Hoy nos vamos a Cigüenza, bueno a las afueras de
este pueblo. Nos acercaremos hasta la necrópolis de San Andrés o Las Sepulturas
gracias a un cómodo y bien señalizado paseo que atraviesa la huella de las
viejas vías del Santander Mediterráneo. El lugar tiene algo atrayente porque es
un emplazamiento cercano a donde algunos autores sitúan Segontia Paramica que
–para ellos- resulta ser Cigüenza.
El yacimiento estuvo vivo desde el fin del
Imperio Romano de Occidente (siglos IV-V) hasta los siglos IX y X. Esto es, se
mantuvo con habitantes durante la conquista musulmana, su vacío de poder y sus
movimientos de población. Se sabe que el topónimo inmediato a Las Sepulturas es
La Canaleja, documentado a comienzos del siglo XI. Ergo Canaleja sería el
nombre de este despoblado altomedieval.
A medida que nos sumergimos en la Edad Media Las
Merindades pierden población principalmente con dos hitos: en la segunda mitad del
siglo XII y a mediados del siglo XIV. ¿Cómo lo sabemos? Mediante el recuento de
despoblados. E, insisto, ¿Cómo hacemos eso? Bueno, para averiguar los
despoblados y situarlos temporalmente se recuentan los yermos que nos fija la
documentación superviviente y, también, anotamos los poblados que no constan en
documentos posteriores… ¡pero sabemos que estuvieron! Claro que este segundo procedimiento
tiene un fallo: su ausencia en la documentación no tiene por qué presuponer la
desaparición del poblamiento. Sin embargo, la documentación ofrece cierta
continuidad temporal a través de los arrendamientos de lo que, en origen,
fue un monasterio o cella y, en Plena Edad Media, ya no es más que un solar o
un topónimo que se utiliza para situar unos labrantíos.
La merma de población tiene diversas causas -y
consecuencias-. Entre las primeras tenemos el fin del modelo tipo eremitorio y
el establecimiento del modelo de parroquia única por lugar, el asentamiento en
mejores predios cercanos a rutas comerciales… ¿Consecuencias? Para nuestro
caso: el abandono del lugar.
Es en la época de Alfonso VIII –el de las Navas
de Tolosa- cuando se abandonan eremitorios y poblados altomedievales que nos
dejan el rastro de sus cementerios con tumbas antropomorfas como San Juan de
Peña Horrero o esta Canaleja. El territorio de los lugares despoblados en este
siglo XII se repartirá entre los circunvecinos, por ello el rastro dejado se
sitúa junto a los límites jurisdiccionales y se repite, en muchas ocasiones, a
ambos lados de esa línea.
Canaleja –Canalegia- se documenta por primera
vez en 1011, en la imprescindible relación de donaciones al monasterio de Oña
con motivo de su refundación. Se identifica perfectamente al insertarse entre
las inscripciones de Fuente Arcayo y Tubilla, en el recorrido geográfico que
hace la descripción de la donación. Tanto Cigüenza como Canaleja o Fuente
Arcayo fueron donados a Oña. Por cierto, Fuente Arcayo originariamente se
llamaba Fonte Archai y no tiene nada que ver con el actual Villarcayo. En 1515
se le conocía como Fuente el Cayón y en el siglo XVIII era Fontecha.
Cuando lleguemos a Las Sepulturas nos
encontraremos con un cementerio constituido por 41 sepulturas de adultos y
niños. Aunque es de mayor extensión. En el estudio realizado en 2014 por los
profesores Félix Palomero y Francisco Reyes se descubrieron más tumbas cubiertas
por la tierra. Los restos de muros, sillares, losas, tejas y cerámica hallados contienen
piezas que confirman la ocupación desde la época tardorromana al período
altomedieval.
La gran cantidad de sepulturas se debería a que
este paraje congregaba diferentes grupos humanos instalados en los alrededores.
En este sentido se entendería la Canaleja como un centro de referencia supralocal
con un cementerio y templo sobredimensionados para su población residente.
Todas las tumbas siguen una orientación este-oeste
y las tenemos de bañera y antropoides. Entre estas últimas las hay de cabecera
cuadrada, semicircular y de arco de herradura. Algunas poseen reborde y señales
de vierteaguas, o rebaje para encajar la tapa que no se ha conservado. Pero las
sepulturas han sido objeto de remoción en diferentes momentos.
La iglesia de Canaleja tuvo la advocación de San
Andrés cuyo culto se generaliza en la Península entre los siglos V y VIII. San
Andrés es una advocación ligada a los elementos defensivos más antiguos en Las
Merindades. Este edificio previo determinó la ubicación de las sepulturas. Es
decir, las tumbas debieron colocarse en su entorno ajustándose a su existencia.
Entendamos que los cementerios altomedievales estaban pegados a las iglesias, y
estas eran el centro de un poblado.
Conocemos el nombre de la iglesia porque
Berganza sitúa en San Andrés de Cigüenza, a una legua de Bisjueces, la tumba
del juez Nuño Rasura, dato recogido posteriormente por García Sainz de Baranda,
si bien ha caído en el olvido hasta por los agricultores de la zona. Volvemos a
tener noticias de un apeo en “Canalexa” en 1488 y aún en 1807. Este olvido es
debido a que algunos de los lugares que habían sido donados a Oña no vuelven a
ser citados ni los datos arqueológicos permiten vislumbrar más horizonte
temporal que el pleno Medievo (1210). En esta circunstancia tenemos nuestros
Canaleja (Cigüenza), Fuente Arcayo (Villalaín), Villa Castro (Brizuela-Nela) o
la desconocida Villatolit.
Bibliografía:
“Las Siete Merindades de Castilla Vieja.
Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas
Magro.
“Las Merindades de Burgos: un análisis
jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del
Carmen Arribas Magro.
Periódico “Diario de Burgos”.
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