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domingo, 31 de marzo de 2019

Pedro Ortiz de Matienzo: Sangre, sudor y lágrimas (de otros).



Nuestro protagonista del día debió nacer hacia 1480 y era hijo de Diego Ortiz de Matienzo -quien, probablemente, era hermanastro de Sancho Ortiz de Matienzo- y de María López del Abad, por lo que siempre figura como sobrino de Sancho y primo del oidor Juan. Es muy posible que tuviera un hermano llamado Diego Ortiz de Matienzo, que figuraba como Notario Apostólico en Roma el año 1520.


En 1522, Pedro nos aparece como veedor en la armada de Jerónimo de Medina con destino a Tierra Firme para rescatar esclavos indios por orden del virrey Diego Colón. También sabemos que, en algún momento, recibió la orden de apresar a un cacique de Santo Domingo que había derrotado repetidas veces a los colonizadores. Se llamaba Enriquillo, un diminutivo paternalista aplicado a los esclavos negros y a los indios que servían a los europeos. Pero no se crean, el indio taino Enrique Bejo, o Barrionuevo, –llamado en su tierra Guarocuya o Huarocuya- y nacido a orillas del lago Jaragua (hoy lago Enriquillo), pertenecía a la familia real de Jaragua. Cuando su padre murió ante los peninsulares él fue criado en un monasterio de la ciudad de Santo Domingo. Luego estuvo encomendado a Francisco de Valenzuela quien, al morir, permitió que su hijo desencadenase el problema. Su rebelión fue desde 1519 hasta 1533 cuando Carlos V pactó. ¡No es extraño que tenga una estatua en Santo Domingo! Enriquillo murió en 1535. Las mesnadas que estaban en las nuevas tierras se enfrentaron a un indio que conocía las tácticas militares de los conquistadores y que les vencía. También a Pedro Ortiz de Matienzo pero este fracaso no lo descartó como hombre de armas.

Trasladémonos a la isla de Cubagua. Conocida desde el tercer viaje de Colón (1498) era parte del grupo insular formado por Cubagua, Coche y Margarita, las Islas de las perlas. Margarita era una concesión al oidor Villalobos, compañero de Juan Ortiz de Matienzo en la audiencia de Santiago, y que fue el primero que trazó un plan serio para el aprovechamiento de la Margarita consiguiendo en 1525 la capitulación necesaria. Para 1510 se sabe que había un cabildo en Cubagua –parecen existir asentamiento anónimos desde 1500- con dos alcaldes y diecisiete regidores. Una isla que resultó de una inmensa riqueza en perlas y donde se lograron verdaderas fortunas pero… tenía problemas de abastecimiento, siendo surtida desde La Española o la Margarita. Incluso el agua lo traían desde el río Cumaná, en la costa de Tierra Firme. Bueno, se podían comer las ostras. Ya saben la parte inservible de la perla. Comían también tortugas y criaban cerdos, gallinas, patos y gansos ibéricos.

Situación de las Islas de las Perlas (Google)

Pero fueron invadidos por los indios en 1520 y salieron por piernas. De hecho esta será la situación que ponga en contacto a Pedro Ortiz de Matienzo con la isla. Tras el vergonzoso abandono la Audiencia de Santo Domingo contraataca y envía a Gonzalo de Ocampo secundado por Andrés de Villacorta, al mando de un galeón con 300 hombres de guerra que finge provenir de Castilla para recalar en Maracapana, al oeste del Neverí, aparentando ignorar los sangrientos sucesos recién acontecidos. Pensando sorprender a aquellos incautos castellanos en propia salsa, unos caribes cumanagotos suben a bordo. Son ahorcados. Llegada la paz mandó Ocampo construir la villa de Nueva Toledo, supuesto cobijo fiable para cristianos, semilla de la futura ciudad de Cumaná.

Ocampo regresa a Santo Domingo y deja parte de sus hombres con Francisco de Vallejo y Pedro Ortiz de Matienzo al mando para repoblar Cubagua y reiniciar su producción de perlas. En 1523 tuvieron que construir una fortaleza para proteger sus aguadas en Cumaná. Margarita, a su vez, preparaba diversas plantaciones.

El capitán Pedro Ortiz de Matienzo encabezará en 1527 la defensa de Cubagua al cernirse sobre ella una amenaza corsaria. Una canoa llegada de Margarita informó sobre bucaneros franceses arribados en una nao grande, una carabela portuguesa y un patache. Decían buscar Santiago de Cubagua –luego Nueva Cádiz- para un supuesto trato de perlas. Estaban guiados por Diego Ingenio, piloto y antiguo contrabandista del lugar. Al amanecer siguiente se presentan frente a la advertida Villa de Santiago las naves corsarias que aprestan sus bateles para el desembarco.

La Tierra Firme de Alonso de Ojeda

La estrategia consistió en emplear pequeños bergantines y barcas de pesca -unas treinta-, flechas envenenadas y disparos. Tras trece muertos, algo de negociación y el abordaje del patache francés los atacantes escaparon hacia Puerto Rico dejando otros treinta y cinco cadáveres. Será la Audiencia de Santo Domingo quien acabe el asunto.

En 1528 dieron licencia a Pedro "para rescatar, contratar y mercadear con los indios en Tierra Firme y de Cubagua", y le nombraron "Regidor de los cristianos de la isla". El 13 de septiembre, se construyó la capital, Nueva Cádiz, y allí compadreó con traficantes de esclavos que ya lo habían hecho antes con su primo el oidor Juan Ortiz de Matienzo, como Diego Caballero (que era escribano de la Audiencia de Santo Domingo) y Sancho de Urrutia que estaba en América desde 1508.

Este último pertenecía a una familia de Valmaseda y Gordejuela, en Las Encartaciones de Vizcaya, junto al Valle de Mena. Fueron de los más importantes traficantes de esclavos, primero indígenas y, luego, a partir de 1525, negros. Sancho de Urrutia estuvo asociado con su hermano Juan, que falleció en 1523, y también con Francisco de Urista (Que, a su vez, negociaba con perlas) y los hermanos Martín y Domingo de Ochandiano (el marido de Catalina Ortiz de Matienzo). Pero el que estuvieran relacionados no impidió que Pedro Ortiz fuese demandado por Francisco de Urista en 1528 diciendo que con su poder de alcalde mayor, le había quitado en Cubagua unos terrenos para dárselos a otra persona.


Tengamos claro un aspecto de los brazos de la expansión castellana por el Nuevo Mundo: hacer negocio. Con la llegada de los Matienzo los negocios de los Urrutia se incrementaron y acaban por asociarse con ellos. Una intervención de Pedro, dirigiendo como capitán a grupo de soldados, tuvo éxito, precisamente, contra un extenso grupo de negros que se habían revelado matando a algunos peninsulares. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo no le escatimaba méritos: "Y en verdad este hidalgo se hubo como buen varón, según la dificultad e aspereza de la tierra".

Nuestro hombre, en 1530, mandó al rey Carlos I, en representación de los vecinos de la isla perlífera de Cubagua, un escrito solicitándole algunas mercedes para superar las dificultades económicas que les acuciaban. Esta carta estaba acompañada de un informe laudatorio de Pedro. Resumiendo: se quejaban de la merma en la extracción de perlas por los esclavos, del aumento del precio de los bienes que compraban, de la insalubridad del lugar… Y que para compensar estos problemas se les redujesen (o eliminasen) ciertos tributos. En el expediente consta una carta del veedor de la isla Juan López de Archuleta donde reclama se le actualicen los poderes y pide que los alcaldes de otras zonas le dejen cumplir sus funciones y poner penas y ejecutarlas y otras cosas relativas a las perlas y a la convivencia.


No hace falta ser un hacha para darse cuenta que la relación entre el Veedor Juan López y Pedro Ortiz era, cuanto menos, tensa. Un ejemplo es una provisión dictada por los oidores de la Audiencia de Santo Domingo: "En la Nueva Ciudad de Cádiz, de la isla de Las Perlas, a 19 de octubre de 1532, ante el muy noble señor Pero Ortiz de Matienzo, Alcalde Mayor en ella, en presencia del escribano Miguel de Gavina y de todo el Concejo, compareció Juan López de Archuleta, Veedor General por S. Majestad e presentó cierto proveimiento que mandaron hacer los oidores de La Española sobre el buen orden de la contratación de las perlas e otras cosas que en esta isla se debían guardar, según que pareció que está firmado del licenciado Villalobos e del licenciado Matienzo (pariente de Pedro Ortiz de Matienzo) e del licenciado Lebrón, haciendo referencia el dicho veedor especialmente a un punto que dice en esta guisa: Que los rescates que se ovieren de facer en la costa de la Tierra Firme se hagan por la manera que se ha mandado, teniendo en ellos mucho miramiento que a los (indios) no les sea hecho fuerza ni mal tratamiento, ni tomándoles cosa ninguna de su hacienda contra su voluntad, e porque el rescate se haga sin fraude, y porque unos españoles a otros no hagan daño, y donde algún barco vaya a rescatar no vaya otro, con tal de que no lleve más de quince o veinte días, que el alcalde mayor juntamente con el veedor den las licencias a cada persona como les corresponde por vecinos, teniendo respeto a la calidad e posibilidad de cada uno, e a lo que oviere servido en la dicha isla, que se dice haber algunas personas que son dañosas e bulliciosas, y no se les dé lugar a que vayan a los rescates". Pedro Ortiz de Matienzo dijo que mientras él había sido juez de la Isla de las Perlas había dado las licencias sin el veedor y que así iba a seguir mientras el rey no se lo prohibiese. Por cierto, cuando han leído sobre “rescates” el concepto se refiere a rescatar perlas.

¡Menudo era Pedro defendiendo su territorio! Ya como alcalde mayor de Cubagua le paró los pies al veterano compañero de Cortés Diego de Ordaz, u Ordás, comendador de la orden de Santiago, –nombrado gobernador de Amazonia, que incluía Trinidad y las Islas de las perlas- por introducirse con sus soldados en una zona costera que dependía de Pedro. El gobernador retornaba de un penoso viaje hasta el Orinoco y deseaba recuperar fuerzas en Cumaná y en la perlífera isla de Cubagua. Está claro que Pedro no reconocía autoridad alguna a Ordaz. Le ordenó que se largase con su armada. Era el 21 de marzo de 1532.

Los de Diego adujeron que estaban con daños en los buques, que les faltaba gente y que habían quedado en ese punto. En el expediente de quejas redactado por los herederos de Diego de Ordaz contra Matienzo de 1533 informan que su padre tenía licencia para descubrir la costa de Venezuela. Acusan a Matienzo de haber detenido sus barcos, quitarles 13 caballos, artillería y mantenimientos.


El año 1581, el cronista fray Pedro de Aguado escribió una historia de Venezuela en la que narró el conflicto de Ordaz con nuestro protagonista. Pedro Ortiz desbarató y apresó la avanzadilla de los aventureros. Después también apresó al gobernador Ordaz. Muchos de los de Ordaz se pasaron al bando del Alcalde Mayor aunque los vecinos de Cubagua los despreciaban como traidores a su jefe. Temiendo que surgiera un grave conflicto entra ambos grupos, Pedro decidió llevar rápidamente a Ordaz a la Audiencia de Santo Domingo para que adoptara la decisión definitiva. Los jueces desaprobaron que hubieran sido apresados y Ordaz quedó libre. No aceptaron, eso sí, la reclamación de indemnización del gobernador pero aceptaron la petición de que se les enviara a Ordaz y Ortiz a la Corte para que en ella se hiciera justicia.

El del Valle de Mena no las tenía todas consigo pero en el viaje a Castilla tuvo la suerte de que Ordaz falleció. Algunos cronistas posteriores achacaron esta muerte a la mano de Ortiz de Matienzo (caso de fray Pedro de Aguado en 1581). La muerte de Ordás creó un problema legal – no haber gobernador- y uno político al tener varios hombres disputándose el puesto. Será el zaragozano Jerónimo Dortal, tesorero de Ordás, quien recibe el cargo.

El alcalde mayor Pedro Ortiz –otras fuentes hablan de Pedro de Herrera- pidió en 1532 que el dominio de su isla (24 km cuadrados) incluyera también el de Margarita dadas sus necesidades y porque la familia del fallecido Villalobos no había cumplido lo estipulado en las capitulaciones reales. Los de Cubagua ganan con lo cual, en 1534, se anularon todos los derechos de los herederos de Villalobos sobre la isla Margarita, siendo absorbidos por la jurisdicción de su pequeña vecina. Última victoria americana de Pedro Ortiz de Matienzo. Doña Isabel Manrique –la viuda- recuperó los derechos en 1541.

Nueva Cádiz

La ciudad de Nueva Cádiz se hizo con tanto esmero que Bartolomé de las Casas, a toro pasado, ironizaba: "un muy buen pueblo, con muchas casas de piedra, como si hubiera de perseverar por unos quinientos años". El auge de la zona fue extraordinario y devorador, sobre todo para los esclavos, llegando a contar con cerca de mil habitantes, unos trescientos, españoles, y, el resto, indios y negros. La intensidad de la explotación hizo que, ya para 1532, se fueran agotando las perlas. En 1541 un terremoto acompañado de su tsunami, más un huracán en 1543 dejó definitivamente sin esperanza a los pobladores, y fueron abandonando la isla. Las ostras eran, desde ese momento, más difíciles de extraer al estar a mayor profundidad. Se trasladaron al próximo Cabo de la Vela y a la isla Margarita, donde fue nombrado alcalde Antonio de Jaén.

Pero eso era ya una historia vieja para Pedro Ortiz porque hacía años que había dejado su puesto de alcalde mayor de Cubagua y, aunque se vio sometido al típico juicio de residencia (lo que era habitual al dejar un cargo público) lo consideraron tan limpio que el Rey le confió ser el primer juez en Cádiz encargado de controlar el tráfico naval de Indias, bajo la dependencia de la Casa de Contratación de Sevilla.

Su muerte prácticamente coincidió con la de su primo Juan, el oidor, ambos en 1536.

Ruinas de Nueva Cádiz

En cuanto a sus relaciones personales parece ser que Pedro vivió públicamente –como se decía- con una mujer casada, Antonia Camacho, conocida como la Camacha. Dentro de otra típica actitud de la época resultó que al cambiar de destino y marchar a la península la abandonaría. Corrió la historia de que se había fugado con su amante a otra isla, muriendo en ella enloquecido. Dado el carácter de Pedro, lo dudo.

Pedro debió estar legalmente casado e hizo testamento dejando, misteriosamente, como heredero universal a Antonio de Vergara. Quizá lo de la herencia citada arriba fuera un asunto de deudas, porque con ese mismo nombre figura en un pleito, como demandado, alguien que era un prestamista profesional. Además, hay un documento de 1542 cuyo índice expresa que "Antonio Vergara, vecino de Sevilla, pide a la Audiencia de Caracas que ordene a los oficiales de la Pesquería de Perlas de la isla de Cubagua que le manden los 118.000 maravedís de intereses de los 3.000 ducados que le deben por la traída de perlas". Parece muy probable que Pedro, que se supone habría hecho fortuna, tuvo que dejarlo todo en manos de este mercader.

Hubo un fiscal del Consejo de Indias, Juan de Villalobos (quizá hermano del oidor Marcelo de Villalobos, con el que a veces se le confunde) quien, en su testamento, del año 1550, menciona que su hija Juana Suárez de Villalobos, se casó con "Ortiz de Matienzo" en Guadalupe, yendo el matrimonio a vivir a Sevilla y quedando ella muy pronto viuda.


El investigador Félix López García asume la boda hacia 1530 y especula con que el novio sólo podrían ser Juan o de Pedro Ortiz de Matienzo. Estima este autor que Juan no era porque ya se había casado antes y que lo sería Pedro que disfrutaría en Cubagua de una vida alegre con la Camacha precisamente por ser soltero. Aunque consta un Juan Ortiz de Matienzo, sobrino de Sancho Ortiz de Matienzo, en Sevilla hacia ese año de 1530 enredado en un problema de envío de carabelas sin papeles a Cubagua, donde Pedro. Lioso, pues. Asumiendo que Pedro – o Juan- fue el marido de Juana Suárez de Villalobos nos encontraríamos que fue un buen partido porque el padre de la novia le había prometido de dote 10.000 ducados. Al morir pronto Ortiz de Matienzo, ella perdonó a su padre los 5.000 que quedaban pendientes. Más tarde, Juana se casó con Francisco de Benavides.

Era muy importante entonces el poder de las influencias. Parece evidente que, tanto Juan como Pedro, fueron promocionados por su tío Sancho Ortiz de Matienzo desde su puesto en la Casa de Contratación e incluso lo sería también Domingo de Ochandiano, el marido de su sobrina Catalina, que llegó a entrar como factor en esa "oficina", ascendiendo a contador al morir Sancho. No tendría nada de extraño que Pedro consiguiera asimismo medrar en Cubagua con las influencias de su primo, puesto que la isla dependía jurídicamente de la Audiencia de Santo Domingo, en la que uno de los "amos" era Juan.

Clásico nepotismo.


Bibliografía:

“Sancho Ortiz de Matienzo y sus circunstancias”. Félix López García.
Balmasedahistoria.com
Mapasilustrados.com
“La cruzada del océano”. José Javier Esparza.
“El espíritu emprendedor de los vascos”. Alfonso Otazu y José ramón Díaz de Durana.
“El extremeño Pedro Ortiz y la tercera facción de la hueste: de la conquista del Perú a la gobernación de la margarita”. Demetrio Ramos Pérez.

Esta entrada está dedicada a José Ramón Argoitia un hombre de mundo, aficionado a la historia y a las manualidades con miga de pan y con quién he disfrutado en amena charla.






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