Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 24 de marzo de 2019

Nuño Rasura y Las Sepulturas, la Canaleja o la necrópolis de San Andrés.




Hoy nos vamos a Cigüenza, bueno a las afueras de este pueblo. Nos acercaremos hasta la necrópolis de San Andrés o Las Sepulturas gracias a un cómodo y bien señalizado paseo que atraviesa la huella de las viejas vías del Santander Mediterráneo. El lugar tiene algo atrayente porque es un emplazamiento cercano a donde algunos autores sitúan Segontia Paramica que –para ellos- resulta ser Cigüenza.

El yacimiento estuvo vivo desde el fin del Imperio Romano de Occidente (siglos IV-V) hasta los siglos IX y X. Esto es, se mantuvo con habitantes durante la conquista musulmana, su vacío de poder y sus movimientos de población. Se sabe que el topónimo inmediato a Las Sepulturas es La Canaleja, documentado a comienzos del siglo XI. Ergo Canaleja sería el nombre de este despoblado altomedieval.


A medida que nos sumergimos en la Edad Media Las Merindades pierden población principalmente con dos hitos: en la segunda mitad del siglo XII y a mediados del siglo XIV. ¿Cómo lo sabemos? Mediante el recuento de despoblados. E, insisto, ¿Cómo hacemos eso? Bueno, para averiguar los despoblados y situarlos temporalmente se recuentan los yermos que nos fija la documentación superviviente y, también, anotamos los poblados que no constan en documentos posteriores… ¡pero sabemos que estuvieron! Claro que este segundo procedimiento tiene un fallo: su ausencia en la documentación no tiene por qué presuponer la desaparición del poblamiento. Sin embargo, la documentación ofrece cierta continuidad temporal a través de los arrendamientos de lo que, en origen, fue un monasterio o cella y, en Plena Edad Media, ya no es más que un solar o un topónimo que se utiliza para situar unos labrantíos.

La merma de población tiene diversas causas -y consecuencias-. Entre las primeras tenemos el fin del modelo tipo eremitorio y el establecimiento del modelo de parroquia única por lugar, el asentamiento en mejores predios cercanos a rutas comerciales… ¿Consecuencias? Para nuestro caso: el abandono del lugar.


Es en la época de Alfonso VIII –el de las Navas de Tolosa- cuando se abandonan eremitorios y poblados altomedievales que nos dejan el rastro de sus cementerios con tumbas antropomorfas como San Juan de Peña Horrero o esta Canaleja. El territorio de los lugares despoblados en este siglo XII se repartirá entre los circunvecinos, por ello el rastro dejado se sitúa junto a los límites jurisdiccionales y se repite, en muchas ocasiones, a ambos lados de esa línea.

Canaleja –Canalegia- se documenta por primera vez en 1011, en la imprescindible relación de donaciones al monasterio de Oña con motivo de su refundación. Se identifica perfectamente al insertarse entre las inscripciones de Fuente Arcayo y Tubilla, en el recorrido geográfico que hace la descripción de la donación. Tanto Cigüenza como Canaleja o Fuente Arcayo fueron donados a Oña. Por cierto, Fuente Arcayo originariamente se llamaba Fonte Archai y no tiene nada que ver con el actual Villarcayo. En 1515 se le conocía como Fuente el Cayón y en el siglo XVIII era Fontecha.


Cuando lleguemos a Las Sepulturas nos encontraremos con un cementerio constituido por 41 sepulturas de adultos y niños. Aunque es de mayor extensión. En el estudio realizado en 2014 por los profesores Félix Palomero y Francisco Reyes se descubrieron más tumbas cubiertas por la tierra. Los restos de muros, sillares, losas, tejas y cerámica hallados contienen piezas que confirman la ocupación desde la época tardorromana al período altomedieval.

La gran cantidad de sepulturas se debería a que este paraje congregaba diferentes grupos humanos instalados en los alrededores. En este sentido se entendería la Canaleja como un centro de referencia supralocal con un cementerio y templo sobredimensionados para su población residente.


Todas las tumbas siguen una orientación este-oeste y las tenemos de bañera y antropoides. Entre estas últimas las hay de cabecera cuadrada, semicircular y de arco de herradura. Algunas poseen reborde y señales de vierteaguas, o rebaje para encajar la tapa que no se ha conservado. Pero las sepulturas han sido objeto de remoción en diferentes momentos.

La iglesia de Canaleja tuvo la advocación de San Andrés cuyo culto se generaliza en la Península entre los siglos V y VIII. San Andrés es una advocación ligada a los elementos defensivos más antiguos en Las Merindades. Este edificio previo determinó la ubicación de las sepulturas. Es decir, las tumbas debieron colocarse en su entorno ajustándose a su existencia. Entendamos que los cementerios altomedievales estaban pegados a las iglesias, y estas eran el centro de un poblado.


Conocemos el nombre de la iglesia porque Berganza sitúa en San Andrés de Cigüenza, a una legua de Bisjueces, la tumba del juez Nuño Rasura, dato recogido posteriormente por García Sainz de Baranda, si bien ha caído en el olvido hasta por los agricultores de la zona. Volvemos a tener noticias de un apeo en “Canalexa” en 1488 y aún en 1807. Este olvido es debido a que algunos de los lugares que habían sido donados a Oña no vuelven a ser citados ni los datos arqueológicos permiten vislumbrar más horizonte temporal que el pleno Medievo (1210). En esta circunstancia tenemos nuestros Canaleja (Cigüenza), Fuente Arcayo (Villalaín), Villa Castro (Brizuela-Nela) o la desconocida Villatolit.


Bibliografía:

“Las Siete Merindades de Castilla Vieja. Castilla Vieja, Sotoscueva, Valdeporres y Montija”. María del Carmen Arribas Magro.
“Las Merindades de Burgos: un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media”. María del Carmen Arribas Magro.
Periódico “Diario de Burgos”.


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