin al siglo en que nuestro lugar
de estudio deja huella. A lo largo del siglo IV hasta el ario 409 d.C. Las
Merindades viven en paz, social y bélica. Claro que hay cambios: una nueva
administración, una nueva división provincial con la desaparición de los
Conventos Jurídicos y una forma distinta de gobernar las ciudades. En el campo
se reocupan zonas marginales, como las cuevas (Cuevas de los Moros, en
Villaventín, la Cueva del Portal, en Lastras de las Eras y la Cueva de Saraos,
en Teza de Losa) que pudieran corresponder a poblaciones de economía pastoril.
Renacen los asentamientos castrales (San Pantaleón de Losa) y un refuerzo de
las posiciones militares en funciones policiales.
Y esto nos deja frente al fenómeno más
importante del siglo IV: la eclosión del llamado régimen vilicario en la Meseta
que cubrió este territorio de villas romanas una de las cuales pudiera haber
sido la de Casarejos.
Bibliografía:
“Villas tardorromanas den el Mediterráneo
occidental” por Alexandra Chavarría
Arnau.
“La arqueología romana en Burgos. Orígenes y
desarrollo”. David Pradales Ciprés y Julio Gómez Santa Cruz.
“La villa romana de Los Casarejos” por Mercedes
Torres, María Ángeles Gutiérrez y Rosalía Incera.
"La transformación de los balnea rurales domésticos durante la antigüedad tardía en Hispania (s. IV-VI)" Virginia García Entero.
"La transformación de los balnea rurales domésticos durante la antigüedad tardía en Hispania (s. IV-VI)" Virginia García Entero.
Bienes Culturales de Castilla y León.
Boletín Oficial del Estado.
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