Este poco recordado prelado inició una serie de
obispos de Mondoñedo de origen burgalés. Nació el 3 de marzo de 1776 en Hornillayuso,
aunque otras fuentes lo sitúan en Torme, y era de familia hidalga. Podemos
encontrarnos referencias a estos apellidos en varias poblaciones de Las
Merindades, en especial en la Merindad de Sotoscueva. La población de Bedón
sería un ejemplo. Nuestro Francisco, Paco, inició sus estudios en la universidad
de Burgo de Osma en 1790. Será consagrado en Madrid. Tendrá prisa por prosperar
pero en 1794 perdió ante González Navas una Cátedra de Teología. Consiguió ser
canónigo en la Catedral de Burgos.
Durante la Guerra de Independencia Francisco se
implicó en la lucha y se salvó por intercesión divina (estaba en la sacristía
cambiándose tras una misa) de la tragedia
del pueblo segoviano de Grado de Pico de 1811. Allí se había trasladado la
Junta de Burgos para iniciar el proceso de elección de los dos vocales que
correspondían a dicha circunscripción según el Reglamento de Provincias de
marzo de 1811.
Se
enteraron los invasores que ejecutaron una acción relámpago. Al amanecer del día
21 de marzo los franceses sorprendieron a los miembros de la Junta -y a los
centinelas patrióticos-. La confusión del asalto permitió que se salvaran algunos.
El
vocal de Pedro, Ramón Ortega, administrador interino de rentas, y José Ruiz,
oficial de intendencia, se encontraban oyendo misa, por lo que pudieron
esconderse en la bóveda de la iglesia sin que les vieran los enemigos. El
oficiante, nuestro Juan Francisco López Borricón, juez de la Comisión de
Secuestros, tampoco fue detenido.
Seguirá como canónigo en Burgos cuando en 1820,
en el mes de junio, participa –y es juzgado- en el intento de sacar de Madrid a
Fernando VII y a su familia a través de esta ciudad castellana.
Fernando VII |
En 1824 Bernardo Sainz de Varanda y Pereda,
nacido en Gayangos, fue preconizado deán de la catedral de Burgos y tomó
posesión por poder otorgado a nuestro miembro del Cabildo catedralicio López
Borricón. Todavía no era su momento, parece.
El medinés Dionisio Hidalgo, que en octubre de
1825 se matriculó para estudiar filosofía en el seminario conciliar de Burgos, comentó
lo reaccionario que era ese centro con los estudiantes que no tomarían los
votos. Relata que “el que después fue
obispo de Mondoñedo y más tarde uno de los adalides más decididos en el campo
de la reacción, Sr. Borricón, era rector del seminario: avisado por sus espías
de que una media docena de estudiantes, yo uno de ellos, nos reuníamos a bailar
y divertirnos con juegos propios de la edad juvenil, se presentó una noche en
nuestra casa, rodeado de todo el imponente aparato de bedeles y criados, y
después de habernos increpado de la manera más dura y despiadada y tomar nota
de nuestros nombres, nos citó a la rectoral para el día siguiente a fin de
llenarnos de improperios”.
El 5 de Marzo de 1827 Borricón fue designado por
el rey Fernando VII para ocupar el puesto de obispo de Mondoñedo (Galicia) y
tras cumplir todos los trámites civiles y eclesiásticos procede a la toma de
posesión el 30 de noviembre de ese 1827. Por cierto, que nuestro hombre tardó
años en abonar las bulas pontificias necesarias y así el 8 de noviembre de 1835
se le reclamaban las mismas.
Por lo que consta su pontificado no fue
problemático. Como curiosidad indicaremos que fue entonces cuando se dejó de
enterrar dentro de las iglesias de la diócesis -la fecha límite fue abril de
1833- debiendo enterrarse en unos cementerios todavía inexistentes. Aparte de
los inevitables destrozos arquitectónicos estas prisas incrementaron los roces
entre Francisco López y el gobernador de Lugo. La tensión fue máxima en el
propio Mondoñedo al exigirse que los prelados y el resto de los miembros del
clero fuesen enterrados en el cementerio general. Los curas querían enterrarse
en un cementerio propio a espaldas de la catedral o en el claustro. Vamos, que
la ley no tenía que ir con ellos.
Peleó también contra la vida licenciosa de los
sacerdotes buscando que esta fuese intachable y ejemplo para los feligreses.
Por ello, el nombre de Borricón irá enlazado al de Francisco María barros al
que le forma causa criminal por su conducta escandalosa y lo encierra en el
convento de Rosal-Alcántara de Mondoñedo.
Francisco López Borricón escribirá varias
pastorales donde mezclará fe y política. En una de ellas hablaba del amor de
los españoles a su rey y ataca a los que miraban con aversión a los Voluntarios
Realistas. También es cierto que tocaba temas más clásicos de la iglesia como
los amancebamientos, los divorcios voluntarios, el celibato...
Y muere Fernando VII. Si nos fijamos en Galicia
veremos que es una zona proclive al pretendiente. ¿Por qué? Por un lado este
territorio linda con Portugal, por donde los emisarios realistas de Madrid pasan
tranquilamente. Portugal, dominado por las facciones de don Miguel -absolutista
como don Carlos- era un camino seguro. Por otro, en Galicia coinciden varios
personajes notoriamente absolutistas: el capitán general Nazario Eguía, el gobernador
de la plaza de Ferrol, Zumalacárregui, el metropolitano Rafael de Vélez, arzobispo
de Santiago, y en Mondoñedo, nuestro protagonista el obispo López Borricón.
Infante Carlos |
Con la sublevación carlista, todos ellos
ocuparán puestos significados: Eguía el de ministro de la guerra de don Carlos,
Zumalacárregui el de caudillo del ejército del Norte, López Borricón el de
vicario general castrense y Vélez el de presidente de la Junta Carlista de Galicia.
Puestos en antecedentes sobre perfil ideológico
de nuestro Paco entendemos que, ante el decreto de la reina gobernadora del 4
de enero de 1834 sobre la “impresión, publicación y circulación de papeles”, enviase
un escrito que le significará públicamente. Pensemos que ya estamos en plena
guerra civil, en la primera guerra carlista. En el escrito afirma Borricón que la
prerrogativa sobre la libertad de prensa no corresponde a los poderes públicos
sino a los obispos. ¡¡La religión Católica quedaría anulada en esa función si
la prohibición eclesiástica de un libro era levantada por el Supremo Consejo de
Castilla!!
Pedía la reforma del edicto para que “quede intacta la autoridad divina de la
Iglesia y libre el influjo y funciones natas de sus pastores para guiar a sus
ovejas por el camino de la verdad”. De pasaba se quejaba de la supresión de
conventos, de la suspensión de la toma de hábitos, etc.
Consecuencia: a Borricón se le ordena ir a
Madrid en 10 de octubre de 1934. Se lo comunica el 23 de noviembre el
superintendente de policía del reino. ¡Y empezamos el baile y las dilaciones!
El burgalés contesta que está dispuesto a ir pero que en ese momento no puede porque
hay cólera en la zona. Luego adujo que no había sido llamado según forma y
enreda al cabildo. Finalmente parte el 5 de noviembre de 1834 hacia Lugo para
tomar la diligencia que, saliendo de La Coruña, lleva la ruta de Madrid.
General carlista Cabrera |
A la altura de Astorga se detuvo por encontrarse
indispuesto. Tras el “necesario” tiempo para recuperarse avanzó hasta
Valladolid donde su delicada salud le retuvo hasta noviembre de 1836 en que,
dejando atrás cualquier subterfugio, se pasó a la zona carlista del norte.
A consecuencia de la fuga del prelado el
gobierno expidió el 10 de diciembre de 1836 una orden al cabildo de Mondoñedo
por la que, declarando al señor obispo decaído y privado de lodos los honores,
rentas y consideraciones civiles y eclesiásticas, procediese a la elección de
vicario capitular. Indicó que el gobierno de la diócesis debía recaer en eclesiástico
de reconocida virtud, ilustración y probidad, y acreditada adhesión a la reina Isabel
II. El gobierno no quería más traicioncillas.
Por su parte nuestro amigo López Borricón, bien
relacionado y situado en la corte carlista participará –dado su cargo ante el
pretendiente- en la expedición real de 1837 que recorrerá el noreste de la
península y llegará a las puertas de Madrid para replegarse después sin entrar
en la asustada capital.
Mapa de Rahden con la ruta de la expedición real carlista. |
Pocos años le quedaban a López Borricón. La
expedición real le acercó a la que sería su última residencia: Morella. Los
carlistas la habían abandonado en diciembre de 1833 para volver a entrar en 1838.
El general Cabrera convirtió la ciudad en capital administrativa y militar de
los territorios bajo el control carlista. El gobierno liberal respondió
enviando al general Marcelino Oráa que se retiró derrotado el 18 de agosto de
1838. Cabrera será recompensado por su rey con el título de Conde de Morella.
Hizo de Morella una plaza fuerte de primer orden
y lugar de una academia de cadetes con un cabildo eclesiástico con dos obispos al
frente: Herrero Valverde, prelado de Orihuela y el de Mondoñedo nuestro
Borricón. Los liberales les tachaban de dejar de lado su ministerio y de
dedicarse a fanatizar las almas y avivar el fuego de la guerra civil.
Tras el convenio de Vergara, 1839, queda Cabrera
frente a todo el ejército liberal al no haber aceptado la paz. El 18 de mayo de
1840, el ejército mandado por el general Espartero empezó su ofensiva contra
Morella, y doce días la ciudad se vio obligada a capitular tras haber sufrido
un intenso bombardeo. Pero para Francisco López Borricón la guerra había dejado
de ser importante el diciembre anterior.
En octubre de 1840 se remite la partida de
defunción de Borricón a Mondoñedo. La enviaba el cura ecónomo de la Iglesia
Arciprestal de Santa María Mayor de Morella. Se decía que Francisco López
Borricón había fallecido en allí el 12 de diciembre de 1839 y que estaba
sepultado en la capilla del Santísimo Sacramento de esa iglesia (como vemos no
se le enterró en un cementerio). Dicha partida le titulaba como: obispo de
Mondoñedo, capellán mayor de S.M. Carlos V, vicario general de los ejércitos
carlistas y delegado apostólico de Su Santidad Gregorio XVI.
Todo esto venía a cuento de la necesidad de
cubrir legalmente la vacante de obispo de Mondoñedo. Y el cabildo gallego,
desconfiado, exigió un segundo certificado de defunción.
Y no era para menos porque se conserva un
escrito de la época –no firmado- donde se sitúa su fallecimiento el día 10 y no
el 12. Da más detalles: la hora de la muerte fue las 16:30 horas y su cadáver
fue colocado en la iglesia del convento de san Francisco, donde vivía, con
centinela y guardia de honor. Será el 12 cuando lo trasladen a la Iglesia
Arciprestal donde el obispo de Orihuela celebró la misa. A su término se cerró
el féretro con dos llaves y se depositó en el nicho elevado de la capilla del
Santísimo Sacramento.
Recibió todos los honores militares por los
Reales Cuerpos de Inválidos, Artillería e Ingenieros y la guarnición de la
plaza.
Fin.
Bibliografía:
“Burguesía y revolución liberal en la ribera del
Duero burgalesa (1808-1840)” por Francisco Javier Iglesia Berzosa.
“La arriería en la merindad de Sotoscueva” por
Pedro Fernández Díaz-Sarabia.
Periódico “Correo Constitucional, literario,
político y mercantil de Palma”.
Periódico “Diario Constitucional, político y
mercantil de Barcelona”.
Tesis doctoral “Propaganda, imagen y opinión
pública en Burgos durante la guerra de la Independencia (1808-1814) por Alberto
Ausín Ciruelos.
“Memoria sobre el origen del camino de Burgos a
Bercedo” por Ismael García Dávila.
“Estampas histórico –burgalesas del siglo XIX”
por Teófilo López Mata.
“La Junta Superior Provincial de Burgos durante
la Guerra de la Independencia (1809-1813)” por Francisco Javier Iglesia Berzosa.
Periódico “el católico”.
“Las Epidemias de cólera del siglo XIX en
Mocejón (Toledo)” por Juan Jesús Martín Tardío.
“Tipografía española, o historia de la introducción,
propagación y progresos del arte de la imprenta en España. a la que antecede
una noticia general sobre la imprenta de la Europa y de la china: adornado todo
con notas instructivas y curiosas” en la edición corregida y adicionada por
Dionisio Hidalgo.
“Historias” por Eugenio Martínez Ruiz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, tenga usted buena educación. Los comentarios irrespetuosos o insultantes serán eliminados.