En el mundo se anuncia todo. Incluso la muerte. Alejados
de la vida rural donde las campanas “tocaban a muerto” otros medios tomaron el
relevo. Esa página de los periódicos, ese tablón de anuncios en las iglesias o
en las plazas de los pueblos… Hasta se renombran –popularmente- plazas para
llamarse “la campa del muerto” por ser el lugar tradicional de fijación de
esquelas. Originariamente la “esquela” era una carta breve para cursar una
invitación. Pero recurramos a las definiciones de la Real Academia de la lengua
Española (RAE):
“Aviso
de la muerte de una persona que se publica en los periódicos con recuadro de
luto o se fija en distintos lugares públicos indicando la fecha y el lugar del
entierro, funeral, etc.
Carta
breve que antes solía cerrarse en forma triangular.
Papel
en que se dan citas, se hacen invitaciones o se comunican ciertas noticias a
varias personas, y que por lo común va impreso o litografiado.”
De acuerdo, es un anuncio, un aviso, pero no
cumple los cánones de originalidad ni de efectismo, ni casi cambia con la moda
o las tendencias del mercado. Generalmente están coronadas (en el mundo
católico en que nos movemos) por una cruz pero en Euskadi, por poner un
ejemplo, muchas esquelas sustituyen la fe religiosa de la Cruz por la fe política
y colocan un lauburu (clásico símbolo celta adoptado por el nacionalismo). Hay de
todo: esquelas laicas, bufas, cualquier cosa.
Quizá ni siquiera decide el difunto porque,
evidentemente, pagan los familiares del fallecido, o compañeros del trabajo, la
empresa, el partido político, etc.
(Autor Michael Gelen) |
¿Cómo identificamos una esquela? Las
tradicionales cumplen unos criterios que, como vamos a ver, no se han alterado –en
España, al menos- en los últimos ciento y pico años. A saber: Cuadrada o
rectangular; con un recuadro negro o gris; el símbolo ideológico-religioso
centrado en la parte superior; Q.E.P.D. o R.I.P. quizá con alguna cita bíblica;
el nombre del finado y los títulos obtenidos en vida; edad, fecha y lugar de
fallecimiento; lugar de enterramiento; La relación de parientes, vivos y
muertos, estos últimos con una cruz, que “ruegan
una oración por el alma del fallecido”; Y, por supuesto, la fecha y hora
del velatorio, entierro o incineración, misa de salida o cualquier otro homenaje.
En las más antiguas me he encontrado con el contradictorio mensaje final de que
“no se repartirán esquelas” refiriéndose, quizás a que no se fuesen a repartir
recordatorios. Y en las contemporáneas una foto tipo carnet más o menos favorecedora
para ayudar a reconocer al difunto.
También encontrarán en algunas amarillentas
esquelas la mención a las indulgencias que reciben los que asistan al funeral.
Son un perdón de pecados decretado por la Iglesia Católica. Puede ser parcial o
plenaria. Por cierto, si se visita una iglesia el día de todos los difuntos se puede
obtener una indulgencia plenaria.
Gato en Mijangos |
Las esquelas, descontextualizadas del dolor
familiar, son una fuente de información sobre ciertos individuos: si tuvieron
hijos, hermanos, sobrinos, causas de la muerte, situaciones familiares anómalas
al “desaparecer” algún deudo, venganzas al publicar la esquela de un vivo…
Hoy, en la era “internet”, las esquelas se
publican en el Facebook, en el blog de los tanatorios y, seguro, que las
recibiremos por Twiter o wattsapp. Pero esa evanescencia nos impedirá meternos
en la vida, y muerte, de aquellos otros que nos precedieron y nos impedirá
reflexionar de la manera en que lo vamos a hacer con esta relación de difuntos vinculados
con Las Merindades.
Es la semana de difuntos. Esta vez no será
Halloween.
La primera que vemos es la de un abogado y
notario que falleció en Villarcayo en 1887:
En 1888 se publicó esta que correspondía al
abogado Luis Bustillo y Pereda:
El ejemplo de 1889 y primera dama en esta triste
relación es doña Cipriana González. Fue en Medina de Pomar y con abundancia de
Indulgencias:
1890. Nos encontramos con la señorita Sofía
Sainz de Varanda y Encabo de la cual desconocemos todo salvo que estaba
vinculada con Medina de Pomar al decretarse misas en la parroquia del Santo Rosario
de esta población. Indulgencias abundantes:
Volvemos a Villarcayo donde, en 1893, pasó a
mejor vida el ilustrísimo señor Pedro Saenz de Russio y Prestamero. Abogado.
Puede que haya tanto abogado en nuestra relación ocasional de esquelas porque
Villarcayo era ya en esos momentos cabeza de Partido Judicial:
Cambiamos de siglo pero mantenemos el estilo. La
salvedad es que en este caso la esquela aparece en la primera página superior
izquierda. Está más que claro la importancia –y el precio de la esquela- de
esta señora que falleció en 1909 en Villarcayo:
Presentamos ahora otra variante de esquela que
es el recordatorio. En este caso del primer aniversario de la muerte de la
Marquesa de Chiloeches. Estamos en 1911. Hagan cuentas o lean abajo:
Rufino Zatón Villamor falleció en Villarcayo en
1912. Por su esquela vemos que estuvo vinculado con la emigración a la antigua
provincia española de Cuba y con el periódico burgalés “El Papamoscas”:
En 1912 hacemos doblete presentando el aviso de
don Manuel Sainz de Baranda y Gil Machón. Nos dicen la hora del óbito y que era
Montero de Cámara del rey. Evidentemente era de Espinosa de los Monteros:
En febrero de 1915 murió cristianamente esta
noble señora que encargó misas en Medina de Pomar:
Para el año 1920 les presento dos esquelas. La
primera es la del Conde de Ardales que, entre otros muchos lugares, encargó
misas por su alma en Medina de Pomar:
Y la de Leonor Ruigomez y Velasco que fue enterrada
en Villasana de mena. La singularidad de esta esquela está en la letra negrita
de la parte inferior donde recuerda que no se reparten esquelas, que el duelo
se despide en la estación y que se suplica coche:
Doña Luisa de Novales y Sainz falleció en Madrid
en 1924 y su funeral se realizó en Espinosa de Los Monteros. Lo curioso de esta
esquela es el anuncio que le seguía en la página del periódico:
Ahora tenemos un recordatorio de 1932 de doña Eloísa
de Angulo y Torresagasti que falleció en 1922. Lean cuantas, y donde, le
dedican misas:
1933. don Julián Demetrio Pérez Santana:
Para no ser más tediosos de lo que estamos
siendo saltamos hasta el año 1968. Si se fijan el estilo de las esquelas no ha
cambiado nada en todo este tiempo y, si ojean el periódico de hoy, siguen
siendo iguales. Esta es la de Carmen Martínez Vigil. Fíjense donde le dedican
misas:
Esta de 1979 es de Consuelo Ruigomez Velasco:
En 1985 se celebraron en Villasana de Mena los
funerales por Gabriel Vivanco Gutiérrez, marino mercante, que pereció en acto
de servicio. Pueden observar que es una esquela más abierta, menos densa en
palabras y en la cual han ido decayendo las viejas expresiones e indulgencias:
Para terminar les presento esta de 1996 -no es
bueno en estos temas acercarse demasiado al presente-. Es la de Guadalupe Domínguez
de Vidaurreta Izco, una dama centenaria que había visto el transcurrir del
siglo XX en nuestras Merindades y que regresaría a Mena para su descanso eterno:
Bibliografía:
Periódico ABC
Periódico “El papamoscas”
Periódico “La fidelidad castellana”.
Periódico “La voz de Castilla”.
Periódico “La correspondencia de España”.
Bueno, y muy interesante trabajo; y muy acorde con estas fechas.
ResponderEliminarRecuerdo allá por los años 50/60, que por estos lares, se solía poner una bandeja o un cestillo a las puertas de la casa del fallecido, donde depositaban los conocidos o amigos, una tarjeta personal, a la que no recuerdo bien, pero la doblaban por el centro o una esquina de la misma.
Posteriormente, la familia le respondía, con una tarjeta recordatorio, impresa, donde se le rogaba una oración, por el alma del difunto. Tanto la tarjeta cono el sobre, tenían los filos en negro, en señal de luto.
Un fuerte abrazo.
Igualmente, Manuel.
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